i. Beautiful.
Lleva horas lloviendo. Hay un suave repiqueteo golpeando las ventanas. El aroma a té negro flota cerca suyo. Eso es lo último que Erwin recuerda antes de que todo se torne realmente confuso a su alrededor.
Odia admitirlo, pero cada vez es mas frecuente.
Al principio lo adjudicó a lo inevitable; la locura. El famoso síndrome del comandante.
Aquellos que no morían en batalla, lo hacían suicidándose en esa misma oficina, consumidos por la locura, la culpa y la desesperación.
Honestamente, él pensó que jamás llegaría un punto en su vida en el cual sentiría perder la cabeza. Tal vez sí de forma literal, pero jamás figurativa. Siempre se consideró un hombre de firmes convicciones, algo despiadado, bastante llamativo. Pero jamás loco.
Pero siempre hay una primera vez para todo, dicen.
Erwin siempre fue una persona llamativa, para bien o para mal.
Desde que era un niño, tenía a las señoras del pueblo apretando sus mejillas hasta ponerlas rojas. Le decían a su padre que era un encanto, una preciosidad de niño, que seguramente sería tan guapo al crecer, que tendría gran variedad de mujeres para escoger a la esposa perfecta. Desde sus primeros días de nacido, hasta el día de hoy, las personas insisten en que es un hombre afortunado con genes de oro.
Sí, Erwin está acostumbrado a llamar la atención. Siente ojos sobre su figura todo el tiempo, a cada hora del día, por el pasillo que sea.
Si bien cuando era niño se sentía cohibido, de adulto sabe lidiar naturalmente con ello.
No es como si se estuviera quejando, después de todo, es a su apariencia a la cual le debe los tantos contactos que tiene en la capital.
Desde hombres a mujeres, Erwin parece ser del agrado de la mayoría, lo cual siempre le otorga la ventaja, eso claro, agregando su trabajada labia y su increíble don de manipulación.
Y lo entiende; él sabe como se ve. Rubio, alto, ojos azules, espalda ancha, porte perfecto, sonrisa para cada ocasión, siempre se ve limpio, su cabello arreglado, su vestimenta a la altura de cada evento. Erwin incluso tiene más de un perfume, sabiendo cual usar para agradar a cada grupo de personas en particular cuando debe pelear por mantener a flote su trabajo y el de los demás.
No es como si disfrutara abiertamente la atención, siempre ha sido un hombre sencillo. Ha aprendido a aceptar, abrazar y entender su aspecto físico, a fingir que le agrada como los estereotipos fisicos de las personas mueven las piezas de tablero a su favor.
Y ha vivido bien con ello, al menos hasta hace cosa de dos años.
Porque hace aproximadamente dos años, cada vez que entra a un salón, a alguna reunión o hasta cuando simplemente está comiendo su almuerzo, Erwin se guarda el desconcierto para sí mismo, manteniendo el rostro de piedra. Se siente remover por dentro, algo perturbado, algo preocupado.
Desde que Levi se ha unido al cuerpo, todo lo que Erwin había aprendido sobre el aspecto físico, sobre la mirada ajena y la opinión pública, se ha visto desprovisto de completo sentido.
Desde la primera vez que le ha visto, Erwin no ha podido apartar sus ojos de él.
Desde que le vio volando bajo las luces sombrías del subterráneo, Levi ha sido un objeto de estudio para él. No por sus habilidades, no por ese talento inexplicable suyo. Es mas bien su rareza. Su belleza tan única e inconfundible.
Cada vez que le ve, pierde sentido. Todo pierde sentido. Erwin no es capaz de poner en palabras lo que ve, lo que siente cada vez que Levi respira o parpadea de esa forma tan perezosa y aburrida.
Pero, por sobre todas las cosas, él desconoce la razón por la cual la gente no se obsesiona como él al verle pasar.
Es decir, ¿la gente es tan ciega? ¿O Erwin simplemente ha sucumbido a la locura de la que tanto le han advertido?
Entiende que no puedan ver las mentiras escondidas detrás del gobierno real, entiende que no quieran escucharlos, que les den la espalda por el porcentaje de bajas ante cada expedición fallida. Pero no puede entender eso.
Levi es pequeño, muy pequeño para un hombre de su edad. Tiene el cabello más oscuro, la piel más pálida y las uñas más limpias que Erwin ha visto en su vida. Siempre se ve impecable, siempre huele bien, siempre viste elegante, inclusive con el uniforme que usan todos en la legión. A Levi le calza mejor que a nadie. Tiene una voz baja, profunda y una mirada que no deja lugar a replicas. Tiene un cuerpo lleno de preciosas cicatrices que lejos de volver turbio el paisaje, solo resalta cada pequeño músculo en el lugar correcto. Erwin solo puede saberlo porque le ha visto sin camiseta tres veces. Dos luego de un entrenamiento en sus primeros meses como soldado y uno en la enfermería, cuando pasó a buscar unas medicinas para su dolor de cabeza y Levi estaba siendo revisado para el chequeo médico anual.
Levi es hermoso. Levi es más hermoso que él, y así y todo, la gente elige su aburrida apariencia de principe azul antes que la agraciada y misteriosa figura que es Levi.
No lo entiende. Esta cansado de no entenderlo.
—¿Qué te pasa?—el murmullo hosco le saca de su ensimismamiento, aunque solo por un segundo. Llega a escuchar el lejano repiqueteo de la lluvia enardecida contra la ventana de su despacho, pero el sonido desaparece tan pronto como llega.
Vuelve a perderse lentamente en los ojos de Levi, como en cada maldita ocasión donde no hay trabajo, muertes o titanes para distraerse.
—Solo quiero mirarte—insiste, cautivado, confundido. Aún sosteniendo su pequeño rostro entre sus enormes manos, Erwin no lo comprende. Quiere hacerlo.
Levi es tan jodidamente hermoso. Debería sentirse aliviado de no tener que lidiar con celos producidos por la lascivia ajena, pero lejos de eso, Erwin se siente abrumado. Realmente confundido y hasta algo triste, pero no entiende la razón.
Tal vez se deba al simple hecho de que Levi ha vivido con eso toda su vida; la ignorancia ajena. Lo han juzgado, insultado, ignorado y hasta han escupido el piso por donde camina solo por venir de un lugar diferente. Por ser talentoso, por ser especial.
La gente está tan ciega, tan llena de odio, que distorsionan la imagen para no caer en lo que ellos creen que está mal. No pueden ver esas preciosas y varoniles facciones, ahora algo iracundas y nerviosas por su insistente escrutinio.
—Eres un pedazo de mierda espeluznante, ¿sabias eso?— sin embargo, allí están. Levi, que jamás se deja tocar por nadie, sostiene con inusual suavidad las manos de Erwin, las cuales a su vez, sostienen el rostro del hombre más fuerte de la humanidad.
—Lo sé—sonríe, acariciando con fascinación su piel, suave por naturaleza, pero algo rasposa por la sutil barba que aún no ha salido de sus mejillas. Se siente mareado por la vista, atontado por el aroma a té amargo flotando por el aire—. Pero eres tan hermoso, Levi.
No aparta los callosos pulgares de sus pómulos. No, adora ver por primera vez en su vida como esa piel pálida, casi traslúcida, muta a un color vivo, brillante, haciendo perfecto contraste con los pulgares bronceados que siguen fascinandose con su tacto.
Levi se ve aturdido. Erwin jamás le había dicho eso antes. De hecho, jamás le había tocado así antes. Ni el rostro ni ninguna parte del cuerpo. Sus pieles se están conociendo por primera vez y un hormigueo está en medio del tacto, intentando evitar que el calor los fusione como si hubiesen nacido para solo tocarse.
Erwin desearía saber que piensa. Solo con sus facciones sabe que no está disgustado, pero tampoco lo nota complacido. En sus ojos, puede notar un abismo temeroso, consternado. Confundido.
Tan confundido como ambos pueden estarlo.
—¿Qué está mal contigo?—murmura despacio, soplando cerca de su rostro, mas cerca que antes pese a que Erwin podía jurar que Levi se había echado hacia atrás segundos antes.
No sabe que responder. Erwin no tiene palabras, no mas de las que ya ha dicho. Levi es hermoso, le gusta mirarlo. Ama mirarlo, ama sostener su rostro, se derrite ante sus pestañas negras, sus ojos cansados, sus cejas finas y antipáticas, su nariz puntiaguda, sus labios apretados. Quiere pasar sus manos por su rostro, sostener sus manos heladas entre las suyas calientes. Quiere acercarle a su cuerpo hasta sentir que su aroma le ha quedado guardado en cada célula. Quiere oler su piel, tal vez saborearla. Peinar su cabello para averiguar si es tan suave como se ve. Quiere que Levi sienta lo mismo. Quiere besarlo.
Tal vez se ha vuelto loco de verdad. No sabe que le pasa.
—No lo sé— sonríe triste. Nuevamente, no sabe porqué lo hace—Tal vez solo estoy cansado.
—Eso es porque no duermes una mierda—Erwin se abstiene de decirle que a ese juego pueden jugar dos. Que sabe que Levi siquiera usa su cama, que no duerme más de dos horas por noche. Pero no lo hace. Levi lo sabe bien, no necesita que él se lo recuerde.
En cambio, acaricia sus pómulos con cuidado, en movimientos circulares, como si fuese Levi quien necesita consuelo en vez de él. Pasea sus ojos por cada rincón de su rostro, hasta rozar su nariz con la suya.
No lo planea realmente, pero no les toma por sorpresa la cercanía. Ninguno se aparta, Erwin se pregunta la razón.
—No ese tipo de cansancio. Solo... cansado— abrumado. Dolido. Angustiado.
—¿Y estar en esta posición incomoda de mierda te relaja?
Erwin muerde su sonrisa, pero la deja salir de todas formas. El vocabulario de Levi es todo un caso excepcional, tan insultante para la mayoría, tan refrescante para él. Tan real.
Levi es tan real, tan bonito, tan hermoso. Erwin descubre que lo adora.
—Algo así—murmura, sintiéndose cada vez mas consolado por su cercanía, pero con una creciente angustia donde supone debería estar su corazon—. Pero tal vez solo me haga sentir peor al fin y al cabo.
No quiere soltarlo. Allí, sosteniendo sus mejillas con firmeza, Erwin ha encontrado alivio a la desesperación que le embarga al tener que ver a Levi cada día y lidiar con todo lo que le provoca, sin poder gritar como un desquiciado ante la intensidad que evoca su simple presencia.
Al mismo tiempo, dentro suyo libra una batalla que no puede ganar. Y aunque no suele ser de los que se rinden, decide dar un paso atrás. Sabe que va a perder. Sabe que esta a punto de derrumbarse por razones que realmente no comprende.
Sin embargo, le basta con aflojar su agarre y alejarse unos centímetros para que levi le atraiga con inusual suavidad. Pegando sus frentes, ya no rozando sus narices, si no tocándolas. Levi ha enredados sus fríos dedos en su pulcro cabello dorado y masajea con obsesión los mismos puntos, una y otra vez, haciéndole cosquillas con la punta de sus pestañas.
Erwin está por preguntar. Quiere saber si Levi entiende, si le puede hacer entender. Pero se le adelanta, como siempre.
—También estoy cansado.
Erwin quiere llorar. Levi está temblando.
Afuera, la tormenta sigue golpeando la ventana. El té se ha enfriado, el cielo se ha oscurecido, pero los ojos de Erwin brillan tristes y fascinados, enamorados.
Lo entiende ahora. Se ha vuelto loco. Completamente loco.
Erwin lo ama. Lo ama tanto que siente que va a consumirse hasta desaparecer. Tanto que siente que vuelve a nacer, tanto que quiere correr, pero tambien quedarse allí para siempre.
Levi es tan hermoso que le cuesta creer que lo está tocando. Levi es tan vital, tan real, auténtico, talentoso. Tan suyo, tan propio. Acaricia la pálida mejillas con su nariz, respira sobre su piel, se traga las lágrimas. Las palabras se le atoran, el corazón no para de agitarse.
Se quedan asi por la eternidad, solo unos segundos, pero toda una vida.
El té está congelado. Las ventanas empañadas. Las velas consumidas.
Afuera ya no llueve.
Bueno, bienvenidas a un nuevo libro después de tanto tiempo. Aclaro que esta es mi primera vez escribiendo para este fandom y esta pareja en particular, así que espero estar haciéndolo bien🤗
Debajo dejo el fanart en el cual me inspiré para escribir esto:
Arte: COLUMBO
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