☽ | Chapter 22.
BIENVENIDA DE NUEVO A LA ERA DE LA TECNOLOGÍA
Una vez que Morticia abandonó mi habitación pude permitirme bajar las murallas con las que me había protegido de los continuos ataques por parte de la vampira. Mi máscara de indiferencia se cayó cuando escuché la puerta cerrándose, dejándome completamente a solas y lidiando con las advertencias que me había hecho Morticia antes de marcharse; contuve las ganas de destrozar cualquier cosa que tuviera a mano y, en lugar de dejar tomar el control a mi parte destructiva, me dirigí hacia el cuarto de baño anexo a mi dormitorio para poder mirarme al espejo y comprobar el último aviso que me había hecho Morticia.
Apreté mis labios con fuerza para evitar soltar un alarido de rabia al ver que Axel había dejado una especie de marca rosada sobre mi cuello, en una zona bastante visible. La rocé con la yema de mis dedos, deseando hacerla desaparecer por arte de magia; no quería ni imaginarme las reacciones de Hunter y Derek si alguno de los dos lo veían.
-Me cago en la puta –blasfemé en voz alta, comparándome a mí misma con Bala.
Abrí los grifos dorados del enorme jacuzzi hexagonal que había en una de las esquinas del baño y dejé que el agua cubriera la bañera mientras yo regresaba a los armarios y comenzaba la búsqueda de encontrar algo con lo que disimular la maldita marca que me había dejado Axel a propósito.
Observé el ligero temblor de mis manos al abrir y cerrar cajones, al remover el contenido de todos ellos. Estaba perdiendo el control lentamente, permitiendo que el miedo que inspiraba Morticia se colara en mis huesos y se aferrara a ellos para hacer tambalear mi dominio; seguí rebuscando en los cajones con desesperación, consciente de cómo terminaría si me permitía a mí misma que las palabras de Morticia consiguieran cumplir con su cometido.
Di con un discreto armamento de maquillaje que podría usar para ocultar la herida de Axel y saqué lo que creí necesario; mis pies me llevaron de regreso a la puerta y corrí el pestillo por seguridad, aunque ello no tendría nada que hacer con la fuerza descomunal de un vampiro. Localicé un mullido albornoz con el habitual blasón de la familia Vanczák plasmado en el pecho y me lo llevé conmigo hasta la bañera; cerré los grifos y me acerqué al panel de comandos con los que contaba la bañera y que me hacían pensar que necesitaba alguna carrera sobre ingeniería para poder utilizarla.
Me quité a toda prisa las prendas y me hundí en el agua, dándome por vencida con intentar hacerla funcionar. Tendría que conformarme con mis habituales baños de espuma y con mi cruzada personal de agotar las existencias de los productos que poseía en el baño.
Mi mirada se quedó clavada en mis rodillas, que se mantenían fuera del agua. Había pasado casi un mes desde que había desaparecido, desde que me había transformado en vampira; en aquel instante caí en la cuenta de que me habían obligado a renunciar a muchísimas cosas. Quizá hubiera sido la conversación con Morticia, quien parecía bastante apegada a los tres hermanos Vanczák (más por conveniencia que por otra cosa), la que me había hecho que mis pensamientos decidieran hacer una lista de cosas que jamás tendría: un funeral, por ejemplo. No, era broma; seguramente que Derek montaría una buena fiesta si a mí me sucediera algo.
Mis planes de ir a la universidad, incluso de terminar el instituto, ya no serían posibles. Atrapada siempre en el cuerpo de una adolescente de dieciocho años me resultaría muy complicado poder ir a la universidad y poder cursar cualquier carrera... aunque existían los cursos a distancia; me froté los nudillos de la mano, continuando con la lista de cosas que jamás tendría: alcanzar la madurez, ver mi cuerpo crecer... a pesar de que poco más iba a conseguir cambiar; mi cuerpo se había quedado congelado y, con ello, se habían desvanecido males como las espinillas, los granos, las depilaciones... y la menstruación. ¡Adiós, cólicos menstruales! ¡Adiós, pérdidas en los momentos menos oportunos!
Adiós posibilidad de tener niños en un futuro...
Vale, tenía que reconocer que pensar en bebés era demasiado extraño para mí. Siempre los había visto en la lejanía, manteniendo las distancias con ellos por temor a acabar embadurnada de sus vómitos o babas; al ser hija única no era capaz de entender lo que significaba de primera mano, o lo más cerca posible, lo que suponía tener un bebé conviviendo conmigo bajo el mismo techo. Mis experiencias con bebés se limitaban a las amistades de mis padres que siempre trataban de endiñarte al mocoso por hacer la gracia y que siempre terminaba con el susodicho/a llorando a moco tendido mientras los padres me lanzaban miradas cargadas de condescendencia, como si yo hubiera hecho llorar al bebé a propósito.
«Me convierto en vampira y lo primero que pienso es que echaré de menos la posibilidad de haber tenido bebés en un futuro –me regañé mentalmente, frotando con fruición la zona del cuello que Axel se había encargado de marcar con sus malditos colmillos-. ¿Qué será lo siguiente? ¿Añorar la depilación y llorar por las bandas de cera que ya no podré utilizar más?»
Definitivamente la conversación con Morticia me había afectado y estaba consiguiendo hacerme desvariar. Me obligué a centrarme únicamente en mi baño, intentando mantener la mente en blanco; de vez en cuando no podía evitar que se me colara algún pensamiento impuro sobre la mejor forma de vengarme de Axel, añadiendo la osadía que había mostrado al morderme... tratando de hacerle saber a Derek que no seguiría sus reglas. Haciéndole creer que yo tampoco lo haría.
Resoplé mientras salía de la bañera y me envolvía en la relativa seguridad que proporcionaba un albornoz de precio incierto y que era muy suavecito. Me anudé el cinturón del mismo con fuerza y corrí el pestillo; al abrir la puerta me topé de bruces con Hunter.
Recoloqué con discreción mi cabello mojado sobre mi cuello, tapando la marca de Axel, y le sonreí con amabilidad. Quise olfatearme a mí misma para comprobar que no quedaba ni un rastro del aroma de su hermano mayor sobre mi piel, pero aquello me habría puesto en evidencia y había cubierto mi cupo de enfrentamientos en aquel día.
-Ah, vaya sorpresa –comenté, esquivando su cuerpo y dirigiéndome hacia la puerta que aún no había abierto-. ¿Has venido a hacerme una encuesta sobre cómo me encuentro en mi nueva habitación?
Miré a Hunter por encima de mi hombro y lo pillé contemplando con atención el dormitorio, como si aquella fuera la primera vez que ponía un pie allí; no pude evitar fijarme en su atuendo. Era demasiado formal, lo que significaba que no me acompañaría a mi entrenamiento con Bala... y quizá hubiera venido a transmitirme las órdenes de Derek sobre retomar de nuevo mis clases particulares.
-Es mucho más amplia que la anterior –respondió en tono reflexivo-. Le comenté a Derek que quizá tu mal humor se debía a que te sentías como un animal enjaulado.
Cuando sus ojos se clavaron en mi rostro le dediqué una mueca que le arrancó una media sonrisa.
-Gracias por el cumplido –dije con retintín.
Cogí los picaportes de la otra puerta y conté hasta diez antes de atreverme a abrirlas. Me quedé horrorizada al comprobar que aquello era un vestidor... un vestidor enorme para mí solita; se encontraba un tanto vacío, pero Derek parecía haber ordenado al servicio que me trajeran algo de ropa para que pudiera salir del paso. Miré a Hunter frunciendo los labios, el vampiro ya me sonreía con disculpa, como si supiera exactamente lo que estaba pensando.
-Un plus añadido de vivir en las plantas superiores –dijo con tacto, sabedor de que estaba poniéndome de mal humor-. Es el sueño de toda adolescente...
Eché un nuevo vistazo al vestidor con un gesto crítico.
-Tiene el tamaño perfecto para guardar muchos cuerpos –comenté, irritada-. Podrán hacerles compañía a mis pocas prendas de ropa.
Hunter se removió en su sitio.
-Respecto al tema de la ropa...
Arqueé ambas cejas, a la espera de que continuara hablando. Hunter parecía aterrorizado de querer finalizar su frase, temiendo que pudiera lanzarme contra su cuello o algo peor.
-Anna le ha pedido a Derek que os deje ir a ambas a la ciudad para aprovisionarte de un vestuario en condiciones.
Abrí la boca para decirle dónde podía irse Anna y sus falsos pretextos, pero Hunter no me dio tiempo a que emitiera sonido alguno porque se me adelantó.
-Evidentemente mi hermano se ha negado.
Después del encontronazo con Axel y la encerrona de Morticia no me habían quedado energías suficientes para ir a Derek a replicarle sobre su decisión de haberle dejado a su prometida haberse salido con la suya, de haberse dado el caso; respiré aliviada y por primera vez estuve conforme con la decisión que había tomado Derek de no permitirle a Anna que se acercara a mí.
Sin embargo, parecía haberse olvidado por completo con mi petición de mantener a Hunter a una distancia prudente de mí.
Me envalentoné y entré al vestidor para encontrar mis habituales prendas: ropa deportiva. Estaba más que dispuesta a mantenerme bien alejada de las batas y los conjuntos de ropa interior sexis durante muchísimo tiempo.
-Derek me ha dicho que has aceptado que retomemos nuestras clases –dijo con algo de timidez.
Seguí indagando en el contenido de aquellas perchas sin atreverme a mirarle a los ojos. Había algo de Hunter que se me escapaba entre los dedos; era el único vampiro que desde el principio se había mostrado amable conmigo. Yo no había dudado en hacérselo pasar mal una y otra vez, pero Hunter siempre regresaba a mi lado; la conversación que habíamos mantenido dos noches atrás me había hecho entender que Hunter necesitaba algo a lo que aferrarse entre tantos problemas.
Contuve un suspiro.
-Tu hermano me dijo que era una inútil –le expliqué-. Quiero que se trague sus propias palabras y se le queden atascadas.
Lo espié por el rabillo del ojo y vi que estaba sonriendo.
-Tengo algo para ti –anunció entonces.
Ahora sí que fui capaz de girarme hacia él con los brazos llenos de prendas de ropa. La sonrisa que había visto de soslayo parecía más amplia e ilusionada ahora que lo miraba de frente; sus ojos azules habían recuperado su antiguo brillo y parecía bastante seguro de querer hacerme una sorpresa.
Entrecerré los ojos y lo estudié unos segundos.
-¿Me has traído un esclavo para que pueda sodomizarlo y beber de su sangre siempre que quiera? –pregunté con cautela, tanteando el terreno-. ¿O acaso es un adorable cachorrito que me haga compañía mientras esté aquí encerrada?
Hunter sacudió la cabeza, divertido con mis ocurrencias, y me hizo una señal para que le siguiera hacia el salón; no pude evitar sentirme nerviosa ante el desconocimiento de lo que tenía planeado Hunter para mí. Todavía no había tenido tiempo de recuperarme de mis encuentros con Axel y Morticia y tenía los sentimientos a flor de piel.
Cuando vi el ordenador portátil y un pequeño iPod sobre la mesa de madera del saloncito miré a Hunter pensando que se trataba de una broma. Mi móvil había muerto poco después de que despertara convertida en vampira y lo había dejado abandonado en el bloque de pisos donde me había refugiado; mi contacto con las nuevas tecnologías había desaparecido al caer en las garras de Derek y ahora Hunter me estaba ofreciendo eso.
Lo miré sin entender.
-Derek me dijo que cuando eras humana nunca te separabas de tu ordenador y de tu iPod –me explicó, encogiéndose de hombros-. Pensé que los echarías de menos...
Echaba de menos muchísimas cosas más importantes que un ordenador y un reproductor de música, pero Hunter estaba en el convencimiento de que había logrado cerrar ese capítulo de mi vida cuando me había permitido ir a ver mi casa; lo único que conseguí fue esbozar una débil sonrisa.
-Genial, al menos podré ponerme al día con mis series preferidas.
Al menos mi encierro se convertiría en algo menos horrible si podía ver series y películas... o si conseguía mandar algún mensaje a Rose o a alguna de mis amigas para hacerles saber que estaba bien; quizá ellas podrían decírselo a mis padres...
Y entonces todo se fastidiaría.
-Gábor se ha encargado de restringirte algunos accesos –me confesó entonces Hunter, sonando algo avergonzado-. Pensó que podrías intentar ponerte en contacto con alguno de tus viejos conocidos...
«Gábor podría meterse sus pensamientos por donde yo le dijera...»
Me obligué a mantener la sonrisa. Habría sido una ingenua de haber creído que Derek no se tomaría las precauciones suficientes antes de permitir que Hunter dejara entre mis manos algo tan peligroso; me acerqué hacia la mesa y abrí la tapa del portátil, notando de nuevo aquel ligero temblor en mis manos.
-No importa –mentí-. Gracias por haber pensado... en mí.
Hunter sonrió como si le hubiera dicho que había barra libre de víctimas a las que chuparles la sangre. Agradecía de corazón que Hunter se hubiera arriesgado tanto con Derek para conseguirme todo aquello, pero no había podido sentir un ramalazo de nostalgia por la vida que había dejado atrás; el vampiro se sentó a mi lado para ver cómo le daba uso a sus obsequios.
Cogí el iPod y lo encendí.
-He puesto algo de música –me comunicó Hunter, nervioso.
La sonrisa que me salió en aquellos instantes fue auténtica. Recordaba perfectamente los gustos musicales de Hunter, así que me metí dentro de la aplicación de música y fui comprobando los álbumes que el vampiro se había encargado de meter dentro del aparato; mis dedos se deslizaban por la pantalla hasta que encontraron algo que se encontraba fuera de lugar.
Alcé los ojos hacia Hunter con una expresión divertida.
-¿One Direction? –pregunté, aguantándome la risa.
Hunter se rascó la cabeza.
-Derek me dijo que era uno de tus grupos favoritos –se excusó.
Tendría que haberme imaginado que semejante idea debía haber salido directa de la cabeza de Derek Vanczák. El muy idiota debía haber encontrado muy divertido la idea de mentirle a su hermano menor para conseguir que Hunter fallara y que yo mostrara mi habitual mal genio con él; deslicé de nuevo los dedos sobre la pantalla táctil del aparato, pensando en cómo devolverle la gracia al líder de los vampiros.
Que constase que yo no era fan del grupo.
-Dejé de seguirlos cuando uno de sus miembros decidió cortarse los rizos –ironicé, recordando la histeria que había mostrado Amy al contárnoslo.
Hunter se echó a reír entre dientes, ajeno totalmente a mi tono irónico.
-He pensado que podríamos continuar las lecciones por donde las dejamos –dijo entonces el vampiro, haciendo un cambio de tema-. Prometo quitar la saga de Crepúsculo.
Me eché a reír ante su tentadora oferta. Además, todavía estaba deseando hacer que Derek se atragantara con sus palabras sobre que no tenía ningún futuro como vampira; dejé el iPod de nuevo sobre la mesa y me quedé en silencio unos instantes, fingiendo que me estaba pensando mi respuesta.
Le tendí una mano para formalizar nuestro acuerdo.
-Nada de Team Edward –le advertí.
Hunter sonrió y me cogió la mano para estrechármela.
-Yo siempre fui más de Jacob.
Cuando trató de apartar la mano, se la sujeté con más fuerza; me había dejado alucinada con su respuesta.
-¿Apoyas a vuestros enemigos naturales? –inquirí.
Hunter se encogió de hombros con aire inocente.
-El actor es mucho más atractivo que Edward –respondió.
Sus palabras me descolocaron completamente, ya que no sabía si el vampiro estaba hablando en serio o estaba bromeando conmigo; Hunter se soltó de mi mano con suavidad y me dedicó una media sonrisa.
Habíamos quedado en que intentaríamos dar una oportunidad a nuestra amistad, que yo confiaría en Hunter y me abriría. ¿Debía confesarle que su madrastra había decidido hacerme una visita para amenazarme abiertamente?
Me mordisqueé el labio inferior.
-¿Morticia siempre es tan... glamurosa? –el valor me falló de nuevo, así que decidí encaminar la conversación hasta que pudiera reunir el orgullo suficiente para decírselo.
¿Y qué cambiaría que Hunter lo supiera? La vampira me había dejado bastante claro que podía ser una enemiga implacable, y no dudaba de su palabra; había sido capaz de separar al padre de Hunter de su antigua amante, Cassie, así que no le resultaría difícil aplastarme como si fuera una pobre cucaracha.
Hunter frunció las cejas hasta que casi se le juntaron.
-Siempre ha vivido rodeada de lujos, si es a lo que te refieres.
-Cassie dijo... dijo que las hermanas Olaussen solamente traían problemas.
La mirada de Hunter se afiló.
-Me temo que Cassie ya no es la misma desde que mi padre la cambió por Morticia –dijo, sonando de manera cautelosa-. Nunca perdonó la traición de mi padre y tiende a ponerse un poquito obsesiva con todo lo referido a Morticia.
Me froté la barbilla en actitud pensativa.
-Othilie no me pareció mala persona... -reflexioné en voz alta, recordando mi único encuentro con la gemela de Morticia.
-Las gemelas Olaussen son muy distintas entre sí. Mientras que Morticia se muere por ser el centro de atención, Othilie prefiere mantenerse en un segundo plano; sin embargo, algo que poseen ambas hermanas es un don para poder manipular a las personas... y fingir.
Entrecerré los ojos cuando escuché a Hunter advertirme que Othilie no era lo que parecía; en cierto modo, me pareció similar a Cassie. Aunque la vampira tenía motivos más que suficientes para despotricar contra Morticia, no en vano ella lo había perdido todo a causa de la propia Morticia.
-¿Ha pasado algo que quieras contarme? –me preguntó Hunter con suavidad.
Por unos instantes estuve tentada a contárselo todo, a liberar parte del peso que había recaído sobre mis hombros sin que yo lo hubiera pedido; Hunter me había pedido que le mostrara confianza y aquello podría ser una muestra de mis buenas intenciones, de que realmente estaba haciendo un esfuerzo por nosotros.
Cogí aire.
-Morticia me ha dejado bastante claro que no soy de su agrado –dije en su lugar, evitando deliberadamente explicarle las palabras exactas que había utilizado la vampira conmigo.
Hunter ladeó la cabeza para observarme con atención. Me encontraba ante una prueba de fuego: no había sido del todo sincera con Hunter, no le había contado lo que había ocurrido en realidad con Morticia, pero había decidido hacer uso de una media verdad para demostrarle a Hunter que estaba dispuesta a cumplir con mi promesa.
Sus cejas estaban fruncidas y yo me encogí de hombros, intentando restarle importancia para que el vampiro no siguiera preguntándome al respecto.
-Hablaré con Derek al respecto si te hace sentir incómoda –me prometió, y supe que estaba hablando en serio.
Pero eso era lo último que quería, pues sería demostrarle a Morticia que sus palabras me habían afectado y que tenía algún tipo de poder sobre mí; me obligué a sonreír y a soltar una risita estúpida, agitando la mano como si estuviera espantando moscas a mi alrededor.
-Oh, para nada –hice una pausa-. Me hace sentir halagada; nunca había conseguido que una vampira glamurosa y milenaria me tuviera en su punto de mira.
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