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☽ | Chapter 79.

GALATEA HERZ. IRRESPONSABLE. NO SABE CÓMO LIDIAR CON EL ALCOHOL. NO LLEVA BIEN LAS RESACAS.

Miré con una expresión de anhelo la cesta de fruta que las doncellas habían colocado en la mesa. Hunter me había interceptado mientras bajaba y me había pedido, casi suplicado de rodillas, que le acompañara junto a su familia; debido al reciente cambio que había sufrido el liderazgo del aquelarre, la disposición de los sitios había cambiado ligeramente: Ferenc Vanczák había pasado a ocupar la silla de la cabecera, Morticia ocupaba mi antiguo sitio.

Aquello no me importó en absoluto, por lo que recuperé mi viejo asiento junto a Hunter y procuré mostrarme lo más abierta posible. Aunque quisiera volcarle a Ferenc la jarra de sangre que tenía más cerca; Derek había pasado su primera noche en las mazmorras y no se me había permitido bajar todavía, alegando que mi turno estaba situado más adelante.

Hunter me dio un ligero apretón en el muslo al ver que me era imposible mantenerla quieta. Mis ojos no paraban de moverse de un lado a otro de la mesa, intentando averiguar qué estaba sucediendo; el servicio se encontraba aún en el comedor, trayendo nuevas bandejas a pesar que todos los presentes consumíamos mayoritariamente sangre.

Le dediqué una débil sonrisa al pequeño de los Vanczák cuando llenó mi copa de sangre, tendiéndomela para que pudiera darle un trago. Me la llevé a los labios, obligándome a mí misma a darle un sorbito.

-El aquelarre Herz nos ha pedido que acudamos a la despedida de Lucrezia –nos informó entonces Ferenc, llevándose su propia copa a los labios.

Todos los vampiros de la mesa desviamos la mirada en su dirección, aturdidos por la repentina noticia. Las últimas noticias que habíamos recibido sobre los vampiros contaminados habían sido la muerte de la hermana de Bergamota; el resto de aquelarres se habían mantenido en silencio, seguramente cuidando a sus enfermos y tratando de aplicar las pocas soluciones que habíamos podido darles.

-Como nuevo líder del aquelarre, no puedo abandonar ahora mismo la mansión –continuó hablando el vampiro-. Necesito poner en orden algunas cosas, además de descubrir dónde se encuentran los vampiros traidores. Por eso mismo había pensado en enviaros a ti, Galatea, junto a Derek.

Me erguí sobre mi asiento, emocionada ante la noticia de la liberación de Derek de las mazmorras. Todo mi cuerpo sufrió un agradable cosquilleo, pero luego mi estómago se retorció al recordar la extraña situación en la que se encontraba mi relación con el vampiro; me limité a asentir para indicarle que cumpliría con sus deseos, aunque no tuviera gana ninguna de volver a los terrenos de los Herz.

Morticia saboreaba su copa de sangre con una sonrisita en los labios, seguramente degustando cómo se sentía haber conseguido finalmente su propósito. Todos sus años de sacrificios se habían visto recompensados... ¡y de qué forma!

-En estos momentos estarán sacándolo de las mazmorras, o quizá ya ande libre por algún rincón de la mansión –añadió Ferenc-. Mañana mismo debéis partir y me gustaría que tuvieras presente que tenéis una gran responsabilidad, Galatea: debemos mantener a toda costa la tregua que teníamos en el pasado. Es importante de cara a la batalla final que tendremos que lidiar con todos aquellos que quieren vernos muertos.

Arrastré la silla ruidosamente por el suelo del comedor, sin importarme lo más mínimo si el sonido hubiera podido molestar a Ferenc o Morticia. No me molesté en recordarle al vampiro que esa tregua seguramente se encontrara rota, pero me disculpé a media voz para poder abandonar el comedor; Hunter me siguió fielmente, con sus ojos azules reluciendo de preocupación.

Aún seguía temiendo por el estado de su hermano.

En el vestíbulo todo se encontraba en orden. El servicio se encontraba yendo y viniendo para cumplir con sus cometidos, inclinándose en breves reverencias cuando se topaban con algún miembro vampiro; mis ojos recorrieron con avidez el camino que conducía a las mazmorras. Confié en las palabras de Ferenc Vanczák, aunque sospechaba que su intención de liberar a Derek ocultaba algo.

-Iré a comprobar que no se encuentre en las mazmorras aún –me prometió Hunter, abandonando mi lado para dirigirse hacia las mazmorras.

Asentí mientras se marchaba. Después empecé a caminar hacia las escaleras, con intención de comprobar que Derek no estuviera en su suite; Bala apareció procedente del pasillo que llevaba a la sala de las cámaras de seguridad, su rostro estaba mortalmente serio y tenía los puños apretados.

-¡Bala! –lo llamé, atrayendo su atención.

Sus ojos oscuros me contemplaron unos instantes. Luego se relajó al comprobar que solamente era yo; se acercó hacia mí con una sonrisa forzada, avivando la sospecha de que había sucedido algo grave.

-Galatea –me devolvió el saludo.

Apoyé una mano sobre su bíceps, sintiendo la tensión de su músculo a través de la tela de la camisa que llevaba.

-¿Va todo bien? –quise saber con preocupación.

Bala desvió la mirada y comprobé que la línea de su mandíbula se encontraba tensa.

-Shane –respondió con desagrado.

La imagen del vampiro de piel oscura, el mismo que se había encargado de ir a buscar a Derek a la cámara de tortura para conducirlo a las mazmorras, me provocó una extraña sensación de inquietud. Si antes había reparado en su presencia, ahora parecía estar en todos los rincones de la mansión; el único apoyo real de Ferenc Vanczák no me daba buenas vibraciones al respecto.

Mis ojos se abrieron de par en par, pero Bala aún no había terminado de hablar.

-Shane es el nuevo jefe de seguridad –escupió el vampiro y el estómago se me hundió dolorosamente.

-Pero... eso no... no es posible.

La sonrisa desganada de Bala me impidió que pudiera terminar una frase coherente. Por supuesto que era posible: Ferenc era el nuevo líder del aquelarre y querría tener a alguien de confianza como su segundo al mando. Además, Bala era uno de los mejores amigos de Derek, lo que le convertía en una diana andante ante los ojos del viejo vampiro.

-Es evidente que Ferenc no confía en mí –habló con resentimiento.

Mi mano cayó a mi costado, sin fuerza.

-Herz –el sonido de mi apellido resonó como un látigo en el pasillo.

Bala y yo nos giramos a la par, buscando a la persona que se había referido a mí utilizando mi nuevo apellido. La tensión volvió a cubrir cada centímetro del cuerpo de Bala al reconocer a Shane dirigiéndose hacia nosotros; llevaba el habitual uniforme negro, aunque su actitud le delataba... al igual que el gesto de superioridad.

Me coloqué junto a Bala hasta que Shane quedó enfrente de mí. Sus labios se curvaron en una calculada sonrisa mientras nos contemplaba a ambos; contuve a duras penas las ganas de soltarle un puñetazo.

-Veo que ya te han puesto al día sobre las últimas novedades –comentó en tono casual, dirigiendo su mirada hacia Bala-. Por eso mismo me gustaría hablar contigo, en privado.

Miré de reojo a mi compañero antes de asentir. Nos despedimos de Bala y nos dirigimos hacia la sala que estaba llena de pantallas; escondí mis manos a la espalda al comprobar que nos encontrábamos a solas. El vampiro se desplomó sobre una de las sillas y me estudió de pies a cabeza.

De manera inconsciente me erguí ante su escrutinio, pues ahora me encontraba ante mi superior y no existía la misma complicidad y cercanía que había existido con Bala. Ahora me encontraba ante un completo desconocido.

-Me sorprende que hayas decidido pedir que volvieran a aceptarte en el equipo de seguridad –fue lo primero que dijo, sin dejar de observarme; había un punto de interés en sus ojos-. Pero no estamos aquí para charlar sobre tus motivos.

Cogí aire ante su pausa.

-Ferenc ha ordenado que se libere a Derek –eso ya lo sabía, pues el propio vampiro lo había comunicado frente a toda la familia mientras estábamos en el comedor-. Y como miembro perteneciente a la familia principal, necesita alguien que lo vigile constantemente.

Entrecerré los ojos, creyendo saber cómo iba a terminar aquella conversación.

-Por eso mismo lo he pensado y he llegado a la conclusión de que tú serías una opción maravillosa para vigilar a Derek –habló de manera triunfal, estudiando mi reacción-. Evidentemente, en ciertas situaciones contarías con apoyo extra.

Me crucé de brazos, devolviéndole el estudio al vampiro. Shane flexionó sus poderosos músculos de manera intencionada, tratando de intimidarme; me recordé que ahora me encontraba ante mi superior y que mi posible amnistía por mis actos había quedado totalmente anulada con el cambio de gobierno que había tenido lugar dentro del aquelarre.

-Tu responsabilidad consistiría en acompañar a Derek en todo momento y después tendrías que responder ante mí con un informe –esbozó una sonrisa sardónica-. Nada que no hayas hecho antes, ¿verdad?

Alcé la barbilla con soberbia.

Por supuesto que nada de eso suponía una novedad para mí. Antes de marcharme de la mansión mis responsabilidades habían sido, precisamente, cuidar y vigilar a todos los miembros de la familia Vanczák; Bala siempre había contado conmigo a la hora de adjudicarme cualquier misión, en especial siempre que se refería a la protección de Derek.

-Empezarás hoy mismo –añadió-. Creo que estás lo suficientemente recuperada para vigilar a un vampiro que ha perdido la cordura.

Hundí mis uñas en las palmas de las manos, instándome a mantener la calma y a no mover ni un solo músculo. Los ojos oscuros de Shane me contemplaron con un ápice de crueldad, casi esperando que me abalanzara sobre él; no tardé mucho en calar sus deshonestas intenciones y casi sonreí internamente al hacerlo. Si creía que podía sacarme de quicio con aquellos comentarios insidiosos tendría que trabajar un poco más para lograrlo.

Le di la espalda y salí de la sala de seguridad de manera pausada, demostrándole que no iba a caer en su juego... y que no le tenía miedo. Acabé de nuevo en el vestíbulo cuando vi la puerta de la entrada abierta; entrecerré los ojos con sospecha mientras iba en esa dirección, intentando mantener la calma.

Mis pies se quedaron congelados cuando divisé a Derek dándome la espalda, seguramente contemplando anonadado un vehículo nuevo que habían aparcado frente a las escaleras de piedra; el motor del coche estaba encendido y ronroneaba.

-¿Qué demonios es eso? –no pude contener la pregunta, delatándome.

Derek me miró por encima del hombro y esbozó una sonrisa cargada de socarronería. Me quedé algo perpleja al comprobar que su estado aún seguía estando estable, más cerca del Derek del pasado; tuve que desviar la mirada hacia el coche de color negro, pues era incapaz de mantenérsela con mi cabeza llena de imágenes sobre lo que había sucedido en las mazmorras, antes de que Bala decidiera interrumpirnos.

-Es un Tesla –respondió con total tranquilidad.

Fruncí el ceño, aún sin ser capaz de mirarlo fijamente.

-¿Te has comprado un coche nuevo? –pregunté, alzando ligeramente la voz.

La sonrisa de Derek se hizo más amplia para después encogerse de hombros.

-Supongo que sí.

En aquella ocasión desvié la mirada hacia su rostro, totalmente noqueada por aquel tipo de respuesta. Su garaje era un tesoro de vehículos de lujo, había sido testigo de todo aquello... ¿Por qué demonios había decidido comprarse otro coche cuyo precio sería desorbitado? Entreabrí la boca al creer entender qué se escondía tras aquella compra desproporcionada.

Me crucé de brazos, contemplando a Derek con una expresión decepcionada.

-Te estás comportando como un crío con un berrinche –le acusé.

Los ojos de Derek se abrieron levemente. Después se llevó una mano al pecho de manera teatral.

-¿A qué viene esa acusación? –preguntó con aire inocente.

Señalé el Tesla que seguía con el motor encendido mientras Derek lo contemplaba con un gesto de satisfacción.

-¿Crees que esto le afectará de algún modo a tu padre? –le respondí con otra pregunta-. Porque es muy posible que le dé igual.

-Es mi nuevo juguete –se defendió Derek.

Resoplé con indignación.

-Muy bien –le gruñí-. ¡Disfruta de él!

Me recluí en mi habitación después de mi encuentro con Derek, pues no estaba de humor para compartir mi recuperación y reintegración en el aquelarre con nadie. Caí de espaldas sobre el colchón y contemplé el techo del dormitorio, como si en la pintura se encontrara escrita la solución a todos mis problemas.

Al final opté por intentar distraerme leyendo un poco. Hunter me había traído algunos libros mientras me recuperaba, creyendo que eso me ayudaría a matar algo de tiempo; no sabía qué razón tenía... aunque por razones bien distintas.

Suspiré de manera imperceptible mientras pasaba una página cuando alguien llamó a mi puerta. Dejé el libro sobre el colchón y me dirigí hacia la puerta para ver de quién se trataba; por unos segundos me planteé la idea de que Shane hubiera enviado a alguien para recordarme que me había convertido en la nueva niñera de Derek.

Ahogué una imprecación al encontrarme al susodicho en el pasillo, apoyado sobre la pared. Sus cejas se enarcaron al escucharme blasfemar, como si fuera la primera vez que lo hacía.

Yo me llevé una mano al pecho, fulminándolo con la mirada.

-Cámbiate.

Entorné los ojos al escuchar su imperiosa orden.

-¿Perdón? –pregunté de malos modos, obligándole a que repitiera lo que había dicho o que se retractara de sus palabras.

Derek se cruzó de brazos.

-Shane ya me ha explicado que te has convertido en mi nueva niñera, felicidades –su mirada recorrió con algo de interés mi destrozado pijama, el mismo que había utilizado siempre que me encontraba de bajón-. Necesito que me acompañes a un sitio.

Lo miré con dudas, sin querer dar mi brazo a torcer. Derek resopló con impaciencia.

-No creo que a Shane le guste saber que he salido sin la persona que está encargada de mi protección –insinuó, encogiendo uno de sus hombros-. Y tú te preocupas demasiado por si pierdo el control sin nadie que pueda detenerme.

-Dame un minuto.

Después le cerré la puerta en la cara.

Rescaté uno de mis viejos uniformes del equipo de seguridad y me lo llevé conmigo al baño. Necesité un par de minutos para tratar de tranquilizarme y poner en orden la maraña en la que se habían convertido mis pensamientos; me recordé mientras me cambiaba que tenía unas responsabilidades. Ferenc me había permitido regresar a mi antiguo puesto, y yo no quería que se replanteara su decisión.

Podía hacerlo.

Solamente tenía que guardar bajo llave todos los pensamientos y sentimientos relacionados con Derek o nuestra relación.

Terminé de ajustarme las botas que iba a llevar y regresé de nuevo a la puerta, donde Derek aún estaba aguardándome. Me crucé de brazos al sentir otra vez su mirada repasándome de pies a cabeza.

-No voy a cambiarme de ropa –le advertí antes de que pudiera hacer algún comentario sobre mi indumentaria.

Derek se encogió de hombros, dándome a entender que no le importaba lo más mínimo.

Salí de la habitación y cerré la puerta a mi espalda, indicándole a Derek con un gesto de cabeza que me guiara. No iba armada, pues no sabía si mis identificaciones me permitirían acceder a la armería; estudié a Derek caminar delante de mí, preguntándome hacia dónde nos dirigíamos a aquellas horas de la noche. No me sorprendió que fuéramos directos al garaje, como tampoco lo hizo que Derek quisiera presumir de su juguete nuevo.

Mostré mi desacuerdo con una mueca, subiéndome al asiento del copiloto. Anclé mi mirada en la ventanilla, dispuesta a no contemplar el interior del coche y tampoco a mirar a Derek; éste arrancó el vehículo, conduciendo en silencio. Me permití durante todo el viaje hacia Londres a fantasear y a abrir mi propia Caja de Pandora; mis servicios como guardaespaldas se encontraban en stand by mientras Derek conducía.

-¿No tienes interés por saber adónde vamos? –escuché que me preguntaba.

Apoyé la mejilla sobre el frío cristal, contemplando el paisaje oscuro del otro lado.

-No.

Aquello era una media verdad, pues Shane querría saber con todo lujo de detalles en qué había consistido aquella sospechosa excursión. Mientras nos internábamos en las concurridas calles de Londres caí en la cuenta de que no sabía con certeza si Ferenc le había permitido abandonar la mansión; existía la posibilidad de que Derek hubiera decidido saltarse las normas para hacer enfadar a su padre... otra vez.

Pestañeé con desconcierto cuando Derek estacionó frente a un edificio con fachada bastante moderna. Un enorme neón con el nombre del sitio resplandecía mientras un grupo de gente aguardaba fuera para poder acceder al interior del edificio, de varias plantas; me giré hacia Derek con una expresión ofuscada.

-¿Heron Tower? –inquirí con un tono agudo-. ¿En qué demonios estabas pensando?

Pero Derek ya se encontraba con medio cuerpo fuera del vehículo, apeándose. Le seguí, blasfemando entre dientes y con ganas de abollar el nuevo coche a base de puñetazos; Derek dudó unos segundos antes de colocar una de sus manos sobre la parte baja de mi espalda y yo seguí rechinando los dientes, estudiando nuestro entorno con una mezcla de enojo y desconcierto.

Tal y como había supuesto, no hizo falta que hiciéramos cola como el resto de humanos que esperaban en la gélida noche londinense. Derek se encargó de hablar con el encargado que se encontraba en el vestíbulo del edificio, dirigiéndonos poco después hacia la zona de los ascensores. Fue entonces cuando me sacudí de encima la mano que aún mantenía sobre mi espalda.

-¿Me vas a explicar ahora qué estamos haciendo aquí? –le interrogué, manteniendo las distancias.

Derek frunció el ceño y luego desvió la mirada hacia el panel que indicaba en qué planta se encontraba el ascensor.

-Intento disfrutar de mi tiempo libre –respondió y yo enarqué una ceja con escepticismo-. ¿Te resulta extraño que quiera recuperar mi vida, ahora que mis responsabilidades han menguado notablemente?

Un ramalazo de comprensión me sacudió. Derek había tenido que abandonar su vida y sueños cuando su padre decidió cederle a él su puesto como líder; ahora que su padre había regresado, Derek no tenía problemas en intentar retomar su nueva libertad. Y yo me había comportado como una auténtica arpía.

Rompí el contacto visual con Derek, avergonzada por mi propio comportamiento. Me dediqué entonces a seguir con la vista el recorrido del ascensor hasta la planta baja; me apresuré a meterme dentro del cubículo. Con un golpe de suerte, un grupo reducido de personas también ocupó el cubículo del ascensor, evitando que Derek y yo pudiéramos continuar con la conversación.

Al llegar a nuestro destino, contemplé mi alrededor con un gesto inescrutable. Derek parecía querer disfrutar de su primera incursión como exlíder del aquelarre Vanczák en un restaurante de sushi con vistas hacia la City de Londres; me sentí algo devastada al recordar que ya no era capaz de saborear ni una sola comida y que aún necesitaría mucha práctica para poder volver a dar un bocado y evocar su sabor.

Seguí a Derek cabizbaja y no hice ningún solo comentario grosero cuando una amable mujer nos condujo hacia una mesa reservada para dos personas. Me limité a fulminar con la mirada al vampiro y cogí de malas maneras la carta que me tendía la camarera; de nuevo permití a Derek llevar la voz cantante en todo aquel asunto mientras yo me refugiaba tras la carta. Ni siquiera me molesté en contemplar las vistas o el esplendoroso interior del restaurante.

Al marcharse la mujer, Derek decidió intentar entablar conversación conmigo.

-Si no me falla la memoria, creo recordar que querías probar el sushi –comentó.

Bajé la carta lo suficiente para que pudiera ver la mirada helada que le estaba dirigiendo. Un trocito de mi putrefacto corazón dio un brinco al saber que Derek había montado todo aquello por mí, para intentar suavizar las cosas entre nosotros; una lástima que hubiera llegado tan tarde... y justo cuando había perdido por completo mis papilas gustativas.

-Me siento halagada –respondí, incapaz de ocultar mi sarcasmo-. Pero he terminado mi transformación, Derek: he perdido la capacidad de saborear cualquier tipo de alimento.

El rostro de Derek mudó a una expresión de total desconcierto, confirmando que él no tenía noticia alguna de ello. Me recliné sobre la silla y deposité con cuidado la carta sobre la mesa, queriendo apiadarme del pobre vampiro; Derek aún permanecía con la carta entre las manos, mirándome fijamente.

Incluso parecía algo pagado de sí mismo.

-Pero podría hacer un esfuerzo –comenté con la boca pequeña.

Mi cesión provocó que Derek recuperara parte del aplomo que había perdido. Esbozó una media sonrisa de complaciencia mientras se escondía tras la carta y yo desviaba finalmente la vista hacia el cristal que mostraba una panorámica impresionante de la City de Londres.

Casi no presté atención a lo que estaba pidiendo Derek, pues mi estómago parecía haber cobrado vida propia y se retorcía de manera nerviosa. De manera casi retorcida, catalogué aquella salida como un intento de cita. Aunque yo estuviera allí en calidad de protección y seguridad hacia la persona de Derek Vanczák.

Qué mentira más flagrante.

Contemplé casi con adoración los platos que trajo la camarera mientras Derek se encargaba de colocar nuestras bebidas. El sushi había sido uno de mis asuntos pendientes en lo referido a gastronomía... y ahora me encontraba frente a una mesa repleta de pequeñas obras de arte, sin poder saborear ni una sola de las piezas. Ni siquiera tendría un sabor de referencia, pues nunca había comido sushi.

Ah, maldito karma...

-¿Sabes cómo usar los palillos? –se interesó Derek, mostrándome su hábil manejo con los suyos.

Saqué las temidas armas de su funda e intenté sostenerlos como mejor pude, arrancándole una risita a Derek.

-Ten cuidado –me pidió Derek, con una sonrisa socarrona-. Incluso unos palillos pueden convertirse en armas mortíferas si están en tus manos.

Miré a Derek con una expresión de enfado. Y con la sensación de que el vampiro que había conocido en el pasado había resurgido de sus cenizas, recuperando el control de sus propias emociones.

Libre de cargas.

A pesar de no haber sido capaz de, primero, saber utilizar los malditos palillos y, segundo, poder arrancar algún tipo de sabor del sushi, tenía que reconocer que había sido una velada bastante divertida. Derek había decidido usar como tema de conversación mi nula habilidad con los palillos y nos habíamos pasado toda la cena discutiendo sobre ello; fue como si ambos nos hubiésemos puesto de acuerdo para esquivar los temas espinosos que nos rodeaban, intentando asfixiarnos.

Salimos de la torre mientras Derek seguía burlándose de mí. Al montarnos en el coche, aparté mi pelo hacia atrás; Derek arrancó el vehículo con una sonrisa, una que hacía mucho tiempo que no veía.

El estómago me dio un vuelco al reconocer la siguiente parada de la primera salida de Derek. Lo miré con desconcierto, pues creía que nuestro destino era la mansión; Derek me respondió con una media sonrisa y volvió a salir del vehículo antes de darme oportunidad a preguntar qué se nos había perdido allí.

El vello se me puso de punta al cruzar el aparcamiento que había junto al bar nocturno de Robert. Aunque había pasado mucho tiempo desde que puse por última vez que había puesto un pie ahí, todo seguía estando igual; los reservados se encontraban ocupados en su mayoría y la barra donde estaba Robert. El vampiro no tardó en mirarnos mientras nos acercábamos a la barra; sus ojos brillaron con picardía al reconocerme al lado de Derek.

-Lucy –me saludó.

Derek se echó a reír entre dientes.

-Galatea –le corrigió-. Galatea Herz.

Mi verdadero nombre causó impresión en Robert. Era evidente que estaba al tanto de los rumores que circulaban sobre mí y no tardó en recuperarse de la sorpresa; me dedicó una amplia sonrisa, como si siempre hubiera sabido mi auténtica identidad, e hizo un gesto con la mano.

-Tenemos un reservado libre al fondo –me indicó-. Ahora os acercaré algo de beber.

Tiré de la manga de Derek para que nos apartáramos de la barra y ambos nos dirigimos hacia el reservado que nos había señalado Robert; nos desplomamos sobre el acolchado banco y empecé a tamborilear los dedos sobre la superficie de la mesa, intentando distraerme.

-Así que Lucy, ¿eh? –quiso saber Derek.

Me encogí de hombros.

-Mentí sobre quién era la noche que vinimos aquí por primera vez –respondí.

Los ojos de Derek se iluminaron al recordar ese momento. Yo no pude evitar recordar lo que había sucedido después, cuando Kenneth asesinó a aquel vampiro que me había confundido con una prostituta de sangre; temblé y me froté los brazos de manera inconsciente.

Robert apareció allí, con su flamante sonrisa. En las manos llevaba dos copas bastante grandes con un líquido que no reconocí; al descubrirme observando lo que sostenía entre las manos, me guiñó un ojo.

-Me aseguraré de que no os falte de nada –nos prometió mientras dejaba sobre la mesa las dos copas.

Cuando desapareció del reservado, me incliné hacia la copa que tenía más cerca y contemplé su interior, olfateando el aire; torcí el gesto al comprobar con mi olfato el fuerte olor que desprendía aquella mezcla explosiva.

Derek fue el primero en arriesgarse a morir envenenado. Miré de hito en hito al vampiro mientras inclinaba la copa sobre su boca, dándole un prolongado sorbo; mis manos se mantenían aferradas al pie de mi copa, sin atreverme a imitar a Derek.

-No está mal –opinó Derek.

Con aquella simple frase terminó de convencerme para que probara la bebida... y tenía que reconocer que aquella mierda estaba bastante bien, nada que ver con lo que mi mente había pensado. No tardamos mucho en vaciar nuestras respectivas copas, notando un cálido cosquilleo en mi vientre.

Robert envió a una de sus vampiras para sustituir nuestras copas vacías, consiguiendo que en el transcurso de la noche, Derek y yo fuéramos acercándonos cada vez más en aquel banco acolchado del reservado; tenía el sabor de aquella bebida pegado a la lengua y una leve bruma interfiriendo en mis sentidos.

Observé a Derek beber de su copa y me relamí el labio inferior. ¿Eran cosas mías o había subido la temperatura allí?

En algún punto de nuestra estancia en el reservado, Derek había activado el mecanismo para cerrar las cortinas, sumiéndonos en un ambiente mucho más íntimo... y tétrico. Confundiéndome sobre sus intenciones.

Se me escapó un suspiro imperceptible cuando el muslo de Derek rozó el mío accidentalmente. Si antes había notado un aumento de la temperatura, ahora casi estaba asfixiándome de calor.

Tragué saliva cuando los dedos de Derek volvieron a rozar mi cuello. Después sus labios se posaron en ese mismo punto, sobresaltándome y mandando una oleada de calor por todo mi cuerpo.

-¿Estás intentando seducirme? –pregunté con tono ronco.

-¿Y tú, Galatea? –me devolvió la pregunta-. ¿Estás intentando seducirme?

Ladeé la cabeza y pestañeé con coquetería.

-Sabes que la seducción no es mi punto fuerte –contesté.

Derek se echó a reír.

-Has mejorado mucho desde la última vez.

En un simple pestañeo ya me encontraba sobre el regazo de Derek. Me mordí el labio inferior sentir en la parte inferior de mi cuerpo parte de la excitación del vampiro presionando; sonreí de manera socarrona, dispuesta a sacar beneficio de aquella situación.

-Vaya, me parece que alguien está algo alegre –comenté con un leve ronroneo.

Jadeé cuando Derek movió sus caderas de manera deliberada.

-Me ha sentado bien el cambio de aires, el quitarme algunos pesos de encima.

Tuve que girarme sobre mi cintura para alcanzar mi copa. La vacié de un trago, intentando eliminar de mi cabeza la amarga sensación de que había algo que no terminaba de encajar en los sentimientos de Derek tras haber perdido el liderazgo del aquelarre.

La lengua de Derek atrapó el hilillo de líquido que se me escapó por la comisura de mi labio de una forma bastante erótica. Pensé que podría aficionarme a que Derek me chupara la cara si lo hacía de aquella manera, aunque de haber estado mucho más sobria hubiera creído que aquello era algo asqueroso.

Entonces se tomó el hecho de que no me hubiera apartado como una aceptación para que continuara. Y vaya si lo estaba deseando; no me había sentado nada bien que Bala nos hubiera interrumpido de aquella manera y me había costado un gran esfuerzo intentar serenarme.

Cuando Derek me besó, estuve a punto de gritar. Dudaba que alguien pudiera molestarnos: el mensaje de las cortinas cerradas estaba claro.

De manera inconsciente, y alentada por la mezcla mágica de Robert, empecé a removerme contra Derek, rozándome por completo con ciertas partes de su cuerpo; Derek me mordió con fuerza el labio inferior, haciéndome un poco de daño. Como respuesta, le hundí mis uñas en el pecho de manera intencionada.

Derek se separó de mí unos instantes para que pudiéramos mirarnos fijamente a los ojos. Sus pupilas estaban dilatadas y su respiración resultaba trabajosa.

Contuve las ganas de abalanzarme sobre él cuando se relamió el labio inferior.

-He estado pensando mucho sobre nosotros, sobre la posibilidad de reconciliarnos –me aferré al banco acolchado para que Derek no notara que mis manos habían comenzado a temblar-. Y no creo... creo que no es...

No hizo falta que terminara la frase. Mi mente ya se había encargado por sí sola de completarla, provocando que ahora tuviera ganas de abalanzarme sobre él para rebanarle la garganta; me bajé torpemente del regazo de Derek y me tambaleé como bien pude fuera del reservado. Aquel ambiente viciado estaba empezando a asfixiarme y necesitaba salir al exterior para poder intentar calmar mis propios pensamientos.

Empujé con rabia la puerta metálica y me dirigí hacia el coche de Derek. Gruñí de frustración al recordar que el vampiro tenía el juego de llaves, así que me contenté con liberar parte de mi enfado pateando las ruedas del coche.

Cuando noté sus brazos intentando rodear mi cintura para alejarme, me revolví, logrando acertarle un puñetazo en el estómago. Todo el aparcamiento pareció inclinarse debido a la brusquedad de mi movimiento.

Derek me miraba fijamente.

-Galatea, déjame explicártelo –me pidió.

Volví a golpearle.

-¿Para qué? –le grité-. ¿Para que sigas mintiéndome?

El rostro de Derek se endureció.

-No te he mentido –se defendió.

Dejé escapar una prolongada carcajada.

-Oh, sí, por favor –le corté con desdén-. Sigue mintiéndome, Derek. Ahora dime que el cielo está lleno de adorables cerditos voladores.

Consiguió aferrarme por el brazo.

-Galatea –repitió.

-Derek –le imité con un tono burlón.

Aprovechándose de mi precario sentido del equilibrio, Derek logró arrinconarme contra la puerta del copiloto. Mantuve mi gesto impasible, a pesar de ser consciente que la excitación de Derek no había bajado ni un ápice; la carrocería del coche estaba fría debido a las bajas temperaturas de la noche londinense. No me importó.

-Por favor –me pidió Derek en voz baja-. Por favor, Galatea. No estropeemos esta noche.

Me mordí la lengua, guardándome para mí un par de réplicas. En su lugar, obligué a Derek a que desbloqueara los seguros del vehículo y me colé en su interior, dando por zanjada aquella conversación; el viaje de regreso a la mansión fue en el más absoluto silencio.

Al aparcar el vehículo en el garaje, traté de huir... con tan mala suerte de que casi acabé estampada contra el suelo. Con una facilidad insultante, Derek logró colgarme de su hombro, ganándose una patada muy cerca de la entrepierna y una sarta de insultos que habrían llevado hasta las lágrimas de orgullo al propio Bala.

No bajé la voz cuando llegamos al desértico vestíbulo, deseando que alguno de los vampiros oyera el escándalo y saliera a husmear.

-Galatea, estás borracha –confirmó Derek mientras subía los escalones. Me pareció escuchar una nota de emoción por verme en semejante estado.

Golpeé su nuca con mi codo, arrancándole un gruñido.

-Tú también –le acusé.

Lo peor de todo, es que debía darle la razón a Derek: la maldita bebida de Robert me había golpeado de lleno, arrastrándome hacia un estado embriagado. Seguramente Shane se frotaría las manos si supiera que había roto la mayoría de reglas... y que había terminando colgando del hombro de mi protegido. Encantador.

Seguí bamboleándome de un lado a otro sobre el hombro de Derek mientras terminaba de subir la última escalera. Desde mi posición invertida, y con el estómago algo revuelto debido a ello, pude comprobar que nos dirigíamos hacia su habitación; sin hacer ningún tipo de sonido, empecé a rebelarme contra la idea de pasar la noche allí.

Derek cerró de un puntapié la puerta, dejándonos a ambos encerrados y con pocas vías de escape para mí. Llegó conmigo al hombro hasta el dormitorio, luego me puso sobre mis propios pies y se cruzó de brazos, evaluándome con la mirada.

-Te dejaré una de mis camisetas –decidió por sí solito.

Contemplé con estupefacción cómo se acercaba a la cómoda y traía consigo una de sus extrañas camisetas que no solía lucir habitualmente.

-Estás borracho –repetí, trabándome con mi propia lengua-. ¿Por qué no te comportas como un maldito borracho?

Derek enarcó una ceja.

-¿Y qué quieres que haga? –preguntó.

Le señalé con el dedo índice de manera amenazadora.

-No lo sé –dije, exasperada.

Lo cierto es que mi raciocinio había colgado el cartel por vacaciones, dejándome a cargo de mis enmarañados sentimientos. A pesar de nuestra disputa en el aparcamiento del bar de Robert, mi vientre seguía estando en llamas y todo mi cuerpo parecía anhelar más contacto con el propio Derek. ¿Coherencia? 404. Not found.

En aquellos instantes no quise que las palabras que me había dirigido Derek en el reservado tomaran importancia. Mi cuerpo bombeaba sangre alcoholizada y mañana seguramente todo quedaría olvidado, con el sustitutivo de una buena resaca; empecé a desnudarme ante la atenta mirada de Derek hasta quedarme en ropa interior.

Sonreí interiormente cuando los traicioneros ojos del vampiro se desviaron para poder contemplarme de pies a cabeza. Incluso tragó saliva con esfuerzo.

Me mantuve inmóvil en un ofrecimiento silencioso, esperando a que Derek diera el primer paso. Contuve la respiración cuando me empujó con suavidad para que cayera sobre el colchón, ignorando deliberadamente la camiseta que había a mi lado; ajusté mis piernas para que las caderas de Derek encajaran y me tragué un suspiro cuando sus labios empezaron a besar lentamente la línea de mi mandíbula. Estrujé las caras y exclusivas sábanas de Derek conforme sus labios iban descendiendo por mi cuello, alcanzando pronto mi pecho; se me escapó un jadeo ahogado cuando pasó por entre mis pechos, bajando hacia mi ombligo... con un destino claro.

Una oleada de temor me sacudió a cada centímetro que recorrían los labios de Derek. De manera inconsciente, y antes de que siguiera bajando más, cerré mis piernas, golpeando con mis muslos la cabeza de Derek.

Esbocé una sonrisa de disculpa cuando alzó la mirada.

-Aún... aún no estoy preparada para eso –me intenté justificar.

A pesar de las contadas ocasiones que me había acostado con Derek, aún no había reunido valentía suficiente para cruzar esa línea... en ninguno de los dos sentidos. Derek asintió de manera comprensiva y volvió directo a mis labios.

Cuando noté su mano acariciando mi vientre, le permití que siguiera su camino. Se internó por debajo de mi ropa interior y tanteó con cuidado, temiendo la misma reacción que antes; moví las caderas de manera elocuente y gemí contra sus labios al sentir cómo se introducía en mí.

Jadeé ante su mano experta, arrancándole una risita socarrona y llena de superioridad.

-Baja la voz –me pidió al oído-. No querrás que Anna o Hunter nos escuchen, ¿verdad?

La idea de que Anna fuera testigo indirecto de lo que estaba sucediendo en aquella habitación se tornó jugosa. Muy jugosa. Quería que la vampira escuchara cada uno de mis gemidos y comprendiera que Derek jamás sería suyo; que había conseguido pasar página.

Me desplomé sobre la almohada con la sensación de tener los huesos de hierro. Observé a Derek inclinándose por el colchón para coger algo y pestañeé con desconcierto cuando me tendió un bulto que había recogido; caí en la cuenta de que estaba dándome su camiseta y me apresuré a metérmela por la cabeza, cubriendo así mi parcial desnudez.

La mirada de Derek resplandecía y sus labios formaban una traviesa, además de sexy, sonrisa.

Cerré los ojos y me aovillé en mi lado de la cama.

Por favor, que la resaca de mañana fuera tan potente que no tuviera recuerdo alguno de lo sucedido aquella noche.

Bernardino, el Chihuahua, aprueba este capítulo

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