☽ | Chapter 81.
SOLAMENTE FALTA VIN DIESEL PARA QUE ESTO SEA FAST AND FURIOUS
La bilis me ascendió lentamente por la garganta al escuchar las encantadoras palabras de Garrett. Morticia sonreía de manera comedida, mirando a su sobrino político con una expresión de deleite; Ferenc parecía haberse puesto en contacto con su familia, con esa parte de la familia de la que yo no tenía ni idea, para intentar reclutar vampiros que pudieran ayudarnos en la cruzada contra Calígula y Eneas.
Y tendría que soportar la presencia del lascivo vampiro hasta que todo este lío terminara, de un modo u otro. Quité la mano que tenía en mi muslo con un zarpazo y le dediqué una falsa sonrisa.
-Yo no siento el más mínimo interés –le dije en voz baja-. Pero gracias por tan tentadora oferta.
Los ojos de Garrett brillaron como si se encontrara ante un desafío y su sonrisa se hizo mucho más amplia y juguetona. Hunter, que estaba a mi otro lado, miraba con malos ojos a su primo; Derek, por el contrario, estaba bastante interesado en los cuadros familiares que había a mi espalda.
-¿Sabes si Veres podría enviarnos alguno de sus miembros? –quiso saber Ferenc, desviando toda nuestra atención a un tema que verdaderamente era importante-. Sois el aquelarre más poderoso de toda Hungría, seguro que podéis prescindir de algunos de vuestros mejores luchadores.
Mis reducidos conocimientos genealógicos sobre los Vanczák y todas sus ramas familiares me hicieron creer que Veres debía ser la hermana de Ferenc y madre de aquel engendro del demonio con ojos verdes; Garrett se recolocó sobre su silla, aumentando la distancia que nos separaba.
-Por eso mismo estoy aquí, tío –respondió Garrett con absoluta confianza-. Mi madre me ha enviado de intermediario después de saber lo que está sucediendo en Londres.
Ferenc asintió, pero no estaba conforme con lo que su sobrino había dicho: necesitaba una respuesta tajante al respecto. No buscaba que Garrett le regalara los oídos con dulces palabras.
-Y quiero una respuesta, Garrett –le exigió Ferenc, totalmente metido en el papel de líder-. No tenemos tiempo que perder.
El vampiro más joven bajó la cabeza en señal de sumisión ante alguien que estaba por encima de él y le aseguró que hablaría con Veres para poder darle la respuesta que necesitaba; espié a Derek mientras bebía de mi vaso, pero el vampiro no daba ningún tipo de muestra de encontrarse molesto por haber sido apartado de su lugar, que su padre estuviera haciendo lo que debería haber hecho él.
-Derek y Galatea se marcharán dentro de poco a atender ciertos asuntos –habló de nuevo Ferenc-. Deberíais terminar pronto aquí e ir directamente al garaje, pues allí os está esperando los vampiros que Shane ha escogido para brindaros la protección necesaria.
Volví a echar un vistazo a Derek, pero seguía permaneciendo impasible. Me terminé de un solo movimiento lo que quedaba de líquido rojo en mi copa y me puse en pie, casi alegrándome de poder separarme de Garrett; Hunter también se levantó de su asiento y me ofreció una sonrisa que me pedía sosiego. El vampiro había sido capaz de notar mi inquietud y repulsión al estar tan cerca de su primo, y sabía que las cosas podrían terminar muy mal de seguir allí, soportando los dobles sentidos que parecían tener todo lo que decía.
El rostro de Derek se puso serio de un plumazo al ver a su hermano pequeño y a mí con aquella complicidad.
Aguardé a que hiciera algún comentario al respecto, que diera señales de que estaba furioso o enfadado... pero desvió la mirada de nuevo hacia su vaso; Garrett bromeó sobre algo de su pasado, captando por completo la atención de Derek. Quise darle una buena colleja a Garrett por su repentina intromisión, pero me obligué a poner todos mis sentidos en abandonar el comedor.
Hunter cerró la puerta a nuestra espalda para evitar que el ajetreo del vestíbulo pudiera molestar a su familia.
-Es oficial: odio a tu primo –le informé.
Hunter sonrió.
-Hay una larga lista de mujeres con la que compartes ese sentimiento hacia Garrett –comentó, observando a un par de doncellas salir de una de las habitaciones tras haberla puesto en orden-. Me temo que Veres lo malcrió demasiado desde que lo convirtió y ahora se piensa que puede conseguir todo lo que se propone.
Me giré hacia el vampiro, que aún seguía atento de algunos humanos.
-No sabía que los Vanczák fuerais una familia tan extendida –reconocí.
Me asaltó la repentina curiosidad de conocer más sobre los miembros que aún me eran desconocidos y que no vivían en Londres. Aunque, si todos resultaban ser como Garrett, rezaba para que no decidieran poner nunca un simple pie en el país.
Hunter se aclaró la garganta.
-Mi padre fue convertido en vampiro junto a su hermana, o eso es lo que siempre nos ha dicho –empezó a relatarme; en una ocasión me dijo que Ferenc siempre contaba su historia una vez convertido en vampiro, como si su pasado humano nunca hubiera existido-. Veres decidió quedarse en Hungría, junto a un nutrido aquelarre que la protegería y cuidaría; mi padre, por el contrario, quería conocer mundo. Por eso mismo viajó por buena parte de Europa hasta que decidió asentarse en Londres para prosperar como comerciante y crear su propio aquelarre.
-¿Y qué es de Veres en Hungría? –pregunté, sonando algo irrespetuosa por interrogarle de esa forma sobre su familia.
-Encontró en el aquelarre al que se convirtió en su marido –contestó, sin sentirse incomodado por mi pregunta-. Cuando era humana siempre quiso formar una gran familia y, como no podían tener hijos...
Miré a Hunter con una ceja enarcada en un gesto de escepticismo. Ambos sabíamos que existía una forma de permitir que una mujer vampira pudiera concebir; el proceso era doloroso y muy peligroso, pero era posible.
Sin embargo, y fiel a la promesa a Derek de que no debía confirmar lo que yo ya sabía, Hunter no dijo nada; sacudió la cabeza y esbozó una sonrisa divertida.
-En definitiva, Veres ha logrado convertir a algunos vampiros a los que ha considerado como hijos –añadió tras su parada anterior.
Alcé ambas cejas.
-¿Y cuántos hermanos son?
-Ocho –respondió-. Garrett es el más joven de todos ellos y el ojito derecho de su madre. Ahora entenderás por qué es... así.
Hunter y yo nos sobresaltamos cuando las puertas del comedor se abrieron de nuevo. Garrett me dirigió una apreciativa mirada mientras Derek le empujaba para que se apresurara a salir cuanto antes de la habitación; su primo adoptivo se echó a reír entre dientes, tramando algo.
-La última vez que nos vimos, querido amigo –estaba diciendo el vampiro, colocando un brazo sobre los hombros de Derek-, tenías contigo a una encantadora dama italiana a la que le profesabas amor eterno; ahora veo que tus gustos han cambiado ligeramente. ¿O es una de tus continuas amantes, de las que te permite Anna? Nunca he logrado encontrar una mujer que permita pequeños deslices por mi parte. Todas siempre me exigen fidelidad, y yo no puedo ser hombre de una sola mujer.
Se echó a reír entre dientes de su propia broma mientras los hermanos Vanczák se ponían tensos, conscientes de que yo estaba presente y que había descubierto mis colmillos en un gesto amenazador; Garrett no parecía cohibido por mi reacción, lo que me hacía sospechar que todo aquello había sido premeditado.
Me dedicó una sonrisa desdeñosa.
-Oh, vaya, si sabe mostrar sus colmillos –se carcajeó, inclinándose en mi dirección para poder observarlos de más cerca; chasqueé mis mandíbulas en todo de advertencia, logrando que se echara a reír-. Vamos, preciosa, dudo que sepas cómo utilizarlos; aún eres carne joven.
Yo le respondí con una ponzoñosa sonrisa.
-No deberías sonar tan seguro –le advertí con frialdad-. Puede que sepa usarlos mejor de lo que crees... y que tú te quedes sin alguna parte de tu cuerpo.
Garrett casi se dobló sobre sí mismo a causa de la risa.
-¿Admites sugerencias, preciosa? –me preguntó con un tono acaramelado-. Porque sé exactamente dónde dejaría que usaras tu afilada lengua y colmillos.
Derek lo cogió por el hombro mientras que Hunter me rodeaba la cintura con ambos brazos, impidiéndome que pudiera alcanzar mi objetivo. Empecé a forcejear con el joven de los Vanczák ante la irritante sonrisita de Garrett; Derek estaba lívido y sujetaba a su primo por el hombro, hundiéndole los dedos en la piel con fuerza.
Deseé que le hiciera sangrar.
-Gala, por favor –me pidió Hunter con la voz ahogada.
-¡Me gusta esta chica! –exclamó Garrett, dejándome muda de asombro-. ¡Qué carácter! No me equivocaba al decirle a Derek que es lo que necesito en mis sesiones, sin duda alguna añadiría algo de pasión y lujuria.
-Apártalo de mi vista si no quieres que añadamos a esa lista la ira y un cadáver –gruñí.
Hunter miró a su hermano mayor con un gesto de circunstancias. Derek empujó a Garrett hacia atrás y llamó la atención de Nelson, que venía de los jardines traseros de la mansión; el tímido vampiro se quedó perplejo al ver la escena del vestíbulo, pero Derek pronto lo distrajo al pedirle que acompañara a Garrett a la sala que usaban para ver la televisión.
Garrett me dirigió una última sonrisa divertida mientras seguía a Nelson por las escaleras, desapareciendo de mi vista y logrando que mi cabreo quedara ligeramente aplacado; Hunter me soltó lentamente y Derek se interpuso inteligentemente en mi camino, tapándome cualquier contacto con las escaleras.
Nos sostuvimos la mirada, pero la rabia que sentía por mi enfrentamiento con Garrett había hecho que me olvidara por completo los acuciantes problemas que tenía con Derek. Él fue en primero en apartarla, brindándome una pequeña victoria.
-Tenemos que irnos.
Hunter asintió, dándole la razón a su hermano. Aún teníamos un largo viaje de varias horas hasta llegar a la mansión de los Herz; entonces caí en la cuenta de que iba a estar encerrada en un espacio pequeño durante mucho tiempo junto a él. Sin darme siquiera tiempo a reconstruir una muralla que me hiciera parecer imperturbable.
Pero con el paso del tiempo me había convertido en una buena actriz.
Me despedí de Hunter con un ligero apretón en el brazo y me marché en dirección al garaje. Mientras me alejaba pude escuchar a los dos hermanos hablar entre susurros, el tono pacífico de Hunter y el angustiado por parte de Derek; me sorprendí de oír la angustia en la voz del vampiro, pues hasta el momento se había comportado como el Derek del pasado. Como si lo malo no pudiera afectarle.
Era evidente que solamente se derrumbaría delante de su hermano pequeño, la persona que siempre había estado a su lado y había luchado por él.
Aceleré el paso para que mi oído no pudiera seguir oyendo el pequeño rumor que producía su conversación a susurros. Me centré en un único pensamiento para mantenerme ocupada: sobrevivir en la mansión Herz.
No sucumbir a mis deseos y asesinar a Lyle.
Una pequeña lista de buenos propósitos que a cada paso que daba se me antojaban más complicados de cumplir.
Me detuve frente a la puerta del garaje y alcé mi mano hacia el control donde debía introducir mi clave numérica. La última vez que había estado allí sola usé la de Hunter por temor a que alguien pudiera seguirme el rastro; fue la vez que accedí a reunirme con Jana y ella me confesó que Lyle le había tendido una trampa.
Introduje mi serie de números y la puerta pitó, mostrándome un destello verde que mostraba que aún seguían funcionando. Que había recuperado el beneplácito para poder usarla siempre que quisiera.
Étienne y Bala levantaron la mirada del interior del maletero de uno de los vehículos. No me tomó por sorpresa la elección de Shane, pues había resultado ser tan retorcido como Ferenc; estudié con atención a Bala, intentando adivinar cómo se encontraba su estado de humor después de que Shane le hubiera arrebatado el puesto.
Me dedicó una mueca.
-Como en los viejos tiempos –dijo en tono de broma.
Sonreí, acercándome hacia donde los dos vampiros se encontraban.
-Como en los viejos tiempos –repetí.
Eché un vistazo al interior del maletero del coche y me quedé boquiabierta al contemplar que estaba repleto de armas de todo tipo. Étienne se removió a mi lado, recolocando algunas mientras Bala hacía inventario de que todo estuviera en orden; no podíamos correr ningún riesgo y, ahora que sabíamos hasta dónde eran capaces de llegar nuestros enemigos, no podíamos permitirnos el lujo de dudar.
Metí uno de mis brazos en el maletero y acaricié algunas de las armas, recordando las ocasiones en las que había tenido que utilizarlas. Tiberius no toleraba que dejáramos con vida a los vampiros que le fallaban y traicionaban; no tenía piedad... y yo aprendí a no tenerla tampoco.
Y no mostraría ningún tipo de piedad hacia aquellos vampiros que habían puesto en peligro a mis amigos.
-Tendrás que escoger alguna –comentó Bala a mi lado, tenía el ceño fruncido-. Por si acaso.
Me decanté por dos pistolas de pequeño calibre y las sostuve entre mis manos, como si fuera la primera vez que tuviera un arma entre ellas.
-Ferenc ha pedido ayuda a su hermana –dije de manera reflexiva.
-Veres Kozma es una mujer que haría cualquier cosa por su familia –respondió Étienne, dándome a entender que conocía personalmente a la tía de los Vanczák.
Bala no dijo nada y yo dejé escapar un suspiro.
-¿Tan mal estamos de efectivos? –quise saber, pues desconocía con cuántos vampiros contábamos para plantarle cara a Eneas y Calígula.
La idea de que estuviéramos en minoría me retorció el estómago dolorosamente.
-El problema es que ya no sabemos en quién confiar, Galatea –me explicó Bala con un tono duro, había abandonado definitivamente su tarea de hacer inventario con todas aquellas armas-. Que vampiros ataquen a vampiros es algo insólito, increíble; la desconfianza que ha despertado eso se ha extendido como la peste por todo Londres. ¿Quién sabe si a quien creíamos nuestro amigo pertenece al bando contrario? Nos están aislando, Galatea; están separándonos para que seamos más fáciles de abatir.
-Como si fuéramos simples animales –añadió Étienne, con el ceño fruncido.
«Como si fuésemos animales...», repetí interiormente. Sin duda alguna, el plan que estaban siguiendo los dos líderes vampiros estaba surtiendo efecto; habían logrado sembrar la discordia y el miedo en el resto de vampiros que habitaban en Londres, disminuyendo nuestras posibilidades de organizar una gran alianza para poder plantarles cara y frenar su locura.
-Los Cuatro aquelarres de Londres lucharemos juntos –dijo una voz a nuestras espaldas.
Los tres nos quedamos sobrecogidos al ver a Derek a pocos metros de nosotros. La culpabilidad de haber propiciado su pérdida de poder salió a la superficie de nuevo; el vampiro sabía que los allí presentes estábamos al tanto de los planes de su padre y que ninguno de nosotros había hecho nada por impedirlo. Bala y Étienne fueron incapaces de sostenerle la mirada por mucho tiempo, ahogados por el sentimiento de culpa y traición hacia su mejor amigo.
-Ni siquiera seremos suficientes –masculló Bala, fingiendo estar absorto con las armas del maletero-. Aún no conocemos el alcance de Eneas y Calígula.
-Entonces haremos lo que esté en nuestra mano –repuso Derek, con seguridad.
Étienne se aclaró la garganta con algo de apuro.
-Galatea ya se ha provisto de algunas armas por si acaso nos asaltan –habló con un ligero titubeo-. Podemos salir de inmediato.
Fui consciente de que no cruzó la mirada con Derek en ningún momento, pero no dije nada. Bala se encogió de hombros y me hizo un gesto para que retrocediera, cerrando después el maletero; Derek era la persona que tenía la última palabra sobre qué debíamos hacer.
-Cogeré el Tesla –anunció el vampiro.
Bala puso los ojos en blanco mientras Étienne huyó hacia el interior del coche que habían armado hasta los topes. Miré al vampiro, pero Bala se encogió de hombros para hacerme saber que no tenía ni idea sobre lo que le estaba pasando a Étienne.
Cuando pasé por su lado, se inclinó de manera conspiradora para susurrarme al oído:
-Si no fuera porque es hombre y vampiro, apostaría parte de mi fortuna a que sería la menstruación.
Me eché a reír entre dientes y la ventanilla del asiento del conductor se bajó lentamente con un pequeño chirrido al final.
-Te he escuchado perfectamente –gruñó Étienne desde el interior del coche.
Bala se encogió de hombros otra vez y yo rodeé el vehículo para ir hacia donde estaba aparcado el Tesla. Derek estaba apoyado en el techo del coche, tamborileando los dedos sobre la chapa y con la mirada perdida; pensé que, por mucho que asegurara que anoche no había bebido tanto, también arrastraba una esplendorosa resaca.
Mi rostro se contrajo en una mueca al recordarla, haciéndola más real y presente en mis maltratadas sienes. ¿A qué se debía esta ruptura de tregua a la que habíamos llegado tras mi merecida ducha?
Carraspeé para hacerle volver de donde quiera que estuvieran sus pensamientos, y su mirada bajó por mi cuerpo hasta quedarse fija en las dos pistolas que seguía llevando entre las manos. Recé para que no hiciera ningún comentario gracioso sobre mi aspecto estando armada.
-Todo listo –dijo entonces Derek.
Pero no estaba dirigiéndose a mí, sino a Bala, quien le hizo una señal con el dedo pulgar para indicarle que lo había oído. Nos montamos en silencio en el coche y nos entretuvimos un tiempo poniéndonos el cinturón de seguridad.
Bala permitió que saliéramos en primer lugar y condujo su propio vehículo hasta quedar cerca del Tesla. El interior de nuestro coche estaba lleno de un incómodo silencio... y de un ligero olor a la mezcla secreta que nos había servido Robert la noche anterior.
Derek tamborileaba sus dedos sobre el volante con una cadencia que estaba empezando a ponerme de los nervios. Habíamos logrado llegar hasta las verjas de la mansión sin pronunciar palabra alguna, pero no estaba segura de si sería una buena idea estar todas aquellas largas horas ignorándonos mutuamente.
Desvié la mirada hacia el cielo nublado.
Derek se aclaró la garganta mientras nos incorporábamos a la carretera.
-Quizá este sería un buen momento para hablar...
Apreté la frente contra la ventanilla.
-Oh, estupendo –dije atropelladamente-. ¿De qué podemos hablar? ¿Qué tal del tiempo? Tengo la sensación de que va a llover... pero no una simple lluvia: sino una de esas tormentas que siempre salen en las películas donde los dos protagonistas acaban empapados y tienen que refugiarse en algún sitio, terminando frente a una bonita chimenea donde dan rienda suelta a su pasión. Luego saldrá el sol y el protagonista le romperá el corazón a la pobre chica después de haberse acostado juntos, como si la luz del sol le hubiera aclarado las ideas y le hubiera mostrado que todo lo que ha pasado es una mala idea. Una idea pésima –añadí con resquemor.
Era una cobarde. Una maldita cobarde que trataba desesperadamente de proteger lo poco que le quedaba de dignidad después de haber actuado de manera inconsciente, sin tener en cuenta las consecuencias; Derek había intentado decírmelo en el reservado del pub, pero yo había salido huyendo de allí antes de que terminara la frase porque, si pronunciaba aquellas palabras, sería realidad, una certeza.
Ahora solamente era una probabilidad... que muy pronto iba a convertirse en certeza.
-Galatea –insistió.
-Estamos hablando, Derek –le espeté, aún mirando por la ventanilla-. ¿No es eso lo que querías?
-¡Pero me gustaría que habláramos de nosotros, no de tus fantasías! –exclamó y oí un golpe en el volante.
Me mantuve obstinadamente en silencio, mordiéndome la lengua.
-Quiero que hablemos como personas adultas de lo que sucedió anoche.
Un nudo empezó a formárseme en la boca del estómago. No estaba preparada para tener aquella conversación, aún no.
-Me obligaste a salir de la mansión; fuimos a un exclusivo restaurante de sushi a pesar de que no podemos saborear nada que no sea sangre; después pensaste que era una genial idea terminar tu maldita encerrona en el pub de Robert –le resumí con un tono áspero-. Luego ya no soy capaz de recordar nada más.
Técnicamente, si me forzaba mucho a no pensar en ello era como si lo hubiera olvidado de manera premeditada. Derek dejó escapar un prolongado suspiro de cansancio desde su asiento; el cielo seguía oscureciéndose cada vez más, anunciando la tan temida tormenta que le había descrito antes.
-Estaría bien que usaras un poco de tu sinceridad, Galatea –pidió a media voz.
Desvié la mirada de la ventanilla para toparme con su mirada fija en mí. Estaba tan serio que eso solo podía significar que estaba a punto de darme una mala noticia; la misma que había intentado darme anoche.
Me pellizqué en el muslo para contener el torbellino de emociones que se había desatado en mi interior.
-¿Crees que lo que pasó anoche fue un error? –me preguntó.
El estómago me dio un vuelco inesperado.
-Sí.
Derek aspiró aire bruscamente y su rostro se contrajo en una mueca de dolor. No había creído que le respondiera eso y aquella simple palabra le había sentado como si me hubiera dedicado a vaciarle en la cabeza piedras de gran peso.
-Pienso que no debería haber sucedido de esa forma ni en ese momento –traté de explicarme-. No era... correcto. Nuestra relación se encuentra en un punto muerto; nosotros mismos no sabemos qué hacer con ella y yo perdí el control por completo, sin pensar en las consecuencias...
Mi voz se apagó, pues era incapaz de continuar hablando. Derek giró el rostro hacia la carretera, permitiendo que solo fuera capaz de contemplar su perfil; la línea de su mandíbula estaba tensa y su mirada se había vuelto impenetrable.
Me mantuve en silencio porque Derek necesitaba asimilar lo que había dicho y porque tendría que decirme en algún momento aquello que no pudo en el reservado del pub de Robert.
-A veces me he llegado a plantear si lo nuestro no sería solo atracción física, ya sabes: tensión sexual no resuelta.
El coche dio una sacudida cuando Derek pisó el acelerador.
-Así que crees que toda nuestra relación se basaba únicamente en sexo –resumió Derek, sin apartar la vista de la carretera-. Y que quizá por ello no éramos compatibles en el plano sentimental, lo que podría explicar que siempre termináramos discutiendo. ¿Es eso lo que no te atreves a añadir en voz alta?
El tono de voz de Derek fue ascendiendo, aunque no llegó a convertirse en un grito. Yo me había quedado sin saber qué decir; no sabía cómo salir del lío que había formado yo solita.
-Yo... yo no sé qué hacer, Derek; no sé qué pensar de todo esto –murmuré.
Estaba aterrada de nuestro futuro. Lo que había empezado como una bonita historia de amor después se había tornado en algo completamente distinto; las distintas etapas que pasaban las parejas habían pasado vertiginosamente en nuestra relación. No habíamos hecho lo suficiente por ella; nosotros mismos la habíamos quebrado con nuestros actos.
Quizá Derek lo tuviera claro, pero yo no. Si acordábamos no retomar nuestra relación, quedaría destrozada, peor que cuando Derek me sacó de la mansión después de que me hubiera reclamado; si nos dábamos una oportunidad, el temor de que volviera a repetirse la historia y acabar herida me hacía que me echara a temblar.
Era un dilema cuya solución era complicada y con muchas variantes.
Parpadeé para retener las lágrimas, pidiéndome a mí misma que debía mostrarme entera... sin permitir que Derek pudiera ser testigo del tremendo lío que tenía montado en mi cabeza; tomara la decisión que tomara, mi corazón podría salir herido de un modo u otro.
-Por mi parte quiero que sepas que yo jamás hubiera estado contigo solamente por sexo, Galatea.
Giré la cabeza hacia la ventanilla de nuevo, rehuyendo la mirada de Derek. Sus repentinas palabras habían conseguido hacerme flaquear en mi intento de no derramar ni una sola lágrima; cerré los ojos con fuerza para poder retenerlas.
El teléfono de Derek comenzó a sonar insistentemente en uno de sus bolsillos, rompiendo el momento. Me incorporé sobre el asiento del copiloto mientras Derek rebuscaba, con una mano firmemente aferrada en el volante; miró brevemente la pantalla para ver quién era y frunció el ceño.
Un fuerte nudo en la garganta me impedía poder tragar saliva con facilidad mientras observaba a Derek llevarse el móvil a la oreja, con un escueto saludo; desvió la mirada hacia el espejo retrovisor. Yo le imité y vi el coche que conducía Bala muy pegado a nosotros.
-¿Cuántos son? –preguntó Derek, volviendo a mirar por otro de los espejos retrovisores.
Miré por el espejo lateral del vehículo, divisando tras el coche de Bala la silueta de otro vehículo de color gris.
-Intentad rastrearlos con la matrícula –ordenó.
El coche volvió a acelerar, igual que el coche de Bala. Derek seguía colgado al teléfono mientras intentaba conducir; su ceño se frunció aún más al escuchar lo que quisiera que le estuviera diciendo su amigo al otro lado del teléfono.
-Voy a conectar el altavoz –anunció.
Tocó algo en la pantalla táctil y la voz de Bala resonó en el interior del vehículo.
-Se han añadido otros dos –informó Étienne, lo que desveló que ellos también tenían activado el altavoz.
Derek se removió en el asiento, cambiando de marcha con brusquedad. Eché un vistazo al velocímetro y comprobé que habíamos superado con creces el límite de velocidad en aquella carretera; el otro vehículo nos seguía de cerca, manteniendo el ritmo debido a la cilindrada.
-Eso quiere decir que Eneas o Calígula nos tienen vigilados –estaba diciendo Derek, tenso-. Malditos hijos de puta.
Tragué saliva mientras miraba de reojo los espejos retrovisores, consciente de que uno de los coches que nos perseguía se había cambiado de carril; Bala soltó una imprecación entre dientes y obligó a su coche a mantenerse en nuestro carril.
-Las matrículas son falsas –confirmó Étienne, que sonaba cada vez más preocupado-. No se encuentran en el registro de Tráfico; no hay datos.
Derek echó un vistazo a mi asiento.
-¿Cuáles son nuestras opciones? –preguntó.
Bala y Étienne guardaron silencio unos instantes.
-Aún quedan bastantes kilómetros hasta que alcancemos territorio Herz –comentó Bala, hablando con cautela-. Y esos mercenarios han sido enviados con un propósito claro: acabar con nosotros. Eneas y Calígula no saben que el aquelarre Vanczák ha cambiado de líder, por eso mismo van a por ti.
-Quizá podamos defendernos de ellos –intervino Étienne con un optimismo forzado.
Se oyó una maldición y un chirrido de ruedas. Derek y yo miramos a la vez por los espejos retrovisores para ver cómo el coche de Bala tenía que frenar bruscamente para evitar que el coche persecutor pudiera colisionar con ellos; tras esquivar satisfactoriamente el choque provocado, Bala pisó el acelerador para poder intentar rebasarlo.
La comunicación con Bala se había cortado abruptamente tras la maniobra arriesgada del coche plateado. Mientras Derek intentaba mantener la calma y seguir conduciendo, aproveché la oportunidad para coger el teléfono del vampiro; su mirada se desvió hacia mí con una expresión de desconcierto.
Empecé a teclear sobre la pantalla táctil de manera frenética, rezando para que mi disparatada idea funcionara sin acuerdos e intereses de por medio.
Me masajeé la frente hasta hacerme daño mientras los tonos al otro lado de la línea se sucedían sin obtener respuesta.
-Vamos, joder –murmuré-. Vamos.
Quise echarme a reír histéricamente al escuchar cómo se descolgaba el teléfono.
-No tengo tiempo que perder con alguien como tú, Vanczák –fue lo primero que dijo la persona a la que había llamado.
Apreté el teléfono.
-Pero sí conmigo, Lyle –le respondí, mirando a uno de los espejos retrovisores de manera nerviosa-. Necesito la ayuda del aquelarre.
Aguardé a que se echara a reír o se burlara de mí. Lo único que recibí por su parte fue un extraño silencio.
-Sabes que Eneas y Calígula se han ido para tratar de destruirnos a todos los aquelarres mayores de Londres –continué hablando-. Y jamás hubiera acudido a ti de no ser una situación de riesgo.
-Ferenc nos ha puesto al día sobre la situación de desaparecidos –dijo Lyle-. Al igual que nos ha informado de que tu querido novio ha perdido el aquelarre.
Siseé.
-Tenemos coches persiguiéndonos, cerca de vuestro territorio –le corté, no deseando seguir escuchando las burlas de Lyle sobre Derek.
-¿Y por qué crees que van por vosotros? –quiso saber.
-Llevan matrículas falsas, Lyle. ¿Por qué crees que alguien utilizaría matrículas falsas?
-¿Para traficar y no entrar dentro del radar de la policía? –tanteó Lyle.
Derek, a mi lado, me lanzó una molesta mirada. Bala intentaba actuar como obstáculo entre nuestro coche y los perseguidores, interponiéndose de manera arriesgada entre ambos; el tiempo se nos estaba agotando y Lyle era como una roca inamovible.
-Cuelga ahora mismo, Galatea –me ordenó Derek-. Es evidente que no va a ayudarnos.
-¿A qué distancia nos encontramos de la mansión? –le pregunté a Derek, frenética.
-Cien kilómetros, más o menos.
-Necesito la ayuda del aquelarre, Lyle –le exigí a mi hermano-. Por favor.
Pero el vampiro no quería dar su brazo a torcer tan rápido.
-Podíamos llegar a un jugoso acuerdo –ronroneó-. ¿Qué me ofrecerías a cambio de que enviara a alguno de nuestros vampiros? ¿Una noche para nosotros dos solos, como aquella vez? ¿O quizá tu parte del aquelarre?
El coche gris consiguió rebasar al vehículo de Bala, ganando velocidad para alcanzarnos.
-¡Cuelga el jodido teléfono, Galatea! –gritó Derek, perdiendo la compostura.
-¡Soy líder del aquelarre Herz! –le recordé a Lyle, completamente desesperada al ver cómo iban desapareciendo los metros entre los dos coches-. ¡No puedes negarme ayuda, Lyle! ¡Soy de los vuestros, aunque me odies por ello...!
-No te odio, Galatea –me corrigió con un tono duro, fuera ya de bromas o insinuaciones-. Pero no comparto algunas de tus decisiones.
Mientras sostenía el teléfono con una mano, alcé la que tenía libre para abrir la guantera. Las dos pistolas que había cogido del maletero del otro coche apuntaban sus cañones en mi dirección, cogí la primera de ellas y la sopesé.
-He enviado tres coches de apoyo –dijo entonces Lyle-. Aguantad.
No nos despedimos ni añadimos nada más. Colgué el teléfono con un suspiro de alivio y miré a Derek unos instantes antes de comprobar la distancia a la que se encontraba el otro vehículo; Derek mantenía aún algo de ventaja, una pequeña oportunidad.
-Lyle nos ha enviado ayuda –le informé con un tono de mal disimulado alivio... y agradecimiento.
Asintió con un severo movimiento y yo bajé la ventanilla, desabrochándome el cinturón de seguridad; comprobé el cargador para saber con cuántas balas contábamos y vi que estaba lleno.
Asomé medio cuerpo por la ventanilla, casi sintiéndome en una maldita película de acción, e hice retroceder la corredera de la pistola. Recordé la primera vez que tuve una pistola entre las manos, lo divertido que le resultó a Bala enseñarme a cómo utilizarlas; alcé la pistola y apunté con minuciosidad.
Aquellos tipos trabajaban con nuestro enemigo, podían tener información actual sobre ellos. No podía matarlos.
Bajé el cañón hasta que quedó a una altura que no resultara fatal y contuve el aliento, apretando el gatillo.
Observé la trayectoria de la bala casi a cámara lenta. El proyectil dio de lleno en la luna delantera, traspasándola y formando una araña en el cristal; había apuntado para que la bala diera cerca del brazo del conductor, para que pudiera perder el control del vehículo y acabara saliendo de la carretera.
El coche empezó a bambolearse de un lado a otro, con las ruedas chirriando contra el asfalto. Recé en silencio para que Bala pudiera esquivarlo con facilidad, sin perder de vista las eses que estaba haciendo el coche plateado.
Un coche negro salió entonces de la nada, yendo directo hacia el coche plateado que había perdido el control; mis ojos se abrieron de par en par al entender las intenciones de aquel conductor kamikaze: chocar con ambos vehículos para mandar fuera del carril el coche de Bala, que acabaría estampado contra los árboles que habían al otro lado.
-¡Para el coche! –le grité a Derek.
Pero el coche negro aceleró aún más, empujando con el morro al coche plateado y logrando que chocara contra el coche en el que iban Bala y Étienne. Volví a gritarle a Derek que teníamos que detenernos...
Y un coche salió de la nada, esquivando con maestría el choque entre los tres coches que se había producido por sus dos compañeros; se dirigió hacia nosotros a toda velocidad y Derek se encontraba frenando debido a mis exigencias para que fuéramos a ayudar a sus dos amigos.
No nos dio oportunidad a que Derek pudiera dar un volantazo para tratar de esquivar al coche que nos perseguía. El morro del vehículo impactó a toda velocidad contra el culo del Tesla nuevo de Derek; al haberme quitado el cinturón de seguridad, me vi lanzada contra la luna delantera.
Reboté contra la dureza del cristal blindado mientras el vehículo daba vueltas de campana, fuera de control, conmigo botando de un lado a otro; choqué de nuevo contra la luna delantera cuando el coche finalmente se estampó contra un árbol. Los cristales traseros reventaron a causa del impacto y algunas ramas de los árboles colindantes se introdujeron por las ventanillas, golpeándonos.
Lo primero que se me pasó por la cabeza cuando el coche se detuvo fue comprobar que Derek estuviera bien. Me giré como bien pude en mi asiento y me encontré con Derek atrapado entre varias ramas, con los ojos cerrados y sangre por su rostro.
Jadeé al intentar alcanzarlo, pero algo me inmovilizaba por la cintura. Usé mi brazo para apartar algunas ramas, con el corazón en un puño; la luna delantera se mantenía intacta, pero el capó estaba plegado como si fuera un acordeón.
-Derek –le llamé, haciéndome daño.
No obtuve respuesta por su parte.
-Derek, por favor –gemí, empezando a notar el pánico creciendo en mi interior.
Los vampiros éramos resistentes a estas cosas, me dije. Aquello solamente nos dejaría unos rasguños que no tardarían en desaparecer; no podíamos morir como los mortales, como los humanos.
Éramos casi invencibles.
-Derek, despierta, joder –insistí.
Regresé a mi antigua posición al ser incapaz de aguantar más el dolor de mi cintura y apoyé la cabeza en el reposacabezas del Tesla. Estábamos atrapados en aquella prisión en la que se había convertido el vehículo; mis movimientos estaban limitados, y no sabía cómo se encontraban los de Derek, si sería capaz de liberarse a sí mismo y luego ayudarme a mí.
Me miré los brazos y vi los arañazos, que aún no se habían cerrado. Procuré no sucumbir al pánico; necesitaba mantener la mente fría para poder salir de allí y sacar a Derek en caso de que no recuperara el conocimiento.
Estaba rompiendo ramas para quitármelas de encima cuando escuché el inconfundible quejido de molestia de Derek. Giré la cabeza para ver cómo volvía en sí, sacudiendo la cabeza y poniendo una mueca de dolor; sus ojos parpadearon en varias ocasiones, intentando focalizar la vista.
Se me escapó un suspiro de alivio que llamó su atención. Su mirada se tornó alarmada al contemplar mi aspecto; se apresuró a quitarse el cinturón de seguridad, logrando sacar las piernas sin ningún problema y sentándose sobre el asiento del conductor.
Mi aspecto debía ser horrible, ya que su rostro estaba desencajado por el horror.
-Galatea –susurró, temiendo hablar en voz más alta.
Intenté mover mis extremidades inferiores, pero las notaba adormecidas, con un extraño cosquilleo; mi rostro se contrajo de dolor al recolocarme sobre el asiento. Ya había eliminado la mayoría de ramas que había dentro de la cabina del vehículo y notaba mi rostro húmedo debido a mi propia sangre.
-Sácame de aquí –le pedí con la voz ahogada.
Derek se coló por la ventanilla destrozada de su lado y rodeó el vehículo hasta llegar a mi lado. Le escuché peleándose con algunas ramas hasta llegar a mi puerta; no dudó ni un instante en arrancarla de golpe, dejándola caer pesadamente a un costado.
Su cuerpo se quedó inmóvil y su rostro lívido cuando miró al interior del vehículo.
-Galatea –me habló con fingida calma, intentando mantener la compostura.
Fui consciente del brillo de pánico que cruzó su mirada, haciéndome sospechar que algo iba mal. Bajé la mirada, pero el interior del vehículo estaba tan destrozado que apenas podía ver mi mitad inferior; el pánico creció en mi pecho, inquietándome por no saber qué estaba sucediendo.
-Derek –la voz me tembló, delatándome-. Derek, por favor, sácame de aquí... Por favor.
Tragó saliva.
-Hay una rama atravesándote el estómago –confesó tras unos instantes de duda por su parte-. Tengo... tengo que quitártela antes de que tu herida empiece a sanar.
Se me escapó una risa ronca.
-La plata de mi sangre ralentiza el proceso –le recordé.
No quise imaginarme el aspecto de mi estómago siendo atravesado por una rama. Y no lo hice por temor a perder la poca compostura que me quedaba; mis nervios estaban crispados por la persecución y los choques, por no saber cómo se encontraban Bala y Étienne. Por no ver la ayuda que me había prometido Lyle.
-Esto puede dolerte –murmuró.
Retiró con brusquedad el trozo de salpicadero que le estorbaba y se pasó la lengua por el labio inferior. Bajé la mirada de manera inconsciente y tuve ganas de vomitar; acababa de convertirme en algo parecido a un pincho moruno y la sangre empapaba poco a poco mi ropa.
Derek no titubeó ni un segundo cuando aferró la rama que me mantenía inmovilizada y la sacó de un brusco tirón, arrancándome un alarido de dolor; se apresuró a sacarme en brazos del interior del vehículo, depositándome después sobre el suelo.
Ambos contemplábamos mi herida, pero de formas distintas: Derek lo hacía con una expresión de angustia y desconcierto; yo con dolor.
-La rama no tendría que haberte hecho ni un solo arañazo, Galatea –aseguró Derek, y juraría que todo su cuerpo estaba temblando-. Esto no tendría que haber sucedido.
Supimos lo que eso significaba: la cantidad de plata que aún quedaba en mi interior estaba interfiriendo en algunas de mis defensas como vampiro. Mi dureza se había visto anulada gracias a la sustancia, haciéndome tan vulnerable como si fuera humana de nuevo; palpé con cuidado la herida de mi estómago, manchándome de mi propia sangre la palma.
-Randall estará encantado de saberlo –dije en tono mordaz.
Derek seguía atormentado por la herida y la causa que la había provocado.
-Estás perdiendo demasiada sangre; necesitas reemplazarla.
Mi mirada vagó por mi alrededor y puse los ojos en blanco.
-No veo ningún humano al que poder hincarle el diente.
Derek apretó la mandíbula.
-Humano no, pero estoy yo.
-No voy a beber de tu sangre.
Sus brazos me sostuvieron con más fuerza, acercándome peligrosamente la curva de su cuello.
-Vas a hacerlo por las buenas o por las malas, Galatea –me advirtió, usando un tono cortante y que no admitía réplica-. No voy a permitir que pierdas más sangre; casi te perdí en aquella explosión, cuando te contaminaron de plata, no voy a dejar que se repita esa maldita historia.
Los efectos del cansancio y la pérdida de sangre no tardaron en aparecer. Mi cuerpo parecía haberse convertido en piedra y los párpados me resultaban pesados; sentía la lengua adormecida, incapaz de pronunciar palabra alguna.
Derek me sostuvo por la nuca como si fuera un recién nacido y me acercó con cuidado hacia su cuello. Me obligó a que mis labios presionaran contra un punto concreto, sacando a relucir mis mortíferos colmillos; se hundieron sin ningún problema en la piel de granito de Derek, trayendo consigo la calidez de su sangre.
Sorbí con fruición aquel delicioso manjar, notando cómo mi cuerpo iba recuperando su antigua vitalidad. Alcé mis brazos sin esfuerzo para inmovilizar el cuello del vampiro y seguir succionándole poco a poco; cuando Derek me obligó a parar, sentí un ramalazo de tristeza y hambre.
Derek gimió en voz baja, teniendo que apoyarse en el suelo para no desplomarse delante de mí. Palpó con cuidado la zona de mi vientre, comprobando que la herida se hubiera cerrado por completo.
La herida había desaparecido, al igual que los arañazos y heridas de menor gravedad.
Y, ahora, un chiste:
Se abre el telón y aparecen dos trufas furiosas. Se cierra el telón.
¿Cómo se llama la peli?
*redoble de tambores*
¡¡Trufas to furius!!
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