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15. Nuestra primera pelea.

Hi~ Bien tarde se sube hoy pero acá todavía no son las doce así que en teoría estamos dentro del plazo aún, su servidora tuvo fiebre en la mañanita y no fue a trabajar por lo mismo, pero vamos, las personas que llevan acá un tiempo saben que es esperable que muera luego de un periodo de estres, me siento más feliz luego de haber dormido un montón y ¿qué mejor que subir uno de los capítulos más importantes para la trama? Chan, esto se viene potente.

Espero que les guste.

—Griff. —El nombrado detiene el movimiento de sus dedos sobre el notebook, a Ash le da risa poder ver el momento exacto en que su instinto de mamá gallina se enciende sobre lo demás, es lindo y a fin de cuentas, siempre le ha transmitido seguridad—. ¿Podemos tener esa clase de conversaciones?

—¿Qué clase de conversaciones? —El omega parpadea igual que un búho, sus palmas se encuentran acomodadas encima de la tapa del ordenador, sus pies se han tensado en el banquillo, está en medio de la cocina trabajando para una futura publicación, al alfa le da curiosidad cómo pese a la existencia de una oficina propia le siga gustando más escribir acá, supone que los viejos hábitos nunca mueren.

—La clase de conversaciones que tú odias. —Entonces suelta de golpe—. Las brutalmente honestas.

—Oye, yo no odio tus conversaciones brutalmente honestas. —Y le da una sonrisa comprensiva para cerrar el computador y prestarle toda su atención—. De hecho, me agradan.

—¿Si? Porque la semana pasada te enojaste cuando te dije que Max estaba fofo.

—¡Aslan! Solo subió un par de kilos, eso no es estar fofo.

—El viejo parece una foca rugosa intentando resbalarse en sus viejos pantalones de cuero, supéralo.

—En esta casa no existe el fat talk. —Lo regaña puesto que Blanca les explicó la importancia acerca de cortar dichas charlas despectivas, bla, bla, bla. Ugh, jura que tiene la voz del terapeuta resonando en su cabeza igual que un pájaro carpintero, qué molestia.

—Yo puedo burlarme de la comida porque soy anoréxico así como tú puedes hacer bromas sobre la guerra.

Touché. —Se lo permite—. ¿Y Max de qué puede bromear?

—¿Qué no es obvio? —Lo que es obvio es que Griff teme preguntar.

—No. —Aunque lo hace de todas maneras, es más tozudo de lo que aparenta—. ¿De qué?

—De la edad y la gordura.

—¡Aslan! No acomplejes a tu pobre padre adoptivo.

—¿Nunca se les ha ocurrido lo difícil que es explicar su relación? —Entonces el alfa gruñe y se desliza enfrente de su hermano, sin embargo, la mesa de la cocina lo remonta a esa noche bailando con Eiji y eso a su vez hace que le duela horrible el corazón pero se niega a pensarlo—. Digo, la mayoría cree que Max está casado con Jim, no contigo.

—No me des imágenes mentales grotescas. —Solloza presionándose el entrecejo, su camisa cae hasta sus codos al quedarle demasiado grande y a juzgar por el aroma apuesta que es de Max—. Papá sin duda se infartaría si supiera que estamos hablando de esto.

—Estoy muy seguro de que la homofobia internalizada del viejo es homosexualidad reprimida.

—¿Esta era la conversación sincera que te imaginabas? —Sonríe—. ¿Querías sacar a papá del closet?

—No es solo eso.

—¿Entonces? —De repente, Ash se siente demasiado pequeño y vulnerable en la gigantesca butaca.

—Eiji. —Finalmente pronuncia.

—Eiji.

—Sí. —Jadea—. Estoy enamorado de Eiji.

Y esa es la verdad que ha estado tratando desesperadamente de negar, está enamorado de Eiji y de absolutamente todo lo que pudiera traerle: de su terquedad, de su personalidad infantil, sus bromas sobre salchichas, el fuego que muestra cuando salta y cómo es valiente y tozudo e irracional y tiende a ser un poco loco al no querer dejar solo a los demás, pero también... frágil, Eiji es muy frágil porque es este libro abierto que cualquiera puede sacar y no todos saben apreciar cómo se debe, es delicado igual que un animalito cuando se trata del salto de pértiga y su sentimiento de inferioridad y le costó que dejara de llorar en silencio y le confiara sus lágrimas y le mostrara sus batallas sangrientas y feas (como se supone que deben ser) aun si hay cosas que Ash no puede entender, está dispuesto a amar todo de Eiji de todas maneras. Ja.

El bastardo lo domesticó.

Realmente lo hizo, fue su principito, su Nick Nelson, su día soleado y el girasol de sus rosas, Ash cayó de golpe en aquel amor y ni siquiera tuvo oportunidad pero diablos, es fuerte enamorarse anoréxico puesto que en un lugar dentro de él sabe que es irresponsable aceptarlo y que si genuinamente ama a Eiji debería protegerlo en lugar de exponerlo.

La anorexia se lo come todo.

Incluso si Eiji pudiera amar a un alfa tan roto cómo él. ¿Cuánto tiempo más seguirá antes de matarlo?

—Pero me he vuelto egoísta y dejarlo ir es algo que me está resultando doloroso. —Su tono tiembla en un torrente de constricción, ha estado demasiado tiempo conteniendo sus emociones y esa presa de hambre que los contenía finalmente se ha quebrado—. La última vez que se quedó fue la primera pelea que tuvimos como tal y me dolió.

—Pasó algo ¿verdad? —Griff ha apretado sus manos por encima de la mesa.

—¿Tan obvio es?

—No, pero no habías tenido un ataque de pánico desde la consulta con Blanca, por eso lo presentí.

—Ya veo.

—Aslan. —Entonces le ruega apretando aún más sus manos—. Puedes hablar conmigo. —Vislumbra que puede hacerlo y aun así, es difícil—. Habla conmigo, por favor.

—Lo dejé ir. —Musita, sus pupilas arden ante el mero recuerdo de sus ojos jodidamente cálidos tan dispuestos a amarlo y a entenderlo pero la anorexia no siempre es fácil de entender y cuándo es tan crónica como la de Aslan anticipas cierta clase de respuestas y usas tus cuatro espinas—. Sentía falso lo que estábamos pasando, me sentía como si siempre me estuviera ocultando y me asusté de poder mostrarle más, ya viste lo que me pasaba en la escuela, a la gente no le gusta lo complicado.

—Aslan. —El tono de su hermano es cariñoso e incondicional, se ha levantado de su silla quedando frente a frente con el alfa—. Ya no estás en la escuela.

—Lo sé. —Se encoge—. Pero cuándo recibes un solo tipo de respuesta durante toda la vida aprendes un poco a esperarla ¿verdad?

—Cariño.

Griffin no dice más, se limita a abrazarlo con fuerza y esa ha sido otra cosa jodida que han enfrentado en terapia: no siempre sabrán qué decir para sanar y está bien, Ash no espera que su hermano añada nada en realidad, solo quiere estrecharse contra su pecho igual que un pollito y acurrucarse en dicha calidez sangrante porque en estos momentos, aun si se siente pesado por la angustia distorsionando como concreto su cuerpo, se siente frágil y tan frágil que de repente, no hay piso, existencia, mundo, universo ni nada que se pueda sostener.

—Todo estará bien, Aslan. —Le promete—. Estamos acá para ti.

Y eso es suficiente.

Eso es más que suficiente.

Es gracioso, a pesar del esfuerzo sobrehumano que Griff y Max invertían luchando contra la anorexia Ash no podía evitar sentir que era una suerte de trámite, algo que hacían para lavarse una culpa que nació en Irak al dejar a un niño solo con un monstruo de papá, no obstante este último tiempo siente que es más...niño con ellos, menos comida, menos purga. No solo está reducido a la anorexia. Es esa persona que alguna vez se perdió, es el Aslan que Griff se esmeró en enterrar pero con quién lee los poemas antes de irse a dormir y discute libros y ven películas y tienen esa clase de charlas que solían tener en Cape Cod, cocinan chocolate caliente y se lo toman, ríe, pelean, lloran, se gritan, se arreglan y son hermanos de verdad. Claro que Max no se queda atrás siendo paternal, solo es chocante volver a ser considerado "Aslan" y no "anorexia" y despegarla.

¿Quién lo diría?

De verdad está avanzando.

Dicen que los pacientes con trastornos alimentarios viven encerrados en una jaula forjada gracias a la enfermedad y que mientras más pasa menos recuerdan cómo volar, bueno, finalmente siente que está saliendo de eso y ahora que piensa en la ironía, tal vez por eso Eiji lo flechó con tanta intensidad.

Te envidio, tú sí sabes cómo volar.

Y yo no.

—No quiero darle algo echado a perder como yo. —Porque a veces así se siente, como un trozo que se quedó demasiado tiempo guardado en el refrigerador hasta que se pudrió—. Le daría asco, nunca lo culparía por eso, yo me doy asco, he hecho cosas asquerosas.

—Aslan. —Entonces su hermano se ha arrodillado y lo está mirando con esa clase de mirada, es esa misma que le dio antes de irse a la guerra y la reminiscencia golpea como olas furiosas dentro de su estómago—. ¿Crees que Max sienta asco de mí por mi propia condición?

—¿Qué? No, sería un imbécil si lo hiciera. —Amenaza—. El hijo de puta hasta te marcó, lo mataré si dice algo así.

—Las personas a veces pasamos por cosas difíciles que no siempre son nuestra culpa y no podemos controlar del todo por mucho que queramos, tienes razón, hay cosas que nos superan y hacen de la vida un poco más mierda.

—Dijiste una grosería. —Sonríe—. Tú sí puedes.

—Yo sí puedo. —Se burla, acomodándole un mechón detrás de la oreja, siendo gentil y estando aún acá a pesar de todo—. No creo que nadie tenga derecho a juzgar las condiciones de los demás como si fueran alguna clase de elección ni tampoco a cuestionarlas, sé que papá ha sido bruto con el tema y todo Cape Cod en general. —¿Bruto? ¡Ja!

—Griff, dijeron que la anorexia no era real y solo quería llamar la atención. —Y aunque quiere reírse para añadirle ligereza y humor, tiembla—. Dijeron que era mentira.

—Ya que son unos ignorantes de mierda que no saben nada. —Eh, dos groserías, es un nuevo récord.

—No todas las personas entienden de anorexia, me ha tocado perder a muchos amigos de niño por eso mismo, es un monstruo que tengo encima todo el tiempo y debo luchar contra él 24/7, no salgo victorioso todo el tiempo, es fuerte, es más fuerte que yo y lo peor es que ya no sé vivir sin él, Blanca dice que es gracioso cómo puedo ser un adulto tan diligente para algunas cosas y apoyarlos pero no puedo hacer algo tan básico como alimentarme, cree que me quedé pegado en mi infancia y algunas veces... yo también lo creo.

—Aslan.

—Jim se enfadaba mucho sino comía ¿sabes? Al principio evitaba comer porque estaba preocupado, tú no volvías y odiaba comer con papá, siempre llegaba apestando a alcohol o decía cosas de anciano cachondo a Jennifer en la misma mesa, era asqueroso y te extrañaba, entonces no podía ni siquiera mirar el plato, no tenía apetito y papá se enojaba tanto.

—Cariño.

—Me pegaba muy feo, Griff. —Lo recuerda—. Me pegaba y me dolía.

—Lo sé. —La voz de su hermano sangra impotencia—. Sé que lo hacía, lo siento, lamento tanto que hayas tenido que pasar eso.

—Griff. —El más joven se hunde en los brazos de su hermano—. Me hacías falta, tenía mucho miedo, papá me daba mucho miedo.

—Perdón por irme. —Se derrumba—. Nunca más te dejaré con él.

—Lo recuerdo como si hubiera sido ayer, todavía acecha mi mente. —La anorexia ha construido ahí su nido:

Un plato lleno de comida con sabor a mierda. Aslan negándose a tocarla. Papá parándose de la mesa de un solo tirón. Jennifer rezando. Jim hundiendo sus hediondos dedos en el cuero cabelludo. Llanto. Gritos. Lágrimas. Dolía. Pero papá lo arrastraba de la cabeza por toda la cabaña. Lo azotaba. Le decía que debería sentirse afortunado de tener un plato. Qué era un maricón. Un débil. Pero Aslan todavía no comprendía el significado de esas palabras. Entonces papá se enojaba más. Le pegaba. Lo azotaba y Ash tenía miedo. Se encogía en una bola de terror. Y solo cuando su espalda estaba roja y lastimada como para que el mismo aire ardiera lo arrastraba de regreso a la mesa y lo forzaba a comer toda la porción por mucho asco que le diera, le metía y le metía comida a la fuerza, no importaba qué tanto vomitara, llorara, luchara o rogara, le metía puñados grotescos de plasta a la garganta entre arcadas.

Y cuando Griff volvió Ash estaba tan traumatizado que apenas podía comer, aunque los tca no tienen causa directa puesto que son un montón de factores precipitantes, predisponentes, sostenedores y gatillantes sabe que su relación con la comida se arruinó en Cape Cod.

Con los años solo empeoró y empeoró y luego mutó hasta ser... ¡taran! La anorexia atípica purgativa que todos conocemos y amamos.

Y acá está el niño que no pudo comerse la adultez y se la metieron a la fuerza.

—¿Me amas menos por tener estrés post traumático?

—¿Qué?

—¿Me amas menos por tener estrés post traumático? —Su hermano mayor repite impávido.

—¡No! ¡Nunca podría! Creo que eres valiente por sobrevivir todo eso Griff, sé que no ha sido sencillo priorizarte y más con mi condición, pero me pone muy contento verte mejorar, ¿qué clase de imbécil te amaría menos por eso?, ¿fue Max?, ¿quieres que vaya a golpear a Max?

—No, no fue Max. —Griff le revuelve el cabello, su toque es gentil y remueve telarañas de su infancia sin querer—. Solo estaba dándote un ejemplo.

—¿Un ejemplo?

—Sí, tú no me amas menos por estar enfermo, es lo mismo para ti.

—No es lo mismo. —Es rígido cognitivo, tal como todo cerebro desnutrido—. Esto es muy diferente.

—¿Por qué? —Pero a estas alturas, su hermano mayor sabe manejar sus bordes afilados inclusive si a veces igual termina lastimado—. ¿Qué nos hace tan diferentes?

—Que tú eres Griff. —Entonces le explica—. Yo soy yo. —Y el asco es casi tan desmesurado como el autodesprecio que lo atañe, es duro sentir el cuerpo ajeno, es duro pertenecerle a su anorexia, tener que vivir en su jaula y resignarse o: a matarse en tratamiento o morirse de verdad, no existe el medio en esta enfermedad—. Es diferente por eso, tú vales la pena.

Y yo no.

No lo valgo.

—¿Quién decide quién vale la pena? —Griffin finalmente se ha inclinado completamente en el suelo con una sonrisa calma y amable, sus manos lo sostienen por las mejillas, su voz es la canción de cuna que mamá le cantó—. Aslan te estoy diciendo esto porque veo lo importante que es Eiji para ti, estás sufriendo con esta distancia y no creo que les haga bien, vi lo especial que eres para ese chico incluso se quedó a dormir contigo porque estaba preocupado, habla con él y aclara las cosas.

—No. —Su corazón es una barrera—. No puedo.

—Por favor.

—No.

—Piénsalo al menos. —Su valor se mide en la balanza.

—No puedo, Griff. —Entonces repite—. Imagínate lo asqueroso que es...nuestro primer beso fue en una fiesta dónde acababa de purgar, me lavé los dientes, siempre lo hago pero imagínate lo grotesco que se sentirá cuando lo averigüe o cuándo sepa que todo lo que me cocinaba lo purgaba, me amas, eres mi hermano mayor y me amas y por eso tratas de entender pero Griff, de verdad la mayoría no está dispuesto a sacrificar tanto en algo tan simple como comer.

—Yo creo que Eiji podría. —Insiste porque es terco y tiene una obvia debilidad por el nipón—. Creo que Eiji parece valer la pena y no creo que él lo vea como un sacrificio, solo lo haría porque te quiere.

—Quiere mi fachada. —Corrige—. No me quiere a mí.

—No eres tan buen actor como crees. —Pero su hermano lo confronta firme y le alegra que no tema hacerlo, hubo un tiempo en que Griff hacía lo que fuera con tal de satisfacerlo y sin embargo, Blanca les habló de la importancia de los límites y a fin de cuentas, es lo mismo que con un paciente suicida: si se quiere matar se matará, no hay que sucumbir al chantaje—. Lo que me cuentas se escucha real.

—Tal vez.

—Aslan.

—¿Y sino lo entiende? —Y de repente, la máscara se ha quebrado entre sus manos mientras Griff lo sostiene.

—Max y yo no lo entendemos del todo, no creo que alguien te entienda completamente ya que eres tú quién ha pasado sus propias circunstancias, Max y yo estuvimos en la misma guerra y nos rompió de maneras diferentes.

—Lo sé. —Suspira, aferrándose a su hermano como si fuera un bote salvavidas—. ¿Y si me rechaza?

—Si Eiji te llega a rechazar solo por tu enfermedad no vale la pena. E independiente de lo que pueda pasar o no necesito que sepas que estoy muy orgulloso de ti, veo lo mucho que te esfuerzas, veo lo mucho que te cuesta y cómo sufres y cómo luchas todo el tiempo, lo veo.

—No siempre gano.

—Ni siempre tienes que ganar. —Griff es comprensivo, maternal—. Me basta saber con qué lo estás intentando para darme por victorioso.

—Griff.

—Te amo, Aslan. —Entonces le asegura con mucha seriedad—. No eres la anorexia, eres mucho más que eso, eres mi hermanito bebé y solo quiero que seas feliz, ¿puedes ayudarme a hacerte feliz?

—Puedo intentarlo, me cuesta, de verdad es duro, pero puedo intentarlo por ti.

—Y eso es más que suficiente.

Entonces se siente con el coraje suficiente para enfrentar a Eiji y le escribe, quiere hablar con él para arreglar las cosas, pero la voz de la anorexia es fuerte, intrusiva y violenta y de pronto la anorexia lo toma de la mano y está dentro de un supermercado, el pánico inunda sus entrañas, sabe que cuándo pisa un local comercial el riesgo a darse un atracón es inminente, está bien, no comprará, lleva varias semanas de abstinencia y tal como las drogas por fin cesa la adicción, sí, aunque no sabe cómo acabó acá supone que tiene que ver con la angustia predictiva de ver a Eiji, no obstante, estará a salvo sino toca alimentos prohibidos para llevar, además, no tiene dinero, no puede recaer, no ahora, Griff dijo que las cosas estarían bien, Ash es fuerte, puede hacerlo, ¡puede...!

—¿Débito o crédito?

—¿Qué? —Pero entonces está en la caja.

—¿Débito o crédito? —Y hay bolsas rebosantes de comida al costado.

—Efectivo. —La anorexia invita—. No queremos dejar pruebas del atracón ¿verdad?

Está bien, mientras Griff esté en casa puede inventar una excusa sobre la comida, Blanca les advirtió que el ciclo de atracón-purga es imposible de romper si se propician sus condiciones óptimas y Aslan no se puede quedar solo por lo mismo, pero al llegar al apartamento no hay nadie.

¡Oh, vamos!

—Come. —Le ordena—. Sientes eso, ¿cierto? —Y toca su vientre con ambas manos, tirando de Ash.

Ya sabes qué hacer.

Las personas normales no entienden lo duro que es sobrevivir a esto. No saben lo duro que es sentir hambre todo el tiempo a pasar a sentirse asquerosamente repleto. El descontrol. Autodesprecio. La impotencia que se siente al ver a los demás hacer algo tan cotidiano como...comer y no poder comer. Lo ajeno que se siente el cuerpo. Como un títere. Como una frágil bailarina de porcelana en una caja musical rota. Danzando y danzando al ritmo de la anorexia. Sin poderse conectar consigo mismo. Lo duro que es tener conciencia discontinua de enfermedad. La soledad. El odio. Su distorsión corporal. De pronto sentirse como una poza de grasa esparcida en el departamento y odiarlo todo: odiar a la anorexia, odiar a la cajera por venderle, al alimento por existir, a Eiji por amarlo y a Griff por cuidarlo, a Max por apoyarlo, a Shorter por ser su amigo, a Blanca por ayudarlo, a sí mismo, a su alma, a todos y a todo, odia mientras recuerda el plato de comida en Cape Cod.

—Come, maricón, la comida no es gratis, tienes suerte de que me quiera hacer cargo después de que tu hermano te abandonara.

No, él nunca me abandonaría.

—Lo hizo, nadie quiere a un niño mal portado y mañoso.

La comida es adictiva y sin embargo, este nivel de descontrol es propio de un trastornado, ni siquiera llega a su cuarto, Ash arranca los papeles de esos alimentos prohibidos y grasientos y azucarados en puñados, se los lleva a la boca, traga, traga y traga, se ahoga pero no puede detenerse, no lo saborea, no le gusta, está llorando mientras come y la distorsión corporal lo hace sentir tan inmenso que cree ser del tamaño de la casa, pero debe seguir comiendo para adormecer, es una droga, es una adicción y una enfermedad y una salvación.

La anorexia es su Dios, su amiga, su condena.

Duele, siempre duele, siente la comida penetrar en su garganta en trozos de pábulo mezclado, todo le da asco. Él se da asco.

Desagradable.

Todo se vuelve borroso, apenas puede respirar entre tanta comida y empieza a alternar entre purga y atracón para poder seguir comiendo porque de repente es un bucle vacío en dónde todo se aprecia mojado y pegajoso y grotesco. Jadea sin poder tomar aire, se mete más y más comida, es casi irónico, solía llorar cuando Jim hacía esto y ahora lo hace por voluntad, vaya, pero esto es grasiento, si cuenta las calorías va a terminar vomitándose por el excusado. Ja. Ja. Ja. ¡Qué risa! Es una máquina de purga que solo sirve para eso, está jodido, su ropa está manchada, sus manos, su cara, todo, todo Ash está sucio con comida y aun así, no puede detenerse, morirá asfixiado de comida.

¡Es lo más gracioso que ha escuchado en su vida!

—Ash. —Pero entonces...

—Eiji.

Se detiene.

¿Saben cuál es uno de los criterios necesarios para diagnosticar un atracón?

Vergüenza.

El atracón es un momento sumamente íntimo fuente de desprecio y de una vergüenza desmesurada y que Eiji esté parado con una expresión horrorizada mientras Ash tiene restos de comida en el suelo del apartamento, con la camiseta manchada, las manos empapadas de chocolate, queso, caramelos, azúcar y otras cosas, con el vómito entremezclado a la comida. Solo puede taparse la boca, abrazarse a sí mismo y volverse consciente de lo asqueroso que es y que ya no puede ocultarlo más.

—Griffin me dejó entrar, me lo encontré abajo luego de recibir tu mensaje.

—Ah.

—Ash. —Eiji se inclina y Aslan salta de golpe—. ¿Puedo llevarte al baño?

No responde, deja que Eiji lo guíe para asearlo y limpien juntos este desastre, el olor a vómito quema el aire y Ash... solo es difícil ser descubierto así. Por Eiji. Por quién menos quería... ay.

—¿Puedes respirar conmigo? —El nipón se sienta a la orilla de la cama con una expresión constipada y ni siquiera se atreve a tocarlo—. Todavía luces agitado.

—Creo que puedo.

Entonces intenta contar, pero cómo no logró purgar bien siente lo pesado del atracón hundirlo sobre las sábanas y de pronto, es una pelota gorda, no una persona. Uno. Dos. Tres.

—Eso, vas muy bien.

Cuatro. Cinco. Seis.

—Sigue mi respiración, Ash.

El nombrado trata de enfocarse en la cálida palma de Eiji encima de su pecho para regularizarse, sin embargo, comete el error de mirarlo y observar lo hermoso que es, la luz dorada empapa esa matita de pelo esponjada para darle un aspecto adorable, viste el suéter de Nori Nori, lo tiene arremangado porque probablemente tuvo que limpiar el vómito y es horrible ser descubierto siendo... tan animal y tan poco ser humano.

Siete. Ocho. Nueve.

—Exhala.

—Tengo anorexia desde hace muchos años. —Sus propias palabras lo estrangulan, no sabe por qué las ha dicho pero ¿acaso tiene sentido ocultarlo?—. He estado en muchos hospitales y tratamientos, mi familia está jodida por esa enfermedad, yo estoy jodido por esta enfermedad, a veces creo estar bien y estar mejorando pero cuando eso pasa me ataca, sin que me pueda dar cuenta estoy teniendo un atracón o haciendo ejercicio compulsivo y termino en una nueva hospitalización.

—Ash...

—Me estoy muriendo, Eiji. Esto me va a matar, sé, mi cuerpo ya está deteriorado, cuando me siento más asustado que de costumbre me pongo a esperar que me dé un derrame o un paro o lo que sea, la gente como yo no vive mucho, la gente como yo no puede ser amada, sería una carga, nunca más podrías tener una instancia social normal y no quiero que pases hiperreactivo a la comida como Max o Griff lo hacen, así que tengo que dejarte ir, no puedo hacerte lo mismo que les hice a ellos.

—Aslan. —Eiji hace todo lo posible para sonreírle en lugar de llorar, no sabe si es para reconfortarse a sí mismo o reconfortarlo a él, no obstante, sus labios tiemblan y sus ojos están vidriosos con todas esas lágrimas todavía no derramadas—. La has pasado muy mal ¿verdad?

—Me viste, viste lo que... —Se encoge en la cama, Eiji le puso una camiseta azul, esa misma que Ash le prestó cuando tuvieron su pijamada y de repente se siente indigno de su mera presencia—. Viste lo feo que este trastorno puede ser.

Y eso que fue un atracón "bonito".

—¿Tienes estómago para lidiar con esto? —¿Tienes estómago para lidiar conmigo?

—No lo entiendo del todo. —Entonces el moreno empieza jugueteando con los bordes de la manta, bajando su mirada y frunciendo el ceño como si tratara de pescar las palabras correctas—. No sé lo suficiente de este tema para entenderlo bien, pero sí notaba que te costaba comer.

—¿Cómo?

—Porque soy ingenuo, no tonto. —Lo regaña y es adorable que lo haga—. Además, soy deportista, siempre ando pendiente de la alimentación.

—Ah.

—¿Puedo preguntarte una última cosa? Pero por favor sé sincero, no me des una respuesta tan Ash.

—¿Qué significa eso?

—Lo sabes. —Ambos ríen, más relajados, más cálidos, más cercanos—. ¿Realmente quieres que me vaya de tu vida?

—Mierda, no. —Su voz es una súplica quebrada—. Pero esta enfermedad se come a los demás y yo no quiero que te coma a ti.

—Eso no fue lo que te pregunté. —Eiji insiste con más audacia, inclinándose lo suficiente para tomar el rostro del alfa entre sus manos y arrojarle una mirada ardiente que le exige sinceridad—. ¿Aslan?

—Te amo. —Se le sale el pensamiento—. Te amo tanto, pero no puedo hacerme responsable de un noviazgo sino puedo ni siquiera hacerme responsable de mí mismo.

—No necesito un noviazgo. —Sus manos se entrelazan, sus miradas se funden, su corazón desborda emociones que si bien, no conoce, lo mantienen expectantes—. Solo te necesito a ti y es suficiente.

—Pero...

—Eres suficiente, Ash.

Diez. Diez. Diez. Diez. Diez. Diez. Diez. Diez. Diez. Diez.

Diez.

—Vales la pena para arriesgarte.

Y es así de simple, Eiji rompe su última barrera, Eiji ve lo maltrecho, enfermo y grave que está Aslan, pero no lo rechaza ni huye, Ash solo puede tomar todo lo que el omega esté dispuesto a darle, todos los detalles sucios, rotos, ínfimos, pesados y quebrados, Ash quiere todo de Eiji así como Eiji lo quiere todo de Ash.

—Puede que ahora mis palabras no signifiquen nada, pero recuerda esto. —La vulnerabilidad en los ojos de Eiji es tan pesada, transparente e incondicional que Ash solo puede quedarse al otro extremo de la cama, pasmado, igual que la primera vez que lo vio saltar—. Aunque el mundo entero esté en tu contra, yo siempre estaré a tu lado.

¿Por qué?

—Yo permaneceré a tu lado, claro, si no te molesta. —¿Por qué haces tan difícil dejarte ir? No puedo.

Ya no puedo dejarte ir.

Perdón.

—¿Eso quiere decir que tendré que seguir comiendo esos sándwiches asquerosos? —Dice divertido.

—Sí, así que alégrate. —La voz del omega se realza un tono más alto de lo habitual, es dulce y cálida, es Eiji, todo Eiji es así—. Los sándwiches de tofu son muy sanos, tu salud está a salvo conmigo. —Y no le cabe duda de que así será.

—Quédate a mi lado. —Entonces debe pedírselo—. No tiene que ser para siempre, aunque sea solo por ahora.

—Para siempre.

Algo que quiero aclarar es que existen dos tipos de atracones: objetivos y subjetivos, el primero es el que tuvo Aslan, es decir un montón de comida en un periodo de tiempo acotado, el segundo se relacionan más a los del inicio del fic, comer "poquito" pero que la persona lo sienta como mucho. Los atracones siempre son motivo de asco y verguenza propia, no es algo lindo para pasar ni algo que debería estar romantizado, suelen evocar mucho autodesprecio especialmente si vienen acompañados de purgas, so, eso vimos acá, es un momento muy vulnerable y Eiji lo atrapo con las manos en la masa. ¿Se viene intensa esta cosa? Hella yeah, pero era necesario que Eiji supiera por ambos lados, a Ash de verdad lo ayuda a desconfirmar las creencias de la anorexia y a Eiji le queda una sensación mucho más concreta de lo que estaba pasando, el desarrollo entre estos dos es muy sano y lindo por lo mismo, esperenme para hacerlos pareja o algo así porque pucha, igual es algo que Ash quiere preguntarle a Blanca como terapeuta y lo hace más adelante.

See ya~ Mañana se viene más suave.

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