☽ | Chapter 78.
NO ME GUSTA HACER ESTO CON PÚBLICO
Condujeron a Derek fuera de la sala de torturas. Miré a Bala y Étienne, esperando que hicieran algo por su amigo; ambos se encontraban con las mandíbulas apretadas, presas de la impotencia de no estar capacitados a oponerse a las órdenes de Ferenc Vanczák.
Eché a correr hacia Shane, procurando mostrarme lo más entera posible.
-No puedes hacer eso –protesté.
Él desvió la mirada hacia mí.
-Solamente cumplo órdenes –se limitó a responder.
Derek caminaba por delante de todo el grupo, con la cabeza bien alta y sin importarle lo más mínimo que estuviera esposado porque su propio padre temía que pudiera desatarse un enfrentamiento interno dentro del aquelarre después de haber anunciado que sería otra vez el líder, dejando a un lado a Derek. Emilia, Nelson y Elek caminaban a una distancia prudente de Shane y de mí, quizá temiendo entrometerse en un enfrentamiento que no les correspondía; y yo seguía presionando al vampiro para que pudiera darme más información al respecto.
Mi contacto con Shane había sido muy reducido. Era el único miembro original del aquelarre Vanczák de la época en la que Ferenc había sido el líder; le era leal al viejo vampiro y ahora se había convertido en su mano ejecutora. No había sabido de su existencia hasta mucho tiempo después de mi llegada a la mansión, pues siempre se había mantenido encerrado en su dormitorio y solía moverse por la noche, sigiloso.
Ahora las tornas habían cambiado y su rutina también, supuse.
-Esta medida es exagerada –probé de nuevo, sin querer dar mi brazo a torcer.
El rostro de Shane se mantenía impasible mientras continuábamos caminando, dirigiéndonos a las escaleras de piedra. Mi mirada se clavó en la espalda de Derek, y empecé a sentirme desesperada; no entendía la conducta del vampiro, a cómo era posible que se mostrara... así. Le habían arrebatado el aquelarre y ahora iban a dejarlo encadenado en una mazmorra, ¿por qué no reaccionaba?
-Ferenc estará encantado de escucharte –me espetó, empezando a sentirse molesto por mi insistencia-. Te recomendaría que no siguieras importunándome: el aquelarre está sumido en una importante transición y tú estás obstaculizándolo.
Sus palabras hicieron que me quedara clavada en el suelo. La comitiva siguió su camino mientras yo me quedaba parada allí en medio, incapaz de poder mover un solo músculo; miré al interior de la sala, donde el cadáver de Anastacia seguía estando anclado a la pared. Bala y Étienne se encontraban con aspecto hundido el uno al lado del otro; Derek había mostrado una notoria mejoría en su estado y habíamos conseguido descubrir algo muy importante.
Teníamos información que quizá pudiera ayudarnos a vencer en la guerra que se avecinaba.
Alcé los brazos con indignación, temblando de pies a cabeza por la rabia que estaba empezando a consumirme.
-¡Es vuestro amigo! –les reproché, y quizá estaba siendo injusta con ellos; de todos modos, no me importaba en esos instantes: ninguno de los dos había hecho nada por Derek-. ¡Es vuestro amigo y vosotros os habéis quedado ahí parados!
Quise gritarles más cosas, cosas mucho más graves e hirientes, pero di media vuelta y eché a correr hacia el piso superior; no me detuve en la planta donde debía encontrarse Derek, pues tenía otro objetivo. Regresé al despacho de Derek, que ahora había vuelto a las manos de Ferenc, y entré sin molestarme en llamar.
No había visto a Ferenc ni a Morticia en la sala de torturas, así que supuse que habrían vuelto allí para celebrar su victoria. Procuré que no me afectara lo más mínimo encontrarme en aquella habitación con Ferenc; no era la primera vez que estaba a solas con el vampiro, pero en esta ocasión no tuve los mismos sentimientos: el temor que me inspiraba el padre de Derek se había visto transformado en rabia por la traición que había cometido al ordenar que detuvieran a su hijo y lo trataran de esa humillante forma.
-Eso no entraba dentro del acuerdo –le espeté nada más poner un pie dentro del despacho.
Ferenc me miró con una pizca de interés y yo di otro paso en su dirección.
-No es necesario mantenerlo en ese estado –lo intenté de nuevo, intentando cambiar mi táctica-. Derek no es ningún peligro y jamás intentaría arrebatarte el puesto; tu hijo te respeta, y respetará la decisión que has tomado.
-No quiero correr ningún tipo de riesgo, Galatea –me explicó con tranquilidad, bordeando el escritorio con paso seguro y deliberadamente lento-. Mi hijo se encuentra en un estado delicado que podría empujarlo a hacer cosas de las que pudiera arrepentirse después; un par de días allí abajo no le harán ningún mal. Incluso puede usarlos para meditar sobre lo sucedido.
Apreté los puños con fuerza, mirando a Ferenc Vanczák como si fuera un monstruo. El mismo que había conocido cuando llegué a la mansión y que no había dudado ni un segundo en dedicarme palabras horribles e insinuaciones que me habrían empujado a golpearlo; el hombre consumido y preocupado por su hijo había desaparecido, dejando en su lugar al vampiro sin sentimientos que buscaba su propio interés.
Me arrepentí de haber aceptado a no mover ni un solo dedo por Derek; Ferenc Vanczák no se merecía estar en ese lugar, no después de lo que había hecho.
-He conseguido ponerme en contacto con tu familia, Galatea –dijo entonces el vampiro, sonriéndome sinuosamente-. Lamento informarte que Lucrezia ha fallecido, incapaz de poder soportar la plata; sin embargo, la esposa de tu hermano sigue estable dentro de la gravedad. He compartido con ellos todo lo que hemos descubierto, intentando allanar el terreno para una próxima tregua.
La garganta se me cerró. Una pequeña punzada de dolor me sacudió de pies a cabeza al enterarme del fallecimiento de la hermana de Bergamota; nuestra relación había sido cordial y nunca había dado a entender que tuviera algún problema conmigo. No éramos muy cercanas, pero no pude evitar lamentar su muerte.
Lucrezia no merecía tener ese final porque era una persona inocente que siempre se había mantenido al margen en cualquier enfrentamiento.
Salí del despacho, con la amarga sensación de la derrota.
Mis nervios empezaron a crisparse a cada paso que daba por aquel corredor de piedra, descendiendo hacia la mazmorra. En mis manos llevaba un enorme tazón lleno de sangre caliente con algo de whisky, recomendación de Elek, quien se había acercado a mí en la cocina con una expresión llena de remordimientos; no podía culpar a la vampira, pues ella solamente era una pieza más en manos de Ferenc y su relación con Derek no era tan cercana y profunda como la que existía entre Bala y el vampiro, por ejemplo.
Sufrí un escalofriante déjà vu que conectaba directamente con mi pasado, con la primera noche que pasé en aquella mansión. Me armé de valor mientras me encaminaba hacia la mazmorra donde se encontraba Derek, la misma en la que me habían metido a mí; parpadeé con desconcierto al ver un camastro pegado a la pared de las que salían unas pesadas cadenas. Derek se encontraba sentado sobre el camastro, con la mirada gacha y los hombros hundidos.
Me aclaré la garganta para hacer notar mi presencia y alcé la taza que llevaba entre las manos cuando él alzó la mirada. Había decidido llevarle algo de sangre a modo de tregua.
Ignoré deliberadamente la nueva punzada de culpabilidad que me traspasó el pecho cuando vi las cadenas que rodeaban sus muñecas, manteniéndolo allí como algo olvidado. Como si Ferenc quisiera mantenerlo fuera de su vista.
-Te he traído algo de sangre caliente –le expliqué, aunque había sido un comentario estúpido; Derek lo debía haber averiguado ya debido a nuestro desarrollado olfato.
Le tendí la taza con una sonrisa titubeante, creyendo que me la rechazaría. Sin embargo, Derek la tomó con cuidado y la agitó para ver cómo la sangre giraba sobre el interior de la cerámica, desprendiendo hilillos de humo debido a la alta temperatura a la que se encontraba.
-Tengo la extraña sensación de haber vivido ya este mismo momento –comentó Derek, con la vista clavada en el contenido de la taza.
Mi mirada se paseó nerviosamente por toda aquella habitación, despertando viejos recuerdos.
-Al menos han añadido una cama –respondí en tono mordaz, intentando aligerar el ambiente-. Yo tuve que dormir en el suelo como un pobre perro.
Sus ojos se alzaron de la taza para poder mirarme fijamente. Me obligué a mantener la sonrisa, segura de que una ligera conversación sin importancia no supondría ningún daño para el delicado estado emocional de Derek; me abracé a mí misma, inquietándome ante sus ojos azules.
Sus labios se curvaron mínimamente para formar una pequeña sonrisa.
-Fuiste bastante creativa sobre qué harías conmigo si lograbas soltarte de las cadenas –recordó con una expresión casi risueña.
Me encogí de hombros, algo avergonzada por todas las cosas horribles que le grité cuando bajó allí para verme. Poco después llegó Hunter, quien no tardó en desplegar sus encantos y darme una ligera pista de cómo podía huir; sacudí la cabeza al repetir en mi mente aquellos momentos.
Derek se hizo a un lado en el camastro para que yo pudiera sentarme a su lado. Dudé unos instantes antes de hacerlo; las cadenas de Derek chocaron, lanzando un quejumbroso chirrido, provocando que desviara la mirada hacia ellas. No tenían nada que ver con las que Derek había usado conmigo.
-Gracias por la sangre –dijo Derek con cortesía, con demasiada educación-. No tienes por qué quedarte aquí; supongo que no te sentirás cómoda.
Apreté mis manos contra mis rodillas, notando la garganta como si fuera papel de lija. Derek había vuelto a centrarse en la taza de sangre que yo le había traído, lo que favorecía que pudiera hablar abiertamente y sin ocultarle nada; me había hecho una promesa a mí misma: no más mentiras. Los secretos y las mentiras nos habían conducido a esa situación, y yo ya había tenido suficiente para haber aprendido la lección.
-Estoy... estoy de guardia –balbuceé.
La reacción de Derek fue tal y como la esperaba. Alzó la mirada de la taza de sangre y miró en mi dirección; me apresuré a desviar yo la mía hacia la pared de piedra. No quería ver la censura en los ojos azules de Derek y acobardarme de seguir hablando, necesitaba empezar a ser sincera con él.
-Galatea –escuché que pronunciaba mi nombre con tensión, casi escupido entre dientes.
Erguí mi espalda.
-Tu padre me ha admitido de nuevo en el equipo de seguridad –lo solté a bocajarro, sin andarme por las ramas-. Y ha decidido que el primer turno de guardia lo haga yo.
Derek masculló algo entre dientes y lo miré de reojo. Sus manos aferraban la taza con demasiada fuerza, haciéndome temer que pudiera romperla en añicos.
-No estás en condiciones de regresar –dijo-. Estás recuperándote después de tener plata dentro de ti y no creo que puedas hacer frente a lo que supone que son tus responsabilidades.
-Iré poco a poco –le expliqué-. Pero no puedo quedarme de brazos cruzados mientras veo cómo nuestro mundo se está fragmentando. No puedo permitir que el aquelarre sufra ningún daño; sé que no he tomado las mejores decisiones, pero lo he hecho... todo lo que he hecho ha sido pensando en el bien de nosotros.
Me mordí el labio inferior tras mi repentina confesión. Derek no había estado de acuerdo conmigo en multitud de mis decisiones, y quizá en alguna de ellas pudiera tener parte de razón; admitirlo en voz alta me hizo sentir un poco mejor. Me hizo sentir que quizá Derek pudiera entenderme.
-Es evidente que yo tampoco he tomado buenas decisiones –comentó Derek, haciendo sonar de nuevo sus cadenas para subrayar sus palabras-. Y quisiera que tuvieras algo claro, Galatea: cometí muchos errores, pero intentaba protegerte. Tú tenías tus secretos y yo los míos, algunos de ellos en relación contigo. Pero, ante todo, mi prioridad era mantenerte a salvo.
Desvié la mirada hacia su rostro, con una expresión desconcertada. Ambos éramos culpables de lo mismo, de no haber sido capaces de entendernos y ponernos de acuerdo en muchos asuntos que nos concernían a los dos; los remordimientos estaban empezando a asfixiarnos y aquella habitación se estaba quedando demasiado pequeña para tanto sentimiento desagradable.
Derek frunció el ceño, mirando hacia la pared que teníamos enfrente.
-Intercepté por error parte de tu correo personal en la mansión –confesó atropelladamente, sonando avergonzado-. Me pudo la curiosidad, el no saber quién podría estar en contacto contigo... y me topé con algo sumamente desagradable; la primera advertencia de que no estabas a salvo. Durante varias semanas fui desviando parte de tu correo hacia mí para evitar que pudieras ver los miembros separados de un cadáver de alguien que parecía conocerte mientras eras humana.
El recuerdo de la cabeza de aquel hombre rodando por el césped, saliendo fuera de la caja en la que se encontraba hizo que mi estómago se agitó a causa de las náuseas; la palabra escrita en sangre se repitió en mis oídos y cerré los ojos, apretándomelos con las palmas de mis manos. Le había pedido a Bala que se deshiciera de ello y que no dijera ni una sola palabra al respecto. Intentaba escondérselo a Derek porque temía que pudiera cometer cualquier locura.
Ahora entendía por qué no había vuelto a recibir más cajas.
-Oh, Dios –gemí en voz baja.
Oí el sonido de la cerámica chocando suavemente contra el suelo de piedra pero no miré.
-Por eso mismo fingí que ese cadáver eras tú –continuó Derek, con un tono apagado-. Intenté desviar la atención de tu persona, de quién fuiste siendo humana, dándoles un cadáver que pudiera eliminar las sospechas que tenían sobre ti. Si ellos creían que la Galatea Riley que estaban persiguiendo estaba muerta... tu familia se encontraría a salvo.
Tuve la sensación de que iba a empezar a hiperventilar. Me imaginé qué habría sucedido en caso de que Derek no hubiera intervenido de aquella forma, me imaginé a mis padres siendo atacados por vampiros... convertidos y sueltos por Londres de la misma forma que yo; Derek me había explicado que el cadáver había sido para que mis padres pudieran cerrar ese capítulo de su vida, haciéndoles creer que yo estaba muerta. Me había ocultado parte de la verdad, de igual modo que había hecho yo en otras ocasiones.
Nos quedamos en silencio, cada uno sumidos en nuestros respectivos pensamientos. La noticia que me había hecho Derek aún seguía martilleándome en las sienes, pero no me sentía enfadada por ello... simplemente agradecida por el hecho de que Derek se hubiera preocupado por mi familia. Por personas que no tenían nada que ver con el vampiro.
-Tendría que haberte escuchado, Galatea –me interrumpió la voz de Derek, ahora sonaba agotada-. Todas esas ocasiones en las que intentabas hacerme ver que estaba siendo un error acoger a Anastacia; todas esas veces en las que me negué a hacerte caso, haciéndote daño... Lo siento mucho. Intenté comportarme como debería haberme comportado contigo en el pasado.
Me retiré las manos de los ojos para poder mirar a Derek a los ojos. Se estaba mordiendo el labio de manera nerviosa, retorciendo las manos sobre su regazo y haciendo sonar otra vez las cadenas; su mirada estaba perdida y tenía la sensación de que estaba muy lejos de allí.
Un sabor amargo inundó toda mi boca al comprender que aquella era la primera vez que éramos sinceros el uno con el otro. Me resultó retorcido que las circunstancias hubieran sido el empujoncito que necesitábamos en el pasado, cuando habíamos empezado nuestra relación.
Cogí aire por la boca, armándome de valor para poder contarle algo que aún no sabía cómo explicárselo. Ahora que no se encontraba al frente del aquelarre no supondría ninguna diferencia.
-Aún queda plata dentro de mí –procuré no atropellarme con mis palabras, sonando lo más calmada posible-. Randall teme que eso pueda ser perjudicial para mí a la larga.
Me aclaré la garganta. No quería decir en voz alta que existía una pequeña posibilidad de que podría morir si esa plata no se eliminaba de mi sistema, porque eso significaría admitir que era real; Randall me había hecho prometer que continuaría purgando mi sangre, vigilando que todo fuera correctamente.
Derek soltó un gruñido y yo no me sentí mejor por haberlo hablado con él.
Volvimos a quedarnos en silencio, un silencio algo incómodo.
Vi de refilón el brazo de Derek moviéndose a mi espalda. De manera inconsciente me quedé rígida hasta que noté los dedos de Derek masajeando mi nuca; me llevé una mano a la frente al ver que ese gesto se asemejaba más a un gesto amigo que a un gesto romántico.
Mi corazón se me destrozó un poquito y me incliné hacia delante, apoyando los codos sobre mis rodillas.
-Vosotros sabíais que esto iba a suceder –dijo entonces Derek-. Estabais al tanto de lo que iba a suceder con el aquelarre.
Apreté los dientes con fuerza.
-Étienne y Bala estaban muy raros, y sospechaba que escondían algo; mi hermano apenas era capaz de pasar mucho tiempo contigo y siempre evitaba mi mirada, como si se sintiera culpable por algo... Y tú te esforzabas por hacer que no había pasado nada –sus dedos continuaron acariciando mi nuca y enredándose en mi cabello-. Todos me lo habéis ocultado.
-Creímos que tu padre haría las cosas de otra forma –respondí, confirmándole sus sospechas-. Creímos que la presión del aquelarre estaba afectando negativamente... No votamos en tu contra de forma directa; prometimos no interponernos en el camino de Ferenc cuando volviera a hacerse con el liderazgo.
La culpabilidad volvió a sacudirme.
-Yo creí que separarte del puesto de líder te ayudaría –añadí en voz baja-. Pero jamás pensé que acabarías aquí abajo...
Tendría que haberme negado en aquel momento. Ferenc nos había convencido de algo que no había resultado ser cierto; en ningún momento imaginamos que la primera orden del viejo vampiro fuera encadenar a su hijo en las mazmorras mientras él se divertía de nuevo al mando. El rostro sonriente de Morticia me produjo ganas de gritar y romper cosas.
Lo mismo me sucedió al pensar en Ferenc Vanczák.
El masaje de nuca de Derek me agitó aún más, en vez de tranquilizarme. Una parte de mí aún estaba a la espera de que comenzaran los gritos y reproches, que volviéramos a sumergirnos en la misma rutina que precedía nuestras discusiones; y en cierto modo, lo anhelaba... lo anhelaba para poder deshacerme de la rabia y enfado que arrastraba desde que había subido hasta el despacho para enfrentarme a Ferenc Vanczák.
-Intentabais protegerme –las palabras de Derek me pillaron por sorpresa-. Y puedo llegar a entenderlo porque yo estaba fuera de control. Ninguno de vosotros quería perjudicarme más y, quizá, acelerar las cosas para mi padre.
Por unos segundos fue como si estuviera hablando con el Derek que aún no había perdido el control de sus propias emociones... con el Derek que no había sucumbido finalmente a la presión de las responsabilidades y problemas de ser el líder del aquelarre. ¿Cuántas veces había deseado escuchar a Derek ser comprensivo conmigo? ¿Cuántas veces había rogado mantener una conversación civilizada con Derek donde no termináramos por perder los papeles?
El momento había llegado tarde.
Los dedos de Derek se quedaron quietos en mi nuca y yo me masajeé la frente, sin saber qué decir ahora que, en apariencia, nos habíamos dicho todo. Y, lamentablemente, me olía a despedida.
Ay, Dios, quería echarme a llorar desconsoladamente...
Quería abalanzarme sobre Derek y besarlo hasta quedarme sin aliento (cosa que, debido a mi condición de vampiro, jamás sucedería).
Quería a Derek; joder, claro que le quería. Pero ninguno de nosotros habíamos sabido cómo conducir aquella relación: Derek porque había tenido una idea equivocada de sus propios sentimientos, y había convertido en algo retorcido su relación con Anna, y yo porque no había sido capaz de hacerle frente al aluvión de responsabilidades que venían junto a Derek; por no hablar de mi tendencia a actuar sin pensar en las consecuencias y a guardarme para mí cosas que, de haberlas compartido, no se habrían convertido en bombas que habían causado estragos en los cimientos de nuestra relación.
Me sentí terriblemente cansada y con la sensación de que ninguno de mis sacrificios había servido para nada; que eso había provocado que Derek y yo nos alejáramos cada vez más.
-¿Cuándo termina tu turno de vigilarme? –quiso saber Derek, tratando de romper el hielo.
Suspiré.
-No lo sé –respondí-. Supongo que lo sabremos cuando baje el vampiro que me sustituya.
Asintió con gesto reflexivo y volvimos a quedarnos en silencio.
Las manos habían comenzado a cosquillearme debido a la anticipación y las sienes me molestaban ante la disparatada locura que estaba empezando a formárseme en la mente; Derek había bajado el brazo y luego se había recolocado sobre el camastro. Ninguno de los dos sabíamos cuándo decidiría Ferenc sacarlo de allí; entre los dos podíamos quebrar las cadenas y Derek sería libre... Deseché de inmediato esa idea debido a las consecuencias negativas que traería consigo; Derek no necesitaba más problemas.
Cogí y solté aire varias veces, intentando calmarme.
Quizá Derek deseaba estar solo. Quizá Derek no quería tenerme cerca y había decidido ser educado debido a mi delicado estado. Quizá Derek podría rechazarme y habría empeorado todo.
La única forma de averiguarlo era arriesgándome, aunque estuviera temblando de pavor interiormente.
En un abrir y cerrar de ojos me situé sobre el regazo de Derek, sin pensar siquiera en las consecuencias y en su posible rechazo; su cuerpo se quedó rígido debido a la imprevisibilidad de mi movimiento y sus ojos me contemplaron con desconcierto. Hacía tanto tiempo que no estábamos en una situación tan propicia como aquélla que no supe cómo proceder.
Acaricié su pecho por encima de la ropa y noté el ligero temblor que despertaban mis caricias a su paso. Nos mirábamos fijamente sin decir ni una sola palabra, sin que él quisiera tocarme; por unos segundos temí que sucediera lo mismo que aquella vez dentro del coche, el mismo día que acepté convertirme en Galatea Herz.
Me quedé rígida cuando le oí coger aire abruptamente por la nariz.
-Esto no es una buena idea –dijo.
Enarqué una ceja, pues había advertido algo en su tono de voz.
-No suenas muy convencido.
Y eso alimentó mi esperanza, el hecho de que él también estuviera deseando tanto como yo lo que fuera que surgiera entre ambos.
-Lo digo por ti, Galatea –respondió, muy serio-. No quiero que hagas nada de lo que estés segura; no cometas ese error.
Pegué mi rostro más al suyo, manteniendo unos centímetros de distancia entre nuestros labios.
-¿Crees que esto es un error? –pregunté.
Su cálido aliento chocaba contra mi barbilla y sus ojos seguían pareciéndome más oscuros que al principio.
-Pienso que esto podría empeorar lo nuestro, Galatea –murmuró-. No quiero que sigamos haciéndonos daño el uno...
Subí las manos por su cuello hasta sus mejillas, acariciándolas con mis pulgares; sus manos, tímidas, me cogieron por las caderas. No había ni un ápice de seguridad en sus movimientos y eso me desconcertó porque no supe cómo tomármelo.
-No nos va a hacer daño –le prometí, aunque había comenzado a dudar.
Intenté convencerme a mí misma mientras me inclinaba para besarle. El estómago se me retorció al creer que me encontraría con la dureza de sus labios, tal y como había sucedido la última vez que había intentado besarlo, pero la boca de Derek se entreabrió cuando presioné los míos contra los suyos; dejó escapar un gruñido ronco que hizo que mi cuerpo vibrara. Sus manos se afianzaron sobre mis caderas y se inclinó hacia delante, obligándome a que arqueara la espalda para que profundizara el beso.
Gemí cuando Derek me sostuvo por la nuca, hundiendo sus dedos entre mi cabello, pegándome aún más a su cuerpo. Yo me aferré con fuerza a su cuello, incapaz de poder ocultar mis propias emociones ante aquel acercamiento.
La mano de Derek se coló por debajo del jersey que llevaba y acarició mi piel. Lo imité, metiendo mis dos manos por debajo de su camiseta para pasar mis uñas por toda la extensión de su estómago; Derek emitió algo parecido a un ronroneo y me mordisqueó el labio inferior, acrecentando aún más mi propia excitación.
Contuve la respiración cuando los dedos de Derek empezaron a juguetear con el cierre de mi sujetador.
No me importaba que estuviésemos en aquel inhóspito sitio; me importaba aún menos que solamente tuviéramos aquel camastro, hubiera sido más incómodo continuar las cosas en aquel suelo de piedra.
Derek sonrió contra mis labios al lograr quitar los corchetes y desabrochármelo por completo.
-No me habían informado que esta guardia iba a ser una sesión para adultos con... con bondage –escuché que decía la voz de Bala a mi espalda.
Di un sobresalto sobre el regazo de Derek y lo aparté de mí con un empujón, logrando que su cabeza chocara contra la pared de piedra de una forma bastante cómica. El rostro del vampiro se contrajo en una mueca de dolor.
-Mierda –mascullé-. Lo siento.
Me deslicé de nuevo hacia el camastro y me removí con incomodidad al notar mi sujetador suelto, gracias a la experta mano de Derek. Bala nos contemplaba a ambos con una expresión divertida, realmente satisfecho de habernos pillado en una situación tan comprometida.
-Si queréis me puedo ir –consultó su reloj de muñeca- unos diez minutos. Incluso me aseguraría de cerrar la puerta para que no os molestaran de nuevo.
Mis mejillas se encontraban coloreadas por el rubor platino. Derek se había recostado sobre la pared de piedra y miraba a su amigo con una expresión vacía, como si no nos hubiera encontrado en una situación tan comprometida.
Me puse en pie, entendiendo por qué Bala había bajado hacia allí abajo. Humedecí mi labio inferior, dirigiéndome hacia donde se encontraba el vampiro; el sujetador suelto me molestaba bajo el jersey y estaba deseando ir a mi dormitorio para poder colocármelo, además de bajar un poco la excitación que me cosquilleaba en el vientre.
Observé a Bala abanicarse con su propia mano, contemplando la sala con una mueca divertida.
-Tengo la sensación de que ha subido aquí la temperatura; hace demasiado calor –siguió burlándose Bala-. Llega a ser incómodo.
Llegué a su lado y le pegué un puñetazo en el brazo, arrancándole una carcajada.
-Nunca existió relación tan sufrida como la de Derek y Galatea –escuché que decía entre dientes, aún riéndose de mí-. Ni tan caliente.
Le fulminé con la mirada, ganándome otra carcajada por su parte, y salí de la mazmorra apresuradamente antes de que Bala siguiera con sus comentarios e insinuaciones sobre lo que nos había pillado haciendo; subí apresuradamente hacia mi dormitorio y cerré la puerta. Apoyé mi espalda sobre ella y me llevé una mano a la frente, suspirando.
¿Cuánto tiempo tardaríamos en volver a fallarnos mutuamente?
*Se oyen coros celestiales*
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro