10. Tradiciones.
Hi~ Un poquito tarde hoy para mi usual de actualización, acá se nota que entramos en un nuevo arco, empezamos potente con la externalización de la anorexia y recuerden, mientras más violenta aparezca es porque más incomoda está con la terapia, pero reforzarles que si la estamos externalizando es justamente porque no es voluntario y lo que hemos hablado todo el rato.
Thanks, espero que les guste.
Hay un nudo en la garganta de Aslan.
Un nudo horrible.
Ha intentado tragárselo o aplicar alguna de las habilidades que le educaron en terapia como respirar progresivamente o la relajación muscular, sin embargo, su cuerpo se ha convertido en un bloque de concreto tan sólido e inflexible que ni siquiera logra articular la tristeza en su cara. Okey, no importa, tiene otro plan de contingencia, es momento de usar alguna habilidad de distracción, el alfa ama los libros y en este consultorio hay varios que de hecho son de buen gusto (mucho de Hemingway) bien.
Se levanta, sus yemas se pasean por los pulcros estantes de madera hasta agarrar una de sus novelas preferidas «islas en el Golfo» habla de la soledad humana y cree que la ocasión le sienta de maravilla.
Se sienta a leer.
Abre la primera página.
Pero las letras se ven...extrañas, como si estuvieran escritas con tinta borrosa y de repente, la página se convierte en un arroyo turbulento cuyas palabras no alcanza a pesquisar y no puede leer nada ya que es un pedazo de mierda pringoso y trastornado que no puede hacer ni una puta cosa bien y por eso lleva tantas terapias, es una pelota-fofa-de-grasa-babosa que no tiene solución sin importar qué tantas sesiones de familia intente y está haciendo gastar todo el dinero a su hermano, ¡peor! Se está comiendo el dinero y luego lo está vomitando. Ja. Ja. Ja. ¡Qué risa! Empezará a tener atracones entre los papeles verdes del billete mejor, es lo mismo, no hace diferencia masticar y escupir directamente el efectivo a comprar y volcarlo hasta sus tripas. Dios, está tan enfermo.
Apuesto que Griffin odia estar acá, apuesto que Max está harto también, ¡sí!, deben estar planeando darle un ultimátum y ya los puede escuchar, en cualquier momento se van a acercar, lo tomarán del borde de la chaqueta, lo abofetearán y le dirán que si no funciona esta terapia lo botarán a la basura tal como lo hizo papá, aww, qué bonitos recuerdos con Jim.
—¡Come, maricón! No te pago la comida para que andes de mañoso.
Casi puede escuchar su dulce voz.
Sí, ¿cuántos años tenía? ¿Seis? ¿Siete? No recuerda, pero sí recuerda que luego de que Griff se fuera a Irak Jim empezó a usar la violencia.
Come. Come. Come. Come. Come. Come. Come. Come. Come. Come. Come. Come. Ya come, maricón.
—Te protegí de eso.
Alza el mentón.
—Te protegí, ahora buscas deshacerte de mí, pensé que éramos amigos pero me estás traicionando.
Su anorexia está molesta.
—¡Somos amigos! —Mierda, está psicótico, lo van a internar a una unidad de salud mental ¿por qué tiene que armarle show justo ahora? Sí, sabe que la anorexia no es alguien físicamente real, aun así, se siente muy real en estos momentos y de todas formas debe externalizarla como parte del proceso terapéutico así que acá estamos proyectando—. Pero tengo que dejarte ir.
—¿Dejarme ir? —Ríe con una sonrisa maliciosa, nadie en el consultorio está escuchando, la anorexia vive en su cabeza y es acá en dónde está conversando—. ¿Realmente crees que esto funcionará? Sé realista ¿a cuántos loqueros has visto intentando deshacerte de mí? ¿cuánto dinero malgastaron en ti?
—Cállate.
—Sigues igual. —Pero no se calla—. Si es que no sigues peor.
—¡Cállate! —Nunca se calla—. ¡Cierra la maldita boca!
—Yo te cuidé. —Declara incrustando sus garras en los hombros del alfa, presionándole un beso justo en la mejilla, es un ciclo de violencia del que no puede salir—. Tú eres quién me está comiendo a mí porque me amas, no puedes vivir sin mí, ya no sabes cómo.
—No, yo te odio. —No puede gritar, no tiene voz—. Me lo has quitado todo.
—Me necesitas.
—No.
—Me proteges porque en el fondo, sabes que estarás solo sin mí, me necesitas para que te recuerde lo asqueroso que eres, Ash.
—¡Cállate!
Aslan se encoge en el sillón de la consulta, escucha al libro caer en el piso y de pronto está de regreso en Cape Cod, Jim estampa una cachetada en su moflete, ha tirado el plato de comida contra la pared, tiene enrollados sus dedos en su cabello dorado y duele, le dice cosas, cosas feas, no puede escuchar nada, todo se estima lejano, irreal, doloroso, sucio, sofocante, grasiento, masivo, asqueroso, ¡ayuda!
—Aslan. —Una voz ronca lo está llamando, la conoce, la conoce y le entran unas ganas horribles de llorar aún más fuerte pero papá le pegará si lo hace—. ¡Aslan!
Lo siento. Lo siento. Lo siento.
No quería ser un niño malo.
—Aslan. —El nombrado repite esas palabras desesperadamente en su cabeza igual que una oración, pero Dios está muerto y sino está muerto no lo escucha y se hunde profundamente en su vómito ya que no tuvo estómago para soportar los castigos, papá puede ser muy cruel cuando lo ansía. Apesta. Es alcohol. Está borracho. Jennifer está gritando cosas. Griff. ¿Dónde está Griffy? Sálvame—. ¡Aslan!
—Perdón, perdón. —Jadea aunque las palabras salen estranguladas—. Me portaré bien, lo prometo.
Aslan.
Aslan.
Aslan.
—¡Chico! —Max, esa voz dolorosamente familiar que lo llama a la distancia es Max, no Jim, es...papá pero un papá de verdad—. Respira conmigo, intenta regularizar tu respiración. —Obedece, la palma que pone en su pecho lo ayuda para que sincronice el aliento con el del adulto, funciona y de a poco consigue reincorporarse a la realidad, al consultorio, al sofá, al libro en el piso, al nuevo tratamiento.
—Ten. —Griff le alcanza un vaso de agua, sus ojos azules están empañados de preocupación aunque logra mitigarla—. Te suelen dar ataques de pánico cuando inicias un nuevo tratamiento.
Claro que sí, la anorexia se engrifa cuándo se siente amenazada, tal como los gusanos en los muertos no tiene la intención de dejar el cadáver de Aslan hasta que esté totalmente podrido y sea inservible.
—¿Familia Callenreese? —La secretaria los llama antes de que estalle otra masacre mental—. Blanca ya está listo para recibirlos.
—¿Qué clase de nombre es ese para un terapeuta? Pensé que era hombre.
—Es un hombre.
—Pues tiene nombre de señora.
—Aslan. —Advierte.
—Apuesto que será un señor rarito y feo.
—Aslan, no seas grosero con el nuevo terapeuta. —Griff le advierte pero su tono no es firme ni duro, al contrario, es maternal y acogedor, solo por eso está decidido a darle una oportunidad a ese tipejo.
—Bien.
No funcionará, musita la anorexia abriéndole la puerta del consultorio.
Nunca te desharás de mí.
Pues "Blanca" solo posee el nombre de señora porque de manera totalmente contraintuitiva resulta ser un sujeto que mide dos metros de alto y debe usar al menos unas tres puertas de ancho que aun así logró enfundar en un traje de dos piezas, tiene pelo castaño y pulcro peinado para atrás que deja a la vista una mirada azulada y astuta y arrugas, muchas arrugas.
Ash lo odia apenas lo conoce.
Ha tratado con suficientes terapeutas para anticipar el tipo de intervenciones que hará, es frustrante que subestimen lo inteligente que es su enfermedad porque esos tratamientos no solo son costosos, escasos y demandantes, sino que además matan parte de la esperanza, claro, existe un contrato del inicio de la intervención que establece cierto nivel de compromiso y que además estipula que ambos lados (paciente o consultante) pueden cortar la relación, pero... le da rabia poner de su parte y tratar incluso si tiene escasa fe para que luego el equipo médico lo corte ya que "su caso es muy complejo".
Se siente como una broma y además, refuerza esa creencia rígida de que es intratable porque siendo realistas lleva como diez años en tratamiento y sigue igual de enfermo, si es que no peor como habló su anorexia.
—Pareces estar pensando otras cosas. —La voz de Blanca suena como un tenedor rascando un trozo de vidrio, una tos de perro, uñas en el pizarrón, los jadeos de Shorter en el gimnasio y cualquier otro sonido irritante que se le pueda ocurrir—. ¿Te estoy aburriendo con la introducción?
—No. —Me estoy muriendo de aburrimiento—. Solo estaba pensando en lo grande que es esa arruga en tu frente.
—¡Aslan! —Griff lo mira con el ceño tenso y un grácil rubor de vergüenza ajena—. Lo lamento, él no quiso faltarle el respeto.
—No lo hizo. —Blanca tira una risa malditamente irritante, vanidoso—. ¿Cuál de todas mis arrugas?
—Esa que se asemeja al gran cañón, justo arriba de tus patas de gallo.
—Oh, Dios. —Max solloza—. Adiós a mis ahorros.
—¿Esta?
—Sí, al lado del grano que se mira a punto de explotar.
—¿Eh? —Blanca sonríe divertido—. Pues deberíamos ponerle nombre, ¿qué te parece Hemingway? Vi que agarraste uno de sus libros de mi biblioteca personal.
—Ah. —Ay no, es un conocedor de libros, eso es trampa—. Podría ser.
—¿Te has leído las islas en el Golfo antes, Aslan? —El nombrado de repente se siente muy... pequeño con esa pregunta, como si le estuviera hablando un profesor y él fuera un niño.
—Habla de la soledad humana.
—Sí, lo hace. —Las palabras flotan dentro del consultorio en una brisa fantasma, acarician su cuerpo en un aleteo de mariposa y excavan entre las capas de espinas con las que se protegió, de pronto la rosa no tiene domo y no encuentra a su principito—. ¿Te has sentido solo últimamente?
—No. —Entonces responde bajito—. Por fin estoy haciendo amigos.
—Eso es bueno. —La voz de Blanca es disonante a su apariencia—. ¿Verdad?
—Es muy bueno. —Ash afirma con timidez. Dócil. Doméstico. Chiquito—. Y me siento... raro por eso.
—¿Por qué te sientes raro?
—Porque... —Piensa en esa vez que salió corriendo por la hamburguesa, en cómo vomitó en la fiesta y en los perritos calientes que no puede mantener en el estómago—. También quiero comer normal.
—Creo que podemos intentar hacer eso. —Blanca les extiende un papel.
—Varios profesionales me han dicho lo mismo.
—Pues lee el contrato y dime si estás dispuesto a hacer este trabajo, esto es lo que puedo ofrecerles.
—Pero...
—Porque si estás dispuesto a firmarlo e iniciar mi tratamiento, te prometo que verás varios cambios.
El contrato terapéutico que Blanca propone no solo le exige un compromiso de al menos un mes en una vigilancia extensiva en relación a las comidas, sino que además hay una pauta alimentaria rígida, muy rígida, en relación a los alimentos con tiempos señalados (tanto para la comida y la sobremesa), con sesiones familiares una vez a la semana, un registro alimentario y otras demandas que provocan que su anorexia se engrife, saqué garras y dientes y quiera exorcizar su contrato prendiéndole fuego encima.
—¿Qué te parece? —Griffin suena exasperado mientras termina de leer el contrato y parece a punto de romper en llanto—. ¿Te gusta?
—Es un tratamiento exigente. —Blanca les advierte rígido—. Para todos ustedes, no solo para Aslan.
—Estamos dispuestos a lo que sea por él. —Max ni siquiera duda, tiene uno de sus brazos alrededor de la cintura de Griff y el otro sobre los hombros de Ash—. El tiempo que tome y el precio que tenga.
—Vaya, esa es una buena motivación. —El terapeuta se inclina hacia el escritorio de madera—. Creo que la pregunta es si tú estás dispuesto a hacerlo, Aslan.
¿Lo está?
—¿Realmente quieres pasar por esto otra vez? —La sonrisa de su anorexia le hiela la sangre, el gesto es lo suficientemente cínico para retorcerle las tripas y obligarse a apretar con más fibra el contrato entre sus manos, odia lo saboteadora que resulta ser la enfermedad—. Ya sería como la octava, ¿no es desalentador que todos los terapeutas te dejen por ser un caso muy complejo? Debe ser patético.
Pero Griff luce tan desesperado.
—De todas maneras no va a funcionar, ¿para qué los haces gastar dinero de esa forma? Eres egoísta.
Max está apretándole la mano muy fuerte.
—Ríndete.
Quiere comer con Eiji algún día.
—Sí. —Una última vez, entonces se promete a sí mismo—. Estoy dispuesto a hacerlo todo, firmemos el contrato.
Esta es la última vez que lo intenta.
Y promete intentarlo de verdad.
—Fallarás de todas maneras. —Su anorexia rechista—. Pero buena suerte.
El registro alimentario es la primera tarea que debe satisfacer apenas dejan el consultorio y ya siente cómo la angustia se convierte en un remolino turbulento dentro de su estómago y la tarea ni siquiera es difícil, lo único que debe hacer es llenar un papel indicando la hora de sus comidas, todo alimento consumido, el contexto, las conductas purgativas o restrictivas posteriores (si es que nacen) y lo qué pasa consigo mismo a nivel emocional.
Sí, sabe que el ejercicio es para reforzar consciencia de enfermedad y bla, bla, bla, sin embargo, odia tener que llevar un registro de lo qué come y cómo se siente ¿hola? Comer lo angustia, es una pelota de angustia, es una masa de angustia desbordante que se deforma en la silla, por ende, de antemano sabe lo que debe esperar. Pero Dios, no logra negarse a intentarlo si Griff lo mira como un cachorrito pateado y Max... también lo intenta pero como es viejo y feo solo es espeluznante.
Cómo sea. Acaban entrando a un café para poner en práctica la pauta, es importante que Aslan esté en cada comida supervisado, no se puede levantar luego de una hora de la mesa pero tampoco debe demorarse demasiado en comer, los baños deben estar cerrados las dos horas siguientes para evitar cualquier conducta purgativa.
Ugh, ¿por qué se odia tanto para someterse a esto?
—Te dije que fallarías.
—¿Puedes mantener la boca cerrada al menos una comida? —Entonces le pregunta irritado bajando el menú hacia la mesa—. Estoy tratando de deshacerme de ti.
—Puedes intentar deshacerte de mí pero ¿realmente crees que Eiji te amará conociendo esto de ti?
—No quiero que me ame.
—Ajá.
—Me basta con ser su amigo. —Entonces la ve reír mientras escupe esa palabra.
—Amigo. —Espeta—. Yo soy el único amigo que te querrá.
Sí.
Definitivamente comer es la instancia más agradable del mundo, que ganas de pasar esto 5 veces al día todos los días por el resto de su vida. Yupi.
—Aslan. —Agradece de sobremanera que Griffin lea sus micro expresiones e identifique esa batalla interna—. Puedes empezar con algo pequeño, con lo que menos te angustie.
—Un café.
—Sí, un café está bien, el que tú quieras.
—No puedes ser tan flexible con él, cariño. —Max hace de policía malo—. Sé que buscas respetar la comodidad de Aslan, pero Blanca fue claro con que debe ser un sólido, no solo un café.
—No iba a pedir solo eso. —Mentira, iba a hacer justo eso—. De hecho, tengo antojo de unas donas.
—¡Ah! —Los ojos de Griff brillan con esperanza—. Solías comer de esas cuando eras niño. —Un niño gordo, mañoso y maricón como decía papá, estúpidos traumas de la infancia—. Creo que pediré eso mismo.
—Yo igual. —Max llama a la mesera—. Estoy orgulloso de que lo intentes, chico.
—Sí.
Ash sonríe.
Llega una dona y un café, aprecia la textura grasienta sudando hacia su mano mientras usa cada una de sus neuronas para no contar las calorías. No las cuentes. No las cuentes. Piensa en comida. No el número de calorías. No sirve contar las calorías. No puedes ir a vomitarlo. Tienes que comerlo todo. Prometiste intentarlo. Firmaste un contrato. No seas un paciente demasiado complejo. Abre los ojos luego de una extensa respiración, mira la dona con un glaseado navideño rojo y verde que pretende recrear un duende, mira la crema en forma de espiral arriba del café con salsa de frutas. Es solo café y donas, puede hacerlo, va a tragárselos.
Mocha cranberry blanco (venti) = 560 calorías.
Dona doble de chocolate = 404 calorías.
Joder.
Son 964 putas calorías en un solo plato.
964 calorías son como cinco kilos de golpe que irán directo a su estómago y después será tan masivo que Griff tendrá que alimentarlo por una sonda ya que no podrá mover su boca para masticar o para tragar las putas cosas de la pauta, mierda, ¿por qué accedió a esto? ¡Es obvio que es un caso perdido si ni siquiera puede tomar café! Pero no, la anorexia no está superada hasta que no tenga alimentos prohibidos o restringidos y Blanca puede metérselo por el culo y ahora solo está respirando violento, mucho más violento que en el consultorio, siente la bilis quemarle la garganta por el hedor a Navidad que desprende su plato. Asco. Asco. Asco.
—Solíamos hornear de estas cuando eras niño. —Cierto, Griffin está acá y le está apretando la mano, ve lo duro que es para Aslan darle un mordisco a algo tan simple como una dona y aun así... lo apoya.
Lo cuida.
Lo ama.
—No lo recuerdo bien. —Entonces Ash se obliga a salir de su cabeza y a sentir otras cosas de la dona además de la sensación grasienta del aceite bajo sus palmas, se concentra en las chispas, son ásperas y de colores, parecen dulces y de esa clase de cosas tan empalagosas que solo a Eiji podrían gustarle.
—Sí. —Griff sonríe con nostalgia—. Solíamos hornear donas en Navidad porque no teníamos dinero suficiente para armar una casa de jengibre como los demás niños.
—Cierto. —Lo recuerda de golpe—. Te hacía berrinche por eso.
—Hacías unos berrinches horribles. —Griff le sonríe apretando aún más su mano, Max también está apretándolo de los hombros, no es brusco ni se siente pesado, solo quiere hacerle saber que lo cuida aunque la amenaza sea algo que necesite para sobrevivir—. Una vez me obligaste a hornear galletas, querías hacer una casa a toda costa y fue un desastre.
—¡Ah! —Ash espeta—. Quemaste las galletas.
—Yo no queme nada, tú habías quedado a cargo del horno.
—Si eran tus galletas tú las quemaste.
—¿Y qué pasó entonces? —Max mira a Griff con una sonrisa risueña, lo mira de una forma especial, en palabras de Shorter, lo mira como si fuera su mundo entero, se alegra por ellos.
—La hicimos igual, con galletas quemadas y todo. —Bufa con falsa molestia—. Solo la cubrimos con mucho glaseado.
—El glaseado nos quedó rico, era esa mezcla azucarada que solo tú sabías hacer.
—Sí, Jennifer me dio la receta original pero yo la modifiqué.
—¿Eh? —Max extiende su otra mano hacia la del omega, sus anillos relumbran bajo las luces blancas del local, hay música navideña de fondo y la comida huele a Navidad (aunque no esté cerca)—. ¿Por qué a mí nunca me cocinas? Me siento ofendido.
—Podríamos intentarlo. —Sus manos aprietan con fuerza el vaso de cartón, el café se siente caliente y desbordante, la crema se ha empezado a derretir igual que un iceberg junto la salsa roja—. Incluso podríamos invitar a alguno de tus amigos a hacerlo.
—Eiji. —El nombre brota como un relámpago, le avergüenza ser tan evidente—. Quiero invitar a Eiji.
—Realmente te debe gustar mucho Eiji, ¿no? —El tono de Max es paternal. Dulce. Orgulloso. Suave.
—Sí, es mi amigo.
¿Realmente crees que Eiji te amará conociendo esto de ti?
Yo soy el único amigo que te querrá.
—Pero no creo que Eiji quiera eso. —Ash se encoge dentro de su camisa, sus manos se paralizan por el borde del vaso, la dona huele a canela y frutos—. Intenté hacer amigos cuando era niño, entiendo que les cueste creerme, pero realmente quería hacer amigos en la escuela, los niños no comprenden cómo a alguien le pueda costar comer, la mayoría piensa que se arregla solo comiendo y es algo que se va un poco más allá de mis manos ¿saben? A la gente no le gusta lidiar con eso.
—Aslan.
—A Eiji no le gustará lidiar con eso, nunca podremos tener una salida normal, ni ir a una fiesta o salir al cine o invitarlo a casa y comer como la gente normal come.
—Por ahora. —Entonces Griff le dice con firmeza—. No puedes hacer nada de eso por ahora, eso no significa que nunca podrás hacerlo.
—Llevo años intentando hacerlo, perdón si me siento un poco escéptico a mejorar.
—Entonces probemos. —Lo anima—. Invítalo a comer a la casa.
—¿Qué?
—Será siguiendo tu pauta alimentaria y todo, pero creo que es importante que Eiji sea partícipe.
—No.
—No tienes que contarle nada de lo que no quieras, Max y yo no le contaremos nada, pero sí parece que Eiji es importante para ti y que estás sufriendo y sacando conclusiones antes de darle la chance de elegir por él mismo, eso no es justo.
¿Y qué le dijo Ash a Eiji?
Si somos amigos es porque me gustas tal como eres, no porque seas perfecto.
—Está bien. —Entonces acepta, las calorías todavía corren en su cabeza, sus manos tiemblan contra el vaso del café, la dona se derrite por el calor—. Invitémoslo.
Se toma el café, se come la dona.
Cuando tiene que anotar la última columna en su pauta alimentaria, aun si no puede identificar bien sus emociones sí logra anotar una cosa:
Comer se siente como la mierda.
Pero una mierda que logré.
¿Razones por las que los tca no son bien tratados? Justamente por esto, un tratamiento correcto para el tca es agotador y malditamente caro, onda, requiere nutricionista para la pauta y el pesaje, psicologo para las terapias individuales (para revisar el registro alimentario) y sobre todo familiares (acá está el fuerte) psiquiatra para evaluar los transtornos cormobidos como el sueño, el animo e ideación suicida cuando hay y a veces incluso terapias de grupos. Esto por uno o dos años, la gente se muere de esto tambien porque no pueden pagar un estar mejor y son poquitas las personas especializadas, por eso Max y Griff dieron con tanto tratamiento fallido too. Dios, pero este es el correcto por fin y veremos harto de esto.
Ahora, el capítulo de mañana es malditamente lindo, lo amooooo mucho, así que estoy muy contenta por haber llegado hasta este punto en la trama, asajs see ya.
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