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☽ | Chapter 36.

                 

SEÑORES, ESTO ES MEJOR QUE CREPÚSCULO

Pestañeé con lentitud, rezando para haber escuchado mal. ¿Aquel maravilloso apartamento solamente tenía un dormitorio? La bolsa con mi equipaje resbaló de mis manos de manera inconsciente y cayó a plomo contra el caro suelo de madera; Derek se inclinó hacia la bolsa al mismo tiempo que yo, haciendo que nuestras frentes chocaran cómicamente. Aunque la situación no tenía nada de cómica.

Agarré a toda prisa el asa de mi bolsa de viaje y me puse en pie, frotándome la zona donde había colisionado con Derek.

-¿Cómo que solamente hay una habitación?

Derek me miraba como si creyera firmemente de que era estúpida. No podía concebir que un maravilloso apartamento como aquél tuviera un único dormitorio, deseé con fuerza que soltara una carcajada cargada de frialdad y me dijera que había estado bromeando, que el dormitorio de invitados estaba al fondo del otro pasillo.

Se encogió de hombros.

-Ya te lo he dicho antes: este apartamento pertenecía a mi madre –me recordó con un tono impasible; mis ojos ascendieron involuntariamente hacia su frente, buscando alguna marca de nuestro golpe-. Solamente tiene un dormitorio.

Contuve las ganas de hinchar mis carrillos como si fuera una niña pequeña a la que le han negado comprarle su dulce preferido. Decidí darle la espalda de nuevo para echar un vistazo al interior del apartamento, buscando una solución que pudiera librarnos a ambos de lo evidente: que tuviéramos que compartir cama. No era la primera vez, ya que la noche del local donde un vampiro acabó muerto, Derek me obligó a dormir en su habitación, en su cama, porque desconfiaba de mí; porque creía que yo había asesinado a ese vampiro y no guardaba muchas esperanzas de encontrarme a la mañana siguiente en mi enorme suite.

Pero no era lo mismo pasar una noche pegada al borde de la cama que hacerlo hasta... ¿hasta cuándo? Derek no me había dicho cuánto tiempo nos quedaríamos en aquel apartamento. Además, yo aún tenía que planear minuciosamente cómo llegar hasta Wolfgang para poder llevar a cabo mi venganza.

Derek pasó a mi lado y me quitó la bolsa con mi equipaje de las manos. Giré sobre mis pies, siguiéndolo con la mirada mientras él se dirigía hacia el pasillo que conducía hacia el único dormitorio que había en aquel apartamento de lujo; me tragué un suspiro de exasperación y terminé por seguirlo como si fuera un perrito pegado al culo de su amo.

Cruzamos un corto pasillo con algunos cuadros decorando las paredes y Derek se detuvo unos segundos, con la mano sobre el picaporte; sus ojos azules se desviaron momentáneamente en mi dirección, pero no dudó en abrir la puerta y colarse en el interior del dormitorio.

Fruncí los labios para evitar soltar una exclamación ahogada cuando vi el interior del dormitorio. Pestañeé con asombro por millonésima vez desde que había puesto un pie dentro de aquel apartamento al encontrarme con una mullida cama de matrimonio, adornada con multitud de cojines de distintos tamaños, con un cabecero acolchado que casi ocupaba todo el espacio; una enorme ventana quedaba oculta por unas vaporosas cortinas blancas y en la pared de enfrente de la cama se encontraba un escritorio de madera oscura. En su superficie pude ver que alguien debía haber estado usando aquel dormitorio, posiblemente Ferenc, porque había una pila de folios colocada pulcramente en una de las esquinas del escritorio y algunos de ellos arrugados en la papelera que había bajo la mesa.

Derek depositó con cuidado mi bolsa de viaje sobre la butaca que había junto al ventanal y se giró hacia mí con una expresión cautelosa. Casi podría estar esperando que yo estallase.

-Es bonita –comenté en tono casual.

Los ojos de Derek contemplaron el dormitorio.

-Mi padre siempre ha intentado mantener la esencia de mi madre –me explicó, metiéndose las manos en los bolsillos de sus pantalones.

Desvié la mirada, esquivando hábilmente los ojos de Derek, que habían vuelto a clavarse en mí.

-Pero tu madre... tu madre murió hace mucho tiempo –dije con voz titubeante.

Escuché cómo Derek aspiraba el aire de manera violenta, cogido con la guardia baja por mi insolente apreciación. Seguí contemplando el dormitorio, evitando de manera deliberada su mirada; quizá me había excedido demasiado en mis palabras, pues la muerte de Ravenna había sido un duro golpe para los tres hermanos.

-Puede que muriera hace muchísimos años, pero mi padre siempre quiso mantener este apartamento –coincidió conmigo Derek-. Es cierto que hundieron el viejo edificio donde se encontraba para construir éste... y que éste ha sufrido continuas reformas hasta adoptar el aspecto que tiene ahora, pero mi padre exigió que el apartamento siguiera estando dentro de nuestro patrimonio.

Traté de imaginarme el aspecto de aquel mismo apartamento casi doscientos años atrás. No tendría tantas comodidades... seguro que tampoco era tan grande como actualmente, pero estaba lleno de recuerdos; Ferenc había querido mantenerlo, aunque el antiguo edificio hubiera sido demolido, porque estaba cargado de recuerdos que quizá hubiera compartido con Ravenna antes de que ella muriera al poco de haber sido transformada.

Me pregunté cómo habría sido la historia de amor entre los padres de los Vanczák, pues recordaba que Ravenna parecía muchos años más joven que el propio Ferenc.

Ferenc Vanczák había convertido aquel apartamento, aunque no fuera el mismo que doscientos años atrás, en un santuario en honor a su esposa fallecida.

Abrí y cerré la boca varias veces, incapaz de decir algo que no me dejara como una pobre ignorante.

-Tus padres debían de quererse mucho –intenté decir tras unos instantes en silencio-. A pesar de la edad que les separaba.

Derek esbozó una sonrisa fría y ensayada, la misma que debía usar cuando alguien le hacía preguntas sobre sus padres.

-Se querían –afirmó-. Pero la suya fue una historia de terror.

Un escalofrío reptó por mi columna vertebral como si fuera una asquerosa araña. Quise creer que estaba burlándose de mí por haber hecho aquellos comentarios tan personales sobre un asunto que yo desconocía por completo, pero su rostro se había ensombrecido y mantenía los labios fruncidos en una tensa línea recta.

Tragué saliva por inercia.

-¿Quieres oírla? –me preguntó con fingida suavidad-. Estoy seguro que es mejor que todas las que has leído en esos libros tuyos.

Me sentí ofendida por sus palabras, por la burla implícita que iba en ellas, pero decidí morderme la lengua. Ambos habíamos firmado una tregua y no iba a ser yo la primera que la rompiera; me ordené a mí misma a mantenerme en silencio y me conformé con insultarlo mentalmente.

Derek hizo un gesto con la mano, invitándome a que me sentara en la cama. Vaya, parecía que la historia iba para largo.

-¿Cuántos años crees que tiene mi padre, Galatea? –dijo en tono quisquilloso, había empezado a pasearse por el dormitorio como si fuera un maestro tomándole la lección a su alumna.

¿A qué venía aquella pregunta? Me quedé unos instantes en silencio.

-¿Quinientos? –me atreví a decir, dudando.

Derek esbozó una sonrisa sarcástica.

-Has estado cerca –me dijo-. Tiene setecientos cincuenta años.

Me pregunté qué interés podría tener en su historia saber que Ferenc Vanczák era más viejo que Matusalén.

-Ferenc Vanczák murió con cincuenta y cinco años –continuó Derek, sin darme la oportunidad de expresar mis dudas en voz alta-. Nunca quiso decirnos la historia de su transformación y siempre le gustaba hablar de cuando vino aquí, a Londres, para invertir todo su capital en hacerse comerciante; como habrás podido comprobar, las cosas le fueron bastante bien –me forcé a no poner los ojos en blanco, atenta al relato de Derek-. Se estableció aquí y se construyó su enorme mansión a las afueras, estaba comenzando a montar su aquelarre.

Pestañeé, aturdida.

-Fue entonces cuando conoció a mi madre –Derek se cruzó de brazos y frunció el ceño-. Era una mujer mayor, viuda y que trataba de cuidar como bien podía de su hermano enfermo; era aquí donde vivían... o al menos lo intentaban.

Arrugué la nariz, notando que algo fallaba en su relato. ¿Ravenna Vanczák ya había estado casada antes de hacerlo con Ferenc? ¿Dónde estaba el hermano... el tío de Derek, entonces?

Derek se rió de mi gesto de frustración al no encontrar las respuestas a mis propias preguntas; me faltaban datos.

-Se enamoró de una humana –me aclaró y yo aspiré el aire abruptamente-. ¿Qué había ideado tu cabecita perversa?

Le hice un aspaviento con la mano, ordenándole que se centrara en la historia. Derek se rió entre dientes.

-Mi madre en aquel entonces tenía veinticuatro años –reanudó el vampiro su relato-. Ferenc cayó prendado de ella al instante.

No sé por qué esta historia me resultaba tan familiar... Ah, sí: quizá porque Derek también parecía haber tenido ese mismo «flechazo» con Anna cuando decidió viajar a Florencia.

Seguí en silencio.

-El hermano moribundo de mi madre y ella vivían en un pequeño apartamento de una sola habitación –Derek se lamió el labio inferior y sus ojos azules descendieron hacia la cama en la que yo estaba sentada-. Mi madre tenía que trabajar duro para poder mantenerlos a ambos y por eso no dudó ni un instante en aceptar las atenciones que mi padre le dispensaba cuando consiguió llamar su atención. ¿Quién en su sano juicio habría rechazado a un comerciante que tanto éxito estaba teniendo mientras que ella apenas era capaz de llegar a fin de mes? Ambos sabían lo que querían del otro: mi padre anhelaba su compañía y mi madre necesitaba desesperadamente dinero para poder seguir subsistiendo.

Me mordí el labio inferior mientras Derek hacía una nueva pausa, quizá algo turbado por los tétricos inicios que habían tenido sus padres; aquella época nada tenía que ver con ésta. En el pasado, muchas mujeres se habían visto obligadas a hacer lo mismo que Ravenna para poder sobrevivir; no pude evitar sentir un ramalazo de pena hacia aquella mujer que ya había perdido a un marido y que tenía que hacer frente a su futuro con su hermano gravemente enfermo.

-Cyrus no sobrevivió al invierno –dijo Derek, como si hubiera leído mi pensamiento-. Ahora que estaba sola, podría haber abandonado a mi padre y haber continuado con su vida, pero ella había caído también bajo el influjo del vampiro.

-¿Tu madre no sabía que tu padre era un vampiro? –pregunté, extrañada.

Derek esbozó una sonrisa irónica.

-Evidentemente, no –respondió como si tal cosa-. Habría salido huyendo despavorida en la primera ocasión y mi padre habría tenido que hacer uso de unos medios mucho más... agresivos para poder tenerla.

Arqueé ambas cejas en un gesto de sorpresa. Derek contempló el dormitorio con una expresión divertida, sumido en sus propios pensamientos.

-Siguieron teniendo sus encuentros esporádicos en el apartamento de mi madre. Fue aquí... bueno, en la habitación de aquel entonces, donde mis padres concibieron a Axel –su rostro se tensó al mencionar a su hermano mayor, quizá por el resentimiento de haber perdido el puesto de líder por su culpa-. Nadie sabía que aquello era posible, así que mi padre decidió que había llegado el momento de que mi madre se mudara con él a la mansión; le prometió que mantendrían este apartamento y lo compró. Ni siquiera valoró la idea de abandonar a mi madre y al bebé que venía en camino, ¡qué amable por su parte!

Me quedé muda cuando Derek se quedó otra vez en silencio tras aquel arrebato contra su padre. El vampiro había afirmado que su madre había sido humana cuando se había quedado embarazada de Axel... y eso sin olvidar que Ferenc era un no-muerto, un vampiro; mi cabeza ya se encontraba al borde de sufrir un cortocircuito ante el origen del primogénito de la familia.

-Así mi madre pasó a convertirse en una reputada dama, aunque las malas lenguas de la época siempre cuestionaron que una jovencita de su edad, y encima viuda, estuviera con un hombre tan mayor –su gesto se torció en una mueca-. Se casaron inmediatamente para que esas malditas habladurías no siguieran malmetiendo contra su relación, añadiendo a los rumores que todo aquello se debía a que había un bebé de por medio; mi padre siempre nos decía que fueron embarazos complicados, que siempre lograban poner a mi madre casi al límite de sus fuerzas.

-¿Naciste siendo... siendo...? –balbuceé mientras Derek sonreía con maldad.

-Mis hermanos y yo nacimos de la unión entre una humana y un vampiro –me ayudó al ver que era incapaz de arrancar a hablar-. El resto de vampiros de la mansión nunca nos vieron con buenos ojos, por los rincones se podía escuchar lo que pensaban de nosotros: que éramos unos simples bastardos, unos monstruos; mi madre lo pasó realmente mal mientras vivió en la mansión como humana, criándonos mientras papi se encargaba de sus juegos de poder con el resto de aquelarres. Supongo que por eso no le gustaba recibir visitas en la mansión: temía que algunos de sus amigos nos viera correteando por los jardines y supiera que éramos unos híbridos. Habría sido todo un escándalo –se rió, divertido al imaginar la de problemas que habría tenido su padre de haber ocurrido-. Por supuesto que siempre se encargó de llevar a mi madre a conocer a otros vampiros... y al final tuvo que confesar la verdad: le gustaba la sangre humana y era muy probable que a sus tres preciosos hijos también.

»Axel había cumplido los veinticinco años cuando mi padre no pudo aguantar más las presiones por el resto de aquelarres y tomó la decisión de convertirnos a todos; los miembros de su propio aquelarre también estaban inquietos por nuestra presencia en la mansión: mi madre era como un enorme bistec y les estaba resultando muy complicado vivir bajo el mismo techo que ella; nosotros tres teníamos un olor similar al de los vampiros, por lo que nos encontrábamos relativamente a salvo –hizo una pausa, meditabundo-. Creo que, en el fondo, mi padre sabía que íbamos a terminar todos convertidos en lo que era él... Había conseguido un heredero de su propia sangre.

Me mordí el labio inferior hasta hacerme daño. No pude evitar sentirme empática hacia Derek después de conocer sus orígenes, el origen de los tres hermanos; Ravenna había conseguido salir de su precaria situación gracias a Ferenc, después le había dado tres preciosos hijos que poseían lo mejor de ambas especies... Y luego Ferenc los había convertido en vampiros.

Soltó un suspiro cansado y yo le miré de reojo.

-Al ser medio vampiros, nuestra conversión fue más fácil... incluso más llevadera –concluyó Derek en un tono mortalmente serio-. Para mi madre fue peor. El veneno de vampiro consiguió transformarla, pero le dejó graves secuelas... la volvió loca e incontrolable. Muchos de los vampiros del aquelarre le pidieron que la sacrificara; mi padre se negó, evidentemente, guardando la esperanza de que aquello fuera transitorio –apretó los dientes-. Tres meses, Galatea; tuvimos que escuchar las súplicas y alaridos de nuestra madre durante tres eternos meses. El resto ya puedes imaginártelo –finalizó su historia con un aspaviento desdeñoso.

Hunter me lo había contado. Confiando en mí, el vampiro me había relatado cómo fue la noche que perdieron a su madre; Ravenna había estado encadenada en el sótano todo aquel tiempo, bajo el cuidado de multitud de vampiros, incluso la propia Elek me había confesado que formó parte del destacamento de guardias que tenía Ravenna en los sótanos... y que ella había estado en aquella terrible noche.

Me removí con incomodidad sobre la cama, arrugando la colcha bajo mi peso.

-Es horrible –conseguí decir, con la garganta reseca.

Derek dejó escapar una carcajada carente de humor.

-Ya te he dicho que es digna de una película de terror –me advirtió-. ¿Tienes hambre? Porque yo me muero por algo a lo que hincarle el diente.

No sonreí ante su comentario burlón. La historia de los padres de Derek me había dejado entumecida, con los músculos agarrotados y con la cabeza bullendo de actividad; jamás hubiera creído que los tres hermanos hubieran sido hijos naturales del matrimonio, en mi cabeza los había imaginado como a los Cullen: un bonito matrimonio de vampiros que se habían dedicado a adoptar a huerfanitos desvalidos para convertirlos en criaturas como ellos y fingir que eran una familia feliz.

-Te lo he contado como muestra de mi buena fe.

Alcé la mirada hacia su rostro y vi que me miraba seriamente.

-No suelo hablar de mis dramas familiares con mucha gente –especificó, cruzándose de brazos-. Solamente lo saben tres personas, sin contarte ahora a ti.

-¿Puedo preguntar quiénes son? –inquirí a media voz.

-Bala, Étienne y Anna, por supuesto –respondió sin dudar.

Ah, claro... ¿Cómo no había llegado a la conclusión de que su dulce prometida lo supiera todo sobre él? Abrí y cerré mis manos en repetidas ocasiones, intentando controlar el ramalazo de rabia que se había despertado en mi estómago cuando Derek me había respondido.

Me puse en pie y Derek enarcó una ceja.

-Tengo hambre –me excusé.

Aunque lo cierto es que quería pegarle a algo. Le di la espalda al vampiro y salí de la habitación con un paso pausado, nada que pudiera ponerme en evidencia a mí misma; recorrí el pasillo con la vista clavada en la terraza y conteniendo la respiración. Tiré de los picaportes para abrir las puertas de cristal, dirigiéndome directamente a uno de los mullidos sofás de exteriores que decoraban la amplia terraza.

Miré hacia abajo y me pregunté cómo quedaría si decidía saltar desde aquel octavo piso. ¿Caería de pie como los gatos o me haría puré de vampiro? Golpeé mi cabeza contra mis rodillas, sintiéndome estúpida.

Solamente había pasado veinticuatro horas con Derek y ya estaba comenzando a aflorar mi parte emo. Por no hablar de haber conseguido tumbar de un solo golpe el dique con el que había fortificado mis caóticos sentimientos.

Aun así no quise formular ningún pensamiento sobre ese tema en cuestión; a decir verdad no había vuelto a pensar en él desde que hablé con Deirdre en la mansión, el mismo día que Derek decidió expulsarme de allí con sus mejores modales.

-Galatea –no me giré cuando me llamó, seguí fingiendo que me encontraba profundamente fascinada por las vistas que tenía de aquel parque y del río-. Tengo que salir un momento porque mi padre no suele ser de las personas que guarda aquí algo de alimento.

Hice un aspaviento con la mano, sin girarme para mirarlo.

-No te preocupes –le dije-. No me voy a desvanecer de aquí.

Sentí que Derek se quedó unos segundos más de los necesarios en la terraza, mirándome fijamente (la nuca empezaba a picarme debido al escrutinio).

Solamente me permití soltar el aire que estaba conteniendo cuando escuché sus pasos dirigirse hacia el interior del apartamento, hacia la salida. Estuve en silencio, escuchando atentamente a Derek.

Cuando echó la llave para asegurarse de que yo cumplía con mi palabra.

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