☽ | Chapter 33.
NO NECESITO NINGÚN SUPERMAN, COLMILLITOS
El golpe me dejó sin aire y yo miré a Kenneth sin entender por qué me había arrinconado de aquella forma para darme una paliza; nos habíamos conocido en la boda de Jana y Tiberius Herz y nos habíamos caído bien al instante. Aquel comportamiento por su parte me resultaba extraño, impropio del Kenneth que yo había conocido en la finca de los Herz.
Dejé escapar un quejido cuando el siguiente golpe del vampiro me acertó en el estómago, provocando que las rodillas me temblaran a causa del impacto y perdiera el equilibrio; el antebrazo de Kenneth se clavó en mi garganta con dolorosa precisión, haciendo que me atragantara.
-Kenneth –le llamé con voz estrangulada.
Los ojos verdes del vampiro se mostraban impasibles ante mí, como si no le importara lo más mínimo hacerme daño físico.
-Eres tan estúpida, Galatea –me siseó con molestia.
Intenté frenar su siguiente puñetazo, haciéndome daño de la fuerza que había empleado en aquella ocasión. Mi respiración se había entrecortado y el antebrazo de Kenneth sobre mi garganta me impedía poder coger aire con normalidad; el cosquilleo del temor se empezó a extender desde la punta de mis pies al resto de mi cuerpo.
Me sentía como en aquel entrenamiento donde Bala había hecho que tres vampiros se divirtieran dándome una paliza. El miedo a que sucediera lo mismo estaba pugnando por abrir las compuertas de aquella parte de mí que tanto trabajo me había costado dominar en situaciones como ésa.
-¿Qué? –conseguí articular con esfuerzo.
Los ojos verdes de Kenneth resplandecieron con furia.
-¡Lo tenías todo al alcance de tu maldita mano, estúpida! –me gritó el vampiro, fuera de sí-. Nuestro padre lo dispuso todo para que pudieras conseguir el control del aquelarre Vanczák, incluso influenció a Axel para llamar su atención sobre ti; de haber sido mínimamente inteligente hubieras dejado que Axel se deshiciera de Derek y luego tú habrías tenido el camino libre con ese pretencioso de Axel Vanczák. Pero no, decidiste comportarte honradamente con unas personas que únicamente te acogieron con un único propósito: darle caza al vampiro que te transformó.
Las piernas comenzaron a temblarme el encajar una pieza más en aquel maldito rompecabezas sobre mi existencia. Observé con pavor a Kenneth, viéndolo con otros ojos después de su confesión: él había sido el otro humano al que había transformado mi creador, el neófito que había estado sembrando el caos en las calles de Londres y la persona que había logrado colarse en mi suite aquella noche.
Y su nombre, Kenneth Austen, despertó una chispa de comprensión entre mis recuerdos.
-Eres el humano que desapareció –dije en un susurro-. Del que nunca apareció su cadáver...
Kenneth sonrió complacido por la apreciación.
-Nuestro padre me transformó tiempo después –me explicó con voz paciente-. No quería que su plan quedara obsoleto por tu culpa y creyó que sería una buena idea tener un plan alternativo; por eso mismo me eligió a mí: por si tú fallabas en tu misión y, en caso de salir todo bien, me prometió que podría quedarme contigo. Nos convertiríamos en compañeros y lideraríamos el aquelarre.
Auné fuerzas y voluntad, empujándole en su duro pecho debido a la rabia que me embargaba en aquellos momentos tras conocer por fin, y cara a cara, al vampiro que había logrado colarse en la suite que había ocupado en la mansión; Kenneth había sido transformado como comodín y había sido utilizado como mensajero...
Jadeé y lo miré con enfado.
-¡Me has estado vigilando todo este tiempo! –le grité y Kenneth hizo su sonrisa más amplia.
Con la mano que tenía libre me acarició la mejilla, acercando su rostro más al mío. Se me revolvió el estómago ante su cercanía, ante lo que había comenzado a despertar en mí tras conocer quién era en realidad.
-Se me ordenó que lo hiciera, Galatea –ronroneó-. Incluso aquella vez en tu dormitorio... No sabes lo mucho que me costó contenerme.
Lo fulminé con la mirada antes de escupirle en la cara. El rostro de Kenneth se mantuvo impasible, con mi saliva resbalándole por la cara; no tuve tiempo de reaccionar cuando me golpeó de nuevo en el estómago, haciéndome caer de rodillas sobre el asfalto. Se me escapó un involuntario quejido cuando noté un ardiente dolor por todo el vientre debido a la fuerza que había utilizado.
Los ojos verdes de Kenneth se habían endurecido y me contemplaban con irritación, su cara continuaba manteniéndose impasible.
Me llevé una mano al vientre y contuve un gesto de puro dolor. Entendía que la única forma de salir de aquel atolladero era enfrentarme a Kenneth; un enfrentamiento físico bastante complicado, ya que él también contaba con la ventaja de ser un neófito... un neófito sin adiestrar.
Esperaba que Kenneth no hubiera tenido a un mentor como yo había tenido a Bala antes de que Derek me expulsara del aquelarre.
Alcé la mirada para que el vampiro viera que no iba a doblegarme, que aún me quedaban energías suficientes para hacerle papilla; Kenneth abrió los brazos en forma de cruz, sonriéndome con superioridad.
-Podrías haberlo tenido todo –repitió con un tono de mofa.
Le dediqué una sonrisa irónica e hice acopio de fuerzas para golpearle en la rodilla, haciéndole perder el equilibrio y dándome la oportunidad de ponerme en pie para lanzarme contra él, tratando de inmovilizarlo en el suelo. Bloqueé sus brazos con mis piernas y aplasté su cara contra el asfalto; un nuevo calambre de dolor me recorrió el vientre, traté de ignorarlo.
-Y ahora lo he perdido y no tengo nada... No es la primera vez que me lo dicen –siseé con sarcasmo.
El pecho de Kenneth se agitó debido a la risotada ronca que dejó escapar.
-¿Sabes por qué estoy aquí, verdad? –me preguntó con un toque siniestro.
Aplasté más su cara contra el asfalto, deseando que las piedras se le incrustaran en su perfecto rostro hasta llegarle al mismo cerebro. La respiración se me escapaba entre los labios como un quejido mientras seguía sintiendo un dolor atroz debido al último golpe que me había propinado.
Me forcé a sonreír.
-Para saludarme no, por lo que veo.
Kenneth volvió a reírse, erizándome todo el vello.
-Has perdido tu utilidad, Galatea –se carcajeó y yo le solté un puñetazo de manera mecánica-. Nadie va a llorarte cuando acabe contigo... Es más, seguramente muchos vampiros respiren tranquilos cuando sepan de tu muerte.
-¿Quién es el hijo de puta que nos transformó? –le exigí.
Los ojos verdes de Kenneth se iluminaron y su sonrisa se tornó cruel.
-Ya deberías saberlo... Lo decepcionaste tanto cuando supo que no ibas a cumplir con lo que habíais acordado, no sabes cuánto –jadeé al comprenderlo, pero no bajé la guardia-. Esa misma muerte que está tan cerca de ti y que le arrancará una sonrisa a Derek Vanczák cuando se entere.
Golpeé de nuevo su rostro con mi puño una y otra vez. El dolor del vientre se acrecentó, y no solamente por el puñetazo que me había dado Kenneth; había dejado llevarme por la situación, incumpliendo así con la norma más importante que me había dicho Bala: estar siempre por encima de las circunstancias.
Kenneth aprovechó un instante de titubeo para darme un golpe en la espalda, desestabilizándome y haciendo que cayera a su lado; rodó por el suelo para acercarse a mí y darme una patada en el vientre. Grité de frustración y de dolor, incapaz de poder ponerme en pie.
Kenneth se inclinó hacia mí para aferrarme por el cuello y alzarme en volandas como si no pesara nada; mis dientes rechinaron al impactar de lleno contra la pared de piedra. Los ojos del vampiro se habían oscurecido y me estaba mostrando sus colmillos de manera amenazadora.
-¿Algún mensaje de despedida para Wolfgang, Galatea? –me preguntó, burlándose de mí.
-Iros al infierno los dos –respondí con osadía.
Contuve un nuevo escupitajo y alcé la barbilla, demostrándole a Kenneth que no me asustaba lo más mínimo ser consciente que el siguiente golpe que recibiera por su parte sería el definitivo; tenía el cuerpo dolorido, por no hablar del incesante y abrasivo torbellino de mi estómago.
El pecho me subía y bajaba a causa de mi respiración agitada. Saboreé en silencio la imagen de la sangre de Kenneth borboteándole por la nariz y la comisura del labio, por no hablar de los pequeños huecos que habían dejado los guijarros del asfalto cuando había aplastado su cabeza contra el suelo.
Cerré los ojos instintivamente cuando Kenneth alzó su brazo para incrustármelo en el pecho. Escuché un silbido y la presión de los dedos del vampiro sobre mi cuello desapareció de manera inesperada, precipitándome de nuevo al suelo por segunda vez.
Me llevé una mano al cuello y boqueé, abriendo los ojos de golpe y encontrándome a un vampiro enfrentándose con Kenneth; vi el rostro de sorpresa del neófito y mi estómago se contrajo, enviándome una oleada de frustración y alivio, al reconocer a la persona que me había salvado la vida.
Derek pateó con saña el estómago de Kenneth y lo envió al suelo. Desvió la mirada en mi dirección, intentando comprobar cómo me encontraba; apreté los dientes con rabia ante semejante escrutinio. Kenneth seguía en el suelo, casi noqueado por la patada de Derek; quise atribuirme parte de esa situación por mis puñetazos.
Nos mantuvimos la mirada y yo puse una mueca de indignación. ¿La siguiente iba a ser yo?
Mi cuerpo se quedó inmóvil cuando observé a Derek cruzando la distancia que nos separaba hasta acuclillarse frente a mí; sus ojos azules parecían haberse oscurecido, como siempre que sucedía cuando se encontraba enfadado... muy enfadado. Ordené a mi cuerpo que se moviera, que retrocediera por temor a que la próxima fuera yo por haber osado huir de él de aquella forma.
Entrecerré los ojos cuando alzó la mano en mi dirección y le mostré los colmillos cuando intentó acercarla a mi rostro; su gesto se ensombreció, pero no lo intentó hacer de nuevo. Chico listo.
-¿Estás bien? –preguntó.
Parpadeé con sorpresa, como si hubiera escuchado mal. ¿Derek Vanczák, el mismo vampiro que me había amenazado abiertamente una semana atrás, estaba preocupado por mi integridad física? ¿Acaso el mundo se había vuelto loco?
Conseguí retroceder hacia la pared de piedra del callejón, fulminándolo por la mirada.
-Vete por dónde has venido, Vanczák –escupí.
No estaba siendo justa con él, y lo sabía. Pero no me importaba lo más mínimo porque Derek no me había dado a mí ninguna oportunidad o beneficio de duda cuando se había enterado de mi pacto con Wolfgang Herz... mi auténtico creador; las sienes me palpitaron al analizarlo más detenidamente.
Aquel vampiro que había exigido mi cabeza en bandeja de plata y me había convencido después para que colaborara con él, mintiéndome al respecto, había sido la persona que me había transformado... y que luego me había abandonado.
Aquel vampiro que había ordenado mi propia muerte porque ya no le era útil.
Los ojos de Derek se mostraron heridos por mi respuesta, por el tono rencoroso que había utilizado y por las palabras elegidas; sin embargo, ¿qué esperaba? ¿Que lo recibiera con los brazos abiertos?
-Galatea, por favor...
No pudo terminar su frase porque una sombra se lanzó contra él, impactando contra su cuerpo y lanzándolos a ambos hacia el suelo de nuevo; rodaron el uno por encima del otro tratando de imponerse a su contrincante. Escuché un quejido y Kenneth se alzó sobre la espalda de Derek con una expresión triunfante.
El neófito me miró con una sonrisa socarrona, aplastando a Derek contra el asfalto y con ambas manos estrangulando el cuello del vampiro.
-Yo cumpliré por ti la misión que nos encomendó nuestro padre –dijo con un brillo desquiciado en la mirada.
Tragué saliva y una parte de mí deseó mínimamente que lo hiciera. Esa Galatea oscura y vengativa que solamente afloraba en ese tipo de situaciones, susurrándome al oído todo el daño que me había causado Derek y recordándome cómo me había sacado de aquella forma tan brusca de la mansión, sin tan siquiera darme una oportunidad de explicarme; me imaginé que Kenneth conseguía su objetivo y que Derek moría.
Era una persona horrible.
Era una persona destrozada.
Kenneth se pasó la lengua por el labio inferior mientras apretaba más el cuello de Derek y éste dejaba escapar un sonido desesperado; Derek era un vampiro antiguo y poderoso, sí, pero poco podía hacer cuando tenía encima un neófito que había estado alimentándose de sangre humana directamente de sus víctimas.
El rostro de Derek se congestionó en un gesto de dolor.
-¿Tus últimas palabras, vampiro? –le preguntó con burla Kenneth a Derek.
No lo pensé. Fue como si todo se moviera a cámara lenta a mi alrededor, retrocediendo en el tiempo a aquella noche en la que me interpuse entre Samuel y Derek; choqué brutalmente contra el costado de Kenneth y conseguí estamparlo contra la pared. Sin permitir que transcurriera un segundo, me acerqué donde estaba y nos encaramos.
Ambos nos mostramos los colmillos y Kenneth adelantó su brazo a la velocidad de la luz. Traté de esquivarlo, pero las garras del vampiro se clavaron en la piel de mi brazo y sufrí un fuerte tirón que me arrancó un alarido de dolor y el escalofriante sonido de un chasquido; de manera automática, en respuesta por su agresión, le hundí mi mano en el pecho. Procuré no asquearme cuando conseguí traspasar la dura piel del vampiro debido a la cercanía de nuestros cuerpos; los ojos verdes de Kenneth se abrieron de par en par antes de que volviera a sacar mi mano del interior de su pecho y le mostrara su marchito corazón.
Derek apareció de la nada y se encargó de decapitar en mi propia cara a Kenneth, salpicándome de su propia sangre.
Jadeé cuando el cuerpo se desplomó, al mismo tiempo que Derek mantenía en el aire la cabeza de Kenneth; poco después yo misma me desplomé, al límite de mis propias fuerzas. El brazo que me había cogido el vampiro colgaba inerte pegado a mi costado de manera inservible.
Estaba roto y tendría que recolocármelo antes de que comenzara a sanar.
Los resuellos de Derek y mis propios jadeos resonaban por todo el callejón, rompiendo el silencio. Mantuve la mirada clavada en mi mano, llena de sangre; no sabía qué hacía allí, por qué había decidido inmiscuirse. Hubiera sido más fácil permitirle a Kenneth que se deshiciera de mí.
Me llevé la mano sana al vientre, con un gesto de molestia. Parecía que la tregua había decidido finalizarse, recordándome que Kenneth se había ensañado conmigo y que parecía mucho más grave de lo que había creído en un principio.
Gruñí cuando Derek osó sostener entre sus manos mi brazo inutilizado y me lo quité de encima como si fuera un animal herido que se hubiera visto sorprendido por un cazador.
-Estás herida –afirmó el vampiro y yo apreté los labios-. Déjame...
Me puse en pie de un brinco y lo miré con desdén.
-No necesito tu ayuda. Tampoco te la he pedido, Supercolmillitos.
Dicho esto, y antes siquiera de que fuera consciente de lo que estaba sucediendo, le partí el cuello, dejándolo sumido en un breve letargo. Apreté de nuevo los dientes para evitar soltar un grito de dolor y contemplé el cuerpo inmóvil de Derek, preguntándome a mí misma que es lo que debía hacer con él.
Al final opté por llevármelo conmigo y lo arrastré con esfuerzo hacia el bloque de apartamentos; decidí dejarlo en la planta baja, en uno de los pisos que habían quedado destrozados y saqueados después de que pasaran por allí Dios sabía qué. Encontré unas viejas cadenas con aspecto de ser resistentes entre los escombros de la planta baja y encadené el cuerpo de Derek en una de las columnas.
Una vez resuelto ese problema, miré mi brazo y noté un cosquilleo en las yemas de los dedos, aviso de que la curación ya estaba poniéndose en marcha; arranqué un trozo de tela de una de las sábanas que cubrían los destrozados muebles y me lo metí en la boca mientras buscaba la mejor posición para poder encajarme de nuevo el brazo en su sitio y permitir que la curación hiciera el resto.
Me senté en el suelo, cerca de donde había dejado encadenado a un inconsciente Derek, cogiendo aire para lo que venía a continuación. La vista se me nubló cuando conté mentalmente hasta tres y tiré hacia arriba el brazo, encajándolo en su lugar de una forma bastante dolorosa que me hizo gritar de nuevo, siendo ahogados todos mis gritos de dolor por el trozo de tela que llevaba en la boca.
Probé a intentar mover los dedos y sentí que los tenía un poco agarrotados, como si se me hubieran quedado dormidos. Tiré el trozo de tela a mi espalda y cogí aire antes de pasar a la segunda parte: comprobar qué sucedía con mi estómago.
Se me revolvió todo al ver que mi piel se me había puesto de un tono púrpura demasiado oscuro. Me palpé con un dedo y tuve que retirarlo inmediatamente con un siseo por el dolor que me producía el más mínimo contacto, aunque apenas hubiera aplicado presión sobre la zona.
Respiré hondo, haciéndome daño.
¿En qué maldito momento había llegado a la magnífica conclusión de que debía dejar inconsciente a Derek y encadenarlo a una columna?
Decidí quedarme en aquel piso que había convertido en una improvisada celda para Derek y esperé a que despertara. Mi cuerpo se empezó a tensar conforme observaba al vampiro recuperar la consciencia; gruñó algo por lo bajo mientras sacudía la cabeza, como si así consiguiera aclarar qué era lo que había sucedido.
Cuando alzó la mirada hacia mí, con un gesto de desconcierto y molestia, le dediqué una amplia y mordaz sonrisa.
-¿No te resulta de lo más familiar esta escena? –le pregunté.
Derek me miró sin comprender.
-Oh, quizá debería refrescarte la memoria –continué, procurando no moverme mucho para no darme en el vientre-. Una mazmorra fría. Una pobre y desvalida chica encadenada. Un capullo arrogante como tú... Y no, no tiene nada que ver con una historia romántica. ¿Quieres que siga? –le pregunté, enseñándole los dientes.
Derek sacudió de nuevo la cabeza para terminar de despejarse. Los moratones y heridas de su enfrentamiento con Kenneth estaban desapareciendo mucho más rápido que mis propias heridas, pero sus ojos se mostraban cansados y nublados.
Yo me incliné con cuidado en su dirección.
-Tu brazo... -dijo con esfuerzo el vampiro.
Alcé el dedo corazón para que lo comprobara por sí mismo.
-Creo que va bastante bien, ¿no crees? –repliqué con altanería.
Mi comportamiento estaba rozando lo infantil, pero estaba muy dolida por lo que había sucedido entre nosotros. Era como si hubiéramos vuelto al principio, añadiendo un nuevo trecho de separación entre ambos; no me había equivocado aquella noche con ese presentimiento que había tenido: las cosas habían cambiado demasiado entre nosotros y yo no estaba segura de querer arreglar la situación.
Derek sacudió las cadenas y miró el interior de la habitación en la que se encontraba con gesto pensativo. No parecía importarle lo más mínimo que estuviera encadenado a una columna.
-Lamento decirte que el servicio se encuentra correteando por los rincones del edificio, supongo que no es tan eficiente como el de tu mansión –comenté con tono irónico.
Los ojos azules de Derek se clavaron en los míos con un leve brillo de sufrimiento.
-Tenemos que hablar.
Entrecerré los ojos, contemplándolo con cautela. ¿Y si todo aquello era una trampa y Derek se había dejado capturar por algún motivo oculto?
-Creo recordar que lo dejaste todo claro después de... devolverme a mi lugar, al sitio al que pertenezco –recalqué con dureza.
Pero él no parecía estar escuchándome.
-Esta noche he sentido una extraña sensación cuando estaba en el reservado... Era como si estuviera deseando hundirlo, o prenderle fuego –continuó hablándome, sin hacer caso a lo que había dicho-. Y al verte allí... huyendo de mí...
Bufé y forcé una carcajada.
-¿Acaso esperabas que me acercara a ti y te invitara a una copa después de todo lo que ha sucedido?
-Lo que ha sucedido en el callejón... –probó a decir el vampiro.
-Kenneth vino a matarme –le expliqué con un aspaviento de mano-. Él era el vampiro que andaba suelto en Londres, el autor de todos aquellos asesinatos... Pero dudo que me creas, ¿verdad? Según tú, soy una traidora que solamente quiso meterse entre tus bonitas y caras sábanas para conseguir algún tipo de protección –añadí.
Derek hizo una mueca, como si le hubiera golpeado físicamente, aunque yo no había terminado de hablar.
-Ese neófito era mi... mi hermano –dije, sin saber si estaba haciendo uso del término correcto-. Lo creó el mismo vampiro que a mí.
«Tenía un propósito por si acaso yo fallaba con el mío», añadí para mí misma.
Imágenes de lo que había sucedido en aquel callejón fueron pasando a toda velocidad por mi mente, recordándome lo cerca que había estado de morir de no haber sido por la intervención casi milagrosa de Derek. Lo contemplé con el ceño fruncido, consciente de que estaba en deuda con él de nuevo.
Derek recibió la noticia y todo lo que había averiguado, la información que había conseguido arrancarle a Kenneth antes de que lo hiciera con su propio corazón, con un gesto de estupefacción. A mí todavía me estaba resultado muy difícil de creer que Kenneth, el simpático vampiro que se había presentado en la boda de Tiberius y Jana, hubiera resultado ser un monstruo.
Lo mismo que el propio Wolfgang Herz.
-¿Has descubierto quién fue el vampiro que te convirtió? –preguntó entonces Derek con un deje de ansiedad.
Forcé una nueva sonrisa.
-Eso es un asunto que solamente me compete a mí, Vanczák –le recordé con un falso ronroneo-. Me expulsaste del aquelarre y ahora soy una vampira libre, así que no tengo por qué compartir esa información contigo.
Mis palabras hicieron que Derek se achantara un poco, consciente de que estaba en lo cierto y que mis asuntos habían pasado a ser problema mío; Derek había perdido toda la autoridad sobre mí y no podía obligarme a hablar. Además, se encontraba lejos de su territorio y de la mansión.
Me puse en pie con elegancia y sacudí mi destrozado mono negro para intentar quitar algo de suciedad.
Obligué a mis labios a hacer mi sonrisa más amplia y sombría.
-Y ahora, haciendo honor a mi título de traidora, voy a convertirte en mi prisionero... Ya veremos qué utilidad te encuentro, si es que tienes alguna.
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