☽ | Chapter 75. [02]
LA VAMPIRA QUE SOÑABA CON UNA CERILLA Y UN BIDÓN DE GASOLINA
[PARTE 2]
El viernes me mostré más inquieta de lo habitual. Lyle se había encargado de recordarme mediante un esclarecedor mensaje que debía acudir sin falta a la mansión, a primera hora, para poder ultimar los últimos detalles de mi propia fiesta; hasta entonces, habían sido las hermanas van Tassel quienes se habían encargado de prepararlo todo en mi ausencia, por lo que resultaría algo violento que yo no tuviera ningún tipo de participación en la organización.
Hunter fue el encargado de despedirme en la glorieta de la entrada, donde ya me esperaba un vehículo de la familia Herz para supervisar que cumplía con mi palabra; torcí el gesto al reconocer al humano que iba al volante, tendiéndole de malas formas mi pequeña bolsa de viaje con ropa para pasar el fin de semana. El pequeño de los Vanczák no parecía perder de vista al chófer, con una expresión de completo desagrado.
Me interpuse a propósito en su campo de visión para evitar que siguiera fulminando con la mirada al enjuto humano y Hunter frunció su ceño. Era evidente que no estaba nada encantado con la idea de que me metiera en ese coche.
Le di un puñetazo en el brazo, intentando distraerlo.
-No estoy de acuerdo con nada de esto –dijo Hunter.
Lo miré, abandonando la idea de bromear.
-Fue mi decisión –le recordé con dureza.
Hunter entornó sus ojos.
-Fue un error –me corrigió.
Me crucé de brazos, notando un ramalazo de rabia.
-Me importa muy poco vuestra opinión –expresé con suficiente claridad, logrando que Hunter gruñera-. Lo hice creyendo que ayudaría al aquelarre y debo responsabilizarme de las consecuencias.
Los ojos azules de Hunter se enfriaron, desviándose hacia un punto cualquiera que no estuviera cerca de mi rostro. A mis espaldas escuché el carraspeo forzado del chófer humano; lo miré por encima del hombro mientras Hunter me imitaba, mirándolo sin ningún tipo de disimulo con desagrado.
-Señorita Herz –Hunter rechinó los dientes cuando escuchó mi apellido-. Tenemos que marcharnos, la señora van Tassel la está esperando para que puedan ir a supervisarlo todo personalmente.
Hunter y yo nos fundimos en un incómodo abrazo de despedida. Di media vuelta y bajé hacia la puerta que el humano me tenía abierta; me colé en su interior, acomodándome en los asientos traseros, y bajé la ventanilla para poder contemplar a Hunter al final de las escaleras, contemplándome con una expresión contrariada.
El coche arrancó y nos pusimos en marcha, alejándonos de la mansión. Saqué el móvil para comprobar que no tenía ningún mensaje o llamada importante; les había hecho prometer a Bala, Hunter y Étienne que no dudarían en advertirme si algo saliera mal... o si el estado de Derek empeoraba.
Después de hoy, habría un nuevo gobierno en el aquelarre y Ferenc se encontraría dirigiendo todos sus hilos.
Me mordí el labio inferior, inquieta. ¿Qué sucedería cuando su padre le dijera a Derek que no iba a seguir siendo por más tiempo el líder del aquelarre? ¿Cómo se tomaría Derek que ninguno de sus amigos, de sus confidentes, saliera en su defensa? Todos nos habíamos quedado al margen y le habíamos prometido a Ferenc no intervenir en su contra; de manera tácita estábamos ayudando al viejo vampiro a deponer a su propio hijo.
Estábamos traicionándolo.
Estaba traicionado a Derek de nuevo.
Cuando el coche redujo la velocidad, acercándose a la mansión de los Herz, me apresuré a bajar de él. Durante el viaje de ida no había podido dejar de pensar en el daño que le habíamos causado a Derek al aceptar mantenernos al margen; todos sus amigos, su hermano incluso, habíamos permitido que Ferenc pudiera hacerse con el poder. Y esa idea me estaba causando asfixia.
Jadeé al ver a Jana acercándose a mí con una amplia sonrisa. Mis ojos bajaron hacia su abultado vientre como si éste fuera un poderoso imán; nos habíamos visto relativamente poco, y su aspecto de embarazada seguía cambiando. Ver cuánto parecía haberle crecido el vientre me distrajo lo suficiente de mis lúgubres pensamientos.
Rodeé con cuidado los hombros de Jana para fundirnos en un abrazo y tuve cuidado de no rozar siquiera el vientre, tenía miedo de hacerle daño. Mi amiga, pues aún la consideraba como tal, tenía el mismo aspecto frágil que cuando supe que estaba embarazada de verdad.
Jana hizo un puchero con su labio inferior.
-Os habéis retrasado –se quejó mientras el chófer se encargaba de sacar mi equipaje del vehículo.
-Pero ya estoy aquí –repuse con suavidad.
El rostro ceniciento de Jana pareció iluminarse al caer en la cuenta de que estaba atrapada todo el fin de semana en aquella mansión, repitiéndose de manera sucesiva ese extraño ritual que había aceptado para poder acceder a mi parte de legado y alcanzar un acuerdo con mi nueva familia respecto a unas responsabilidades que no merecía.
-Un pajarito me ha dicho que te vio en la pequeña fiesta que dio Eneas –comentó Jana con jovialidad, tirando de mi brazo para que nos pusiéramos en marcha-. Y nada más y nada menos que con Moses Nickels. ¿Por qué no fuiste con Derek, quien también estaba invitado?
Miré a mi amiga, intentando aparentar que me encontraba encantada de haber regresado.
-Es... es complicado de explicar –tartamudeé.
Jana frunció el ceño y sus dedos se apretaron con fuerza en mi brazo.
-¿Tienes problemas con Derek, Gala? –me preguntó, muy seria.
Asocié su pregunta al hecho de que mi amiga temía que pudiera estar metida de lleno en una historia similar a la suya: Jana había descubierto las infidelidades de su marido, Tiberius, con Helga y se sentía destrozada por ello; había intentado convencerme para que la ayudara a escapar del escrutinio de los Herz, vengándose de ese modo de su marido, aunque yo me había negado en rotundo.
No tenía ni idea de cómo se encontraban las cosas con Tiberius, si habría decidido abandonar a su amante para poder centrarse en su esposa y en el hijo de ambos, que estaba por nacer.
Sacudí la cabeza.
-Tuvimos un pequeño desencuentro –le mentí-. Nada que no pudiésemos solucionar después.
Los ojos de Jana me contemplaron con atención, dándome la sensación de que sabía que no había sido sincera. Desvié la mirada al cruzar el umbral de la puerta de entrada, internándonos en el elegante y opulento vestíbulo de la mansión; mi espalda se irguió automáticamente al divisar a Bergamota hablando con uno de sus hijos.
Todavía me resultaba algo complicado diferenciarlos, pero la náusea que se me formó en la boca del estómago me indicó de que podría tratarse de Lyle. Además, Tiberius estaría demasiado ocupado con los asuntos referidos al aquelarre; no en vano era, de puertas de aquella mansión para fuera, la cara pública del puesto de líder.
-Galatea acaba de llegar –anunció Jana, llamando la atención de los dos vampiros-. Podemos ponernos en marcha de inmediato.
Bergamota, fiel a sus costumbres, me sonrió con aprecio y se acercó a mí. Leí sus intenciones en la forma que abrió los brazos y le permití que me diera un abrazo; desde nuestro primer encuentro, la mujer siempre se había mostrado de aquella forma tan amable y cariñosa conmigo. Incluso después de saber que su marido me había convertido, añadiéndome a la lista de herederos.
Lyle decidió quedarse tras su madre, dedicándome un seco movimiento de cabeza. La distancia y el poco interés que parecía haber mostrado ante mi llegada hicieron que recuperara parte de mi aplomo; Bergamota me indicó que mi dormitorio seguiría siendo el mismo, aunque tenía la oportunidad de cambiarme a uno mejor en el último piso, junto al resto de la familia. Decliné educadamente la oferta y la vampira asintió, casi con aire comprensivo; después me explicó todo lo relacionado con la fiesta que iba a celebrarse aquella misma noche. Me quedé sorprendida al descubrir que no iba a tener lugar en la mansión, sino en una de las propiedades que poseía la familia en Londres; los ojos de Bergamota me estudiaron y sospeché que estaba evaluando si la idea de utilizar parte de mi herencia sin mi consentimiento me molestaba.
Compuse mi mejor sonrisa mientras seguía atentamente todas y cada una de las palabras de Bergamota. Salimos de nuevo fuera, donde nos aguardaba un nuevo vehículo; Lyle se subió al asiento del conductor, indicándome de esa forma que pensaba acompañarnos, y yo me apresuré a colarme en los asientos traseros junto a Jana, dejándole el asiento restante a Bergamota.
No se me pasó por alto que un segundo coche nos seguía, así que supuse que se trataba de un pequeño destacamento de seguridad para nuestra salida; ignoré completamente las miradas que me lanzaba Lyle por el espejo retrovisor y me centré en Jana, quien había tomado el relevo de Bergamota para seguir con la explicación.
Nos internamos por las transitadas calles y nos dirigimos hacia Mayfair, cerca de donde el barrio colindaba con Hyde Park. Mis ojos no paraban de registrar todos y cada uno de los giros que estábamos dando, aprendiéndome el trayecto que estábamos siguiendo; Lyle detuvo el coche frente a un imponente restaurante con una fachada preciosa en color blanco. Todos nos apeamos del vehículo y yo me quedé un tanto cohibida al encontrarme en terreno desconocido; Jana no dudó en cogerme del brazo para que siguiéramos a Lyle y Bergamota al interior. Allí dentro ya nos esperaba un hombre y una mujer vestidos de chef; el hombre se apresuró a estrechar la mano a Lyle y besar en las dos mejillas a Bergamota.
-Philippe, permíteme que te presente a Galatea –dijo Bergamota-. Ella es la homenajeada.
Jana me dio un ligero empujoncito para que me adelantara y yo me sentí más cohibida aún por estar rodeada de tanto extraño. Compuse una sonrisa de manera forzada mientras Philippe me estrechaba la mano de manera profesional, intentando no presionarme al comprobar que no estaba del todo cómoda en ese ambiente; después de hacer las pertinentes presentaciones, nos condujo hacia una zona del restaurante que estaba completamente abierta y tenía el aspecto de un amplio jardín.
Se habían habilitado varias mesas circulares por todo aquel recinto, con luces colgando de la fachada y toda la decoración en blanco, siguiendo la misma línea que el resto del restaurante; me mantuve pegada a Jana mientras escuchaba a medias lo que hablaban Bergamota, Lyle y Philippe.
-No hemos querido que sea algo multitudinario –me confió Jana en voz baja-. Por eso mismo hemos elegido este restaurante para celebrar tu presentación; vendrán unos pocos allegados de la familia, nada más.
Desvié la mirada para contemplar el jardín trasero que había en aquel restaurante y que habían decidido cerrar al público para que nosotros pudiéramos usarlo. Philippe parecía encantado con todo el asunto y, por la forma que tenía de gesticular con los brazos, estaba deseando que llegara esta noche para demostrar lo mucho que se había esforzado por complacernos.
-Wolfgang siempre fue un amante de la comida francesa –comentó en tono casual Jana, también contemplando con interés todo lo que nos rodeaba-. Por eso mismo ha invertido tanto en distintos restaurantes, incluyendo éste. Tiene una Estrella Michelin.
-Ah –fue lo único que pude decir.
Jana sonrió, comprensiva.
Tras comprobar que todo estuviera en orden para esta misma noche, regresamos a la mansión. Supongo que debí parecerles algo maleducada cuando bajé del coche para poder encerrarme en mi dormitorio hasta que llegara el momento en que vendrían para ayudar a prepararme; eché el pestillo como medida de seguridad ante la indeseada presencia de ciertas personas en la mansión y saqué el teléfono móvil.
La pantalla no mostraba nada de interés.
Y yo contuve las ganas de llamar para comprobar que todo estuviera en orden. Le había pedido egoístamente a Derek que viniera, pero él no me había dado ninguna respuesta; la lista de invitados era un completo misterio para mí y no estaba segura de sentirme del todo cómoda en aquel ambiente. No al saber lo que se estaba gestando a kilómetros de allí.
Cuando Jana llamó a la puerta, dudé unos segundos. La vampira estaba sonriendo al otro lado, llevando entre las manos una funda de vestido y un séquito de doncellas a su espalda; ella aún iba en camisón y no parecía tener prisa por marcharse a su habitación para prepararse.
Mi amiga hizo una seña para que todas pasaran al interior de mi dormitorio y yo la miré con desconcierto. Jana fue directa a mi cama para depositar con cuidado mi vestido antes de girarse hacia mí con una esplendorosa sonrisa.
-Algo me dice que esta noche vas a deslumbrar –opinó-. Además, quiero que me hagas un relato exhaustivo a tu regreso esta noche.
Su sonrisa se hizo más amplia al percibir mi confusión y se palmeó con cuidado el vientre.
-Nadie fuera del aquelarre sabe que estoy embarazada –abrí la boca, ya que yo se lo había mencionado a Derek en varias ocasiones-. No puedo salir de aquí hasta que nazca el bebé; nadie puede verme en este estado porque no muchos saben el secreto para que una vampira pueda quedarse embarazada. Esto –se acarició de nuevo la tripa- supondría muchas preguntas que no estamos preparados para responder.
Decidí guardarme para mí el detalle de que Derek estaba al tanto de su embarazo, pues yo misma había ido cantándolo a los cuatro vientos, y me centré en la funda que reposaba sobre mi cama; la incógnita de qué iba a llevar aquella noche se vio despejada cuando Jana sacó un esplendoroso vestido de color azul oscuro con un intrínseco diseño en purpurina de un tono más claro que la tela.
Las doncellas se apresuraron a ponerse en marcha, ayudándome a desvestirme como si fuera una niña pequeña y alzando el vestido para poder ponérmelo con sumo cuidado. Jana me observaba desde la cama con una expresión divertida.
-Apenas acababa de llegar –me informó mientras una de las chicas me abrochaba la hilera de botones que había a la espalda-. Y viene desde la mansión Vanczák.
Por unos segundos me permití fantasear estúpidamente.
-Tu amiga Deirdre tiene muy buen ojo para la ropa –la alabó Jana-. Es precioso y te queda como un guante.
Me esforcé por sonreír, acariciando la tela del vestido.
-Me tiene demasiado mimada –coincidí, intentando bromear.
Una vez estuve lista, todo el mundo decidió abandonar la habitación para brindarme unos momentos en soledad en los que poder darme los últimos retoques. Me contemplé al espejo y después me acerqué hasta donde habían dejado mi bolsa de viaje; removí en su interior hasta que encontré lo que buscaba: la cajita cuadrada de color negro.
La había mantenido guardada recelosamente y apenas le había dado uso. Abrí con cuidado la tapa, contemplando la gargantilla que estaba en su interior; a pesar de las muchas disputas que había tenido con Derek, él jamás me la había exigido o la había mencionado. Rocé con las yemas los diamantes que conformaban la pieza y recordé que lo significaba para Derek, lo que su madre le pedido que hiciera con ella.
No sabía qué hacer.
Finalmente opté por volver a cerrar la tapa y esconderla en el fondo de mis prendas de ropa. Comprobé la hora que era y salí de la habitación con un nudo en el estómago; abajo ya se encontraba toda la familia al completo esperándome. Jana me dedicó una sonrisa, situada a una distancia prudente de su marido; Lucrezia también iba a acompañarnos, lo que me pilló por sorpresa.
El trayecto de ida fue incómodo y algo tenso, al menos por mi parte. Viajábamos en dos coches debido a que el espacio era reducido para las personas que íbamos; Tiberius había decidido llevar con nosotros a algunos miembros de seguridad para que vigilaran el perímetro del restaurante para evitar posibles ataques. No en vano estábamos fuera de los terrenos de su mansión, a la vista de todos nuestros enemigos.
Fuimos los primeros en llegar. Philippe se había puesto un traje mucho más elegante que el que había llevado al recibirnos aquella mañana y nos recibió a todos con entusiasmo; todo el equipo se encontraba en sus respectivas posiciones y estaban preparados para recibir a los primeros invitados.
Tiberius se metió de lleno en su papel de líder y empezó a dirigirnos. Hizo que Bergamota, Lyle y yo nos quedáramos cerca de la entrada al jardín interior del restaurante; torcí el gesto cuando vi que Lyle se quedaba a mi lado, demasiado pegado a mí. Le eché un vistazo por el rabillo del ojo, comprobando que su traje le quedaba perfecto y que su rostro mostraba una sonrisa petulante.
Me rozó en varias ocasiones de manera intencionada mientras fingía que se recolocaba en su puesto, pero no tuve oportunidad de hacer nada puesto que los primeros invitados ya estaban cruzando el interior del restaurante en nuestra dirección.
Bergamota compuso su mejor sonrisa y empezó el espectáculo.
Conforme pasaban los rostros de vampiros conocidos y desconocidos sentí un ramalazo de angustia. Había estado estrechando manos, repartiendo besos y dedicando educadas sonrisas a los invitados mientras Bergamota se sacaba del apuro de llevar el peso de las pequeñas conversaciones que se formaban a la llegada de los recién llegados; a mi lado Lyle parecía estar disfrutando como un niño la víspera de Navidad.
-Me cercioré de que fuera de los primeros en recibir la invitación –dijo Lyle junto a mi oído, sobresaltándome.
Estaba refiriéndose a Derek y a su más que palpable ausencia.
Y yo estaba poniéndome nerviosa al ver que nadie del aquelarre Vanczák se presentaba. Llevaba el teléfono móvil guardado en el ridículo bolso que había traído, aunque no había tenido oportunidad de echarle un vistazo; a cada segundo que pasaba sin ver ningún rostro perteneciente al aquelarre de Derek me temblaban las manos, deseando abrir el bolsito y comprobar que no tenía ninguna llamada o mensaje que pudiera explicarme qué estaba sucediendo.
-Quizá le haya surgido un imprevisto de última hora –murmuró insidiosamente Lyle, soltando una risita entre dientes-. O quizá esto sea una declaración de intenciones en las que nos deja bastante claro que no quiere tener nada que ver con nosotros, perdiendo a un potencial aliado.
Giré la cabeza hacia Lyle, enfadada.
-¿Por qué no vas hacia la mesa donde está la fuente de champán y tratas de ahogarte en ella? –le espeté de malos modos, bajando la voz para que Bergamota no pudiera oírnos.
-Ah, Gala, Gala... yo no tengo culpa alguna de que tu novio quiera perder una oportunidad de tregua con nosotros por motivos que él sabrá –canturreó.
Le mantuve la mirada, intentando mantener mi enfado. La ausencia de Derek era forma más que evidente de decirme que no me acompañaría en aquel momento, que no podría contar con su apoyo; a mi otro costado, Bergamota comprobó su reloj de pulsera y se aclaró la garganta.
-Galatea, querida, me temo que no disponemos de mucho tiempo...
Miré a la vampira, sin saber qué decirle.
-Madre, es evidente que han rechazado la invitación –intervino Lyle, con una venenosa sonrisa-. Pasemos al jardín y disfrutemos de la fiesta.
Quise pedir más tiempo, pero sabía que iba a ser inútil. No abrí la boca y acompañé al jardín a Bergamota y Lyle, intentando reunir el valor suficiente para poder enfrentarme sola a la larga noche que me esperaba.
Tiberius se encontraba yendo de un invitado a otro, intentando hacer que se sintieran cómodos. Bergamota no tardó en ir directa hacia su hijo mayor mientras Lyle se mantenía a mi lado, aún sonriendo.
-Derek Vanczák puede darse por bien jodido –comentó-. Jamás le apoyaremos, Galatea; ha perdido.
Me abracé a mí misma. Mi sacrificio me pareció una completa pérdida de tiempo, pues Derek se había encargado de echarlo todo a perder con aquella ausencia; me regañé mentalmente por ese pensamiento, recordándome el porqué el vampiro no se encontraba allí, a mi lado.
Cogí aire.
-Tampoco le perjudicaremos –le advertí con un tono peligroso-. Cualquier asunto relacionado con el aquelarre Vanczák nos mantendremos al margen.
-Me temo que tendremos que esperar a saber lo que opina Tiberius de este asunto –me corrigió-. Entonces ya veremos lo que hacemos; un pajarito me ha comentado que Poirier estaría encantada de apoyarnos.
Mis ojos se clavaron en la espalda de Yolanda.
-Yolanda puede irse al infierno.
Lyle se echó a reír entre dientes.
-Debe ser complicado para ti pertenecer a dos aquelarres –murmuró, aunque no parecía en absoluto apenado por ello-. En especial cuando esos dos aquelarres están deseando aplastar al otro...
Desvié la mirada a propósito, hacia la pista improvisada donde algunos de los invitados se habían arrancado a bailar; no entendía qué diversión podía tener ese tipo de baile sacado del siglo pasado, aunque lo achaqué a la edad de todos los invitados.
A que no debían conocer otra cosa que no fuera bailar en círculos al lento compás de la música.
Me escabullí de la irritante presencia de Lyle, pero una mano me retuvo. La amplia sonrisa de Nadine Clayton fue lo primero que vi cuando alcé la mirada; nos habíamos saludado con cordialidad a su llegada, y yo me había olvidado por completo de su presencia.
-Te noto algo alterada –dijo la vampira, escrutándome con sus ojos oscuros-. Necesitas una copa.
La miré, mordiéndome la lengua. Lo que necesitaba era un amigo... alguien que pudiera asegurarme que las cosas en la mansión Vanczák estaban bajo control y que existía otro motivo por el que no había ningún representante de ese aquelarre allí.
Nadine se tomó mi silencio como una aceptación tácita a su ofrecimiento y me acompañó hacia la mesa de las bebidas. Los camareros ya habían hecho su aparición en escena y se movían entre los invitados con cestitas llenas de diferentes productos; no pude evitar sorprenderme de ver a algunos vampiros aceptando lo que contenían en ellas, con aspecto de estar degustarlo.
Mi acompañante soltó una risita.
-Estamos obligados a fingir –me explicó-. Todos esos vampiros estarán notando un regusto a ceniza, Galatea; son incapaces de saborear nada de esa comida, a excepción de la bebida... Rodeados de humanos no podemos hacer otra cosa que fingir que somos como ellos.
Cogí la copa que me tendía Nadine, pero no bebí de ella. La vampira, por el contrario, dio un generoso sorbo a su copa y contempló a los invitados con una expresión pensativa; entre la multitud reconocí a Eneas Wendt hablando con un hombre con aspecto amenazador.
-¿Quién es el hombre que está junto a Wendt? –pregunté.
Nadine entrecerró los ojos.
-Calígula Lara –respondió sin titubeos.
La noche fue transcurriendo lentamente, con la ausencia del aquelarre Vanczák en la celebración. Traté de imitar a Bergamota y comportarme como una auténtica anfitriona; Lyle no se perdía detalle de todos y cada uno de mis movimientos, acrecentando mis nervios: había consultado en varias ocasiones el teléfono móvil, pero nunca había recibido respuesta. Inactivo. Sin ninguna señal.
Tuve que resignarme a aceptar la verdad: Derek no había venido. Estaba sola rodeada de desconocidos; nunca en mi vida había tenido que hacer frente a una sensación tan devastadora como aquélla.
Cerca de la medianoche me planteé la idea de pedir que me llevaran de regreso a la mansión. Había conseguido refugiarme en un rincón algo alejado de la multitud, a pocos metros de la entrada del restaurante, escrutando a los invitados y siguiendo de cerca a Calígula Lara; nunca lo había visto en persona, y debía reconocer que no correspondía a la imagen que me había creado del vampiro.
Era amenazador.
Era peligroso.
Dejé escapar un suspiro, llegando a la conclusión de que la mejor opción era marcharme de regreso a la mansión Herz; divisé entre las cabezas de los invitados a Bergamota y me dirigí a ella, pues no me encontraba con ánimo suficiente para enfrentarme a alguno de los gemelos. La vampira me recibió con una sonrisa al ver que me acercaba a ella; su mirada, sin embargo, pronto se desvió por encima de mi hombro.
Supe que algo no iba como lo esperado cuando entreabrió la boca.
Me giré en dirección de su mirada y juraría que sentí en mis carnes cómo se me detenía el corazón dentro del pecho, a pesar de que ya llevaba mucho tiempo sin latir.
Derek se encontraba en la entrada al jardín, vestido elegantemente de negro, escoltado por sus dos amigos, Bala y Étienne, igualmente trajeados.
Los ojos azules del vampiro no tardaron en divisarme entre la multitud, como si siempre hubieran sabido dónde me encontraba. La gente se hizo a un lado conforme Derek se dirigía hacia nosotras, empezando a cuchichear.
Todos, incluida yo, estábamos completamente aturdidos de su repentina aparición.
Sus brazos me rodearon con cuidado mientras esbozaba una forzada sonrisa ante Bergamota. Notaba la mirada de la mayoría de invitados, por no decir de todos, clavados en ambos; a pesar de que estábamos cumpliendo a la perfección nuestro papel de pareja unida, lo cierto es que las manos de Derek apenas tocaban mi piel y su cuerpo mantenía las distancias. Procuré continuar con la pantomima y mis labios dibujaron una forzada sonrisa que trataba de imitar la que tenía Derek.
«Por el bien del aquelarre.»
Obligué a mi cuerpo a no sobresaltarse cuando el rostro de Derek se acercó al mío. Sus brazos giraron mi cintura y sus labios se posaron en la comisura de mi boca, aunque la gente que nos rodeaba creyó lo que Derek quería transmitir: profundamente enamorados. Sin problemas. Todo estaba bien.
Nada estaba bien.
Quería echarme a llorar allí mismo.
Cuando Derek estuvo convencido de que nuestro espectáculo había sido más que esclarecedor para todos aquellos que habían estado murmurando a nuestras espaldas, movió su boca hacia mi oído.
-¿Desde cuándo es necesario que un líder tenga que usar niñeras? Ah, sí: desde que ese líder ha terminado por convertirse casi en un desequilibrado.
Forcé una risita como si Derek me hubiera contado algo divertidísimo; la realidad es que había sido consciente de la rabia que impregnaba cada una de sus palabras. Bala y Étienne, seguramente designados por el propio Ferenc, habían ido hasta allí en calidad de vigilantes, de guardianes de Derek.
Giré la cabeza para poder mirarlo fijamente, con el sonido de las campanas anunciando la medianoche.
Al llegar a la última, se escuchó un fuerte estallido que taponó mis oídos e hizo lanzar chillidos a la multitud de invitados.
Luego salí volando por los aires.
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