20. Supresores.
Hola mis bonitos lectores~ La app me está corriendo super raro, solo me notifica los votos, así que no le tengo fe hoy. Pero bueno, abajo les dejaré una notita, ya estamos de lleno en el arco final, es momento de pasar a lo potente. Mil gracias por tanto~
—Eso es todo lo que voy a decirles. Podría decirles lo que hice después de ir a casa. —Los ojos verdes se desvían desde las gruesas y amarillentas páginas del libro para corroborar que su omega le preste la atención debida a Salinger—. Y cómo caí enfermo y todo eso, y a qué colegio se supone que iré el próximo otoño cuando salga de aquí, pero no tengo ganas. De verdad. En este momento no importa nada de eso.
—Creo que le estoy agarrando cariño a Holden.
—¿Si? —Eso es una sorpresa.
—Sí. —Musita—. Ya no es tan pesado, ahora me recuerda a ti.
—Holden no es pesado. —Defiende a su alterego recostando su cabeza hacia el respaldo amaderado de la cama del nipón—. Holden es adorable y por eso te recuerda a mí.
—Adorable mi culo.
—¡Eiji! —Aunque sí tiene un culo muy adorable.
—¿Crees que Holden es adorable? Podría responderte, pero no tengo ganas. —Ash entorna sus ojos en blanco al apreciar perfectamente las intenciones del contrario.
—Seguiré leyendo de todas maneras.
—No te estoy deteniendo.
De hecho, no lo hace y al contrario, Eiji se ha acurrucado encima de su pecho envolviendo de manera posesiva su cintura por encima de su camiseta blanca, presionando su boca encima de sus clavículas pálidas, restregándose contra su cuello igual que una bola de pelos, revolviendo su matita entintada debajo de su nariz y generándole cosquillas y al mismo tiempo haciéndolo suspirar por sus exquisitas feromonas, incluso con la marca es como si el aroma de Eiji fuera una droga solo destinada para Ash o al menos... eso le gusta creer. De todas formas no aparta al nipón, naturalmente lo acuna aún más arriba con la esperanza de que siga la lectura, Aslan está sosteniendo la novela de tapa dura con una única palma mientras la otra se encuentra demasiado contenta tocando al moreno. Arde. Acariciarlo por debajo de la frazada, besar su fleco oscuro, saborear su esencia. Todo Eiji arde. Y arde como sol.
El sol de su lluvia de medianoche.
—¿No me vas a seguir leyendo? —Entonces le pregunta con toques tan gentiles que lo terminan por derretir.
—¿Quieres que te siga leyendo? —Asiente—. Entonces pídemelo, onii-chan.
—Léeme, por favor. —El moreno agita sus pestañas y cree que lo tiene enrollado justo alrededor de su dedo—. Cariño. —¿Y a quién engaña? Es de esa manera.
—Abusas de los apodos.
—Tú los empezaste a usar. —Entonces el alfa carraspea para decir:
—Y mucha gente, especialmente ese psicoanalista que tienen aquí no deja de preguntarme si voy a aplicarme cuando vuelva al colegio en septiembre. En mi opinión, es una pregunta estúpida. —Aslan esboza una sonrisa de Cheshire al saborear la indignación de Eiji filtrándose a través de su piel y casi puede escucharlo maldecir el carácter de Holden, más, no se frena—. Quiero decir ¿cómo uno puede saber lo que va a hacer hasta que lo hace? La respuesta es que no lo sabe. Yo creo que sí.
—Sabelotodo. —Gruñe bajo—. Holden es un sabelotodo, con razón me recuerda a ti. —Le ignora al seguir con la lectura.
—¿Cómo puedo saberlo? Es una pregunta estúpida, se los juro.
—¡Ugh! —El omega gimotea dejando que todo su peso caiga encima de Aslan—. Menos mal hicimos ese primer ensayo juntos de otra cosa, hubiera enloquecido si lo hacíamos de ese libro. —Cierto, su amistad con el nipón comenzó por un proyecto escolar que al final hicieron de plaza sésamo sesgado por el simple objetivo de molestarlo (y consiguiéndolo exitosamente).
—Me gusta la visión que Salinger tiene de la vida, Hemingway es un poco más sombrío.
—¿Más sombrío?
—Así es.
—¿Se puede ser más sombrío que un Holden? Ya es bastante deprimente cómo termina esta novela.
—Claro que se puede. —La luz se cuela a través de las cortinas junto con una brisa dorada que bañan la piel cobriza de Eiji para hacerlo lucir aún más etéreo a excepción de esa...Ash prefiere desviar toda su atención hacia sus ojos cafés en lugar de la marca, si mira la marca sabe que su corazón va a doler en miles de pedazos y llorará, no quiere llorar, por ende, piensa en Hemingway—. Tiene una cita del amor que es bastante famosa.
—¿Qué dice? Estoy curioso. —Entonces pregunta con la matita esponjosa de algodón, eso lo aligera.
—Si dos personas se aman no puede haber un final feliz.
—¿Qué?
—Eso dice la cita. —Recuerda—. Hemingway tuvo un trasfondo histórico bastante trágico que brota en sus novelas, creo que por eso me gustan tanto, se sienten reales.
—Eso es una tontera. —Por supuesto que el señor le-falto-el-respeto-a-los-mejores-escritores chilla.
—No es una tontera.
—Lo es. —Le saca la lengua porque es muy maduro de su parte hacerlo—. Me gustan más mis citas.
—Plaza sésamo.
—No, Ash. —Le gruñe—. No todas mis citas se reducen a plaza sésamo, hablo del castillo vagabundo.
—Ah, esa tiene una cita que me gusta y te queda a la perfección.
—¿Cuál? —Se lo cuestiona tan emocionado que casi se siente culpable por estar a punto de joderlo.
Casi es la palabra clave, nunca se siente lo suficientemente culpable como para evitar fastidiarlo por lo que procede a aclararse la garganta, dejar de lado el libro, acunar al omega contra sus dos brazos, recordar la noche del terror en dónde Eiji lo obligó a tener su maratón de películas cursilonas y corea las mismas líneas de Howl:
—Eres una anciana tremendamente entrometida, terriblemente mandona, espantosamente limpia. Contrólate a ti misma. Nos estás victimizando a todos. —Hay un tic colérico en el párpado del omega que tal vez le da un poco (mucha) satisfacción—. ¿Qué partes crees que me recuerdan a ti? Yo pienso en lo de mandón, entrometido y sobre todo, viejo.
—¡Ash! —Gimotea—. La pobre Sophie debió soportar el carácter berrinchudo y caprichoso de Howl sin que le pagara nada, por eso prefería mil veces más al espantapájaros.
—Ah, así que prefieres a Sing en lugar del protagonista guapo, cool y rubio por el que prácticamente todos babean.
—Alto, ¿por qué Sing es el espantapájaros?
—Mal tercio.
—¡Ash! —Entonces Eiji se levanta de su regazo, no mucho, solo lo suficiente para poderlo acunar de las mejillas sin despegar sus cuerpos del otro—. Eres increíble.
—Lo sé, es mi maldición.
—Creí que tu maldición era ser adorable.
—Tengo muchas maldiciones que me hacen absolutamente irresistible para omegas bonitos que les encanta hacer berrinche, esbozar pucheros, son jodidamente tercos, lindos, dulces, me enloquecen.
—¿Quieres callarte y besarme?
—Pensé que nunca me lo pedirías.
Aslan no duda en intercambiar las posiciones, arroja a Eiji contra la cama, empieza a llenarle el rostro con besos suaves, permite que sus labios delineen cada una de sus facciones, Eiji contiene un gemido cuando pasa cerca de su oreja y atrapa con sus dientes el lóbulo para tirarlo y lo siente estremecerse, derretirse y temblar, más no lo aparta y al contrario, lo estrecha aún más suplicándole para que siga y claro que Aslan satisface el capricho, presiona su boca sobre sus mejillas suaves, tibias y regordetas e intenta contenerse para no morderlas, sin embargo, las acaba probando (y aunque sabe que apena al omega por su suspiro indignado no se detiene) baja a su mentón, lo dibuja con la lengua y extiende un «te amo» silencioso sobre la línea de su barbilla, la caricia lo emborracha, sus feromonas resultan irresistiblemente dulces, chispeantes y efervescentes, si pudiera se quedaría acá para siempre, claro que no puede, no si Eiji se muerde su labio inferior y lo mira lleno de deseo puesto que aun no lo ha besado como corresponde. Presiona su pulgar en el arco de cupido y solo ahí, teniéndolo totalmente vulnerable y expuesto.
—Te amo.
Lo besa.
Es un beso desesperado, apasionado y caliente, sus bocas se estrechan en salvajismo, Eiji hunde sus manos en su cabello dorado, hay suspiros y jadeos y nombres siendo musitados, Ash se intoxica ante tan delicioso sabor, es un adicto a este dulzor pecaminoso e impúdico del que jamás se podrá liberar, no sabe cómo pudo sobrevivir tanto tiempo sin besarlo, ahora lo único que logra pensar es en besar, en besarlo y besarlo y besarlo un poco más con la tierra girando al revés, con Eiji y mierda sin siquiera cuestionarlo sabe que sería Eiji con quién se acostaría si una bomba atómica se bloqueara, con quién compartiría su último programa de televisión mientras el mundo se derrumba. Porque Eiji, Dios. Eiji.
Lo besa. Lo besa. Lo besa.
Lo besa y Eiji ríe.
Eiji ríe y Ash lo besa aún más.
Entonces profundiza un poco más el beso, envuelve al nipón entre sus brazos y por error lo toca más de lo que debería pasando a llevar la marca todavía fresca en la nuca, cuando se rechaza al alfa dicha marca puede no cicatrizar jamás, la de Eiji no lo ha hecho, le duele mucho, lo nota por su grito mudo.
—Perdón. —Se rompe el beso abruptamente—. No quería tocarte ahí, lo siento.
—No. —Eiji desvía la mirada—. Está bien. —Miente, es un terrible mentiroso.
Y de pronto, recuerda una frase de Hemingway que de hecho es atingente a la situación ¿cómo dice?
«Eres tan valiente y tranquila, que en ocasiones olvido que sufres».
Eiji sin duda sufre por esa marca.
Le ha dicho que ha estado bien, Ash no ha deseado cuestionar su mejora por lo que sigue la corriente aun si hay una alarma al fondo de su cabeza pidiéndole que no lo haga, es que joder, es duro tenerse que quedar viendo cómo quién amas sufre sin poderlo ayudar y a veces es necesario (el propio Aslan lo reconoce) pero eso no quita la impotencia y lo cruel que resulta quedarse ahí, solo viéndolo llorar.
—Eiji. —Entonces debe decirlo—. ¿Cariño?
—¿Sí?
—¿Estás bien? —Sabe que la pregunta es tonta y vana, la mayoría de las personas jamás la pronuncia para referirse realmente a su significado—. Te lo digo en serio, puedes decirme.
—Me duele todavía. —Pero Eiji le confía esa parte muy maltrecha en su alma aun si le cuesta y Aslan lo agradece—. La noche en dónde me sostuviste fue un alivio, realmente me sentí más recompuesto, he aceptado mejor esto que está pasando y estoy evitando que interfiera con mi vida, pero... algunas veces olvido que está ahí, entonces se me cruza algún vidrio o alguien hace un comentario y necesito aceptarlo todo otra vez.
Oh, Eiji.
Mi vida. Mi alma. Mi corazón.
—Mi chico valiente. —Aslan lo sostiene contra su pecho, dándole el permiso mudo para que se logre derrumbar las veces que sean necesarias, no lo presionará, Eiji nunca lo presiona para nada.
—A veces duele mucho. —El japonés tiembla sin contener el llanto—. Y otras veces aparece una voz dentro de mi cabeza que me dice que tú nunca podrás amar realmente a alguien tan marcado, siento que estoy...sucio, me siento como un omega sucio y usado, la peor parte es que sí hubo un momento en que Arthur y yo éramos amigos y yo confíe en él y me da rabia ser tan débil.
—No eres débil por confiar en él. —No deja que se menosprecie, nunca lo hace.
—Todos lo dicen así.
—¿Quiénes son todos? —El nipón se encoge de hombro, le cuesta harto sostener el contacto visual.
—Amigos, compañeros, familias. —No debe ser fácil hablar de esto por primera vez porque así como es duro salir de una enfermedad o una relación tóxica, es igual de duro desaprender los mecanismos de defensa que se aprendieron para sobrevivir y encontrar formas sanas de vincularse—. Mi mamá.
—Tú mamá.
—Y otras personas, no solo ella. —Ja.
—Pues esos idiotas necesitan entender que ser dulce, cariñoso y empático no te hace débil ni menos hombre ni menos omega, eres valiente e inteligente, las personas tienden a menospreciarte, yo digo que ellos pueden irse al carajo sino son capaces de valorar otro tipo de fortaleza, tu tipo de fortaleza.
—Eres lindo cuando estás enojado por mí.
—Oh, eso que no has visto nada, aun me puedo enojar mucho más cuando se trata de ti. —Entonces el moreno esboza una sonrisa sincera que le llena el alma con una calidez desmesurada, le da miedo cómo Eiji lo hace sentir cosas tan profundas, son emociones nuevas que abarcan miles de kilómetros y sabe que si no tiene cuidado se puede ahogar acá—. ¿Quieres verlo?
—No. —El japonés se enrolla contra su cuello, mimoso—. Quiero oler tus feromonas pero no hueles tan fuerte.
—Oh, es porque estoy tomando un supresor. —Se sonroja al recordar su primer rut y sentir el cálido cuerpo de Eiji debajo—. No quiero sufrir de un incidente otra vez.
—¿No quieres cachorritos?
—Claro que quiero hacerte cachorritos. —Entonces tararea entretenido, tomándolo de la cintura ya que desea estrechar sus caderas—. Muero por hacerte muchos cachorros, pero no todavía.
—Nori Nori estará contento de tener un grandioso papá.
—No. —Lo corta—. Holden, Hemingway y Salinger se llamarán.
—¡Pero...!
—No te estoy preguntando, es una dictadura.
—¡Ash! —El terco gimotea—. ¡Ya no quiero cachorritos contigo!
—Es una lástima. —Aslan juguetea con el elástico de su pantaloncillo deportivo—. De repente tengo muchas ganas de hacértelos, creo que podríamos intentar hacer una camada entera.
—Eres un idiota.
—Un idiota al que amas. —Canturrea acomodando las manos en su trasero, mierda, se siente mucho más firme de lo que recordaba.
—Un idiota al que adoro desesperada, tonta y perdidamente. —Le sonríe pero no solo le sonríe sino que todo su rostro se enciende con esas palabras, sus ojos oscuros se hacen todavía más oscuros en tan cariñosa confesión mientras los rayos de sol besan los cabellos proyectando un cálido resplandor encima de su rubor—. Gracias por quedarte a mi lado a pesar de todo.
—Para eso soy tu novio ¿verdad? —El lince suspira con una expresión bobaliconamente enamorada.
—¿Somos novios? —Y acá cae en la cuenta de que ni siquiera lo han aclarado.
—Yo asumí que... —Se calla—. No sé, si tú deseas. —De repente se siente (otra vez) como una pelota de plasta rosada, gay y brillante que sucumbe ante los encantos de este hombre ¿por qué? ¿por qué siempre muerde el anzuelo del nipón? Cualquiera pensaría que con sus 200 puntos de IQ alguna vez ganaría.
—Quiero. —Pero no lo hace—. Quiero ser tu novio, Ash. —Aslan perdió ante Eiji incluso antes de su primera charla puesto que desde el momento en que lo vio saltar, le robó el corazón.
—Me gusta cómo suena.
Al carajo la anorexia y las mordidas.
Al carajo lo demás.
—¿Quieres que te prepare la cena para celebrar? —Aslan suspira aliviado.
—Me encantaría, tengo acá mi registro alimentario.
Es gracioso cómo contra todos sus pensamientos catastróficos, intrusivos y apocalípticos ese tozudo ni una sola vez lo redujo a una enfermedad, fue raro recibir dicha comprensión tanto por su anorexia como por el tratamiento, Eiji nunca se avergonzó por verlo cargando autorregistros o lo rechazó por tener que adaptar sus comidas en sus citas (en retrospectivas eran citas) e incluso se volvió un apoyo para Griff y Max en relación a la vigilancia y recibir su aceptación, poder confrontar a Ana con hechos reales y concretos... eso lo ha sanado más que nada. Se ve lejano el miedo a la comida, le cuesta aun y mucho, pero cada día se siente más y más lejano.
Le alegra.
Y bueno, debe admitir que un bonus en esto de ser sincero es ver a Eiji cocinar con un delantal sobre su delgada cintura y sus brazos torneados expuestos por una camisa recogida. Guapo. Cálido. Hogar.
—¿Qué se te antoja comer? Según tu pauta puede ser una ensalada para merendar.
—A ti. —Ash lo abraza por la cintura, hunde su nariz contra la nuca del moreno, no duda en presionar un beso justo ahí, deseando que la marca de Arthur se aplaque con estas caricias—. Quiero comerte.
—No puedes solo comerme a mí. —Eh, pero no lo ha negado del todo.
—¿Puedo comerte primero y luego comer una ensalada de aguacates y camarones? —Eiji tararea y se da vueltas, sus caderas quedan apoyadas en la mesa, sus brazos se enrollan en el cuello de Aslan.
—Puedes comerme primero. —Traga duro relamiéndose la boca—. Mientras luego ingieras algo que tenga calorías reales, no veo el problema.
—Mierda, ¿cómo pude estar tanto tiempo lejos de ti? —Coge de las caderas al omega para sentarlo sobre la mesa, sus piernas enfundadas en un short no tardan en envolver su cintura, generándole la necesidad de estrechar entre sus manos sus muslos (lo hace)—. Mis sentimientos por ti eran obvios.
—No más obvios que los míos. —Eiji le sonríe bonito y hermoso y besable. Sí, Eiji es muy besable en medio de la cocina, sus dedos juguetean en el nudo del delantal, lo tiran—. ¿Me comerás acá, lince?
—Lo haré. —Ash ronronea—. Los linces comen conejos después de todo.
—Muéstrame.
Pero antes de que sus labios se vuelvan a estrechar la puerta se abre de golpe, un tornado de muchas feromonas apestosas se cuela dentro junto a un candente beso, Yut-Lung y Shorter impresionan tan concentrados en sus caricias calientes que no se dan cuenta de la pareja literalmente apoyada en la cocina.
—Tu camisa me estorba. —Yut-Lung jadea entre besos arrancándole la polera al alfa, ve manos con hambre, besos salvajes y mucha lengua, Dios, Ash tendrá pesadillas, hola estrés post traumático.
—Oh, bebé, muero por cogerte duro.
—Sabes que así me gusta. —Entonces Shorter le tira el pelo—. Jala más duro, me gusta rudo y sucio.
—Igual que yo.
—Igual que tú.
—¡Ejem! —Ash gimotea rojo sin poder tolerar un segundo más de esta tortura—. Nosotros estamos acá ¿saben?
—Mierda, Eiji, pensé que irías al departamento de Ash.
—Cambiamos de planes. —El japonés se excusa rojo y muy rojo—. Perdón.
—Tch. —Yut-Lung no luce feliz ante el sabotaje y sus feromonas agrias lo demuestran.
—Bueno, siempre podríamos...
—No tendremos un cuarteto, Shorter. —Su novio amenaza—. Si valoras a tu amigo de abajo cállate.
—Bien. —Chilla—. ¿Quieren pedir pizza entonces?
—Pizza estará bien.
Y aunque debe admitir que es un poco decepcionante reemplazar una comida tan deliciosa como lo es Eiji por una destartalada pizza fría le sorprende la facilidad con la que puede tragársela sin rumiar acerca de lo grasiento del queso o la salsa o el pepperoni, no, solo se la traga, se siente mejor dentro de su estómago y aun si son más calorías de las que tenía contempladas hoy, da igual, está teniendo un momento importante con sus amigos, "amigos" y Yut-Lung en este caso que se ha quedado junto al sofá mientras Eiji y Shorter sirven los refrescos en la cocina.
—¿No vas a anotarlo en tu pauta alimentaria? —La pregunta del omega es tan natural que consigue que se atragante con uno de los bordes de carne, Ash debe golpearse el pecho para poder digerir lo dicho.
—¿Qué? —Palidece—. No entiendo de lo qué estás hablando.
—Tu pauta. —Yut-Lung insiste devorando un trozo de pizza—. Te he visto cargar con esas hojas, son para lidiar con un trastorno alimentario ¿verdad?
—¿Cómo lo sabes? —El pedazo se cae a causa de la sorpresa en el sillón, Eiji va a matarlo si ve tantas manchas de queso derretido en su preciado mueble—. ¿Acaso tuviste uno?
—No. —Tararea—. Nunca he tenido un tca.
—¿Entonces cómo conoces la pauta?
—Porque practicaba ballet. —Oh, los deportes son un factor predisponente y precipitante para cada trastorno de la conducta alimentaria lo que no significa que inevitablemente se van a desarrollar sin embargo, si a esto se le suman predisposiciones de la personalidad, el medio ambiente y la genética familiar lo más probable es que se gatille uno—. Era común verlos entre mis compañeros.
—Ya veo.
—Me salí antes de que esas cosas me afectaran a mí, creo que estaba desarrollando un cuadro muy restrictivo de anorexia, no alcancé, mi mamá intentó ayudarme y la pauta me funcionó antes de que pudiera desarrollarlo por completo supongo.
—Me alegro. —Lo dice genuinamente—. La anorexia es una perra de la que cuesta liberarse aunque cualquier trastorno en realidad.
—Supongo. —El omega bufa—. Además, es obvio que Eiji lo sabe por el cariño que pone cocinando tus comidas, ustedes ni siquiera se molestan en disimular ¿no? Son dolorosamente patéticos. —Una sonrisa venenosa es lo que logra esbozar mientras juega con la larga cabellera, sus movimientos son tan precisos y ligeros que da la impresión de que el aire se mueve a su alrededor—. Bestie.
—¡Ah! Sí te acuerdas de lo que me dijiste borracho.
—Claro que me acuerdo, somos bros de traumas mentales, nunca podría olvidarlo.
—No nos digas así. —Gimotea—. Es poco atractivo.
—Tú eres poco atractivo, Lynx. —Gruñe amurrado—. Pero te noto mejor, sé que nunca hemos sido cercanos ni nada gracias a Dios, pero te noto... mejor. —Y algo en la sinceridad arisca en sus palabras logra enternecerlo de sobremanera, es visto, es válido, realmente su esfuerzo sirve de algo.
—Gracias. —Musita ruborizado—. ¿Desde cuándo lo sospechas?
—Del incidente del McDonald's.
—Ah, eso fue hace harto. —Ahora es capaz de comerse una hamburguesa sin pensar en el contenido calórico, sí, se sigue angustiando y le cuesta, pero se la come y evita purgarla, lleva mucho sin purgas.
—Deberías decirle a Shorter. —Entonces le clava una daga—. Él no tiene idea, cree que estás a dieta.
—Lo supuse. —Sonríe con amargura—. Nadie de la pandilla tampoco debe sospecharlo, solo los tac nos sabemos reconocer entre nosotros ya que es tema para nosotros, no para la gente "normal".
—Además eres un alfa, la anorexia está estigmatizada para las mujeres, los hombres tienden a caer más en la vigorexia, de hecho, un tiempo se la sospeché a Shorter. —Es decir, ser un maniático sobre los músculos, sí, los hombres tienden a ir más a ese extremo—. Pero es tonto, solo es una disposición y eso no significa nada, lo que trato de decirte es... —Yut-Lung se sonroja con violencia—. Ánimo en esto y puedes confiar en Shorter, lo entenderá mejor de lo que crees.
—¿Por qué lo piensas?
—No cualquiera es su bro. —Sonríe—. Ni mío tampoco.
¿Quién lo diría?
Tal vez, Yut-Lung no es tan mal chico.
El resto de la tarde se dedican a ver películas mientras devoran pizza, Ash pierde la cuenta de lo que come no porque la comida deje de ser tema, pero sí deja de ser el tema principal, se siente protegido por personas que le dan seguridad, se siente... normal. Está comiendo normal.
Qué alivio.
Por fin.
—Te queda el personaje de Howl. —Entonces Yut-Lung le tira una sonrisa completamente malvada, todo aquel momento previo de hermandad que pudieron compartir—. Es un narcisista, ¿acaso viste el caos que armó solo por su cabello? Es todo un drama queen, igual que tú. —Se esfuma.
—¿Sí? Pues tú serías la bruja.
—Obviamente. —Chista entretenido—. La bruja es genial y termina consiguiendo lo que quería, solo pierde porque eligió perder, además, se hace amiga de Sophie.
—No lo digas. —Eiji le ruega—. Por favor.
—Tú serías Sophie, estás loco por la limpieza, eres absolutamente terco, desquiciado, además debes tener el peor gusto en hombres que hay en la faz de la tierra para que te guste un Howl.
—¿Yo quién sería?
—El fuego.
—Bro. —Shorter le extiende un puño.
—Bro. —Ash le sigue la corriente.
—Soy parte de tu corazón. —Y claro que el hijo de puta lo arruina con alguna cursilería gay, Dios, se pregunta si todos los amigos tienen esta clase de relación, anota mentalmente preguntarle a Griffin.
—Sing sería el espantapájaros. —Ash abre los ojos y la boca muy grande antes de pararse del sillón, no todos los días tiene razón contra Eiji Okumura y se lo hará saber sin duda.
—¡Te dije! —Entonces gimotea—. ¡El mocoso te quiere de Sophie! Es el hombre lobo de crepúsculo.
—¡Ash!
—Pero si el rubio desteñido tiene razón. —Yut-Lung le concede un punto a medias—. Simp Soo-Ling siente mucha atracción por ti.
—No le digas así a nuestro hijo adoptivo.
—Puedo decirle como se me dé la gana.
La tarde es entretenida, las películas son pegajosas, la comida sabe bien, la anorexia no está invitada.
—Aslan.
El verdadero problema es que cuando llega a casa se encuentra con la última persona que esperaba encontrarse al llegar.
—Papá. —Jadea horrorizado—. ¿Qué haces acá?
Pasa un latido en ese silencio.
Dos.
Tres.
Jim suspira.
Ash está muerto de miedo.
—Vine porque Griffin dijo algo sobre regresar a Cape Cod por tu tratamiento y una mierda así ¿estás enfermo? No le entendí bien.
—Sí papá. —Ash se encoge enfrente, ni siquiera tiene el valor para entrar al apartamento—. Todavía tengo anorexia.
—¿Anorexia? —Jim pone los ojos en blanco—. No me digas que sigues de mañoso.
—No es maña. —Se abraza a sí mismo, pero no son sus manos sino las cálidas manos de Ana—. Papá no es voluntario lo que me pasa, te lo han explicado distintos médicos.
—Tonterías. —Gruñe golpeando la mesa, hay una botella de cerveza bajo sus manos, parece irritado de sobremanera y lo sabe por cómo mordisquea una y otra vez su labio inferior—. Es culpa de Griffin por ser tan blando y de ese otro maricón, cuándo estabas conmigo no tenías ningún problema sobre la comida, te tragabas lo que te daba y ya.
—Tú me obligabas. —Susurra bajito—. Tú me obligabas a comer.
—Te hace falta mano dura. —Entonces se levanta—. Y yo te la daré.
—No.
—Es solo comer, no seas maricón.
Cuando Ash regresa a su cuerpo lo primero que registra es un dolor desgarrador en su garganta, hay sangre entre sus manos y sus ropas, está tirado por el baño y al parecer purgó una cantidad horrenda de comida, así sabe que la sangre le pertenece a un desgarro de garganta o algo así, todo arde y solo puede encogerse sobre sí mismo mientras siente un escalofrío mojado bañarlo, su corazón está raro, hay gritos a las afueras del baño que deben ser de su papá, no recuerda lo que pasó, pero Ana sonríe satisfecha desde la esquina del baño, luce más grande que nunca.
—¿Sabes qué ocurre cuando tu cuerpo vuelve a un estado normal y de repente tienes una purga?
—Yo no...
Pero no puede hablar, no puede levantarse, está entumecido, la cabeza le duele, su corazón late tan rápido y cada vez más rápido y ya no puede respirar, la sangre sigue goteando por sus labios, a veces olvida que la anorexia es médicamente así de peligrosa, a veces olvida que... se agarra el pecho entre un puño desesperado, intenta arrastrarse y su cuerpo está dormido. Ayuda. Auxilio. ¡Griffin! ¡Max!
—Te mueres.
Un paro cardíaco.
Está teniendo un paro cardíaco.
La anorexia es el transtorno psiquiatrico más mortal por dos razones: la primera es por la gran cantidad de complicaciones médicas que se encuentran tan normalizadas que de verdad de un momento a otro matan porque estamos hablando de corazón, pulmones, huesos, cerebro, de todos los sistemas que se encuentran atrofiados y basta de un desequilibrio para que se rompan, no es chiste la cuestión, de hecho por eso la primera parte de un tratamiento para un tca recién conociendo su transtorno es pura psicoeducación sobre las consecuencias, para ir generando una ambivalencia y mostrarle lo grave que es esto. Y en segundo lugar es el suicidio, porque mierda, vives en un cuerpo echado a perder y a veces pasan estas cosas, a veces hay tantas complicaciones que es frecuente que en el discurso aparezca un ¿cuánto más es sotenible vivir así? Mañana es pura hospitalización, lo fuerte de esto es que no fue culpa de Ash, él realmente estaba poniendo más del 100%, lo han visto y recaer por otra persona, mañana lo veremos.
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