Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

☽ | Chapter 4.

VIAJE DE REGRESO A LA MANSIÓN ENCANTADA

¿Debía pasarme ya directamente a las súplicas por mi vida, haciendo que el enorme ego de aquel vampiro alcanzara cuotas críticas? Los ojos azules de Derek me contemplaban con el mismo desagrado que cuando nos habíamos conocido, y eso que aún no había tratado de patearlo de nuevo.

Alcé ambas manos, indicándole que no iba a hacer nada que pudiera perjudicarme. Mi visita al sótano había conseguido convencerme parcialmente sobre cómo tratar a ese capullo con aires de grandeza.

-Creí que tenía una auténtica oportunidad de huir –reconocí, procurando parecer humilde-. Es evidente que no ha funcionado... pero tienes que darme la razón en algo: me has secuestrado sin ningún motivo.

Derek esbozó una sonrisa sarcástica.

-Motivos tengo para poder retenerte, Galatea –me corrigió-. Empezando porque no tuviste ningún reparo en intentar darme una paliza... a mí. Al líder del aquelarre Vanczák.

Puse una mueca y supuse que «Vanczák» sería su apellido.

-No lo sabía –me defendí-. ¡Joder, ni siquiera sabía si existían los aquelarres y todas esas historias sobre comunidades de vampiros!

Derek me miró como si no me hubiera creído. Aquel capullo arrogante aún seguía sospechando que alguien, seguramente mi creador, me había dejado a propósito vagabundeando por Londres para que pudiera toparme, precisamente, con aquel aquelarre; tenía ganas de golpear algo, quizá destrozarlo.

Y ante mí se encontraba un objetivo bastante apetecible.

Me lancé contra él, pillándolo con la guardia baja. Decidí utilizar las pulseras que habían formado parte de las cadenas antes de que las hubiera arrancado para poder moverme con más facilidad; le pateé en la espinilla con saña para luego golpearlo con las pulseras de metal que todavía llevaba en las muñecas. Logré acertarle en el pómulo antes de que sus manos me aferraran por el brazo y el cuello, haciéndome girar sobre mí misma y dejándole a la vista la curva de mi cuello.

-Sabía que no podía fiarme de ti –siseó-. ¿Necesitas que te enseñe respeto?

Me quedé inmóvil, pues sospechaba que aquella incómoda postura podría traerme muchos problemas si decidía golpearlo de nuevo, por mucho que lo estuviera deseando; Derek no me soltó, así que yo tampoco hice ningún movimiento arriesgado.

Me limité a resoplar.

-Vete al jodido infierno –le espeté.

El cuerpo del vampiro se sacudió, presa de un ataque de risa silencioso.

-Cómo odio a los neófitos –masculló entre dientes-. Solamente dais problemas. En especial los que se creen superiores al resto de vampiros por una circunstancia que pronto se desvanecerá... Tu sangre humana no estará siempre fluyendo por tus venas, Galatea: acabará por evaporarse y serás una maldita vampira común y sin nada de especial.

Puse los ojos en blanco.

-Oh, no sigas, por favor –le supliqué con un fingido tono de dolor-. Tus palabras me hacen daño...

Se me escapó un quejido cuando los dedos de Derek se me clavaron en el brazo con rabia. Había conseguido enfadarlo... de nuevo.

-Ya me gustaría hacerte daño –me amenazó en voz baja.

-Entonces mátame –resolví en un siseo molesto-. Es evidente que no eres santo de mi devoción y que tú estás deseando arrancarme la cabeza de cuajo; además, estoy indefensa y este sitio está lo suficientemente escondido para que nadie descubra mi cadáver. Siempre puedes decir que logré huir.

Un segundo después de haber soltado aquella diatriba que favorecía enormemente a Derek me sentí estúpida. Estúpida por haberle dado a ese capullo engreído una solución a sus problemas bastante bien planteado si cuidaba algunos detalles; quise golpearme a mí misma por mi bocaza.

-Podría hacerlo, sí –reconoció Derek con frialdad-. Pero Hunter parece haberte tomado aprecio por algún motivo que se me escapa.

Fruncí los labios en un mohín, sin saber cómo reaccionar a esa confesión. Recordé mi encuentro con el vampiro, el hermano de Derek, y llegué a la conclusión de que era mucho más agradable que el propio Derek; que hubiera decidido huir, sin pensar en cómo le afectaría eso a Hunter, hizo que me sintiera un poquito mal conmigo misma. El hermano de Derek simplemente había tratado de ayudarme, de brindarme una alternativa...

Pero yo tenía un objetivo en mente que se contraponía con la salida que me había ofrecido Hunter, al ofertarme que él se convirtiera en mi tutor. En llenar el hueco que había dejado mi propio creador cuando se había evaporado en aquel callejón, dejándome desamparada.

-No puedes matarme –elucubré en un tono bajo.

-Puedo matarte –corrigió Derek, seguramente disfrutando del poder que ostentaba sobre mí-. Pero me traería problemas con mi hermano, y el aquelarre no está pasando por sus mejores momentos para tener una confrontación más.

Me apunté mentalmente aquel pequeño dato que debía habérsele colado a Derek sin querer: al parecer, el aquelarre ya tenía algún tipo de disputa... y mi instinto no paraba de chillar que Derek formaba parte de esa pelea. Quizá pudiera utilizar aquella ventaja en algún momento futuro, pero ahora debía resignarme.

-Volverás con nosotros a la mansión –decidió Derek y su tono no admitía réplica alguna-. Y te quedarás allí hasta que decidamos qué hacer contigo.

Era posible que hubiera descartado demasiado rápido la idea de que me convirtieran en brochetas de no-muerta. Sin embargo, y aunque todo mi cuerpo estaba listo para resistirse, me quedé laxa; Derek tiró de mí para que nos pusiéramos en marcha, pero mis extremidades no querían cooperar.

-¿Vas a obligarme a llevarte por la fuerza? –me amenazó.

-No puedo moverme –tartamudeé.

Y no es porque lo hubiera hecho a propósito para fastidiar a Derek, sino porque mi cuerpo se había quedado bloqueado; la imagen de mi propia ejecución, acompañado con lo que podrían hacer con mi cadáver, habían provocado que mis extremidades no quisieran moverse del sitio.

Derek tiró de mí con impaciencia mientras bufaba y mascullaba para sí mismo algo que, supuse, eran sobre mi persona. Un segundo después, me encontraba en volandas y los pinos del bosque pasaban a toda velocidad ante mí; el vampiro había decidido llevarme bajo el brazo como si fuera un viejo peluche, dejando que algunas de las ramas me golpearan en el rostro.

La silueta de la mansión apareció de repente, haciendo que mi estómago diera un vuelco nada agradable; había dejado a Svetoslav en el pasillo completamente fuera de combate y no tenía ningunas ganas de reencontrarme con ese vampiro.

Sin embargo, allí fuera solamente nos esperaban Hunter, acompañado por Bala y otro vampiro con aspecto de Terminator, y Anna, seguida por la misma mujer que había visto al llegar a la mansión. El hermano de Derek y su besa-suelos oficial me observaban con una expresión cautelosa mientras el líder del aquelarre reducía la velocidad y me soltaba de malas maneras al suelo, intentando que cayera estrepitosamente.

Resoplé y me mordí la lengua.

-No ha llegado muy lejos –anunció Derek con orgullo-. He podido alcanzarla a tiempo.

Compuse una expresión de arrepentimiento cuando Hunter miró en mi dirección, visiblemente decepcionado por mi intento de fuga; sus ojos azules estaban cargados de ese horrible sentimiento y me hicieron sentir mal a pesar de que apenas conocía a ese vampiro, el mismo que me había conducido a aquella emboscada. Anna parecía estar más interesada en Derek, con un leve brillo en la mirada; su guardaespaldas femenino no me quitaba los ojos de encima, poniéndome algo nerviosa por el escrutinio.

Estuve a punto de rogarla a Derek que me bajara de nuevo al sótano para escapar de aquella mujer.

-Lamento mucho el error, Derek –se disculpó Hunter, encogiéndose sobre sí mismo, como si no quisiera llamar mucho la atención de su hermano-. Confiaba en haber llegado a un entendimiento con ella...

Derek me zarandeó por el hombro, casi haciéndome perder el equilibrio.

-La única culpable es ella –explicó con cuidado-. No tienes por qué disculparte por algo en lo que nada tienes que ver.

Aquello pareció aliviar levemente a Hunter, que miró a su hermano con agradecimiento. Yo seguía estando sujeta por Derek, convertida en su muñeca de trapo a la que poder zarandear delante de su público para seguir demostrando quién ostentaba el poder en aquel grupo de vampiros.

-Derek, permítenos que nos encarguemos de la recién llegada –pidió Anna con un hilillo de voz, sumisa.

Por el rabillo del ojo vi que Derek miraba a la muchacha como si estuviera convencido de que había perdido algún tornillo... o el juicio de manera irrevocable y sin solución. Era evidente que mi presencia allí lo desagradaba hasta la extenuación y que iba a hacer lo posible para hacerme sentir que me había metido en la boca del lobo, muy lejos de mi ya tan añorada guarida.

-Ya has visto lo que ha sucedido antes, mientras estaba encerrada en el sótano –esgrimió con severidad.

Anna reculó levemente.

-Llevarla al sótano no ha sido una buena, después de todo –trató de convencerlo con aquel tono dulce que me provocaba náuseas-. Hunter ha hablado con ella... Danos a Deirdre y a mí la oportunidad de intentarlo. Puedes poner a varios de tus hombres rodeando el dormitorio para evitar otra fuga.

La fulminé con la mirada. «Vaya, muchas gracias.»

Derek también decidió imitarme y Anna intentó por todos los medios ocultar lo mucho que le amedrentaba tener que enfrentarse directamente a su tan vanagloriado Derek Vanczák. La vampira que se encontraba a la espalda de Anna, Deirdre por lo que pude recordar, se adelantó hasta situarse al lado de la propia vampira.

-Está sucia y hambrienta –destacó, clavando en mí su oscura mirada-. Es posible que hubiera decidido huir creyendo que siempre se quedaría encerrada en el sótano, como una prisionera más. Recuerda que es una neófita sin dueño reconocido, es normal que se sienta amenazada.

«No me siento amenazada», dije interiormente. Bueno, quizá un poco...

Anna le dirigió una mirada de agradecimiento a Deirdre y volvió a centrarse en Derek, quien había comenzado a dudar después del logrado juicio de defensa a mi favor que había hecho la vampira. Mi boca empezó a ensalivar por sí sola al recordar la taza de sangre que había conseguido llevarme Anna, antes de que nos interrumpiera el propio Derek.

-Necesita cuidados –intervino Hunter, para mi sorpresa... y la de su hermano-. Y yo necesito tratar contigo un asunto de suma importancia.

«Dios, Alá, Jehová... Seas quien seas el que esté allí arriba, no dejes que Derek me convierta en pienso para perros», recé para mí misma. Mis ojos se clavaron automáticamente en Hunter, tratando de adivinar si ese «asunto de suma importancia» tendría algún tipo de relación conmigo.

Derek chasqueó la lengua y me lanzó hacia delante, en dirección a Anna y Deirdre, quienes no tardaron en acudir en mi ayuda antes de que mordiera el polvo.

-La quiero vigilada cada segundo –les advirtió, señalándolas con el dedo índice-. Ni un despiste que pueda aprovechar para huir de nuevo.

Anna asintió con energía y una leve sonrisa en sus labios.

-Acompáñanos –me pidió con suavidad.

Decidí no hacer ningún movimiento sospechoso que pudiera poner en alerta a todo el grupo de vampiros, haciéndoles cambiar de opinión; las seguí de manera sumisa hacia el interior de la mansión, de regreso a aquel pasillo donde antes había dejado a Svetoslav completamente noqueado. Sin embargo, en aquella ocasión la casa parecía encontrarse desierta.

Me pregunté cuántos vampiros podrían vivir aquí y si tendrían que encargarse de todo por ellos mismos o tendrían esclavos que hicieran el trabajo; Deirdre y Anna habían comenzado a hablar entre ellas con susurros, haciéndome casi imposible escucharlas y saber qué estaban tramando a mis espaldas.

Salimos de nuevo al enorme vestíbulo y Anna ladeó la cabeza en mi dirección para dedicarme una sonrisa amigable. Me recordó inevitablemente a Ebony Craig, quien había fingido ser amiga mía para poder sonsacarme información sobre Billy Grant, el chico que me gustaba por aquel entonces; me pregunté si Anna estaría buscando eso: interrogarme y conocer más sobre mí fingiendo querer ser mi amiga.

-Disculpa nuestros malos modales –habló Anna, haciendo que se le formara un pequeño hoyuelo en la barbilla-. Mi nombre es Anna Médici y ella es Deirdre Oszlár.

Enarqué una ceja ante la manía que tenían todos aquellos vampiros por presentarse con su nombre completo. ¡Como si a mí me interesara conocer todo sobre ellos! Me mordí la lengua de nuevo, componiendo una media sonrisa que pretendía ser amable.

-Galatea –me presenté con parquedad, no necesitaban conocer más de mí.

Deirdre me observó con curiosidad renovada y Anna dejó escapar una risita baja.

-¡Qué nombre tan curioso! –exclamó.

Mi sonrisa se volvió sarcástica.

-No eres la primera persona que me lo dice –respondí, pensando en que Hunter había dicho exactamente lo mismo cuando le había anunciado mi nombre.

Me guiaron hacia una enorme escalera de madera que subía al primer piso de la mansión. No pude evitar fijarme en que Deirdre siempre andaba unos metros por detrás de Anna y que mantenía una distancia prudente de la vampira, como si hubiéramos retrocedido en el tiempo y todavía existieran distintos grupos sociales.

Una vez alcanzamos el final de las escaleras, Anna hizo un amplio movimiento con el brazo, indicándome con el gesto que pasara por delante de ella; hasta hacía unos momentos había estado en la retaguardia, con una bonita oportunidad en la que podría haber aprovechado para volver a huir.

-Te instalarás en uno de estos dormitorios –me informó Anna-. Allí encontrarás todo lo que puedas necesitar.

-¿Incluso una estaca de madera con la que poder poner fin a esta miserable vida que llevo? –pregunté con ironía.

Anna me miró con horror mientras Deirdre resoplaba, en absoluto divertida con mi provocación.

-Encontrarás un baño... y ropa con la que poder sustituir tus viejas prendas...

Miré hacia abajo y me asqueé del aspecto que presentaba. Mi atuendo estaba destrozado debido a los continuos enfrentamientos físicos a los que había tenido que hacer frente desde que me había visto descubierta por aquel aquelarre perteneciente a Derek Vanczák; suspiré de manera teatral y Anna me miró con curiosidad.

-Si necesitas algo más no dudes en decírmelo –se apresuró a añadir, solícita.

Enarqué una ceja.

-¿Incluso un poco de intimidad para poder darme un baño?

Anna y Deirdre se miraron entre ellas.

-No creo que a Derek le gustara.

Por supuesto que a Derek no le iba a gustar ni un pelo que me dejaran encerrada en un baño sin vía de escape para que pudiera darme un baño; pero no estaba dispuesta a ceder ni un solo ápice de mi decisión: tomarme un baño completamente sola, sin tener a nadie pululando a mi alrededor. Por mí podían quedarse a una distancia prudente de donde me encontraba, cumpliendo con las exigencias de ese capullo.

-Podéis quedaros en el dormitorio –les indiqué cuando Anna abrió la puerta que conducía a mi nueva habitación.

Contuve las ganas de saltar sobre la punta de mis pies de pura alegría, como una niña a la que sus padres sorprenden llevándola a Disneyworld, ante la esplendorosa visión que tenía ante mí: una habitación enorme con una cama de dosel al fondo y un escritorio con silla a juego pegados a un enorme ventanal, cuyas vistas todavía no alcanzaba; también había multitud de armarios que contendrían mi nuevo y mejorado vestuario. A la derecha, al otro lado de la cama, se encontraba la puerta que debía conducir al baño.

-Queremos que te sientas cómoda con nosotras, Galatea –me aseguró Anna, con timidez.

Hice un aspaviento con la mano mientras seguía admirando embobada aquella habitación que parecía una suite de los mejores hoteles.

-Llámame Gala, por favor –le pedí, girando sobre la punta de mis pies-. Las únicas personas que me llamaban por mi nombre completo eran mis padres... y siempre lo usaban cuando estaban tremendamente enfadados conmigo.

De inmediato me arrepentí de haber hablado, y más de haber mencionado a mis padres. Había desvelado una información que Anna no tardaría en decirle a Derek y que el vampiro no tardaría en utilizarlo en mi contra... o quizá para conocer mejor a la chica que había sido antes de transformarme.

Los ojos de Anna se llenaron de ternura, como si mi confesión la hubiera puesto nostálgica. Repetí la conversación que habíamos mantenido apenas unos instantes antes, cuando la vampira se había presentado a sí misma y a su compañera.

-¿Has dicho que te llamabas Anna Médici? –me cercioré, con serias dudas sobre si había escuchado bien.

A pesar de no haber sido una buena estudiante de historia, aquel apellido me resultaba grotescamente familiar... y no precisamente gracias a la profesora Sheppard, sino a Reign, una serie ambientada en la Francia de María de Escocia, quien se casó con el rey Francisco II. Parpadeé con lentitud, esperando que aquello se tratara de una simple coincidencia.

La amplia sonrisa Anna me hizo replantearme que estuviera equivocada.

-Así es –confirmó y mi estómago se agitó mientras ella continuaba hablando-. No hay mucha gente a la que le resulte familiar mi apellido... a pesar del peso que tuvo a lo largo de la historia.

Parpadeé de nuevo, todavía flipando de hallarme frente a una persona tan... ¿distinguida? Recordaba bastante bien cómo era Catalina Médici y, si Anna resultaba ser igual que su antepasada, iba a tener que andar ojo avizor con ella.

Anna caminó hasta sentarse sobre la cama mientras Deirdre prefería quedarse en pie, a su lado.

-Mi madre fue Ana María Luisa de Médici, princesa electora del Palatinado y última Médici... o eso creyeron ellos –se rió, pero yo no capté en absoluto la broma; mis conocimientos históricos tenían un límite, y ese límite se llamaba Catalina (además, todo ello gracias a una serie de televisión). Lo que hubiera sido de la familia después yo no tenía ni idea-. Mi madre estuvo casada con Juan Guillermo, príncipe del Palatinado, siendo un matrimonio estéril; sin embargo, poco después de morir su marido, mi madre quedó embarazada... -hizo una pausa, ensimismada en su historia familiar-. Por motivos de su seguridad personal, y para no levantar rumores porque yo era una bastarda, mantuvo su embarazo en secreto hasta que nací yo... dándome por ello su nombre y apellido familiar, ya que jamás descubrí quién fue mi padre.

»Al poco de nacer me mandó con un matrimonio de confianza para que pudieran criarme dentro del palacio donde mi madre residía, pero sin levantar sospechas sobre el resto del servicio. Fui feliz en Florencia... y todavía añoro a mis padres.

No quise ser cruel y me tragué la pregunta que me estaba quemando en la punta de la lengua: ¿hablaba de sus padres adoptivos, o también incluía en ese «padres» a su auténtica madre biológica? Deirdre miró a Anna con un brillo de condescendencia en sus ojos oscuros, conmovida por su pasado.

¿Debía acercarme para darle un par de palmaditas en la espalda a modo de señal de solidaridad por su traumático pasado? Si lo que había dicho era cierto, que no lo dudaba, tenía ante mí a lo más cercano a una princesa.

-En Florencia fue donde conocí por primera vez a Derek –dijo repentinamente Anna y sus hombros se hundieron automáticamente-. Tenía dieciocho años y mi madre me había permitido salir a los jardines sin vigilancia; entonces él apareció de la nada y yo... bueno, me quedé prendada de Derek al instante –sonrió con tristeza-. Tengo muy buenos recuerdos de aquel entonces, mientras estuvimos juntos en Florencia, antes de que aceptara el liderazgo del aquelarre.

Intenté que mi cara fuera una máscara de inexpresividad. Seguía sin comprender la molesta manía que tenían los vampiros con desgranarme sus historias personales sobre quiénes habían sido en el pasado; era evidente que Anna todavía seguía estando enamorada hasta el tuétano de Derek, pero que éste no parecía corresponder a sus sentimientos hacia ella.

Anna miró a Deirdre, como si ambas compartieran un bonito y encantador secreto. Después, Anna me miró a mí, como si quisiera hacerme partícipe del mismo.

-Recuerdo cuando nos comprometimos –soltó la bomba con una dulzura que temí que se atragantara consigo misma debido a lo empalagoso de la situación, y de su tono de voz-. Fue muchos años después de que nos conociéramos en Florencia, cuando yo fui convertida en vampira; Derek lo hizo en esta misma mansión, delante de su familia y otros muchos vampiros importantes...

»Y eso fue hace más de doscientos años.

Ahora fui yo quien me atraganté... pero con mi propia saliva. Los labios de Anna se curvaron en una encantadora sonrisa, como si el hecho de que casi me hubiera atragantado por la sorpresa le causara ternura; yo seguía estando al borde del desmayo, incapaz de poder entender cómo una mujer era capaz de soportar a un vampiro como Derek durante tanto tiempo.

«¿Los compromisos tienen fecha de caducidad? ¿Doscientos años no anularía un compromiso?», las dudas me asaltaron ante aquella bomba de relojería. Anna seguía en la misma posición, pero yo no podía evitar mirarla con unos nuevos ojos, entendiendo mucho mejor su comportamiento.

-Te compadezco –me atreví a decirle en voz alta-. Si tuviera un comprometido como Derek, me hubiera replanteado desde hacía mucho tiempo el suicidio.

Anna rió, pero se tapó la boca con una mano, como si le diera apuro que la viera reír de aquella manera tan escandalosa. Deirdre esbozó una sonrisa divertida, haciéndome sentir mucho más tranquila después de haber creído que aquella vampira habría estado aguardando la oportunidad perfecta para cumplir con el sueño de Derek: decapitarme con sus propias manos.

-Derek no está pasando por su mejor momento –ya empezaba a cansarme aquella misma excusa-. Y necesita a alguien que esté a su lado, apoyándole en sus momentos más difíciles; mi madre me educó para ser ese tipo de esposa y eso es lo que estoy haciendo. Tú no lo entenderías porque, en esta época, la institución del matrimonio ha evolucionado mucho... nada tiene que ver con el tiempo al que pertenecía.

Me encogí de hombros, indiferente.

-Y yo sigo pensando que es un capullo egocéntrico que es incapaz de mirar más allá de su ombligo –insistí-. Aún te compadezco por todo lo que estás haciendo, Anna; es evidente que Derek no se lo merece en absoluto.

La única respuesta por parte de Anna fue una sonrisa triste.

Dando por finalizada la conversación, me dirigí hacia el baño a buen paso, encerrándome en su interior y comprobando que tuviera todo lo necesario allí dentro, evitándome salir de nuevo al dormitorio para enfrentarme a la pobre Anna.

Abrí los grifos, preguntándome cuándo había empezado a languidecer la relación que existía entre Derek y Anna. Aunque la vampira no lo había expresado abiertamente, era evidente que la creciente indiferencia que tenía Derek hacia ella la estaba haciendo sufrir.

Anna Médici

Nacida en Florencia, Anna fue hija bastarda de Ana María Luisa de Médici, la última descendiente de la pudiente familia; la madre de Anna estuvo casada durante un largo período de tiempo con Juan Guillermo, príncipe del Palatinado, sin obtener ningún descendiente de este matrimonio. Poco después del fallecimiento de su marido, Ana María se quedó embarazada de Anna, siendo el padre un completo enigma. Por motivos más que evidentes, Ana María tuvo que ocultar todo su embarazo y, al poco de nacer la pequeña Anna, la dejó al cuidado de una joven pareja que se granjeó su confianza dentro de palacio.

Anna pudo crecer cerca de su madre biológica, quien la reconoció al darle el apellido familiar y su propio nombre, en Florencia, en el Palacio de Pitti. En dicho lugar fue donde conoció a Derek Vanczák, quien se encontraba viajando por toda Europa antes de ser nombrado líder del aquelarre; la atracción entre ambos fue inmediata.

Cuando Derek le ofreció la posibilidad de marcharse con él, Anna aceptó encantada, dispuesta a seguir al vampiro a cualquier lugar. Su relación se prolongó hasta el punto de transformarse en vampira para continuar a su lado eternamente.

Fue en la mansión familiar de los Vanczák en Londres donde Derek, años después de su conversión a vampira, le pidió matrimonio.

El compromiso entre ambos todavía está activo, habiendo transcurrido doscientos años, aunque su relación con el líder del aquelarre se ha enfriado.

A pesar de ello, Anna continuó al lado de Derek para poder apoyarlo en cualquier situación, comportándose como una verdadera esposa.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro