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☽ | Chapter 95. [01]


LA NOCHE MÁS OSCURA 

No cundió el pánico en ningún momento. Todos nos movimos en total sintonía, siguiendo las indicaciones de Ferenc; Derek y Hunter se mantuvieron a mi lado en todo momento, acompañándome hacia donde se encontraba Shane. El nuevo jefe de seguridad contemplaba el vestíbulo lleno de gente con una expresión inquisitiva, calculando y maquinando en su cabeza qué hacer con tantos vampiros. Cómo disponer de todos nosotros para asegurarnos que pudiéramos tener una oportunidad frente a lo que se nos avecinaba.

Sus ojos se entornaron al divisarnos a nosotros tres avanzando entre la multitud. Se cruzó de brazos, irguiéndose en toda su altura y adoptando un aire amenazador; mi relación con Shane no podía comparársele con la que tenía con Bala, que había sido el antiguo jefe de seguridad antes de que Ferenc decidiera destituirlo a favor de aquel viejo vampiro partidario suyo.

-Vosotros dos no podéis estar aquí –su seco e inquietante saludo me provocó un escalofrío.

Derek, Hunter y yo nos miramos entre nosotros, tratando de entender a qué dos estaba refiriéndose Shane. El vampiro señaló a los Vanczák con un gesto de mano, molesto con la pérdida de tiempo que suponía para él entrar en explicaciones de por qué los dos hermanos no podían quedarse allí.

-Los miembros de la familia principal no tenéis que estar aquí –habló Shane con tono desapasionado y algo aburrido-. Ya sabéis las normas al respecto.

Miré hacia Derek y Hunter de manera interrogante.

-Por supuesto que conocemos las normas –dijo Hunter de manera conciliadora.

Derek no parecía dispuesto a seguir la misma táctica que su hermano menor.

-Danos los equipos –ladró.

Sin embargo, el mal genio de Derek no iba a amilanarse a Shane, quien le sacaba algunos centímetros y le duplicaba en corpulencia. El jefe de seguridad entornó aún más los ojos ante el arranque de furia de Derek, mostrando que aquella orden no había cumplido lo más mínimo su función.

Los ojos oscuros de Shane pasaron entonces a mí.

-La única que puede recibir el equipo es ella –dijo, señalándome con la barbilla-. Galatea pertenece al equipo de seguridad, vosotros no.

Entonces me temí que pudiera desatarse una disputa, lo cual no se encontraba lejos de la realidad.

-Me importa una mierda lo que digan las normas, Shane –espetó Derek, inclinándose en dirección al otro vampiro; Hunter los observaba a ambos, listo para evitar una pelea-. Danos los malditos equipos.

Las comisuras de los labios del jefe de seguridad se fruncieron hasta formar una sarcástica sonrisa.

-No me das ningún miedo, Derek –le aseguró-. Y no tengo por qué cumplir con tus órdenes, que yo recuerde... no continuas siendo el líder del aquelarre.

Derek apretó los dientes y pude ver una de las venas de su cuello resaltando, avisando que las cosas podrían írsele de las manos si Shane seguía hostigándolo de ese modo.

Hunter también captó la situación de su hermano mayor y se apresuró a acercarse a Derek, con los músculos de los brazos en tensión.

Listo por si se descontrolaba la situación y tenía que aplacar a Derek.

Decidí imitar a Hunter, acercándome aún más a su hermano y aferrándome a su brazo. Si las cosas se torcían y trataba de alcanzar a Shane, podría detenerlo; si decidía abalanzarse sobre alguno de nosotros dos, Hunter o yo, eso complicaría un poco mi plan.

Le dirigí una mirada cabreada a Shane, ofuscada por las intenciones del jefe de seguridad en hacer perder los estribos a Derek.

-Estás haciéndome perder la paciencia, Shane –le advirtió el vampiro, mostrándole ligeramente los colmillos-. Y solamente te he pedido dos putos equipos para poder prepararnos.

-Y yo te he respondido, Derek –replicó Shane, sin querer dar a torcer su brazo-. Si tienes algún problema, háblalo con tu padre. Pero sabes perfectamente que los miembros de la familia principal nunca se exponen a este nivel de peligro, que para ello existen los equipos de seguridad: para brindar protección a sus líderes y asegurar que la familia principal esté a salvo. Sois la cabeza del aquelarre... y su corazón.

Miré alternativamente a Derek y Shane. Las palabras del jefe de seguridad parecían haber hecho reflexionar al vampiro, pues era evidente que todo su cuerpo se había quedado relajado y ya no mostraba esa expresión casi asesina de instantes antes.

Hunter tampoco parecía igual de tenso, pero yo no quería bajar la guardia, por lo que mantuve mi agarre en el brazo de Derek.

-Derek –lo llamó su hermano.

Giró la cabeza instantáneamente hacia Hunter; mi pecho se tensó de manera inconsciente y yo me reproché a mí misma aquella reacción, pues la relación entre ambos hermanos era buena. Derek no atacaría a su hermano menor.

-Estamos entorpeciendo aquí –habló con suavidad, tanteando el humor de su hermano-. Hablaremos de ello ahora mismo, si así lo prefieres. Padre lo entenderá.

Se me escapó un imperceptible suspiro de alivio cuando Hunter logró convencer en parte a Derek para que pudieran seguir taponando la situación. Miré a mi espalda y comprobé que se habían reunido algunos vampiros mientras que los vampiros húngaros intentaban suplir a Shane, que se encontraba ocupado con nosotros; al final tuve que soltar a Derek a regañadientes y permitir que Hunter lo llevara de nuevo a través de la multitud, dejándome a solas frente a Shane.

El vampiro dejó escapar un profundo suspiro y se frotó el puente de la nariz, como si estuviera agotado. Cuando me miró, pude ver que la discusión con Derek le había pasado factura.

-No espero que lo entiendas –me espetó, aunque yo ni siquiera había abierto todavía la boca-. Pero es nuestro deber protegerlos.

Dicho esto, aferró algo a sus pies y me lo lanzó de malos modos. Contuve a duras penas las ganas de responderle; agarré con fuerza el petate de Shane y di media vuelta, siguiendo a los vampiros que habían recibido sus respectivos equipos. Me aparté a un rincón vacío para abrir el paquete, descubriendo en su interior un chaleco antibalas y varios protectores.

Sin embargo, no había en su interior ninguna arma.

Fui sacando con cuidado las piezas, empezando a colocar los protectores sobre el uniforme negro del que nadie se había separado ni un segundo desde que habían comenzado los entrenamientos; moví las zonas y sentí algo de rigidez debido a los protectores. Cuando llegó el momento del chaleco, lo extendí frente a mí y observé lo enrevesado que parecía abrochárselo.

No era la primera vez que me encontraba cara a cara con un chaleco antibalas, pero nunca había visto uno así. Con el aspecto de ser capaz de detener cualquier tipo de bala... incluso las más peligrosas para nosotros, los vampiros: aquellas que contenían plata.

Me coloqué el chaleco y miré la multitud de correas como si aquello fuera un artefacto traído de otro planeta. Se me escapó un respingo involuntario cuando unas manos salidas de la nada atraparon las primeras correas; reconocí las manos sin problema y tardé unos segundos en alzar la mirada, topándome con el ceño fruncido de Derek.

Él ya se había colocado los protectores y el chaleco. Mis ojos captaron un leve tono de color en los protectores que cubrían sus poderosos bíceps, pero pronto me vi distraída cuando devolví mi mirada a su rostro. Sus ojos también se habían apartado de lo que tenía entre manos.

-El color es para reconocernos entre nosotros –me explicó-. Mi padre cree que ellos vendrán igual de preparados que nosotros y no quiere correr riesgos de que podamos confundir a nuestros aliados.

Bajé la mirada hacia su chaleco.

-Has conseguido uno –comenté estúpidamente.

-Lo he robado –me corrigió, provocando que alzara la mirada de golpe-. Mi padre no ha querido escucharme y yo he decidido tomar cartas en el asunto.

-Derek...

No pude continuar porque algo me cortó de manera tajante: Derek había tirado con algo de brusquedad de las primeras correas, lo que me había dejado momentáneamente sin aliento para seguir con lo que tenía en mente para decírselo a Derek. Le dirigí una mirada de reproche, pues sabía que aquello lo había hecho a propósito para no escuchar lo que no quería oír.

-Voy a estar contigo en los jardines –habló Derek con severidad-. No voy a ocultarme con el resto de líderes, con mi padre y Morticia.

Y yo respetaría su decisión. Le había visto enfrentarse a Rátz, siendo el único que podía plantarle cara; incluso recordaba a la perfección cómo había luchado contra Kenneth en aquel callejón, tanto tiempo atrás.

Derek era capaz de enfrentarse a cualquier vampiro que se le pusiera en su camino. No se encontraba desprotegido, como tampoco era ningún desvalido.

Pero Galatea Herz tampoco era ninguna damisela en peligro.

Asentí y Derek se mostró evidentemente aliviado de mi reacción. Sus manos volvieron a ponerse en movimiento, reanudando la tarea de ayudarme con aquel chaleco; mi mirada alternaba entre sus manos y su rostro, intentando adivinar qué se le estaba pasando por la mente en aquellos segundos.

Una de las manos de Derek ascendió por el chaleco, como si estuviera comprobando que todo estuviera en orden, hasta detenerse en mi cuello. Contuve el aliento, consciente de que estábamos a las puertas de algo que sellaría nuestro destino.

-Todo o nada, Galatea.

Lo miré de hito en hito.

«Gracias por añadir más presión al momento, Derek. Como si no estuviéramos a punto de enfrentarnos a una horda de vampiros que tratarían de arrancarnos la yugular», pensé para mis adentros.

Tragué saliva, intentando darle algo de humor a todo aquel turbio asunto.

-Si salimos de eso, Derek, me casaré contigo y tendremos tres hijos –dije.

Aquello le arrancó una sonora carcajada a Derek, que bajó las manos para comprobar el chaleco.

Al final terminé por sonreír con él.

Cogí una de sus manos y la risa de Derek se cortó de golpe. Nos miramos en silencio unos instantes más antes de que decidiéramos regresar junto al resto de vampiros; el reparto de equipamiento había terminado y los líderes parecían haberse esfumado. Tampoco fui capaz de encontrar a Hunter entre la multitud.

Shane y algunos vampiros de los otros aquelarres, a quienes quise reconocer como los jefes de seguridad, parecían haber ocupado el hueco que habían dejado los líderes y se dedicaban a organizarlo todo.

Derek me guió hasta donde se encontraba Fleming Selles, perteneciente al aquelarre van der Spoel. El vampiro nos echó una ojeada, quizá conocedor de la discusión que habían mantenido Shane y Derek; me puse rígida ante la posibilidad de que Fleming decidiera imitar la postura de Shane respecto a la participación de Derek, a pesar de ser miembro de la familia principal.

Por el rabillo del ojo vi al resto de vampiros repartiendo armas. Incluso Fleming pasó una pistola y un par de cuchillos a uno de sus compañeros de aquelarre, aunque en ningún momento desvió la mirada de nuestros respectivos rostros.

-Vanczák –lo saludó, arrastrando la palabra.

-Necesitamos armas.

Fleming alternó la mirada entre Derek y yo, como si estuviera valorando la petición que le había hecho Derek.

Tras unos instantes de duda, asintió con lentitud y empezó a pasarnos nuestras respectivas armas. Derek se las colgó del cinturón y yo le imité, consciente de que Fleming estaba proporcionándonos más que al resto de vampiros que habían ido pasando por sus manos. El peso de las armas sobre mi cintura afianzó aún más las náuseas que habían aparecido al pensar en el poco tiempo que teníamos.

Shane se acercó hasta nosotros con un gesto bastante molesto.

-Eres bastante terco, Vanczák –le gruñó a Derek.

Él alzó la barbilla en un movimiento cargado de altanería.

-Soy un buen luchador, Hollowell –respondió-. Y me necesitáis aquí.

Shane entornó los ojos.

-Yo simplemente seguía las normas –justificó su actitud-. Y tú, Derek Vanczák, me vas a dar muchos problemas.

Un sonido chisporroteante salió del chaleco que ya llevaba puesto Shane. El vampiro se llevó una mano, sacando un sofisticado walkie-talkie de color negro, que había sido el responsable de aquel sonido; el resto nos quedamos en silencio, a la espera de saber qué sucedía.

-Todos estamos situados en nuestras posiciones –salió una voz distorsionada de hombre-. En el bosque todo se encuentra tranquilidad.

Desvié la mirada hacia el rostro de Shane.

-¿Y qué hay de las zonas cercanas a la puerta de acceso? –preguntó el vampiro.

-Todo en orden.

-Bien. Esperad hasta que yo os dé el aviso, ya sabéis cómo reconocer a nuestros enemigos.

Pero el hombre no respondió, por lo que Shane devolvió el aparato a su escondite en el chaleco. Derek miraba a Shane con una expresión impertérrita.

-¿Quién era? –exigió saber.

Shane se mantuvo en silencio unos segundos, estudiando a Derek. El vampiro tuvo que repetir su pregunta, con menos amabilidad que antes; mi mirada no paraba de moverse del rostro de Shane al de Derek, sin entender el nuevo conflicto entre ambos.

-Moseley –contestó con rigidez.

El ceño de Derek se frunció aún más.

-¿Dónde están los humanos, Shane? –siguió interrogándole.

Tuve la sensación de que Derek estaba presionando con todo aquel asunto, que ya sabía lo que estaba sucediendo. Fleming y yo permanecíamos en aquel instante como meros espectadores, sin entender ni una sola palabra de la discusión que iba a estallar de un momento a otro.

Y Hunter no se encontraba cerca para ayudarme a detener a Derek en tal caso. Fleming sería un objetivo fácil de abatir si Derek trataba de abalanzarse sobre Shane, por lo que no haría nada.

El silencio se instaló entre nosotros.

-Tu padre creyó... Los he enviado a las fronteras de la mansión, diseminados para poder cubrir la mayor parte de zona y que sepamos cuándo vendrán por nosotros –terminó por decir.

Derek dejó escapar un gruñido por lo bajo.

-Los estáis usando de carnada –acusó.

Shane tuvo la decencia de bajar la mirada de manera culpable, confirmando lo que Derek acababa de decir.

Ahogué una exclamación de horror y sorpresa, entendiendo qué función cumplían todos aquellos humanos que habían sido dispersados por todo el perímetro de la mansión; Derek se cruzó de brazos con una expresión macabramente victoriosa de haber adivinado lo que Shane había ocultado.

-Vais a usar a todos esos inocentes para servírselos en bandeja de plata a nuestros enemigos –intervine yo, sin poder ocultar la repulsa que me producía saberlo.

-Son un sacrificio necesario si queremos tener una oportunidad –replicó Shane.

-Son una distracción y su sangre será aliciente suficiente para entretener a nuestros enemigos para que podamos abatirlos –añadió Derek de manera triunfal.

Mis labios se fruncieron, formando una tensa línea recta. Era una medida desesperada de Ferenc para intentar brindarnos una ligera ventaja para conseguir la victoria; quizá podría justificarlo de ese modo, pero yo era incapaz de compartirlo. No compartía la idea de que la muerte de todos esos humanos podría haberse evitado.

Pero que los habíamos utilizado.

Sin embargo, era una batalla perdida porque la decisión había sido tomada y era irreversible.

El anochecer llegó y con él la amenaza. Todos los vampiros habíamos sido reubicados en nuestras respectivas posiciones y habíamos esperado en el más completo silencio; a los miembros del aquelarre Vanczák se nos había repartido, además, los pinganillos para que estuviéramos comunicados. Y luego nos habían integrado en diversos grupos mixtos, fragmentados y mezclados con los miembros de los otros aquelarres que se habían unido a nosotros.

Primero cayó el sistema de seguridad. Las cámaras y los monitores se apagaron repentinamente, levantando la voz de alarma; Shane no tardó en exigirnos que permaneciéramos inmóviles en nuestras posiciones. Miré de soslayo a Rátz, el vampiro húngaro que había terminado destinado a mi mismo grupo por obra del propio Garrett; Rátz estaba atento en la línea del bosque que se encontraba cerca de nuestra posición, con una mano colocada estratégicamente a una poca distancia del cinturón donde descansaban sus armas.

El pinganillo de mi oreja se mantenía estático, sin que nadie hablara por él.

Me encontraba nerviosa por el silencio del pinganillo y por desconocer el destino de Derek. Garrett se había encargado de despacharnos rápidamente a nuestro grupo, evitando así que Derek pudiera haber interrumpido; el resto de vampiros que formaban parte de nuestro grupo estaban tras nosotros, a la espera de que le transmitiéramos las órdenes.

La noche había terminado de asentarse y la oscuridad inundaba todos los rincones. Aún no teníamos noticias de todos aquellos humanos que Ferenc había utilizado como carnada contra nuestros enemigos; cada vez que pensaba en el tema, notaba un retortijón en la boca del estómago. Haciéndome sentir culpable de unas muertes que no serían responsabilidad mía.

Un grito cortó el aire y todos nos pusimos en tensión: había sido inconfundiblemente humano... y masculino. Sin poder evitarlo, miré en dirección a Rátz, pidiéndole consejo con la mirada; llevar el pinganillo me hacía sentir como si me hubieran nombrado líder de aquel pelotón. Y yo me encontraba cómoda recibiendo órdenes, no dándolas.

Así que había decidido cederle ese gustoso honor a Rátz, quien sí tenía madera de líder.

-Sigue en silencio –dijo Rátz.

Había mejorado en los últimos días en su manejo del idioma, lo que significaba que había podido comunicarse mucho mejor con el resto de vampiros que no teníamos ni idea de húngaro.

Supe que estaba refiriéndose al pinganillo y al hecho que Shane no había dicho nada a pesar de que todos habíamos escuchado unos segundos antes un grito.

Una cacofonía de gritos siguieron al primero, terminando de confirmar lo que todos ya sabíamos: nuestros enemigos habían logrado infiltrarse dentro de los muros de la mansión y pensaban tomarnos con la guardia baja, hundiendo nuestro sistema informático de seguridad para que no pudiésemos detectarlos.

Me llevé el dedo índice al oído donde llevaba el pinganillo, sintiendo que la tensión de mi estómago crecía hasta alcanzar cuotas críticas.

-Hemos perdido contacto con la línea que teníamos destinada al muro norte, la que conduce a la puerta de acceso –anunció Shane con voz monótona.

Miré de nuevo a Rátz, cuyo rostro se mantenía impasible a pesar de los desgarradores sonidos que significaban que estábamos condenando a inocentes como si fueran simple ganado.

Shane no tardó en añadir que la línea que se encontraba al otro lado del bosque, a unos pocos kilómetros de distancia de donde nos hallábamos escondidos. El estómago volvió a agitárseme de manera violenta.

Y la sensación empeoró aún más cuando Rátz se acercó a mí con una expresión indescifrable. Él también llevaba un pinganillo y lo había escuchado de igual modo que yo; sin embargo, él no parecía tan afectado como yo por las recientes noticias.

Estaba a punto de vomitar mi pútrido corazón sobre el césped.

-¿Qué vamos a hacer? –le cuchicheé.

Casi como si fuéramos amigos. Y en aquellos tensos y angustiosos instantes antes de que el infierno se desatara sobre nosotros, me pareció que aquel vampiro húngaro era lo más parecido a un amigo que podía tener cerca.

-Esperar órdenes.

Ladeé la cabeza en su dirección.

-¿Crees que lo... lograremos? –un nudo empezó a formárseme en la garganta.

Había probado en mis propias carnes la arrolladora fuerza de Rátz, del mismo modo que había podido observar al resto de sus compañeros demostrar hasta dónde llegaban sus habilidades para el combate. Nos habían permitido que nosotros estudiáramos nuestros enfrentamientos para tomar nota, intentando aprender de ellos.

Y eso podía no cambiar nada.

Rátz me pareció terrorífico en aquellos momentos.

-Les destrozaremos.

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