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☽ | Chapter 84.

EL HEREDERO DE LA FAMILIA

Derek me sostuvo entre sus brazos antes de acabar en el suelo. La imagen del cuerpo de Jana no quería abandonar mi cabeza, repitiéndose una y otra vez; si cerraba los ojos, tampoco podía escapar del tormento de ver el cadáver de mi amiga, pues seguía martilleándome en la cabeza, quedándose grabada a fuego en mi mente. Estaba atrapada.

Me sentía asfixiada por un cúmulo de sentimientos que habían decidido explotar en grupo con la única finalidad de ahogarme bajo su peso, recordándome todos mis fallos, errores y faltas. Haciéndome sentir peor persona de lo que ya me sentía.

Apenas fui consciente de cómo Derek me llevaba consigo hacia el interior de la habitación, ayudándome a tomar asiento en el colchón de la única cama que había allí. Me incliné hacia delante, ocultando el rostro contra mis muslos; mi parte vengativa y oscura deseaba que Tiberius y Lyle estuvieran pasando las mismas penurias que yo, que sus remordimientos les impidieran pasar una buena noche.

En momentos como aquél era consciente de todo el veneno que guardaba en mi interior. De lo mala persona que podía llegar a ser, incapaz de sentir empatía por un hombre que había perdido a su mujer y a su hijo recién nacido; respecto a Lyle, no sabía exactamente qué significaba Jana para él.

Notaba la presencia de Derek frente a mí, totalmente mudo debido a mi repentina aparición en la puerta, derramando todas aquellas lágrimas que no estaban ayudándome en absoluto: la pena, la rabia, la frustración y la culpa no querían marcharse con ellas; seguían fuertemente ancladas en mi pecho como un continuo recordatorio de lo que había sucedido en la habitación de Jana.

La mano titubeante de Derek se atrevió a posarse con ciertas dudas sobre mi hombro. Apenas podía distinguir su rostro entre el mar de lágrimas de sangre que estaba derramando, que no parecían tener un final cercano. Podía imaginar mi aspecto de completa desquiciada, y eso añadiéndole ahora las lágrimas; era extraño que Derek no me hubiera preguntado en qué lío me había metido.

Dudaba que hubiera podido entender mis balbuceos cuando había abierto la puerta del dormitorio.

Bajé la mirada hacia mis manos, que temblaban incontrolablemente; la mano de Derek que mantenía sobre mi hombro se contrajo como un tic nervioso. Conocía lo suficiente al vampiro para sospechar que estaba ansioso por conocer lo que había sucedido, pero que no sabía cómo proceder. Estábamos esforzándonos por saber qué queríamos hacer con lo que quedaba de relación y eso suponía no volver a caer en los errores que nos habían conducido a esa situación.

Supe que tenía que dar el primer paso, que tenía que explicarle lo que había sucedido... pero la garganta se me cerraba al intentar pronunciar el nombre de mi amiga.

-Yo... yo no... no sé qué ha salido mal –empecé a tartamudear, intentando aclarar mis propios pensamientos-. Estábamos hablando de los nombres del bebé y ella... ella... Todo ha empezado a llenarse de sangre...

Tragué saliva cuando la imagen de las mantas empapadas de la sangre que estaba perdiendo mi amiga, por algún extraño motivo que aún se me escapaba, se formó tras mis párpados; el estómago se me revolvió.

Derek se mantenía en un respetuoso silencio, aguardando a que continuara con mi desgarrador relato.

-No entiendo qué pudo ir mal –seguí hablando, en un tono perplejo-. Ella estaba bien... débil, pero bien... No puedo entender cómo... De repente, todo se torció en un momento; la sangre no paraba de manar y Jana apenas era consciente de lo que estaba sucediendo –cogí aire abruptamente-. No sé qué pudo suceder, Derek; de repente nos habían sacado de la habitación y al minuto siguiente Tiberius gritaba que sacaran de su vista el cadáver de su hijo recién nacido mientras se afanaba en aferrarse al cuerpo de su esposa...

Fui incapaz de contarle la disputa que los gemelos Herz habían mantenido. Las pocas fuerzas que había logrado reunir para confesarle que Jana y su bebé habían muerto se esfumaron en aquel preciso instante; las imágenes habían regresado al mismo tiempo que había explicado a Derek a qué se debía mi alteración.

Seguía llorando y el peso de mi pecho no parecía haberse movido ni un centímetro de su lugar.

Pero lo que más me sorprendió fue la mirada que me dirigió Derek: una mezcla afligida, un poco de apuro.

-No me creíste cuando te dije que Jana estaba embarazada –susurré.

Se lo había repetido en varias ocasiones, pero siempre las había desestimado; incluso en una de esas veces creyó que era una excusa porque yo estaba deseando quedarme embarazada. Seguramente culpó a Hunter de haber hablado conmigo sobre la posibilidad que existía para que las vampiras pudiéramos concebir; se dijo a sí mismo que había usado a Jana como excusa para ocultar mis verdaderas intenciones.

Derek apartó la mirada, avergonzado y pillado.

-Yo no...

Se formó una pequeña pausa porque el vampiro no sabía cómo salir de ese pequeño aprieto de haber descubierto que, en ese tema en cuestión, no le había estado engañando.

-Lo siento, Galatea –terminó por disculparse, sonando arrepentido-. En aquel momento me entró el pánico.

Por supuesto que le había entrado el pánico. Aunque no me hubiera negado del todo la posibilidad de los embarazos en vampiras, fue bastante tajante respecto a un asunto en concreto: por su parte, Derek jamás querría tener descendencia.

-Jana está muerta –me obligué a decir, intentando deshacer el nudo de mi garganta-. Ni siquiera el bebé logró sobrevivir.

La mano que Derek aún mantenía sobre mi hombro se movió hasta rodear los dos. Su titubeante abrazo empezó a coger más seguridad mientras yo me deshacía de nuevo entre lágrimas; la imagen del bulto tapado entre mantas que llevaba Božena entre sus brazos se había quedado fija.

No tenía ni idea de su aspecto... De si se parecería a Jana.

-Galatea, debo reconocer que es sorprendente que su embarazo pudiera llegar tan lejos –la voz de Derek sonó titubeante, aunque parecía saber de qué estaba hablando-. Muchos de esos embarazos apenas superan las pocas semanas hasta que terminan en dolorosos... abortos.

La palabra se le quedó atascada en la garganta, casi escupida. Pestañeé para aclararme la vista ante las lágrimas que seguían derramándose por mis mejillas, intentando descubrir algo que pudiera darme una pista sobre cómo era posible que Derek pudiera tener tal conocimiento sobre la materia.

Por unos segundos se me pasó por la cabeza la idea de que, quizá, Anna había convencido en el pasado a Derek para que intentaran tener un bebé; un bebé que podría ayudarles a mejorar su relación. Incluso ese simple pensamiento podía servir como razón para que Derek se mostrara tan tajante respecto a la decisión de no querer valorar siquiera la idea de tener bebés.

Que Derek se mostrara algo perturbado tampoco sirvió para tranquilizarme.

-El tiempo que mi padre estuvo con Cassie... ellos... ella –se corrigió a sí mismo, frunciendo el ceño- estuvo tomando sangre de embarazada para empezar a reactivar su sistema reproductor. Sufrió cuatro abortos hasta que mi padre le convenció para que abandonara la idea. No fueron muy agradables –añadió.

El pecho se me contrajo de alivio al saber que mis ideas estaban equivocadas y que me había fallado la intuición. Sentí lástima por la nefasta experiencia de Cassie respecto a su deseo de convertirse en madre; si había sido testigo de lo que sucedía cuando un embarazo llegaba milagrosamente a término, no quería ni forzarme a imaginar el caso en el que no lo hacía.

-No quiero estar ni un segundo más aquí –le pedí.

Le había hecho la misma petición mientras tenía lugar la quema del cuerpo de Lucrezia, y Derek me había dicho que no era posible, que teníamos que esperar hasta la mañana siguiente para que pudieran estar seguros que la emboscada no volvía a repetirse tras haber fallado la primera.

En aquel momento supe que no quería volver a ese sitio, un sitio que estaba plagado de malos recuerdos. Incluso me arrepentía de haber accedido a convertirme en una Herz más a cambio de mi parte del testamento; no sabía siquiera si cumplirían mis exigencias sobre ayudar al aquelarre Vanczák.

No sabía qué iban a hacer ahora que habían perdido a dos de sus miembros. Mujeres que pertenecían a la familia principal del aquelarre.

-Gala –escuché que decía Derek.

Subí las piernas al colchón y las doblé hasta que conseguí pegarlas a mi pecho, apoyando mi barbilla sobre las rodillas. La muerte de Jana nos había cogido a todos por sorpresa; no tenía la más mínima idea sobre qué iban a hacer con el cuerpo de mi amiga con tan poco tiempo.

-No quiero estar aquí cuando... cuando quemen su cuerpo –dije de forma casi suplicante.

Simplemente no tenía fuerzas suficientes para enfrentarme a ello. Aún me costaba creer que Jana se hubiera desvanecido, que las cosas se hubieran torcido de aquella forma tan horrible; quería que Derek me llevara lejos de la mansión Herz, muy lejos.

Quería volver a mi auténtico hogar.

Me sobresalté cuando los labios de Derek se apoyaron sobre mi sien, un gesto que había compartido conmigo en varias ocasiones tiempo atrás.

-Mañana nos iremos –prometió, pero aquello no fue suficiente para mí-. Nos iremos de aquí temprano, Galatea; mi padre nos enviará un coche para que volvamos a la mansión. Solamente tenemos que esperar.

El amanecer se me antojaba demasiado lejano. Todo mi cuerpo había quedado agarrotado y tenía las mejillas cubiertas por la sangre de mis lágrimas; me veía incapaz de moverme siquiera de esa posición debido a que las fuerzas me habían abandonado.

Además, no teníamos forma de regresar a la mansión.

Dudaba ser capaz de robar uno solo de los coches que se guardaban en el garaje independiente con el que contaba la mansión.

-Sé lo que estás pensando –susurró Derek-. Y es una completa locura.

Su comentario me arrancó una ronca risa que se me atragantó en mitad de la garganta, como si el mero hecho de reír fuera un insulto a la memoria de Jana; no sabía con certeza si Derek había sabido siquiera lo que se me estaba pasando por la cabeza, pero supe que había hecho bien en acudir allí.

-Tienes que descansar, Galatea. Intenta dormir un poco.

Estaba bastante segura que no podía cumplir con lo que me había pedido. Mi cabeza estaba llena de imágenes del dormitorio de Jana, de su cuerpo y su sangre... Aquella noche iba a pasarla en vela.

Decidí no llevarle la contraria a Derek, quería explotar al máximo su buen humor y que no hubiera decidido llegar aún al extremo de convertirse en un obsesivo sobreprotector; me levanté de la cama con esfuerzo, dispuesta a regresar a mi dormitorio.

Derek me observó como si no supiera qué estaba haciendo.

-Puedes quedarte aquí –ofreció al entender que me marchaba.

Mis ojos recorrieron la estancia hasta que se toparon con la cama, que había decidido dejarla en último lugar. Para ser sincera, no me apetecía lo más mínimo hacer el camino de ida hacia la mansión con una alta probabilidad de encontrarme en algún punto a alguien indeseado; por otra parte, tampoco me parecía una buena idea quedarme en aquel dormitorio.

No sucedía nada bueno cuando me quedaba a solas con Derek.

-La cama es... amplia –apuntó.

Cerré los ojos un instante, valorando seriamente las pocas posibilidades que se me planteaban. Daba gracias en silencio por no tener ni una sola gota de alcohol circulando por mis venas, aunque lo que sentía en mi interior podía ser mucho más peligroso que una borrachera.

Derek rodeó mi cuerpo con cuidado para acercarse a una de las orillas de la cama, apartando las mantas para que yo pudiera introducirme dentro de ellas. Contemplé las sábanas de color negro con el ceño fruncido antes de sucumbir finalmente al canto de sirena que suponía para mí la promesa de una cama caliente y lejos de la mansión Herz, contando con la protección de encontrarme con Derek.

Me deslicé entre ellas tras unos instantes de vacilación y me aovillé mientras Derek me miraba con una expresión de auténtica preocupación. Me obligué a cerrar los ojos para intentar conciliar el sueño; sabía que eso no me sería posible, y no estaba equivocada: una sucesión de desagradables imágenes fueron apareciendo y desapareciendo de mi cabeza. Sin embargo, fingí que nada de eso estaba sucediendo dentro de mi mente, forzándome a parecer tranquila.

El colchón se hundió en el otro extremo un rato después, bajo el peso del cuerpo de Derek. Tragué saliva de manera inconsciente, notando la proximidad que existía entre ambos; el vampiro no hizo amago alguno de acercarse a mi rincón de la cama, respetando así mi espacio.

Cada uno en su esquina del colchón, ninguno movimos ni un solo músculo en dirección al otro. El sueño seguía sin querer venir a mí, manteniéndome anclada bajo las sábanas, fingiendo un descanso que no sentía en absoluto.

Al igual que aquella noche, un año atrás, el peso de los pensamientos de Derek le obligaron a escabullirse de la cama, creyendo que yo me encontraba profundamente dormida; le observé dirigirse hacia la terraza con la que contaba el dormitorio, tal y como había hecho yo.

No regresó en ningún momento al dormitorio.

Conseguí caer en un inquieto sueño al despuntar el amanecer. Intenté esquivar en vano las pesadillas que me atosigaban sobre la muerte de Jana, lográndolo a duras penas; un par de horas de sueño no surtieron el efecto que buscaba, aunque sí me ayudaron a recuperar parte de la energía perdida debido a las circunstancias.

Fue el propio Derek quien se encargó de levantarme a la mañana siguiente. Se apartó de mi lado cuando empecé a pestañear para eliminar las últimas brumas de sueño que me embotaban los sentidos; lo miré fijamente, intentando adivinar si mis sospechas sobre si Derek había vuelto o no de la terraza eran erróneas.

-Bala me ha informado de que un coche está en camino –dijo en voz baja-. No tardarán mucho en llegar...

Me estaba avisando que aún me quedaba un poco de tiempo para poder cambiarme de ropa y acicalarme. Salí de la cama, temiendo que mis piernas no fueran capaces de sostenerme; tenía que regresar a la mansión para poder encontrar una muda para mi arrugado atuendo y no podía esquivarlo.

Aferré con fuerza en mi cabeza el pensamiento de que un coche procedente de la mansión Vanczák estaba dirigiéndose hacia allí. La caballería enviada por Ferenc venía al rescate.

-Estoy dispuesta a vender mi parte del aquelarre Herz –le confesé a Derek, bajando la mirada.

El tiempo que era incapaz de poder dormir le había dado vueltas una y otra vez a esa idea. Mi creador me había legado una parte del aquelarre y siempre estaría en clara desventaja frente a mis dos hermanos a la hora de tomar decisiones; me parecía absurdo, una guerra perdida, el encontrarme en esa situación.

Vendería mi parte, tal y como me había presionado en algunos momentos Lyle, pero exigiría a cambio un par de salvaguardas que aseguraran que mi decisión no perjudicaba a nadie.

Era hora de empezar a tomar las decisiones correctas.

El rostro de Derek se mostró imperturbable a pesar de haberle dado una noticia que, sin duda alguna, llevaba deseando oír hacía mucho tiempo. Cuando vino a buscarme, después de la tensa reunión en la oficina del abogado de la familia, intentó convencerme de que no sucumbiera a los deseos de Wolfgang Herz, que no me traerían nada bueno; tenía que reconocerle parte de razón.

Los labios de Derek temblaron, anunciando que iba a hablar. Pero nada salió de su boca.

-Mantendré mi apellido –continué, pues era el único nexo que me quedaría después de vender mi parte del aquelarre-. Como garantía.

Necesitaba tener algo en caso de que los Herz decidieran moverse por su propia cuenta. Renunciaría al aquelarre, pero quería mantener cualquier hilo que pudiera asegurarme que mi propia familia no trabajaría contra mí; seguramente era arriesgado tener un pensamiento así, pero confiaba en el sentido del honor de una familia frente a un miembro de la misma.

Después de haberle avisado a Derek de mis intenciones, salí de la habitación en silencio. Bajé las escaleras del edificio de invitados sin prestar atención a nadie; en mi cabeza no paraba de intentar dar forma al discurso que tenía pensado dar en cuanto estuviera en presencia de la persona que buscaba.

Traspasé las puertas de la mansión y cogí aire abruptamente. El servicio ya se encontraba en movimiento, yendo de un lado a otro; uno de los mayordomos que pasaba cerca de donde me encontraba detenida se paró en seco. Casi parecía temeroso a acercarse a mí.

-Señorita Herz –me saludó.

Me erguí.

-Estoy buscando...

-La señora van Tassel la está buscando –dijo el mayordomo a la par que yo, entremezclando nuestras frases.

Parpadeé con sorpresa al saber que Bergamota estaba buscándome. El hombre me indicó que se encontraba en su dormitorio; asentí de manera mecánica mientras me dirigía hacia las escaleras y las subí apresuradamente. El dormitorio de Bergamota y Wolfgang se encontraba en el último piso, en la dirección contraria a la habitación de Jana.

Al poner un pie en el rellano del último piso, mis fuerzas de voluntad flaquearon cuando giré la cabeza hacia el pasillo que conducía al dormitorio de Jana; allí no había ni un alma, con todas las puertas cerradas. Sin embargo, el ambiente no tenía ni una pizca de aroma a sangre o muerto; lo que quería decir que se había dado la orden de que limpiaran el dormitorio de Jana... que retiraran su cuerpo de allí.

Sacudí la cabeza y me obligué a caminar en la otra dirección. Las rodillas me temblaban a cada paso que daba, acercándome a la puerta que pertenecía al dormitorio de Bergamota; la distancia se acabó, dejándome frente a la misma.

Llamé un par de veces a la madera, aguardando a que me diera paso desde el interior. La dulce voz de Bergamota se coló por debajo de la puerta, pidiéndome con amabilidad que pasara.

Me quedé paralizada al poner un pie en el interior del dormitorio.

Las rodillas amenazaron con fallarme de manera definitiva.

Bergamota se encontraba sentada en una cómoda butaca cerca de la ventana que iluminaba el interior, con algo entre los brazos. Algo que levantaba sus bracitos al aire, intentando atrapar el aire.

El rostro de la vampira estaba partido por una sonrisa de felicidad. No había ni rastro de dolor o pérdida por la muerte de mi amiga.

-Galatea –me llamó con suavidad-. Acércate. Quiero que conozcas al pequeño Wolfgang.

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