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☽ | EXTRA 01.

—Un poco más a la izquierda —dijo una voz que salía de una de las puertas abiertas del pasillo del tercer piso de la mansión.

Eché a caminar hacia allí, encontrándomela en el dormitorio que estábamos acomodando para Kovac. Había dejado todo lo relacionado con la decoración en manos de Galatea y Deirdre, creyendo que eso las ayudaría a ambas a pasar más tiempo juntas y a distraerse; era evidente que todo el asunto de la llegada del bebé a la mansión y la preparación anterior estaba logrando lo contrario a lo que yo buscaba.

Me quedé apoyado en la jamba de la puerta, contemplando en silencio cómo Galatea mascullaba para sí misma mientras Nelson y Randall sostenían entre ambos una pesada cómoda.

Al parecer habría cambios de última hora.

—No termina de convencerme —dije a su espalda, sobresaltándola.

Galatea se giró hacia mí con una expresión de enfado y los brazos en jarras. Detrás de ella, Nelson y Randall parecían tener ciertos problemas para mantener en el aire el mueble.

Le dediqué una amplia sonrisa.

—Estaba bromeando —aclaré y ella me sacó la lengua—. Sabes que no puedes usar a los miembros del aquelarre como montadores de muebles de IKEA...

Su rostro se transformó en una expresión angelical y se acercó a mí para rodearme el cuello con ambos brazos.

—Ellos se ofrecieron —respondió con un mohín.

Con un simple gesto por mi parte, Nelson y Randall dejaron en su sitio la cómoda y salieron huyendo de aquel dormitorio. Galatea los fulminó con la mirada mientras ambos vampiros se alejaban antes de que ella decidiera que los necesitaba para cualquier otra cosa sin sentido.

—Galatea, todo está bien así —le aseguré—. Kovac se encontrará como si fuera su propia casa.

Su rostro se ensombreció.

—He estado pensando... y no quiero que pierda contacto con su familia —me comunicó con un tono cargado de incertidumbre.

No quise forzarla a que siguiera hablando de los problemas internos de los Herz después de la batalla. Además, no sabía cómo consolarla: una parte de mí creía que los Herz tenían lo que se merecían; otra parte creía que estaban pagando los errores de Wolfgang, unos errores que ninguno de ellos había cometido.

—Kovac será bien recibido, Gala.

Ella desvió la mirada.

—Ya he hablado con Lyle sobre la venta de mi parte del aquelarre —confesó—. Quiero que ese dinero sea para Kovac.

Galatea se había quedado prendada de ese niño desde el mismo momento que lo tuvo entre sus brazos. También sabía lo que significaba Kovac para ella: era lo único que le quedaba de Jana y Galatea se había prometido a sí misma proteger y cuidar a ese niño en recuerdo a la memoria de su amiga.

La besé en la sien y traté de cambiar ligeramente el tema.

—¿Te has puesto en contacto ya con el matrimonio encargado de Kovac? —pregunté.

Galatea asintió.

—Tendremos que modificar sus mentes —contestó de manera reflexiva—. No quiero correr riesgos con el bebé, Derek: limitaremos el número de personas que sepan de su existencia; y esos humanos no entran en esa lista.

—Entonces no perdamos más tiempo: es hora de que Kovac conozca su nuevo hogar.

Galatea sonrió de manera ilusionada. No podíamos permitirnos dejar pasar más tiempo; además, sospechaba, que ella se encontraba como una niña el día anterior a Navidad.

Ninguno de nosotros teníamos idea de cómo enfrentarnos a aquella paternidad, pero Deirdre se había ofrecido voluntaria para ayudar a Galatea: ella, mientras fue humana, tuvo que ayudar a su madre con sus hermanos menores y tenía conocimientos suficientes para evitar que pudiéramos cometer algún error garrafal.

Después Galatea se puso de puntillas para besarme en los labios, con los ojos brillantes por la emoción.

* * *

Aparqué el vehículo cerca de una fila de casas idénticas. Galatea me había dictado la dirección que le había proporcionado Lyle donde vivía el matrimonio que se encontraba a cargo del bebé; sabía que el hermano de Galatea se había preocupado por su sobrino, pero que no había permitido que regresara a la mansión Herz por los posibles riesgos que corría debido a las circunstancias.

Tiberius no había sabido cómo conllevar la pérdida de su esposa y posteriormente la de su madre. Por no hablar de que debía hacer frente a los problemas de recuperar la estabilidad de su aquelarre después de la batalla que les había asolado.

No eran tiempos fáciles para él y no necesitaba ninguna distracción.

Miré la fachada que pertenecía a la casa que buscábamos. Galatea también tenía sus ojos clavados en ella y se frotaba las manos con nerviosismo; no habíamos podido acudir allí hasta que Lyle le había dado el beneplácito a su hermana, cediendo a las peticiones de Galatea.

—Estoy nerviosa —confesó.

Desvié la mirada hacia ella.

—¿Y si no somos capaces de hacerlo bien? —preguntó—. Un bebé es una gran responsabilidad y Jana... Jana pensó que yo lo haría bien cuando, lo cierto, es que mi contacto con los niños ha sido casi nulo...

—Gala —la llamé y ella me miró con los ojos cargados de interrogantes, temerosa de fallar—. Podemos hacerlo y lo haremos por Jana.

—Por Jana —repitió ella.

Salimos a la par del coche y nos dirigimos hacia nuestro destino.

Galatea se adelantó para llamar al timbre y buscó mi mano un instante después, intentando armarse de valor; se la estreché para infundirle ánimos, conteniendo el aliento mientras aguardábamos a que alguien abriera la puerta.

Una mujer de avanzada edad nos recibió con una mirada cargada de desconfianza. Seguramente Lyle se habría encargado de advertirle de los riesgos que correrían mientras estuvieran al cargo del niño.

Galatea se apresuró a sonreír.

—Hola, disculpe que hayamos aparecido así... Nos ha enviado Lyle Herz —le explicó.

Los ojos de la anciana se movieron entre Galatea y yo, dudando.

—Soy Galatea Herz —se presentó, temiendo que la mujer pudiera cerrarnos la puerta.

El estudio de la anciana se alargó unos instantes mientras deliberaba si creernos o no. A mi lado Galatea estaba a punto de echarse a temblar ante la posibilidad de que no accediera; Lyle se había encargado de crear un cerco alrededor de Kovac para asegurar su protección.

Los ojos de la mujer se clavaron en mi compañera.

—Él está dentro —nos dijo, haciéndose a un lado.

Galatea fue la primera en pasar, incapaz de ocultar su inquietud. La anciana nos guió por un pasillo hasta un cálido saloncito donde un hombre sostenía un bebé... un bebé que no correspondía en absoluto con la última imagen que tenía de Kovac; Galatea también tuvo la misma sensación que yo y frenó en seco, contemplando al bebé con una expresión desconcertada.

—Crece muy rápido —nos explicó la mujer, provocando que su marido se girara hacia nosotros con un brillo de desconfianza; ella alzó una mano—. Es la señorita Herz...

Aquello pareció relajar al hombre, que acomodó a Kovac entre sus brazos.

—Lleva una dieta mixta —continuó la explicación la anciana.

Galatea pestañeó.

—¿Dieta mixta? —repitió.

La mujer asintió.

—Su sistema necesita tanto comida como sangre humana.

Eso trajo a mi memoria recuerdos de cuando aún era humano... o casi humano, creando un pequeño vínculo entre nosotros dos; Kovac tendría que hacer frente a multitud de situaciones en el futuro debido a su condición híbrida, necesitaría tener a alguien a su lado para brindarle su apoyo y explicarle lo que sucedía.

Y esa persona podría sería yo.

Observé a Galatea mientras ella atendía atentamente a cada indicación que le daba la mujer; cuando llegó el momento de marcharnos, vi cómo intentaba controlar el ligero temblor de manos para coger al bebé.

Todos contuvimos la respiración en el momento que Kovac estuvo entre los brazos de Galatea.

Cuando ella y el bebé se miraron a los ojos supe que Galatea lo haría bien. Jamás lograría llenar el hueco de Jana, pero se esforzaría por estar a la altura; cuidaría y protegería a ese bebé con su propia vida.

Al salir de la casa, después de que yo me hubiera encargado eficientemente de borrar de sus frágiles memorias la existencia de Kovac, vi que Galatea tenía los ojos húmedos.

Rodeé sus hombros y bajé la mirada hacia el niño, que nos observaba a ambos con sus ojos... idénticos a los de Jana.

—Volvamos a casa.

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