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☽ | Chapter 16.


CUANDO LA GOTA COLMA EL VASO... ÉSTE SE DESBORDA. YO EXPLOTÉ

Ignoré deliberadamente la extraña sensación que me produjo estrecharle la mano a aquel vampiro, accediendo a convertirme en su espía dentro del aquelarre que me había adoptado. Pensé fríamente, animándome a mí misma: había tomado una buena decisión al aceptar el trato con Wolfgang Herz; tendría para mí misma a Axel Vanczák, mi creador ausente, para poder vengarme.


Por fin lo iba a lograr.

Ya no tendría que huir de aquella mansión para buscar a mi creador, pues lo tenía cerca de mí. En esos momentos se encontraba al otro lado de la puerta de la biblioteca, fingiendo encontrarse preocupado por mí.

Wolfgang se puso en pie y sacó algo del interior de su impoluta chaqueta. Era una tarjeta plateada en el que venía inscrito con caligrafía elegante el nombre del vampiro, además del nombre de su empresa; era una tarjeta de visita con su número. La cogí con curiosidad.

-Por si acaso sucede alguna emergencia –me explicó Wolfgang-. El aquelarre Herz siempre te apoyará, Galatea.

Agradecí sus palabras con un seco movimiento de cabeza, girando la tarjeta plateada entre mis dedos. Acababa de comprometerme con aquel vampiro a descubrir la cara oscura de la familia Vanczák, la misma que había hundido mi vida y me había empujado a aquella pesadilla; estaba traicionando deliberadamente a las personas que me habían aceptado entre ellas, aunque hubiera sido casi a regañadientes.

Pero yo jamás me había sentido uno de ellos, hasta hacía unos minutos me había planeado seriamente escapar de la mansión para reanudar mi búsqueda lejos de aquellos muros.

Miré a Wolfgang una última vez.

-¿Hunter Vanczák está involucrado?

La duda no había parado de dar vueltas en mi cabeza, poniéndome ansiosa. Desde el principio, Hunter se había mostrado amable conmigo... incluso parecía encontrarse demasiado cómodo a mi lado; tanta atención por el vampiro me había hecho sentir cosas contradictorias. Y ahora no podía evitar poner en duda de nuevo las intenciones de Hunter.

Wolfgang me dedicó una mirada cargada de pesar. Sus ojos azules parecieron enternecerse al escucharme, mostrando un ápice de vulnerabilidad.

-No lo sé –respondió con sinceridad-. Hunter Vanczák siempre ha intentado proteger a su familia de todo. Es posible que supiera que su hermano está actuando a espaldas de la ley, o es posible que no sepa nada...

Asentí.

También me levanté para acompañarlo hasta la puerta de la biblioteca. El vampiro se despidió de mí con una leve inclinación de cabeza, abrió la puerta de par en par y me mostró a Derek apoyado sobre la pared, acompañado por Bala, Hunter y el propio Axel; los ojos de los vampiros se clavaron en Wolfgang cuando cruzó el umbral, saliendo de la biblioteca. Yo me quedé obedientemente en la puerta, notando la picuda esquina de la tarjeta plateada clavándoseme en la cadera.

Axel se adelantó unos pasos en dirección de Wolfgang. Mi cuerpo se tensó al verle pasar por delante de mí, de comprender que lo tenía al alcance y que podía cogerlo para desmembrarlo lentamente...

-¿Todo solucionado? –quiso saber, dirigiéndose exclusivamente al líder del aquelarre Herz.

Wolfgang sonrió con educación, a pesar de encontrarse jubiloso después de haber conseguido una aliada en su cruzada contra el aquelarre Vanczák. La conversación que habíamos mantenido en la biblioteca se repitió en mis oídos, haciéndome sentir un pálpito molesto en las sienes; tenía sentido lo que me había dicho, pero una pequeña parte de mí todavía guardaba sus reservas. Había aceptado el trato de Wolfgang, pero lo había hecho porque ya no sabía en quién confiar.

Deirdre tenía razón: debía tener cuidado con quién depositaba mi confianza... Pero tener de aliado a un líder de un aquelarre distinto podía serme de ayuda si las cosas se torcían.

-Todo ha quedado resuelto –contestó el vampiro.

Axel sonrió, complacido. Yo fruncí el ceño al contemplar al vampiro, buscando en él cualquier detalle que pudiera delatarle; Axel se encargó de acompañar a Wolfgang a la salida, seguramente metido en su papel de pacificador. Contuve la respiración cuando Hunter se situó a mi lado, colocándome una mano en el hombro; un relámpago de frustración me sacudió de pies a cabeza, haciendo que me apartara.

Derek nos contemplaba a ambos con una expresión de circunstancias, y yo le dirigí una mirada molesta.

-¿Ha ido todo bien? –preguntó Hunter.

Me crucé de brazos, dedicándole una mirada cautelosa. ¿Sabría que su hermano mayor había estado convirtiendo a gente a sus espaldas, dejándolos luego abandonados a su suerte? ¿Habría algo en mí que le recordara a Axel, a pesar de que su hermano no me había reclamado?

-He hecho lo que se me exigía, ¿no? –le repliqué con un tono molesto-. Me he humillado para que no hubiera represalias contra el aquelarre.

Hunter me miró sin entender qué había hecho ahora para cabrearme de esa forma; Derek también parecía sorprendido de aquella reacción por mi parte y Bala parecía divertido de verme sacar mi genio.

-La gatita está sacando sus garras de nuevo –comentó para sí mismo, pero yo pude escucharlo perfectamente.

Me giré hacia él.

-Ten cuidado que esas garras no acaben en tu garganta, despellejándola –amenacé abiertamente.

Bala esbozó una sonrisa traviesa.

-Soy consciente de que sientes debilidad por las gargantas...

Tuve que echar mano a todo mi autocontrol para no abalanzarme sobre el vampiro y demostrarle que debía tomarme en serio... Si decidía dejarlo con vida. Derek se interpuso entre ambos antes de que estallara una discusión entre nosotros; sus ojos azules no se habían apartado de mí desde que habíamos salido de la biblioteca. Yo no pude evitar sostenerle la mirada, notando una llamarada de ira recorriendo mis venas.

Se habían acabado mis concesiones con Derek Vanczák, se habían terminado desde el mismo momento en el que había sabido que era posible que estuviera beneficiándose de las salidas de pata de su hermano mayor.

De haberme mentido.

-Quizá sería un buen momento para que Galatea retomara sus entrenamientos con Bala –apuntó Hunter a mi lado.

Derek me evaluó con la mirada, consciente de que algo me sucedía.

-¡No quiero más entrenamientos! –me rebelé, buscando pelea-. ¡Y no, tampoco quiero seguir con las jodidas clases particulares de cómo comportarme como una puta vampira!

Para enfatizar mis intenciones, cogí uno de los jarrones que había más cerca de mí y lo lancé contra la pared, soltando un grito de rabia; Derek y Bala se apartaron del trayecto del jarrón y contemplaron cómo se hacía mil pedazos.

Mi instinto me animaba a que continuara rompiendo cosas, que dejara salir toda la rabia que había ido acumulando desde que había salido huyendo del salón de baile y me había visto empujada a una desagradable situación; los vampiros me contemplaban como si no me reconocieran, lo que consiguió cabrearme aún más.

Di una patada a la mesita que antes había tenido el jarrón encima, abriendo un pequeño boquete en él. Salí corriendo hacia el vestíbulo, sin importarme lo más mínimo si me seguían o no; una doncella se interpuso en mi camino y la aparté de un fuerte empujón que la mandó al suelo...

Y el aroma a sangre inundó mis fosas nasales, provocando que empezara a ensalivar. La mujer a la que había empujado se había rozado contra el suelo, abriéndose una pequeña herida; un sonido ronco se escapó de mi pecho, haciendo que la doncella empezara a gimotear, paralizada por el temor.

Unos brazos me rodearon por la cintura cuando traté de abalanzarme contra la mujer que seguía parada en el suelo.

Enredé una de mis piernas entre las de la persona que había osado detenerme y tiré para hacerle perder el equilibrio; conseguí deshacerme de sus brazos antes de acompañarle al suelo y me giré para encontrarme rodeada de vampiros. Hunter se removió a mis pies, tratando de levantarse, mientras que Derek y Bala se adelantaban hasta quedar dentro del círculo.

Reconocí a Attila, Gábor y Randall entre los vampiros que se encontraban rodeándome. La desdichada Cassie también se encontraba allí, siendo la única mujer que se encontraba entre tanta testosterona andante.

-No muevas ni un músculo –me advirtió Derek.

Le dediqué una sonrisa engreída.

-¿O si no qué, amo? –me burlé-. ¿Vas a matarme? ¿Ya no te soy de utilidad?

Derek alzó los brazos en mi dirección, estudiándome con atención. Mi situación era desfavorable, pero estaba tan al borde de mi propio límite que no me importaba mucho lo que pudiera sucederme; la adrenalina estaba corriendo por mis venas como si fuera gasolina, espoleando mi incendio interno.

-No estamos jugando, Galatea.

Le mostré los dientes de manera amenazadora.

-¿Quién ha dicho que yo estuviera jugando?

Me abalancé contra la doncella que seguía tirada en el suelo y la elevé por el cuello, arrancándole un gemido ahogado; el cerco de los vampiros se tensó a mi alrededor, a la espera de que Derek les diera una sola orden para que pudieran abalanzarse sobre mí para tratar de reducirme.

Apoyé de manera deliberada uno de mis zapatillas sobre el pecho de Hunter para que no pudiera ponerse en pie.

-Deja a la humana, Galatea –me ordenó Derek.

Pegué el cuerpo de la temblorosa mujer al mío, dedicándole una siniestra sonrisa a todos los presentes.

-¿Y qué pasaría si no te hiciera caso? –le provoqué.

-No quieres hacer esto –dijo entonces Hunter, a mis pies-. Estás... estás...

Elevé ambas cejas en un gesto irónico.

-¿Estoy qué, Derek?

-Estás descontrolada –respondió, con un tono ronco-. Nos estás demostrando que eres peligrosa.

-¿Y de quién fue la culpa? –estallé, presionando con más fuerza la garganta de la mujer, que empezó a gorgotear por falta de oxígeno-. ¿Quién fue la persona que me obligó a convertirme en esta cosa que es incapaz de controlarse a sí misma?

-¡No lo sé! –respondió el interpelado con la voz cargada de frustración-. ¿Crees que no estamos haciendo lo imposible por conocer la identidad del hijo de puta que te hizo eso? ¡Las cosas se están descontrolando, los asesinatos han subido en estos últimos días! Lo encontraremos, Galatea...

Lo fulminé con la mirada.

-Tengo la sensación de que no estás haciendo lo suficiente, ¿por qué, Derek?

Algo me golpeó entre los omoplatos con fuerza, provocando que soltara debido a la sorpresa a la humana y que cayera de rodillas. Alguien me retorció ambos brazos a la espalda para evitar que pudiera revolverme de nuevo; Hunter miró por encima de mi coronilla, en dirección a la persona que había logrado atacarme por la espalda.

El rostro de Derek se descompuso, mudando a una expresión encolerizada.

-No hace falta un efusivo agradecimiento –la voz de Axel resonó a mis espaldas, desvelando la identidad de mi captor-. Es evidente que no eres capaz de lidiar con algunas situaciones. No estás a la altura de ser un buen líder, Derek; admítelo de una vez.

Derek apretó la mandíbula.

-No voy a admitir tus mentiras, Axel. Ahora, suéltala.

Axel se echó a reír a mi espalda.

-Ha estado a punto de matar a sangre fría a una humana –apuntó Axel-. Tú mismo has dicho que está descontrolada... y que es peligrosa.

Hunter miró alternativamente a sus dos hermanos, dividido.

-Todo lo que ha sucedido le está pasando factura –salió en mi defensa, como siempre había hecho-. Es normal que haya perdido el control, ¡todavía es muy joven!

-¡Cállate, Hunter! –ladró Derek, cada vez más enojado.

Axel volvió a reír.

-¡Eso, cállate, ya has visto lo poco que le importa al líder del aquelarre tu opinión! –ahogué un gruñido cuando el vampiro tiró más de mis brazos-. Derek solamente piensa en Derek, jamás permite que nadie le aconseje qué es lo mejor para todos nosotros...

Derek dio un paso más en dirección a su hermano.

-Basta, Axel –le ordenó-. Esto es un asunto privado entre nosotros.

-Yo creo que no –contradijo su hermano mayor, divertido-. He estado pensándolo mucho y he llegado a la conclusión de que no eres capaz de lidiar con la fogosidad de esta preciosidad –gruñí cuando me alzó de un brusco movimiento-. Encontrarás muy sugerente la idea de que yo me haga cargo de ella, Derek. Así podrás dedicarle más tiempo a tu pobre prometida...

Derek hizo un aspaviento en mi dirección.

-Yo la he reclamado –estalló-. Esa maldita neófita me pertenece, joder.

-¿Por qué tanta atención por ella, Derek? –siguió presionando Axel-. Hunter tenía pretensiones de reclamarla pero tú te negaste. ¿Qué ocultas, hermanito? ¿Acaso te has cansado de compartir cama con alguien tan sumiso y servicial? ¿Necesitas algo de pasión desenfrenada?

Derek se movió en un parpadeo, quitándome a mí de en medio antes de abalanzarse sobre Axel. Rodé sobre mi espalda para ver cómo los dos vampiros se enzarzaban en una dura pelea física; Hunter no tardó en reaccionar: se apresuró a acudir hasta donde peleaban sus dos hermanos, metiéndose en medio para poder separarlos.

Unos brazos me instaron a que me pusiera en pie, sorprendiéndome al encontrar el rostro preocupado de Cassie. La vampira pelirroja fue la única que me ayudó mientras les gritaba al resto de vampiros que hicieran algo; los compañeros de Derek parecían algo dudosos de querer inmiscuirse, siendo el primero de ellos el propio Randall.

-Vamos, Galatea –dijo Cassie junto a mi oído-. Acompáñame a la cocina para que te demos algo de beber...

La seguí sin dirigir una sola mirada a mi espalda, hacia donde los dos hermanos debían seguir peleando entre ellos como si fueran niños de colegio; Cassie me daba palmaditas en el dorso de la mano, conduciéndome hacia el pasillo que daba a la enorme cocina. La sala se encontraba en pleno apogeo cuando Cassie y yo irrumpimos; los humanos que se encontraban allí se apresuraron a despejarnos un hueco en la encimera.

Cassie pidió una enorme jarra llena de sangre y me puso delante un vaso para que yo lo bebiera. El dolor de la garganta se hizo más intenso al ver la sustancia roja a través del cristal, recordándome que toda mi existencia dependía de ella.

Lo vacié de un trago.

-Jamás había tenido el placer de ver a un neófito perder el control –comentó la vampira de manera casual.

Me serví otro vaso y evité mirarla. La sangre había logrado calmarme, apagando las rabias casi asesinas que habían estado cegándome desde que había hablado con Wolfgang Herz sobre quién había sido la persona que me había creado y por qué había decidido abandonarme.

-Yo me sentiría halagada de saber que has sido el motivo de disputa entre Axel y Derek –prosiguió la pelirroja, sonriente.

-Oh, sí, qué gran honor –mascullé, vaciando el vaso en mi garganta.

Cassie se echó a reír entre dientes y le pidió a una de las cocineras si podía ir a buscar a Deirdre; sus ojos verdes me contemplaron con atención cuando la mujer salió apresuradamente de la cocina para cumplir con su cometido de encontrar a la otra vampira.

-Sé que tú y Deirdre os habéis convertido en amigas –comentó en tono confidencial.

Y yo ya no estaba segura de que la vampira fuera mi amiga.

-La situación ya se encontraba bastante tensa entre los dos hermanos, Galatea. Esto se veía venir...

-Me da igual –repliqué, poniéndome otro vaso de sangre-. No me importa lo más mínimo; para mí como si quieren matarse entre ellos. No es asunto mío.

-Derek parece haberse vuelto bastante territorial contigo –apostilló Cassie.

Hice un aspaviento despectivo con los dedos, restándole importancia a sus palabras.

-Me ha reclamado, eso tiene mucho ver... por no decir que tiene que verlo todo.

-Aún no te ha marcado –insistió la pelirroja.

Apoyé la mejilla sobre el dorso de mi mano, examinando con ojo crítico a la mujer que estaba delante de mí. Cassondra fue la amante de Ferenc Vanczák tras la muerte de su esposa, Ravenna; fue la primera persona que consiguió arrancarlo de la oscuridad en la que estaba sumido el vampiro tras la repentina muerte de su querida esposa. Había pasado de tenerlo todo, a quedarse en nada.

Morticia se lo había arrebatado todo cuando se había inmiscuido en su relación que mantenían, consiguiendo que Ferenc abandonara a Cassondra.

-¿Por qué eres tan amable conmigo? –le pregunté con recelo.

-Porque no puedo evitar sentirme conectada contigo, Galatea. A mí también me han manipulado a su antojo, quitándomelo todo –hizo una pausa para servirse un vaso de sangre para sí misma-. Conozco el veneno cuando lo tengo cerca, y tú estás contaminándote con él.

La puerta de la cocina se abrió, rebotando contra la pared. Deirdre seguía de cerca a Derek, cuyo aspecto demostraba hasta dónde había llegado su enfrentamiento contra Axel; tenía el rostro contraído en una mueca de encontrarse todavía rabioso por lo que había sucedido. Cassie se apartó sumisamente de mi lado, agachando la cabeza e intentando pasar desapercibida para Derek mientras yo me apuraba lo que quedaba de sangre de la jarra.

El vampiro se plantó ante mí y me aferró por el brazo, como siempre había hecho cuando le gustaba demostrar ante todos hasta dónde llegaba su poder; Deirdre me contemplaba con pena, pero sin atreverse a intervenir frente al vampiro que le había destrozado su futuro, alejándola de la persona que amaba.

No me resistí cuando dio el primer tirón para que me pusiera en pie. Tampoco lo hice cuando nos pusimos en marcha, saliendo de la cocina de regreso al vestíbulo; la zona estaba despejada y se debían haber llevado a la humana para modificarle sus recuerdos sobre lo que había sucedido.

Nos dirigimos hacia las escaleras, ascendiéndolas con pesadez. El silencio que nos rodeaba se había hecho pesado, carcomiéndome una agobiante sensación de desconcierto al no saber dónde nos dirigíamos; llegamos al rellano del pasillo donde se encontraba mi dormitorio y mi peso se aligeró al ver que enfilábamos el corredor que conducía a mi habitación.

Derek abrió la puerta con brusquedad, dándome un empellón para que entrara en la habitación. Trastabillé y tuve que buscar apoyo en la cómoda que tenía más cerca, al mismo tiempo que el vampiro cerraba la puerta para dejar caer la máscara de contención que había estado llevando para no alertar a sus compañeros vampiros.

Me mantuve firme.

-¿A qué estás jugando conmigo, Galatea? –exigió saber.

Alcé la barbilla.

-Yo podría hacerte la misma pregunta.

Conseguí apartarme de un salto antes de que Derek descargara su furia contra el mueble en el que había estado apoyada instantes antes. Tragué saliva al ver a Derek abandonándose a la rabia, dando patadas y puñetazos contra la cómoda, astillándola y haciéndola pedazos.

-¿Qué es lo que quieres de mí? –gritó, dando un puñetazo a la madera astillada-. ¿Qué es lo que quieres de mí, joder? ¡Te he ofrecido un lugar en el aquelarre, te he sacado del puto edificio en ruinas en el que vivías, te he estado cubriendo las espaldas...!

Abrí los ojos de par en par. ¿Cómo era posible que supiera dónde me había estado escondiendo tras haberme despertado sola en aquel maldito contenedor? Su descripción tan acertada del sitio donde había conseguido refugiarme hizo que me recorriera algo húmedo por la espalda, como sudor. Era una falsa sensación, ya que mi conversión a vampira me había quitado ese tipo de respuestas físicas de mi propio cuerpo.

Retrocedí unos pasos, alejándome del desatado Derek.

-Tú... Tú no...

Derek esbozó una sonrisa desganada, golpeando de nuevo lo que había quedado del destrozado mueble.

-Tu tierna historia de ladrona de bolsas de sangre de donante no era del todo buena, Galatea. Por supuesto que sé que fuiste tú la vampira que había estado asesinando para alimentarse –un quejido de pánico se me escapó al verme al descubierto-. Puedes convencer a mi hermano que eres inocente, pero yo soy consciente de la oscuridad que guardas en tu interior.

Sacudí la cabeza. Derek se encontraba cerca de la puerta cerrada, mi única vía de escape. La tarjeta de visita de Wolfgang volvió a pesarme dentro del pantalón, donde la tenía escondida; el vampiro me había asegurado que acudiría en mi ayuda si las cosas se torcían. ¿Decidiría cumplir con su palabra tras aquel drástico cambio de circunstancias que se habían dado?

-Sigues entre nosotros –señaló Derek-. Eso dice mucho de mí.

-¿Desde cuándo... cómo es posible...? –balbuceé.

-Tu creador tenía unos parámetros fijos en sus víctimas, unos parámetros que no coincidían en absoluto con los cuerpos que aparecían después, dos semanas después –respondió con tranquilidad-. Tu creador se centraba en víctimas del género femenino, jóvenes; tenía un coto de caza privado cerca de la zona en la que te movías la noche de tu transformación. Tú te movías por libre.

Empecé a retroceder ante la oscura mirada que me dirigió el vampiro. La habitación no era lo suficientemente amplia para que yo pudiera moverme con comodidad, para intentar salir de allí antes de que Derek hiciera lo que tenía en mente; me mordí el labio inferior al ver que Derek recortaba la distancia que nos separaba, arrinconándome contra el cabecero de la cama.

-Aún no me has preguntado por qué no te he ejecutado todavía.

Saqué fuerzas para dedicarle una sonrisa provocativa.

-Supongo que será por mi encanto natural.

Mis pies chocaron con algo pesado y duro que resonó contra el suelo, arrancándole un gemido metálico. Bajé la mirada y me topé con una cadena que estaba fuertemente unida a uno de los barrotes de la cama; fue en esos instantes de duda cuando Derek aprovechó para cargar contra mí, lanzándome de cabeza a la cama y poniendo algo alrededor de mi tobillo.

Derek se alejó de mí antes de que pudiera golpearlo. Al tratar de alcanzarlo, sentí un fuerte tirón en el tobillo que me obligó a trastabillar; con horror comprobé que el vampiro había puesto una fuerte esposa de hierro allí para mantenerme encadenada como un perro.

Gruñí.

-No puedo permitir que lo que ha sucedido allí abajo quede sin consecuencias –me explicó, tomando distancia entre nosotros-. Me has humillado delante de mis propios hombres, delante de mi propio hermano... Has hecho que creyeran que no tenía autoridad sobre ti, que tú estabas por encima del líder del aquelarre. Me has hecho parecer estúpido, una marioneta.

Cogí la cadena entre mis manos y la contemplé con el ceño fruncido. Nada tenía que ver con las que había tenido en el sótano, pues aquélla era más resistente y recia que la que había conseguido romper.

-¿Qué significa esto? –grité.

-Te quedarás aquí encadenada hasta que sepa que no eres ningún peligro. Hasta que aprendas que las cosas han cambiado y que tu vida se encuentra en mis manos.

Las hice repiquetear.

-¿Es esto algún tipo nuevo de chantaje?

-Es la consecuencia de tus actos, Galatea.

Me dio la espalda, dirigiéndose hacia la puerta. Su malhumor parecía haberse disipado tras haberme colocado en el tobillo aquella cadena de castigo; parecía más animado, saboreando aquella victoria frente a la neófita indomable, la misma que había logrado ponerlo en evidencia delante del resto de los vampiros.

Aquel castigo era un aviso tanto para mí como para su hermano mayor, Axel. Les había demostrado con ello quién ostentaba el poder dentro del aquelarre, dejando bastante claro que nadie estaba por encima de él.

Me llevé la cadena a la boca, mordisqueándola como si fuera un puto hámster. Mis dientes chocaron contra el duro metal, sin éxito.

-Eres como un potente huracán –reflexionó Derek junto a la puerta- que lo destroza todo a su paso.

Y no parecía encontrarse nada alegre de dedicarme esas tiernas palabras. Su tono era desesperado y hundido, como si se hubiera cansado de tener que hacerme frente en todas las ocasiones que yo había demostrado que no estaba dispuesta a cooperar con él, a subordinarme bajo su poder.

Me hizo sentir mal conmigo misma, por el hecho de haberlo puesto contra las cuerdas. Por haber tensado aún más la cuerda que se encontraba alrededor del cuello del vampiro, esa misma que Axel se había encargado de ponerle a modo de despecho.

-Que te jodan, Derek.

-No saldrás de aquí hasta que aprendas de una vez por todas la lección –dijo, saliendo por la puerta.

Destrocé mi habitación, pero aquello no me hizo sentir mejor.

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