21. Lo que tú quieras.
Hola mis bonitos lectores~ Creo que ya está más decente wattpad, fue la fecha curseada, ahora estoy segura. Pero bueno, este capítulo es el más duro en cuestión de conciencia de enfermedad y de concretizarla por así decirlo. Otra vez les dejo una notita muy chiquita abajo pero eso sería, se nos vienen momentos más relajados.
¡Espero que les guste!
El primer recuerdo de Ash es una habitación de hospital.
Incluso antes de abrir los ojos sabía que estaba en una por el olor a antiséptico y el eco casi silencioso del electrocardiograma, hace años no estaba dentro de una, había algo especialmente nauseabundo en la iluminación tan amarilla, fosforescente y tintineante que le impedía abrir los ojos, aún así Aslan era capaz de escuchar el ajetreo entre los enfermeros mientras le tomaban sus signos vitales encima de uno que otro comentario ignorante.
«¿Por qué el diagnóstico dice anorexia? ¿Acaso los anoréxicos no son delgados?».
Y otras mierdas así.
No tiene energía suficiente para que le importe en realidad, un resqueme grotesco del medicamento todavía saliva en su lengua y tiene la sensación de que lo intubaron o al menos a eso le recuerda ese dolor garrafal de mandíbula. También hay algo... hay un peso extra en su mano, sí, es una mano más grande que la suya, está callosa, áspera y está trazando círculos alrededor de sus nudillos como si el toque pudiera consolarlo, eso lo remonta demasiado a su infancia. Griffin. No necesita abrir ninguno de sus ojos para saberlo. No obstante se siente confuso de que su hermano esté acá, se supone que hoy saldría a una cita con Max, irían de viaje a un lugar elegante y bonito. Qué extraño. Rumia acerca de esto antes de desvanecerse.
Hay gritos.
Hay gritos dentro de la pieza. Gritos furiosos. Familiares. Desesperados. Tajantes. Gritos de G-Griffin.
—¿Anorexia? ¡Por favor! ¡El mocoso está malcriado! Es tu culpa que él esté así de mimado, anorexia, ja, en mis tiempos eso se llamaba "maña" y se solucionaba con una tunda del cinturón.
—Vete. —La voz de Griff se escucha temblorosa y tajante, está discutiendo con alguien e impresiona alterado y eso no le gusta, Aslan tiene el impulso de levantarse para consolarlo, más, no puede hacer nada, esta es su amortajada—. Papá, por favor vete.
—No me mires como si esto fuera mi culpa.
—Para.
—Tú querías venir a Cape Cod, yo solo me adelanté.
—¡Pero pudiste avisar antes! —Grita—. Además ¿cómo se te ocurre obligarlo a comer? Aslan estaba siguiendo esa pauta alimentaria y le estaba yendo bien, ¡¿no se te ocurrió que si le metías un montón de comida a la boca por la fuerza la iba a vomitar?!
—Tch, no has cambiado, sigues igual de blando.
—¿Blando? —Ríe—. ¡Aslan estuvo muerto durante algunos minutos! Tuvo un paro cardíaco ¡¿Cómo eso me hace blando?! A ver, explícame.
—¿Esperas que crea que el muchacho es débil de corazón solo por la comida? Puedo ser un humilde pueblerino que no tiene ninguno de tus elegantes títulos universitarios pero incluso yo sé reconocer una patraña cuando la veo.
—Largo. —Griff está llorando—. No tiene sentido discutir contigo. —Nunca antes lo escuchó así de...
Quebrado. Rendido. Derrotado.
—Esto no es mi culpa, son unos hijos de mierda.
—¡Y tú eres un papá de mierda!
—Si el mocoso se muere será tu culpa, recuerda, tú fuiste quién lo abandonó conmigo para correrte de puta en la guerra.
—¡Es todo, Griff! —Ash conoce esa otra voz tan... paternal—. ¡Él se lo buscó!
El eco de un puñetazo bruto es lo que azota sus tímpanos junto con el grito de las enfermeras y caos.
—Ay, Aslan.
La voz de su hermano se escucha temblorosa y lastimada, está llorando horrible y no puede moverse ni un puto centímetro para consolarlo.
—Lo siento, lo siento, por favor perdóname por ser un terrible hermano.
Ese es su primer recuerdo.
El segundo recuerdo es la misma habitación de hospital, todavía no puede abrir los párpados porque le pesan como si estuvieran paralizados por pegamento industrial, aún así, cree ver a Max apretando su mano al borde de la camilla, está murmurando palabras inteligibles, todo se oye bajo el agua aun, pero sabe que está rezando por la manera en que aprieta su placa, presiona sus nudillos en su frente, le raspa la barba, sin duda Max se ve poco aseado, como si llevara días habitando en el cuarto, Aslan intenta devolverle el apretón, pero no puede.
—Por favor... —Entonces lo escucha articular—. Haremos las cosas bien está vez, perdóname, siento tanta culpa por ti y por Griffin, nunca puedo protegerlos y ¿de qué sirve un lobo sino puede proteger a su manada? Lo siento por fallarles.
Esta es la primera vez que oye a Max quebrarse tan abiertamente. Lo escucha maldecir, llorar, gritar, tener un arranque de rabia, derrumbarse y suplicarle a Dios, todo al mismo tiempo, todo muy rápido y es curioso cómo dio por sentado que Max era fuerte y ya. No. No lo es.
Max es solo un papá asustado de tener que enterrar a su hijo.
Duerme de nuevo.
El tercero, el cuarto y quinto recuerdo son borrosos, le hablan de cómo el atracón desbalanceó todas las sustancias importantes de su cuerpo: glucosa, sodio, potasio, cloro, bicarbonato sanguíneo, urea nitrogenada sanguínea, creatinina (esa la reconoce, es la del apetito), calcio, fósforo, magnesio, cada electrolito y enzima. También le hablan algo sobre el intervalo "QT" y aunque no sabe lo qué significa no puede ser nada bueno por el tono del doctor.
Realmente la jodió esta vez ¿verdad?
Sabía que su cuerpo no aguantaría más tiempo la enfermedad y aun así.
Aun así...
Ay.
El sexto y séptimo recuerdo son rostros y voces humanas de personas inclinándose sobre la camilla, sosteniéndole la mano y refiriéndole cursilerías, acá están Shorter, Bones, Alex, Kong pidiéndole que se ponga bien, supone que ya no puede mantenerlo más en secreto. El octavo recuerdo es Yut-Lung llamándolo "estúpido", "remedo de Howl", "copia barata de Edward" y otra serie de apodos bonitos para que despierte. El noveno es Griff otra vez diciéndole lo mucho que lo lamenta, qué es un pésimo hermano mayor y que se odia por descuidarlo. El décimo son Max y Griff juntos pidiéndole que sane para volver a casa. Todos llorando. Todos lloran acá. Aunque ansía decirles que no lo hagan su lengua todavía se siente como una loza ¿por qué lloran? No lo comprende, no se ha muerto nadie, ¿verdad?
¿Verdad?
No tiene ningún recuerdo en particular de Eiji. Pero sabe que Eiji está ahí todo el tiempo. Tal vez por eso no los tiene. Porque puede sentir la tierna mano de Eiji apretándolo con fuerza. Huele sus dulces feromonas. Escucha sus palabras cariñosas. Sus apodos. Mi Aslan. Cariño. Amor. Ash-u. Te amo. Por favor, ponte bien. Hasta ese entonces no me iré de tu lado. Dijimos para siempre, los dos lo juramos.
Lo hicieron.
Para siempre.
—Así que debes ponerte bien.
El décimo recuerdo es un doctor.
Es feo, viejo, fofo y francamente se ve como la clase de tipejo que no solo se robó el título de médico, sino que probablemente practica abortos clandestinos en su tiempo libre. Joder, ¿realmente su vida está en estas manos? Y debería responder o reaccionar a las pruebas que le corre y hablarle de cómo cayó enfermo y todo eso, sobre sus terapias familiares y la disfunción que debe tratar, pero no tiene ganas. De verdad. En este momento no importa nada de eso. Ríe.
Sí se parece a Holden.
Eiji tiene razón y amaría tenerla, bastardo.
—Estoy en un hospital. —Entonces finalmente dice una noche, emergiendo de una tupida red simple de confusión.
—Lo estás. —El médico sostiene una tableta a su lado—. Estuviste muerto por varios minutos, chico.
—Yo no...
—¿Recuerdas lo que pasó?
Vómito. Sangre. Asco.
Ana.
—No. —No miente del todo, en teoría solo escamotea y el trabajo de este tipejo con nariz de Rudolf es descubrir eso—. No lo recuerdo.
—Hiciste un paro cardíaco. —Refiere—. Por lo que tu hermano mayor nos pudo contar sufres de un cuadro de anorexia muy grave, si hubieras llegado hace algunos meses te habríamos tenido inclusive que internar en un hospital psiquiátrico dada tu falta de conciencia de enfermedad.
—¿Qué te hace pensar que estoy mejor? —No te ayudas a ti mismo, tonto—. Lo estoy, por supuesto.
—Llamé a tu terapeuta, revisé algunas de tus tareas y al menos pareces entender lo peligrosa de tu enfermedad. —Aslan traga duro, la boca aún le sabe a mierda por el medicamento, hay intravenosas conectadas bajo las venas igual que una telaraña, el cuarto está oscuro y la camilla apesta a enfermo.
—¿Cuándo podré irme?
—Apenas te estabilices podremos darte el alta vigilada.
—¿Vigilada? —Eso no le gusta—. ¿Por qué? ¿Acaso no confía en mí?
—No confío en ella. —Se refiere a la anorexia—. No todo está en tu control todavía, lo entendemos.
—Pero...
—Te sorprenderías de la cantidad de pacientes como tú que reingresan una y otra vez por lo mismo, sé que no podemos hacer mucho acá...pero al menos si se van a ir que se vayan lo mejor que puedan.
—Oh. —Se hace pequeño entre la bata, le queda grande, es delgada, se siente demasiado expuesto.
—Te dejaré seguir descansando.
—Gracias, doctor. —Lee su placa—. Meredith.
Y solo cuándo el doctor sale del cuarto, solo cuándo se queda postrado en la camilla de hospital con las intravenosas conectadas a su piel translúcida, con la ventana removiéndose en el aire nocturno...
Llora.
Llora porque se da cuenta de lo solo que se siente con la enfermedad.
Llora porque sabía que si se permitía caer sería demasiado duro volverse a parar y está muy asustado y solo y frustrado y aun si nunca ha estado "bien" y siempre ha sido consciente de las consecuencias de su enfermedad, de lo mal que está, siempre supo que algún día lo mataría, que cada instante con las garras de Ana se deterioraba un poquito más, solo que no quería hacer real ese deterioro y juraba para sí mismo que no era tan grave todavía, que podía frenarlo o tal vez... pero ve todas las máquinas conectadas a su cuerpo, las flores en el cuarto, las recetas anotadas en su historial clínico, llora igual que un niñito aterrorizado al haber llegado a este punto irreversible dentro de su carcasa congelada.
Entonces debe aceptarlo:
Su cuerpo no está bien, su cuerpo nunca volverá a estar bien, su mente está deteriorada, sus huesos tienen cierto grado de osteoporosis, su piel está jodida, es probable que tenga una vida corta porque sus órganos internos están hechos mierda, vomitó hasta sangrar, claro que están hechos mierda por tanta presión pero es duro aceptarlo.
Es duro lidiar con una muerte tan crónica y normalizada que cuando finalmente encuentra motivos para vivir es tarde.
—Te dije que no te dejaría en paz. —Entonces su anorexia se sienta al borde de la camilla, extiende sus brazos y acuna la cabeza de Aslan contra su pecho—. Te lo advertí. —Aslan llora horrible bajo el abrazo de Ana.
Llora estando solo con su anorexia.
—¡Aslan! —Por supuesto, Griff es el primero en entrar cuándo le comentan que ha despertado claro.
—Griff... —Ni siquiera consigue articular bien el nombre y ya se encuentra siendo apachurrado sobre el pecho de su hermano, el aire abandona sus pulmones, su cuerpo todavía se aprecia desconectado, pesado y difuso, ¿será la distorsión corporal? No lo cree, es algo más y duele.
—Aslan. —Su hermano le presiona miles de besos encima de la coronilla—. Aslan, Aslan, mi pequeño hermano.
—¡Griffin!
—Nunca había estado tan asustado en mi vida como acá, joder, por fin el alma me vuelve al cuerpo.
—Estás maldiciendo. —Ash asoma su cabeza por encima de su tórax, su cabello se ha convertido en una motita dorada desordenada, su bata se ha arrugado completamente, los ojos azules del soldado están cristalizados de estrellas—. Estás maldiciendo por mí.
—Tú no puedes. —Lo regaña incluso si recién despierta—. Tienes prohibido maldecir, eres mi niñito.
—No soy un niño. —Entonces dice—. Soy un adulto.
—Lo sé. —Ríe—. Sé que lo eres.
—Griff.
—Pero a veces me es duro aceptarlo.
Ambos se miran cargados de emociones que son imposibles de verbalizar, sabe que Griff comprende que es un adulto y cuándo pone apodos empalagosos es por mero cariño, no obstante, Blanca aclaró la importancia de definir sus roles y encontrar el equilibrio entre ser un hermano menor y tener más de veinte años al mismo tiempo porque una función de la anorexia de la que casi nadie habla es esa, es esa función de cápsula de tiempo en dónde la persona que padece de tca se queda congelada en el momento que apareció. Ash de cierta forma sigue atrapado en la mesa de Cape Cod con seis años, sigue siendo un niño y por eso, no puede comer y necesita que lo cuiden.
Necesita aun de Griffy y Maxie.
Perdón.
—Sé que eres un adulto. —Retoma el hilo de sus pensamientos—. Así que perdóname si suelo darte la impresión de que quiero aniñarte, no es así, no deseo invalidar las decisiones que tomas pero eres la persona más importante en mi vida, eres mi familia, Aslan, la única y por eso tiendo a ser protector contigo incluso sino está bien, sigo trabajando en eso.
—Griff.
—Perdón, nunca lo hice con la intención de hacerte daño.
—Me gusta que me sobreprotejas. —Lo suelta progresivamente, dejando salir de a poco la emoción igual que una olla a presión—. Me gusta que no te hayas rendido conmigo, que me mimes, que odies verme mal, que me preguntes cómo me fue en la universidad y quieras hacer mis días más llevaderos y te preocupes por mi salud y vayas a la terapia, me gusta que intentes ser una mamá y padre aunque no tuviste ninguno, me gusta que me ames y no te rindas conmigo, me gusta que seas amable, dulce, gentil y me mimes.
—Nunca podría rendirme contigo. —Y de pronto, la tapa se rompe, sus emociones salen disparadas.
—Me gusta que me enseñes a jugar béisbol y hayas traído a Max a mi vida y aprendas a cocinar para que no me cueste tanto comer, que no hayas dudado ni un segundo en notar que estaba mal cuando regresaste a Cape Cod, agradezco que me hayas comprado libros aun sino tenías ni para comer entre tus trabajos, que me hayas pagado mis clases y te hayas mudado porque te negabas a dejarme morir aun si yo lo hice y que hayas intentado tratamiento tras tratamiento tras tratamiento sin soltar la fe en que podría mejorarme algún día. Me gusta y me duele y soy egoísta.
—Aslan.
—Desearía haber podido estar sano y ver estas cosas antes para ayudarte. —Lo suelta y este es otro problema que nadie te cuenta de la anorexia—. Pero tenía el cerebro comido por la comida.
—Lo sé. —Ash rodea a su hermano como puede, no se han soltado, no anhela soltar dichoso abrazo.
—Quiero sanar y compensarte.
—No necesitas compensarme con nada. —Su voz es tan sincera que punza—. Es suficiente que estés bien, nada más.
—Entendido. —Ash ahoga su rostro en el pecho de su hermano igual que un polluelo con una gallina, siente sus latidos rápidos, violentos y cálidos golpearle la oreja, entonces piensa: cuando Griff recién volvió de Irak me moría por abrazarlo de esta manera. No lo hice. Estaba demasiado desnutrido bajo los cuidados de Jim. Y luego el tiempo pasó, nunca lo abrazó. Nunca se lo dijo...hasta ahora—. Griffin.
—¿Sí?
—Te amo. —No lo retiene más, debe externalizarlo y es como si su corazón hubiera estado dormido todos esos años, como si lo que sentía no fuera más que una grácil filtración de lo que efectivamente sentía—. En sesión dije que los niños no podían elegir a sus familias, por ende, no tenían la culpa de tener una familia mierdosa como Jim, pero creo que me equivoqué en algo, creo que en cierto grado debí saber a dónde iría a parar.
—Aslan.
—¿Sabes por qué? —Niega—. Porque sin duda elegiría ser tu hermano en todas mis vidas, te amo y eres el mejor, has hecho lo suficiente, has hecho más que suficiente, gracias.
—Mierda. —Chilla en un hilo de voz—. También te amo.
—Griffy. —Se le sale el apodo de niño.
—Y solo para que conste. —El omega le presiona un beso tras otro en la frente—. También te elegiría una y otra vez como mi hermano menor.
—¿Incluso si soy un poco mierdoso con Max?
—Incluso si le induces crisis de edad al hombre que amo, te burlas de sus arrugas y lo llamas anciano.
—¿Es mi culpa que realmente sea un anciano? —Pero Max estuvo dándole la mano cada momento de la hospitalización—. Si lo aceptaron en el asilo fue por algo.
—Apenas despiertas y ya estás hablando mal de mí. —El alfa entra por la puerta.
—Viejo.
—¿Viejo? —Gruñe—. ¿Cómo Griffin es "Griffy" y yo soy "viejo"? Eso es favoritismo.
—Probablemente lo es. —Ash esboza una sonrisa felina mientras se restriega entre los brazos de su hermano mayor.
—Eso no es justo. —El alfa gimotea—. Maxie también quiere un poco de amor.
Se queja falsamente pero se lo da de todas maneras.
Es curioso cómo la muerte puede poner en perspectiva ciertas cosas y es curioso cómo al borde del abismo uno se percata de lo mucho que desea sobrevivir y se aferra a la vida con toda fuerza posible, cree que durante su primera hospitalización debió ser así en cierto sentido, pero estaba mucho más solo, su familia se sentía destrozada, Ana era el centro de su existencia y no habían amigos ni un Eiji por el cual luchar. Ahora los hay.
Hay muchas personas.
Es una vida bonita.
—Yo... —Y hablando de esas personas, Shorter no tiene idea de qué decirle y se ha plantado enfrente de la cama con el resto de sus chicos detrás—. Perdón. —Hay culpa mordiendo su voz y es la primera vez que ve a alguien tan brillante y bufón con esa expresión tan seria, no le gusta—. No tenía ni idea.
—Lo sé. —Ash suspira.
—Perdón.
—No, me encargué de esconderlo bien.
—Ash.
—No podrías haberlo sabido, la oculté.
—¿Lo hiciste? —La anorexia lo abraza de los hombros—. Nunca escondiste que te angustiaba comer, si ellos no se dieron cuenta es por qué no te quieren, no les importas de verdad.
—No tenías porqué saberlo. —Ash no la escucha más, nunca pondrá en duda el amor que sus amigos le tienen—. Y podrías haber fingido que no sabías nada de esto pero estás hablando conmigo.
—¡Claro que estoy hablando contigo! ¡Te moriste! ¡Te moriste y...! —Shorter se quita los anteojos y presiona sus dedos sobre el puente de su nariz, sus dientes castañean, sus párpados se fruncen, está llorando ante cada persona que lo respeta y le da igual—. Me ibas a dejar sin mejor amigo, ni siquiera me diste la oportunidad de hacer algo, de arreglarlo, no sé y no entiendo nada del tema y Yue intenta orientarme pero es duro, hombre, es solo comida.
—Solo comida. —Sonríe—. Tienes razón.
—No. —Shorter se defiende firme—. No lo quise decir con ese tono, es grave, es obvio que es mucho más complicado de lo que alguna vez entenderé, pero hay comida en todas partes, yo estudio cocina y manejo el Chang Dai y no sé, lo siento si alguna vez te obligué a comer y no querías, perdón porque no me lo pudiste contar y yo estaba al lado sin saber nada y...
—Shorter. —Ash lo tira hacia la camilla—. Estamos bien.
—No, no lo estamos.
—Sí, sí lo estamos.
—No es verdad.
—Solo cállate y acepta que todavía eres mi Calcifer.
—Pero...
—Las disculpas no te sientan de todas maneras, fuiste mi primer amigo real, eres mi mejor amigo e incluso sino sabías nada del tema. —Aslan tensa los puños contra la espalda del alfa—. Eres mi mejor amigo y te quiero.
—Bro. —Ambos ríen.
—Bro. —No hay nada más que decir.
Se abrazan aunque Ash odia los abrazos, permite que estos brazos mucho más macizos lo apretujen, lo estrechen y lo asfixien contra su tórax, Shorter apesta a feromonas, sudor y comida china y supone que pasó directamente del Chang Dai al hospital, pero de todas maneras le devuelve el toque, pasea sus dedos hasta los pelos morados más cortos en su nuca, tirita un poco y no puede evitarlo ya que al parecer se ha rodeado de puras personas cálidas.
—¡Jefe! —Aunque claro que el resto de la pandilla debe arruinar la escena—. ¡Estábamos demasiado preocupados! —Bones le salta encima, aun si el primer instinto es estamparle un puñetazo sobre el colmillo, le corresponde el abrazo.
—Estoy bien, estoy bien. —Los consuela—. Se necesita mucho más para tumbarme.
—Bien, no estoy listo para ser jefe. —Alex lo amenaza con una sonrisa cariñosa.
—Ni tengo intenciones de dejarte tan fácil el puesto.
—Más te vale, Ash.
—El camaroncito nos contó lo que estaba pasando. —Es graciosa la disonancia que Kong le produce, tiene una apariencia malditamente intimidante y personalidad de malvavisco, le da gracia—. Perdón por no haberlo notado antes, los doctores nos explicaron.
—Sí, debimos saberlo cuándo se negó a probar las patas de pollo de Shorter.
—Las patas de pollo de Shorter apestan. —Entonces Bones chilla—. No como el natto de Eiji.
—¿Mis patas de pollo apestan pero el natto es delicioso? Ja. —Ríe indignado acaparando a Ash igual que un mocoso malcriado—. Son unos bastardos.
—Sí, sí, muy bonito. —Yut-Lung entra al cuarto con una sonrisa de satisfacción que enmascara alivio.
—Bebé.
—Ya quítense de encima, he tenido que lidiar con los nervios de Eiji durante demasiado tiempo y ya necesito un descanso.
—¿Eiji está acá?
—Eiji jamás se ha ido de acá, pero está muy nervioso para entrar. —Aslan sonríe. Tonto. Enamorado.
—Ya veo.
—Así que dejemos a solas a la pareja de tortolos enamorados. —Yut-Lung saca a la pandilla de golpe, usa su lengua venenosa y su mirada de autosuficiencia—. Es bueno volverte a ver, Lynx.
—Tsundere. —Musita—. Es todo un tsundere.
Eiji finalmente entra.
Está parado, tensando y destensando la correa de su bolso encima de su pecho, con su cabello negro de Halloween alzándose con rebeldía encima de sus pestañas tupidas, con sus ojos brillosos de tanto llorar y de tanto guardar esperanza, con su sonrisa de hogar, su ternura desmesurada, su alma cálida y su corazón sangrante en la palma de sus manos. El sol de su lluvia. El día de su medianoche. Su Eiji.
Su dulce Eiji.
Su omega. Su vida. Su corazón. Su mundo. Sus estrellas. Su brillo. Su amor. Su alma gemela. Su todo.
—No tienes idea del susto que me diste. —Entonces le dice con una sonrisa nerviosa porque parece que si lo reta en serio llorará de verdad.
—Me han dicho mucho eso hoy.
—Ash.
—¿Puedes venir acá?
Eiji no viene hacia él, vuela hacia él abalanzándosele encima de la cama.
—Estaba muerto de preocupación. —Entonces le grita y ríe y está tan histérico que la única reacción coherente es besarlo desesperado—. Nunca me vuelvas a hacer pasar por algo así, ¿entendido?
—No podría dejarte. —Aslan entrelaza sus manos con las del omega—. Todavía no hacemos nuestra camada de cachorritos ¿verdad?
—Eres un idiota.
—Y tú eres precioso.
—Solo bésame.
Lo hace.
Lo besa una y otra y otra vez.
Dios, lo besa tanto y le da todo tipo de besos: dulces, apasionados, tiernos, suaves, tórridos, fogosos, desesperados, adorables, amargos, pueriles, serios, de promesas, de reencuentros, de nunca-dejes-mi-lado y para-siempre.
—Ten más cuidado. —Le ruega, se ha subido a su lado en la camilla, se niega a separarse y convence a los doctores con su cara de bebé para pasar la noche acá y vaya, debe admitir que inclusive él está impresionado de que lo lograra.
—¿Por qué? Estoy bien.
—Lo sé. —Eiji lo mira y le atraviesa el alma con esa mirada—. Pero si te pierdo a ti... me volveré loco.
—Esa es una confesión apasionada. —Dice tragando saliva con el corazón errático y a veces Eiji hace esto, lo asusta, le da terror lo seguro, amado y valioso que lo hace sentir, como si fuera más que una anorexia o lo que sea.
Como si fuera un humano.
Como si fuera libre.
—Cuándo salga del hospital me gustaría llevarte a una cita apropiada. —Entonces le dice y su deseo le resulta tan infantil que solo puede reír.
—Eso me encantaría. —El aliento de Ash queda atrapado en su garganta, de alguna forma la luz bajo el foco del hospital hace que esos ojos cafés luzcan como charcos de miel fundida o caramelo dorado junto con un adorable rubor en su piel brillante y suave y mierda, es precioso—. Estoy ansioso, Aslan.
—¿Me esperarás para ir, onii-chan?
—Claro que sí. —Ríe—. Te esperaré para siempre.
«Para siempre».
—Eiji. —Soy tan afortunado, entonces piensa, porque los ojos más hermosos del mundo que podrían estar mirando a cualquiera están enfocados en Ash y lo hacen con tanto afecto y honestidad que ya no puede mantenerse recompuesto—. Gracias. —Es lo que consigue decir.
Clic.
Ash saca una imagen mental de este momento para atesorarla por siempre.
Eiji no se despega de él durante el resto de la noche y de hecho, cae rendido apenas apagan las luces porque debió estar agotado visitándolo todos los días en el hospital, Aslan se deja adorarlo de forma silenciosa, atesora cada respiración, centímetro, expresión, cabello, suspiro, todo lo que Eiji le dé va a recibirlo con suma devoción, siente el dulzor de sus feromonas hacerle cosquillas por debajo de la nariz, lo mira restregarse encima de su pecho igual que una bolita de pelos, contempla su mohín tan puro de paz y extiende su mano hacia el velador que tiene.
Toma una libreta.
—¿Acaso vas a hacer tu tarea como un niño bueno? —Su anorexia se ríe, ha estado irritada durante todas las visitas porque odia que Aslan tenga compañía, es celosa.
—La haré. —Le responde—. Voy a hacer mi tarea.
Cuando Blanca recién le habló de la ambivalencia con la anorexia le explicó que se podía comprender tanto de amiga como enemiga, y que muchas veces ayudaba para externalizarla escribir cartas sobre ambos lados. Sí, luego de esto Ash cree que sería sumamente sencillo dedicarle algo viéndola como una enemiga, sin embargo, en su lugar toma un lápiz y escribe:
«Querida Ana.
Gracias por ayudarme a sostener mi vida cuando yo no podía.
Pero ahora puedo sostener mi vida y tengo a otras personas que me sostienen, así que no te necesito más, pero gracias por ser lo que yo quería que fueras o tal vez...
Lo que yo necesitaba que fueras».
Pucha chiquillos, llevo trabajando y aprendiendo de tca ya casi un año y de verdad es heavy como algunas familias enferman a las personas aunque se les explique por todos los medios no salen de la parada de que es solo comida, y así como tenemos a Max y Griff que son un soporte super importante para Ash y sanador por todo el esfuerzo que han puesto, tenemos a Jim que fomenta la enfermedad porque la familia actua como un potenciador en todo esto, puede sanar y puede enfermar y esto tambien escapa un poco del control del paciente, por eso es tan importante el trabajo intrafamiliar. Pero de Jim volveremos a saber más tarde, quedemonos con este momento tan importante que paso al final del capítulo antes de dar un respiro en los otros capítulos, me siento muy orgullosa de Ash y creo que de todas maneras, el proceso ha sido bonito, gracias a todos los que me han acompañado en esto.
Los quiero.
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