☽ | Chapter 28.
TRES CONTRA UNO NUNCA FUE UNA BUENA IDEA
El regreso del séquito de la familia Vanczák tuvo lugar tres días después de la noche en la que el vampiro consiguió colarse en mi dormitorio. Debido a que ya no me sentía cómoda pasando la noche en mi suite, me refugiaba en la habitación de Hunter y por las mañanas regresaba a mi dormitorio, fingiendo que pasaba las noches en mi suite.
No le había hablado a nadie de mi extraño encuentro, pero mi actitud se había vuelto mucho más atenta a cualquier detalle que pudiera darme alguna pista sobre la identidad del neófito. La mansión debía contar con un potente sistema de seguridad para proteger a todos sus miembros, en especial a los humanos que se encargaban del servicio; me resultaba muy complicado creer que un vampiro hubiera conseguido colarse sin que nadie lo viera.
Aquella mañana me dirigí hacia Bala para reanudar nuestros entrenamientos físicos, ya que la herida del costado había desaparecido por completo; el vampiro contemplaba con el ceño fruncido el bosque. Nadie había dado la voz de alarma la noche que se coló el neófito en mi dormitorio, como tampoco había escuchado rumores de que había habido una entrada no autorizada; así que supuse que el neófito había conseguido pasar desapercibido por algún extraño motivo.
-Llegas tarde –me saludó Bala, clavando sus ojos oscuros en mí.
Me detuve frente a él y me cuadré, sin responder a su provocación. Había llegado tarde porque había visto a Anna deambulando por el pasillo, así que había tenido que esperar en el dormitorio de Hunter hasta que la vampira había decidido colarse dentro del dormitorio de Derek. Fue entonces cuando corrí hacia mi suite para cambiarme de ropa y poder reunirme con Bala en los jardines.
-He pensado en hacer algo distinto –dijo entonces el vampiro, al ver que no iba a decir nada-. Creo que te gustará.
Enarqué una ceja ante sus palabras. ¿Desde cuándo el vampiro tenía una ligera idea de lo que podría gustarme? Bala me sonrió con una expresión de maldad y me señaló a la espalda; me giré por la cintura para ver aparecer en los jardines a dos mujeres que no conocía de nada y a Gábor, quien no parecía encontrarse muy contento de querer participar.
Las vampiras me saludaron con una educada sonrisa, a pesar de que sus ojos no se perdían detalle de mí. Estaban evaluándome y haciendo en sus perfectas mentes un juicio sobre la neófita que había puesto en jaque al propio líder del aquelarre; me mantuve inmóvil, aguantando estoicamente las miradas de aquellas dos mujeres hasta que Bala decidió hacer las presentaciones.
-Galatea, me gustaría presentarte a dos miembros del aquelarre –empezó, señalando a la vampira de piel aceitunada y pelo azabache; sus ojos verdes no parecían mostrar ningún tipo de sentimiento que pudiera hacerme sentir amenazada-. Ella es Jasira Chicoine.
Jasira se adelantó unos pasos para tenderme una mano. Dudé unos segundos antes de cogerla y estrechársela sin hacer mucha fuerza; me pareció un saludo demasiado frío y mecánico, casi forzado.
Bala pasó entonces a hacer las presentaciones de la mujer que quedaba pendiente. Rubia, de piel pálida y unos generosos labios que parecían ser obra de algún cirujano plástico; sus ojos azules eran un poco más cálidos que los verdes de su compañera.
-Elek van Hasselt –pronunció con lentitud-. Pertenece al cuerpo de seguridad junto a Emilia Knutsen.
Elek sonrió con amabilidad, mostrándome sus finos colmillos.
-Somos las dos únicas mujeres –señaló en un tono divertido, sus ojos azules seguían clavados en mí-. Étienne nos dijo que era posible que te unieras a nosotras.
Miré alternativamente a Bala y a Elek. Jasira se removió con algo de incomodidad junto a Gábor, quien no había necesitado presentación; el vampiro parecía estar atento a cualquier movimiento por mi parte, como si todavía creyera que no era capaz de mantener la compostura.
Al ver mis dudas, la sonrisa de Elek se hizo más amplia y cariñosa.
-Oh, no te preocupes, querida –siguió la vampira, dándome un par de golpecitos en el dorso de la mano-. Es la emoción de ver más mujeres pateando culos entre tanta testosterona.
Bala se echó a reír entre dientes y procedió a explicarme en qué consistiría lo que había planeado para mí: fingiríamos un ataque múltiple, en la que los tres vampiros intentarían dejarme noqueada. Tuve que agradecer en silencio que Bala no hubiera escogido a Attila, ya que el vampiro me habría hecho papilla sin problemas.
Mi instructor comenzó a dar órdenes a Elek, Jasira y Gábor para que se colocaran en sus posiciones, a unos metros de distancia de donde yo me encontraba; Bala no participaría, ya que quería ver cómo me defendía en aquella situación.
Abrí las piernas un poco mientras estudiaba a mis tres rivales, que se habían colocado formando un triángulo; Jasira tenía el ceño fruncido, Gábor mantenía un gesto neutral y Elek me sonreía abiertamente.
Bala dio la señal y los tres vampiros se abalanzaron sobre mí. Mi cuerpo se quedó unos segundos completamente paralizado, cogido con la guardia baja al ver tres cuerpos corriendo a toda velocidad para golpearme; obligué a mis músculos a ponerse en marcha y esquivé el primer puñetazo, cortesía de Jasira. El puño de la vampira me rozó el pómulo cuando conseguí apartar el rostro, pero Elek había aparecido de la nada y había enroscado una de sus piernas entre las mías.
Sentí el estómago subiéndome cuando perdí el pie y caí estruendosamente el césped. Gábor aprovechó la ocasión para intentar cogerme por un brazo, rodé por el suelo hasta salir de su alcance y lancé una patada al muslo del vampiro; Jasira había conseguido moverse hasta situarse a mi espalda y hundirme sus garras en mis hombros. Contuve un gruñido de dolor y me mordí los labios para no chillar cuando logró elevarme en el aire, lanzándome contra el duro suelo... otra vez.
Jadeé con esfuerzo y alcé la mirada para verme de nuevo rodeada. Se me encogió el estómago y perdí el control: me sentía amenazada, casi de la misma forma que la noche en la que el neófito consiguió colarse en mi habitación, y en clara desventaja. Le cedí las riendas a la desesperación y al miedo, permitiendo que mi cuerpo se moviera de manera instintiva.
Los tres vampiros trabajaban demasiado compenetrados, ya que eran capaces de moverse sin necesidad de intercambiar palabras; una simple mirada y el resto ya sabía lo que debía hacer.
Me revolví con desesperación, agobiada de verme en aquella horrible situación, hasta que la voz de Bala ordenó que nos detuviéramos. Los tres vampiros se apartaron para darme espacio mientras yo intentaba recuperar el aliento, con un evidente sonrojo debido a la vergüenza de haberme visto asfixiada por mis propios sentimientos y por la situación.
Los ojos oscuros del vampiro me estudiaban, calibrando cómo me encontraba. Yo me dejé caer sobre el suelo, frotándome las zonas del cuerpo donde Elek, Jasira y Gábor me habían golpeado; había sido un enfrentamiento desequilibrado. ¡Una neófita sería incapaz de enfrentarse a varios frentes al mismo tiempo!
-¿Qué has aprendido, Galatea? –me preguntó.
Lo fulminé con la mirada, creyendo que me estaba tomando el pelo.
-¿Que podrían contrataros como guardaespaldas de la mismísima reina de Inglaterra? –respondí con mis dudas.
Bala chasqueó la lengua mientras veía a Elek sonreír con halago, como si le hubiera hecho un cumplido. Jasira y Gábor mantenían sus rostros serios, incapaces de reconocer un comentario gracioso... o sin querer darme ese pequeño capricho de verles sonreír mínimamente.
-Eres demasiado visceral –me corrigió Bala, ignorando mi comentario-. Cuando te has visto sobrepasada, has dejado que el miedo tomara el control de tu cuerpo.
Apreté los labios en un mohín.
-Eran tres contra mí –señalé con molestia.
-Has perdido el control –replicó Bala.
Lo fulminé con la mirada de nuevo.
-Me gustaría verte intentándolo –mascullé entre dientes.
Bala pasó su lengua por el labio inferior, como si estuviera pensando en hacerme una demostración. Hizo un gesto al resto de los vampiros para que volvieran a sus posiciones y me hizo que me apartara, colocándose en mi sitio; lo observé fingiendo calentar los músculos, dedicándome una sonrisa de soslayo.
Con un silbido por su parte, los tres vampiros se abalanzaron hacia mi instructor. Bala se puso en posición, controlando todos los frentes que se le avecinaban; esquivó a la patada que le había dirigido Jasira, aferró el antebrazo de Elek y la lanzó contra Gábor, haciendo que ambos vampiros acabaran rodando por el césped.
Con Elek y Gábor momentáneamente fuera de combate, se centró en Jasira. La vampira trató de hacerle perder el equilibrio, pero Bala logró inmovilizarla con una llave, poniéndola bocabajo contra el césped.
Fue entonces cuando clavó la mirada en mí con una sonrisa cargada de superioridad. Yo seguía flipando por lo rápido que había terminado el enfrentamiento y en cómo el vampiro había logrado defenderse como si fuera lo más sencillo del mundo; Gábor ayudó a ponerse en pie a Elek, quien se sacudió el césped de sus ropas con una risa cantarina.
-Hacía tiempo que no me divertía tanto –comentó a nadie en particular.
¿Desde cuándo era divertido acabar rodando como una croqueta siendo empanada por el césped, después de haber sido neutralizada de aquella forma por Bala? Gábor parecía pensar lo mismo que yo, pues su rostro parecía haberse puesto ceniciento y no estaba muy contento de haber sido derrotado por Bala.
Bala le sonrió a Elek con perversa diversión.
-Como has visto, Galatea –dijo, dirigiéndose a mí directamente-, es posible. Siempre y cuando aprendas a mantener todo bajo control, sin permitir que las circunstancias te superen. Tú debes estar siempre por encima de todo.
Elek se me acercó para tenderme una mano, intentando ayudarme a ponerme en pie; entrecerré los ojos para contemplar a la vampira, consciente de que aquel gesto no parecía desentrañar nada perjudicial para mí. No me sentía cómoda en la mansión, no me sentía integrada con el resto de miembros... Morticia y Anna habían contribuido activamente para conseguir que los vampiros del aquelarre me contemplaran con desconfianza, haciéndome patente que no era bien recibida entre ellos.
No podía evitar responder del mismo modo: desconfiando de las buenas intenciones de aquella vampira.
La rechacé evidentemente, poniéndome en pie por mí misma. Elek mantuvo la sonrisa, como si no le hubiera importado lo más mínimo mi gesto desconsiderado; todos nos giramos cuando escuchamos unos pasos apresurados, a conjunto con una respiración acelerada, moviéndose por el césped.
Una doncella se afanaba para llegar donde nos encontrábamos, con la cara cubierta de sudor y con una vena latiéndole en el cuello... Hice un ademán de acercarme a la mujer, embriagada por la mezcla de aromas que desprendía, pero Elek me pasó un brazo por los hombros en un gesto fingidamente casual para refrenarme en mi avance, manteniendo su eterna sonrisa en sus generosos labios.
-Los señores acaban de regresar a casa –nos informó y escuché a Bala y Gábor cuchichear entre ellos con excitación-. Requieren su presencia en el despacho, señor Hajnal. A usted también, señor Császár –añadió con timidez.
Gábor fue el primero en ponerse en movimiento, esquivando con habilidad el menudo cuerpo de la doncella, que intentaba recuperar el aliento; Bala dudó unos segundos, dirigiéndome una mirada de circunstancias. Elek tensó su brazo que rodeaban mis hombros.
-Puedo acompañarla dentro, Bala –dijo, solícita.
El vampiro nos miró a ambas con una expresión concentrada, Gábor le sacaba una buena ventaja y no podía permitirse llegar tarde.
-Cuidado con sus uñas –accedió, sonando a modo de despedida-. Por no hablar de sus dientes.
Elek se echó a reír de nuevo, divertida con los comentarios del vampiro.
-Creo que ya me cae bien –dijo de manera zalamera.
Bala le guiñó un ojo de manera pícara mientras se apresuraba a alcanzar a Gábor; Jasira fue la encargada de despachar a la humana, lanzándome una mirada calculadora de soslayo. Intenté mostrar que no me afectaba en absoluto la creciente desconfianza que mostraba la vampira hacia mí mientras Elek se mantenía en su postura protectora, dedicándole una mirada de reproche a su compañera.
Me dio un ligero apretón en el bíceps con aire de compañerismo.
-Nos encantaría que te unieras a nosotras, Galatea –me dijo, comprobando que la doncella había desaparecido de nuevo en la mansión y que los jardines estaban desiertos.
La miré con una mezcla de sorpresa y desconfianza.
-Étienne no paraba de alardear de tu puntería –continuó la vampira, cruzando el jardín hacia la mansión-. Y yo he visto por las ventanas del piso superior cómo te desenvolvías con Hunter y Derek, haciéndoles morder el polvo.
Escuché a Jasira gruñir a nuestro lado.
-Y yo fui testigo de tus berrinches en tu dormitorio –intervino la vampira con hosquedad-. Hiciste un buen destrozo.
Elek se echó a reír entre dientes.
-No fue nada fácil para ella el castigo que le impuso Derek –salió en mi defensa, ante la sorpresa de Jasira y la mía propia.
Jasira no estaba dispuesta a dar su brazo a torcer, así que volvió a la carga.
-Lo que proponía Axel hubiera sido peor.
Mis pies se quedaron clavados en el sitio y Elek me miró con interés, preguntándose por qué me habría detenido de repente. Jasira me contemplaba con sus ojos verdes cargados por un leve desdén, como si no estuviera de acuerdo con la idea de estar manteniendo aquella conversación. Y más en mi presencia.
-¿Cuál era su idea? –pregunté.
Elek chasqueó la lengua y Jasira puso los ojos en blanco.
-Axel propuso que te ataran a un poste en este mismo sitio –dijo señalando el jardín con un gesto amplio a los terrenos-. Y que te azotaran con un látigo con las puntas cubiertas de plata hasta que te abriera la carne. Delante de todo el aquelarre.
El estómago se me contrajo ante la imagen que se formó en mi cabeza, en la que aparecía yo con la espalda llena de heridas mientras Axel se reía con histeria y Derek se encargaba de azotarme para contentar a su padre, de hacerle ver que estaba a la altura de las circunstancias e intentar hacerle sentir orgulloso de él.
Elek volvió a rodearme los hombros y reanudamos la marcha. Bajé la mirada automáticamente al suelo y conseguí separarme de las dos vampiras con la excusa de que me encontraba cansada y que quería refugiarme en mi suite para lamer mis heridas; Elek se despidió de mí con una sonrisa comprensiva, pero noté los ojos verdes de Jasira clavados en mi espalda durante mucho tiempo.
Subí los pisos hasta alcanzar el tercero, doblando el recodo para dirigirme al pasillo que llevaba a mi dormitorio. Mis labios fueron curvándose en una amplia sonrisa cuando divisé el enorme cuerpo de Hunter cerca de mi puerta, como si estuviera dudando entre llamar o no; me acerqué en silencio hasta su espalda y le salté, colgándome de él como si fuera un mono.
Hunter se echó a reír entre dientes mientras yo le rodeaba el cuello con ambos brazos, dándole un beso en la mejilla. No pude evitar sentirme tranquila y confiada, como si el hecho de que hubieran regresado pudiera mantener alejado al desconocido que consiguió colarse en mi suite.
-Tengo una sorpresa para ti –dijo entonces el vampiro, con sus ojos azules reluciendo.
Fruncí el ceño. La última sorpresa que había recibido por su parte habían sido un ordenador portátil y un iPod que había escondido bajo mi almohada para escuchar música por las noches; resbalé con cuidado por su espalda hasta quedar sobre la punta de mis pies.
-¿He cumplido la suficiente condena para tener mi propio móvil? –pregunté con interés.
Hunter negó con la cabeza, sonriendo.
-Derek me cortaría ambas manos antes de dejar que te diera un teléfono móvil. Pero mi sorpresa tiene mucho que ver con algo que dejamos a medias –respondió, abriendo la puerta de mi suite.
Mis ojos se abrieron de par en par al ver lo que Hunter había dejado encima de la mesa de cristal y que hicieron que empezara a reírme a mandíbula batiente mientras el vampiro me sonreía con ternura.
Montañas de hamburguesas y patatas fritas cubriendo cada centímetro de la mesa, esperando a que fuera devorado. Me acerqué con lentitud hacia mi sorpresa, seguida de cerca por Hunter; rocé con cuidado la pirámide que había hecho con toda la comida y me giré hacia él.
-¿Me estás pidiendo una cita, Hunter Vanczák? –pregunté con un ronroneo.
Hunter ladeó la cabeza, con una media sonrisa.
-¿Tan evidente es? –respondió en el mismo tono, atreviéndose a poner una de sus manos en mi cadera.
Le di un golpecito en el pecho.
-Juegas sucio conmigo –le dije con un puchero-. Sabes que si hay comida de por medio me tienes ganada de antemano.
Hunter echó un vistazo a la montaña de comida.
-Entonces sería mejor que nos pusiéramos en ello, tenemos bastante trabajo.
Ocupamos los sofás y le pasé una de las hamburguesas, mientras yo desenvolvía otra y le daba un generoso bocado; Hunter me había dicho en aquella ocasión, cuando le había convencido para que me dejara salir de la mansión, que apenas podía saborear ningún alimento, que únicamente podía notar el sabor de la sangre.
También me dijo que yo terminaría así, sin poder saborear nada más que la sangre.
-¿Cuánto tardaré en perder mis papilas gustativas? –pregunté, con la boca llena.
Hunter contemplaba la hamburguesa, aún sin haberle dado ni un simple bocado.
-Tienes tiempo suficiente para atiborrarte, Gala –intentó tranquilizarme-. Es un proceso lento.
Suspiré con pesar.
-Lo echaré de menos.
-Si me esfuerzo mucho puedo intuir algunos sabores –me contó Hunter, mordiendo su hamburguesa-. Todos ellos se quedaron almacenados en mi cerebro.
-No es lo mismo –protesté.
Hunter se encogió de hombros.
-Perdemos y ganamos a partes iguales cuando nos transformamos. Es un intercambio equitativo, más o menos –añadió, frunciendo el ceño.
Alguien llamó con suavidad a la puerta, interrumpiéndonos. Le pedí a la persona que esperaba fuera que entrara y Hunter carraspeó con incomodidad cuando Deirdre nos contempló a ambos con estupefacción, como si en vez de estar comiendo Whoopers estuviéramos en mitad de una sesión de canibalismo; la vampira se recuperó de la sorpresa, sus ojos oscuros se clavaron en mí.
-Tienes las comisuras manchadas –me informó.
Comprobé que Deirdre estaba en lo cierto, que el kétchup y la mostaza habían decidido aliarse para hacerme pasar un mal rato; me lo limpié apresuradamente mientras que mi amiga dudaba unos segundos antes de atreverse a hablar.
-Derek quiere verte –añadió en un tono monótono.
Las dos miramos a la par a Hunter de manera inconsciente. Deirdre era la única persona que había descubierto lo que nos traíamos entre manos el vampiro y yo, así que había tenido que contárselo y hacerle prometer que no diría nada; me mordí el labio inferior, rezando para que Hunter no sospechara que había faltado a mi palabra de no querer que nadie supiera nada de lo que estaba sucediendo entre nosotros.
Los ojos azules de Hunter se movieron del rostro de Deirdre al mío con expresión confusa.
-¿A mí también quiere verme? –preguntó.
Deirdre se forzó a sonreír con amabilidad.
-Morticia ha preguntado por ti, ya que están todos reunidos en el salón.
Supuse que estaba hablando de su familia, ya que Hunter se puso en pie y dejó la hamburguesa que no se había terminado de comer sobre la superficie de la mesa; se despidió de ambas con una media sonrisa y abandonó el dormitorio, presuroso por contentar los deseos de su madrastra.
Deirdre enarcó una ceja, más tranquila ahora que estábamos las dos solas, al contemplar semejante espectáculo de comida rápida. Le sonreí con aire conspirador mientras me ponía de pie y me acercaba a su lado; la vampira me miraba con expresión de querer saber a qué venía todo aquello, pero no había tiempo para explicaciones.
Bajamos hacia el vestíbulo y nos despedimos allí. Deirdre se marchó en dirección al salón donde la familia Vanczák se había reunido y yo torcí en dirección hacia donde se encontraba el despacho de Derek. Llamé con los nudillos y aguardé hasta que el propio Derek fue el encargado de abrirme la puerta.
Me hizo un gesto impaciente para que entrara y yo obedecí rápidamente, con la sensación de que el vampiro no parecía tener mucha paciencia y que quería acabar con ello cuanto antes; Derek cerró la puerta a mi espalda y caminó a mi lado, yo tomé asiento en una de las cómodas sillas mientras que el vampiro lo hacía tras la que había al otro lado del escritorio.
Recoloqué mis piernas hasta encontrar una posición que me hiciera parecer tranquila mientras me preguntaba por qué Derek me habría citado, de qué querría hablar conmigo tras su vuelta.
-¿Ha ido todo bien? –pregunté, intentando romper el hielo.
Derek se frotó los párpados cerrados con aspecto cansado.
-No hemos conseguido ponernos de acuerdo –respondió con un tono ronco-. La situación se está desbordando y está logrando ponernos a todos nerviosos.
Me removí en el sillón, pensando en lo que había sucedido tres noches atrás. Ahora no me cabía ninguna duda que el vampiro que había logrado colarse en mi suite era el mismo que estaba asesinando sin contemplaciones en Londres, sembrando el pánico y poniendo en un grave aprieto a todos los aquelarres que convivían en la ciudad.
-Pero no estás aquí por eso, Galatea –continuó el vampiro, clavando sus cansados ojos en mí-. Bala me ha comentado que te ha visto bastante agitada estos últimos días. Dice que parecías... distraída, por no hablar de que no pareces respetar los horarios marcados –añadió con un tono de reproche-. Es un hombre ocupado que ha permitido hacer un pequeño paréntesis en sus obligaciones para poder ayudarte.
Bajé la mirada.
-Hace tres noches... bueno... alguien... -traté de hablar, de explicarle a Derek qué era lo que había logrado asustarme de aquella forma; lo espié y vi que el vampiro se había inclinado en mi dirección, atento.
-¿Alguien qué? –me presionó, ansioso.
Dudé sobre si debía continuar y confesarle que sus sistemas de seguridad habían fallado porque el vampiro descontrolado se había presentado en mi habitación para advertirme sobre nuestro creador; el estómago me dio un vuelco cuando recordé la conversación íntegra, en la que mi hermano me había advertido que no estaba cumpliendo con lo exigido y que Derek me había utilizado sin mi consentimiento para tratar de atrapar a nuestro padre.
-Creí ver a alguien.
Mi espalda impactó contra el respaldo de la silla cuando Derek me aferró por los brazos, sacudiéndome como si quisiera hacerme reaccionar. Sus ojos azules se habían dilatado y mis palabras habían conseguido ponerlo frenético.
Mi rostro se contrajo en una mueca de dolor ante la violencia del vampiro y su reacción. Apreté los dientes, intentando convencerme a mí misma de que no pasaba nada; el miedo que despertó su conducta hizo que se me agarrotaran los músculos y me quedara tensa. Derek parecía fuera de control.
-No... no sé cómo entró... ni cómo sabía cuál era mi dormitorio –balbuceé, temblando de pies a cabeza.
-¿Pudiste verle? –exigió saber, hundiéndome los dedos en los brazos.
Negué con la cabeza varias veces, mordiéndome el interior de las mejillas y recordando las palabras de Bala: debía encontrarme por encima de las circunstancias, no podía permitir que el miedo tomara las riendas.
La imagen del vampiro con pasamontañas se formó en mi mente, produciéndome un escalofrío.
-¿Te dijo algo? –presionó Derek.
Una parte de mí me recomendó que no le dijera quién era el vampiro que se había colado en mi dormitorio, que Derek podría malinterpretar las apocalípticas palabras que me había dirigido y podría repetirse lo que había sucedido con el vampiro del callejón; el líder del aquelarre no confiaba en mí y yo no tendría la seguridad de poder salir indemne de aquello. Gábor no podría ayudarme en esa ocasión.
-Me dijo que me utilizaste como cebo –conseguí responder-. Que me llevaste a ese local porque querías atraer al vampiro que me convirtió.
No pude evitar soltar un sonoro suspiro de alivio cuando Derek me apartó de golpe y empezó a pasearse por el despacho, pasándose una y otra vez las manos por su corto cabello rubio oscuro; mis ojos buscaron marcas en mi piel, casi esperando encontrarme con unos bonitos moratones debido a la fuerza que había usado conmigo.
Derek me había dejado marcadas las medialunas de sus uñas.
-¿Por qué no me dijiste la verdad? –le reproché, cayendo en la cuenta de algo-. Llevaste a Gábor y Bala para poder capturarlo, no para que pudieran controlarme a mí.
Sus ojos se desviaron en mi dirección y yo tragué saliva, arrepintiéndome de haber hablado.
-Los llevé como medida de seguridad adicional para ti –me corrigió con frialdad-. Pero no niego que lo hiciera también para poder coger a ese hijo de puta sin que se nos pudiera escapar.
-Y decidiste que exhibiéndome por ahí conseguirías hacerle salir a la luz –completé a media voz.
No pude evitar sentirme herida al recibir la confirmación por parte de Derek de que había usado nuestra supuesta excursión para otros fines; no había pensado en ningún momento en mí, en intentar ayudarme con toda la situación, sino que había decidido fingir que lo hacía para un propósito mucho más jugoso e importante: capturar a la persona que me había transformado, creyendo que ese era el vampiro que estaba causando estragos en Londres.
-No tienes ningún motivo para ponerte tan melodramática, Galatea –me exhortó con voz dura-. Tuviste una noche muy divertida.
Me puse en pie con decisión y le dirigí una mirada helada.
-He oído mi cupo diario de gilipolleces –dije, dándome la vuelta para marcharme-. Y no pienso escuchar ninguna más.
Mi huida no me llevó muy lejos, ya que me vi interceptada por Derek y obligada a girar sobre mis pies hasta que quedamos enfrentados cara a cara.
-No recuerdo haberte dado permiso para marcharte –siseó con irritación.
Fruncí el ceño, igual de molesta que él por el comportamiento tan retrógrado que estaba teniendo conmigo en esos instantes. Sabía que su enfado venía de antes, más incluso que cuando me había mandado llamar; estaba utilizándome como su diana principal para desquitarse de todo lo que había sucedido.
De los problemas que le había dado la reunión con Yolanda Poirier al no encontrar una solución para detener los asesinatos.
-Haz lo de siempre, Derek –le provoqué-. Desquítate tu frustración y rabia conmigo.
El vampiro apretó los labios en una mueca de frustración. Parecía estar controlándose a sí mismo para no sucumbir a sus deseos, esos mismos deseos que le exigían que se pusiera a gritarme como si yo tuviera la culpa de todo; el vampiro necesitaba a un culpable... una cabeza de turco, y además conseguir darle un motivo para poder echármelo en cara. En utilizarlo para proporcionarle mucha más munición que usar en mi contra.
-No estás en posición de ponerte así conmigo, Galatea.
-No me he puesto de ninguna forma, Derek –me defendí-. Has sido tú el que te has puesto violento conmigo sin ningún motivo.
Derek volvió a pasarse las manos por el rostro, soltando un resoplido de disgusto.
-¿Y cómo crees que debería reaccionar si me entero que ha habido un intruso paseándose libremente por mi casa? –me preguntó, levantando su tono de voz-. ¿Cómo crees que debería haberlo hecho, Galatea? No has hablado con nadie de esto, ¿qué hubiera sucedido si ese desconocido hubiera conseguido colarse de nuevo?
-Os habría puesto en peligro a todos –completé en voz baja.
-Tres días, Galatea –me recriminó, haciendo como si yo no hubiera intervenido-. Y a mí me lo has contado casi por obligación, cuando debería haber sido iniciativa tuya propia la de informar de ello para que pudieran tomarse las medidas oportunas. Has puesto en peligro al aquelarre por culpa de tu egoísmo.
Me mordí el labio inferior, aguantando de nuevo las recién llegadas ganas de llorar. ¿Desde cuándo me afectaban tanto mis discusiones con Derek? ¿Por qué ya no era capaz de plantarle cara como antes? Miles de preguntas me martillearon la cabeza, sin que yo pudiera tener una sola respuesta a alguna de ellas.
¿Cuándo había permitido que Derek consiguiera herirme con tanta facilidad?
-Tenía miedo –esgrimí casi con desesperación.
Pero Derek no podría entender hasta dónde alcanzaba ese sentimiento tan ponzoñoso porque no le había contado mi verdad; no me había atrevido a acusar abiertamente a Axel Vanczák de ser mi creador porque no había conseguido pruebas suficientes en las que poder apoyar mis extraños sueños y, más adelante, con las reveladoras palabras del vampiro que se había colado en mi suite.
Derek parecía encontrarse en el mismo punto de desesperación que yo misma.
-¿Y creíste que la mejor solución era el silencio?
Me hundí con más fuerza los dientes en la carne de mi labio inferior. ¿Cómo explicárselo? ¿Cómo hacerle ver que me sentía controlada por su hermano mayor, al igual que amenazada? Axel no había dudado en tenderme una emboscada, en hacerme partícipe de sus planes para conseguir el liderazgo del aquelarre y en ponerme en una situación complicada al dejarme una pequeña marca en el cuello, intentando malmeter en mi ya mala relación con Derek.
Él no confiaba en mí y yo no podía arriesgarme.
-Me dejé llevar por el pánico de verme atacada en mi dormitorio en mitad de la noche –concedí en un tono comedido, asimilando mi culpa por no haber actuado correctamente-. Sé que lo hice mal y te pido disculpas por ello.
En un rápido pestañeo me vi atrapada entre los poderosos brazos de Derek, con la cara pegada a su pecho. No había tenido tiempo de reacción y no sabía siquiera cómo actuar ante aquel imprevisto gesto de ¿cariño? por parte de Derek.
-¿Qué hubiera ocurrido si el vampiro hubiera regresado, Galatea? –me preguntó en voz baja-. ¿Qué hubiera sucedido si te hubiera hecho daño?
Por un momento creí volver a escuchar a mi corazón latir de manera frenética, pero Derek se encargó de ducharme con uno de sus habituales cubos de agua helada cargados de sinceridad.
-Hunter te necesita, Galatea.
Me liberé de su abrazo con un firme empujón, alzando la mirada para encontrarme con sus ojos azules clavados en los míos. Sus iris parecían haberse enternecido, quizá conmovido por el sufrimiento al que estaría sometido su hermano menor en el caso de que a mí me sucediera algo.
-Deirdre también sufriría –señalé con frialdad.
Vi a Derek dudar unos segundos mientras yo ponía algo más de distancia entre nosotros.
-A veces tengo la sensación de que me ocultas algo, Galatea –comentó en tono reflexivo-. Algo que te impide continuar hacia delante de la forma en la que querrías y que te detiene.
Le dediqué una mirada ceñuda antes de echar a caminar en dirección a la puerta. Me detuve con la mano en el picaporte, girándome una última vez para ver a Derek detenido cerca de la silla que había ocupado; a pesar de la distancia que nos separaba, pude ver perfectamente que Derek parecía insatisfecho con todo aquello, como si sintiera que se le escapaba algo.
-Mírame, Derek –ironicé, haciendo un gesto que me abarcaba enteramente-. Soy como un libro abierto. Mis secretos nunca han durado mucho...
Pensé en mi tarjeta escondida con el número escrito de Wolfgang Herz y en nuestro acuerdo; ojalá mis palabras hubieran resultado ser ciertas.
Pero hasta a mí me sonaron forzadas.
Étienne Hervieux
Nacido en Francia, Étienne es uno de los vampiros del aquelarre Vanczák más jóvenes. Le gustaba considerarse un alma libre que vivía gracias a su encanto natural; le encantaba camelar a mujeres de todas las edades para conseguir lo que necesitaba.
Se topó con Derek cuando éste huyó de Londres y ambos estuvieron conviviendo durante un tiempo juntos en París.
Deslenguado y muy seductor, Étienne disfruta mostrando sus encantos al género femenino y compitiendo con Bala.
Terminó convirtiéndose en uno de sus grandes amigos y ayuda con la seguridad de la mansión y de los miembros del aquelarre.
Jasira Chicoine
De ascendencia egipcia, Jasira ha vivido como una trotamundos antes de decidir asentar la cabeza. Desde un inicio tuvo claro que necesitaba un aquelarre que pudiera brindarle seguridad y protección; durante unos meses estuvo conviviendo con el clan Poirier, valorando la posibilidad de unirse a él.
Fue entonces, coincidiendo con una de las reuniones de los aquelarres más poderosos de Londres, donde conoció al aquelarre Vanczák, quien podría proporcionarle lo que llevaba buscando desde el principio.
Bala, al ver el potencial que tenía y la disposición que presentaba a acatar tajantemente las normas, le ofreció un puesto dentro del equipo de seguridad que lideraba.
Elek van Hasselt
Procedente de los Países Bajos, Elek fue una de las primeras vampiras en formar parte del aquelarre, cuando Ferenc Vanczák comenzó a formarlo; conoció a Ravenna antes de que enloqueciera por su transformación y fue una de las pocas que intentó ayudarla. Se cree que fue ella, ya que estaba encargada de la guardia nocturna del sótano la noche de la huida de la esposa del líder del aquelarre, quien tuvo la negligencia de no comprobar que las cadenas no necesitaban ser cambiadas.
Tardó mucho tiempo en poder pasar página, ya que pertenecía al cuerpo de seguridad y fue la que propuso que le transfirieran el puesto a Bala, una vez éste se unió al aquelarre cuando Derek regresó de su retiro acompañado por un nutrido grupo de vampiros.
Dicen las malas lenguas que mantuvo un affaire con Bala, y que la historia no está concluida aún entre ambos.
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