01. Cat-Café
Capítulo I. O tal vez es cuestión de tiempo.
Lunes 04 Noviembre, 2024.
📍Buenos Aires, Argentina.
❛ Isabella's pov ❜
El aroma a café recién hecho y el suave ronroneo de los gatos me recibieron al abrir la puerta del café.
El lugar era sin dudas el significado de la palabra acogedor. Con suelos de madera, ventanales que permitían la entrada de luz natural y paredes decoradas con cuadros de felinos rescatados que habían encontrado un hogar gracias a nosotros.
Había una sección especialmente diseñada para ellos, con cojines, estructuras para trepar y pequeñas camas distribuidas por toda el área. A diario, las personas venían no solo a disfrutar de un buen café, sino también a conocer a estos pequeños animales, con la posibilidad de llevarse a casa un nuevo amigo de cuatro patas.
Revisé el horario. Hoy me tocaba turno mixto, así que pasaría las primeras horas atendiendo a los clientes en la barra y luego supervisando el área de los gatos.
No era lo más emocionante del mundo, pero este trabajo me había salvado la vida, literalmente. Me ayudaba a pagar la universidad y, además, estar rodeada de gatos me recordaba que no todo en la vida era un desastre.
—¡Hola, Isa! —saludó Julia, una de mis compañeras de trabajo—. ¿Me podés ayudar con esto?
Reí al verla luchar por atrapar a un pequeño gatito gris. Entré con cuidado de que ninguno escapara, me agaché para atraparlo, y ella sonrió agradecida acercando su mano para darle la pastilla.
Lo encontramos hace una semana rondando cerca de aquí, estaba realmente mal, así que lo llevamos a un veterinario y nos dimos cuenta de que el pobre se había intoxicado con algo que comió.
—Ahí va —sonreí acariciando su cabecita y levanté la vista al escuchar un estornudo—. No deberías estar acá vos.
Julia era alérgica al pelaje de los gatos, por lo que su turno era fijo en la barra atendiendo y preparando los pedidos.
—Chris no vendrá porque está enfermo o algo así —explicó, pero fue interrumpida por otro estornudo—. Me ofrecí a cubrir su turno por el día de hoy.
—Yo tengo que atender ahora, pero cuando termine vendré a ayudarte. Sé que no podrás estar aquí mucho sin el riesgo de morir por tu alergia.
—Qué considerada, mi amiga.
—Y, un consejo —enarcó una ceja, esperando que hablara—. Sé que te gusta Chris, pero no podés seguir arriesgando tu salud solo porque él decide irse de joda un día antes del trabajo.
—¿A qué te referís?
—Juli, las dos sabemos que Chris no está enfermo —sus mejillas se sonrojaron y miró hacia otro lado mientras fruncía el ceño. Eso hacía cuando la atrapaban diciendo una mentira.
—Sí, sí, bueno, andá, hay que abrir ya.
Asentí mientras soltaba una risita y dejé al gatito en el suelo antes de levantarme y salir.
Después de dejar mi bolso en la parte trasera y colocarme el delantal y la gorra con el logo del café, comencé con mi rutina. Volteé el cartel que indicaba que el local ya estaba abierto y, mientras esperaba que alguien llegara, me tomé el trabajo de limpiar las mesas y organizar las sillas.
—Isa, no te olvidés de lo de Eli.
Eli era la primera clienta del día, sin falta. Todos los días venía al café a las ocho en punto de la mañana. Pedía un latte y medialunas, y luego de eso, iba al área de los gatos y jugaba con ellos.
Llevaba haciendo eso durante dos meses. Ella decía que aún no sabía a cuál adoptar y que estaba esperando el momento en el que pudiera conectar con uno de ellos.
No entendía qué quería decir con "conectar", pero me alegraba verla aquí todos los días. Siempre tenía algo interesante para contar y digamos que mi hobby favorito era hablar con desconocidos acerca de sus vidas.
No es ser chismosa, simplemente me gusta escucharlos; sus problemas, sus anécdotas, sus consejos. Yo tengo la facilidad de iniciar una conversación y ellos pueden sentirse cómodos hablando con alguien que probablemente solo verán una vez en su vida.
El lugar estaba ubicado estratégicamente en una zona muy concurrida, lo que causaba que los días fueran algo difíciles para nosotros y todos los días veíamos caras nuevas. Aunque claro, teníamos clientes como Eli que ya se habían acostumbrado al lugar y venían cada día sin falta.
—Un latte y medialunas recién salidas del horno para mi clienta favorita —sonreí, dejando el pedido en la barra antes de que pudiera emitir una palabra.
—Gracias, Isa —sonrió la de mayor edad.
—De nada, aunque yo ando re confiada preparando lo mismo. Y seguramente algún día vas a pedir algo diferente.
—No lo creo.
Luego se fue a una mesa para disfrutar de su comida. El resto de la mañana me la pasé atendiendo a los clientes. Algunos estaban un poco malhumorados, así que ni siquiera pensé en iniciar una conversación.
De igual manera, los justifico. Quiero decir ¿a quién le gustan los lunes?
Yo en particular los odiaba.
No por nada en especial, de hecho, los lunes serían un buen día si no tuviera que levantarme tan temprano.
—Isa, ¿me pasás el pedido para la mesa dos? —dijo Tomás, uno de los chicos de la cocina, asomándose por la ventanita.
—Ya va, Tomi.
⭐️
⭐️
A eso de las diez de la mañana, mientras servía un latte con espuma en forma de corazón —que me había costado una banda perfeccionar—, escuché un maullido familiar.
—La puta madre... ¿otra vez? —murmuré, mirando hacia la ventana.
Micha, la pequeña gatita negra que rescatamos hace un mes, había escapado de nuevo.
Terminé el pedido lo más rápido posible, luego me quité el delantal y salí a buscarla.
Micha tenía el talento especial de asustarme, aprovechaba cada mínima oportunidad para escaparse, y para mi mala suerte, era muy buena escondiéndose. Aunque sabía que nunca se alejaba tanto del café, entonces siempre la encontraría.
Salí a la calle, buscándola, y como dije, no tardé mucho en encontrarla.
Estaba a unos metros del café, en el suelo, completamente cómoda mientras un chico alto y de cabello negro la acariciaba con cuidado.
La imagen era tan curiosa que casi me reí. Él estaba agachado completamente concentrado en la gatita, como si nada más existiera.
—Ahí estás —dije aliviada mientras me acercaba.
Él levantó la mirada al escucharme. Sus ojos eran de un marrón cálido y profundos. Me sonrió, y por un segundo olvidé que estaba molesta con Micha.
—¿Es tuya? —preguntó, señalando a la gatita mientras esta se estiraba con total confianza.
—Del café, técnicamente —respondí, recogiendo a Micha en mis brazos—. Aunque parece que ella cree que es libre.
Él soltó una risa y se levantó, quitándose algo de polvo del pantalón. Miró hacia el lugar de donde yo había venido y luego a mí.
—¿Trabajás ahí?
—Sí, ¿vos? ¿Te perdiste o algo así? —me atreví a preguntar.
Él negó con la cabeza.
—Nah, de hecho, justo pasaba a tomarme un café —levanté una ceja—. Solo que había olvidado dónde quedaba el lugar y medio que me perdí de camino acá.
Lo observé por un momento. Sus mejillas y nariz estaban un poco rojas por el sol, su cabello se escapaba por los costados de su gorra en forma de rulos y vestía casi todo de negro. Era lindo.
—¿Bueno... vas a entrar? —le ofrecí—. Si es tu primera vez acá, te prometo que el café te va a gustar.
—¿Me lo vas a preparar vos? —levantó las cejas mientras una sonrisa divertida se asomaba.
—Puede ser —sonreí amablemente.
Luego de que aceptara, regresamos juntos al lugar. No había mucha gente, así que lo invité a sentarse en la barra mientras le pedía a Juli que regresara a Micha a su lugar.
Lavé mis manos muy bien y luego tomé mi pequeña libreta para tomar su pedido.
—Mhm... —pareció pensarlo por unos segundos—. Me gustaría un capuchino y unas medialunas —sonrió, pero sin mirarme a mí, sino a alguien por encima de mi hombro.
—¿El murciélago al fin salió de su cueva? —giré al escuchar la voz de Victoria detrás de mí—. Qué hijo de puta que sos, no te veía por acá desde la inauguración.
Victoria, con el cabello corto y levemente ondulado que le llegaba por encima de los hombros, ojos marrones, de tez blanca y alta. Era la dueña de todo este lugar.
La conocí de manera casual cuando me contrató para hacer unos posters publicitarios y de ahí nos hicimos amigas. Es solo un par de años mayor que yo. Luego de conocernos más, me ofreció un puesto que no dudé en tomar, y desde entonces he trabajado aquí.
Su forma de ser es única, es una gran persona y no mira el trabajo como una jefa a sus empleados, en cambio, gracias a ella todos lo que trabajamos aquí nos hemos convertido en una gran familia.
—Perdón por no haber venido antes, pero el Starbucks me queda más cerca de mi casa. Sabés que me da paja salir.
—Ñiñiñi —dijo de forma infantil y rodeó la barra para sentarse a su lado—. Isa, ¿podés traerme un café a mí también?
Asentí y de inmediato preparé los cafés para ambos mientras miraba de reojo su conversación. Hablaban como si se conocieran de toda la vida. Aunque técnicamente, así era.
Al terminar, les entregué a cada uno lo que pidieron y me agradecieron.
Los analicé a ambos por un rato, dándome cuenta de que eran un poco parecidos. Quizás eran familia o algo así.
—Quiero ir a ver a los gatitos —pidió después de haber terminado.
Victoria miró el reloj de su muñeca y luego a mí.
—Isa, cambia con Juli, ya la he oído estornudar toda la mañana —asentí quitándome el delantal—. Vé con Isa, te mostrará el área de los gatos.
—¿Y vos a dónde vas? —le preguntó cuando vio que se dirigía a la salida.
—Tengo una reunión en veinte minutos —explicó—. Vos no sos el único ocupado acá, hermanito.
Lo sabía.
—Que te vaya bien, Vic —me despedí de la pelinegra y luego salió.
Una vez que Juli estuviera en mi lugar, yo me fui con él al área de los gatos. Nos sentamos cerca de las estructuras y, mientras los gatos se movían perezosamente a nuestro alrededor, la conversación fluyó.
—¿Cómo te llamas? —me miró.
—Iván, ¿vos sos Isa, no? —asentí.
—Sí, Isabella.
—Es un lindo nombre —dijo él, acariciando a un gato gris—. ¿Y hace cuánto que trabajas acá?
—Hace unos meses ya, llevo mi tiempo aquí.
—¿Te gustan los gatos? —preguntó mientras me veía jugar con ellos.
—Es la razón por la que acepté este trabajo, honestamente —reí—. Aunque no tengo uno.
—A mí también me gustan los gatos —comentó—. Hace un par de años tuve una, pero murió. Y desde entonces no adopté otra.
—¿Por qué?
—Primero porque duele perderlos. Y segundo, porque sé que es una responsabilidad. No tendría tiempo para cuidarlo como se merece. Al menos, no ahora.
Le sonreí al ver cómo Micha volvía a treparle encima.
—Tal vez ella no opina lo mismo.
Él rió, acomodándose mejor para que la gatita pudiera dormirse en su regazo.
—Igual me he sentido un toque solo últimamente, entonces podría considerarlo...
—¿Trabajas mucho? —él dudó por un momento antes de asentir.
—Últimamente sí, muchas reuniones, muchas cosas que hacer... vos sabés.
—¿Y de qué trabajas? —me miró—. Si puedo saberlo. No quiero sonar entrometida, lo siento.
—Tranqui, no pasa nada —sonrió—. Soy streamer.
—¿Stripper? —repetí, creyendo que había escuchado mal.
—¡No, no! —negó de inmediato—. Streamer, o sea, transmito en vivo. Soy creador de contenido en internet, básicamente.
—Ohh, entiendo —reí levemente ante mi confusión—. ¿Y qué tal te va?
—Bastante bien, de hecho. Gano lo suficiente como para vivir cómodamente y no preocuparme mientras hago lo que me gusta.
—¿De verdad? Eso está increíble. Yo estudio en la tarde y trabajo aquí por las mañanas. Así pago mi universidad.
—¿Posta? —asentí—. ¿Y qué estudias? Si puedo saberlo.
—Diseño gráfico. Es algo que me gusta mucho y, aunque a mis padres no les agradaba la idea, terminé eligiéndolo —expliqué—. Además, es algo que me ha dado un par de trabajos extra fuera de aquí... en parte, así fue como conocí a Victoria. Me contrató para diseñar unos posters.
—Re piola... —dijo sorprendido cuando le mostré las cosas que había hecho y en las que estaba trabajando ahora—. Me re gusta tu estilo... —admitió viendo todavía la pantalla de mi celular—, yo justo andaba buscando una diseñadora.
—¿Ah, sí?
—Sí, es que tuve un par de problemas con el chabón que trabajaba para mí antes y bueno... —se encogió de hombros sin querer dar más detalles—. Capaz que le hablo a Vic para que me deje contratarte, si vos podés y querés, obviamente...
—¿Posta me decís? —lo miré sorprendida—. ¿Así, de la nada?
—Y bueno, ya vi que hacés cosas piolas y sos amiga de mi hermana, no veo razón para no confiar. Además, te pagaría muy bien —sonrió.
La oferta es tentadora, tengo que admitirlo.
—Tendría que verlo primero —le dije.
—No quiero sacarte mucho tiempo. Vos estudias y sé que es lo más importante en estos momentos. Por eso te dije, es solo si vos querés —repitió.
Un rato después, mientras seguíamos hablando de distintos temas, tomó en brazos a un gato de color naranja, con una patita vendada.
—¿Y este?
—Tom. Lo encontré el sábado saliendo de mi casa. Tenía la patita lastimada, pero ya está mejor —expliqué—. Tomás lo llamó así por su nombre, ya que, según él, se "parecen".
—Es re lindo. Hola, Tom.
Micha de inmediato saltó a su regazo otra vez, como si estuviera en contra de que Iván interactuara con otros gatos.
Sonreí ante la escena tan tierna.
Pero entonces su teléfono comenzó a sonar, interrumpiendo el momento.
—¿Hola? —contestó—. Uh... me re olvidé de eso —se levantó dejándo a los gatos en el suelo—. Bueno, dale, ya voy para allá.
—¿Ya te tenés que ir? —asintió.
—Sí, pero capaz me pase otra vez por acá —sonrió—. Nos vemos, Isa.
—Nos vemos, Iván.
Lo vi marcharse, con Micha observándolo desde la ventana como si también deseara que regresara.
Y aunque no lo sabía en ese momento, ese día cambiaría mucho más que mi percepción de los lunes.
el otro va a estar mejor ok?
lo prometo
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