☽ | Chapter 61.
LA FAMILIA CRECE...
En esa situación imprevista no supe cómo reaccionar. Entre los rostros sucios de los vampiros divisé a Hunter y no dudé ni un segundo en acercarme al vampiro para averiguar qué era lo que había sucedido; Hunter no mencionó lo que había hecho, el usar sin su permiso su código de la mansión, y yo no quise tocar el tema.
Le aparté con suavidad un mechón de la frente y traté de quitar la máxima suciedad posible de su rostro con la manga de mi camisa. Sus ojos azules me miraban fatigados y llenos de una emoción a la que no quise ponerle nombre porque la reconocía perfectamente: era la misma que tenía yo cuando llegaba a la mansión Herz tras cumplir con las órdenes de Tiberius.
-¿Ha ido todo bien? –pregunté en un susurro.
Hunter cerró los ojos y se masajeó el puente de la nariz. A nuestro alrededor todo eran susurros y conversaciones apagadas de lo que había pasado; me afané por retirarle más suciedad de la cara, intentando calmar mis nervios. Era evidente que todo había salido bien, pues no había habido heridos entre los vampiros que Derek se había llevado consigo; además, luego estaba esa misteriosa mujer que había traído.
-Ha sido una auténtica masacre –respondió Hunter, tragando saliva-. Cuando llegamos apenas pudimos hacer... hacer algo. Derek nos ordenó que eliminásemos a los vampiros que habían empezado aquella monstruosidad pero no cambió nada, Gala: esa chica que Derek ha traído con nosotros ha sido la única superviviente. Y ni siquiera sabemos con certeza si va a lograr sobreponerse.
Me mordí el labio inferior mientras desviaba la mirada para contemplar al resto de vampiros. Attila parecía estar contándole a Deirdre todos los sucesos que se habían encontrado al llegar al lugar indicado; mi amiga acarició la mejilla de su marido en un gesto de consuelo y él la abrazó con fuerza, escondiendo su rostro en el cuello de Deirdre.
Luego pensé en el cuerpo que Derek había llevado entre los brazos. No era capaz de imaginarme en qué infierno había debido estar atrapada hasta que los hombres de Derek y el propio vampiro habían llegado para poner fin al conflicto; el estómago se me revolvió violentamente y aspiré una bocanada de aire por la boca, intentando alejar recuerdos de las atrocidades que había cometido siendo ejecutora.
-Derek ha sido muy considerado trayéndola hasta aquí –comenté a media voz.
Mi pecho todavía seguía doliendo tras la forma en la que Derek se había dirigido a mí antes de partir. Su indiferencia cuando había pasado junto a Anna y a mí en la escalera había acrecentado ese sufrimiento, advirtiéndome de que el vampiro ya llevaba casi cuatro días con esa actitud hacia mí.
Hunter esbozó una sonrisa cansada.
-También lo ha sido al no permitirte acompañarnos –añadió de manera casual y yo tragué saliva-. Ha sido horrible, Gala. Es una suerte que no estuvieras allí, con nosotros; no quedaban nada más que cuerpos quemados y vampiros completamente fuera de sí... como si hubieran perdido la cordura.
Retiré lentamente mi manga de su rostro y le contemplé en silencio. Aún tenía manchas de hollín repartidas por toda la cara y casi podía apreciar un tono mucho más pálido del que usualmente presentaba; Hunter no me estaba mintiendo al respecto y estaba intentando protegerme del horror al no entrar en más detalles de la truculenta escena que debía haberles recibido.
-Ha sido una noche muy larga, deberías subir a darte una buena ducha y después meterte en la cama –le aconsejé.
La sonrisa del vampiro se hizo un poco más amplia, como si mi idea le hubiera animado.
-Hablas como una molesta mamá pato –bromeó.
Tiré de la manga de su uniforme para que se pusiera en marcha. Mientras avanzábamos hacia las escaleras, pude fijarme en que Elek y Bala parecían estar teniendo una acalorada discusión; los ojos de la vampira se desviaron en mi dirección y me contemplaron con pesar antes de centrar de nuevo toda su atención en Bala, que no paraba de hacer aspavientos con los brazos.
-Más bien sueno como una molesta mamá murciélago –le corregí cuando alcanzamos el primer escalón.
Miré hacia arriba, pero no había ni rastro de Anna. La vampira parecía haberse evaporado después de haberme soltado parte de su veneno; no quise darle vueltas a lo que había dicho, porque eso solamente me hubiera servido para echar más leña al fuego y darle más poder a ella. Sin embargo, me había puesto en una actitud de alerta tras el repentino mutismo de Derek y estaba empezando a rozar la peligrosa zona de la paranoia.
Me obligué a fingir que no sucedía nada y seguí a Hunter hacia el primer piso. Mi cuerpo se quedó congelado al descubrir a Derek apoyado en la pared del pasillo, consultando su teléfono móvil mientras vigilaba la puerta que conducía al dormitorio que habían habilitado para la vampira que había sobrevivido a aquella masacre; Hunter se detuvo a mi lado y contempló a su hermano con una expresión sombría. El vampiro no reparó en nuestra presencia hasta pasados unos segundos, cuando levantó la vista del aparato y nos pilló a ambos mirándole fijamente.
Su chaqueta tenía algunos desgarrones, por no hablar de las manchas grises y rojas que mostraba su piel. El estómago se me encogió al ver el aspecto que tenía tras poder observarlo más detenidamente; la mirada de Derek nos recorrió a Hunter y a mí con un brillo casi incriminatorio. Después dio media vuelta y se encerró en la habitación donde habían instalado a la mujer.
Hunter me dio un ligero empujón en la parte baja de mi espalda, instándome a que nos pusiéramos en marcha de nuevo; despegué la mirada de la puerta por la que había entrado Derek y proseguí el camino hasta el último piso.
-No quiero ser indiscreto, pero no he podido evitar darme cuenta de que se respira algo de tensión en el ambiente –comentó Hunter una vez enfilamos el último tramo de escaleras.
Me aferré a la barandilla de madera, ralentizando mis propios pasos hasta detenerme en mitad del trayecto. Hunter se detuvo un par de escalones por encima de mí, dirigiéndome una mirada preocupada; me preocupó que Morticia o Ferenc pudieran sospechar que algo sucedía entre Derek y yo, pues había sido lo suficientemente cuidadosa para intentar hacerles creer a todos que aquella actitud por parte del líder se debía a las presiones que tenía por toda aquella revolución por parte de los rebaños de los cuatro aquelarres más importantes de Londres.
No se me ocurrió qué decir, puesto que seguía algo conmocionada ante la idea de que Derek hubiera hablado con Hunter al respecto.
Abrí la boca estúpidamente y el vampiro me dedicó una media sonrisa al mismo tiempo que alzaba ambas manos, como si me hubiera cazado a punto de decir una mentira. Lo que no se alejaba del todo a lo que tenía en mente.
-No tienes por qué contármelo si no quieres, Galatea –me aseguró-. No era mi intención hacerte sentir incómoda.
Subí un par de escalones hasta situarme a la misma altura que Hunter.
-Derek no se tomó muy bien mi última escapada a Londres –conseguí articular con algo de esfuerzo-. Le dije todo lo que había sucedido, pero no me creyó y me insinuó que estaba haciendo tratos a sus espaldas con Lyle Herz... emulando lo que pasó con Wolfgang.
-Debo reconocer que fue ingenioso que usaras mi código de seguridad –reconoció e hizo una breve pausa-. Tendrías que haber hablado antes con Derek; mi hermano se hubiera quedado más tranquilo sabiendo dónde ibas desde un principio... no descubriéndolo después gracias a un exhaustivo rastreo por parte de Gábor.
-Derek jamás me habría permitido acudir a mi reunión con Jana –repliqué, subiendo un par de escalones más.
-Tiene sus motivos.
-Unos motivos que no quiere compartir conmigo –recalqué con acidez.
Hunter me imitó, ascendiendo un poco más por la escalera. Sus ojos azules parecían ser incapaces de fijarse en un punto concreto; apenas quedaban unos pocos escalones para llegar al pasillo del tercer piso y a mí se me antojaba como una eternidad. Por unos egoístas segundos no quise ir a mi enorme y solitaria suite.
No quería estar a solas con mis pensamientos.
-Lyle Herz es peligroso –dijo entonces Hunter-. Utilizó a Jana para intentar llegar hasta ti, consiguiéndolo. ¿Qué crees que hubiera sucedido de no haber aparecido aquellos vampiros que intentaron asaltaros?
-Podría haberle hecho frente –le aseguré con vehemencia.
Hunter negó con la cabeza.
-Te ciega el orgullo, Gala –suspiró con derrota-. Piensa en aquella ocasión en la que recurriste a Derek para que te sacara de la mansión Herz, ¿tan difícil fue para ti dejar a un lado tu orgullo de maravillosa e independiente vampira?
Abrí la boca, pero no supe qué responderle a eso.
-En ocasiones está bien aceptar la ayuda del resto –dijo Hunter, dándome una palmadita en el hombro-. No siempre tienes por qué acarrear con el peso tú sola; no siempre tienes que ser la heroína.
Nos despedimos en el pasillo. Las últimas palabras de Hunter seguían rondándome por la cabeza mientras cada uno nos dirigíamos a nuestras respectivas habitaciones; hice lo que el vampiro me pidió y pensé en aquel fatídico día, cuando no pude aguantar más la presión de mis propios actos, de lo que había hecho, y llamé desesperadamente a Derek para pedirle que me sacara de aquella mansión.
Sin embargo, no todo giraba en torno a mi orgullo: Derek también era un hueso duro de roer que me había mantenido apartada de todo lo que sucedía y había intentado tomar decisiones que me concernían en mi propio nombre. Nuestra relación no parecía avanzar y siempre acabábamos atrapados en el mismo punto: las discusiones.
Derek y yo debíamos tener un récord personal al ser una pareja que pasaba la mayoría de su tiempo discutiendo.
A mi espalda escuché la puerta del dormitorio de Hunter cerrarse con suavidad mientras que yo aún mantenía mi mano aferrada al picaporte que conducía a mi habitación.
Dudé unos segundos y finalmente entré, dejando la puerta ligeramente abierta con intención de saber cuándo Derek fuera hacia su suite.
Me quedé sentada sobre el sofá que estaba situado más cerca de la puerta y me mantuve alerta, pendiente de cada sonido; comprobé que había pasado una hora cuando oí los exhaustos pasos de alguien subiendo por la escalera. Salté del sofá y me acerqué silenciosamente a la puerta para espiar.
Reconocí el perfil de Derek llegando al pasillo y torciendo para dirigirse a su suite. No miró en ningún momento en mi dirección, como tampoco dio muestras de querer hacerme una visita antes de encerrarse en su dormitorio; cogí aire y salí de mi escondite. Mis pasos se oían perfectamente contra la alfombra del pasillo, pero Derek fingió no escucharme.
-Derek.
Giró sobre sus talones hasta quedar mirándome a mí. Sus ojos bajaron hacia la manga sucia de hollín de mi blusa, la que había usado para limpiar un poco el rostro de Hunter; escondí mis brazos a la espalda, obligándole a que volviera a mirarme a los ojos. Los suyos estaban enrojecidos e irritados.
-Ahora no, Galatea –me reprendió.
Su advertencia me instaba a que diera media vuelta y regresara a mi suite, pero hice caso omiso. La conversación con Hunter me había hecho reflexionar sobre mi propio comportamiento y quería volver a pedirle perdón a Derek por haberme marchado de esa forma de la mansión, poniéndome en manifiesto peligro.
-Llevas ignorándome casi cuatro días –rogué.
La línea de su mandíbula se endureció.
-Eres uno de los focos de mis problemas, pero no el único –me explicó con frialdad-. Discúlpame por haberme preocupado del resto cuando, evidentemente, tu parte de niña caprichosa está pidiendo a gritos que vuelta a centrar toda mi atención en ti y en tus pataletas infantiles.
Aguanté el revés de sus palabras sin mover ni un solo músculo. No era sencillo ser el líder de un aquelarre tan grande e importante, como tampoco debía ser sencillo lidiar con los nuevos obstáculos que habían ido apareciendo como piedras en su camino; me froté las manos a mi espalda, armándome de valor para poder intentar iniciar una conversación civilizada.
Ignoré el hecho de que me había catalogado de problema.
-Quiero que... -probé a decir.
Derek alzó una mano, cortándome de golpe.
-Lo único que quiero es quitarme de encima toda esta mugre y sangre bajo un chorro de agua hirviendo para después meterme en la cama e intentar conciliar el sueño sin tener pesadillas sobre lo que he presenciado –cogió aire y me lanzó una mirada cargada de decepción-. No quiero un dolor de cabeza, Galatea; y tú eres propensa a causármelos a menudo.
De nuevo me quedé entumecida ante ese hiriente Derek. En el pasado habría sido capaz de responderle, lo que nos habría conducido de cabeza a una batalla campal; por eso mismo decidí mantenerme en silencio, apagando el fuego antes de que llegara a extenderse por todo mi cuerpo.
Derek no se despidió de mí: me cerró la puerta de su suite en las narices.
No me dirigí hacia mi propia suite, bajé las escaleras hasta el primer piso y fui directa hacia la habitación donde reposaba la vampira herida. Llamé un par de veces hasta que una chica humana me abrió la puerta, lanzándome una mirada de mal disimulada sorpresa; me colé en el interior de la habitación y me quedé de piedra al comprobar que alguien se me había adelantado. Aun cuando yo ni siquiera tenía idea de por qué había decidido venir hasta allí.
Anna me sonrió con malicia desde el lecho donde pasaba un paño húmedo por la frente de la mujer que había visto entre los brazos de Derek. La doncella humana se excusó rápidamente y abandonó la habitación, dejándonos a solas.
Parpadeé con incredulidad, sin entender qué hacía Anna.
-Me parece encantador que hayas decidido a ejercer como anfitriona –observó la vampira, escurriendo el trapo en una palangana que había sobre la mesita de noche y volviéndolo a colocar sobre la frente de la vampira inconsciente-. Es todo un detalle por tu parte.
Alcé una mano.
-Sigue expulsando tu veneno en otro momento, Anna –le pedí con voz fatigada-. Ahora debemos centrarnos en ella.
Ambas miramos a la par a la vampira.
-Le hemos hecho que ingiera sangre para que sus heridas cicatricen antes y las quemaduras desaparezcan –me confió, haciéndome caso por una vez en su maldita vida-. He conseguido sonsacarle algo de información.
Me acerqué lentamente a la cama, mirando con auténtica curiosidad el cuerpo parcialmente quemado de la mujer. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo cuando recordé lo poco que Hunter había querido compartir conmigo sobre lo que había sucedido allá donde hubieran ido.
Anna siguió retirándole la sangre reseca con un trapo húmedo y yo me sentí un poco inútil. ¿Aquello no debía hacerlo yo? ¿Existía algún tipo de manual donde se recogiera todas las responsabilidades que tenía la compañera de un líder de aquelarre?
Al final opté por sentarme en el borde de la cama y contemplar a Anna haciendo el trabajo que supuestamente yo debía estar haciendo.
Me masajeé la zona del pecho, sintiendo un dolor atroz (y cada vez más real y contundente). Las duras palabras de Derek parecían haber vuelto para torturarme, para recordarme que quizá no me encontraba a la altura de las circunstancias.
-Se llama Anastacia –dijo entonces Anna, dirigiéndome una mirada de mal disimulado placer.
Anastacia, qué irónico nombre.
-Así es –nos confirmó una voz a nuestras espaldas, sobresaltándonos a ambas-. Y por órdenes de Derek va a quedarse con nosotros, uniéndose a nuestro aquelarre.
Miré hacia la puerta y comprobé que se trataba de Bala...
... y que no parecía muy convencido de la orden que había dado su amigo sobre el futuro de Anastacia dentro del aquelarre Vanczák.
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