18. Transcastidad.
Hi~ Acá partimos el siguiente arco del fic, no nos queda nada en esta dinamica, de verdad me siento muy agradecida con todo el recibimiento y amor que le han prestado a este fic, pucha, sé que es complicado entender de tca y de repente hay cosas que chocan, pero han sido super lindos con todo, muchas gracias.
Espero que les guste~
—No puedo creer que de verdad terminamos colándonos a la piscina. —Ash jadea, sus palmas yacen encima de su vientre, sus piernas desnudas se encuentran apoyadas contra el forraje y la fricción se siente áspera aunque cosquillosa, todavía puede sentir las gotas heladas pegándose a su piel.
—No puedo creer que esto haya sido idea de Shorter y nos abandonara. —Eiji está a su lado, su pelo esponjado enmarca su carita angelical mientras las gotas iridiscentes le dan un aspecto acaramelado y sano a su silueta, luce precioso y están demasiado cerca, tumbados lado a lado afuera de la piscina.
—Shorter es un cobarde.
—Fue su idea. —Entonces recalca—. Tú y yo podríamos meternos en muchos problemas. —El gélido es tan grande que puede ver cómo el aliento del omega se transparenta igual que brío entre su boca, la imagen es tentadora, coqueta y sin duda le pone los pelos de puntas. Mierda.
—¿Acaso no es de uso público?
—En el día. —Eiji resopla—. No en la noche.
—Griff me va a matar por colarme a la universidad.
—Y por desaparecer en la noche sin avisarle a dónde irías, Ibe-san es igual en ese sentido, su carácter es bastante maternal conmigo. —Ríe—. Por eso se molestó con lo que pasó en el equipo de pértiga.
—Diablos. —Ash suspira—. Griff estará furioso cuando regrese a casa, ¿verdad?
—Probablemente. —Eiji le da una sonrisa realmente cariñosa—. ¿Pero valió la pena arriesgarte acá?
—Definitivamente. —Aslan se voltea para quedar frente a frente—. Vales todos mis riesgos.
—¿Eh? —Las mejillas de su acompañante impresionan espolvorearse sutilmente de un bonito rubor, lo que le resulta absurdo considerando todo lo que han pasado incluyendo su primer rut no obstante son las cuatro de la mañana y no desea contradecirlo—. Eso suena hasta coqueto, Ash.
Ash-u, nunca Ash.
—Tal vez lo sea.
El alfa comprende perfectamente lo que está ocurriendo, cayó en una de las viles trampas de Shorter para juntarlo con Eiji, se supone que la pandilla tendría una reunión secreta y una mierda dentro del complejo deportivo (específicamente en la piscina) aunque a Ash le pareció extraño el lugar, Shorter le dijo que pensaba mejor bajo el agua, cómo está hablando del mismo tipo que antes que anoréxico lo consideró un vampiro prefirió no cuestionarlo y colarse a pesar de la reticencia de Griff y Dios casi puede escucharlo histérico por estarse convirtiendo en un "vándalo juvenil" por un lado lo hace feliz que Aslan tenga amigos y por el otro, odia que dichos amigos sean posibles criminales, de hecho, ha regañado incluso a Max por enseñarle defensa personal y luchas y debe admitir que los movimientos del anciano no están del todo mal.
«Con esto conquisté a tu hermano, para los hombres las luchas son nuestra danza de pavo real» Ash le cree, eso es lo peor, Max genuinamente es bueno luchando.
Todo un alfa.
Pero ese no es el punto de su divagación, el punto es que Shorter es un hijo de puta que solo los citó para emboscarlos en una ¿cita? improvisada (al menos así le dijo) y como Eiji es un psicópata cuando se trata de terquedad lo retó a lanzarse a la piscina y una cosa llevó a la otra, es extraño, su distorsión corporal tiende a engrifarse y a escalar en una masa catastrófica apenas se expone, por ende le daba terror quedar semidesnudo frente a Eiji, no obstante, son las cuatro de la mañana y la anorexia debe estar durmiendo al no haberse aparecido.
Aunque tal vez...(solo tal vez) Eiji es su zona segura y por eso puede exponerse semidesnudo sin que pase nada, esa idea lo hace sonreír y extender su mano hacia la cara del nipón. Suave. Cálido. Lindo.
—Tienes baja la temperatura corporal. —Entonces dice porque es el primer pensamiento que ronda por su cabeza y no es un secreto su nula capacidad para usar su reluciente IQ con Eiji enfrente.
—Es que hace un poco de frío.
—Deberías acercarte en ese caso, onii-chan.
—¿Quieres que me acerque?
—Ni siquiera tienes que preguntarlo. —Sonríe amorosamente puesto que es verdad—. Eres tú.
—Pero siempre te lo preguntaré. —La seriedad en sus palabras le perfora el pecho—. Necesito saber explícitamente si estás cómodo con lo que está pasando entre nosotros dos.
—Lo estoy. —Y solo entonces Eiji se desliza sobre la hierba para refugiarse en el pecho del alfa quién presiona sus labios contra esos cabellos negros, húmedos y esponjados, sus latidos desembocan por el aroma de su compañero, se lo hace saber—. Mi alfa ama tu fragancia. —Entonces lo dice atontado sin siquiera disimular lo embriagado que se encuentra por dicha cercanía.
—Huelo a tus feromonas. —El aliento del japonés le quema debajo del cuello, traga duro, sus palmas se han deslizado alrededor de la cintura desnuda del moreno y el tacto se siente demasiado bien sin importar que sea de madrugada y estén tirados ilegalmente en la cancha—. Me pasas impregnando.
—Lo siento. —Aslan esconde su rubor contra esa matita abenuz—. Es que a mi alfa interior le gustas mucho y creo que es posesivo.
—Irónico considerando que tú tienes mi marca. —Ash jadea cuando siente cómo los dedos del nipón se deslizan hacia su nuca para repasar cada uno de sus dientes, las marcas de omegas son diferentes al no solo simbolizar incondicionalidad y cariño, si no que otorgan estatus y amparo—. Se va a borrar en un par de semanas. —Pero él no quiere que se esfume jamás.
—Ya veo.
—Te escuchas decepcionado.
—Quizás estoy decepcionado. —Eiji se separa un par de centímetros, no los suficientes para quebrar aquel abrazo, pero sí los suficientes para mirarse a los ojos.
—Si sigues diciendo esa clase de cosas pensaré que te gusto.
—Me gustas. —Te amo, se niega a decir—. Pero esto me sobrepasa y es más complicado que gustar.
—Explícame entonces. —El rubio baja su mirada, pierde el aliento, están tan cerca que podría contar cada una de sus espesas pestañas negras si así lo quisiera desde ese ángulo—. ¿Por qué no podemos iniciar algo si es lo que ambos queremos?
—Porque no quiero una relación de tres personas. —Abraza a Eiji con temor a que venga la anorexia.
—¿Tres personas?
—Es una enfermedad jodida, muchas cosas de las que hago no son por voluntad, trata de imaginarlo como si la anorexia fuera un titiritero que no me deja comer, todo el tiempo está encima diciéndome lo qué quiere que haga, sé cómo suena, muchas personas me han cuestionado si es real, sino es solo un capricho o berrinche, inclusive yo me lo he cuestionado y te juro que es verdad, que hay instantes en dónde es la anorexia la que habla y otros dónde soy yo, es agotador.
—Ash.
—Es enfermizo tener que reñir cada segundo de mi existencia contra su voz, no siempre logro ganar, me agota tener que pelear tanto y sé lo tormentoso que puede ser que algo tan básico como comer se vuelva imposible, por eso te dije que no podíamos estar juntos, no te quiero exponer así.
Te amo.
No soportaría que me vieras como una enfermedad.
—Ash. —Eiji detiene su tren catastrófico y descarrilado con puros pensamientos intrusivos—. Jamás te quise presionar, solo quería entender.
—Ah.
—Nunca te presionaré a nada para lo que no te sientas listo o no quieras y está bien, me enorgullece que te estés tomando tu tiempo para sanar, entiendo de dónde viene esa responsabilidad pero igual necesitaba confirmar que estuviéramos en la misma página para evitar malos entendidos.
—Veo. —Resopla un tanto decepcionado—. Y si quisiera dar el siguiente paso... —Tantea nervioso—. ¿Querrías darlo conmigo?
—Claro que sí. —Eiji le presiona un beso encima de los nudillos, quema, sus toques siempre queman de alguna manera—. Y solo para que conste Ash. —Entonces le da una sonrisa audaz y muy brillante.
—¿Qué cosa?
—No me importaría estar en una relación de cuatro. —Y aunque algo en esa confesión debería haber hecho latir su corazón.
—¿Cuatro? —A veces olvida que el moreno también es un poco mierdoso—. ¿Por qué cuatro si solo seríamos tú, yo y la anorexia?
—Yue. —Okey, ya no le gustó el rumbo de esta conversación—. Te falta Yue en aquel conteo mental.
—Yut-Lung no sería parte de nuestra relación. —Enfatiza.
—No creo que alguien se lo haya informado a él.
—Eiji. —Le advierte extendiendo su palma hacia la piscina, listo para atacar puesto que está sentado cerca de la orilla—. No me hagas atacarte.
—¿Qué? Yo solo te estaba informando de los hechos, aunque si quieres incluimos a Shorter también.
—¡Tú te lo buscaste! —Entonces el alfa extiende una mano, la hunde en el agua congelada y la arroja afuera apuntando al rostro del omega quién jadea indignado.
—¡Ash! —Antes de que pueda darle una réplica mordaz el bastardo está intentando patearlo (¿debe tomárselo en serio? ¿una patada?) hacia la piscina.
—¡Eiji!
Ni siquiera consigue reaccionar cuándo el omega realmente le da una patada en las costillas, se para, corre por el pasto ya que es un desgraciado que pretende escapar de su furor, a Aslan le toma menos de un minuto atrapar al terco de la cintura, levantarlo en el aire y aunque al inicio pretendía taclearlo Eiji ríe por las cosquillas y mierda, su risa hace estrellas en esta noche tan oscura, así que no consigue contenerse y lo gira, lo gira en el aire y ambos ríen y se marean y están húmedos todavía aun sin sus camisetas, pero al diablo, todo da igual, su corazón burbujea efervescencia al permitirse ser un tonto imprudente con este infame conejo.
Así que giran, giran, giran.
Caen.
Queda encima de Eiji y se niega a dejarlo ir, envuelve sus palmas alrededor de esa cintura, le permite a su cabeza reposar encima de su pecho y aun si odia haberse vuelto todo un gato doméstico no hay nadie para quién deba mantener las apariencias, por ende, puede ser una plasta rosada, gay y suave.
—¿Está bien si te abrazo de vuelta? —Entonces el moreno le pregunta y eso hace que un nudo cierre su garganta, Eiji no entiende nada de anorexia—. No quiero incomodarte. —Y aun así...
—¿Cómo sabes de la distorsión corporal?
—¿La qué? —El japonés luce genuinamente liado—. No sé nada, solo pensé que eres reticente a las personas que te tocan, por eso. —Y tampoco necesita ser un experto para tener esta consideración.
—Oh.
—¿Qué es la distorsión corporal? —Era predecible que lo curiosearía, Eiji tiende a ser atento si Aslan es el tema por tratar.
—¿Has escuchado lo que dicen de la anorexia? Cuándo un "delgado" se ve a sí mismo "gordo". —El omega asiente en silencio—. Esa es una manera de distorsión corporal, aun si es caricaturesca ayuda a entender que la distorsión corporal es experimentar el cuerpo de una forma totalmente distinta a lo que se supone que es, yo por ejemplo a veces me siento como... —Recuerda el ejercicio de Blanca enfrente del espejo y las pupilas le queman—. Como una plasta asquerosa de grasa.
—Ash.
—Está bien. —Ríe—. Se me pasa, no dura mucho la sensación. —Vivo con esa sensación, vivo con la sensación de que habito en un cuerpo que no es mío y lo odio, me doy asco.
—¿Puedo tocarte?
—¿Qué?
—A veces cuándo las personas nos ahogamos demasiado en nuestras cabezas es bueno que alguien de afuera nos ayude a ver las cosas diferentes. —Y es verdad y sin embargo, el ejercicio es demasiada exposición, ni siquiera puede tolerar sus propios toques, ¿cómo se las arreglará con los de Okumura?
—Puedes. —Da igual—. Puedes tocarme.
Eiji nunca le haría daño.
Eiji es seguro.
Eso es todo lo que importa.
El omega en ningún instante rompe el contacto visual, procura que Aslan se aprecie cómodo en todo momento antes de continuar, su mano se concibe tibia contra su cuello, hace cosquillas, no obstante se sienten al mismo tiempo como fuego, sí, son chispas sobre su piel que se deslizan hacia su hombro y bordean sus clavículas y Aslan ya no puede apagarlo más, se siente agradable, placentero, inclusive termina ronroneando por sus toques y quedando a su merced. Permite que lo acaricie encima de su pecho, que repase su cintura, el hueso de su cadera, su abdomen, aunque siente a su distorsión lista para saltarle encima cuando lo toca en el vientre para decirle que es una basura asquerosa, grasienta y fofa, nada de eso escala. No puede escalar. No con esos ojos cafés mirándolo casi como si estuviera enamorado del alfa.
—Eres precioso. —Entonces le dice y eso debería activar sus defensas—. Cada centímetro de ti, Ash.
—No es verdad. —Ríe.
—Lo es. —Pero el terco lo acuna de las mejillas y lo toca con tanta ternura que quiere llorar, porque carajo, lleva tanto tiempo apegado a la anorexia que hace mucho no sentía a su cuerpo como valioso o al menos, algo digno de cuidar—. Eres precioso, Aslan.
—Tienes un concepto de belleza un poco distorsionado entonces.
—Creo que la belleza es subjetiva. —El japonés le sonríe. Amoroso. Incondicional. Acogedor—. Ash...
—¿Sí?
—Tu belleza nunca me asustó. —Pero—. Ni una sola vez.
—Quiero besarte. —Entonces solo lo dice, mostrándole la última de sus espinas para que la examine y es aterrador quedarse sin más defensas que alzar, no tiene nada más que ocultar, supone que aun si dicha falta de secretos debería darle miedo también es entrañable e íntima—. Muero por besarte.
—¿Querías besarme en la fiesta? —Su voz escapa temblorosa y ansiosa, casi como si Eiji también se estuviera muriendo por besarlo.
—Más que nada, quería seguirte besando mucho y te habría besado toda la noche si hubiera podido.
—Yo también. —De pronto ríe rojo y nervioso—. Realmente te quería besar.
—¿Entonces puedo? —Aslan desliza sus dedos debajo del mentón del omega.
—Por favor. —Suplica—. Bésame, Aslan.
—Eiji...
—Dame un primer beso real.
Sus labios se estampan.
Aunque el japonés suelta un jadeo de sorpresa no tarda en enredar sus brazos alrededor de su cuello para sucumbir a tan exquisito toque, las palmas de Ash se han estrechado alrededor de esa torneada cintura mientras su lengua se desliza ante la boca de Eiji, el estímulo es dulce, caliente, efervescente, chispeante y más sensaciones que ni siquiera sabía que podían existir. Adictivo. Sí besar a Eiji es muy adictivo, le gusta la manera en que el omega se derrite como caramelo alrededor de su lengua, cómo afloja la mandíbula y lo recibe gustoso, cómo tira levemente de su cabello y lo degusta con urgencia.
Suave. Empalagoso. Mojado.
Solo un chico besando a otro chico.
Ash besando a Eiji.
Y hay labios cálidos ante labios cálidos, cuerpos húmedos y semidesnudos presionándose con dureza sobre un manto de hierba, hay jadeos ansiosos e inexpertos pereciendo en la boca ajena y cada fibra le hierve igual que un volcán en erupción mientras sucumbe por la sinfonía de sabores que este beso le ofrece, es tierno y lento y dicha ternura se calienta rápidamente in crescendo, Ash entierra palmas en su cabello oscuro maravillándose por el sinfín de sensaciones mientras fantasea en quedarse aquí para siempre y poder guardar la caricia a fuego lento en su memoria. Lo besa. Lo besa. Lo besa. Besa y besa a Eiji hasta que ya no puede sentir la boca.
Cuando retrocede para tomar aire, Eiji lo estrecha con urgencia y el alfa decide que tomar aire nunca más valdrá la pena a menos que sea uno que Eiji exhale así que lo satisface y lo besa con más pasión, usa su lengua, sus labios, sus dientes y recibe un temblor adorable en respuesta, sin romper su toque el alfa admira sus labios rojos e hinchados por los jadeos entrecortados que arroja, mierda, Ash yace absolutamente deslumbrado por el regusto intangiblemente adictivo que es Eiji. Sin duda ese beso...
Ese beso lo convierte en un desastre andante.
—¿Eso estuvo bien? —La interrogante del japonés es tan adorable que Aslan solo puede tomarlo de las mejillas para besarlo un poco más. Lo besa. Lo besa. Lo besa.
—Estuvo increíble. —Diablos, no lo puede dejar de besar—. Tengo un problema.
—¿Cuál es? ¿Qué ocurre, Ash?
—Creo que soy adicto a esto. —Eiji ríe y hay fuego quemándolo debajo de la piel cuando lo hace, el rostro de su compañero está de un rojo brillante, su cabello se ha desordenado y el amanecer ya los está besando—. Creo que estoy muy enamorado.
—¿Estás enamorado? —Hay un pinchazo de sorpresa e ilusión en la voz de Eiji—. ¿Estás enamorado de mí?
—¿Acaso lo dudabas?
—Bueno, eres reticente con el tema.
—Estoy perdida, absoluta y estúpidamente enamorado de ti, Eiji Okumura. —Entonces no le queda nada más que esconder, debe admitirlo—. Ya no pretendo correr más de esto ni quiero huir más de ti. —Sus manos se entrelazan sobre la hierba todavía fresca.
—Yo tampoco. —Eiji lo sostiene con fuerza como solo Eiji sabe hacerlo—. Tampoco fingiré que esto no está pasando ni es importante, es importante.
—¿Por qué?
—Ya que estoy perdida, absoluta y estúpidamente enamorado de la versión más chillona de Holden, menos brillante de Edward y más emo que Charlie Springs.
—Esa fue la peor confesión del mundo. —Ambos ríen y se besan y ríen y se besan un poco más.
—Tal vez pero me sigues besando.
—Punto. —Y efectivamente no lo deja de manosear solo por esa pequeña burla—. Shorter me habló de mi propio enamoramiento mucho antes de que esto pasara, creo que se la debo.
—Supongo que hemos sido un poco obvios. —Ríen.
—Bueno, si los chicos de la pandilla se dieron cuenta, supongo que sí. —Ash acurruca a Eiji en contra de su pecho, apoya su mentón en este cabello de pluma de pájaro bebé y se permite soltarlo, cuando Griff le dijo que no existiría un tiempo perfecto tenía razón—. Eiji...
—¿Sí?
—Estoy listo para dar el siguiente paso. —El omega le sonríe y es acá cuando Ash comprende que lo adora, no solo lo ama.
—Bien. —Y lo adora en el verdadero sentido de la palabra, en ese que lo convierte en este romántico empedernido que cree que puede vencer a la anorexia con su corazón sangrante y malherido—. Por fin podemos intentar darlo, también estoy listo.
«Su existencia no está para salvarte».
Ash entiende las posibles consecuencias de la anorexia y ha visto cómo la enfermedad se come a los seres amados además del paciente, por ende no debería tomar más de lo que le corresponde ya que solo les hará daño a ambos y aun así...
—Eres mi sol, Eiji Okumura.
—Y tú eres mi lluvia de medianoche.
Aslan ama a Eiji.
Y ya no puede dejarlo ir.
Así que va a clases flotando en la nube de azúcar y algodón tal como la que incitaba burlas para Max.
Francamente no logra prestar atención a nada (ni lo necesita realmente) es un genio con IQ superior, aun si la anorexia produce un deterioro cognitivo que supone es irreversible debe agradecer todavía no haber llegado a ese punto de gravedad en dónde el hambre haya desnutrido sus neuronas, es un alivio de cierta manera y debe enfocarse en terminar el día sin Eiji para poder ver a Eiji, todo tiempo lejos de Eiji es tiempo perdido.
—Oye, Lynx. —Las palabras de Wookie son como tos de perro seca pero flemosa, el aludido necesita usar toda su fuerza de voluntad para ignorarlo y seguir repasando el libro que tiene entre sus manos, es el que Blanca le recomendó de un autor parecido a Hemingway, dentro de poco acabará su receso y no quiere tener que lidiar con matones de cuarta—. Escuché que ahora eres líder de pandilla.
—¿Y eso en qué te incumbe? —Intenta mantenerse cortante y cortés, sin embargo, el beta le esboza una sonrisa de hiena hambrienta que le pone los pelos de punta.
—Deberías aliarte con nuestra pandilla en lugar de los chinos.
—Ni de joda.
—¿Eh? Al parecer te has vuelto más grosero, es una pena, pensé que eras de los nuestros dados tus instintos de alfa.
—Ustedes no son alfas.
—Todavía. —Musita y el comentario es tan disonante que prefiere ignorarlo para continuar con esta lectura, no obstante, el beta interpreta aquella indiferencia como una invitación para charlar—. Hay una marca en tu nuca. —Entonces dice sorprendido, como si recién notara aquella brillante mordida que Eiji le dejó para calmar su celo.
—La hay.
—Deberías tener cuidado, Eiji es el omega del jefe. —Cierra el libro de golpe.
—Eiji no es el omega de nadie. —Gruñe mostrando sus colmillos, odia la facilidad con la que reactiva sus instintos la simple mención del moreno pero le es inevitable—. Qué Arthur haya tenido un crush y haya sido rechazado no es su puto problema.
—Lo rechazó solo por ser un beta, si hubiera sido un alfa lo habría aceptado y eso es discriminación.
—¿Discriminación? —Pone los ojos en blanco—. Realmente no se cansan de hablar idioteces.
—¡Es la verdad! —Sabe que ha tocado una fibra sensible de Wookie cuando lo ve sacar una cuchilla de bolsillo y clavarla en su libro—. Los omegas se creen con el derecho de rechazarnos por la escasez de feromonas y eso es injusto, el jefe va a cambiar eso.
—¿De qué tonterías estás hablando? —Hay un mal presentimiento hundiéndose en sus entrañas, le está mordiendo desde adentro el corazón y duele, algo va a pasar, lo presiente, algo terrible—. ¡Solo suéltalo! ¡Habla! —Entonces lo amenaza estampándolo contra su mesa, todavía no hay nadie dentro del salón y se alegra, sus feromonas están esparcidas por doquier y apestan a cólera.
—¿Alguna vez has escuchado de la transcastidad?
—¿La qué? —Entonces Wookie esboza una sonrisa a lo menos macabra que lo hace tragar la cólera.
—La transcastidad. —Repite—. La posibilidad de cambiar de casta, de volver por ejemplo a un beta... un alfa.
No. No. No.
Eso no es posible.
—Son pocos quienes tienen acceso a esto y aun es experimental pero Arthur se halla en tratamiento desde hace varios meses y ya han empezado a despertar sus instintos de alfas.
—¿Qué mierda estás diciendo?
—¿Sabes cuál fue el primer instinto que despertó? —Ash suda—. Marcar a su omega.
—Eiji.
—Ya es muy tarde.
Ni siquiera toma sus libros, sale del salón con el pánico hecho una arcada en la garganta.
No tiene idea de a dónde dirigirse. Pero corre. Corre. Corre. Atraviesa el campus. Va al complejo con las canchas de deportes. Eiji tenía entrenamiento en la tarde, tiene sentido. Sus converses retumban contra su mandíbula. No escucha nada. Ni siquiera el sonido de su respiración. El sudor le hierve con la frente. Su corazón late lento. Eiji. Eiji. Eiji. No siente su respiración. Empuja. Corre. Reza. Acababan de aclarar sus sentimientos. Lo descuidó un puto segundo. Un maldito segundo. No puede... Wookie debió estarlo jodiendo. Para de golpe.
El aire apesta a terror.
Eiji.
El aire apesta a Eiji entremezclado con miedo.
—Debiste aceptarme cuando te lo pedí, no quería que las cosas fueran así. —La voz de Arthur genera arcadas de rabia en su boca—. No me mires así, me rompes el corazón.
Abre la puerta.
Su corazón se hace mierda.
Lo que encuentra es a Arthur sentado en una de las colchonetas sosteniendo la cabeza de Eiji encima de su regazo mientras le acaricia una y otra vez los cabellos, apartando el flequillo atrás de sus orejas y dándole palabras de consuelo baratas. Sus ojitos cafés, esos ojitos que lo miraron con tanta ternura y calidez se encuentran... vacíos.
Eiji se ve absolutamente roto mientras Arthur lo mima, luce completamente ido, hay varias lágrimas atiborradas cerca de sus pupilas, la boca le tiembla e intenta acurrucarse sobre sí mismo, haciéndose tan pequeño que podría desaparecer bajo los toques de Arthur y está temblando y llorando tan duro que Ash escucha el castañeo de sus dientes más que a su propio corazón.
—Fue tu culpa por rechazarme. —Entonces le repite—. Tú me hiciste esparcir rumores de que eras un omega usado para que ningún otro alfa te quisiera y tú me hiciste morderte ahora.
Eiji llora.
—Tú me provocaste.
—¡Arthur!
Ni siquiera entiende lo que pasa, solo sabe que está encima de Arthur estampándole un puñetazo y otro y otro contra la cara, hay una furia explosiva que no puede controlar más, lastimó a Eiji, Ash no va a perdonarlo jamás, no perdonará a nadie que le haga daño, lo matará, lo va a matar, ¡lo matará!
—Deberías ir a desinfectarlo, es peligroso dejarlo así. —Pero sin importar qué tanto lo golpee no se borra la sonrisa estúpida en el rostro de Arthur.
—¿Desinfectarlo? —Entonces palidece y se da vueltas.
—Sí, ya sabes. —Arthur escupe sangre—. Por la marca que acabo de hacerle como su alfa.
Estos capítulos se vienen potentes, se los dijo, pero de acá al 20 de diciembre nos vamos con todo. Ya mañanita nos vamos a quedar más en lo que pasó con Eiji al final del fic, pero sí, ese tema también vendra para largo.
See ya~
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