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25. Un obsequio.

Okey, este fic hace que me duela la guata ahora, cero fe en terminarlo, cero fe en publicar hoy pero me esforcé demasiado sacando un capítulo de navidad como para no publicarlo en navidad. Mañana sigo respondiendo todo el resto de las cosas, hoy no me siento bien. Ya saben con el capítulo, no repetiré las advertencias por millonesima vez, tambien soy persona.

Es 25 de diciembre.

Es navidad.

Aslan odia la navidad, no porque sea una especie de Grinch ni nada similar, sin embargo, esas fechas tan familiares tienden a ser fuente de angustia, tal como se lo explicó al nipón hay exceso de comida, la cena es de noche y dan golosinas (lo que es un festín para Ana y predisponente al atracón) además el año pasado fue muy depresivo, en ese entonces estaba intentando mejorar, su doctor los acababa de desamparar al abandonar su caso por ser "muy complejo", Aslan intentaba mantener el trastorno a raya por sí mismo, pero la anorexia se le escapó de control y terminó haciendo ejercicio compulsivo antes de cenar y vomitando después lo que obviamente lo llevó al hospital por un desbalance, dicen que el vómito y el ejercicio están contraindicados ya que lo que la purga sube el ejercicio lo baja por ende, su pobre sistema apenas lo soportó sin colapsar.

Pasaron Nochebuena en la sala de espera, con Griff llorando de impotencia sobre la mugrienta silla de plástico y Max gritándole a los recepcionistas puesto que nadie los atendía, sorpresa, era navidad.

Sip.

El 25 y el 31 de diciembre son una fuente especialmente ansiógena por todos los excesos implícitos.

Pero este año las cosas pintan... diferentes.

O al menos así se aprecia mientras usa un horrible suéter navideño de Nori Nori (que va a juego con el de Eiji) usa un gorro rojo con un pompón blanco y ayuda a su amante a ensamblar su primera casa de jengibre antes de la cena. Algo se siente diferente ese año. Más esperanzador. Más vivo. Es lindo.

—Lo estás haciendo mal, onii-chan. —Entonces Ash procede a abrazar al aludido por la espalda, ama que Eiji le quepa entre los brazos y sea más bajito, si es más bajito puede fácilmente besarle el cuello y otras zonas sensibles que hace que sus orejas enrojezcan y es adorable.

—Solo querías una excusa para abrazarme. —El japonés lo confronta con sus ojos brillantes y dulces, mucho más dulces que cualquier mezcla de glaseado que estén preparando.

—Atrapado.

—Gato mañoso.

—Conejo terco. —Lo besa en la mejilla, apoyando su mentón sobre su hombro disfrutando lo suave que se siente la tela de aquel espantoso suéter que en secreto ama usar porque es de pareja y carajo que es especial—. No sabía que tenías experiencia con lo dulce, serías una buena esposa.

—No la tengo, solo seguí las instrucciones.

—Sabelotodo. —Y como además de sabelotodo le salió maduro procede a apretar los párpados para sacarle la lengua, oh, la cosa es que Aslan ya conoce esta maña y antes de que lo haga está lamiendo su mejilla regordeta por el mero placera hacerlo.

—¡Ash! —Grita totalmente sonrojado.

—Tenías un poco de glaseado ahí. —Se excusa en falsa prepotencia, el apartamento huele a galletas, hay villancicos retumbando por doquier, como si no pudiera ser más cliché además cae nieve afuera.

—Creo que tú también tienes un poco de glaseado. —Ash sonríe con coquetería.

—¿Dónde, onii-chan?

—¡Acá! —Y Eiji le estampa su mano embarrada de cobertura en la nariz.

—¡Eiji! —Gimotea con azúcar hasta en las pestañas—. ¡Eres un hijo de puta! —Lo acorrala contra el mueble de la cocina y de repente, ya no se ve tan valiente como cuando agarró el montón de crema colorida para embarrársela, supone que realmente no tiene ni pizca instintiva de autoconservación.

—¡Ash! ¡No! —Y como el lince obviamente no se rebajará a su nivel en lugar de tomar alguna manga pastelera prefiere usar su propio rostro para restregarse contra el de su novio—. ¡Estás empalagoso!

—Tú me hiciste empalagoso. —Lo besa entre quejidos y risas—. Ahora prueba una cucharada de tu propia medicina.

—¡Ah! ¡Es trampa!

Es lindo poder jugar de esta manera con la comida, si bien, Aslan nunca tuvo pasión por la cocina ni nada similar era una contraindicación tenerlo metido acá, Blanca le explicó que mientras ese espacio mental que tenía reservado estuviera ocupado en su mayoría por la comida no podía ver programas de cocina, ni entrar a la cocina, ni tocar alimentos para preparárselos, esto ha sido un ejercicio lento de exposición progresiva y no sabe, pero llegar al punto en dónde puede hacer una casita de galletas, embarrarse glaseado en la cara y comerse el dulce de los labios de su novio sin contar calorías ni por preocuparse en purgar lo hace sentir tan... normal.

—¿Qué diablos? —Max deja los moldes de galleta que estaba haciendo para mirarlos—. Chicos, solo me di vueltas un segundo para recortar las ventanas de la casa y ustedes quedan así.

—Es que Eiji es antojable. —Ash lo besa en la mejilla una y otra y otra vez.

—Tú eres antojable.

—No, tú.

—Tú.

—¡Ya! —Lobo gimotea—. Cuando yo me porto así con Griff nos llamas asquerosos, haces diferencia.

—Es porque Eiji también es un viejito pero lindo. —Ah, sabe que ha hecho enfadar a su novio porque incluso a través del glaseado nota cómo infla sus mejillas regordetas y frunce su nariz de conejo.

—Ya no eres antojable. —Bufa, recibiendo una toalla que Max le alcanza para que se limpie—. Sabes que el chiste de la edad ya no es gracioso ¿verdad?

—Siempre será gracioso. —Se defiende lavándose la cara, el suéter por suerte no se ensució aunque bueno, tiene el estampado más feo del mundo, no le molestaría tirarlo a la basura—. Soy más joven.

—Compórtate cuando Shunichi venga si quieres causar una buena impresión.

—No puedo creer que tu amigo haya sido ese Ibesan del que tanto Eiji hablaba.

—Sí, es una grandiosa coincidencia. —La mirada de Max se suaviza, también viste un horrible suéter.

—Ibe-san me ha empezado a hablar mucho de ustedes, parecen ser grandes amigos según lo refiere.

—Sí y sobre todo con Griff, ambos tienen ese carácter de mamá gallina. —Hay una amenaza implícita en las palabras de Max que lo hace rodar los ojos y esbozar un pequeño puchero—. Deberías anhelar causarle una buena primera impresión a tu suegro, por eso lo invitamos a cenar.

—Soy encantador, claro que le daré una buena impresión.

—Estamos perdidos.

—Lo sé.

—¡Oigan! ¡Sí soy adorable!

—Llamarnos viejos no te hace adorable.

—¡Griff! —Grita hacia la cocina—. ¡¿Soy adorable?!

—¡Lo eres! —Le responde de vuelta, como Ash es muy adulto se pavonea orgulloso de la aceptación.

—Les dije.

—Eiji. —Max deja de lado las galletas de jengibre—. Gracias por salir con el mocoso, creía que estaría soltero el resto de su vida por su insoportable carácter, si te casas con él te pago la boda, lo prometo.

—¡Viejo! —El alfa pone los ojos en blanco—. No me haces ningún favor.

Pero en el fondo, le divierte poder hacer cosas tan cotidianas como tener esta clase de peleas y claro que ha sido duro sacar a la anorexia del panorama porque a fin de cuentas, la anorexia afirmaba por la raíz a su familia, sin embargo, es impagable poder discutir de estas tonterías y ser un poquito más persona, recordar la razón por la que así cómo le decía "Maxie", a él lo apodaron "Ashie", puede ser por la fecha o puede estar más sentimental, aun así, esto se profesa como renacer y está agradecido.

Mierda, es una buena navidad.

—Eso huele delicioso.

—Gracias. —Ash se ha escabullido a la cocina para poder charlar con Griff, aunque los demás ayudan con los dulces este es el cocinero oficial de la cena.

—Si algo te complica para comerlo o encuentras que es mucho, dime. —Le advierte antes de revisar el horno por millonésima vez, cerrarlo, levantarse y mirarlo a los ojos a través del dulzor—. Por favor.

—Lo haré. —Ash se apoya a su lado en la cocina.

—Esta navidad me siento diferente. —Entonces Griff dice con una linda sonrisa, también se ha unido al club de los suéteres feos y los gorros navideños, este año están más festivos de lo que han estado toda su vida y es intimidante de cierta manera, pero también, emocionante—. Estoy feliz de que Eiji y Shunichi se nos unan este año, nuestra familia se está haciendo más grande.

—Así parece. —Ash golpea con su hombro a su hermano.

—Antes cocinar era algo que me angustiaba mucho y era triste porque realmente me gusta cocinar.

—Griff.

—Recuerdo que el año pasado casi cancelamos la cena de navidad, yo quería cancelarla, tu anorexia estaba muy grave y no le veía sentido a cocinar algo que sabía terminarías vomitando pero entonces Max me dijo que esa podía ser nuestra última navidad juntos si seguías empeorando y...

—Griff. —Ash se para enfrente de su hermano—. Sigo acá.

—A veces se siente irreal casi haberte perdido ¿sabes? Sé que nunca me recuperaré del todo de eso porque una parte de mí murió por siempre esos minutos que estuviste muerto, estoy tan agradecido de tenerte acá y tener esta segunda oportunidad, un hijo nunca debería morirse antes que sus papás y lo mismo aplica para ti.

—Lo siento por preocuparte tanto.

—No. —Griff se abanica los ojos, no disimula más el llanto, ahora tiene la seguridad para mostrarse transparente en relación a sus emociones sean buenas o malas—. Esta es una linda navidad, cuando éramos niños odiaba esa fecha, me angustiaba saber que no podría pagarnos nada y tú eras un bebé, no te podía explicar que Santa no pasaba en nuestra casa y eso no era tu culpa, eras un niño bueno.

—Yo nunca necesité de ningún regalo. —Entonces afirma con voz suave aunque firme—. Griff, estoy y estaba bien solo teniéndote a ti, eso es todo.

—No pensabas eso cuando eras un bebé, te habrías enojado.

—Tal vez me habría enojado. —Sus manos se entrelazan por encima de la cocina, el omega le traza círculos sobre los nudillos y lo relaja igual que esa canción de cuna que olvidó—. Pero luego prometo que lo habría entendido, navidad era linda porque la pasaba contigo leyendo cuentos.

—Sí. —Griff ríe—. Verdad.

Entiende que Griff probablemente recuerde las carencias que acompañaban la navidad, que depare en la brecha entre sus compañeros y la pobreza de su situación, que dónde las demás familias tenían cenas ellos iban a mendigarle amor a un papá que nunca les dio amor, que si comían algo era gracias a la compasión de Jennifer, que su casa fue una casa dónde Santa no pasaba aunque había chimenea y que no todos los niños tenían juguetes, ni cantaban villancicos, algunos niños debían hacerse bolas sobre sus hermanos para no congelarse de frío en una casa sin calefacción, algunos niños debían ser papás en navidad y contar cuentos y creer en magia para que al menos sus ojitos verdes no apagaran su brillo infantil. Griff recuerda solo eso. El dolor de la navidad. La soledad. La adultez siendo un crío.

Pero Ash...

Ash lo recuerda diferente.

Ash sí recuerda armar el árbol con Griff aun si el árbol era una ramita, recuerda los adornos caseros que hacían forrando con papeles de dulces brillantes y etiquetas de cerveza que traía papá, recuerda esperar a Santa pero no importarle Santa, porque estaba acurrucado con Griff frente a la chimenea, eso era suficiente, eso siempre fue suficiente y ahora ambos poseen más de lo que nunca se habían atrevido a soñar. Un techo. Una familia. Una cena. Una vida compartida.

—No puedo creer que de verdad tengamos tanto. —Entonces Griffin dice con sus ojos en el pasado.

—Tú y el viejo se han esforzado mucho. —Ash valida el esfuerzo sobrehumano que ambos han dado para invertir en esta pequeña (gran vida)—. No era obligación de ninguno de ustedes dos pagar esos tratamientos tan costosos para mi salud.

—Aslan. —Griff lo toma de los hombros, se ha arrodillado como es de costumbre para hablarle, aun si comprende que es un adulto y le ha dolido aceptarlo, también lo acoge como hermano—. Nuestra vida sin ti no es algo que queremos vivir, punto.

—Tú... —Su respiración se corta y sonríe—. Gracias. —Es todo lo que puede decir. Te amo.

—¿Están teniendo un momento familiar sin Maxie? Me estoy empezando a sentir vilmente excluido.

—Ven acá. —Claro que su hermano salta hacia los brazos de su esposo para ser empalagoso, eso es lindo también, es decir, Aslan siempre fingirá asco ante cualquier muestra de afecto que vea porque es un gaje de su oficio, pero la anorexia también había enflaquecido su matrimonio el que ahora sin duda arde en llamas de pasión—. Te ves tan sexy con tu suéter.

—Si me veo sexy con el suéter espera a sacármelo. —Lobo le gruñe, besándolo como si Griffin fuera más indispensable que el mismo oxígeno.

—¿Acaso esa es una propuesta?

—Tómalo como quieras. —Max estrecha a Griff contra sus caderas con dureza—. Tal vez sea tiempo para hacer la manada más grande con algún cachorrito.

—No digan asquerosidades en navidad. —Gimotea aferrándose a Eiji—. Diría que se consigan alguna habitación pero probablemente solo los acepten en un asilo así que...

—¡Aslan! Ya hemos tenido esta conversación.

—Ustedes comenzaron poniéndose empalagosos.

—Uy, si crees que ahora estamos empalagosos espera a que comience el periodo de celo.

—¡Viejo! —El timbre suena.

—¡Ah! ¡Ibe-san por fin llegó! —Eiji palpa sus jeans para ver su teléfono—. Se tardó por toda la nieve.

—Yo voy a abrir. —Max deja ir de mala gana a su esposo.

—Pórtate bien con Shunichi, tal vez así te muestre fotos de Eiji.

—¿Fotos? —Ash mira a su novio quién luce realmente nervioso.

—No son la gran cosa.

—Por favor, me las ha mostrado a mí y a Griff, son increíbles. —Alto, sus viejos han visto fotografías de Eiji pero él no, ¿qué clase de Dios retorcido permitiría algo así?

—Definitivamente ganaré su favoritismo.

—¡Ash!

A pesar de las quejas ríen. Es navidad. Es una linda navidad. Es la primera navidad decente que tiene.

—Aslan. —Pero cuando Griffin vuelve luce... asustado, Aslan nunca lo ha escuchado tan aterrorizado antes, eso hace que su corazón se caiga en su estómago e inmediatamente se ponga hiperalerta tal como Max, no lo comprende, ¿por qué Griff parece como si estuviera muriendo?—. Tenemos visitas.

—¿Visitas? —Okey, por su tono infiere que no es Ibe y su mente ya está repasando cada posibilidad, yendo del peor escenario al más catastrófico, debe mantener la calma y cuestionar:—. ¿Qué visitas?

—¿Hasta cuándo me vas a dejar afuera?

—Jim. —Su padre ha entrado por la fuerza.

—Afuera está helando, ¿acaso no tienen criterio?

—¿Qué hace acá? —Max se pone a la defensiva, cubre a Ash y a Eiji como si Jim efectivamente fuera capaz de hacerles más daño.

—¿Qué no es obvio? Vine a cenar con mi familia en navidad.

—Pensé que la pasarías con Jennifer.

—Jennifer prefirió ir a comer con su familia y me dejó, bah, no necesito a esa perra tampoco, tengo mi propia familia. —Una familia que no te quiere ni te invitó.

—Pudiste haber llamado antes. —Griff se escucha furioso debajo de su sonrisa gentil, lo confirma al verlo apretar los puños hasta marcar las venas.

—¿Para qué? Ya estoy acá, sírvanme la comida.

Yep.

Esta era una buena navidad.

Luego de una breve discusión en dónde deciden que no pueden sacar a Jim debido a que:

· Es navidad y no hay locomoción funcionando para que regrese a Cape Cod.

· Los hoteles se encuentran llenos gracias a las festividades.

· No pueden tirarlo a la calle (no frente a Eiji e Ibe quién llega minutos más tarde).

· Jim literalmente se niega a moverse, si quisieran sacarlo tendrían que hacer fuerza entre los miembros de la casa para levantarlo y aventarlo afuera del departamento.

Por ende, se le da la chance de quedarse con la condición de que se comporte por su cena navideña.

Pero todo está bien, está maravilloso, todavía puede tener su primera navidad decente y que apriete un puño alrededor de su pecho no quiere decir que no esté convencido o se esté dejando tragar por un espiral catastrófico. Respira. Respira. Debe respirar. Eiji lo está mirando extremadamente afligido y odia ser la razón de esa expresión, por ende debe juntar su mierda, su atención navega en la cocina y le da pena haber construido con tanto amor una cena que ni disfrutará pero hey, tal vez Jim cambió y aprendió a ser un buen papá por el poder del amor o la magia navideña, ¡vamos! Está desesperado.

—No es necesario que les sirvas algo. —Ash se puso a preparar té porque aparentemente mantener sus manos ocupadas ayuda a que su mente no rumie en lo que pasa en el comedor—. Puedo hacerlo yo. —La mirada de Ibe es cálida y gentil, es cierto, le recuerda a Griff en un sentido extraño.

—Gracias, pero los invitados no deberían hacer esto.

—Ash. —Eiji lo llama con sus ojitos de ciervo dolidos y su corazón sangrante en la palma.

—¿Por qué no terminan la casa de jengibre mientras yo hablo con mi familia? Solo por un momento.

Por favor.

—Bien. —Aun si Eiji no luce para nada convencido cede, siempre cede cuando se trata del bienestar del alfa—. Ibe-san, ayúdame con los decorados.

Aslan suelta todo el aire de sus pulmones cuando su novio se distrae terminando la casa de galletas, eso le da tiempo para pensar en qué carajos debe decirle a su papá, la última vez se murió gracias a lo bruto que fue con su enfermedad, literalmente se murió ¿qué diablos puede esperar acá? Aunque Jim habló con los doctores ¿cómo va a seguir siendo tan ignorante con el tema? Usualmente que un hijo se muera es algo importante para un papá.

¿Verdad?

—Ay, por favor, no soltaré ningún comentario insensible si eso les preocupa. —Ash se paraliza frente al comedor, no puede arrastrar sus zapatillas hacia las mullidas alfombras, está clavado al suelo igual que una estatua—. Pero no veo por qué es la gran cosa, es una cena nada más.

—Papá, Aslan ya estuvo en el hospital una vez por esto. —La voz de Griff se escucha totalmente rota y debe ser duro tener que confrontarlo otra vez—. Los médicos ya te explicaron.

—Esos charlatanes no tienen idea de nada. —Ríe—. Anorexia, terapias, ja, en mis tiempos nuestros papás nos pegaban sino te portabas bien y eso era suficiente para arreglarte.

—Sí, bueno, hoy te pueden denunciar por violencia intrafamiliar.

—¿Denuncias? ¿Por disciplinar? —Jadea indignado—. Son una generación de cristal, todo les afecta.

—Mejor ser una generación de cristal que de concreto. —Max también se nota al borde, aunque no puede verlo desde la puerta de la cocina asegura que se está conteniendo para no estamparle algún puñetazo contra la nariz—. Usted llegó sin invitación suegro, debe acoplarse.

—No necesito invitación para venir a mi propia casa.

—Esta no es tu casa, papá.

—Ja. —Jim rueda los ojos y se arroja hacia el sofá—. Claro que es mi casa, yo les di el regalo de vivir.

—Ahora tiene complejo de Dios. —Escucha a Max susurrar.

—Además todavía no he hecho ningún comentario sobre lo inapropiado que es que estén cariñosos.

—Es nuestra casa. —Griffin enfatiza—. Y Max y yo somos un matrimonio, podemos estar cariñosos.

—Oye, no es que sea homofóbico ni nada, pero puedes ser un mal ejemplo para Aslan, los niños no deberían ver esa clase de cosas o se le puede pegar lo gay.

—Aslan trajo a su novio. —Mierda.

—Oh. —Jim se hunde en el sillón—. Así que el mocoso salió maricón.

—Papá.

—Qué desperdicio de alfa.

Esta será una larga navidad.

De todas maneras se acomodan en la mesa, la cena es incómoda de sobremanera pero al menos Eiji está sentado a su lado dándole la mano por debajo del mantel, las miradas de desaprobación de Jim son evidentes y su omega es pequeñito, no necesita que le hagan más daño, a Ash le resulta increíble que la sexualidad sea un tema para su papá pero no su anorexia.

—¿Entonces lo marcaste? —Y claro que el desubicado tiene que soltar algo así, Eiji se tensa, le duele la mención de la marca y Ash lo comprende mejor que nadie—. ¿Finalmente eres todo un alfa?

—Cállate, anciano. —No arriesgará a Eiji.

—No. —Pero sus ojos cafés lo intentan calmar con falsedad—. Ash no me hizo la marca.

—¿Qué diablos? Entonces eres un omega usado.

—¿Qué dijo de Ei-chan? —Aunque Ibe es un beta la furia es palpable en el aire, ha tensado los puños contra los servicios hasta torcerlos, sabe que es sobreprotector con el pertiguista, lo agradece.

—Ay, ya no se puede decir nada acá, por todo se ofenden.

—Pues no ofendas a nadie con tus comentarios, papá. —Griff tiene la paciencia al borde—. No debe ser tan difícil, intenta ser amable.

—¿Amable? —Bufa llevándose cucharada tras cucharada a la boca—. En mis tiempos la amabilidad...

—Sí. —Max lo corta—. Lo entendemos, en sus tiempos todo era mejor y por eso, su generación salió como salió.

—Exacto. —Jim traga igual que un puerco. Voraz. Grosero. Feo—. ¿Acaso no vas a comer, mocoso?

—¿Eh? —Cierto, ni siquiera ha tocado su cena—. No tengo hambre.

—Aslan. —A Griff se le rompe el corazón, lo ve en sus ojos azules haciéndose trizas en un santiamén.

—Siempre has sido tan regodeón con la comida, por eso te ves cómo te ves. —Él entorna sus pupilas.

—¿Cómo me veo?

—Como una niñita, al menos tu novio tiene un poco de músculo, tú solo tienes panza.

—Papá. —*Nueva inseguridad desbloqueada*—. Para.

—¿Qué? Solo digo que si el muchacho comiera carne se vería más como un hombre, pero todos acá están un poco fofos así que debería saberlo.

—Es de mala educación opinar sobre los cuerpos ajenos. —Griff gruñe a punto de aventarle un plato con pavo relleno a la cara—. Prometiste comportarte si te quedabas.

—Cierto, cierto, hay que ser delicado porque la "anorexia". —Claro que hasta hace comillas con sus dedos en el aire—. Del niño no lo deja comer en paz, las tonterías que se inventa la juventud cuando es obvio que solo quiere llamar la atención.

—¡Es todo! —Max se levanta de golpe—. Largo.

—Viejo. —Ash lo calma, no quiere que estalle una pelea frente a Eiji, se ha esforzado por darle igual un sentido de estabilidad sobre todo con la marca, no quiere que se derrumbe solo por un incidente.

—Pero...

—Es nuestra primera navidad juntos. —Le ruega—. Intentaré comer.

—Bueno.

Max se sienta.

Traga duro.

La mirada de Aslan navega por los diferentes platillos de la mesa, su mano está apretando con fuerza la de Eiji e intenta reconfortarse con sus feromonas pero su papá destapa botella de vino tras botella de vino y es difícil oler otra cosa. No importa, debe enfocarse en lo que sí puede tolerar, lo practicó todo el año con su autorregistro y la pauta, pasea su mirada hacia el pavo que luce delicioso enfrente de una cama de verduras y acerca el plato, huele bien, se hace agua su boca, el pavo es de sus carnes preferidas al ser baja en grasa, solo tiene 189 calorías sumado a las verduras que son unas 125 nada más, no obstante, debe sacar algo más contundente.

Las papas duquesas tienen 188 calorías, el pan tiene 265, el salmón posee 208 calorías a menos que se bañe con mantequilla entonces tiene más, el arroz, el arroz es su zona segura, tiene 130, es mucho y debe buscar otra cosa, mierda, mierda, debe haber algo que pueda comer en esta mesa. De pronto Ash deja de escuchar lo que pasa en la mesa, las calorías le martillean contra los tímpanos, sus dedos tiritan alrededor de los cubiertos porque al final de esa cena al menos habrá consumido 900 calorías.

¿Acaso es un cerdo?

Con 900 calorías va a ser una puta bola de grasa que ni siquiera podrá salir del suéter y tendrán que sacárselo con tijeras, ¿qué carajos hará cuando llegue la hora de comerse la casa de jengibre? Bueno vomitarla es una opción, sí, sí, podría purgar la cena y así no se ve tan desadaptado y si recibe cosas dulces de regalo tampoco será un problema. Una vez más. Será la última. No se tragará 5000 calorías en una puta cena. De pronto, su plato está lleno y está comiendo desesperado, traga y traga y traga sin respirar, es un atracón, no puede controlar el cuerpo ni detenerlo, está grotescamente rebosante de grasa, pero come y come y no traga y todos lo miran horrorizados.

—Carajo, eso es asqueroso.

Eres asqueroso.

—Perdón. —Traga y necesita tomarse medio litro de refresco porque sus emociones se han salido y están por todas partes y no sabe controlarlas, todo está rápido y violento y fuerte.

—¿Qué diablos está mal con el chico? Es repugnante.

—Te dije. —Se paraliza—. Te dije que eras repugnante. —El huesudo abrazo de la anorexia lo rodea por la espalda solo que esta vez...

—Tú.

Es enorme.

Es demasiado grande y ahora Ash es quién tiene el tamaño de una maldita rata y muere de hambre.

—Ya hiciste que Eiji presenciara una vez un atracón y lo pones de nuevo en una situación incómoda.

Mierda.

Eiji.

Voltea para verlo.

Eiji lo mira totalmente asqueado mientras tiene comida chorreando hasta el suéter, Ash le suelta la mano para cubrirse la cara.

—¿Cuál es el criterio de un atracón? —Entonces la anorexia llena platos de comida y comida, aparta a Aslan de la mesa, se sienta a su lado—. Comer hasta sentirte como una maldita vaca, comer mucho más rápido de lo que la gente normal come, la vergüenza y sentirte asqueroso contigo mismo, pero vamos, eres asqueroso.

Ana toma un puñado tras puñado de comida y se lo mete a la boca, es un show de circo enfrente de su propia familia y la impotencia de haber estado bien, de haber tenido el control y de perderlo tan de repente es...

—Si sigue comiendo así voy a vomitar, cuando le dije que debía comer más no me refería a devorarlo todo hasta parecer una vaca.

—¡Ya! —Max se levanta de la mesa.

Le grita cosas a Jim. Jim le grita cosas de regreso. Griff se une a la discusión. Eiji lo mira con sus ojitos de gacela. Ibe le dice cosas. Ei-Eij...

Yo...

¡No quiero que me veas así!

No sabe cómo o cuándo pero termina siendo un bulto debajo de sus sábanas llorando pesaroso, la anorexia le está acariciando los cabellos, lo intenta consolar mientras un solo pensamiento usa 100% de su espacio mental: «quiero vomitar».

Quiero vomitar. Quiero vomitar. Quiero vomitar. Quiero vomitar. Quiero vomitar. ¡Necesito vomitar!

Hay un ciclo que caracteriza al atracón y parte con la restricción, la mayoría de las personas jura que al restringir baja de peso, es mentira, restringir propicia las condiciones idóneas para el atracón y el atracón a la vez para la purga, cada una de estas tres facetas tiene miles de factores que influyen, el alfa trabajó realmente duro para prevenirlo y ahora no solo no pudo frenar la restricción y el atracón sino que se muere por vomitar y debe hacer un esfuerzo sobrehumano para no vomitar. Si purga irá a un hospital otra vez. No otra navidad hospitalizado. Resiste. Por favor. Te lo ruego. Puedes hacerlo.

—Sería tan fácil. —Le dice con su voz gentil—. ¿Realmente te quedarás con las 5000 calorías dentro de tu panza?

—Cállate. —Le pide pero la anorexia es del tamaño del edificio y Ash es del tamaño de un alfiler.

Hay familias que enferman.

Hay familias que empeoran la enfermedad así como hay familias que pueden ayudar a sanarla, Aslan ha sido consciente desde siempre de su suerte con Griff y Max, si fuera por Jim seguramente estaría muerto y le da mucha rabia pero no contra sí mismo, sino contra todo esto que lo hizo recaer, ahora realmente cree que sino vomita va a explotar y así se siente, su estómago se había encogido, mierda.

¡Mierda! ¡Mierda! ¡Qué puta rabia!

—Aslan. —El nombrado se hace un bulto aun más pequeño bajo las sábanas cuando escucha la voz de su hermano porque no es justo, este año debía estar bien, puso todo de su parte, realmente trató de superarse e hizo... buscó zonas seguras, trató de anticipar—. Hola.

—Vete, Griff. —Su corazón está hecho mierda en la cama—. Quiero estar solo.

—Shunichi tenía auto y se ofreció a llevar a papá a la estación de buses, se fue.

—Qué bueno.

—Aslan.

—Vete.

—Lo siento.

La disculpa lo saca levemente de la cama, se lleva la sábana hasta la nariz y ve los ojos de su hermano repletos de miedo, en el pasado Griff parecía tan fuerte como si nada pudiera asustarlo, se mostraba valiente y protector y Aslan siempre lo admiró por eso, pero acá se ve tan... frágil, tan real. Entiende que Griff le haya querido dar esa sensación en el pasado al tenerlo a cargo y que acá la simetría surja de forma natural, sin embargo, lo asusta verlo asustado y lo asusta más verlo asustado por su culpa.

—Quiero ir a vomitar. —Entonces le dice—. Mi estómago se siente como una... bomba.

—Lo sé. —Griff se sienta a la orilla de la cama, le aprieta la mano—. Lo siento.

—Debió ser asqueroso eso, lamento haber arruinado tu cena. —Sus miradas se cruzan—. La de cada uno de los invitados.

—No arruinaste nada. —Griffin lo abraza con fuerza, presionándole un beso encima del entrecejo y Aslan solo puede acurrucarse a su lado, recordando esas muchas navidades en dónde se mantenían juntos para conservar el calor, Jim nunca estuvo presente—. ¿Por qué querías volver a Cape Cod? El tema había surgido antes de la primera visita de papá.

—Porque quería un papá, pensé que si hacía las paces con mi pasado podría... —Suspira—. Fui tonto.

—No creo que hayas sido tonto.

—Fui ingenuo, Jim nunca me ha obsequiado nada, debí ser un idiota para esperar sensibilidad.

—Creo que tienes razón. —Griff lo abraza por los hombros—. Pero papá sí nos obsequió algo alguna vez.

—¿Qué cosa? Ni siquiera nos dio carbón.

—Me dio un hermano menor. —Griffin le presiona un beso en la coronilla de la cabeza—. No podría haber pedido nada mejor.

—¿Incluso si te dio un hermano roto?

—Incluso si la anorexia te hace pensar que estás roto.

—Griff. —Ash se hace pequeño contra su hermano—. ¿Puedo quedarme acá un rato contigo?

—Puedes, Max y Eiji no se irán a menos que les pidas lo contrario.

—Bien.

Entonces Ash se acurruca igual que un polluelo y se acuerda de cada navidad, lamenta las carencias de Cape Cod y cómo Santa jamás pasó por su chimenea, piensa en la soledad que lo atañó esos años en dónde Griff estuvo en Irak y cómo Ana le hizo compañía, piensa en las navidades en el baño entre purgas, en la sala del hospital, los ojos le pican mirando el techo de su cuarto, porque incluso si toda su mente desea sabotearlo para que vaya a vomitar hay un obsequio que puede darle a Griff todavía.

Quedarse.

No darle en el gusto a la anorexia.

Tragarse el atracón, sobrevivirlo.

Ya queda muy poquito, pero don't know, no sé nada, ese es el problema de escribir algo tan personal, puede pasar estoy el fic volverse meh.

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