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☽ | Chapter 62.

LA HUÉRFANA DE SEVEN SISTERS

Miré a Bala con una expresión de absoluto desconcierto. Anna no parecía nada preocupada por las alarmantes noticias que nos había dado el vampiro, ya que continuó con su tarea de limpiar la sangre del cuerpo de una inconsciente Anastacia; me pregunté si aquella actitud era una simple fachada, una máscara que impedía ver sus verdaderas emociones... o si simplemente le importaba bien poco el futuro del aquelarre con tal de ver sufrir a Derek.

Le hice un gesto con la cabeza a Bala para que me acompañara fuera de la habitación y el vampiro no dudó ni un segundo en seguirme; nos dirigimos hacia uno de los balcones del pasillo que había en el primer piso, donde nadie podría escucharnos. Estudié atentamente a Bala y me di cuenta de que parecía haber perdido parte de su energía; el aura divertida y sarcástica que siempre le había acompañado parecía haberse esfumado, dejando en su lugar un aire lúgubre y perdido.

-Quiero que me expliques cómo Derek ha dado con esa vampira –le exigí en primer lugar.

Bala cuadró los hombros y buscó apoyo en la pared que había a su espalda. Sus ojos rehuyeron los míos mientras cogía aire para cumplir con mis exigencias; yo apreté la mandíbula, intentando alejar de mi cabeza los pensamientos que se agolpaban sobre lo que supondría la presencia de Anastacia en el aquelarre.

-Llegamos a un descampado donde se habían instalado algunos vampiros libres, que no estaban unidos a ningún aquelarre –apreté mis manos, recordando el rostro ceniciento de Hunter cuando me había explicado a grandes rasgos lo que se habían encontrado en el lugar-. Era un auténtico caos. Un grupo de mercenarios había aparecido de la nada y los había cogido a todos por sorpresa; los quemaron vivos y destruyeron todo lo que había allí. Derek dio la orden de que los extermináramos y eso hicimos –hizo una breve pausa, tragando saliva con esfuerzo-. Creímos que no había habido ningún superviviente, pues todo estaba lleno de escombros, fuegos y humo; perdimos a Derek de vista unos instantes y entonces oímos su grito de alerta.

Me incliné en su dirección, entrecerrando los ojos ante el relato de Bala.

-Fue entonces cuando apareció con ella en los brazos –continuó el vampiro-. Acudimos en su ayuda y nos explicó que había conseguido arrancarle su nombre antes de que cayera en la inconsciencia; también dejó bastante claro que iba a llevarla a la mansión y que iba a quedarse con nosotros.

-Ella no puede quedarse aquí –le contradije entre dientes.

Y no estaba hablando por el hecho de que Anna había hecho una insinuación sobre las constantes infidelidades que había sufrido estando con Derek cuando ambos habían tenido algún desencuentro; era consciente de la situación en la que nos encontraríamos si Derek decidía seguir adelante con esa locura.

El aquelarre Vanczák era el más numeroso en Londres. Mi aparición por sorpresa el año pasado fue perdonada por el resto de aquelarres debido a mi trágica historia, pero no estaba segura de que esa concesión fuera a repetirse de nuevo; la situación en Londres estaba al límite y los aquelarres estaban hasta el cuello de problemas. La repentina decisión de Derek de admitir otro miembro en el aquelarre sin contar con el consentimiento de los otros tres podría desembocar en un desastre.

El aquelarre Herz, por ejemplo, estaría encantado de la oportunidad que le brindaría con aquel gesto, en apariencia desinteresado.

Y eso era algo que Bala también tenía en mente.

-Tú eres la única que puede convencer a Derek de que está equivocándose.

Esbocé una sonrisa triste. Era evidente que Bala no tenía ni idea del bache que estábamos pasando, lo que significaba que Derek no había hablado con su amigo sobre nuestra situación.

A Bala no se le pasó por alto mi pésimo estado de humor.

-Soy consciente de la burbuja en la que Derek está encerrándote, Galatea –me aseguró, hablando seriamente-. Y no lo comparto. He intentado interceder por ti ante Derek, asegurándole que no correrías ningún peligro... que eres capaz de cuidar de ti y que Étienne y yo jamás permitiríamos que pudiera sucederte algo, pero no quiere atender a razones.

-Entonces sabrás que Derek lleva días ignorándome por lo que sucedió cuando me escapé a Londres –dije, con un nudo en la garganta-. No es un buen momento para pedir mi ayuda.

Bala sacudió la cabeza.

-A mí tampoco querrá escucharme –confesó y sonó verdaderamente apenado-. No después de la multitud de discusiones que hemos tenido sobre su tendencia excesiva a sobreprotegerte.

-Tiene miedo de que pueda irme de nuevo –y las palabras me supieron amargas después de pronunciarlas-. Por eso mismo está comportándose así.

Bala entrecerró los ojos y hundió una de sus manos en su cabello, con expresión desalentada.

-Veo que Derek ha preferido reservarse algunos detalles –murmuró para sí Bala, provocando que me pusiera en guardia-. Alguien ha ordenado que debes desaparecer del mapa, Galatea. Derek está estresado porque, sin contar con el riesgo que corremos de ser descubiertos, los frentes se le multiplican.

Recordé de golpe la caja con la cabeza cercenada del hombre que alguien me había enviado de manera anónima. El mensaje era claro y yo había temido que pudiera deberse a la muerte de Axel, aunque eso era imposible; Bala también parecía encontrarse sumido en sus propias reflexiones.

-La caja que recibí...

La mirada de Bala se oscureció.

-Derek no tiene constancia de ello, Galatea; ninguno de nosotros dijo una sola palabra al respecto –me aseguró, malinterpretándome.

Alcé una mano, pidiéndole que no se adelantara.

-Alguien me la envió con un único propósito: asustarme –dije de manera reflexiva-. Conocía a ese hombre, Bala, porque trabajaba en el instituto al que iba antes de verme... convertida; además, la persona añadió una nota con la palabra «asesina» escrita en sangre.

Los ojos de Bala relucieron de manera pensativa, como si hubiera caído en la cuenta de algo.

-La versión oficial que se dio sobre la noche en la que Wolfgang Herz nos tendió la emboscada aquí mismo fue que Derek, tras haber desaparecido con claras intenciones de huir contigo, consiguió darle caza y acabar con él –me explicó de manera paciente, tratándome como a una niña pequeña-. Akito respaldó las palabras de Derek y nadie de dentro de la mansión ha podido hablar porque pocas personas saben realmente lo que pasó.

Me masajeé la sien izquierda, con la cabeza llena de pensamientos inconexos sobre las piezas que tenía ante mí. Hunter me había comentado en alguna ocasión, mientras estuvimos juntos, que Derek había decidido cambiar ligeramente la versión de los hechos para protegerme de las posibles consecuencias que podría tener con el propio aquelarre Herz.

No era capaz de encontrar un sentido a aquella amenaza velada que suponía aquel simple mensaje de una sola palabra.

-Quizá sea un intento de añadir más leña al fuego –probó a decir el vampiro-. He investigado al fallecido y se jubiló pocos meses después de tu desaparición, Galatea; puede que la persona que te lo enviara quisiera asustarte.

Era una posibilidad. Bala se había preocupado para intentar encontrar a un culpable y había dado con la información de aquel pobre hombre; era posible que hubiera sido elegido por casualidad y que la persona que lo hubiera asesinado no estuviera al corriente de la fina relación que me unía al fallecido.

Me quedé quieta cuando Bala se despegó de la pared y se me acercó. Habíamos sido compañeros de equipo, lo consideraba un amigo, pero las muestras de afecto que mostraba el vampiro hacia mí siempre habían sido en forma de comentarios jocosos y bromas; cuando me rodeó con el brazo, en un torpe abrazo, supe que ambos nos encontrábamos en el mismo barco.

Su amistad con Derek no estaba pasando por sus mejores momentos y estaba segura que sus intenciones no ocultaban ningún tipo de maldad; Bala se preocupaba por su mejor amigo e intentaba ayudarlo, aunque Derek no quería aceptar esa ayuda.

-Estamos de mierda hasta el cuello –suspiró Bala.

Nos separamos un segundo después, algo incómodos después de ese arranque por parte del vampiro.

-Sobreviviremos, Bala –le aseguré, forzando una sonrisa-. Ya lo hicimos una vez; podemos volver a hacerlo de nuevo.

Bala me devolvió la sonrisa con una mueca y me palmeó el hombro.

-Elek, Étienne y yo te apoyaremos sin reservas –me prometió-. Pero no podemos permitirnos convertirnos en un objetivo para el resto de aquelarres; no podemos permitirnos ganarnos más enemigos.

La desesperación latente en las palabras de Bala me hizo recapacitar durante el resto de la noche, impidiéndome dormir. La llegada de Anastacia a la mansión había alterado a sus habitantes y no había pasado desapercibida; a la mañana siguiente bajé a desayunar como era habitual y encontré a Ferenc discutiendo en voz baja con su hijo mayor. Tras las duras palabras que me había dedicado anoche, había llegado a la conclusión de que lo mejor era darle espacio a Derek; saludé cordialmente a Morticia y sonreí a Hunter, quien parecía mucho más descansado.

Ocupé mi sitio en la mesa y fingí que no escuchaba la conversación que estaba teniendo lugar entre los dos Vanczák. Morticia se lanzó de lleno a una aburrida historia que pretendía alejar la atención de Ferenc y Derek; Hunter le siguió la corriente de buena gana y yo disimulé lo mejor que pude, manteniendo el sentido del oído atento a lo que sucedía entre Derek y su padre.

Ferenc parecía encontrarse exhausto.

-Habla con el Consejo de los Cuatro –le recomendó en voz baja-. Expón el caso de la chica y te ahorrarás problemas.

-Estoy autorizado a acogerla, padre –rebatió Derek con un tono molesto-. Se quedará con nosotros.

Ferenc soltó un suspiro exasperado.

-Hace un año apareciste con Galatea e hiciste lo mismo, Derek –fingí que no era consciente de que tenía las miradas de ambos clavadas en mí-. El Consejo no tomó cartas en el asunto porque lo vieron como una buena obra por tu parte; que se repita la historia de nuevo, precisamente en estas circunstancias que rodean a todos los aquelarres de Londres, puede ser tomado como un intento de aumentar tus filas ante una posible confrontación. Y sabes que eso está prohibido, Derek; sabes que nos tienen vetado el admitir nuevos miembros en el aquelarre si no contamos con la aprobación del Consejo de los Cuatro –repitió, haciendo hincapié en ese punto-. Las relaciones entre los aquelarres están tensas debido a los problemas que nos están dando todos los rebaños de Londres... No lo empeores más, hijo mío.

Escuché un gruñido bajo por parte de Derek y sujeté el tenedor con fuerza en mi mano, obligándome a no intervenir en aquella conversación privada.

-Se quedará aquí –sentenció y, por el sonido que dejó escapar su padre, supe que se había dado por vencido-. De igual modo que sucedió con Galatea.

Me mordí el interior de la mejilla, sintiéndome culpable. Derek dejó caer sus cubiertos sobre su plato y arrastró la silla, atrayendo la atención de todos; sus ojos azules parecían encontrarse apagados, sin vida. El sentimiento de culpa se hizo más presente en mi estómago cuando su mirada pasó por encima de mí de la misma forma que lo haría alguien que está leyendo algo que no le resulta interesante.

Se marchó del comedor seguido de un ensordecedor silencio. Morticia miró a su compañero con una expresión de absoluta desazón, mostrando por primera vez que sus sentimientos hacia Ferenc iban mucho más allá que su anhelo por el poder; Hunter palmeó el hombro de su padre en una muda señal de apoyo y yo le dediqué una media sonrisa, queriendo transmitirle que entendía por lo que estaba pasando.

Ferenc se frotó la frente con un gesto cansado.

-Entrará en razón, querido –habló Morticia.

Los ojos azules de Ferenc me parecieron mucho más viejos y agotados.

-Lamento lo que voy a decir, Galatea, pero sabrás que llevo razón –me advirtió en primer lugar-. Tu llegada a la mansión, hace ya un año, nos trajo muchos problemas al descubrir que fuiste elegida para un propósito oculto; Derek no quiso hacerme caso y trató de protegerte tanto de mí como de Axel. Sé que Wolfgang te manipuló y trató de utilizarte como al resto de nosotros... pero fuiste un obstáculo entre mi hijo y su familia, su aquelarre –sus duras palabras me golpearon, pero el vampiro estaba en lo cierto, por lo que me mantuve obstinadamente en silencio-. Sin embargo, has demostrado un alto nivel de compromiso con nosotros, Galatea; jamás podré pagar lo que hiciste por nosotros cuando Wolfgang asesinó a mi hijo. No puedo decir lo mismo de esa vampira, pues apenas tenemos información sobre ella.

Podía entender las reservas que tendría respecto a Anastacia, pues conmigo se había comportado de la misma forma; incluso era capaz de entender por qué había despertado su odio sin apenas conocerme. Recordé todas las ocasiones en las que me encontré frente a Ferenc Vanczák y sentí que no le resultaba una persona grata; sin duda alguna el viejo vampiro había temido por la integridad de su aquelarre ante mi repentina aparición en escena, sabiendo los riesgos que corría su hijo por haber permitido que me quedara en la mansión sin recibir la aprobación del resto de aquelarres.

Hunter me miró fijamente, sintiéndose algo avergonzado de que su padre hubiera sido tan crudo sobre sus primeras impresiones en lo referido a mí. Morticia se mantenía en silencio, sin pestañear siquiera.

-Quizá podríamos tenerla aquí hasta que se recupere lo suficiente –propuse, sin estar convencida de mis propias palabras.

Ferenc y Hunter me miraron, intentando ocultar su escepticismo. Ambos conocían demasiado a Derek y sabían que el vampiro jamás aceptaría mi proposición; permitiría que esa vampira se quedara en la mansión, ignorando los riesgos que correríamos si la historia llegaba a los oídos del resto de aquelarres.

Morticia, anticipando el silencio que nos rodearía tras mis bienintencionadas palabras, empezó una nueva conversación sobre la invitación que había enviado a un par de viejas conocidas suyas de otros aquelarres para venir a la mansión para pasar la tarde; miré a la vampira y entendí que toda aquella pantomima escondía un único propósito: saber si las alianzas del aquelarre Vanczák con el resto de aquelarres seguían manteniéndose.

Poco después, me levanté y salí del comedor sin decir ni una sola palabra sobre dónde iba. Dirigí mis pasos hacia la escalera, subiendo hasta el primer piso; Derek no había dejado nadie vigilando la puerta de la habitación donde reposaba Anastacia, por lo que no me resultó difícil colarme de nuevo.

Di un sobresalto cuando vi a Cassie en el lecho, intentando hacer beber a una casi inconsciente Anastacia un vaso lleno de sangre. No se me pasó por alto que en la mesita de noche reposaban otros dos vasos vacíos.

Cassie no se sorprendió de verme allí, ya que me dedicó una media sonrisa y me hizo un gesto con la cabeza para que me acercara a ellas.

-¿Te ha enviado Derek? –me preguntó Cassie, alimentando a Anastacia.

Desvié la mirada hacia la vampira herida y comprobé que sus heridas, además de quemaduras tenían mucho mejor aspecto que ayer; que estuviera despierta también demostraba que su recuperación iba a ser mucho más rápida de lo que había creído en un inicio.

Mentí descaradamente.

-Quería comprobar que Anastacia se encontraba bien.

Cassie asintió con la cabeza y Anastacia terminó de beberse la sangre que había en el vaso, soltando después un prolongado suspiro. La estudié con más atención, sorprendiéndome de la juventud de sus rasgos y el aspecto inocente que tenía; sus ojos verdes sostuvieron mi atenta mirada sin pestañear.

Su cabello castaño oscuro estaba sucio y pegado a su angelical rostro, lo que le confería un aspecto desamparado y necesitado.

-Es... es muy amable... por interesarse por mí –consiguió articular Anastacia, haciendo un gran esfuerzo.

-Derek siempre se preocupa por todos los miembros de su aquelarre –repuse con suavidad, acrecentando mi escrutinio en su persona-. Somos su familia.

Sus finas cejas se fruncieron cuando entendió que no la había incluido dentro del grupo. Cassie depositó con cuidado el vaso vacío junto a sus compañeros y se alisó con cuidado la falda del vestido que llevaba, sin perder detalle de lo que sucedía.

-Creemos que Anastacia podrá incorporarse a nosotros muy pronto –afirmó y mi estómago se contrajo; después sonrió con amabilidad-. Pero primero tendrá que darse un merecido baño...

-Derek también quiere saber lo que sucedió anoche, Anastacia –corté a Cassie de manera poco educada, pero ella no pareció tomármelo en cuenta-. Es muy importante para nosotros que nos digas todo lo que recuerdes; cualquier detalle, por pequeño que sea, nos sería de mucha ayuda.

Cassie ayudó a Anastacia a recolocarse sobre las almohadas, encontrando una posición más cómoda; yo me mantuve de pie frente a la cama, sin atreverme a imitar a Cassie y sentarme a su otro lado. No sabía si Derek vendría a comprobar personalmente cómo evolucionaba la vampira, pero debía aprovechar al máximo el tiempo que tenía; Bala y yo habíamos llegado a la conclusión de que Anastacia no debía permanecer con nosotros.

Ferenc también parecía secundar esa idea.

Anastacia retorció sus heridos dedos por encima de la colcha de la cama mientras pensaba por dónde iba a comenzar su relato. Cassie también parecía encontrarse bastante interesada en saber lo que había sucedido.

-Yo... yo vivía en la calle –nos relató la vampira con un tono compungido-. Abandoné mi aquelarre y mi país, viajando de sitio a sitio hasta acabar en Londres; aquí no tenía a nada ni nadie, por lo que terminé haciendo mi vida en la calle. Me encontré con otros vampiros que se encontraban en la misma situación que yo, así que nos instalamos en un pequeño descampado dentro de Seven Sisters.

Me mordí el labio inferior al recordar que ese barrio se encontraba cerca de Woodberry Down y que no tenía muy buenos comentarios al respecto; no era de las zonas más peligrosas y con altas tasas de criminalidad, pero era evidente que la mayoría de las personas que no conocían Londres a fondo preferían evitar Seven Sisters.

Pero esas opiniones favorecían a los vampiros, quienes tenían más libertad para moverse por allí.

-No le hacíamos ningún mal a nadie –murmuró Anastacia con un gesto de completo desconcierto-. Pagábamos nuestro tributo al aquelarre mayor de nuestra zona hasta que anoche... hasta que anoche aparecieron ellos. Iban vestidos completamente de negro y nos aseguraron que nos habíamos atrasado con nuestras mensualidades, que el líder del aquelarre no estaba contento con nosotros y que, por eso, les habían enviado a ellos... Después se desató el infierno –las comisuras de sus ojos se le llenaron de lágrimas y sorbió sonoramente por la nariz-. Ninguno de nosotros estábamos preparados para enfrentarnos a ellos y muy pronto nos vimos superados... Vi cómo asesinaban y masacraban a mis compañeros sin que pudiera hacer nada; me escondí como bien pude y entonces los mercenarios... los mercenarios decidieron incendiar todo el descampado para deshacerse de todas las pruebas. Me encontré atrapada entre las llamas y perdí la consciencia hasta que Derek me encontró.

Miré a Cassie y vi que fruncía el ceño ante el desgarrador relato sobre cómo una banda de mercenarios les había tendido una emboscada en su propio terreno y los habían masacrado a sangre fría; tamborileé los dedos contra mis brazos mientras mantenía mi rostro en una expresión neutra.

-¿Bajo la protección de qué aquelarre te encontrabas? –me atreví a preguntar, sabiendo que estaba tocando un tema sensible.

Anastacia bajó la mirada de manera sumisa.

-El aquelarre Poirier.

Tenía datos con los que empezar a investigar, por lo que no necesité seguir presionándola para que continuara hablando. Me despedí de ambas alegando unas responsabilidades que no existían y salí de la habitación apresuradamente, bajando de nuevo al vestíbulo para poder dirigirme a la sala de seguridad con la que contaba la mansión; llamé dos veces a la puerta, ya que Derek habría inhabilitado mi propio código de seguridad, y aguardé hasta que alguien decidiera abrirme.

Elek no pareció sorprendida de verme esperando en el pasillo, de brazos cruzados.

-Necesito hablar urgentemente con Bala –dije antes de que Elek pudiera hablar.

El interpelado no se hizo esperar. Apareció tras Elek vestido completamente de negro y con gesto exhausto; su compañera se hizo a un lado para que pudiera pasar y lo miró con auténtica preocupación. No era ningún secreto que ambos mantenían una relación abierta y que la situación les estaba pasando factura a los dos.

-Ah, Galatea –suspiró Bala.

-El estado de Anastacia está mejorando –fue lo primero que dije cuando Elek cerró la puerta, dejándonos al vampiro y a mí en el pasillo-. Ya se encuentra consciente y he podido hablar con ella.

Bala me condujo hacia las puertas acristaladas que salían al enorme jardín trasero y comprobamos que no hubiera nadie cerca. El vampiro se pasó una mano por el pelo con aire nervioso, a la espera de que le pusiera al día con las últimas novedades que había conseguido gracias a una predispuesta Anastacia.

Le relaté a Bala toda la historia sobre la vampira, sin dejarme ningún detalle, mientras él fruncía el ceño. Cuando llegué a la parte del ataque, Bala se frotó la barbilla con aire pensativo; conocíamos a Yolanda y me resultaba muy difícil de creer que ella pudiera haber contratado a unos mercenarios para semejante atrocidad.

-Anastacia afirma que esos mercenarios fueron enviados por el líder del aquelarre Poirier –le expliqué-. Si lleva tanto tiempo en territorio de Yolanda, debería saber que es una mujer, ¿verdad?

-Quizá no fue Yolanda la persona que los envió –repuso Bala.

-¿Estás insinuando que alguien de dentro de su aquelarre actuó en nombre de la vampira? –creí comprender-. ¿Pero para qué hacerlo? La señal de ayuda la recibió Derek...

-Creemos que Calígula Lara tiene algo que ver con esos vampiros mercenarios, Galatea –me confió el vampiro, espiando por el rabillo de sus ojos para asegurarse de que nadie hubiera decidido aparecer de la nada y pudiera escucharnos-. No pertenecían a su pequeño aquelarre, pero es muy posible que hiciera negocios con ellos... y que fuera el propio Calígula quien los enviara.

-¿Qué ganaría Calígula haciendo todo eso? –pregunté con un escalofrío.

Bala esbozó una sonrisa siniestra.

-Tendernos una emboscada –respondió sin un ápice de duda-. No tenemos pruebas aún, pero tenemos la sospecha de que Calígula es uno de los instigadores de la revolución contra los aquelarres mayores; no comparte nuestra visión del mundo y se encuentra ávido de conseguir más poder.

Moses, el vampiro que me había abordado en el vestíbulo del hotel, ya me había advertido al respecto. Incluso me había pedido ayuda para poder concertar una reunión con Derek, seguramente para tratar este delicado asunto; sabía por dónde iba la línea de pensamiento de Bala, ya que concordaba perfectamente con el patrón que seguía Calígula cuando decidía actuar.

Conseguir más poder, pero no dejando huellas que pudieran incriminarlo.

Solamente simples suposiciones al respecto.

-¿Crees que deberíamos decírselo a Derek? –pregunté en un susurro.

El vampiro no parecía estar atravesando sus mejores momentos como líder del aquelarre y, si ya se encontraba molesto por las continuas peticiones por parte de varios de los miembros para que Anastacia no se quedara con nosotros, enterarse de lo que habíamos logrado averiguar no iba a bajar su estado de cabreo.

Bala me miró con una expresión insondable.

-No creo que sea el mejor momento para...

-¿El mejor momento para no enterarme de qué?

Bala y yo nos quedamos congelados al escuchar la voz de Derek a nuestra derecha. El líder nos contemplaba desde el umbral de las puertas acristaladas con una expresión desconfiada; sus ojos azules nos estaban analizando y no pude evitar sentirme incómoda ante semejante escrutinio. Bala, por el contrario, se metió las manos en los bolsillos de los pantalones aparentando calma.

La interrupción de Derek solamente podía significar una cosa: había subido a la habitación de Anastacia y ella le había dicho que había hablado conmigo porque creía que Derek me había enviado, cuando eso no era así.

Mi sentido arácnido gritaba que estaba metida en un buen lío y que la indiferencia de Derek había quedado suprimida gracias a mi mentira. Había conseguido despertar a la bestia durmiente que soltaba comentarios hirientes.

Me adelanté unos pasos hacia Derek, sintiendo la mirada de Bala clavada en mi espalda.

-De que quiero reanudar mis entrenamientos –conseguí mentir con desenvoltura; Derek frunció el ceño, dispuesto a negarme eso también-. Sé que no quieres que regrese al equipo de seguridad, pero no podrás negarme que entrenar de nuevo con mis viejos compañeros no tiene nada de peligro; será como en los viejos tiempos: en este mismo jardín, contigo espiándome desde las ventanas de tu despacho... Salimos ganando ambos, Derek.

Los ojos de Derek me recorrieron de pies a cabeza con un brillo de desconfianza. En lo más profundo de mí ese sentimiento me golpeó como un mazo; la desconfianza era uno de nuestros peores enemigos en esta relación, y era evidente que había decidido volver a escena gracias a mi disparatada idea de huir de la mansión para poder reunirme con Jana en Londres.

-No correrás ningún riesgo –repitió, dubitativo; yo asentí enérgicamente con la cabeza para subrayar sus palabras.

-Sabes que tiene razón, Derek –intervino Bala.

La mirada de mi novio se clavó entonces en su amigo. Solamente podía ver la expresión de Derek, así que tenía que confiar en que la actuación de Bala no diera lugar a dudas; pude sentir la tensión que se respiraba entre ambos, la distancia que había empezado a separarles...

-Que lo haga –concedió finalmente Derek-. La ayudará a distraerse aquí, en la mansión.

Apreté los labios y miré a Bala por encima del hombro. Asintió con severidad y me lanzó una última mirada antes de ponerse en marcha para pasar al interior de la mansión, esquivando el cuerpo de su amigo; una vez Derek comprobó que Bala no se encontraba cerca de nosotros, cruzó la distancia que nos separaba y me tomó del brazo, conduciéndonos hacia el cenador.

No fui capaz de pronunciar ni una sola palabra.

-No recuerdo haberte enviado para que comprobaras el estado de Anastacia.

Confieso que había guardado la mínima esperanza de que Derek empezara la conversación con una breve disculpa por nuestros últimos encontronazos. Tras mi evidente error, me había intentado pasar desapercibida ante Derek; después había intentado hablar con él y disculparme, pero el vampiro no había estado muy por la labor de que arregláramos nuestros problemas.

Incluso se había encargado de insinuarme, o más bien de decirme claramente, que yo formaba parte de esos problemas.

-Lo he hecho porque me preocupo por el aquelarre –me defendí.

Un segundo después de haber cerrado la boca fui consciente de que había elegido mal mis palabras y que las alarmas habían saltado dentro de mi cabeza al ver el gesto de Derek. Aquella misma mañana había discutido con su padre sobre la estadía de la Huérfana de Seven Sisters en la mansión; y sospechaba que anoche su enfrentamiento había sido con Bala por el mismo motivo.

Me vi en la obligación de buscar una vía de escape urgentemente antes de que el dique que contenía la rabia de Derek estallara en mil pedazos y me tragara por completo.

-Y ahora Anastacia forma parte de él –añadí de forma apresurada.

Noté que el cuerpo de Derek se relajaba y supe que estaba a salvo. Incluso tenía la sospecha de que mis palabras habían logrado limar algunas asperezas que existían entre nosotros.

Contuve un suspiro de alivio cuando el rostro de Derek se mostró mucho más calmado y las comisuras de sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa; dudé unos segundos antes de atreverme a colocar las palmas de mis manos sobre el duro pecho del vampiro, contenta de haber logrado un acercamiento con Derek.

Y decidí aprovechar la oportunidad que se me había presentado.

-Lamento mucho haberme ido de esa forma –me disculpé a media voz-. Jana me necesitaba y yo no sabía que Lyle la había utilizado para llegar hasta mí.

Las manos comenzaron a temblarme al no recibir respuesta por parte de Derek. Quizá me había adelantado al querer abordar ese tema en concreto, el detonante que nos había conducido a esa tensa situación; me humedecí el labio inferior, conteniendo las ganas de echarme a llorar por haberme ilusionado al respecto.

-No hablaba en serio cuando te hice esa pregunta, Derek –insistí, apretando mis manos en puños encima de su impecable camisa-. Quiero estar contigo, sé que tú quieres estar conmigo... No quiero convertirme en un problema y una carga para ti –cogí aire, mirándolo fijamente-. Te quiero.

Mis dos últimas palabras consiguieron arrancarle un brillo en sus ojos azules. No era la primera vez que las pronunciaba, pero sí que parecía ser la primera vez que Derek las escuchaba; me vi repentinamente apresada entre sus brazos y contuve un sonoro sollozo que llevaba atenazándome la garganta desde que Derek me había gritado delante de todo el aquelarre, cuando yo le había pedido que me dejara acompañarlos.

Derek hundió su rostro en mi cuello y yo le pasé los brazos por la cintura, devolviéndole el abrazo.

-Eres lo más importante que tengo, Galatea –me confesó con un tono emocionado-. No sé qué sería de mí si te sucediera algo.

Derek no era dado a hacer declaraciones de ese tipo. Supe que él también lo había pasado realmente mal en todos esos días, agobiado además por la multitud de problemas que parecían surgir con los aquelarres menores y los vampiros libres; Derek necesitaba apoyo en esos momentos, no más problemas con los que lidiar.

-Oh, aquí estáis –nos interrumpió la irritante voz de Anna.

Me separé de Derek para lanzarle una mirada envenenada a la vampira, pero ella ya tenía puesta su mirada en mi novio. Derek tampoco parecía muy alegre de ver allí a su ex prometida, ya que su rostro se había puesto mortalmente serio.

-Anna –la saludó con rigidez.

La mirada de la vampira relucía de manera maquiavélica.

-La visita de Morticia se ha adelantado, lamentablemente –nos informó a ambos-. ¿Qué hacemos con Anastacia, Derek? –me lanzó una rápida mirada, de manera elocuente-. ¿La ocultamos en el sótano como hiciste con Galatea?

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