07. Polo Norte
Capítulo VII. Evento, convivencia, y dinero fácil.
Lunes 02 Diciembre, 2024.
📍Buenos Aires, Argentina.
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ivan_buhaje ha respondido a tu historia:
más tierno Pelusa
no ves boluda
le queda re fachero el disfraz,
debería ser Pelusa quien
haga de santa
| más tierno Pelusa
en la foto no parece que me
mordió todo el brazo mientras
intentaba ponerle el disfraz
de mierda
JAJAJSHAJAS
| JAJAJSHAJAS
de q te reis pelotud
de nad
ah sos gracioso
graduado en comedia
viste
hace 5 min.
che boluda en
dónde estás
y por qué no acá
para flaco, tantas ganas
tenes de verme?
y bueno
toy aburrido
no conozco a nadie y
hay un montón de gente
voy saliendo de mi casa
recién acabé de desayunar
aunque puede que llegue
medio tarde
recordá q no tengo auto yo
te paso a buscar entonces
noo tranqui
no era pregunta, voy
saliendo para allá
ah bueno
erw re rápido JAJAJJA
era*
pelotudw
pelotuds
PELOTUDA
te descansas solo Iván
tengo dislexia
visto.
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❛ Isabella's pov ❜
—Posta no pensé que ibas a venir tan rápido —comenté subiéndome a su auto.
—Necesitaba salir de ahí —admitió—. No me gustan los lugares con mucha gente.
—¿Y cómo hacés cuando vas de joda? —dije mientras abrochaba el cinturón de seguridad.
—Pero ahí estoy con mis amigos —señaló, obvio—. Victoria se fue con Abril y otro chabón para no sé dónde y me dejó ahí solo con un montón de gente que no conozco.
—Deben ser los de la fundación —suspiré, recostando mi cabeza en el asiento.
Habían pasado muchas cosas en los últimos días. Luego de visitar el departamento de Iván (el cual, por cierto, tiene unas vistas increíbles), Micha finalmente pudo mudarse a su nuevo hogar con su nuevo dueño, y yo, por primera vez, no me sentí triste por eso, ya que podía ir a verla cuando quisiera.
Bueno, al menos eso dijo él.
—¿Estás nervioso? —pregunté, mirando cómo sus manos se movían sobre el volante.
—Lo único que me tiene nervioso es el calor de mierda que voy a tener con ese traje —dijo sin apartar su vista de la carretera.
—Normal, a nadie le gusta el calor —me encogí de hombros, comprendiéndolo—. ¿Cómo está Micha?
—La hija de puta no me deja dormir —levanté una ceja—. Tiene todas las comodidades, pero quiere dormir en la cama conmigo.
—¿Por qué no cerrás la puerta de tu pieza? —dije con obviedad.
—Porque se pone a arañar la puerta y a maullar —reí—. Te juro que no puedo más.
—¿Qué te hacés? Vos la querías, ahora solo te queda tolerarlo.
—¡No puedo tolerarlo! —exclamó cuando nos detuvimos en un semáforo—. Aparte, cuando estoy en stream me muerde los cables, un día de estos me quedo sin mouse y sin auriculares.
—¿No le compraste juguetes?
—¡Le compré de todo y no usa nada! Parece que solo se divierte rompiéndome las pelotas... igual está bien, en pocos días me hizo sentir menos solo.
Sonreí con ternura. La convivencia entre Iván y Micha era muy, pero muy graciosa de ver. Ella lo molestaba inocentemente, y él no tenía la fuerza de voluntad para reclamarle o castigarla, como si no pudiera competir contra la ternura de la gatita.
—Me pasó lo mismo con Pelusa. Y mirá que vivo rodeada de gatos, pero no era lo mismo. Ahora puedo llegar a mi casa y saber que él está ahí, y que aunque no me entiende y seguramente le chupe todo un huevo, me hace sentir acompañada.
Iván giró su cabeza y me brindó una sonrisa fugaz.
—Sí, es lindo tener compañía... ¿pero sabés qué sería más lindo? Que tu compañía no te rompa las bolas mientras estás trabajando... Ah, se seguía quejando, ¿viste?
—No te podés quejar de Micha, amigo. Mirá que yo veo tus streams y he notado que desde que la presentaste en directo, tus viewers aumentaron considerablemente —levanté mi dedo índice, imitando al famoso meme.
—Yyy tenés razón, solo me ven por Micha —asintió, estando de acuerdo.
—Yo opino que ella debería stremear, en vez de vos, así no me dormiría mientras veo el directo —bromeé.
—A veces no sé si sos fan o hater —soltó una risita.
—Un poco de ambas.
Es increíble lo cómoda que me sentía en ese momento, y ni siquiera estábamos hablando de un tema tan interesante. Creo que eso nos definía. Encontrábamos cómo pasar un buen momento tan solo hablando de boludeces.
Nunca pensé encontrar a alguien tan parecido a mí en ese sentido, pero qué bueno que lo encontré a él.
—¿Te gustaría practicar un cachito cuando lleguemos? —sugerí—. Así entrás en más confianza.
—Bueno, dale, si vos querés.
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—¿Qué tan bien lo hago?
Vic hizo una mueca.
—Boludo, mejor volvé a la compu, porque como Papá Noel te re cagás de hambre —Abril soltó lo que seguramente Victoria pensaba.
—Bueee, ¿tan mal?
—Es joda, amigo. Sos el roleplayer del año —comenté con burla, él resopló y se cruzó de brazos—. Solo tenés que soltarte un poco más. Hacelo como si estuvieras en stream, no es tan complicado.
—Si vos decís —murmuró, encogiéndose de hombros.
—Eu, les quedan cinco minutos antes de arrancar —nos avisó Vic con una sonrisa burlona, dirigiéndose especialmente a Iván—. Los esperamos abajo.
Nos quedamos solos en su oficina, disfrutando por un momento más el aire acondicionado.
Iván se sentó en la silla de escritorio y comenzó a girar en ella.
—¿Por qué no me disfracé del Grinch? —preguntó—. ¿No creés que me queda mejor?
—Definitivamente te queda mejor, pero ¿sabés cuál es el problema? —Él levantó las cejas, expectante—. Que no sos verde, así que dejá de quejarte. Vos aceptaste hacer esto.
—Estoy acá porque ustedes me obligaron —corrigió.
—Claro que no. En realidad, estás acá porque sos muy fácil de convencer —respondí mientras tomaba el gorro de Papá Noel que tenía sobre mi regazo. Me acerqué a él y detuve la silla con una mano—. Sacate la gorra.
Él me miró con una mezcla entre divertido y enojado, pero obedeció. Le coloqué el gorro rojo sobre la cabeza, completando el disfraz que ya se había puesto con anterioridad.
—Che, ojo —dijo, luego de haberse levantado para mirarse en el espejo—. No me queda tan mal el disfraz.
—Yyy, está piola. Aunque te faltaría el pelo blanco, ser viejo y estar gordo. Pero bueno, detalles.
—¿Pero me veo fachero, o no?
Lo miré de arriba a abajo. Confirmando que el traje rojo no le quedaba para nada mal, aunque la tela gruesa no era la mejor opción para este clima.
—Sí, te ves bien.
—Pero a vos te falta algo —dijo, señalando mi cabeza—. ¿Y tu gorro?
Me acerqué al escritorio, donde había dejado mi gorro y me lo coloqué.
—¿Ahora sí?
Iván extendió las manos y lo acomodó un poco más.
—Ahora sí está bien —sonrió. Me miré en el espejo y asentí satisfecha. —Está re fachera la Señora Claus, qué onda —reí levemente.
—Che, Santa, ¿podés dejar de pelotudear y bajar? Los niños están esperando —Abril apareció asomándose por la puerta—. Después te seguís chamuyando a la Mamá Noel.
—Ahí vamos, Abi —respondí, rodando los ojos con diversión mientras comenzaba a caminar detrás de ella.
El lugar de los gatos ahora estaba decorado como si fuera el Polo Norte, taparon los ventanales y colocaron luces para una mejor ambientación, había un árbol de navidad, una "chimenea" y dos sillones en los cuales Iván y yo estaríamos sentados. Los niños se acomodarían en pequeños bancos frente a nosotros. Todo estaba diseñado sin afectar mucho el espacio de los gatos para que no se asusten y puedan andar libremente.
Nuestra tarea era simple, contarles historias, hacer juegos y dinámicas de las cuales ellos pudieran participar y al final les daríamos a cada uno un regalo.
Y mientras nosotros nos encargabamos de esto, afuera las personas iban y venían constantemente, ese día el café tenía descuentos y productos especiales por el evento, no estaba allá afuera pero parecía que todo estaba siendo muy rentable hasta el momento.
—¿No falta nadie más? —pregunté. Nadie respondió, así que asumí que ya estábamos completos.
Cada uno de los niños tenía una bola de navidad la cual podían personalizar con los materiales que les entregamos, luego las colocarían en el arbolito.
Mientras que los chicos se aseguraban de ayudar a los niños Iván y yo supervisábamos que los gatos no causaran problemas, aunque por ahora estaba todo bien.
—Micha tendría que estar presenciando esto —dijo Iván rompiendo el silencio.
—Si Micha estuviera acá, habría destruído el arbolito —afirmé, recordándo lo que me había costado decorar con ella dando vueltas y los desastres que había causado.
—Bueno, sí, tenés razón.
—Me hace falta...
—Isa, la viste hace dos días —me recordó.
—¿Y qué? Aún no me acostumbro a venir al trabajo y que ella no esté dando vueltas por ahí —me encogí de hombros—. Ella también debe estar extrañándome. Aunque parezca que no, sé que en el fondo me quiere más a mí que a vos.
—Si vos decís...
—Puedo probarlo. Detrás de todo el bullying que me hacía, me quería. Lo sé.
—Bueno, vení a mi casa y demostrame que mi gata te quiere más —sonrió desafiante.
—No lo digas tanto, eh. Un día de estos te caigo y me la robo —bromeé—. Pero en serio, quiero verla.
—Vení a mi casa —repitió—. Nos juntamos, me ayudás con unas cosas y de paso ves a la Micha.
—Claro, solo me querés para que labure para vos —respondí, mirándolo con desconfianza.
—Obvio —sonrió y le di un golpe juguetón en el hombro—. Es joda, Isa. No necesito que me ayudes con nada ahora, y tampoco necesito que me demuestres que mi gata te quiere más —explicó—. Solo son excusas para pasar más tiempo con vos —susurró lo último.
—¿Eh? —pregunté, confundida por lo que había dicho.
—Sí, me gusta estar con vos. Hablar, jugar, boludear. Sos re copada y me caés re piola —admitió—. Y, además, los mates te salen mejor que a mí.
—Wow... eso es... es...
Es algo que nadie nunca me había dicho.
Sentí mis mejillas enrojecerse por su confesión. Él pareció notarlo, ya que sonrió, haciendo que sus ojos se achinaran aún más, y yo tuve que mirar a otro lado incapaz de sostener el contacto visual por mas tiempo.
—Te ves muy tierna sonrojada.
—Cerrá el orto —balbuceé avergonzada y bajé el gorrito que tenía en mi cabeza hasta cubrir mis ojos.
—Dale, Isa... —poco después sentí su mano quitar el gorrito de mi cara y volver a colocarlo en su lugar.
—Déjame —lo aparté, jugando nerviosa con mis manos—. A mí también...
—¿A vos también qué? —levantó una ceja, invitandome a continuar.
—Que a mí también me gusta estar con vos —lo miré directamente—, Iván.
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Hora y media después de que comenzara el evento, ya nos encontrábamos repartiendo los regalos.
—Amy, Amy, Amy... ¡acá está! —dije sacando el paquete con su nombre—. La concha de mi madre —murmuré cuando volvió a caer dentro de la bolsa.
—Eh, esa boca —Iván alzó las cejas, mirándome con un gesto de reproche—. Recordá que la señora Claus no puede decir esas cosas, están los niños ahí.
—Me salí de mi papel por unos segundos, perdón —sonreí, y finalmente le entregué el regalo a la niña—. Feliz Navidad, Amy.
—Muchas gracias —dijo con emoción—. Oigan, ¿ustedes son esposos? —preguntó de manera inocente.
—Sí, obvio —se adelantó Iván, rodeando mi cintura con su brazo y pegándome a él.
—Sí, obvio —repetí con voz aguda cuando la pequeña se alejó. Él solo rió.
—¿Quién más falta?
—¡Yo! —dijo un niño acercándose—. Oye... ¿es verdad que sos Spreen?
—No, amigo, no soy Spreen, soy Santa —respondió Iván—. ¿Cómo te llamás?
—Benjamín.
—¿Te portaste bien este año, Benja? —pregunté mientras buscaba su regalo en la bolsa.
—¡Sí! Bueno... creo que sí.
—Mmm... parece que sí estás en la lista. Tomá tu regalo, y feliz Navidad.
—Fua, muchas gracias —sonrió—. ¿Me puedo tomar una foto con Spre... digo, con Santa?
—Seguro —asentí.
Les saqué la foto y, luego de una grupal, despedimos a los niños dando por termiando el evento y suspiré al volver a sentarme en el sillón.
—Que calor, wacho —Iván me copió quitándose el gorro de la cabeza cuando ya no quedaba ningun niño en la sala.
La puerta de vidrio volvió a abrirse y Victoria y Abril entraron con una sonrisa.
—¡Lo hicieron! —festejó Abril—. Ni tan mal, ¿eh?
—Isa carreó —asintió Iván, dándome todo el crédito—. Sin ella habría sido un desastre.
—No me pagan lo suficiente, loco —bromeé.
—Gracias por todo, posta —agregó Vic, acercándose para abrazarme—. Todo salió muy bien.
Nos quedamos hablando un rato más antes de que Iván y yo subiéramos a quitarnos los trajes.
—¿Ya te vas? —pregunté al verlo salir del baño, acomodándose la gorra.
—Sí, voy a comer algo y después prendo stream. ¿Por qué?
—No, por nada —negué con la cabeza.
—¿Vos tenés algo que hacer ahora? —insistió.
—No.
—Te invito a comer entonces —propuso.
—No hace falta que te molestes, Iván.
—No es molestia, Isa. Te estoy invitando porque quiero.
—Pero... —intenté negarme, pero me interrumpió.
—¿No querías ver a Micha?
—Eh, bueno, sí...
—Entonces listo. Si no querés ir por mí, aceptá por Micha. —Lo miré con los ojos entrecerrados—. Pero si no querés, está bien, no insisto.
Relamí mis labios y, sin poder evitarlo, una pequeña risa se escapó.
—Iré solo por Micha —aclaré, levantándome de la silla.
Sonrió victorioso y nos despedimos de los chicos antes de subir a su auto. Pasamos por un McDonald's y pedimos comida para llevar antes de dirigirnos a su departamento.
—¿Por qué tenés que vivir tan arriba? —pregunté recostando mi cabeza en el vidrio del ascensor.
—¿No te gustan los ascensores?
—No, y además tengo vértigo. Si vomito, será todo tu culpa.
—Sí, sí, dale.
Entramos y justo ahí estaba Micha. Apenas me vio, comenzó a maullar como si no me hubiera visto en años. Sonreí satisfecha, sabiendo que me había extrañado.
—¿Viste? Te dije que me quiere más —comenté con suficiencia mientras Micha se restregaba contra mis pies.
Iván dejó las bolsas sobre la mesa y Micha corrió a inspeccionarlas, metiendo su cabeza en una de ellas.
—Micha, salí de ahí —dije riendo y tirando suavemente de la bolsa—. ¿Que querés? ¿Una hamburguesa para vos también?
—Parece que se va a robar una —respondió Iván, sacando la comida antes de que la gata lograra hacer más desastres.
Nos sentamos en el sillón a comer mientras Micha intentaba, una y otra vez, subirse a la mesa.
—Micha, pará, loco. Es mía, vos ya tenés tu comida —Iván la bajó por quinta vez, pero ella simplemente maulló y volvió a intentarlo—. ¡Basta, loco! Sos re pesada —levantó un pedacito de lechuga que Micha había logrado arrancar de la hamburguesa.
—¿Y por qué no la llevas a la cocina? —dije entre risas mientras comía algunas papas fritas.
—Tenés razón. Escuchame una cosa, si seguís rompiéndome las pelotas te voy a encerrar —la amenazó, pero ella ni se molestó en mirarlo—. Eu, a vos te estoy hablando.
Finalmente, Iván terminó su comida de pie, con Micha dando vueltas a su alrededor. Yo no podía parar de reír al ver la poca fuerza de voluntad que tenía sobre ella.
Y cuando terminamos, la gatita se acomodó en el sillón como si fuera suyo, dejando claro que ella era la que mandaba en ese departamento. Iván se dejó caer a mi lado, agotado.
—Si me hubieran dicho que cuidar un gato era tan difícil me la habría pensado más antes de adoptar.
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Me desperté de golpe, con el cuerpo medio adormecido y el sonido de algo que se movía en el baño. Me quedé unos segundos mirando el techo, recordando dónde estaba. Ah, claro, el departamento de Iván.
Busqué en mis bolsillos mi teléfono para ver la hora. Diez y media de la noche. ¿Cuánto tiempo había dormido? Me estiré perezosamente y me levanté de la cama del pelinegro para ir al living.
Al llegar me encontré con una escena algo peculiar.
Era una chica bajita, de piel blanca, vestida con unas bermudas y una camiseta roja. Estaba agachada, junto a un... ¿qué mierda se supone que es esa cosa? ¿Un robot?
—Eh, ¿hola? —pregunté, aún con voz adormilada.
La chica levantó la cabeza y se levantó de inmediato, me brindó una sonrisa apenada y rascó la parte posterior de su cabeza.
—Hola... uhm... eso...
Ladeé mi cabeza viendo la cosa de metal detrás de ella.
—¿Qué se supone que es?
—¿Un perro? —contestó, pero no pareció estar muy segura de eso—. No sé, preguntale a Iván.
—¿Es de él? —ella asintió—. Claro, digo, quién más podría tener un robot con forma de "perro" —reí levemente—. ¿Cómo te llamás? Siento que te he visto antes.
—Angie, ¿vos?
—Isa —respondí—. No sabía que estabas acá... me quedé dormida y perdí la noción del tiempo.
—Llegué hace unas horitas, para limpiar el depto del boludo de allá —lo señaló con la cabeza.
Reí incrédula. No era la respuesta que esperaba. Iván estaba a unos metros de nosotras en pleno stream, riendo mientras jugaba algo que parecía un evento de Minecraft.
—Ahora estoy esperando a que me pague —finalizó—. ¿Y vos?
—Solo vine porque me invitó a comer... pero, puedo preguntar, ¿por qué estabas limpiando su departamento?
—Es una larga historia —suspiró, encaminándose hacia el set up del pelinegro, yo la seguí con cuidado, aunque asumí que ya me había visto lo suficiente en el stream.
Angie tocó el hombro de Iván, él la miró de reojo antes de mutear su llamada de Discord y girarse para verla.
—¿Terminaste? —preguntó.
—Sí. Limpié la cocina, el baño de invitados, el living, le cambié las piedras a la gata y le di de comer.
—Bien, bien.
Al lado del teclado, noté un sobre blanco. Lo levantó y, entre risas, se lo pasó a Angie.
—Ahí tenés.
—Gracias, amigo. Te quiero —dijo ella, tomando el sobre y guardándolo en el bolsillo de su bermuda. Luego se acercó a Iván y le dió un mini abrazo.
Angie se fue a la cocina mientras Iván seguía concentrado en el stream. Me acerqué a ella, aún procesandolo todo.
—¿Qué había en el sobre? —pregunté, aunque ya podía intuirlo.
—Plata. Le pedí que me ayudara con un pasaje a Madrid. Y él, como el buen amigo que es, aceptó ayudarme, así que acá estoy —respondió sin rodeos.
La miré fijamente, incapaz de contener la sorpresa.
—¿Y te dio la plata? ¿Así nomás?
—Sí, me dio dos mil dólares —respondió como si nada—. Ay, que lindo es tener amigos millonarios.
Me quedé en silencio, asimilando la información. Angie terminó de recoger sus cosas y se despidió. La vi salir del departamento mientras yo aún intentaba entender lo que ocurría. Me giré hacia él, todavía en su silla, concentrado en el juego. Decidí no interrumpirlo y me senté en el sillón, observándolo mientras terminaba el evento.
Cuando finalmente apagó todo, giró la silla hacia mí.
—¿Cuánto tiempo pasó? —pregunté.
—Unas cuantas horas... perdón, es que te vi dormida y no te quise despertar, y luego tenía que prender. Pero tranqui, no pasa nada.
—Gracias, supongo.
Lo miré, aún con la conversación con Angie en la cabeza.
—¿Por qué Angie necesitaba un pasaje a madrid? —pregunté casualmente.
—Ahh, ¿ya la conocés?
—Solo de nombre, aunque siento que la he visto antes, ¿es streamer también?
—Youtuber —corrigió—. Angie Velasco.
—Oh, entonces creo que si la había visto antes.
—De hecho, ahora está haciendo una serie en su canal. "Veinticuatro días para llegar al Polo Norte".
—¿Posta? Que loco.
—Cada día tiene que ir haciendo cosas para conseguir dinero para ir. Y bueno, hoy le pintó venir a mi casa... —se encogió de hombros.
—No puedo creer que la hayas puesto a limpiar todo tu departamento —reproché.
—No se los di gratis —aclaró—. Me pidió el pasaje a Madrid y le dije que no era un banco. Así que, si quería la plata, tenía que trabajar por ella.
Lo miré incrédula.
—Igual, le diste dos mil dólares así nomás. Eso me hace pensar tres cosas: o sos el mejor amigo del mundo, o sos estúpido, o te sobra la guita.
—Yyy... un poco de las tres —respondió, sonriendo de lado. No pude evitar reírme.
Seguimos charlando un rato más, hasta que miré la hora y me di cuenta de que ya era medianoche.
—Ya me tengo que ir. —Me levanté del sillón y busqué mi bolso.
—Te llevo a tu casa.
—No hace falta, Iván. Posta —levanté una mano, intentando detenerlo.
—¿Cómo que no hace falta? Son las doce de la noche, flaca. ¿Qué querés? ¿Que te caguen robando?
—Tenés razón. —suspiré resignada.
—Obvio que tengo razón. Dale, vamos.
Salimos del departamento y durante el camino a casa, no paró de hablar. Cuando Iván entraba en confianza siempre encontraba algo que decir, y yo sentía que podría escucharlo por horas.
Al llegar, me despedí de él y mientras entraba al edificio, no pude evitar sonreír. Me puse a pensar en que de alguna manera, era exactamente el tipo de persona que necesitaba en mi vida.
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