Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

☽ | Chapter 43.

EN EL FONDO DEL CALLEJÓN HAY UN CADÁVER AGUARDÁNDOTE

Froté con insistencia mis sienes, preguntándome por qué había aceptado la invitación de Bala de que saliéramos de la mansión después de haberme pasado los últimos meses encerrado allí debido al abandono de Galatea. Había sido idea de Étienne y el propio Bala, pero nuestro amigo había dejado todos los preparativos en manos de Bala porque era una eminencia a la hora de preparar una salida en grupo; me habían amenazado para conseguir que permitiera salir de la mansión, así que estaba terminando de prepararme para aquella salida.

Desde que Galatea se hubiera marchado de la mansión me había estado replanteando la idea de devolverle a mi padre el puesto de líder, pero no había reunido el valor suficiente para hacerlo; Galatea me había asegurado que mi responsabilidad hacia el aquelarre habían sido uno de los motivos por los que no me había escogido, y ahora lo había convertido en una obsesión.

Me volqué en el aquelarre para ahogar el dolor de la pérdida y mis amigos habían llegado a la conclusión de que iba a terminar volviéndome un lunático de continuar comportándome así.

Bala entró en la suite sin molestarse en llamar a la puerta, dirigiéndome una mirada inquisitiva. Se la sostuve mientras pululaba a mi alrededor, comprobando que mi atuendo fuera aceptable; apreté los puños, conteniendo las ganas de estamparle uno de ellos en la cara debido al exhaustivo estudio que mi amigo estaba llevando a cabo.

-Tienes cara de funeral –evaluó Bala con tono crítico, dándose unos golpecitos en la barbilla-. Pero tienes un aspecto respetable.

Enarqué una ceja, exigiendo una explicación por su parte, pero el vampiro se limitó a encogerse de hombros y a dedicarme una encantadora sonrisa.

-Étienne nos espera ya abajo –añadió.

Salimos de mi habitación y pensé que había retrocedido en el tiempo, cuando solamente era un adolescente que intentaba escabullirse de la escrutadora mirada de su padre para intentar descubrir qué había más allá de los muros que rodeaban la mansión; mi mirada se clavó en la puerta cerrada que había al otro lado del pasillo. La habitación que había permanecido abandonada desde hacía ya cuatro meses.

Cuatro meses y su ausencia seguía doliéndome como aquella noche en la que dijo que no podía elegirme a mí.

Bala me palmeó en el hombro cuando vio dónde estaba clavada mi mirada. Su rostro no se había ensombrecido, pero sus ojos negros sí; Étienne y él, junto a un malherido emocionalmente Hunter, habían sido los únicos que había permitido que pudieran verme en ese estado tan deplorable.

-Vamos, Derek. Olvídate esta noche de ella e intenta disfrutar.

Bajamos hacia el vestíbulo y vimos que en la entrada Étienne ya se encontraba al volante de uno de los vehículos con los que contábamos en la mansión; negro y discreto, sus faros resplandecieron para advertirnos de que nos diéramos prisa. Bala se ofreció a ocupar los asientos traseros, dejándome a mí el asiento del copiloto; Étienne comprobó por el espejo retrovisor que Bala no estuviera haciendo nada y arrancó antes de que yo decidiera echarme para atrás.

-Finjamos que no eres el líder de uno de los más importantes aquelarres de Londres –propuso Bala desde el asiento trasero-. Podríamos, no sé, inventarnos nuestras identidades. ¿Creéis que me pegaría el papel de sexy millonario? O quizá debería aprovechar este aire de misterio que me rodea.

Étienne esbozó una sonrisa traviesa mientras se detenía momentáneamente tras las verjas de hierro para que se abrieran; Bala seguía murmurando para sí mismo, probando distintos acentos para utilizar aquella noche.

-¿Elek te ha dado permiso para divertirte esta noche? –se mofó Étienne, mirándole por el espejo retrovisor.

Bala extendió su brazo por el espacio que había entre los dos asientos con el dedo corazón erguido y dedicándoselo a Étienne por su comentario. Yo me acomodé más sobre mi asiento, en silencio; Bala y Elek tenían una extraña relación. Pero no parecían tener ningún problema.

-No, pero para partirte la cara por gracioso sí –replicó Bala, molesto.

Un segundo después su puño golpeó contra mi brazo y yo me giré hacia él con ganas de devolverle el golpe. Pero en la cara.

-Derek, tienes que animar esa cara de mustio –me pidió Bala y Étienne también me miró con aire suplicante.

-Bala ha reservado en uno de los mejores locales de la ciudad –apoyó mi otro amigo.

Los miré a ambos con sospecha. Ninguno de esos dos había dicho ni una palabra de lo que me aguardaba aquella noche; tanto Bala como Étienne me habían pedido una noche para que pudiéramos salir como en los viejos tiempos y para que yo pudiera despegarme un poco del aquelarre.

Ahora no me encontraba tan seguro como al principio de que aceptar hubiera sido buena idea.

Bala me dedicó una amistosa sonrisa mientras Étienne hundía el pie en el acelerador y acortaba la distancia que nos separaba de Londres; esquivó coches con maestría y siempre respetando todos los semáforos. Bala vio ahí su oportunidad de devolverle la humillación, por lo que empezó a quejarse de que nuestro amigo conducía como si fuera una ancianita.

Cuando Étienne se metió en un garaje subterráneo fruncí el ceño, recordando vagamente que aquel sitio no era la primera vez que lo visitaba. Un cartel neón anunciaba que ese subterráneo conectaba directamente con el Club Pole y miré a mis compañeros con una expresión enfadada.

-¿Un club de striptease? –rugí.

Bala esbozó su sonrisa de perdonavidas y Étienne se encogió de hombros, quitándose las culpas de encima.

-Te dije que necesitabas un poco de diversión –razonó Bala, dándome un nuevo golpe en el brazo-. Y aquí puedes encontrarla.

Étienne fue el primero en bajar del vehículo, seguramente para ponerse a salvo de mi enfado. Bala, por el contrario, hizo más amplia su sonrisa y sus ojos negros relucieron, como si el hecho de encontrarme tan enfadado fuera una buena señal.

-Estamos en territorio de Herz –recordé con dureza.

El rostro de Bala se contrajo en una mueca.

-Pero si nos portamos bien nadie tiene por qué saberlo –respondió el vampiro, con una sonrisa pícara-. Ya sabes que podemos movernos por otras zonas que no nos pertenezcan siempre y cuando no nos metamos en líos.

Dicho esto, se bajó del coche y golpeó mi ventanilla para pedirme con la mirada que hiciera lo mismo; Étienne nos esperaba apoyado sobre el capó del vehículo, con su mirada puesta en ambos. No parecía tan seguro como al principio, quizá sospechando que yo pondría impedimentos.

Al final terminé por claudicar y les seguí hasta el interior del local. Tal y como recordaba, el Club Pole seguía manteniendo su estética de colores oscuros y luces estroboscópicas que se reflejaban sobre la piel de las chicas que bailaban sobre las barras, animando la vista a la multitud de hombres que se reunían bajo el escenario para contemplarlas bailar; Bala tomó la delantera del grupo para dirigirnos hacia una mesa completamente vacía y fue el primero en sentarse, dando palmaditas para que nosotros hiciéramos lo mismo.

-Oye, no queríamos molestarte con todo esto –me confió Étienne en voz baja, antes de deslizarse junto a Bala-. Creímos que sería divertido... como en los viejos tiempos.

Los ojos verdes del francés me contemplaban con auténtico arrepentimiento. Sabía que todo aquello había sido una medida desesperada por parte de ellos dos para hacerme reaccionar, para recordarme que todavía me quedaba una larga eternidad por delante y que no debía desaprovechar ni un solo instante; le palmeé el brazo con un gesto amistoso y me forcé a sonreír.

-Lo siento –me disculpé-. Es que todo esto me ha pillado desprevenido.

Étienne me devolvió la sonrisa y ambos ocupamos nuestros respectivos asientos. Una de las camareras, a todas luces humana por la capa de sudor que cubría su piel y por las mejillas sonrosadas que lucía, se nos acercó apresuradamente con una sonrisa; Bala le pidió tequila y la despidió con una de sus sonrisas.

Dejé vagar la mirada por el local, intentando aclimatarme. Hacía mucho tiempo que no pisaba un lugar como aquél y no me encontraba cómodo en aquel ambiente; allí, tanto humanos como vampiros, se relacionaban entre ellos. Las chicas se encargaban de amenizar la velada bailando semidesnudas y sonriéndoles a los mejores clientes para conseguir una mejor propia.

La camarera regresó a nuestra mesa con nuestras consumiciones y Bala decidió jugar un rato con ella ante la divertida mirada de Étienne; no le costó mucho dejarla encandilada con sus halagos, como tampoco tuvo mucho problema hacerse pasar por un importante productor de televisión que había decidido echarse a las calles para encontrar a la protagonista de su próxima película.

La chica se mostró encantada con toda aquella historia y no dudó ni un segundo en intentar desplegar todos sus encantos para conseguir el dichoso papel; desconecté de la conversación en cuanto Bala sugirió que charlaran en un ambiente mucho más íntimo.

Me serví el primer chupito de tequila y lo bebí de golpe, notando el entumecimiento de la bebida sobre mi garganta. Decidí servirme un segundo y repetí el mismo movimiento de brazo, sin seguir notando nada más que un leve entumecimiento.

Bala se aburrió pronto de su distracción de aquella noche, por lo que la despidió con una de sus tarjetas personales y una amplia sonrisa; Étienne cogió la botella de tequila y sirvió tres chupitos. Yo ya iba por mi tercero, pero no dije nada.

La bebida no estaba teniendo ningún efecto en mí.

Bala cogió su chupito y lo alzó al aire, dedicándonos a nosotros dos un guiño.

-¡Por esta noche, donde conseguiremos olvidar nuestras penas durante unas deliciosas horas! –gritó para hacerse oír por encima del ruido de la música.

Étienne y yo alzamos nuestros vasos de chupito y los tres los vaciamos de golpe. La voz de un hombre salió por el sistema de audio, anunciando que estaba a punto de comenzar el espectáculo; el escenario fue quedándose vacío de chicas y las luces se atenuaron todavía más, dándole al local un ambiente mucho más íntimo.

Tres focos apuntaron directos al escenario y una nueva música empezó a sonar por los altavoces, arrancando los primeros gritos de los clientes que se encontraban más cerca del escenario; se oyeron silbidos cuando lentamente tres chicas tapadas con unos enormes abanicos de plumas negras se deslizaron hacia el centro del escenario.

Bala se inclinó hacia delante con interés mientras Étienne se servía otro chupito de tequila para sí mismo; seguí con la mirada a las tres bailarinas y el estómago se me contrajo dolorosamente cuando la primera de ellas se destapaba y lanzaba al público su enorme abanico.

Algo en mi interior se agitó al ver la gran similitud que existía entre aquella mujer que se contoneaba por el escenario y la propia Galatea. No pude evitar seguir ignorando el hecho de que habían pasado cuatro putos meses desde que me había abandonado y no había intentado ponerse en contacto conmigo; me había pedido tiempo y espacio, se lo había concedido creyendo que así volvería a mí.

Pero no lo había hecho.

Apreté los dientes con fuerza mientras aquella chica, que parecía una aparición de Galatea, seguía moviéndose a lo largo del escenario, quitándose prendas de manera sugerente y lanzándoselas a su público, que jaleaba enfebrecido.

Sentí de nuevo aquel retortijón en el estómago y un sabor amargo en la boca. Me embargó una sensación de molestia y enfado que no sabía de dónde procedía, miré a mi alrededor; era como si corriera fuego por mis venas y tuviera ganas de golpear lo que tuviera más cerca.

Me levanté de la mesa apresuradamente, dirigiéndome directamente a la salida que tenía más cerca, deseando que el aire libre pudiera despejarme las ideas; escuché a mi espalda las voces llamándome de Bala, pero las ignoré.

Empujé con el hombro la puerta metálica y aspiré el hediondo aire que había en el callejón donde conducía aquella salida. Me puse en tensión cuando escuché a un hombre suplicar en voz baja por su vida; giré la cabeza en la dirección desde donde procedían los sonidos y vi a dos figuras pegadas a una de las paredes del local.

Vi el reflejo metálico de una pistola en la mano de la persona que se encontraba en clara ventaja y dudé unos segundos. Me encontraba dentro de un territorio que no me pertenecía, algunos miembros del aquelarre Herz no parecían haber olvidado que su fundador y padre había resultado ser un vampiro completamente distinto y si alguien me descubría allí podría tener serios problemas; estaba en una encrucijada en la que la vida de aquel viejo vampiro se encontraba pendiendo de un hilo.

-Te dimos un plazo de tiempo –escuché que siseaba la sombra encapuchada que portaba la pistola-. Y tú te has dedicado a fanfarronear por ahí diciendo que el aquelarre Herz nunca lo descubriría, que no podrían atraparte.

El vampiro que se encontraba aplastado contra la pared gimoteó en voz baja, pidiendo clemencia.

El tiempo se me acababa y tenía que tomar una decisión.

-Todo esto es un malentendido...

Escuché una risita frívola por parte de la otra persona. Después amartilló la pistola y la colocó encima del pecho del hombre, que había empezado a temblar descontroladamente; di un paso hacia ellos y el sonido alertó a ambos.

El ardor en mi piel empeoró cuando tuve dos pares de ojos fijos en mi persona. Sin embargo, y aprovechando la distracción que yo les había proporcionado, el vampiro que antes había suplicado se giró rápidamente contra su captor y le dio un fuerte golpe en el brazo en el que había sostenido la pistola; maldije en voz baja y acudí raudo a la ayuda de la persona a la que había puesto en una delicada situación.

-¡No des ni un paso más! –me advirtió la misma, con un timbre claramente molesto y agudo-. Creo que ya lo has estropeado lo suficiente...

Sus modales me sacaron de quicio, al igual que sus aires de superioridad.

-Bueno, la próxima vez tendré en cuenta que no siempre la persona que apunta a otra con un arma es el peligro –repliqué con sarcasmo.

El encapuchado no tuvo tiempo de contestarme porque se oyó un disparo y me vi lanzado de golpe al suelo, con alguien encima de mí; la presión de su cuerpo desapareció inmediatamente y escuché un gruñido de rabia. El vampiro que me había disparado estaba intentando amartillarla de nuevo, pero el encapuchado se abalanzó hacia él sin miramientos; le sujetó por el brazo que tenía la pistola y lo estampó contra su pierna, resonando un crujido de hueso roto por todo aquel callejón.

Seguido de un grito de dolor por parte del vampiro.

La pistola resbaló hasta mis pies, pero yo era incapaz de moverme del sitio. El vampiro que iba encapuchado se movía con seguridad y con la velocidad del rayo; sus golpes, certeros, impactaban en el corpachón del otro vampiro, quien no tenía ninguna oportunidad de defenderse.

Conseguí recoger del suelo la pistola que se le había caído al vampiro que estaba recibiendo la paliza y apunté, sin saber muy bien qué hacer.

El sonido de otra arma amartillándose junto a mi oído respondió a mi duda, al igual que la amenaza de otra voz más oscura y grave.

-Si aprietas ese gatillo el siguiente en morir serás tú, Vanczák.

Tragué saliva al verme reconocido. Bajé el cañón de la pistola hasta que apuntó al suelo y observé cómo se terminaba de desarrollar el combate, sintiendo el cañón de la otra pistola clavado en mi sien; no me encontraba en condiciones de enfrentarme a ese otro vampiro debido a que los últimos cuatro meses me los había pasado encerrado en mi despacho, descuidando mi condición física.

Una mano helada me atenazó el corazón cuando vi a la figura encapuchada doblar por la mitad al vampiro, desviándole la columna vertebral. Después, no conforme con ello, lo medio decapitó, dejando caer su cuerpo al pavimento con un gruñido de asco.

Entonces se giró hacia mí. No podía verle la cara, pero sospechaba que no estaba muy contento de verme todavía allí... o quizá no entendía por qué tenía a otro vampiro apuntándome con una pistola en la sien.

Se acercó con paso lento hasta detenerse frente a mi cara y, con un rápido movimiento, me quitó la pistola de las manos. Su compañero rió en voz baja.

-Aquí ya hemos terminado –no estaba hablando conmigo, supuse-. Déjale que regrese al local y marchémonos.

La frialdad del cañón de la pistola desapareció de mi sien, pero yo no me moví. Las sensaciones contradictorias habían vuelto a hacer acto de presencia, haciéndome sentir confundido y muy cabreado; una chispa de reconocimiento se prendió en el fondo de mi cabeza, sacando a flote algunos recuerdos...

-No intentes seguirnos o lo lamentarás –me amenazó el encapuchado-. Te trituraré y luego tiraré los trocitos a cualquier parte para que se los coman las ardillas.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo al escuchar la amenaza, pues no era la primera vez en mi vida que me amenazaban con eso mismo; mi boca se abrió debido a la sorpresa, pero me vi catapultado al suelo cuando la figura encapuchada me golpeó en la rodilla con fuerza.

Entonces las dos sombras se fundieron en la oscuridad del callejón, dejándome allí con aquel cadáver.

Con un sabor amargo en la boca y un vacío en mi interior.

Allí fue donde me encontraron Étienne y Bala, quienes contemplaron el cadáver de aquel vampiro con una expresión de desconcierto; sus ojos se clavaron entonces en mí, mostrándome de primera mano cómo se debió sentir Galatea en aquella ocasión.

-El aquelarre Herz tiene dos ejecutores –desvelé con un nudo en la garganta.

Étienne y Bala se miraron entre ellos, extrañados.

GALATEA

Me retiré la capucha cuando estuve segura de que Derek no nos seguía de cerca. Todo mi cuerpo se había echado a temblar al verlo de nuevo, después de aquellos cuatro meses en los que me había dedicado a ir de un sitio para otro hasta que había decidido lanzarme al vacío para pedir ayuda a los que creía que jamás tendría que volver a ver en mi larga existencia; mi compañero corría a mi lado con una sonrisa torcida, quizá divertido por la forma en la que se había burlado del líder.

Desbloqueó los seguros del todoterreno y ambos nos subimos apresuradamente para que pudiera arrancar, saliendo a toda velocidad de allí.

Bajé la mirada a mis manos y vi que estaban temblando. Aquel reencuentro me había afectado más de lo que yo había creído, básicamente porque no me lo esperaba... las últimas noticias que había recibido de Derek Vanczák es que se había encerrado en su mansión y que solamente salía de allí para los actos que requerían su presencia.

Mis nervios no consiguieron calmarse hasta que no cruzamos los portones que conducían al interior del terreno que tenían los Herz; el vampiro condujo el todoterreno hacia la nave que utilizaban de garaje y yo respiré aliviada.

Salté del vehículo en marcha y me dirigí a toda prisa hacia la mansión principal. El servicio de los Herz se había ido a la cama, por lo que no tuve que cruzarme con ningún humano; la habitación que se me había destinado al llegar allí para pedir su ayuda, explicándoles quién era en realidad, se encontraba en el primer piso.

Intenté cerrar la puerta, pero un zapato me lo impidió. Miré a mi espalda y vi que mi compañero sonreía todavía, además de que no parecía en absoluto agotado; dejé que entrara tras de mí y yo me fui quitando capas de ropa hasta quedar con una camiseta de tirantes y los pantalones.

-Pensé que iba a mearse encima –dijo el vampiro, riéndose a mandíbula batiente.

Le fulminé con la mirada mientras me recogía el pelo y me acomodaba en una de las mullidas sillas que tenía frente a un enorme escritorio que había pasado a estar hasta arriba de carpetas; aún estaba rememorando la sorpresa que me había embargado al verlo en el callejón, hecho que me había costado caro.

Seguí con la mirada el cuerpo del vampiro estirándose sobre la cama, acercándose a mí con claras intenciones de por qué me había acompañado hasta mi propio dormitorio; no me inmuté cuando sus labios rozaron la curva de mi cuello o cuando su aliento me acarició el lóbulo de la oreja.

-Pero tú has estado magnífica, Galatea –ronroneó, pegando su cuerpo al mío.

Contuve un gruñido al notar su excitación, pero no me moví.

-Aún tengo energía de sobra para que pasemos un buen rato juntos.

Le empujé en el pecho.

-Y yo estoy agotada –repuse, hablándole con suavidad.

Él sonrió, pero no me insistió. Me dio un último beso en el cuello y se apartó de mí, dirigiéndose hacia la puerta de mi dormitorio; lo estudié en silencio, con un extraño nudo en el pecho.

-Buenas noches, Galatea –se despidió de mí.

-Que descanses, Lyle.

TIBERIUS Y LYLE HERZ

Hijos de Wolfgang y Bergamota, los gemelos desde pequeños fueron inculcados en el futuro del aquelarre. Tiberius, mayor por apenas un minuto, fue entrenado para convertirse en el líder del aquelarre mientras que su gemelo fue instruido para convertirse en su mayor consejero.

Sin embargo, Lyle pronto se vio atraído por el puesto de ejecutor dentro del aquelarre, convirtiéndose en el ejecutor más joven.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro