☽ | Chapter 3.
ROMPAMOS LAS CADENAS DE LA ESCLAVITUD
Hunter se echó a reír escandalosamente, haciendo que yo diera un brinco sobre el suelo. No comprendía el papel de aquel vampiro en la mazmorra, en por qué le habría suplicado a su hermano que le dejara algo de tiempo para gastarlo conmigo, allí encerrados; lo miré con recelo mientras Hunter no paraba de carcajearse. Se me hacía incómodo tener a un vampiro riéndose de mi broma, como si hubiera sido la mejor que hubiera escuchado en mucho tiempo, mientras yo seguía encadenada a la pared como si fuera un maldito chucho. En el mundo de los vampiros aquello tendría que ser considerado tortura, ¿no?
-Tienes una forma de ser bastante... especial –reconoció Hunter, dejándose caer a plomo en el suelo.
Enarqué una ceja.
-Es una manera de suavizar que me ves como si fuera un bicho raro –le corregí con frialdad.
Hunter me miró como si me hubiera salido una cabeza más, o quizá como si mis colmillos vampíricos fueran de un tamaño desproporcionado. Su rostro era una máscara de desconcierto.
-No muchos vampiros que han acabado aquí encadenados conservaban el sentido del humor –se explicó, desviando la mirada como si se sintiera culpable de que esos prisioneros hubieran tenido una reacción mucho más acorde con las circunstancias que yo.
Estiré las piernas sobre el duro suelo, fingiendo que me ponía cómoda. Las muñecas habían comenzado a molestarme terriblemente y, de no estar completamente muerta, hubiera dicho que me estaba quedando sin riego sanguíneo en esa zona en concreto.
-Entonces no soy la única que han destinado a la zona más lujosa de la mansión –ironicé-. Esto debe ser la cortesía que se muestra en esta casa... Derek es un auténtico anfitrión. Quizá debería haber pasado directa a los llantos y las súplicas –reflexioné en voz alta.
Los labios de Hunter se curvaron en una sonrisa desganada. Aún me resultaba extraño pensar que aquellos dos vampiros eran hermanos... ¿Que compartían algo de sangre, podía decirse, a pesar de que estaban medio muertos, como yo? Ni siquiera comprendía cómo podía referirme a ellos ante la condición de que la única sangre que había era la que bebían cuando tenían sed.
-Derek no está pasando sus mejores momentos –disculpó a su hermano, qué tierno-. Hablaré con él para que te saque de aquí cuanto antes.
Miré las cadenas y torcí los labios.
-En estos me conformaría con eliminar estas molestas cadenas –comenté.
Hunter abrió la boca, como si fuese a responderme, pero luego la cerró de nuevo sin decir ni una sola palabra.
-¿Qué? –le pregunté.
De haber tenido una gota de sangre en las venas, ésta hubiera ido directa a sus pálidas mejillas. Un ligero rubor plateado destacó sobre esa zona de su cara, lo que me hizo sospechar que aquella era la forma en la que se sonrojaba un vampiro.
-Eres una... una neófita –acompañó sus palabras con un aspaviento de mano; yo puse los ojos en blanco como respuesta a semejante deducción-. No quiero parecer grosero, pero eres un peligro... no solamente para los humanos.
Me incliné en su dirección, mirándolo con súbito interés.
-¿También soy un peligro para los de tu especie?
Hunter frunció el ceño.
-Técnicamente, también es tu especie –me corrigió con cuidado-. Pero sí, en estos momentos eres un gran peligro. Al ser una recién convertida, en tu cuerpo todavía queda parte de tu sangre humana mezclada con la ponzoña de vampiro; eso provoca que tus habilidades destaquen por encima de la de otros vampiros.
No pude contener una sonrisa de satisfacción, apuntándome mentalmente aquella nueva información que podría serme de utilidad muy pronto. Hunter me observó con recelo, sospechando que quizá estaba tramando algo.
-Pero también eres más inestable debido a que no estás cómoda en tu condición de vampira –finalizó.
Crucé las piernas y le dediqué una larga mirada que me sostuvo sin pestañear siquiera.
-¿Por qué le has pedido a tu hermano que te dejara a solas conmigo? –lancé mi pregunta al aire, entrecerrando los ojos-. Soy un peligro para ti, tú mismo lo has dicho antes. Y algo me dice que Derek no estaría nada contento si bajara y me encontrara con tu cuerpo descuartizado a mis pies.
Los hombros de Hunter se sacudieron en una risa silenciosa.
-Me gusta considerarme algo así como un embajador –se explicó, cambiando su postura a la posición del loto-. Soy más diplomático que Derek y consigo mejores resultados que él con su política de terror...
Le guiñé un ojo de manera pícara.
-¿Estás seguro que tu hermano no tuvo nada que ver con la Revolución Francesa, durante El Terror? –bromeé.
Hunter se encogió de hombros.
-Durante aquellos años nosotros estuvimos en Alemania –contestó, como si se hubiera tomado en serio mi broma.
Me removí sobre el duro e incómodo suelo de piedra, preguntándome interiormente cuánto tiempo le quedaba a Hunter antes de que su hermano irrumpiera de nuevo en el sótano para gritarle que se había acabado la concesión. Además, era agradable hablar con Hunter, no parecía ser propenso a la violencia como Derek o Bala.
El vampiro soltó un suspiro bajo, como si hubiera leído mi pensamiento.
-No queremos ser tus enemigos, Galatea –murmuró, aunque yo le oí perfectamente-. Sé que has estado sola todo este tiempo, perdida en Londres sin saber cómo actuar... sin conocer nuestras normas. Todo eso puede cambiar: hablaré con Derek y le pediré que te deje unirte al aquelarre; yo mismo me encargaré de cuidar de ti, de suplir ese vacío que ha dejado tu creador. Te enseñaré a cómo vivir junto al resto de vampiros.
Debía ser sincera: aquel arrebato de generosidad por parte de Hunter me conmovió... aunque fuera una pequeñísima parte de mí. Sus ojos azules parecían transmitir una sinceridad aplastante, pero me recordé con severidad que no debía confiar en ninguno de ellos; había tenido el placer de conocer a la dulce Anna, quien parecía compartir con Hunter esa fragilidad y buen corazón, pese a que no latiera. Sin embargo, aquello bien podría ser una trampa maquinada por Derek.
Apreté los labios con fuerza, resistiéndome a su encanto vampírico y a tan tentadora oferta.
-Me lo pensaré –respondí, con los dientes bien apretados.
El instinto me decía que Derek jamás me aceptaría entre sus súbditos. Aquel vampiro chalado parecía estar obsesionado con encontrar a posibles infractores de las leyes vampíricas y yo era una de ellas; si descubría que había sido yo la autora de los últimos asesinatos cometidos aquellas dos semanas atrás... lo tendría muy complicado.
Hunter sacudió la cabeza en un amago de afirmación, casi parecía haberse esperado mi respuesta. Mis ojos recorrieron su cuerpo cuando se puso en pie y se sacudió el polvo de sus pantalones. ¿Había dicho ya que era una maravilla observar semejante sujeto de la especie... vampírica?
-Una última cosa, Galatea –dijo de repente Hunter, entrecerrando los ojos-. ¿Cómo has conseguido sobrevivir desde que despertaste? ¿De dónde sacabas la sangre?
Me encogí de hombros, procurando parecer indiferente. Dependía de cómo se me diera mi actuación para lograr mantenerme con vida un poquito más.
-La robaba –mentí con fluidez.
Las cejas de Hunter se enarcaron.
-¿Cómo? –quiso saber.
-Me colaba en hospitales e iba a las cámaras frigoríficas donde guardaban bolsas de donantes. Mi madre era... es enfermera y me explicó cómo funcionaba todo ese rollo de donar sangre y dónde se almacenaban.
Esperé unos segundos, temiéndome lo peor, hasta que Hunter esbozó una amplia sonrisa con un cariz de orgullo. Aquello me recordó dolorosamente a mi padre, quien siempre me recompensaba con una sonrisa así de grande cuando hacía algo bien; si supiera lo que había tenido que hacer en aquellas últimas semanas no se sentiría en absoluto orgulloso de mí.
-Eres una chica inteligente, Galatea –me felicitó-. Cualquier otro neófito se hubiera lanzado al cuello de cualquier humano que se le cruzase...
Por mi mente desfilaron las imágenes de aquella primera noche como vampira, cuando me había tambaleado fuera de aquel callejón y había tropezado con aquel chico... con mi primera víctima. Por primera vez en todo aquel tiempo el estómago se me revolvió al rememorar su asesinato.
Sonreí con facilidad, apartando aquellos pensamientos de un simple plumazo.
-Procuraba no cruzarme con nadie –apostillé con un tono inocente.
-Hablaré con Derek –me prometió Hunter-. Te sacaré muy pronto de aquí y te adaptarás a nuestra forma de vida.
En aquella ocasión no respondí. El vampiro dio media vuelta y se encaminó hacia las escaleras que conducían a la salida del sótano; escuché sus pasos y la puerta abriéndose, dejándome de nuevo sumida en aquella soledad que había comenzado a crisparme. No confiaba en Hunter, por muy amable que pudiera parecer, y mucho menos iba a confiar en Derek.
No, tendría que salir de allí a toda costa.
Mi cuello se encontraba, literalmente, en juego.
Estudié las paredes del sótano, preguntándome qué hora sería. De haber habido alguna ventana hubiera podido tratar de adivinarla, a pesar de que mi padre se saltó la etapa de salir de acampada y enseñar a su hija a leer las horas gracias a la luz del sol... Pero como solamente estaba rodeada de piedra, decidí esperar.
Cerré los ojos, tratando de recuperar algo de energía, y desgranando la sustanciosa información que me había proporcionado desinteresadamente Hunter, creyendo inocentemente que me estaba haciendo un favor... ¡y qué favor!
Una vez me cansé de esperar a que el sueño, o letargo, quisiera venir a mí, me puse en pie y contemplé las cadenas que rodeaban mis muñecas. Hunter había afirmado categóricamente que los neófitos como yo teníamos una fuerza superior a la de otros vampiros.
Técnicamente tendría que ser capaz de romper aquellas malditas cadenas. Técnicamente, claro.
Empecé a rotar los hombros para hacerlos entrar en calor mientras seguía estudiando atentamente aquellas cadenas; pinta de ser difíciles de romper parecían, pero yo esperaba contar con mi súperfuerza de vampira-recién-convertida. Retrasé una pierna para ganar algo de estabilidad y me enrosqué parte de las cadenas a las manos para poder tirar con más fuerza.
En mi fuero interno comencé a rezar todas las plegarias que mi pobre abuela me había enseñado de niña, pidiéndole a quien estuviera de guardia allí arriba que no hiciera mucho ruido. Conté mentalmente hasta diez antes de dar el primer tirón, que no funcionó... obviamente.
No me desanimé ante aquel primer fracaso. Evidentemente habría sido demasiado guay y oportuno que hubiera podido quebrar las cadenas en aquel intento, así que conté de nuevo hasta diez antes de repetirlo por segunda vez; en aquella ocasión sí que noté un ligero cambio y comprobé, encantada, que algunos eslabones estaban empezando a ceder ante la fuerza.
«Vamos, joder. Hunter ha dicho que soy más fuerte que esos putos vampiros... Estas cadenas no tienen por qué resistírseme; tengo que salir de aquí antes de que hagan sushi conmigo...»
Seguí tirando de las cadenas con rabia, imaginándome cómo me vengaría de ese capullo de Derek, hasta que escuché el milagroso sonido de un hierro soltándose y ambas cadenas cayendo al suelo, levantando una breve película de polvo. A pesar de haber roto las cadenas de la esclavitud, todavía tenía mis muñecas atrapadas en ellas, por lo que tuve que soltar los eslabones hasta quedarme únicamente con aquellas improvisadas y feas pulseras.
Reprimí el impulso de empezar a dar brincos de alegría y me preparé mentalmente para lo que me esperaba a continuación. El capullo de mi secuestrador, el mismo que había ordenado que me metieran en aquel pútrido maletero, seguramente creyera que las cadenas me mantendrían encadenada a la pared... fallo de principiante si conocía tan bien a los neófitos.
Caminé sigilosamente hacia las escaleras y las subí con el máximo cuidado, tomándome mi tiempo para que no se me escuchara. El portón de madera iba a convertirse en un problema para mi huida, ya que chirriaba condenadamente; cruzar por la puerta era la única oportunidad que tenía para poder escapar, así que debía arriesgarme.
Inspiré hondo y aferré con firmeza ambos picaportes, armándome de valor y planeando cómo proceder una vez hiciera sonar la voz de alarma. Solté el aire lentamente al mismo tiempo que abría con cuidado un resquicio en la puerta lo suficientemente ancho para que mi cuerpo pudiera pasar; el pasillo que había recorrido con la cabeza gacha se encontraba vacío en apariencia. ¿Quién demonios dejaba sin vigilancia a alguien como yo?
«Cabrón presuntuoso», reí interiormente mientras me deslizaba por aquel pasillo, buscando desesperadamente una salida.
Mis ojos dieron con una puerta acristalada que daba a un cuidado y amplio jardín que no parecía tener final. Mis labios se curvaron hacia arriba en una gran sonrisa y dirigí mis pasos hacia aquellas puertas, casi saboreando el aire libre; un corpachón vestido de negro se interpuso en mi camino y yo tuve ganas de patear el suelo de frustración ante aquel inesperado obstáculo.
Levanté la vista y me topé con un vampiro que bien podría haberse hecho pasar por portero de discoteca. Llevaba el pelo rapado al uno y sus ojos negros estaban clavados en mí con demasiada atención.
-¿Qué se supone que estás haciendo? –su voz resonó contra las paredes, casi provocándome que me hiciera pipí encima.
«¿Buscar una salida? ¿Huir como alma que lleva el diablo antes de que me convirtáis en brochetas de carne muerta? ¿Debatirme interiormente qué excusa darte antes de que des la voz de alarma y Derek me descuartice viva? Quizá incluso Hunter le ayude cuando se entere de que le he mentido». No ninguna de ellas parecía ser lo suficientemente buena como para convencer a semejante vampiro de que necesitaba salir unos segundos a los jardines.
Las cejas del vampiro se elevaron, animándome a que le diera una respuesta. Mi boca se abrió y cerró varias veces, seguramente haciéndome parecer más estúpida de lo que el vampiro había creído en un principio.
«¡A la mierda!»
Me abalancé hacia el vampiro y le arreé un buen puñetazo en toda la nariz, arrancándole un crujido que sonaba a hueso roto... pero que, en realidad, la nariz seguía estando en su sitio. El tipo se llevó ambas manos a la zona donde le había dado con mi puño, más sorprendido que herido, así que pateé su rodilla y enganché mi pie a ella para hacerle perder el equilibrio.
Juro que todo tembló cuando el corpachón del vampiro impactó contra el duro suelo.
Me mordí el labio inferior antes de coger el cuello del tipo con las dos manos y, rezando para que todo lo que había visto y leído en series y sagas que trataban de vampiros, funcionara en aquella ocasión. Giré el cuello con rabia hacia la derecha, escuchando un chasquido que me puso el vello erizado y provocando que el cuerpo del vampiro se quedara laxo.
Contemplé el cuerpo del vampiro, quien no tardaría mucho en volver a abrir los ojos para machacarme como a una cucaracha, y descarté la idea de esconderlo en algún rincón de aquella zona, pues eso me haría perder demasiado tiempo. Salté por encima de él antes de abalanzarme sobre las puertas sin preocuparme sobre si hacía ruido o no; una corriente de aire me golpeó en la cara, trayéndome consigo los miles de aromas que desprendía el campo y el bosque que se encontraba un poco más allá de donde me encontraba.
Sin pensarlo ni un segundo más, mis piernas echaron a corren en dirección al bosque. No me giré para echarle un último vistazo a la mansión, ni siquiera para comprobar si alguien me seguía; ya casi estaba saboreando la libertad y aquello me hizo sentir casi ebria de felicidad...
... hasta que algo se enroscó en mis piernas y me hizo perder el equilibrio, mandándome estrepitosamente al suelo. Ahogué un rugido de rabia al comprender que mi huida iba a ser la más corta de la historia: un lazo había conseguido atraparme ambos tobillos como si fuera un conejo.
-Voy a partirle la cabeza a alguien –mascullé entre dientes.
Observé la cuerda y vi que no me sería difícil quebrarla. Cogí aire y tiré en direcciones opuestas, destrozándola con una facilidad pasmosa; me pregunté quién sería la mente brillante que había decidido colocar aquella inofensiva trampa en el bosque y para qué serviría. ¿Y si resultaba que Derek y los suyos resultaban ser como los Cullen y cazaban de aquella forma tan mundana sus víctimas para sorberles la sangre?
Me deshice de los restos de la cuerda y me puse en pie, sacudiéndome las hojas que se habían quedado en mi pantalón tras la caída. Flexioné las rodillas y eché a correr de nuevo hacia algún punto del bosque, decidida a encontrar una salida; no sabía dónde me encontraba exactamente, como tampoco sabía a qué distancia me encontraba de Londres...
Solté un chillido nada favorecedor cuando algo impactó sobre mi espalda, desequilibrándome y mandándome de cabeza al suelo por segunda vez consecutiva. Sin embargo, en aquella ocasión no había cuerda rodeándome las piernas... sino un peso aplastante sobre mi espalda.
No me hizo falta preguntar de quién se trataba: su olor me brindó por sí solo la respuesta a ella.
-Te he infravalorado –siseó Derek junto a mi oído.
Se me escapó una risita.
-Estoy segura que eres de los que piensan que las mujeres somos el sexo débil...
Mi inocente broma terminó en un gemido de dolor cuando el vampiro retorció algo sobre mi espalda, haciéndome daño. Olfateé discretamente el aire, intentando captar algún efluvio para ver si Derek había decidido venir acompañado para devolverme al sótano... si no decidía ejecutarme allí mismo, al amparo de todos aquellos pinos.
-Y tú de las que piensas que puede intentar engañarme –contraatacó Derek.
Me encogí de hombros con esfuerzo. Dentro de poco iba a masticar todas aquellas hojas caídas.
-La mansión está llena de cámaras de seguridad precisamente para evitar lo que has intentado hacer, Galatea –se mofó el vampiro, arrancándome un escalofrío al pronunciar mi nombre.
-Entonces debo sentirme aliviada de no haberme puesto en evidencia a mí misma gracias a la puerta o al imponente vampiro que he dejado fuera de combate –respondí con acidez.
Los dedos de Derek se clavaron sobre mi nuca con saña.
-Svetoslav tendrá su merecido una vez se recupere –me aseguró con una voz helada-. Y tú vas a volver conmigo a la mansión...
-Hunter me ha dicho que se convertiría en mi tutor.
Ahogué un gemido cuando Derek me alzó con una facilidad insultante por la nuca, poniéndome en pie y permitiéndome contemplar hasta qué punto llegaba el cabreo que tenía el vampiro conmigo por haber intentado huir.
-Hunter habla demasiado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro