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☽ | Chapter 90.

¿CÓMO SE DICE EN HÚNGARO «VOY A ARRANCARTE LA CABEZA PARA HACERME UN LLAVERO CON ELLA»?

Derek no le dio oportunidad a Anna de poder ponerse a suplicar por su continuidad dentro del aquelarre Vanczák: me alzó con cuidado del césped y comprobó la zona de mi cabeza donde Anna debía haberme golpeado con la culata de mi propia pistola, en un pequeño despiste por mi parte.

Yo aún seguía entumecida por la pelea sucia con la vampira y con la intervención de Derek para defenderme. Las manos del vampiro se movían con premura por mi cabeza, intentando encontrar una herida o cerciorarse de que todo se encontraba bien; no sentía dolor físico y empecé a boquear como un pez fuera del agua, intentando decir algo.

-Vamos dentro de la casa –ordenó Derek, tirando de mí.

Mis pies se enroscaron el uno con el otro, haciéndome parecer alguien torpe. Con ayuda de los brazos que me rodeaban conseguí mantenerme sin hundir los dientes en el césped; Hunter sostenía a una temblorosa Anna, que había perdido todo su valor y miraba a Derek con una expresión desolada.

Desvié la manera de forma forzada y comprobé que Garrett contemplaba toda la escena con un gesto de sumo interés. Mi cabeza se despejó de golpe al recordar el veneno que había esparcido el primo de los Vanczák por su propia diversión; entorné los ojos cuando nuestras miradas se cruzaron. Los ojos verdes de Garrett parecieron traspasarme de lado a lado mientras Derek me ayudaba a avanzar entre el círculo de miembros del aquelarre que seguían estando tan sorprendidos como la propia damnificada en todo aquel asunto.

Contuve las ganas de enseñarle el dedo corazón y recriminarle que hubiera decidido meter su perfecta nariz en asuntos que no le incumbían en absoluto; el brazo de Derek se tensó sobre mi cintura cuando por fin salimos de aquel círculo y Anna empezó a soltar alaridos sobre Derek y sobre mí. Sus gritos se entendían perfectamente y sus reproches lograron que una punzada de culpabilidad me sacudiera el corazón.

Derek aceleró el paso hasta que estuvimos dentro de la casa, en el vestíbulo.

Primero nos dirigimos hacia uno de los salones que había en la planta baja, el mismo que había usado Morticia para llevar a cabo su reunión con sus amigas; me dejé caer pesadamente sobre el sofá y Derek volvió a la carga para intentar encontrar alguna secuela de mi pelea con Anna.

Me mordí el labio inferior mientras los dedos del vampiro recorrían con minuciosidad cada centímetro de mi cabeza.

-Estoy bien –intenté tranquilizarlo.

Lo único que había quedado herido era mi orgullo.

Derek no pareció escuchar ni una sola de mis palabras, volcado por completo en lo que estaba haciendo.

-¿Estabas hablando en serio? –probé con una táctica diferente, creyendo que así detendría al vampiro-. Me refiero al tema de Anna.

Tal y como imaginaba, los dedos quisquillosos de Derek se quedaron congelados entre mis mechones de cabello. Le miré de refilón para ver el gesto hermético que había adoptado el vampiro tras mi repentina pregunta; sus ojos se mantenían clavados en sus dedos, pero sus labios se habían fruncido en una fina línea.

-Por supuesto que lo he dicho totalmente en serio –asintió tras unos instantes en silencio-. La situación se ha vuelto insostenible. Aunque tendría que habérmelo visto venir de antes...

Fruncí el ceño.

La presencia de Anna se había desvanecido de la mansión poco después de la llegada de Anastacia. Habíamos cruzado un par de frases en aquellos días y Anna había intentado desestabilizarme jugando la baza del anterior comportamiento de Derek con las mujeres, insistiendo en que iba a convertirme en otra despechada del vampiro.

Era evidente que Anna había hecho una retirada forzada para afilarse las garras y lamer sus heridas.

Derek suspiró con aire derrotado.

-Anna ha estado presionándome siempre que encontraba cualquier oportunidad –me contó entonces, desenredando con cuidado sus dedos de mis mechones-. Utilizando la misma mierda, creyendo que eso me haría regresar a su lado; Anna vive en su propia realidad, convencida de que esto es otro de mis continuos...

No tuvo el valor suficiente para terminar la frase. No era ningún secreto que Derek Vanczák había disfrutado de multitud de revolcones con la más variopinta selección de hermosas vampiras que pudiera imaginar; estaba segura que, de hacerle una pregunta concreta sobre alguno de sus continuos escarceos, quedaría horrorizada de sus posibles respuestas.

Pero también apostaba que todo aquello avergonzaba a Derek en lo más profundo porque su imagen se había visto tan enturbiada por la desesperación del vampiro para intentar desfogar sus verdaderos sentimientos respecto a Anna: Derek no estaba orgulloso, después de ser consciente de todo lo que había hecho en el pasado, de su comportamiento porque eso había envenenado aún más a Anna, complicando su tensa relación.

-No eres otro de mis deslices, Galatea –me aseguró, temiendo que las palabras de la vampira hubieran conseguido su objetivo: hacerme daño-. Te juro por la memoria de mi madre que no te he engañado en ningún momento, que te he sido completamente fiel desde que estamos juntos... o mientras lo estuvimos –añadió con esfuerzo y dudas.

El hecho de que hubiera hablado de nuestra relación en pasado, corrigiéndose a sí mismo, hizo que el corazón se me retorciera.

Aspiré con cuidado el aire, utilizando aquellos segundos para pensar en mi réplica. Solamente había puesto en duda la fidelidad de Derek en una ocasión, y no me sentía especialmente orgullosa de la imagen que había mostrado de mí misma, cuando el vampiro me pidió que nos diéramos un tiempo; la parte que había ido alimentando Anna poco a poco con sus maliciosos comentarios resurgió en esos instantes, explotando después de tanto tiempo siendo vapuleada por Anastacia con su doble juego.

El punto álgido de mi estallido había tenido lugar tras haber asistido junto a otro vampiro al evento en el que sabía que Derek se encontraba, en compañía de otra mujer que no era yo y cuya primera noticia la había tenido por la propia Cassie, quien no había perdido oportunidad de intentar añadirme a su cruzada personal contra la familia Vanczák.

-Me equivoqué –reconocí en voz alta-. Creí que Anastacia y tú... Supongo que encontré demasiadas similitudes entre ella y yo que no pude darte siquiera el beneficio de la duda, y lo siento por ello –hice una breve pausa para aclararme la garganta-. Ahora sé que no hiciste nada con Anastacia y sé que mis disculpas llegan demasiado tarde por mi parte sobre este asunto.

Derek asintió, entre incómodo por el tema que había escogido como punto de nuestra conversación y aliviado tras mi confesión de que había errado en mis percepciones, equivocándome por completo y dejándome cegar por unos celos que se habían visto alimentados por las malas intenciones de otras personas ajenas a nuestra relación.

Sus dedos volvieron a palparme con cuidado la sien izquierda, casi queriendo asegurarse de que allí no había nada.

-¿Te duele algo? –preguntó.

Hice una mueca.

-El orgullo.

Derek sonrió casi a su pesar ante mi contestación y se alejó de mi lado para poder sentarse en la mesita baja que servía de separación entre los dos sofás que quedaban enfrentados; por unos segundos me imaginé la expresión de horror de Morticia ante la posibilidad de que aquel mueble, con aspecto de ser antiguo y costoso, quebrara bajo el peso del vampiro.

-Voy a hablar con mi padre –dijo-. Le expondré la situación de Anna y le pediré que tome una decisión al respecto; es evidente que la convivencia con ella es muy complicada, no podemos arriesgarnos a que eche a perder cualquier momento por una rabieta como ésta. Necesitamos cada segundo para poder prepararnos contra Calígula y Eneas.

Mi rostro volvió a contraerse en una mueca. Quería hacer partícipe a Derek del intento de flirteo, o lo que demonios fuera sido aquello, que había tenido Rátz conmigo gracias a Garrett y sus ganas de montar follón; tenía que saber, antes de que su primo decidiera hacer una versión de los hechos distinta, lo que había sucedido con el vampiro húngaro. Quería evitar a toda costa que Garrett pudiera enredar lo que había sucedido para crear una nueva disputa entre nosotros.

Opté por una pregunta fácil.

-Derek, ¿qué significa szeszély?

Su ceño se frunció.

-¿Quién te ha dicho eso? –preguntó con recelo.

-¿Qué significa? –insistí, omitiendo su pregunta.

Derek tomó una inspiración mientras entrelazaba sus manos y las apoyaba sobre sus muslos. Su mirada se desvió, como si el significado de aquella palabra fuera peor de lo que hubiera imaginado.

-Capricho. Significa capricho.

Oh, bueno. Me había puesto en una situación mucho peor; que Rátz me hubiera confundido con uno de los deslices de Derek no me había afectado tanto como creía en un principio... quizá porque se me había estado machando por diversos frentes con lo mismo. Quizá porque ya me había inmunizado contra todas aquellas personas que afirmaban que no tardaría en volver con Anna.

No pude esconder una sonrisa de alivio.

-Es tu turno –me indicó Derek, regresando la mirada a mi rostro-. ¿Quién de todos ellos te lo dijo?

Cogí aire.

-Rátz intentó ofrecerme... o insinuárseme... o declarárseme... o lo que quisiera que intentara hacer conmigo mientras practicaba con la pistola –le expliqué, haciendo aspavientos con mis manos-. Me dijo que Garrett le había asegurado que era tu szeszély... que tenía vía libre para acercarse a mí con intenciones que nada tienen que ver con un enfrentamiento cuerpo a cuerpo como los que hemos tenido antes.

La mandíbula de Derek chasqueó y me fijé en que se le habían palidecido aún más sus nudillos.

-Maldito hijo de puta –masculló y yo agradecí en silencio que profiriera insultos en inglés, en vez de pasarse al húngaro... o al italiano; su mirada se había endurecido-. ¿Te dijo algo más? ¿Te ofreció que le acompañaras a algún sitio?

Pestañeé con desconcierto.

-No.

Después me aclaré la garganta.

-Corté sus intenciones a tiempo –añadí.

-Voy a destrozarlo con mis propias manos –juró Derek, no pude ponerlo en duda; él había sido el único que había mostrado encontrarse en el mismo nivel que el vampiro húngaro-. Voy a despedazarlo en tantos trozos que les resultará imposible montarlo de nuevo.

Sin poderlo evitar, se me escapó una risita. Reconocía que no era el mejor momento para ponerme a reír, pero me había resultado sumamente gracioso escuchar a Derek hablando... hablando como el vampiro que conocí en el callejón, cuando caí en su emboscada; me resultaba muy familiar escucharle hablar de ese modo.

Por no hablar de la pequeña oleada de satisfacción al comprobar que se había puesto celoso al saber que una de esas bestias venidas de Hungría había mostrado abiertamente su interés en mí.

La risa, sin embargo, se me cortó de golpe cuando el gesto de Derek se endureció ante mi reacción. Me encogí de hombros inocentemente, intentando excusarme de esa forma ante el vampiro por mi pequeño error de echarme a reír; Derek entrecerró los ojos, aún rumiando lo que tenía pensado hacerle a Rátz y Garrett.

Me removí sobre el sofá.

-Enséñame –le pedí de sopetón.

Derek arqueó una ceja.

-¿Enseñarte qué? –quiso saber.

Esbocé una sonrisa traviesa.

-Enséñame a decir algo en húngaro –repetí mi petición-. Algo tan, tan grosero que escandalice de tal forma a Rátz y Garrett que ya no puedan ni mirarme a la cara.

Derek me observó como si creyera que había perdido el juicio definitivamente. Sin embargo, había conseguido alejarlo de esos turbios pensamientos que rondaban su cabeza y que podían desembocar en catástrofe; el vampiro había demostrado un grado de entereza y autocontrol encomiable desde que había despertado de mi intoxicación con plata, pero aún existía un resquicio de temor a que todo aquello se desmoronara como un castillo de naipes.

Me di un par de golpecitos en la barbilla de manera reflexiva, forzando a mi imaginación a dar con un insulto lo suficientemente bueno para mi propósito de hacerles perder toda mi atención a aquellos dos vampiros húngaros.

-¿Qué te parece esto: «Voy a arrancarte la cabeza para hacerme un llavero con ella»? –probé a decir, manteniendo mi sonrisa esperanzada.

Derek sacudió la cabeza, pero había visto cómo estaba haciendo fuerza en su boca para no sonreír conmigo.

-Baszd meg a kurva anyadat aki Shanghaiba egy marek homokert tilinkozott –pronunció con deliberada lentitud tras unos segundos en silencio para que yo pudiera memorizar cada palabra.

Ladeé mi cabeza, repitiendo aquella interminable frase en mi mente una y otra vez.

-¿Así es como se dice lo que he dicho antes? –me cercioré.

Derek negó y eso avivó mi intriga.

-¿Y qué significa entonces? –le pregunté.

-Su traducción es algo enrevesada –contestó, frunciendo el ceño-. No sabría decirte con exactitud.

Confié en que aquello fuera lo suficientemente grosero para enfadar a cualquiera de los dos vampiros. Me froté las manos mentalmente ante la situación, intentando imaginarme cómo sería.

-Lófasz a seggedbe.

Mi sonrisa se hizo más amplia ante la cooperación que estaba mostrando Derek ante mi propuesta de darme un par de frases en húngaro.

-¿Significado? –pregunté.

Los labios de Derek se curvaron en una maliciosa sonrisa.

-Que te lo explique Garrett –respondió.

Lo observé mientras se ponía en pie, dando por terminada nuestra conversación. Se había asegurado de que no tenía ninguna herida, pues mi capacidad de curación se había visto mermada tras mi intoxicación con la plata, por lo que no corría el peligro de desangrarme por un simple golpe con la culata de la pistola.

Se dirigió hacia la puerta.

-¿Adónde vas? –se me escapó abruptamente.

Derek me miró por encima de su hombro, haciéndome dudar. Habíamos empezado a pasar un buen rato en estos últimos momentos de la conversación, cuando el vampiro había aceptado a enseñarme algunas perlas de sabiduría en húngaro; sin embargo, el ambiente se había cortado de golpe en el mismo momento que se había puesto de pie, alejándose hacia la puerta.

¿No podía quedarse conmigo un poquito más? ¿Unos segunditos que podría usar para seguir enseñándome a ser una total y completa grosera en uno de los muchos idiomas que parecía controlar?

-A ver a mi padre –respondió con tranquilidad-. Estoy cansado de la actitud de Anna, estoy cansado de su veneno.

Cuando cerró la puerta del saloncito fui consciente de que era real.

Derek quería expulsar a Anna del aquelarre y la posibilidad de que así fuera me hizo sentir... inquieta.

Anna Médici era una poderosa fuente de información sobre el aquelarre Vanczák, no en vano había compartido con los vampiros (por no hablar de Derek) demasiado tiempo; si Ferenc decidía expulsarla y Anna caía en las manos equivocadas...

Podría convertirse en una baza que podría catapultarnos a una derrota aplastante, cuanto menos.

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