☽ | Chapter 60. [01]
ESPERAD... ¿ESTO NO OS RESULTA FAMILIAR?
[PRIMERA PARTE | GALATEA]
Aquella noche caí rendida entre aquellas caras y lujosas sábanas. Ni siquiera me molesté en comprobar si Derek hacía lo mismo o si decidía regresar a la celebración; el maldito vampiro tenía una habilidad natural para conseguir mi perdón y pronto olvidé por qué estaba enfadada con él.
Algo empezó a deslizarse a lo largo de mi espalda, haciéndome cosquillas. Tenía la cabeza escondida bajo las almohadas, por lo que no era capaz de ver nada excepto una fina línea de luz, lo que indicaba que ya era de día; el suave movimiento de mi espalda volvió a repetirse, haciéndome que tuviera que contener un ronroneo de puro gusto.
Escuché que el roce de algo contra las sábanas y mantuve mi cuerpo relajado, sin emitir ninguna señal que pudiera indicarle que ya estaba despierta.
Sin embargo, Derek se deslizó hasta bajarse de la cama y oí sus pasos dirigiéndose lejos de allí. Supuse que había salido de la habitación, ya que escuché perfectamente el insulto que profirió entre dientes cuando se golpeó con algo.
Giré con cuidado entre las sábanas y contemplé el dormitorio vacío. Vi una bolsa de viaje sobre uno de los muebles y fruncí el ceño al no reconocerla; entrecerré los ojos cuando me topé con unas iniciales tejidas sobre una de las caras de la bolsa.
Pertenecía a Derek.
Me acomodé las sábanas para cubrir mi desnudez y me incorporé hasta quedar con la espalda apoyada en el cabecero. Traté de darle algo de orden a mis alborotados cabellos mientras esperaba que Derek regresara de allá donde hubiera ido; pronto obtuve mi respuesta, pues un apetitoso aroma a huevos fritos y jamón inundó por completo mis fosas nasales, provocando que empezara a ensalivar como un perro ante la visión de un sabroso rosbif.
Supongo que mi aspecto debía parecerse más a ese maldito perro de lo que creía en un principio, ya que el gesto de Derek mudó a una expresión de sorpresa al verme en semejante guisa.
Pero yo únicamente tenía ojos para la bandeja que llevaba entre las manos; el foco de todo aquel apetitoso aroma. Más tarde caí en que mi reacción debía haber sido un duro golpe para el ego, tamaño XXXL, de Derek.
-Pensé que aún seguirías durmiendo –comentó, entrando al dormitorio y bordeando la cama hasta acercarse hasta donde yo me encontraba.
Me encogí de hombros, con la vista aún clavada en la bandeja llena de comida.
-Y yo pensé que jamás en vida te vería trayéndome un desayuno a la cama –respondí.
Derek se echó a reír entre dientes y tomó asiento en el borde de la cama, mostrándome una primera panorámica del manjar que había en aquel rectángulo plateado; sin embargo, y gracias a mis hormonas desatacas, desvié la mirada lo suficiente para ver el torso desnudo de Derek. Bajé la mirada un poco más, muerta de curiosidad, pero me topé con sus aburridos calzoncillos de color blanco.
Chasqueé la lengua con fastidio y vi a Derek de refilón enarcando una ceja.
-¿Dónde está tu ropa interior decorada con llamas del infierno y tridentes? –pregunté, fingiendo inocencia.
Derek puso los ojos en blanco y me tendió la bandeja para que la cogiera, sabiendo que, para ello, tendría que soltar las sábanas... y que debajo de ellas no llevaba nada. Entrecerré los ojos, maldiciéndolo mentalmente.
-Veo que el enfado se ha evaporado –por cómo sonó, casi estaba segura que se sentía orgulloso de sí mismo. Maldito fanfarrón...
Esbocé una sonrisa socarrona.
-Quizá haya regresado al recordármelo.
Derek se había disculpado por no haber intervenido cuando lord Carrington me había considerado una novia florero, incluso había añadido que sabía de primera mano que yo jamás podría ser alguien así. Sin embargo, el hecho de que ese viejo lord hubiera dejado caer astutamente que Derek prefería ese tipo de compañeras... bueno, me había hecho recordar a Anna y a su habilidad para hacerse con todo el mundo; me había hecho recordar en qué situación me encontraba con la vampira y la desventaja que tenía frente a ella.
Sin embargo, Derek no pareció tomarse en serio mis palabras. Todavía seguía manteniendo la bandeja de la comida en el aire, a la espera de que yo me moviera para cogerla; haciendo auténticos malabares para que la sábana no se moviera ni un centímetro, alcé una mano para que me la tendiera. Las cejas de Derek se enarcaron ante la repentina muestra de pudor por mi parte.
Ya casi podía estar escuchando los comentarios mentales que estaba haciendo.
Así que opté por un hábil cambio de tema y señalé con un vago gesto la bolsa que había encima de uno de los muebles, la bolsa de viaje que llevaba sus iniciales grabadas.
-¿Qué hay ahí dentro? –pregunté.
Derek desvió la mirada hacia donde yo señalaba, dándome la oportunidad para que pudiera recolocarme la sábana y comprobar que no quedaba nada al aire; la noche había sido inolvidable, y no me refería únicamente a que hubiera decidido darme una sorpresa cuando yo lo único que buscaba era la cabeza de lord Carrington colgando de la lámpara del vestíbulo mientras yo bailaba debajo de ella.
-Una muda de ropa para nosotros –contestó-. Creí que te resultaría incómodo regresar a la mansión con el vestido.
Lo miré con una expresión de completa perplejidad. Mi contacto con Derek se había visto drásticamente reducido debido a las responsabilidades que tenía como líder y por su nueva obsesión de protegerme; Derek se encogió de hombros, restándole importancia al hecho de que había pensado en todo.
Además, la idea de que hubiera una muda de ropa interior limpia en aquel bolso me resultó adorable y aterrador al mismo tiempo. Porque eso significaba que Derek había estado hurgando en mi cajón de ropa interior, un gesto demasiado íntimo; el tipo de gesto que hacían las parejas cuando llevaban demasiado tiempo juntas.
Hice un aspaviento hacia la bolsa de viaje.
-¿Podrías acercármela? –le pedí con amabilidad-. Quiero ponerme ropa limpia.
Cuando Derek se levantó para cumplir con mi petición, aproveché la oportunidad para meterme algo del desayuno en la boca. Aún seguía conservando el sentido del gusto, a pesar de que había pasado un año desde que me había transformado en vampira, lo que significaba que tenía un hambre canina; me metí algunas tiras de jamón antes de que Derek regresara con la bolsa y la dejara a mi lado, contemplando el plato del desayuno con una mirada cargada de superioridad.
Después consultó la hora en su reloj de muñeca.
-Tenemos que regresar a la mansión –me advirtió, pero sonaba cansado.
La idea de volver me hizo perder el apetito. Sin contar con el problema que tuve al final de la cena, la noche había sido una de mis favoritas; que Derek se hubiera preocupado para montarme toda aquella sorpresa compensatoria me había encantado, a decir verdad. El hecho de que Derek y yo hubiéramos tenido nuestros roces, había conseguido bajarme el ánimo considerablemente; pero aquello había servido para hacerlo subir un par de puntos.
Fruncí mis labios en un mohín.
-¿No podemos quedarnos, no sé, un poquito más? –pregunté, intentando utilizar un tono persuasorio.
«O podríamos quedarnos aquí toda la vida», dije interiormente. Me estaba costando un gran esfuerzo formar parte de mis responsabilidades y no estaba terminando de adaptarme; que me quedara encerrada en la mansión y sin posibilidad de hacer algo fructuoso a favor del aquelarre tampoco me ayudaba mucho. Quizá por eso me encontraba siempre tan irritable.
Derek me sonrió con cariño y apartó uno de mis desordenados mechones, colocándolo tras mi oreja. Fue la primera vez que hacía algo así.
-No podemos quedarnos en esta habitación eternamente –contestó, aunque sonó como si estuviera hablando con una niña pequeña-. Además, hay cosas pendientes que hacer en la mansión.
Estaba hablando de sus responsabilidades, por supuesto. Decidí morderme la lengua para no estropear el buen ambiente que nos rodeaba y esbocé una diminuta sonrisa; continué desayunando mientras permitía que Derek me robara de vez en cuando algún pellizco de mi desayuno. Una vez hube terminado, conseguí enrollarme en una de las sábanas y cogí la muda de ropa que Derek había traído para mí; me deslicé fuera de la cama y escuché las risitas de Derek, quien parecía encontrarse terriblemente divertido por toda la situación.
-Oh, vamos –escuché que decía a mi espalda-. ¡No tienes nada que no haya visto ya!
Me giré antes de cerrar la puerta del baño y le dediqué una sardónica sonrisa.
-O quizá sí –insinué, sabiendo que estaba soltando una mentira... una muy grande.
Pero Derek pareció tragársela, ya que frunció el ceño y abrió la boca para responderme, pero yo cerré la puerta antes; observé la combinación de prendas que había elegido Derek y tuve que reconocerle que se ajustaba perfectamente a mis gustos. Me puse la ropa interior, ignorando por completo las imágenes de Derek metiendo la mano en mi cajón para poder sacarla, y después pasé a la blusa blanca, a conjunto con unos pantalones negros.
Traté de darme un aspecto civilizado frente al espejo y conseguí domar mi enredado pelo negro. Me retiré los restos del maquillaje que habían sobrevivido a la noche anterior y me di un último vistazo antes de salir por la puerta, topándome con un Derek listo para marcharnos.
Contemplé el dormitorio y vi que había recogido todas las prendas desperdigadas por el suelo, colgándose del brazo la bolsa de viaje y mirándome todavía con el ceño fruncido; le dediqué una media sonrisa y le acompañé hasta la salida. Miré de manera inconscientemente por encima de mi hombro, grabando en mi memoria cualquier detalle del dormitorio.
-Podemos volver cuando quieras –me aseguró Derek en voz baja, al oído.
Sonreí ante la idea de repetir la experiencia y busqué su mano, recibiendo un apretón por su parte. Bajamos solos en el ascensor y nos topamos con un vestíbulo sin apenas actividad; Derek se acercó para devolver la llave mientras yo contemplaba por última vez aquel enorme vestíbulo.
Un escalofrío me recorrió la espalda cuando divisé a un hombre que se dirigía directamente hacia mí. No me resultó complicado dictaminar que se trataba de un vampiro; vestía de manera informal, pero eso no impedía que todo el mundo, ya fueran hombres o mujeres, se girara para mirarlo a su paso.
Sin embargo, yo entrecerré los ojos.
-Señorita Riley –me saludó, hundiendo mis esperanzas de que no me buscaba a mí.
Me crucé de brazos, echando un vistazo en dirección a la recepción, donde Derek seguía estando atrapado por la irritante mujer que había tras el mostrador; volví a mirar al hombre que tenía frente a mí. Piel pálida, mandíbula cubierta por una barba mucho más espesa que la de Derek y ojos azules; su cabello rubio oscuro le caía por la frente, haciéndole parecer más joven de lo que realmente era.
Y yo no sabía quién demonios era... como tampoco entendía cómo era posible que me conociera.
-Disculpe, pero creo que no nos conocemos –dije de manera educada.
El vampiro me sonrió, mostrando una dentadura perfecta y unos colmillos afilados, además de desenfundados.
-Moses Nickels –se presentó, tendiéndome una mano.
La acepté casi a regañadientes, sin saber todavía por qué se me había acercado.
-Un placer, señor Nickels –repuse, metiéndome de lleno en el papel de educada compañera de líder de aquelarre que estaba entretenido aún con aquella molesta mujer.
Su sonrisa se hizo más amplia.
-Derek es un hombre bastante ocupado, así que pensé que quizá tendría alguna oportunidad de que pudiera escucharme si primero me acercaba a ti –pasó a tutearme de manera inmediata, como si fuéramos viejos amigos-. No quiero perder mi oportunidad.
Contemplé al vampiro sin entender a dónde quería ir a parar. Su nombre no me resultaba en absoluto familiar, pero aquello era una buena oportunidad para intentar acostumbrarme a lo que iba a convertirse en una rutina para mí de ahora en adelante.
-Es posible que pueda ayudarle a concertar una reunión con Derek –tanteé con cuidado, ansiosa por saber más de lo que quería hablarle a mi novio-. Si me da una ligera pista...
Esperaba que picara el anzuelo que le había tendido.
-Llámame Moses –me pidió, y yo me lo tomé como una buena señal.
Aguardé en silencio a que siguiera hablando. Moses se cruzó de brazos y cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro; yo eché una rápida mirada en dirección a Derek, rezando para que aquella recepcionista pudiera entretenerlo un poco más de tiempo, el suficiente para que supiera qué quería el vampiro.
Alcé ambas cejas, expectante.
-He tenido algunos problemas, señorita Riley –admitió casi forzadamente-. Los vampiros y aquelarres menores están volviéndose cada vez más inestables, desobedeciendo las leyes que los cuatro aquelarres nos impusieron a cambio de permitirnos establecernos en sus territorios –hizo una breve pausa, pensativo-. Han perdido el respeto y el miedo, si quieres que sea sincero; no les importan las consecuencias y parece que se está gestando una... revuelta. De grandes dimensiones, si entiendes lo que quiero decir.
Fruncí el ceño, consciente de que aquello no era un problema actual. Había escuchado dispersos rumores sobre vampiros o aquelarres que habían decidido sublevarse, ignorando las advertencias sobre lo que sucedería si no acataban las órdenes que provenían de un nivel superior al suyo; Hunter me lo había comentado en una fiesta, con aspecto abatido, y Derek se había mantenido ocupado precisamente por las continuas revueltas que estaban teniendo lugar.
No me estaba mintiendo: los vampiros de Londres estaban dispuestos a eliminar a los cuatro aquelarres más importantes de la ciudad.
Estaba gestándose una auténtica sublevación.
Me forcé a esbozar una convincente sonrisa que no le hiciera sospechar que sus palabras habían conseguido encender una chispa de auténtico temor ante el negro horizonte que nos aguardaba si no poníamos freno a tiempo.
-Hablaré con Derek para que podáis reuniros –le prometí-. Sin duda alguna todo esto... eh, merece que Derek lo sepa.
Mi cuerpo se tensó cuando alguien colocó su mano sobre mi hombro. No necesité girarme para adivinar que se trataba de Derek, quien parecía haberse librado de aquella estúpida humana recepcionista; lo miré de soslayo, consciente de que Derek no parecía muy contento con haberme descubierto hablando amigablemente con un vampiro que no conocía en absoluto.
Ladeé la cabeza y sonreí a Derek, esperando que aquello aplacara su mal humor.
-Moses Nickels –masculló Derek, quien no parecía encontrarse nada contento con su presencia.
-Derek Vanczák –le imitó el vampiro con un tono mucho más afable.
La mano que tenía sobre mi hombro resbaló deliberadamente hasta situarse en mi cintura, pegándome más a su cuerpo. Cada centímetro de Derek destilaba tensión e incomodidad; sin embargo, era su deber como líder escuchar a cualquier vampiro y atender a sus peticiones.
Moses sonrió ampliamente.
-Eres escurridizo –comentó.
Derek se encogió de hombros, insolente.
-Soy un hombre ocupado –le aclaró.
La mirada de Moses se posó en mí.
-Eso es lo que me ha comentado ella.
Los ojos de Derek se desviaron hacia mí, provocando que me encogiera sobre mí misma. Casi me hizo sentir que había hecho algo mal al intentar comportarme como se esperaba que lo hiciera.
-Galatea ha sido testigo de todo el trabajo que tenemos –repuso Derek y sus dedos se hundieron en mi cintura.
Moses me dedicó un guiño.
-Tu nueva compañera es el nuevo foco de atención en los aquelarres y reuniones entre vampiros –hizo notar, logrando que Derek se pusiera aún más tenso.
Vi que la situación estaba a punto de desbordarse. Entrelacé mis brazos alrededor de la cintura de Derek y compuse una actitud agotada; apoyé la cabeza sobre el hombro del vampiro, soltando un suspiro.
-Quiero regresar a la mansión –gimoteé.
Tenía que reconocer que cada vez se me daba mejor poner ese tono tan irritante que muchas veces había visto utilizar a Anna. Moses esbozó una sonrisa comprensiva mientras Derek se disculpaba para que pudiésemos marcharnos; esquivamos a Moses para dirigirnos hacia la salida y sufrí un escalofrío cuando lo escuché decir a nuestra espalda:
-¡No olvides tu promesa, Galatea!
Derek rechinó los dientes y le espetó al botones que había fuera que quería inmediatamente nuestro vehículo; el chico, asustado, se apresuró a cumplir con lo que Derek le había exigido, trayéndonos el coche. Miré al vampiro con una ceja enarcada, sin saber muy bien por qué estaba tan enfadado.
Me abroché el cinturón de seguridad y Derek tiró a los asientos traseros su bolsa de viaje de muy malas formas. Alcé una mano tímidamente y la puse encima de la que Derek tenía sobre la palanca de cambios.
-Me ha abordado de sorpresa y no sabía qué hacer –le expliqué mientras nos poníamos en camino-. Creí que parte de mis funciones es ayudarte y tú estabas ocupado en recepción...
-¿De qué promesa estaba hablando, Galatea? –Derek no era muy asiduo a mostrarse así, evidentemente celoso.
Solté un suspiro.
-Le he prometido que te convencería para que pudierais reuniros –hice una pausa, dudando entre si debía advertirle sobre lo que Moses me había confesado y que yo ya sospechaba-. Dice que las cosas se están complicando.
Entrecerró los ojos, lanzándome una rápida mirada en la que intentaba descubrir si estaba siendo sincera o no.
-¿Te ha dicho algo más?
Dudé de nuevo. Derek no había hablado conmigo directamente de la situación en la que nos encontrábamos los cuatro aquelarres, por lo que había ido reuniendo información por mi cuenta, gracias a los comentarios que escuchaba; era posible que lo hubiera hecho para no preocuparme y no me sentía segura diciéndoselo, ya que eso podría ponerlo nervioso.
Al final terminé por encogerme de hombros.
-Que era muy importante lo que tenía que decirte –repetí.
Aquello terminó de convencer a Derek, que asintió con gravedad y volvió a centrar su atención en la conducción; decidí sacar mi móvil para matar algo de tiempo hasta que llegáramos a la mansión y comprobé que tenía varios mensajes de Jana en los que me pedía si podíamos reunirnos. Fruncí el ceño al releer el último de ellos, ya que mi amiga parecía bastante agitada.
Ya había pasado mucho tiempo desde que me había ido de la mansión de los Herz y no había tenido noticias de ella. Por unos segundos me horroricé pensando que quizá Jana hubiera descubierto la aventura de Tiberius con Helga...
Pensé en su estado, en si de verdad estaría embarazada, y en cómo le estaría afectando todo aquello. No era bueno para ella y me sentí como una amiga horrible por no haberme puesto en contacto antes.
-Derek, ¿existe alguna forma para que una vampira se quede embarazada? –lo solté de sopetón, sin respirar.
Dio un repentino acelerón con el coche y me miró con una expresión horrorizada. Habría jurado que se había puesto más pálido debido a mi pregunta y que sus nudillos tenían ese mismo color blanco debido a la fuerza con la que sostenía el volante; tragué saliva, consciente de que yo ya sabía la respuesta... y que solamente necesitaba que me la confirmara.
-¿A qué viene esa pregunta? –me preguntó, molesto; luego entrecerró los ojos-. ¿Estás en esa fase en la que crees que se ha despertado tu reloj biológico...?
Sacudí la cabeza, pero Derek no había terminado aún.
-En caso de poder hacerse, jamás estaríamos preparados para hacer frente a eso... –hizo una pausa y la línea de su mandíbula se endureció-. Además, yo nunca he querido tener hijos. Mi padre me hizo un favor convirtiéndome en vampiro.
Entonces fui yo quien endureció la mandíbula, apretando los dientes. Había dejado la confirmación en el aire, pero lo que más me había dolido habían sido sus dos últimas frases; sabía que Derek no lo había dicho con mala intención, pero el hecho de que tu pareja te dejara claro que no pensaba tener descendencia era un duro golpe. Aunque yo tampoco hubiera tenido en mente la idea de tener un bebé.
Apoyé la mejilla contra la ventanilla, recordando la ilusión y el fervor con el que me había hablado Jana de sus deseos de ser madre.
-En la mansión, sin hacer nada, me siento una completa inútil –dije, dejando definitivamente el tema de embarazos en vampiros; Derek me miró de reojo-. Me gustaría... no sé, tener algo que hacer. Quiero ayudar al aquelarre y quizá sería una buena idea que me permitieras volver a ingresar en el equipo de seguridad; hacía un buen equipo con Bala y Étienne.
-No.
La tajante y rápida respuesta de Derek me confundió durante unos instantes. Bala ya me había advertido de cuál iba a ser la decisión de su amigo respecto a ese tema en cuestión, y no se había equivocado; me mordí el interior de la mejilla y me obligué a no estallar.
Una discusión con el vampiro no iba a ayudarme de nada.
-Derek, por favor –insistí, hablándole con suavidad-. Tú serías el encargado de supervisar antes cualquier misión que nos encomendaras; tendría a mi lado a Bala y Étienne para cubrirme las espaldas... Todos saldríamos ganando.
-No vas a volver al equipo de seguridad, Galatea –se negó Derek por segunda vez-. Es mi última palabra al respecto.
-Sé que el equipo de seguridad anda falto de personal ahora que le has ofrecido el puesto de ejecutor a Gábor –mi voz sonó acusatoria.
Derek puso los ojos en blanco y sonrió de manera sarcástica.
-¿Qué esperabas? –preguntó en el mismo tono que su sonrisa-. ¿Que te ofreciera a ti el puesto, Galatea? Lyle me dejó bastante claro que tenías potencial.
Entrecerré los ojos ante su tono burlón.
-Entonces sabrás que soy una enemiga a tener en cuenta –respondí con voz helada-. Creo que en aquel callejón te lo demostré bastante bien.
DEREK
Galatea agarró la bolsa de viaje en el garaje y salió como una exhalación, sin darme tiempo siquiera a abrir la boca. La conversación que habíamos mantenido en el trayecto de regreso a la mansión seguía repitiéndose en mi cabeza en modo bucle, como si hubiera allí algo que debía llamar mi atención; debía reconocer que Galatea me había dejado gratamente sorprendido cuando no había empezado a chillarme después de que le hubiera dicho que no tenía ninguna intención de permitir que volviera a ocupar su puesto dentro del equipo de seguridad.
Había sido consciente de la sombra de dolor que le había cruzado el rostro cuando le había explicado que no tenía ninguna intención de tener descendencia en el caso de que fuera posible; mis palabras la habían herido y luego yo había golpeado de nuevo al decirle que no iba a permitir que entrara de nuevo en el equipo de seguridad. Sin embargo, ella se limitó a devolverme el golpe y se sumió en un hermético silencio el resto del viaje.
Me froté la cara con ambas manos, reprendiéndome a mí mismo por el poco tacto que había mostrado. La presencia de Moses Nickels en el hotel y la forma en la que le gritó a Galatea cuando nos marchábamos me había tocado la moral; la noche había terminado mejor de lo que habría esperado cuando intercepté a Galatea mientras se marchaba de la cena.
Pero lo había echado todo a perder.
Salí del garaje y fui directo a mi despacho. Había procurado tener todo cerrado y arreglado para que no hubiera habido interrupciones, pero no sabía con lo que iba a encontrarme tras esas puertas; Hunter se sobresaltó cuando me vio entrar de manera apresurada y me dedicó una tímida sonrisa.
Mi hermano pequeño había sido el encargado de cubrirme mientras yo había estado fuera.
-¿Qué tal fue todo? –preguntó con amabilidad.
Me derrumbé sobre uno de los sofás y solté un hondo suspiro, ganando algo de tiempo antes de hacerle partícipe de todo lo que había sucedido. Hunter seguía sentado sobre mi silla detrás del escritorio, contemplándome con una expresión que intentaba ocultar su nerviosismo.
-Lord Carrington fue tan amable como siempre –dije con sarcasmo-. Le hizo entender a Galatea que sería una perfecta novia florero; ella debió escucharlo, ya que se levantó de la mesa y salió del salón apresuradamente. Conseguí arreglarlo, pero en el viaje de regreso creo que la he cagado.
Hunter enarcó una ceja.
-Me ha preguntado sobre si existía alguna posibilidad de que una vampira se quedara embarazada –el rostro de mi hermano se descompuso y una idea empezó a formárseme en la mente-. Hunter, ¿mientras estuvisteis juntos... tú le hablaste a Galatea de ello? ¿Valorasteis la idea de tener un hijo?
El rostro de mi hermano se ensombreció. Nuestra relación no era tan fluida como antes, debido a que todavía era demasiado reciente sus sentimientos hacia Galatea, pero habíamos avanzado mucho cuando ella se marchó de la mansión; ninguno de los dos mencionábamos el tiempo que fueron pareja, pero no entendía de qué otra forma podía haberse enterado del secreto que únicamente los vampiros más antiguos conocíamos.
Le observé cruzarse de brazos con un nudo de nervios en el estómago.
-Nunca se lo planteé –contestó al final, muy serio-. Había valorado esa opción, pero nunca me atreví a hablar con ella al respecto; además, los embarazos en vampiros son arriesgados y muy peligrosos.
Me froté la ceja izquierda, completamente perdido. Si Hunter no le había hablado a Galatea del tema, ¿quién había podido ser? Aquel secreto no era algo que todo el mundo pudiera saber, ya que había sido celosamente guardado debido a lo que supondría para el resto de la comunidad.
-¿Qué te ha dicho exactamente? –quiso saber Hunter.
-Si existía alguna posibilidad de que una vampira pudiera quedarse embarazada.
Los ojos de mi hermano menor se abrieron de par en par.
-¿Crees que Galatea quiere, ya sabes, llegar a ese punto contigo?
Me hundí los colmillos en el labio inferior, completamente abrumado de la posibilidad de que ella me lo hubiera insinuado de aquella manera tan discreta. Hubiera preferido que me lo hubiera dicho con su habitual desparpajo: «Derek quiero tener un bebé. Tuyo.»
-Le he dejado bastante claro que nunca estaríamos preparados para dar ese paso –le confesé-. Y también le he dicho que yo jamás tendría hijos. Ni con ella ni con nadie.
Ambos fuimos conscientes del pequeño estrépito que se montó en el pasillo. Mi hermano y yo nos pusimos a la par en pie y nos dirigimos hacia la puerta para atrapar al espía; cuando abrí la puerta de un rápido movimiento, el pasillo se encontraba vacío y todo parecía estar en orden.
Hunter frunció el ceño ante el enigma y yo contemplé el pasillo, con la firme seguridad de que allí había habido alguien escuchándonos a escondidas. ¿Anna, quizá? Estaba resentida de que hubiera decidido abandonarla y estaría buscando munición suficiente para lanzarla contra mí.
Volvimos al despacho y cerré la puerta a mi espalda.
-También me ha pedido que le permita ocupar su antiguo puesto en el equipo de seguridad –agregué con la espalda pegada a la puerta.
Hunter me miró expectante.
-Le dicho que no.
-Galatea es una mujer que necesita actividad para sentirse útil –dijo mi hermano-. Quizá si le permitieras regresar al equipo de seguridad podría olvidar el tema del embarazado –propuso con esperanzas.
Sacudí la cabeza.
-No, Hunter –me negué, hablando con rotundidad-. Ni embarazos, ni a Galatea corriendo peligro mientras intenta hacerse la heroína.
Moses Nickels
No se tiene mucha información sobre este vampiro. Se le ha visto en numerosas ocasiones en distintos tipos de eventos, rodeado de humanos; no pertenece a ningún aquelarre y le gusta moverse solo.
Posee una compañía dedicada a la telecomunicación y afirma estar enganchado a la cafeína (aderezada ligeramente con la dulce sangre).
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro