☽ | Chapter 27.
ELLA ES
Una sensación fría me bajó por la espalda, dejándome completamente helada tras las últimas palabras de Derek. Mis músculos se quedaron agarrotados y maldije interiormente a Deirdre y a sus profecías; no sabía cómo lidiar con la situación, no sabía cómo enfrentarme a ello cuando ni yo misma sabía cómo sentirme al respecto. No era ciega, pues sabía perfectamente lo que significaban todos aquellos retortijones en el estómago, o el dolor del pecho, cuando había visto a Hunter paseando con Ursula en los jardines; cuando había descubierto que Anna lo había utilizado para desestabilizar a Derek...
Cuando había descubierto que habían pasado la noche juntos, y no hablando precisamente.
Fruncí los labios, dejando el botellín de cerveza en el suelo. Era consciente de que esos sentimientos negativos que despertaba en mí la idea de ver a Hunter con otras chicas, lejos de mí, respondían a un solo nombre, pero no era justo para el pequeño de los Vanczák. No después de yo haber estado besando a su hermano en un reservado, comparándolos a ambos.
No era justo para Hunter que le reprochara lo que había sucedido con Ursula, comportándome como una celosa, cuando yo también había estado haciendo cosas no debidas, y disfrutando de ello, con su hermano.
Derek me estaba mirando como si fuera consciente de que hubiera metido la pata, sus ojos azules parecían mirarme con auténtico temor por haber hablado más de la cuenta sobre algo que no le pertenecía a él decirlo.
-Lo siento –se disculpó apresuradamente Derek-. Me he metido donde no me llaman...
Sacudí la cabeza, con la boca seca. No fui capaz de hablar.
-Mi hermano es una buena persona –dijo entonces el vampiro, intentando arreglar la situación, que se había tornado incómoda-. Es el mejor de todos nosotros, Galatea. Mi madre lo supo... quizá por eso pasaba siempre tanto tiempo con él mientras Axel y yo acompañábamos a mi padre para aprender el funcionamiento de nuestra herencia. Hunter siempre se ha merecido lo mejor.
Parpadeé de nuevo, entumecida todavía por la confesión de Derek que confirmaba mis peores pesadillas, esa en la que aún no estaba preparada para hacerle frente porque no sabía siquiera qué era lo que yo misma sentía. Fue entonces cuando comprendí un momento, en mi dormitorio antiguo cuando yo seguía estando atada a la cama por orden de Derek, en el que Hunter me preguntó si todavía éramos amigos... cuando se mostró tan decepcionado y herido al decirle que sí.
Hunter había esperado que yo le dijera todo lo contrario.
El vampiro me había estado ocultando sus propios sentimientos porque temía que, de haberlo averiguado, habría querido alejarme de él. Hunter había preferido quedarse a mi lado como un simple amigo antes que perderme.
-Mierda, Galatea –escuché a Derek blasfemar-. Joder, lo siento, no sabía en qué punto estabais y yo... Joder, te he hecho llorar.
Me pasé los dedos por las mejillas y vi que las tenía manchadas de sangre. Derek me contemplaba con una expresión de auténtico arrepentimiento y yo no sabía qué excusa poner a por qué me había puesto a lloriquear como una niñita; ni siquiera yo misma lo entendía.
Alcé una mano instintivamente cuando Derek hizo ademán de acercarse a mí. Estaba segura de poder lidiar con ello yo misma, no necesitaba la compasión de Derek al descubrir lo frágil que me volvían algunos temas.
Me sequé apresuradamente las pocas lágrimas de sangre que había derramado y respiré hondo, intentando calmarme. Me sentía ñoña y estúpida por lo que había sucedido, mi respuesta había sido desmesurada; ahora Derek creía que entre Hunter y yo había algo más.
-Es... es difícil –conseguí decir-. No quiero hacerle daño a tu hermano, Derek; no es justo para él.
Derek me miró con atención.
-Si es por lo que dije de que eras peligrosa para Hunter... realmente no pensaba en eso, no tenía ningún derecho a hacerlo. Estaba aterrado de ver a mi hermano... así. Me recordó al Derek que no pensaba antes de actuar, tenía miedo de que pudiera terminar como yo.
Me masajeé las sienes. Las amenazas que había recibido por parte del vampiro en relación con su hermano habían sido porque quería protegerlo; Derek lo único que buscaba con toda aquella actitud, aunque supiera que estaba haciéndole daño a Hunter, era evitar que su hermano menor repitiera sus mismos errores.
-Yo... estoy muy confusa –dije, con un nudo en la garganta-. No sé si estoy preparada para admitir lo que siento...
Me mordí el labio inferior, consciente de que estaba hablando más de la cuenta. Deirdre no había dudado en hacerme ver que mi comportamiento no correspondía en absoluto a lo que se entendía como «amiga», que debía haber algo más. Una verdadera amiga jamás le habría puesto en aquella difícil situación con Ursula, no habría montado todo aquel espectáculo.
-No me pidas que siga hablando, por favor –casi suplicó Derek-. Estoy torciéndolo todo.
Intenté hablar, pero no pude. Me puse en pie con cuidado y Derek alzó la cabeza para seguir cada uno de mis movimientos; conté los botellines de cerveza que el vampiro había ido atesorando desde que había subido al ático. Volví a mirarlo a los ojos, entendiendo por qué Derek se había mostrado conmigo tan vulnerable y no había tenido ningún reparo en abrirme sus mayores secretos.
Esbocé una sonrisa triste.
-Supongo que mañana no recordarás nada de esta conversación –dije de manera intencionada.
Derek balanceó el botellín con el ceño fruncido, pensativo.
-Seguramente no –asintió-. Pero en ocasiones está bien sacar al viejo Derek, siempre consigue huir cuando bebo mucho. Hoy se lo he permitido...
Se echó a reír entre dientes, dándole el último sorbo a su cerveza. Me acerqué a él para darle un apretón en el hombro, haciendo que el vampiro duplicara su ataque de risa; en cierto modo, no pude evitar compadecerme del Derek que se mantenía oculto, el que quedaba detrás de la imagen de líder del aquelarre.
Del vampiro que buscaba la aprobación de su padre e intentaba lidiar con el peso de los errores que había cometido en el pasado.
-Mi hermano es un afortunado –escuché decir a Derek mientras daba media vuelta y regresaba al interior del ático para bajar y dejar a solas al vampiro-. Un afortunado y yo un pobre envidioso que lo tiene todo pero siente que no tiene nada.
Bajé apresuradamente los escalones, deseando alejarme de ese Derek desgarrado por el dolor que se permitía bajar la guardia en aquel rincón, rodeado de las cosas de su madre. El punto de partida de su cambio, el inicio de sus problemas.
Respiré hondo cuando regresé al pasillo y plegué las escalerillas que conducían al ático. La duda de los verdaderos sentimientos de Hunter hacia mí seguía corroyéndome como pequeñas hormigas dentro de mí; una parte de mí quería saber si todo aquello era cierto o, simplemente, las cosas se habían salido de madre.
Otra parte de mí quería huir hacia mi suite y esconderse entre las mantas, fingiendo que nada había sucedido. Que todo había sido un mal sueño.
¿Qué sucedería si pillaba a Hunter ocupado? Ursula conseguía sacarme de quicio con aquella inocencia, asemejándose tanto a Anna, que no estaba segura de poder reaccionar de otra forma si la tenía frente a mí una segunda vez.
Decidí arriesgarme y me dirigí hacia el pasillo donde se encontraba la habitación del hermano menor de los Vanczák. Me detuve frente a la puerta y me quedé allí plantada como una idiota, casi hiperventilando; en mi cabeza se repetía la escena donde Ursula aparecida vestida con una camisa de Hunter y con el cabello despeinado, haciéndome dudar de nuevo sobre mi decisión de ir a ver a Hunter.
«No es más ciego el que no ve, sino el que no quiere ver.»
Bueno, querida Deirdre, alguien se había encargado de abrirme los ojos de golpe. Seguramente estarías orgullosa de mí...
Llamé a la puerta con indecisión. Al no recibir respuesta alguna llamé de nuevo y aguardé hasta comprobar que nadie iba a responderme; podría haberme dado media vuelta y haberme olvidado del asunto, pero eso habría significado que había vuelto a huir.
Aferré el picaporte y lo giré con lentitud, agudizando mi oído ante cualquier sonido sospechoso que procediera del interior de la habitación. Al no escuchar nada empujé la puerta hasta abrir un pequeño resquicio por el cual me colé; el salón estaba mucho más colocado que aquella mañana y en la mesa de cristal solamente se encontraba el cuaderno de dibujo de Hunter.
Lo cogí con intención de echarle un rápido vistazo. Recorrí a toda prisa las láminas que mostraban los distintos paisajes que había visitado el vampiro con el paso del tiempo; llegué a las láminas en las que había pintado su infancia, a su familia... Me detuve en aquellas en las que había pintado a los tres hermanos Vanczák cuando eran niños, acompañando a su madre; sin lugar a dudas Hunter tenía talento para ello, ya que parecía que tenía entre mis manos una fotografía, no un dibujo.
Mis dedos se crisparon cuando llegué a la parte final del cuadernillo, donde los dibujos eran... míos. Mordí mi labio inferior al verme retratada en multitud de ocasiones en las que Hunter debía haberme pillado sin que yo me diera cuenta; me detuve en la lámina en la que Hunter me había captado hablando con Deirdre. Recordaba que ese momento había sido antes de que yo fuera encerrada en mi dormitorio, cuando todavía era libre de vagar por la mansión... como ahora.
Cerré el cuaderno con las manos temblorosas y lo devolví a su sitio. Miré en dirección al dormitorio de Hunter, que también se encontraba vacío; podía ver una fina línea de luz bajo la puerta que conducía al baño personal del vampiro, así que me dirigí hacia allí.
En aquella ocasión no me entretuve en llamar a la puerta, sino que entré directamente sin saber si Hunter estaría tomándose un baño... a solas. Las puertas de cristal opaco estaban empañadas, pero dejaba intuir la forma de Hunter; no parecía que hubiera nadie más con él, así que crucé el baño y la abrí para colarme en el interior de la ducha sin importarme lo más mínimo nada más.
Hunter tenía la cara llena de espuma y no parecía haberme visto todavía.
-Me has mentido –dije en voz alta para que pudiera oírme por encima del correr del agua.
El vampiro se sobresaltó al escucharme y se apresuró a quitarse la capa de espuma de los ojos, quedándose boquiabierto de verme. Yo me crucé de brazos en actitud defensiva.
-¿Galatea? –preguntó con un rastro de inquietud y desconcierto-. ¿Cómo es posible...? ¿Qué haces aquí?
-Saber por qué me has estado mintiendo todo este tiempo.
Alcé la barbilla para acompañar a mis palabras. El vapor del agua caliente nos envolvía a ambos, haciendo que el ambiente se volviera más pesado; Hunter todavía parecía encontrarse sin palabras tras haber irrumpido de aquella forma en mitad de su ducha.
-Entre Ursula y yo no hay nada serio –se apresuró a aclararme, malinterpretándome-. Lo que pasó anoche entre nosotros...
Hice un movimiento de mano, cortándolo.
-Puedo imaginarme qué fue lo que pasó entre vosotros anoche –le aseguré-. Pero no he venido aquí por ello –me mordí el labio, dudando-. ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué fingir que lo único que buscabas era ser mi amigo?
Los ojos de Hunter me contemplaron con un brillo de desconcierto; yo le pegué un puñetazo en el hombro, irritada.
-¿Por qué, Hunter? –insistí.
El vampiro apretó la mandíbula, además de pellizcarse el puente de la nariz. Era evidente que ya había conseguido entender a qué venía todo aquel numerito de neófita desquiciada por mi parte.
-Era lo que tú querías –respondió con sencillez.
Tragué saliva mientras el agua caliente seguía cayendo contra nosotros, empapándome a mí de la cabeza a los pies. Me aparté de un manotazo los mechones de pelo que habían comenzado a pegárseme al rostro.
-Aquel día que te pedí una oportunidad, después de descubrir que mi hermano te había mentido y manipulado para que creyeras que era un ser horrible, fui testigo del terror que te daba la posibilidad de que yo quisiera algo más –forcé a mi memoria a rescatar ese recuerdo en concreto-. No quería forzarte a nada, Gala. Simplemente quería estar a tu lado; no me importó fingir que lo único que buscaba era ser tu amigo con tal de que no me apartaras.
Mi pecho se hinchaba y deshinchaba a toda velocidad. Los ojos se me nublaron durante unos segundos. Temía desplomarme de un momento a otro después de haber escuchado la confirmación implícita de Hunter sobre lo que Derek me había dicho sobre su hermano menor.
Hunter sonrió con tristeza.
-No quiero perderte, Galatea –dijo, sonando dolido-. No me importa estar contigo como un simple amigo. Déjame quedarme a tu lado, por favor.
Me puse de puntillas y cogí su rostro mojado entre mis manos.
-Si vuelves a acertarte a Ursula –le amenacé abiertamente- acabaré contigo, Hunter Vanczák.
La sonrisa del vampiro se fue iluminando al comprender mis palabras. Se inclinó hacia mi rostro y me besó con suavidad; sus labios mojados resultaban demasiado agradables y parecían ser suaves. Hunter me rodeó la cintura con los brazos y me alzó con cuidado hasta que nuestras cabezas quedaron a la misma altura, sin romper el beso en ningún momento.
A pesar de que estaba haciéndolo con sumo cuidado, como si temiera hacerme daño, le mordí en el labio inferior con fuerza, obligándole a que abandonara ese maldito papel y no tuviera miedo a hacerme daño; abrí la boca y permití el paso de su lengua, notando un cosquilleo en el vientre. Recordé lo cerca que habíamos estado de besarnos en el baile donde fui atacada y me regañé a mí misma por lo estúpida que había sido.
Por lo ciega que había querido estar.
Ronroneé de gusto cuando Hunter atrapó mi labio inferior y tiró de él, mirándome fijamente. El iris de sus ojos se había oscurecido y notaba su pecho subiendo y bajando a toda velocidad contra el mío; me obligué a recordar que estábamos todavía metidos en su ducha y que, mientras que Hunter se encontraba completamente desnudo, mis ropas estaban empapadas.
Lo besé una última vez antes de deslizarme entre sus brazos hasta quedarme de pie frente a él.
-Te espero fuera –dije, saliendo de la ducha y cerrando la puerta a mi espalda.
Tomé prestada una toalla y quité un poco de vapor del espejo, contemplándome. Supuse que tendría que darle las gracias a Derek por haber conseguido darme ese pequeño empujoncito que necesitaba para comprender que estaba enamorada de su hermano pequeño, que quería arriesgarme y dejar de fingir que mis sentimientos eran distintos. Sin embargo, aún notaba un regusto en la boca del estómago que estaba logrando aplacar efectivamente el cosquilleo de mi vientre y la emoción de recordar lo que había sucedido dentro de la cabina de la ducha.
Me envolví en la toalla y salí del baño.
Hunter salió poco después completamente vestido y con el cabello húmedo. Sus ojos azules parecían resplandecer por sí solos; incliné mi rostro hacia él para que me besara de nuevo y sonreí cuando se apartó de mí, con una expresión de incredulidad y pura felicidad.
-¿Esto quiere decir...? –empezó a hablar Hunter, sentándose a mi lado sobre su cama.
Le tapé la boca con ambas manos, manteniendo la sonrisa.
-No le pongamos etiquetas aún –le pedí, mirándole de manera implorante-. Es cierto que hemos dado un paso muy importante, pero no quiero ir deprisa. Me gustaría que fuéramos poco a poco, sin forzar las cosas entre nosotros...
Retiré mis manos para dejarle hablar, pero Hunter se inclinó hacia mí para depositar un tierno beso en la punta de la nariz.
-Haremos las cosas a tu modo –me prometió-. No diremos nada hasta que tú estés segura de esto. Pero quiero una concesión –añadió, mirándome pícaramente.
Enarqué una ceja, a la espera de que me explicara en qué consistía su concesión.
-Que me permitas que te bese siempre que tenga oportunidad y no haya nadie que pueda vernos –dijo, haciéndome soltar una risita-. Sé que te gusta... y a mí también.
Le di un golpe en el brazo.
-Eres un zalamero –le recriminé con una sonrisa.
Hunter estaba sonriéndome abiertamente y sacudió la cabeza, salpicándome con las gotitas de su cabello húmedo.
-Entonces quédate aquí a pasar la noche –dijo.
La sonrisa desapareció de golpe de mi rostro al escuchar su petición. El vampiro estaba tan emocionado con aquel giro en las circunstancias que no se dio cuenta de lo poco que me había emocionado la idea de quedarme con Hunter en su dormitorio toda la noche; me dije que no era culpa de Hunter, que estaba precipitándose debido a la emoción que le embargaba tras habernos decidido dar una oportunidad de descubrir si teníamos un futuro juntos.
-Poco a poco –le recordé a Hunter.
El vampiro me sonrió.
-Poco a poco.
Me incliné para darle un beso en la mejilla mientras le devolvía la toalla. Hunter me acompañó diligentemente hasta la puerta de su dormitorio, cuando salí al pasillo le escuché reírse entre dientes y cogerme por la muñeca, haciendo que girara sobre mí misma hasta chocar contra su pecho; sus manos me cogieron por la mandíbula y me sonrió con aire travieso.
Le devolví la sonrisa al mismo tiempo que me alzaba sobre mis puntillas para dejar que Hunter me besara de nuevo. Sonreía contra mis labios, tratando de hacerme cosquillas con su nariz, cuando escuchamos una tos que procedía del fondo del pasillo.
Nos apartamos apresuradamente y vimos a Derek parado debajo de la trampilla que conducía al ático. Me sonrojé sin poderlo evitar y puse algo de distancia entre Hunter y yo al vernos descubierto tan rápido.
Ninguno de los dos hicimos ningún movimiento cuando Derek se movió para dirigirse hacia su dormitorio; nos dedicó una sonrisa forzada mientras me esquivaba y alcanzaba la puerta de su habitación. Nadie dijo nada y Derek se apresuró a encerrarse en su dormitorio sin tan siquiera despedirse.
Golpeé a Hunter en el hombro cuando le vi poner los ojos en blanco.
-Esto no tiene ninguna gracia –le regañé, muerta de vergüenza.
¿Qué pensaría Derek al habernos pillado in fraganti? Quería que la tierra me tragase en ese mismo instante. Hunter parecía bastante divertido con la situación, sin importarle lo más mínimo que su hermano mayor nos hubiera cogido en un momento tan íntimo; casi parecía un pavo de tanto hinchar su esculpido pecho y la sonrisa no había desaparecido ni un segundo, ni siquiera cuando habíamos visto a Derek al fondo del pasillo, con sus ojos azules clavados en nosotros.
-Mañana no recordará nada –me aseguró en un cuchicheo.
Aquello no sirvió para hacer desaparecer los nervios de habernos visto al descubierto tan rápido. Era como si el cosmos o el karma hubieran decidido fastidiarme los planes que tenía de mantener aquello en silencio hasta que estuviera segura de mi decisión; Hunter me besó en la mejilla y nos despedimos con un escueto «buenas noches».
Las palabras de Hunter no me habían tranquilizado en absoluto.
Deirdre fue la encargada de levantarme a la mañana siguiente. Se quedó perpleja al verme con toda la ropa arrugada y aovillada entre un nido de mantas; la noche anterior no me había quitado las prendas mojadas y me había metido directamente en la cama, con una sensación agridulce. Estaba feliz de haber conseguido aclarar las cosas, tanto con Hunter como conmigo misma, pero no podía evitar recordar una y otra vez lo mal que había visto a Derek en el ático y cómo nos había ignorado a ambos en el pasillo mientras se dirigía hacia su dormitorio.
Alcé una mano hacia el rostro de Deirdre.
-Dame cinco minutos más, por favor –le pedí con un quejido.
Mi súplica no funcionó con Deirdre, quien puso más empeño en sacarme de la cama.
-Bala está esperándote en el jardín –me informó, inflexible-. Aunque Derek no esté ha dado instrucciones...
Esa pizca de información me hizo que me pusiera en pie de un sobresalto, apoyándome en los codos para poder mirar fijamente a la vampira, que se encontraba retirando las mantas para evitar que pudiera volver a cubrirme con ellas. Sin embargo, lo último que había dicho había logrado despejarme de golpe.
-¿Derek se ha ido? –repetí casi como una cacatúa.
Deirdre me miró con censura, regañándome con la mirada por estar todavía en la cama con la ropa arrugada del día anterior.
-Eso he dicho –asintió, dando un brusco tirón a las mantas-. Se ha llevado a un buen número de gente con él... Pero ha preferido dejarnos aquí a Bala como medida adicional de seguridad.
Enarqué una ceja mientras salía definitivamente de la cama y Deirdre me conducía casi a la fuerza hacia el vestidor para que pudiera cambiarme. Me mordí el labio inferior, preguntándome si debía contarle a Deirdre las novedades en mi relación con Hunter.
-Attila dice que ha visto a alguien rondando por los perímetros de la mansión –continuó explicándome Deirdre-. Los vampiros dedicados a la seguridad de la mansión están tratando de descubrir si se trata de un humano extraviado o de un vampiro...
Fruncí el ceño, con toda mi atención puesta en Deirdre, que seguía hablando.
-Todavía no tienen nada pero no puede significar nada bueno, en caso de que resulte ser un vampiro. Los aquelarres se encuentran en una situación muy delicada tras la oleada de asesinatos que está asolando Londres; diez víctimas en la última semana –prosiguió explicándome mientras yo me cambiaba-. Están saltando las primeras alarmas en el mundo de los humanos y no podemos permitirnos que alguien pueda descubrirnos. Sería una catástrofe.
Recordé mis teorías sobre que Axel había convertido a alguien más, aunque aún no había conseguido dar con el motivo que había empujado al primogénito de los Vanczák para realizar otra conversión no autorizada; le había prometido a Wolfgang Herz que le haría llegar cualquier información que obtuviera, pero no había cumplido con mi parte del trato.
Ahora ni siquiera estaba segura de querer continuar con el acuerdo al que había llegado con el líder del aquelarre Herz. El problema que tenía era que no sabía cómo hacérselo saber al vampiro.
Deirdre me acompañó hasta fuera del dormitorio, donde nos topamos con Hunter. El vampiro consiguió dominarse a sí mismo y yo le pedí a la vampira que se fuera adelantando, diciéndole que no tardaría en alcanzarla; Deirdre me dirigió una extraña mirada, pero se marchó por el pasillo, dejándonos a solas. Mi mirada recorrió todos los rincones del largo corredor, asegurándome de que no hubiera nadie en los alrededores que pudieran vernos.
Hunter se apresuró a abrazarme para después plantarme un beso. Lo miré de manera interrogativa, preguntándome qué hacía allí.
-Quería venir a despedirme –dijo el vampiro, como si hubiera leído mi mente-. El aquelarre Poirier nos ha avisado para que la familia Vanczák se reúna con ellos por la situación de los asesinatos en Londres y no quería marcharme sin verte antes.
No fui capaz de sonreír. Era posible que yo tuviera la solución a lo que estaba sucediendo, pero no era capaz de decírselo a Hunter; no me encontraba segura de mis suposiciones.
-Además, vamos a llevar a Ursula de vuelta a su hogar –me susurró Hunter de manera intencionada.
Le di un golpe en el estómago y Hunter se rió contra mi oído.
-No te portes muy mal mientras estamos fuera –me pidió-. La visita al clan Poirier no se alargará mucho, te lo prometo.
Cerré los ojos cuando Hunter me dio un tierno beso en la nariz y nos separamos. El vampiro se fue en dirección a su dormitorio para terminar de prepararse para el viaje y yo me dirigí hacia las escaleras. Deirdre me esperaba en el vestíbulo y parecía algo nerviosa; sus ojos me rehuían y se limitaba a darme respuestas monosilábicas cuando le preguntaba cualquier cosa.
Bala nos saludó con un gesto de mano y Deirdre se excusó para regresar al interior de la mansión. Mi costado todavía seguía herido, por lo que tuve que practicar de nuevo con la pistola; el vampiro quiso vengarse de mí por lo sucedido en nuestro último, e inacabado, entrenamiento y había colocado unas dianas que se movían.
No hace falta decir que fue un auténtico desastre que consiguió que casi se le saltaran las lágrimas a Bala.
Fui consciente del poco tránsito que había dentro de la mansión debido a la repentina invitación que había hecho el clan Poirier a los miembros del aquelarre Vanczák para buscar una solución conjunta a la insostenible situación del vampiro neófito que todavía andaba por Londres sembrando el caos a su paso; me sorprendió ver que no se encontraban Morticia, su inseparable gemela Othilie y la propia Anna.
Parecía que la falta de Morticia y Anna habían conseguido relajar un poco los ánimos e incluso Deirdre, quien se había quedado sorprendentemente en la mansión, había suavizado su habitual gesto duro; le pedí que se quedara conmigo en mi suite, ya que no sabía qué hacer para matar el tiempo.
La vampira aceptó casi a regañadientes mi oferta y le ordenó a las doncellas de la mansión que nos subieran a la suite las comidas, ya que ninguna de las dos tenía ganas de hacerlo en el comedor; sin embargo, y a pesar de que la mañana había empezado con una Deirdre bastante habladora, ahora se mantenía recluida en un extraño silencio.
-¿Ha sucedido algo? –me atreví a preguntar-. ¿Es sobre el intruso que ronda por aquí?
Deirdre frunció los labios, como si tuviera algo amargo en la boca.
-No lo entiendo –dijo la vampira-. No consigo entenderlo.
-¿Entender el qué?
Deirdre hizo un aspaviento con las manos y resopló, indignada.
-¡Os he visto a Hunter y a ti en el pasillo, Gala! –explotó y yo la miré horrorizada-. ¿Cómo es posible que me hubieras rebatido con uñas y dientes que no sentías nada más que una amistad con Hunter y os viera a ambos en una actitud tan acaramelada? ¡No tiene ningún sentido!
Bajé la mirada, avergonzada. Le había asegurado por activa y por pasiva a mi amiga que lo único que buscaba de Hunter era una relación de amistad, ella había insistido en hacerme ver que no estaba siendo sincera con mis propios sentimientos y yo me había negado en rotundo; era más que comprensible que se mostrara tan molesta conmigo por no entender qué era lo que había sucedido, qué se había perdido cuando apenas un día antes habíamos mantenido esa conversación.
-Tenías razón –reconocí a media voz, sin atreverme a levantar la mirada para enfrentarme a la dura mirada de Deirdre-. No he sido sincera contigo, ni conmigo misma. Estaba aterrada, Deirdre. No quería ver que no veía a Hunter simplemente como a un amigo más; supongo que verlo con Ursula ha sido lo que me ha hecho estallar y darme cuenta de que no soportaba verlo con ninguna chica más... Pero tenía miedo a reconocerlo en voz alta, Deirdre; no quiero hacerle daño a Hunter.
No quise hablarle de la inspiradora conversación que había mantenido con Derek donde el vampiro me había asegurado que su hermano menor estaba enamorado de mí y que era afortunado por ello; todo había sido muy rápido, pero no quería dejar que mis miedos tomaran las riendas de la situación.
Escuché a Deirdre suspirar con resignación.
-Oh, Gala, yo jamás te habría juzgado por ello –me aseguró, cogiéndome por las manos.
-No quiero ponerle etiquetas aún –le conté, con un nudo en la garganta-. Simplemente quiero ver dónde nos llevan las cosas, si realmente tenemos una oportunidad... Quiero ir poco a poco.
Cuando me atreví a levantar la mirada, vi que Deirdre me sonreía de manera pícara.
-La forma en la que te abrazaba en el pasillo no se parecía nada a «ir poco a poco» –se burló la vampira, intentando de relajar el ambiente y de hacerme ver que no iba a juzgarme, que me apoyaba-. Hunter es un buen chico, Gala. Si te soy sincera, es el único de los Vanczák que realmente merece la pena.
No pude evitar sentirme triste por su último comentario. Comprendía a Deirdre, entendía el odio que sentía hacia Derek por el daño que le había causado en el pasado, haciéndole perder a la persona a la que amaba; pero lo que no sabía Deirdre era el tormentoso pasado de Derek, los motivos que le habían empujado a comportarse de esa forma tan mezquina y por qué no había salido en defensa de Deirdre cuando Anna le había exigido una compensación por su desliz.
Lo único que pude hacer fue esbozar una débil sonrisa.
Después de una improvisada tarde de chicas en la que le exigí a Deirdre que me prometiera que no diría nada de lo que había visto, me quité las ropas para ponerme uno de los pijamas que había encontrado en una de las cómodas de la suite. No pude evitar sentirme algo inquieta al ser consciente que era la primera vez que vivía lo que se suponía que formaba parte de las responsabilidades de la familia Vanczák: los viajes y las reuniones con otros aquelarres.
Me pregunté si sería usual que los miembros de la familia, y no solamente me estaba refiriendo a Ferenc y Morticia junto a su séquito, pasaran largas temporadas fuera de la mansión o si tenían que salir fuera de la mansión para reunirse con los otros aquelarres de Londres. Después me venció el sueño.
Salí lentamente de los brazos de Morfeo cuando tuve la sensación de que alguien se había dejado una de las ventanas de la suite abierta. Era algo extraño, ya que notaba la brisa nocturna contra mi piel... a pesar de que era imposible, pues me había asegurado antes de irme a descansar que todo estuviera bien cerrado.
Me puse en guardia y agudicé el oído, escuchando un ligero roce como de unas suelas contra las alfombras que cubrían los suelos de la suite; me obligué a mantenerme con el cuerpo relajado y fingiendo estar todavía dormida. Una parte de mí fantaseó con la idea de que el intruso fuera Hunter, que había vuelto demasiado temprano de su visita al clan Poirier; olfateé con discreción, intentando comprobar si el efluvio correspondía al del vampiro.
Pero me encontré con un aroma desconocido y no pude evitar ponerme nerviosa.
Estaba segura de no conocer aún a todos los miembros del aquelarre y el intruso podría ser uno de los hombres de Ferenc que hubiera sido enviado por el propio vampiro o por Morticia; fingí que me estaba recolocando la postura, como si estuviera dormida, pero lo único que buscaba era una forma de deslizarme entre las sábanas para pillar con la guardia baja al intruso.
Una mano me aferró por el cuello mientras la otra me taponaba la boca para que no pudiera emitir ni un solo sonido que pudiera alertar a alguien más; mis ojos se abrieron de golpe por el terror y no pude ver el rostro de mi atacante.
Me topé con un pasamontañas negro que le cubría todos sus rasgos, impidiéndome identificarlo.
Arqueé mi espalda con violencia, intentando sacudírmelo de encima. El desconocido pasó una pierna por encima de mí para poder inmovilizarme completamente contra el colchón, todavía con sus dos manos en mi cuello y boca; conseguí golpearlo con mis puños, pero eso no le afectó en absoluto.
Era como si estuviera golpeando una maldita roca.
Una náusea atenazó mi estómago cuando bajó su rostro cubierto por el pasamontañas hasta acercarse a mi oído. Le golpeé de nuevo, pero lo único que recibí por su parte fue una risita desdeñosa.
-¿Te lo pasaste bien en aquel local, Galatea? –me preguntó con una voz profunda y ronca.
Los ojos se me llenaron de lágrimas al reconocer aquella voz, la misma que había escuchado de aquel desconocido que me había arrastrado hacia el callejón para transformarme en vampiro.
Era la voz de mi creador.
-¿Creíste que Derek Vanczák te sacó de tu bonita prisión para hacerte un favor? –siguió hablando el vampiro-. Eras un cebo. Un maldito cebo para intentar atrapar a la persona que te transformó.
»Pensó que paseándote como si fueras una vulgar mercancía conseguiría sacar a la luz al vampiro que te mordió para luego abandonarte... pero no contaba con el hecho de que nuestro padre sería más astuto. Te echa de menos, Galatea... Piensa que no se te está dando el trato que mereces.
«Estás destinada a convertirte en alguien importante, alguien con poder...»
Parpadeé varias veces para evitar que las lágrimas se desbordaran por las comisuras. Había confundido la voz de aquel vampiro con la de Axel cuando me transformó, pero aquel tipo que me mantenía inmovilizada contra la cama no era el vampiro...
Era el neófito que había creado después de mí, el mismo que había estado asesinando sin preocuparse lo más mínimo de la tensa situación en la que estaba poniendo la tregua que se había creado entre los cuatro aquelarres más importantes de Londres.
Cuando me rebatí lo hice casi sin fuerzas, débil debido al descubrimiento de haber reconocido a ese vampiro, el mismo que debían haber visto los vampiros encargados de la seguridad de la mansión merodeando por aquí, como mi... ¿mi hermano? Ni siquiera sabía qué término utilizar.
-Recuerda qué es lo que tienes que hacer, Galatea –susurró el neófito desconocido junto a mi oído, aumentando mis náuseas-. Recuerda quién es el enemigo. No decepciones a nuestro padre.
Entonces se desvaneció como si todo aquello hubiese sido producto de mi imaginación. Dejé escapar un sonoro sollozo y mis nervios se convirtieron en arcadas secas cuando vi que una de las ventanas de mi suite estaba abierta de par en par; me tambaleé para cerrarla con violencia, manteniendo a raya las lágrimas que pugnaban por salir.
Recorrí con la mirada la suite, sintiéndome vulnerable y expuesta en aquella habitación. Tras la entrada furtiva del vampiro, no me sentía segura entre esas paredes; salí de la suite con decisión y me dirigí a toda prisa al dormitorio de Hunter.
La habitación se encontraba vacía, ya que su dueño se encontraba fuera de la mansión junto a su familia, intentando solucionar la insostenible situación de los asesinatos que estaban sumiendo a Londres casi en la histeria.
Corrí hacia la cama hecha de Hunter y me cobijé bajo sus mantas.
Olían a él, haciéndome sentir casi como si lo tuviera a mi lado.
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