☽ | Chapter 23.
#TEAMBLOODYMARY
Me quedé pegada a la ventana el resto del día. Hunter se había marchado después de haberle asegurado que no necesitaba que corriera a las piernas de Derek para pedirle que me protegiera de su malvada madrastra; yo me había puesto un viejo chándal (mi habitual uniforme desde que había terminado en aquella lujosa mansión) y me había parapetado en el sofá, con la vista clavada en el horizonte. Quizá me había puesto algo melancólica, pero no tenía ganas siquiera de divertirme a costa de las doncellas que me mandaba Derek para que me trajeran mi dosis diaria de sangre (de no haber sido vampira y saber que no engordaría ni un gramo, sospecharía que el líder del aquelarre me estaba cebando cual cerdo... directa para el matadero); me mantuve en mi posición, mirando más allá del bosque que se encontraba tras la mansión y que debía terminar en algún punto de aquella amplia extensión de terreno.
Ya estaba anocheciendo cuando alguien llamó a mi puerta. Desvié la mirada hacia donde procedía el sonido, preguntándome quién tendría la educación de llamar sin entrar como una tromba en mi nuevo dormitorio para poder amenazarme; no respondí, deseando que eso fuera señal suficiente para que me dejaran tranquila lo que restaba de día, pero no tuve tanta suerte: el rostro preocupado de Derek asomó por el hueco que había abierto y sus ojos azules me contemplaron con atención, además de cierto aire de sospecha.
-¿Creías que me había dedicado a destrozar también esta habitación? –adiviné con una media sonrisa.
Los ojos de Derek recorrieron el saloncito y lo poco que podía verse desde la puerta del dormitorio que había anexo. Todo se encontraba en completo orden, pues yo había decidido no mover nada de lo que allí había... a excepción del vestidor, que me había visto en la obligación de revolverlo un poco hasta dar con algo que entrara dentro de lo que tenía en mente.
Cuando volvió a mirarme parecía impresionado.
-Había creído que habrías aprovechado para ponerla más a tu gusto –reconoció, haciendo alusión al destrozo que había ocasionado a la habitación anterior-. Estoy... bueno, sin palabras.
Mi sonrisa se hizo más amplia y satisfecha al ver por primera vez a Derek contemplándome como si no supiera qué decir exactamente. El vampiro parecía encontrarse realmente sorprendido de haberse visto equivocado con sus deducciones sobre lo que se encontraría en el nuevo dormitorio de la neófita desquiciada.
Decidí ser benevolente con Derek y no burlarme más de él.
-¿Querías algo más además de comprobar que todo está en orden? –le pregunté con suavidad.
Derek frunció los labios, evaluándome con la mirada.
-Cámbiate, nos vamos de excursión –me ordenó.
Arqueé ambas cejas en un gesto de total estupefacción.
-¿Eres consciente de que la palabra «excursión» seguida de tu nombre suena a plan para tratar de eliminarme en cualquier sitio alejado para que no hayan testigos ni pruebas sobre mi repentina desaparición? –me aseguré, con dudas respecto a qué tendría en mente Derek para decir que «nos íbamos de excursión.»
Derek esbozó una media sonrisa torcida y me hizo un gesto con el dedo índice para indicarme que me pusiera en movimiento. Yo contuve las ganas de devolverle el gesto, variando ligeramente el mensaje a «Que te jodan.»
-Soy consciente de que llevar encerrada aquí tanto tiempo ha conseguido hacerte perder el control –respondió, ignorando por completo mi gesto cabreado-. Por eso mismo he pensado que podríamos salir.
Aquello no me convenció, ya que Derek nunca se había mostrado tan atento y compasivo conmigo; me había acostumbrado al taciturno y odioso Derek Vanczák que siempre trataba sacarme de quicio.
El vampiro adivinó mis dudas y recelos respecto a aceptar la tan generosa oferta que me había hecho.
-¿Dónde está la trampa? –quise saber, sonriendo.
Derek dudó unos segundos, como si no hubiera comprendido mi pregunta.
-No hay ninguna trampa, Gala –me prometió y sonaba demasiado serio-. He pensado que esto podría suavizar las cosas.
Ladeé la cabeza para estudiarlo en silencio, valorando si estaba hablando en serio o si habría algo que estaba ocultándome de manera intencionada; Derek se coló finalmente en mi habitación, cerrando la puerta con suavidad a su espalda.
-Vamos, neófita desconfiada, no tengo toda la eternidad para ver cómo dudas de mi palabra –me advirtió.
Me puse en pie con lentitud, sin apartar la mirada del rostro de Derek. El vampiro había decidido apoyarse en la puerta, cruzándose de brazos y dedicándome una mirada inquisitiva; me moví lateralmente como un cangrejo, sin perder de vista al vampiro y aguantando a duras penas las rabias asesinas que despertaba en mí la sonrisita de suficiencia que tenía Derek en su perfecto rostro.
-Procura escoger algo divertido, Gala –dijo Derek a mi espalda mientras yo me dirigía hacia mi recién estrenado vestidor-. Aunque no tanto como lo de anoche, por favor. Me conformo con que vayas con más tela.
Puse los ojos en blanco mientras abría las puertas del vestidor y me internaba de nuevo en aquel espacio que me ponía el vello de punta. Revolví entre las perchas que tenía más cerca y que contenían ropa bastante... festiva; pasé prendas sin encontrar nada que pudiera utilizar para lo que Derek tenía en mente. No contaba con mucha información al respecto, además.
Decidí portarme bien y escogí una camiseta de manga corta holgada en color gris, con una enorme calavera impresa en su centro, y unos ceñidos pantalones de cuero; al darme la vuelta para regresar a mi dormitorio me topé con el cuerpo de Derek bloqueando la puerta.
Le mostré las prendas que había elegido y Derek sonrió, sacudiendo la cabeza.
-Se me olvidaba que le tienes fobia a los vestidos y las faldas –comentó, haciéndose a un lado para dejarme pasar.
Me recoloqué con cuidado el pelo sobre mi cuello, ocultando la maquillada marca que había conseguido disimularla un poco debido a la palidez de mi piel; me dirigí hacia el cuarto de baño, rezando para que no se fijara en esa zona de mi cuerpo el resto de la noche... y del tiempo que hiciera falta hasta que desapareciera por completo.
-Te vendría bien algo de maquillaje –me recomendó Derek a mi espalda.
Le hice un gesto con la mano, dándole a entender que lo tendría en cuenta. Nada más cerrar la puerta corrí el pestillo y me miré en el espejo, comprobando que las palabras de Derek no tuvieran un doble sentido; aún no había averiguado qué era lo que tramaba el vampiro, pero la idea de encontrarme lejos de aquella mansión durante un tiempo, por poco que fuera, me animaba bastante.
Me cambié y abrí los cajones donde había localizado los productos de maquillaje. Fruncí los labios en un gesto pensativo, preguntándome a mí misma qué podía hacer con mi rostro aquella noche; la transformación parecía haber afilado mis rasgos, dándome una apariencia mucho más madura y adulta. Cogí el delineador negro y la sombra del mismo color y me puse manos a la obra.
Carraspeé cuando salí del baño, ya arreglada. Derek me estaba dando la espalda, seguramente bastante interesado en el dormitorio que había decidido darme; sus ojos azules se abrieron desmesuradamente al verme en el quicio de la puerta, cruzada de brazos.
-Ah, estupendo –dijo, sonriente-. Justo a tiempo.
No hizo ningún comentario sobre mi atuendo o apariencia, de modo que no sabía si había logrado pasar su dura criba; salimos de mi dormitorio y nos dirigimos hacia las escaleras. Me detuve en ellas, cayendo en la cuenta de la promesa que le había hecho a Hunter respecto a aquella noche.
Derek se giró para ver qué había podido detenerme.
-Acabo de recordar que Hunter y yo...
El vampiro enarcó una ceja pero yo no pude continuar. De repente no quería que Derek supiera que había hecho planes con su hermano menor para terminar de ver nuestro maratón de películas sobre vampiros, el material de estudio que había elegido el vampiro para que retomáramos mis clases sobre comportarme como una vampira y conocer mejor a mis congéneres.
-Anna ha retenido a mi hermano y a Ursula en el salón con la excusa de tomar algo después de cenar –contestó Derek, encogiéndose de hombros.
Y por lo que había podido averiguar, a Derek no le importaba lo más mínimo que Hunter pasara demasiado tiempo con esa maldita vampira rubia; apreté los labios y traté de ignorar el nudo que se me había formado en el estómago al descubrir que nuestros planes se habían cancelado y que yo ni siquiera lo sabía.
Bajé apresuradamente las escaleras, a la zaga de Derek. Cuando llegamos al vestíbulo dudé sobre qué dirección tomar; quizá toda aquella «excursión» se limitaba a llevarme al bosque que había tras la mansión para intentar hacerme caer en otra de las trampas que había repartidas por la zona.
Trampas cuya utilidad aún no había adivinado.
Los dedos de Derek se enroscaron en mi antebrazo y tiraron de mí con cuidado, nada que ver con los tirones que había recibido por su parte en el pasado; no me hizo falta ver hacia dónde nos dirigíamos para saber que nuestra excursión sería fuera de los límites de la mansión.
Sonreí cuando Derek me soltó para introducir el código de seguridad en el teclado que había incrustado en la pared. Hunter también me había conducido en una ocasión hacia ese pasillo que comunicaba con el garaje de los Vanczák; el pitido nos informó que los seguros de la puerta se habían abierto y que podíamos entrar sin problemas.
Parpadeé cuando puse un pie en el garaje, recordando lo mucho que le habría gustado a mi padre estar allí. Derek tenía el ceño fruncido y contemplaba la hilera de vehículos con una expresión de duda.
-Quizá deberías escoger el menos llamativo –aconsejé.
Derek me miró.
-¿Por qué?
Me encogí de hombros.
-Para no llamar la atención, evidentemente –respondí, como si aquello no fuera ya de por sí obvio.
Derek puso los ojos en blanco.
-Todas esas preciosidades tienen una única función y es, precisamente, llamar la atención –su mirada volvió a recorrer la línea de coches que había allí aparcados. Se detuvieron en uno de color negro y sonrió-. Cogeremos el Audi.
Como buena lectora cuyos conocimientos sobre coches era nula, siempre que cualquier libro mencionaba algún modelo de coche, yo me abalanzaba sobre Google para buscar imágenes sobre el modelo en cuestión; puse los ojos en blanco al reconocer el modelo de coche que era ese Audi.
Por supuesto, cómo no: un Audi R8.
Le eché un vistazo al atuendo de Derek, quien también parecía haber optado por una camiseta lisa y unos vaqueros oscuros. Puse los ojos en blanco ante la ridícula idea que se había formado en mi mente.
-Me siento aliviada de ver que no lleva nada con lo que poder atarme dentro del vehículo, señor Vanczák –dije, sonriendo.
Los ojos azules de Derek me miraron con desconcierto y yo no pude evitar echarme a reír.
-¿Qué mosca te ha picado ahora? –quiso saber el vampiro, sonando algo irritado.
-Cosas de lectora –repliqué con un mohín-. No lo entenderías.
Abrí la puerta con cuidado y me senté sobre los mullidos asientos del vehículo mientras Derek lo hacía en el asiento del conductor. Me crucé de brazos con indignación al ver cómo Derek se recreaba en la imagen de sí mismo que le devolvía el espejo retrovisor, tuve ganas de estamparlo pero me contuve mientras el vampiro terminaba de contemplarse.
-Tienes un aspecto divino, Derek –dije con sorna-. ¿Necesitas brillo de labios? Podría prestarte el mío.
Nuestras miradas se encontraron en el cuadradito del espejo retrovisor. Los ojos azules de Derek estaban clavados en los míos y sus labios estaban fruncidos en un rictus de molestia, nada divertido con mi broma; me encogí de hombros de manera inocente, intentando hacerle entender con ese gesto que mi intención no había sido la de buscar un nuevo enfrentamiento.
Mi tobillo aún tenía una ligera marca de recordatorio de la última vez que me había atrevido a cuestionar a Derek.
-No sé por qué me molesto en hacer todo esto –bufó con arrepentimiento.
Yo me hundí más en el asiento y me apoyé en la puerta para poder mirarlo fijamente. Derek había dejado de contemplarse en el espejo y se encontraba concentrado en su teléfono móvil; con mi visión mejorada pude ver que estaba enviando mensajes a alguien, lo que me puso en alerta.
Una parte de mí me recordó el trato que mantenía con Wolfgang Herz en el que debía informarle de cualquier detalle sospechoso que pudiera indicarle al vampiro que el aquelarre Vanczák había quebrantado las leyes.
-En el fondo creo que te diviertes conmigo –me aventuré a decir.
Derek me miró con escepticismo, bloqueando su smarthphone y guardándoselo en uno de los bolsillos de sus vaqueros.
-¿Qué te hace pensar eso? –se interesó, pulsando el botón de arranque del coche.
Me encogí de hombros.
-Debe de ser muy cansado para ti tener todo un séquito que nunca pone en duda tus órdenes –respondí con osadía mientras Derek se dirigía a las puertas del garaje-. Yo soy la única que le pone algo de interés a tu aburrido papel de líder gruñón y vanagloriado...
-Dudo siquiera que sepas el significado de «vanagloriado» –protestó Derek.
Entrecerré los ojos, fulminándolo con la mirada.
-No me pongas a prueba, Derek Vanczák –le advertí.
El susodicho me dedicó una sardónica sonrisa mientras hacía avanzar el coche por el camino de grava hacia las enormes puertas de hierro. El vampiro parecía haberse recluido en un hermético silencio, ignorando por completo mis palabras; la pantalla que había sobre el salpicadero llamaba demasiado mi atención, sacando a flote mi pequeña venganza personal por la mentira que le había contado Derek a Hunter sobre mis grupos favoritos.
Alcé el dedo índice y comencé a navegar entre las aplicaciones con las que contaba ese sofisticado sistema, provocando que Derek empezara a mascullar en varios idiomas entre los que reconocí algo de español, italiano y ruso, o eso quise creer. Ignorando por completo las maldiciones que me estaba echando el vampiro, continué con mi objetivo: seguir tocando aquella preciosa pantalla y sacar de quicio a Derek en el proceso.
Accedí a la aplicación de música y puse más ganas para descubrir si Derek era un fan incondicional de Elthon John o algo por el estilo.
Recibí un golpe en el dorso de la mano por parte del propio Derek al ver que no dejaba de cotillearle, pero lo ignoré con una sonrisa torcida; seguí navegando por la pantalla hasta dar con la lista de artistas que contenía el dispositivo.
Lancé una exclamación triunfal y miré a Derek con un gesto de evidente deleite por lo que había conseguido descubrir.
-Little Mix, Alicia Keys, Meghan Trainor, Selena Gómez, Rihanna, Fifth Harmony, Fergie –enumeré con regodeo, disfrutando de las muecas de mortificación de Derek mientras hablaba-. Pero aún no he terminado... ¿Luis Miguel? ¿The Virginmarys?
Mi ataque de risa se me antojó como el cacareo de una gallina. Era incapaz de dejar de reír a causa del variopinto elenco musical que Derek había conseguido reunir en ese dispositivo; habíamos salido a la carretera y el vampiro iba a una velocidad moderadamente normal, alejándonos cada vez más de la mansión.
Las mejillas de Derek se habían puesto de un ligero color plateado y aquello me produjo que me riera con más ganas aún.
-Me resulta muy difícil de creer que The Virginmarys sea el nombre de una banda...
-Los tres miembros son hombres, por si acaso te lo preguntabas –apuntó Derek con un tono irritado-. Además, Anna tiene parte de la culpa que todo mi equipo esté lleno de... de...
-¿Tan duro te resulta admitir que te gustan? –pregunté, dispuesta a mortificarlo un poco más-. Me apetece cantar algo de Fergie, ¿me haces los coros?
La mirada que me lanzó Derek fue incendiaria, pero seguí pasándolo por alto y elegí una canción al azar del álbum que tenía de Fergie. Las primeras notas de Fergalicious empezaron a sonar y yo me preparé mentalmente mientras Derek desviaba la mirada de la carretera al tiempo que empezaba a cantar al compás de la canción; no me importó lo más mínimo que se me escaparan algunas notas, haciéndome soltar sonidos parecidos a los que produciría un gato evitando que lo llevaran al agua.
Derek conducía y alternaba para lanzarme miradas cargadas de mal disimulada diversión mientras yo destrozaba la canción, demostrando que no todos los vampiros poseían una voz angelical y digna de un Grammy.
Me atreví a darle un golpe en el bíceps.
-Oh, vamos, no seas aburrido –le dije con un mohín-. No me dejes sola, puedes hacer de Will.I.Am.
Mi oferta le arrancó una carcajada y yo seguí cantando a pleno pulmón la canción, arriesgándome incluso a la parte del rap; una vez hubo finalizado, volví a la carga para encontrar otra canción a la que poder destrozar.
-¿No tienes nada de Justin Bieber? –fingí horrorizarme mientras seguía navegando entre las listas de música.
Fue entonces cuando dos fogonazos de luz por el espejo retrovisor me hicieron perder toda la atención en la pantalla digital, desviando la mirada hacia el espejo; los dos fogonazos pertenecían a un coche de alta gama que permanecía a una distancia prudente de nosotros pero sin intención de sobrepasarnos.
Tuve una mala sensación al respecto.
-Nos está siguiendo un coche –le informé a Derek.
Los ojos azules del vampiro se desviaron momentáneamente para comprobar lo que le había dicho, sus labios se curvaron en una sonrisa arrogante.
-Es Bala y Gábor –me explicó con total tranquilidad-. Les he pedido que nos acompañen esta noche.
Mi sonrisa se esfumó de golpe al comprender por qué Derek les había pedido a dos de sus amigos que nos acompañaran: todavía creía que estaba tramando algo y que no sabía mantener la compostura ante cualquier adversidad que se me presentase; Derek no confiaba en mí lo suficiente y seguía creyendo que era alguien inestable y muy peligroso.
-Tres niñeras para mí, yupi –dije con fingida alegría.
Derek desvió la mirada en mi dirección al percibir mi cambio de humor.
-Aún te queda un largo camino por recorrer antes de que puedas moverte a tu antojo –me avisó y las primeras luces de Londres empezaron a verse en el horizonte-. Simplemente lo he hecho por...
-Porque soy peligrosa y temes que haga una locura –completé de mala gana, casi enfurruñándome.
Derek frunció los labios.
-Galatea, por favor –me pidió con un tono exasperado-. Hasta que dimos contigo estabas asesinando a sangre fría y estabas completamente descontrolada; comprende que guarde mis dudas respecto a dejarte ir sola por medio de la ciudad.
Me crucé de brazos, resoplando.
-Cuando salí con Hunter no sucedió nada –le recordé con frialdad.
Ah, pero casi. Todavía recordaba con claridad mi extraño reencuentro con Cody Adler donde el chico del que había estado enamorada no se había dado ni cuenta de mi presencia en aquel restaurante de comida rápida; fruncí el ceño al rememorar cómo Hunter me había obligado a abandonar el local después de haber captado el aroma del amor de mi vida...
-Me contó que habías visto a alguien conocido –contradijo Derek con amabilidad.
Fue como si alguien vaciara sobre mi cabeza un cubo de agua con cubitos de hielo. Una diminuta parte de mí seguía aferrándose a cualquier resquicio de la Galatea Ridley humana que todavía hubiera en mi interior; eso suponía que mi corazón muerto debería hacerme creer que había vuelto a la vida al pensar en Cody Adler... pero lo cierto es que lo único que despertaba en mí eran ganas de ensalivar como si me encontrara frente a un enorme mostrador repleto de distintos pasteles y tartas.
Bajé la mirada.
-Él ni siquiera se percató de que estaba allí –respondí en un murmullo.
Di un brinco y solté un grito de sorpresa cuando Derek me pellizcó en el brazo. Me froté la zona herida, mirando al vampiro con rabia; su sonrisa había regresado, haciéndome ver que había encontrado muy divertido mi reacción.
-¿Pero a ti qué coño te pasa ahora? –le chillé.
-Esa persona forma parte de tu pasado ahora –me recordó, poniéndose serio-. Dentro de unos años morirá...
-Los vampiros tenéis una extraña obsesión con la muerte y os encanta recordar que mis seres queridos no vivirán eternamente.
-Es una realidad, Galatea –se defendió el vampiro-. Es algo inevitable y estaría bien que te dieras cuenta de que ahora tu familia somos...
Alcé ambas cejas de golpe.
-¿Sois quiénes, Derek? –le animé a seguir, notando el regusto amargo en la punta de la lengua.
-El aquelarre –finalizó el vampiro.
Sin embargo, no sonó muy seguro de su respuesta. Ambos sabíamos que muchos de los miembros de su aquelarre no estaban conformes con la decisión de Derek de permitir que yo me quedara con ellos; además, yo todavía no me sentía cómoda dentro del aquelarre. Es como si nunca pudiera formar parte de ellos.
Como si fuera una extraña.
-Creo que ambos sabemos la respuesta a mi pregunta no es esa –dije con tranquilidad-. Pero agradezco tu esfuerzo para mentirme.
Derek no respondió a mis palabras y siguió conduciendo en silencio. El coche que ocupaban Bala y Gábor nos seguía de cerca, evitando que cualquier otro vehículo consiguiera colocarse entre ambos; hinché mi pecho de manera inconsciente al ver cómo nos adentrábamos cada vez más en el centro de la ciudad. Tal como me había sucedido la vez anterior, no pude evitar mirar por la ventanilla, preguntándome si las partidas de búsqueda se habrían dado por vencidas, si mi desaparición habría pasado a un segundo plano.
Seguimos avanzando hasta llegar a la zona de los muelles, Docklands. Allí había mucho menos tráfico que en el interior de la ciudad; Derek parecía saber bastante bien nuestro destino y yo no podía imaginarme qué podíamos hacer en aquella zona de Londres a esas horas de la noche.
Mis dudas se vieron resueltas cuando Derek decidió detener el vehículo en un espacio rehabilitado para que fuera utilizado como aparcamiento; no había carteles luminosos anunciando el nombre del local, simplemente había el símbolo de una copa con dos triángulos pequeños invertidos en su interior.
Derek apagó el motor del coche y me lanzó una mirada mientras yo contemplaba todo lo que nos rodeaba con expresión desconcertada. El coche de Bala y Gábor maniobró hasta conseguir un sitio cercano al nuestro.
-¿Qué se supone que es esto? –pregunté, haciendo un aspaviento en dirección al local.
El vampiro esgrimió su sonrisa traviesa.
-Nuestra versión de divertirnos sin ocultarnos –respondió de manera evasiva.
Bala y Gábor, ambos vestidos de manera informal pero con su habitual color negro, ya nos esperaban pegados al morro del vehículo que habían utilizado para seguirnos; Gábor me escrutó con la mirada con la misma cautela y Bala me dedicó una de sus habituales sonrisas cargadas de fanfarronería.
Decidí burlarme un poco de ellos.
-¿También sois de los que pensáis que el negro os sienta mejor que a las viudas de vuestros enemigos desde 1234? –dije al llegar al lado de Bala.
El interpelado me miró entornando los ojos, sin captar el sentido de mis palabras.
-Uso negro porque me hace parecer terriblemente sexy –replicó el vampiro-. Potencia mi ya desarrollado atractivo.
Puse los ojos en blanco ante la respuesta de Bala y Derek nos hizo una seña impaciente con la cabeza para que nos pusiéramos en marcha; le dediqué un guiño a Bala antes de alcanzar a Derek, que se había situado en la cabeza del grupo. Me sostuvo la puerta para que entrara yo primero y soltó una risita al colocarse a mi lado, permitiéndome ver el misterioso lugar que había escogido para nuestra «excursión».
Se trataba de una discoteca, pero no parecía ser una discoteca normal. Pude reconocer perfectamente a la multitud de vampiros que se habían congregado en el local y que parecían disfrutar de la compañía de los otros sin tener que fingir; copas llenas de sangre se veían por doquier, por no hablar de algunos modelitos con aspecto de haber pasado tiempos mejores.
Derek tiró de mí para que nos acercáramos a una larga barra que había al fondo del local, que se encontraba casi en penumbras y con el único añadido de luces estroboscópicas de color rojo; vi reservados dispuestos a lo largo del espacio con cortinas para las personas que buscaban algo más de privacidad. Mientras que en una discoteca llena de humanos se encontraría la pista de baile completamente abarrotada, allí solamente pude ver a un reducido grupo de vampiros moviéndose lentamente al son de la música.
Me sorprendió que todo estuviera tan... calmado.
Apoyé los codos en la barra al lado de Derek y contemplé al camarero, vampiro a todas luces. Haciendo alarde de su condición de inmortal, su atractivo era más que evidente; no tardó ni un parpadeo en encontrarse frente a nosotros y dedicarle a Derek una sonrisa radiante, con colmillos incluidos.
-Derek Vanczák –canturreó-. Hacía tiempo que no te veía aparecer por aquí.
Derek se encogió de hombros con indiferencia, fue entonces cuando el vampiro reparó en mi presencia y sus ojos castaños me sometieron a un exhaustivo examen visual; me mantuve impertérrita, como si un simple movimiento me hiciera suspender la prueba del camarero.
-¿Qué vais a querer tomar? –preguntó, dirigiéndome una media sonrisa.
Derek también se me quedó mirando, a la espera de que yo pidiera primero. La sensación de frío volvió a recorrerme de pies a cabeza; no tenía ni idea de los cócteles típicos que bebían los vampiros y temía abrir la boca y quedar en ridículo. Me apunté mentalmente preguntarle más adelante a Derek de una forma sutil, pero en aquellos instantes necesitaba una respuesta urgentemente.
Mi mirada vagó con desesperación por encima del hombro del vampiro que había tras la barra hasta toparse con un enorme espejo rectangular.
-Un Bloody Mary –respondí con decisión.
La sonrisa del camarero se hizo más amplia y sus ojos se desviaron hacia Derek con un brillo travieso.
-¿Es menor de edad? –preguntó con un ronroneo.
Derek frunció el ceño.
-¿Tú qué crees, Robert?
Aquello pareció eliminar cualquier rastro de diversión del vampiro.
-Marchando un Bloody Mary y un whisky bien cargado –anunció con un tono frío-. Podéis iros a uno de los reservados, yo os acercaré las bebidas...
Derek sonrió con socarronería.
-Muy amable, Robert –hizo una pausa para señalar algo a su espalda-. Supongo que recordarás a Bala...
El rostro del vampiro se quedó pálido y Derek le guiñó un ojo de manera cómplice.
-Él tampoco guarda un grato recuerdo de ti.
Dio media vuelta para dirigirse hacia uno de los reservados y yo salí tras él, procurando no quedarme embobada viendo lo que sucedía a mi alrededor; aquel local destinado únicamente a vampiros había conseguido agitarme y ponerme algo nerviosa al verme rodeada de tanto congénere.
Fue como si hubiera regresado a la noche del dichoso baile.
-¿Qué sucedió entre Robert y Bala? –pregunté a Derek cuando éste localizó un reservado que estuviera a su gusto.
Escuché la risita del vampiro.
-Digamos que Robert malinterpretó las intenciones de Bala y él tuvo que aclarárselas de golpe –respondió con total tranquilidad.
Espié en dirección a la barra y vi que Robert parecía encontrarse sumamente incómodo mientras Bala se encargaba de pedir lo que tomarían aquella noche; Derek se deslizó hacia el fondo del reservado y ocupó uno de los sofás que había en él. Yo me dediqué a seguir estudiando atentamente el local, echando de vez en cuando algún vistazo en dirección a Bala.
-¿Por qué hemos venido aquí? –le pregunté a Derek, colocándome en otro sofá.
El vampiro se desperezó como si fuera un gato, entrelazando sus manos detrás de su nuca.
-Porque necesitas acostumbrarte a tu nueva vida –hizo una breve pausa para lanzarme una mirada de fingida irritación-. Y porque creo que necesitabas alejarte de la mansión.
Sospeché que había un mensaje oculto en sus palabras, pero no quise indagar mucho al respecto. Robert apareció de nada con nuestras bebidas y las depositó sobre la mesa, regalándome una sonrisa y un guiño; Derek gruñó algo y el vampiro se apresuró a regresar a su puesto tras la barra. Yo contemplé el vaso lleno de una sustancia que nada tenía que ver con zumo de tomate.
Removí el contenido con la sombrillita que Robert había puesto para decorar la bebida.
-Un auténtico Bloody Mary –comentó Derek a mi lado, sosteniendo su vaso cerca de sus labios-. Pensé que serías más original a la hora de pedir.
Su reflexión hizo que le mostrara mi dedo corazón bien erguido. Derek se echó a reír entre dientes mientras le daba un sorbo a su bebida; aún me resultaba muy complicado el encontrarme en esa situación tan irreal con Derek. Era como si hubiera decidido fumarse algún tipo de droga que mantenía su odio innato hacia mí completamente adormilado, dejando en su lugar a esa criatura que estaba esforzándose por parecerme amable. Era como si me viera con una versión imperfecta de Hunter.
Le di el primer sorbo a mi bebida y tuve que reconocer que sustituir el zumo de tomate por sangre no estaba tan mal. Robert parecía haber volcado la mitad de la botella de vodka, pero el sabor de la sangre conseguía minimizar el impacto de las tres cuartas partes de alcohol que llevaba mi Bloody Mary; llegué a creer que aquella cantidad desproporcionada era la pequeña venganza personal de Robert hacia Derek... aunque me había tocado sufrirla a mí.
Dejé vagar de nuevo la mirada por el local y me topé con el reservado donde habían decidido situarse Gábor y Bala. Robert les había servido una enorme botella de un líquido oscuro y habían conseguido la compañía de tres vampiras bastante monas que no paraban de soltar risitas y atusarse el pelo, tratando de llamar la atención de los dos vampiros; los ojos de Bala se encontraron con los míos y sus labios se curvaron en una sonrisa traviesa. Alzó su copa en mi dirección y acercó a una de las chicas, la morenita que tenía más cerca.
Después las cortinas se corrieron y ya no pude ver nada más.
Me giré hacia Derek y vi que el vampiro tampoco se había perdido detalle de lo que había sucedido en el reservado de sus amigos. Quizá aquel gesto con la copa no había ido dirigido hacia mí, sino hacia Derek.
-¿Es así como cumplen con su responsabilidad de evitar que hunda el local? –pregunté con cierta molestia.
Derek me contempló con diversión y le dio otro sorbo a su vaso antes de responderme.
-Ellos también tienen derecho a divertirse –fue lo único que dijo.
Puse los ojos en blanco.
-¿Y yo? –lo intenté de nuevo, desafiándolo con la mirada-. ¿Tengo derecho a divertirme o debo quedarme aquí dándole sorbitos a mi copa?
Los ojos del vampiro se entornaron mientras seguía contemplándome en silencio, ya sin rastro de la diversión que había mostrado antes.
-No vas a salir a bailar, Galatea –me advirtió, adivinando mis pensamientos-. Tengo que la sensación de que aprovecharías el tumulto de gente para intentar huir del local.
Me incliné hacia él apoyando los codos en la mesa redonda que se encontraba entre ambos. Sinceramente no había caído en la cuenta de que aquel sitio me proporcionaba multitud de oportunidades para poder huir de Derek y recuperar mi libertad; sin embargo, lejos de la mansión no tenía nada... a excepción del bloque de pisos donde me había decidido refugiar. Además, aún tenía una venganza pendiente y marcharme significaría alejarme de mi objetivo.
Aquella noche me portaría bien.
-Ven a bailar conmigo –le ofrecí de manera repentina.
Derek alzó ambas cejas por la sorpresa.
-No voy a bailar contigo, Galatea –un segundo después fue consciente de lo duro y humillante que había sonado, así que intentó arreglarlo como bien pudo-. Yo no bailo, ¿vale?
Me recosté sobre el sofá en el que me encontraba, cruzándome de brazos y desviando mi vista hacia la pista de baile. Al ir avanzando la noche, había muchísimos más vampiros; me concentré en ellos y traté de ignorar a Derek. No entendía qué podía tener de divertida aquella salida si me había condenado a quedarme toda la noche con el culo pegado a ese sofá, dándole sorbitos a mi copa.
Por favor, lo siguiente que me trajeran de beber sería una Fanta de limón.
La noche se animó para mí en cuanto divisé a una despampanante castaña dirigiéndose hacia nuestro reservado. Las cortinas del reservado de Gábor y Bala seguían corridas, por lo que me encontraba un poco limitada al no contar con dos pares de ojos añadidos a los de Derek para que pudiera moverme por el local y ellos tuvieran la certeza de que no huiría.
Vacié lo que quedaba en mi copa en mi boca y aguardé hasta que la castaña consiguió alcanzar nuestro reservado; sus ojos verdes se entretuvieron un largo rato estudiándome de pies a cabeza, calibrando qué era lo que hacía acompañando a Derek y tratando de averiguar si podía considerarme un obstáculo a eliminar aquella noche. Le sonreí con amabilidad.
-¡Derek, cuánto tiempo sin vernos! –trinó la vampira tras perder todo interés en mí. Quizá mis ojos ahumados de negro le habían dado suficientes respuestas.
El vampiro se removió con incomodidad en su sofá, aunque consiguió esbozar una sonrisa que pretendía imitar a la mía. Yo me quedé en mi sitio, contemplando como una mera espectadora la escena que se estaba desarrollando entre aquellos dos; tenía la sensación de que Anna no habría estado muy de acuerdo de ver a su prometido tan cerca de aquella mujer.
-Giselle –saludó Derek con algo de tensión-. Pensé que estabas en...
-¿París? –los ojos verdes de la vampira se iluminaron de emoción al ver que Derek todavía se acordaba de ella-. Oh, querido, París me encantaba... pero necesitaba un cambio de aires. Así que pensé que Londres sería una opción ideal.
Llegué a creer que conseguiría tirarme del sofá de la fuerza que estaba haciendo para pestañear con coquetería. Me atreví a echarle un rápido vistazo a su atuendo, no pudiendo evitar catalogarla según sus intenciones... más que evidentes debido al reducido tamaño del modelito que llevaba (y que le sentaba como un guante, a ser honestos).
-Lagarta –murmuré.
Giselle se giró hacia mí a la velocidad de la luz, con sus ojos verdes clavados en mi rostro y con aspecto de querer arrancarme la cabeza de cuajo. Enderecé los hombros y curvé mis labios en una inocente sonrisa; el gesto de la vampira indicaba que me había escuchado perfectamente.
-Perdona, ¿qué has dicho? –preguntó, y sonaba realmente molesta.
Hice que mi sonrisa fuera más amplia. Incluso me permití agitar mi copa vacía frente a la cara de la vampira.
-Que necesito algo para la garganta –respondí con soltura.
Me despedí de una enfurecida Giselle con el gesto de mano y salí del reservado en dirección a la barra. El local se había ido llenando paulatinamente de vampiros de todas las épocas y edades, haciéndome muy difícil alcanzar mi objetivo; Robert me dirigió una mirada inquisitiva al verme allí.
-¿Derek ha decidido darte la patada tan pronto? –preguntó, situándose frente a mí.
Me pregunté si ese local no sería el escondite perfecto de Derek donde podía encontrarse con otras mujeres a espaldas de Anna. Los ojos de Robert seguían clavados en mí, ávido por conocer qué era lo que había sucedido; supuse que debía sospechar lo que había pasado porque no era la primera vez que sucedía.
-He venido a por más bebida.
Robert no me creyó. Arrastré sonoramente la copa por la superficie de la barra en su dirección y le dediqué una encantadora sonrisa; era posible que hubiera conseguido barra libre con aquel vampiro si se apiadaba de mí por haberme convertido en una despechada más de Derek Vanczák.
-¿Quieres jugar, pequeña vampira? –me retó Robert, sonriendo.
Le devolví la sonrisa.
-¿Qué propones? –respondí.
Los vampiros que supuestamente tenían que cuidar de mí se encontraban bastante entretenidos y yo me negaba a ser la única que no tuviera algo de diversión después de haber estado encerrada en la mansión tanto tiempo; Robert se apoyó en la barra y me dirigió una sonrisa pícara.
-Unos conocidos míos van a jugar con chupitos de tequila –me explicó, señalando con un gesto de cabeza a uno de los reservados que teníamos más cerca-. Están faltos de voluntarios... ¿Querrías apuntarte?
La parte responsable de mi cabeza, la misma que me recordó lo que sucedería si decidía desobedecer a Derek, gritó un profundo y rotundo «¡NO!»; la otra mitad, esa misma que tendía a actuar de manera inconsciente me insufló valor, recordándome lo bien que se lo estaban pasando mis niñeras, añadiendo que era muy posible que no se dieran cuenta...
Además, técnicamente no iba a salir del local y no iba a huir.
Di un golpe en la barra.
-¿Dónde hay que firmar? –bromeé.
Ambos nos echamos a reír y Robert salió de la barra para acompañarme al reservado. Allí ya se encontraban un nutrido grupo de cinco vampiros, de ambos sexos, que estallaron en vítores cuando Robert les explicó que había conseguido una adepta más para unirse al juego; las dos vampiras que había en el grupo no tardaron en acercárseme para presentarse (la morena se llama Claricce, la castaña con ojos saltones era Martina) e interrogarme a mí.
Les mentí a todos diciéndoles que me llamaba Lucy y me senté junto a Martina para que pudiera empezar el juego. Todos ellos, incluido el propio Robert, parecían ser estudiantes de universidad que aprovechaban las noches para ir de fiesta; empezamos con el mítico juego de «Yo nunca» y se abrió la primera botella de tequila. Debido a que ellos parecían doblarme la edad, ya que fueron convertidos mucho antes que yo, mentí un poco más y bebí en algunas situaciones en las que jamás me había visto.
Derek me había dicho que debía acostumbrarme a los vampiros y es lo que estaba haciendo, ¿no?
Casi en un suspiro nos acabamos la botella y Robert tuvo que ir a por más munición. El ambiente dentro del reservado había ido caldeándose a cada chupito que bebíamos, y Martina ya había empezado a soltar risitas sin venir a cuento; los otros tres vampiros, cuyos nombres no había logrado retener, se reían a mandíbula batiente ante una anécdota que estaba contando uno de ellos sobre el tiempo que pasó en Francia, conociendo a sus gentes.
Robert regresó con una botella nueva y la agitó para llamar nuestra atención; también había traído consigo un salero y muchas rodajas de limón. Aquello le granjeó una nueva oleada de vítores por parte de sus compañeros.
Yo me encontraba tan cómoda entre aquellos desconocidos que no pensé ni por un instante en lo que podría sucederme si Derek decidía venir en mi búsqueda. Tampoco es que me importara mucho... la verdad.
-¡Ya sabéis las reglas, chicos! –gritó Robert, dejando todo sobre la mesa-. Nada de mordiscos y mucho menos chupar sangre... ¡Si tantas ganas tenéis, idos a un hotel!
Todos nos echamos a reír y nos repartimos los turnos sobre quién comenzaría con aquel atrevido juego de chupitos donde tendríamos que elegir a otro para cubrir alguna zona de su cuerpo de sal, beber tequila y coger de los labios del otro la rodaja de limón; no era la primera vez que lo hacía... pero mis antecedentes con aquel juego se resumían a una catastrófica ocasión donde Amy salió chillando del asco que le había producido que Fred Gerber le hubiera babeado todo el escote para poner ahí precisamente la sal.
Martina decidió ser la primera en lanzarse, eligiendo al vampiro rubio como su primera víctima.
Ninguno de los presentes dimos cuenta de cómo se abría la cortina del reservado... Pero yo di un brinco sobre mi hueco del sofá cuando reconocí la molesta voz.
-Eres muy difícil de encontrar cuando te lo propones, preciosa. ¿Estás disfrutando de la fiesta?
Me giré hacia el recién llegado con una sonrisa.
-Hola, Bala –le saludé con cautela-. ¿Te apuntas?
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