2. Cortejo.
Hi~ Dos cositas que me fije que son importantes de aclarar antes de ir más lleno en la trama: primero, todos los transtornos alimentarios son diferentes y dependen de un montón de cosas así que, todo lo que se escribió acá está pensado en un cuadro muy grave y especifico como el de Ash, esto no quiere decir que aplique para todos los otros TCA del mundo porque no es así. Y en segundo lugar, les refuerzo harto el autocuidado, yo no me puedo hacer responsable por cosas que hacen ustedes, por ende, si eligen leeer haganlo consciente de las advertencias por fis.
Ash ama los libros.
Los ama desde que Griff se los leía en Cape Cod antes de irse a dormir con una manta encima de sus hombros, una taza de chocolate caliente en el velador y el olor a madera húmeda sudando entre los muros de la cabaña. Leer no solo es un escape de su vida (actualmente mierdosa) si no que lo rescata de las situaciones sociales potencialmente incómodas, da igual que no tenga con quién hablar u otra cosa que hacer en alguna ventana de cuatro horas mientras tenga un libro, no importan esos recesos entre clases dónde todos se achoclonan en grupo ya que Ash tiene un libro e incluso en el transporte público, tener un libro es igual que tener un salvavidas. Una armadura. Una fortaleza portátil segura.
Libros = protección.
Sí.
Porque es mucho mejor pasar como el intelectual misterioso o un nerd a mostrar que realmente no es más que un inadaptado social incapaz de hacer amigos que debe andar con libros porque sin ellos se sentirá tan incómodo que hará combustión espontánea y explotará dejando restos de Aslan sobre todos sus compañeros. Sí. Sabe que es un escenario catastrófico, pero ¡hey! Justifica esta catástrofe.
Ya que por más que intente ignorar a quién posee enfrente no se va y eso le da ansiedad, Dios, Aslan es un maestro ocultando lo que realmente siente y espera que no se note, aun así tener esos grandes ojos de gacela clavados mientras lee a Salinger no ayuda.
—La biblioteca es un lugar para leer ¿sabes? —Entonces dice con la voz más cruda de lo que desearía que hubiera salido, sus dedos se crispan contra la hoja de papel, sus piernas tiritan debajo del banco de madera, de todos los asientos disponibles ¿por qué tenía que sentarse acá?
—Sí, pero vine a hablarte. —Porque Okumura es un irracional, cierto.
—Pudiste escribirme.
—No tengo tu número.
—Oh. —Traga duro, no quiere darle su número a Eiji, no cree que le escriba, las únicas personas que le escriben algo son su hermano para mandarle mensajes de regaño y Max con sus memes de señor.
Silencio.
Se quedan en silencio, hay pocas personas en la biblioteca y Ash hace todo lo posible para no elevar la vista de su libro, espera que Eiji se desanime si lo ignora, sin embargo es terco y le queda más que claro cuando se inclina para ver la novela que tiene debajo de la lamparita.
—El guardián entre el centeno. —Entonces dice con una sonrisa agradable—. Podríamos elegirlo de tema para el ensayo si te agrada. —Así que de eso se trata, debió imaginarlo, le está hablando única y exclusivamente por el trabajo, ja, ¿por qué esperó otra cosa? Simple, no lo hizo, no esperó nada.
—Puedo hacer yo el ensayo por los dos, no te preocupes. —Bufa cerrando el libro, con un dedo alza el marco de los anteojos hacia su nariz y con el otro juega con el separador para concentrar energías.
—No entiendo. —El japonés frunce el ceño, molesto.
—Yo haré todo el trabajo y así ambos nos ahorramos una instancia desagradable.
—¿Desagradable?
—Sí, me desagradas. —Eiji luce... dolido—. Déjame hacer todo el trabajo y vete.
—Sigo sin entender. —Le dice encogiéndose dentro de su uniforme deportivo, seguramente vino al terminar la práctica, no es un secreto que Ash pasa todo el día aquí.
—Escucha. —Musita, sus dedos se crispan encima del dibujo de la portada, le gusta esta versión con colores verdes y blancos, cree que capta bien la esencia de Holden—. Debes estar familiarizado con mi reputación de genio, tengo un promedio perfecto y un IQ superior, por ende, redactaré algo que será sobresaliente, tú tendrás una buena nota sin esfuerzo y yo trabajo en paz, de esa manera ambos ganamos.
—¿Qué? —Sus ojos cafés se abren con mucha perplejidad ante lo dicho, no es primera vez que dejan que él haga un trabajo en grupo solo y lo prefiere, así se ahorra la incomodidad de interactuar, claro que no se lo dice jamás a Griff para no decepcionarlo, pero detalles—. No.
—¿Qué? —Es su turno de quedar perplejo—. ¿Por qué? Es el sueño de cualquiera, solo acéptalo, no seas tan orgulloso, Okumura.
—No. —Entonces repite terco y terco y más terco mientras cruza los brazos sobre su pecho—. ¿Qué clase de persona aceptaría algo tan deshonesto como dejarte todo el trabajo y llevarse el crédito?
—Todos. —Su tono es sarcástico y mordaz—. ¿Qué clase de idiota no querría eso?
—Yo. —Eiji frunce el entrecejo—. No soy idiota, pero yo. —Lo tensa un poco más—. Pero si rechazar tu propuesta me hace idiota supongo que lo soy.
Ash suelta una pequeña risita ante lo serio que luce el omega con esa declaración, es casi como una de esas viejas películas en dónde para defender su honor o hace el trabajo con Ash de pareja o debe clavarse una katana en el estómago y cometer suicidio, no puede tomárselo en serio y mucho menos si tiene sus emociones grabadas en la cara y es como si ni siquiera las tratara de ocultar, eso consigue que se relaje sea consciente o inconsciente. Eiji parece genuinamente motivado a trabajar y es...raro obtener una negativa considerando que todos siempre lo dejaron trabajando solo si existía chance.
Eiji no.
Eiji es raro, es su primera conclusión.
—Te dije, no tengo intenciones de retrasarte, no todos los deportistas somos tontos ¿sabes?
—No quise decir eso. —Los ojos del omega se suavizan, detectando la sinceridad en las palabras del alfa—. ¿Por qué diría eso?
—He escuchado como tratas a Arthur.
—Porque Arthur sí es un idiota. —Entonces bufa.
—Me llamaste idiota a mí. —Eiji lo empuja con un tono amistoso.
—Sí, pero tú eres un idiota lindo, él es un idiota feo y ya.
—¿Eh? —Las mejillas del moreno se tiñen con violencia, es acá cuando Aslan cae en la cuenta de lo que acaba de decir—. ¿Crees que soy lindo?
—¡No! —Solloza—. Ni siquiera sé por qué lo dije, no creo que seas lindo con tus mejillas de hámster.
—¿Mejillas de hámster?
—Es que cuando las inflas pareces un hámster glotón y... —Se calla—. Solo leamos el libro para hacer el ensayo ¿quieres?
—C-Claro.
Okey, Aslan no tiene idea de a dónde brotó ese comentario y más con semejante naturalidad porque no es que se ande fijando en sus mejillas regordetas y ruborizadas por el entrenamiento, ni tampoco en sus cabellos de pluma de pájaro bebé que caen con rebeldía encima de sus pestañas ni en su cara pueril o en sus ojos grandes y diablos, ahora es un pervertido por estarlo mirando así de detallado, sin embargo, cuando le dijo a Eiji que leyeran para empezar el ensayo esperaba que se buscara otra copia del libro, no que se sentara a su lado a leer.
En definitiva la anorexia lo ha convertido en un ermitaño.
Peor, en un fetichista.
—No cambies la página todavía, aún no acabo. —Cuando Eiji se lo susurra Ash puede oler su aliento.
—Okey.
Es raro.
Aslan suele tener aversión por el simple aroma de la comida, tal como ocurre en el caso de las drogas existen ciertos estímulos sensoriales que gatillan reacciones a nivel cerebral, no son voluntarias pero ocurren y el problema con la anorexia es que pasa con la comida y hay comida por doquier, la gente necesita comer para mantenerse con vida ¿cierto? La cuestión es que el olor por más pequeño que sea ya despierta una marejada de angustia anticipatoria en su vientre, por eso rechazó a Shorter esa vez que intentó abrazarlo, su ropa apestaba a comida china.
Eiji huele a feromonas.
No a comida.
Dulces. Cálidas. Agradables.
—¿Tengo algo en la cara? —Entonces Eiji le pregunta con tanta sinceridad que Ash debe retroceder hasta el respaldo de su silla—. Llevas un rato mirándome ¿te molesta que lea tan lento? —No podría.
—Claro que sí. —Pero como es Aslan responde eso:—. Lees a la velocidad de un preescolar, ¿usan niños como estudiantes en Japón?
—Soy dos años mayor que tú. —Entonces le gruñe—. Muchas gracias. —Regresa amurrado sus ojos al libro.
—¿Eh? Vaya, discúlpame, pensaba que eras un niño por cómo leías.
—Si el libro no fuera tan aburrido habría avanzado más rápido.
—¿Aburrido? —Ahora es personal—. Esta es la mejor novela del mundo.
—Claro que no, llevo dos páginas y ya sé que Holden es un pesado, antipático y pesimista.
—¡Holden no es así! —Gimotea—. Es genial, carismático y arroja comentarios realistas, que el resto de los personajes sean tan sensibles y se lo tomen a pecho no es su culpa.
—Los está insultando a todos y por cosas como ser viejos, ¿cómo eso es carismático?
—Supongo que te tomaste el comentario personal porque eres un anciano.
—Hace un minuto dijiste que leía como un preescolar.
—Eso fue antes de enterarme de tu verdadera edad, viejo.
—¡Ah! Eres peor que Holden, cielos. —El japonés entonces...
—¿Acabas de patear el piso? —Ash debe contener una carcajada, no lo admitirá, sin embargo, aquel gesto se le hace sumamente adorable, le recuerda a un conejito salvaje—. No sabía que podías llegar a tener un comportamiento tan inmaduro.
—Mira quién habla. —Eiji bufa—. Tienes una apariencia tan seria y eres tan infantil, vaya dualidad.
—¿Infantil? —Sus ojos verdes se entornan.
—Sí. —Y aunque sabe que Okumura pretende insultarlo con eso—. Eres infantil.
Lo hace feliz.
La anorexia no solo te come el cerebro sino que te come la personalidad, la anorexia come todo eso que encuentra y deja un cascarón hueco en su lugar.
Ash ya perdió la cuenta de las sesiones familiares en dónde Griff rompió en llanto diciendo que aquel hermanito que conoció se había ido y que desconocía al adolescente cruel, malhumorado y negativo que tenía enfrente, como si cada día en vez de Aslan quedara más enfermedad y lo hería ver a Griffin triste por su culpa, le dolía escucharlo reducirlo a un mal que exterminar. Por eso intento ser un crío bueno y se sometió a los tratamientos, pero no existen fármacos para la anorexia ni terapia al 100% efectiva, así que el psiquiatra lo empastilló y Ash se quedaba borrado en la cama. Dopado. Ido. Vacío.
—Realmente eres molesto como un niño.
—Gracias. —Entonces debe decirle y sonreír con eso ya que incluso si lleva meses sin medicamentos de mierda que lo dejen tirado, a veces le da miedo haber perdido toda emoción—. Supongo que soy como un niño de vez en cuando.
—No pretendía... —Eiji se traga lo que le iba a decir—. De nada. —Refiere en su lugar—. No conocía ese lado tuyo.
—No creo que me conozcas en absoluto.
—Tienes razón.
—¿Por qué me defendiste de Arthur entonces? —La curiosidad no lo deja aplacar más esa pregunta.
—Porque Arthur es un idiota que ama meterse con los demás, nos ha molestado a todos y estamos cansados de tolerar esa clase de comportamiento.
—Aun así... —Traga duro—. No tenías por qué defenderme.
—Lo siento si te incomodé esa vez, pero Arthur hace que me hierva la sangre.
—¿Eh? —¿Y qué clase de escoria tendría que ser para enfadar a alguien tan dulce como Eiji?—. ¿Por qué?
—Tiene prejuicios con los deportistas, soy sensible con el tema. —El alfa nota cómo sus hombros se tensan y sus manos bajan sutilmente hacia sus zapatillas (al costado de su tobillo), pero no dice nada al asumir que es personal.
—Arthur es un deportista, ¿acaso el cliché no juega rugby?
—Lo hace.
—Es un hipócrita. —Ash bufa.
—Lo sé.
—Yo... —El alfa se rasca la nuca ansioso una y otra vez—. Gracias por defenderme esa vez y también por querer hacer el trabajo conmigo.
—Yo debería agradecerte. —El moreno musita levemente cohibido—. Tienes razón, sé que eres muy inteligente porque los profesores lo dicen a menudo igual que nuestros compañeros.
¿Entonces por qué no me dejaste hacerlo solo?
Podrías haber sido como el resto.
—Y por eso quiero aprender de ti.
—Ya veo. —Ash regresa su atención al libro, hay una sonrisa tensándose entre sus mejillas y apenas puede lidiar con el desborde de éxtasis que es su corazón ¿hace cuánto una interacción social no se sentía así de placentera?—. Sigamos leyendo y luego soltemos una lluvia de ideas, ¿te parece?
—Me gusta mucho ese plan.
Leen hasta que oscurece en la biblioteca.
Es agradable poder compartir su pasatiempo preferido con alguien, Eiji le explicó que tomaron dicha clase para tener un electivo en común con todos sus amigos, el omega estudia deportes y va genuino con el salto de pértiga, Ash se alegra omitiendo lo embobado que quedó aquella vez que lo observó, claro. Pero tarde o temprano su burbuja se rompe y el estómago de Eiji gruñe, el carrito de hot dogs afuera de la biblioteca es la opción más obvia. Comida. Va a tener que comer. Ugh. Otra vez. Diablos.
—¡La mostaza está muy fuerte! —Entonces Eiji chilla apretándose la nariz, presionando los párpados con algunas lágrimas escurriendo hacia sus mejillas y la imagen basta para sacarlo de su cabeza.
—Qué bebé. —Se mofa—. Llorando por la mostaza.
—Soy bastante sensible a algunos sabores. —Se queja, están sentados cerca, no lo suficiente como para ponerse hiperalerta pero sí lo suficiente para que sus hombros se rocen a veces y Ash termine estampando el perrito caliente contra su mentón por quedar atontado—. Rompí mi dieta por ti.
—Suena duro ser deportista.
—Lo es. —Resopla dándole un mordisco al hot dog porque es terco y parece determinado a llevarle la contraria con tal de mantener sus argumentos—. Pero realmente me gusta.
—Eso debe ser lindo. —Resopla.
—Tú estudias literatura ¿no es así?
—Sí. —Ash sonríe, deslizando sus zapatillas hacia el escalón inferior, apoyando el pan encima de su boca y sintiendo una marejada de angustia arremeter en su estómago, sintiéndose más inflado entre cada mordisco que da, como si fuera un globo de helio sin control, inflándose e inflándose hasta que se inflará tanto que estallará—. Amo los libros.
—Pasas mucho tiempo en la biblioteca parece.
—Es un lugar seguro.
—¿No te es solitario de vez en cuándo? —No hay malicia ni burla en su voz, de hecho, hay una chispa de pánico que se le hace linda, Griff y Max son las únicas personas que se preocupan por su bienestar y esto es agradable—. No quiero ser entrometido, pero te he visto y siempre te veo... solo, ya sabes.
—¿Acaso no puedo? Me gusta estar solo. —Dicen sus defensas—. No es un pecado.
—No. —Eiji tensa los labios—. Pero si alguna vez te aburres de estar solo me gustaría que consideres mi compañía.
—¿Por qué querrías eso?
—Porque creo que eres interesante e inteligente, no sé, podríamos ser amigos.
—¿Amigos? —Ash no sabe cómo se hacen esos.
—¿No quieres? Sino quieres está bien, no te insistiré.
—No sé. —Confiesa un tanto abrumado, sintiendo una pelota de vacío en su estómago, tragándose sus emociones con un solo mordisco ya que no tiene las herramientas para regularse, gracias por el trauma emocional, papá—. No creo que nos llevemos bien.
—Piénsalo, pero no te sientas obligado a aceptar ni nada por el estilo.
—No. —Ash se ha tragado todo el perrito caliente, despega su mirada de sus dedos levemente rojos por el calor del pan y la enfoca en Eiji—. Nunca aceptaría algo por sentirme obligado.
—Qué bueno. —Sus pestañas largas parpadean contra su piel dorada mientras termina de comer la mostaza a pesar de contener las lágrimas, es un irracional sin duda e impresiona no tener un instinto de supervivencia o autocuidado, bueno, si le pidió ser pareja para el trabajo es obvio que no lo tiene.
—Eiji...
—¿Sí?
—¿Está rico? —Pregunta sin tener el coraje para preguntar en realidad.
—Lo está. —El omega saborea el pan satisfecho—. Fue una tarde agradable la de hoy, Ash.
Ash-u, no Ash.
Es la primera vez que lo llama por su nombre.
Es lindo.
Todo Eiji es lindo.
Vuelve a casa rumiando en lo sucedido, una parte de su mente sigue pensando en sus ojos de Bambi demasiado anchos y apenas rasgados para ser japoneses, en su cabello oscuro y esponjado, en aquel olor dulce y en sus cejas espesas y amables. Ojos oscuros. Ash siempre fue cauteloso en la oscuridad, fácilmente lo remontaban a esa noche de Halloween en dónde se escondió para asustar a Griff pero terminó asustándose a sí mismo, por ende, es extraño que asocie la oscuridad a algo cálido, adorable y seguro.
Pero fue una tarde agradable en la que charló de su libro favorito, rio con un chico bonito y comieron perritos calientes juntos.
Fue una tarde dónde fue infantil, un poco tonto e incluso coqueto.
Fue una tarde linda.
Pero apenas llega a casa, vomita.
Vamos a pasar por distintas etapas de la anorexia por acá, ingresamos en la purgativa que se nos viene potente pero pasaremos por restrictiva, distorción corporal, externalización y bla, bla, bla, so, get ready que mientras más vida recupera Ash, más violenta se pone la anorexia y así funciona a fin de cuentas. El capítulo de mañana es muy paternal, amo a Ash siendo guagua del MaxGriff. Mil gracias por leer.
¡Nos vemos mañanita!
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