☽ | Chapter 12.
MI PRIMER BAILE DE NO-MUERTOS (I)
Le pedí a Hunter que me acompañara hasta mi habitación, temiendo un encontronazo con Morticia en el camino. Aquella mujer había logrado meterme el miedo en el cuerpo, haciéndome temblar; Anna, en comparación con Morticia Olaussen, parecía una niña sin peligro alguno.
Nos despedimos de Anna en el vestíbulo y emprendimos la marcha hacia mi dormitorio, abandonando la idea proseguir nuestra velada de películas sobre vampiros; el humor de Hunter no había mejorado un ápice desde que Morticia se había despedido en las escaleras, y sus ojos seguían oscurecidos.
-¿Morticia es... es tu madre? –me atreví a preguntar.
No conocía en absoluto a la familia Vanczák. Había podido averiguar que eran tres hermanos, suponiendo que Axel era el primogénito; el patriarca de la familia se había mantenido fuera de la mansión por motivos diplomáticos. Pero no había podido saber nada sobre la madre.
Las aletas de la nariz de Hunter se ensancharon, arrancándole un gruñido de desacuerdo con mi pregunta.
-Por supuesto que no –respondió con resquemor-. Morticia es la nueva amante de mi padre, pero no compartimos sangre. Gracias a Dios.
Deirdre me había comentado que, antes de que el patriarca se decantara por la misteriosa vampira, había estado con otra mujer... Cassie. Todavía me quedaba mucho por aprender sobre las intrigas morbosas de los miembros de aquel aquelarre, pero había puesto atención y podía sacar mis propias conclusiones.
-¿Tu madre es Cassie, pues? –intenté de nuevo.
La mirada que me dirigió Hunter fue suficiente para darme cuenta de que me había equivocado de nuevo. Alcé las dos manos en señal de disculpa, pero el vampiro sacudió la cabeza, recordando que yo no podía conocer todos los detalles escabrosos e íntimos de los miembros del aquelarre.
-Cassondra fue otra de las amantes de mi padre –me explicó, aunque su voz delataba que aquella vampira le era mucho más tolerante que Morticia-. Después llegó Morticia.
El instinto me dijo que recelaba de la vampira y que había algo más en la historia de cómo su padre había decidido sustituir a Cassondra, Cassie como la había llamado Deirdre, por su actual pareja.
Continuamos por el pasillo hasta llegar a la puerta de mi dormitorio. El humor de Hunter parecía haberse aliviado después de mi interrogatorio, aunque aún podía ver una sombra de desconfianza en el fondo de sus ojos azules; me apunté mentalmente no ser tan agresiva con mis teorías y no tocar jamás el tema de sus padres de ahora en adelante. De haber sido Derek, seguramente se me habría lanzado al cuello por mi intromisión.
Nos quedamos parados frente a la puerta, sin saber muy bien qué hacer. Lo normal sería que yo me marchara a mi dormitorio, pero parecía que Hunter se encontraba un poco ansioso por decir algo más.
-Mi madre murió hace mucho tiempo –dijo tras un buen rato en silencio, cuando estaba a punto de despedirme de él-. Mi padre nos convirtió a todos en lo que somos, pero algo fue mal con ella... Se volvió inestable y eso obligó a mi padre a que la encerraran en las mazmorras...
Fruncí el ceño al recordar lo bien acondicionado que se encontraba el sótano de la mansión cuando fui destinada allí. Había creído que se debía a la obsesión insana que sentía Derek por provocar todo tipo de dolor a sus víctimas, pero no pude evitar sorprenderme al descubrir que había servicio para otro propósito, uno mucho más doloroso y oscuro.
-Lo lamento mucho, Hunter –dije con sinceridad.
Hunter sacudió la cabeza, rechazando con suavidad mis palabras. No había terminado de hablar, y no podía evitar sentirme levemente halagada de que hubiera decidido abrirse conmigo, a pesar del poco tiempo que hacía que nos conocíamos; un escalofrío me recorrió la columna vertebral al recordar las palabras del corredor, las que me habían perturbado profundamente.
-Una noche todo cambió –continuó explicándome el vampiro, mordiéndose el labio inferior con desazón-. Mi padre había dispuesto un buen número de personas para que cuidaran de mi madre, creyendo firmemente que aquel estado era transitorio; a nosotros no nos permitían acercarnos a ella... además de ser porque nosotros éramos inexpertos, unos neófitos. Escuchamos su alarido en los jardines, resonó en todos los rincones de la mansión; mi padre descubrió que alguien había roto las cadenas y salió a buscar a mi madre, sin importarle siquiera que nosotros pudiéramos salir de la mansión para ayudar en la búsqueda.
Se le rompió la voz y yo quise pedirle que no continuara, que no se encontraba preparado para contarme el final de la historia. Pero era una persona curiosa y estaba ávida por saber qué le había sucedido a la madre de Hunter, a pesar de que no iba a tener un final feliz.
Apoyé mi mano con cuidado en el hombro de Hunter, dándole a entender con ese gesto que me encontraba a su lado.
-Axel fue quien la encontró –sus ojos rehuyeron los míos, pero pude ver un brillo acuoso en ellos antes de desviar la mirada-. Se había arrancado a sí misma la garganta... No sabemos por qué. Quizá porque comprendía que era un peligro para nosotros y sí misma; quizá porque no quería hacernos daño...
Mis pies se pusieron en marcha por sí solos, atendiendo a un pensamiento tan desgarrador como imaginarme lo que debía sentir Hunter al haber perdido de esa forma a su madre; yo tenía la suerte de haberme alejado de los míos por su propio bien, al menos los míos se encontraban a salvo.
Le rodeé con mis brazos y el cuerpo de Hunter se quedó rígido unos instantes, sorprendido de aquella muestra de afecto por mi parte; sus brazos, una vez recuperado del recelo inicial, me rodearon por la cintura para devolverme el abrazo. Noté el peso de la frente en su hombro izquierdo y su respiración forzada a través de la tela de la sudadera.
-Después de ello, Derek se marchó de la mansión –contó en voz baja, como si temiera que alguien estuviera escuchándonos a escondidas-. Recorrió el mundo, alejándose de nuestra familia... de todos los recuerdos que había aquí. Fue entonces cuando conoció a Anna, cuando se enamoró de ella.
Hunter también había sido consciente de lo perjudicial que eran Derek y Anna para el otro. No había sido testigo de todos aquellos años que habían transcurrido, pero en esos instantes era capaz de afirmar que ese amor, o lo que fuera que creían que tenían, les estaba debilitando; Anna, con sus celos y posesividad agobiante, y el propio Derek, incapaz de medir sus propias acciones, haciéndole daño a su prometida.
Nos mantuvimos unidos en aquel extraño abrazo hasta que Hunter se retiró, mordiéndose el interior de la mejilla con una extraña expresión en el rostro. Sabía qué era lo que estaba a punto de decirme.
-No diré ni una palabra –prometí, antes de que Hunter hablara.
El vampiro me miró con solemnidad y emoción contenida, asintiendo. Era incapaz de pronunciar palabra después de haberme hecho partícipe del horror al que había tenido que hacer frente en sus primeros inicios como vampiro; me aparté de su lado y llevé una mano al picaporte.
-Buenas noches, Hunter –me despedí.
Esbozó una sonrisa diminuta.
-Buenas noches.
Me removí entre las suaves sábanas de mi nueva cama, intentando exprimir lo máximo posible aquella preciosidad y lujo. La noche anterior me había quedado enmudecida tras conocer parte de la historia familiar de Hunter, conmocionada al escucharle hablar de cómo había perdido a su madre; tras nuestra despedida, en la comodidad de mi cama, había podido darle vueltas al asunto. Deirdre me había hablado que el padre de Hunter había tenido dos amantes, siendo la última de ellas Morticia Olaussen; había tenido el placer de conocerla y de descubrir que iba a ser un auténtico problema, ya que debía haberme catalogado de «enemiga» sin saber nada de mí.
No me resultaba difícil entender ahora por qué Hunter detestaba a las mujeres que acompañaban a su padre, reprochándole que hubiera logrado olvidar tan deprisa a su esposa y madre de sus hijos; pero parecía sentir una animadversión especial hacia Morticia por algún motivo que todavía no había logrado descubrir.
Abrí los ojos y alguien llamó tímidamente a la puerta.
-Adelante –dije de mala gana, presionando la nuca contra la almohada.
Escuché el suave roce de la puerta contra el suelo y los pasos igualmente tímidos de alguien entrando en mi dormitorio. Me apoyé en los codos y contemplé a la mujer, vestida diligentemente con el uniforme de la familia, que me miraba desde cerca de la puerta, retorciéndose las manos con nerviosismo.
Le sonreí amablemente y su cuerpo se quedó rígido.
-La señora Olaussen la está esperando en el comedor, señorita...
Era más que evidente que aquella mujer estaba temblando de miedo. Miedo por mí y por el peligro que suponía para los de su especie... ¿Qué? ¿Acababa de decir su especie como si los vampiros fueran una raza distinta? Estaba empezando a pasarme factura pasar tanto tiempo rodeada de vampiros que así lo creían.
-Riley –dije con suavidad-. Galatea Riley.
La mujer no me devolvió la sonrisa, pero sí se tranquilizó un poco al ver que no tenía intención de convertirla en mi desayuno. Sin apartar ni un segundo la vista de la cama donde me encontraba, se dirigió eficientemente hacia la cómoda y empezó a sacar prendas de ella como si yo necesitara ayuda.
La contemplé con una mezcla de sorpresa y molestia, ya que desde hacía años podía apañármelas bastante bien para poder vestirme a solas y sin que nadie seleccionara mi vestuario. Los ojos de la mujer se clavaron en los míos y pudo ver mi creciente enfado.
-La señora Olaussen ha dado órdenes directas de cómo debe ir –se justificó.
Yo apreté las mandíbulas con fuerza, tratando de escoger la forma más dolorosa para asesinar a esa maldita vampira.
-¿Necesita algo más, señorita Riley? –se interesó la mujer, una vez hubo concluido la ardua tarea de buscarme un atuendo apropiado.
Arrugué la nariz.
-Aún estoy intentando decantarme por una estaca de madera o por una enorme pira donde hacer a la parrilla a alguien –respondí, dándome unos toquecitos en la barbilla; la expresión de la doncella mudó al terror más profundo-. Puedes marcharte. Gracias.
Contemplé con gesto crítico la elección de Morticia. Se trataba de un sencillo vestido blanco con unos finos tirantes; me llegaba hasta el tobillo y tenía a conjunto unas sandalias con cuña. Pensé que debía haber algún tipo de trampa en aquella simple elección, que no era posible que Morticia hubiera sido tan... tan de su maldito estilo: elegante sin llegar a ser ostentosamente llamativo.
Me miré con el vestido puesto en el espejo, valorando el resultado. Había decidido dejarme el pelo suelto y éste caía por encima de mis hombros hasta cubrirme por debajo del pecho, dándome el aspecto de alguien que se había escapado de la película de La casa de la pradera.
Aparté de un brusco movimiento de mano mi pelo hacia atrás y me propuse armarme de paciencia y coraje en todo el trayecto hacia el comedor; salí de la habitación con el firme propósito de hacerlo... hasta que vi a Hunter bajando por las escaleras que conducían al segundo piso. Tampoco llevaba buena cara.
Frunció el ceño al verme con aquellas pintas y yo le dediqué una mueca, alzando una mano para que no dijera ni una palabra.
-Ha sido elección de Morticia –le expliqué-. Parece ser que ya no voy a tener que preocuparme por problemas de no saber qué ponerme de ahora en adelante.
Hunter esbozó una media sonrisa, ralentizando su paso para acomodarse al mío y acompañarme hasta abajo.
-Te queda bien –dijo y yo lo miré con enfado-. Pero es algo que jamás te hubieras puesto.
-Anna y Morticia tienen algo en común: su obsesión por los vestidos.
Hunter dejó escapar una breve carcajada.
-Están allanando el camino para la fiesta –bromeó, entrelazando sus manos por detrás de la nuca.
Me detuve de golpe, obligando a Hunter a quedarse en mitad de la escalera para ver qué era lo que me había sucedido. Algo en lo que no había caído en la cuenta hasta ese preciso instante: la fiesta; seguramente todas las mujeres, además de la etiqueta, obligarían a llevar vestidos... y vestidos con aspecto de haber sido sacados de mejores épocas.
-¿Tienes miedo a los vestidos? –se burló Hunter, achinando los ojos.
Le enseñé el dedo corazón a modo de respuesta y me apresuré a ponerme en marcha de nuevo. Tenía miedo de que Morticia me enviara a otra de sus doncellas para informarme que no le gustaba nada la impuntualidad.
-Lo harás bien, Gala –dijo la voz de Hunter a mi espalda.
Lo miré por encima de mi hombro, con el rostro cargado de dudas.
-Espera a que no me parta un tobillo bajando las escaleras porque se me haya enredado el bajo del vestido entre las piernas.
Ambos estallamos en carcajadas ante la imagen de verme a mí rodando por las escaleras. Tuve que agarrarme por el estómago debido al ataque de risa, pero el carraspeo masculino de alguien me las cortó de golpe; incluso Hunter se había quedado mudo a mi lado, con la mirada clavada en la persona que nos esperaba a los pies de la escalera.
Derek nos miraba con cara de mustio.
-¿Pasando un agradable rato en compañía, Galatea? –me preguntó, con sus airados ojos azules clavados todavía en su hermano menor.
-La verdad es que sí –respondí con una pizca de mordacidad-. Agradezco mucho su preocupación, amo.
El uso de aquel distintivo hizo que la mirada de Derek se desviara en mi dirección. Pude ser testigo del asombro que mostraba todo en él al verme con semejante guisa; sus ojos azules me recorrieron de pies a cabeza, haciéndome sentir incómoda y torpe. Me aclaré la garganta.
-Íbamos hacia el comedor –dije.
Bueno, yo iba hacia el comedor, ya que Hunter no me había dicho hacia dónde se dirigía.
-Estupendo, yo también iba hacia allí.
Aquello me sentó como si me hubiera tragado un litro de lejía. Ni Hunter ni yo dijimos una palabra, en parte sorprendidos por el buen humor con el que nos habíamos encontrado con Derek aquella mañana; nos pusimos de nuevo en marcha, yo en medio de ambos hermanos.
Derek fue el encargado de abrirnos la puerta pero, recuperando parte de su encanto, pasó primero, chocando contra mi hombro de manera intencionada; escuché el resoplido de Hunter a mi espalda y vi que en la mesa ya habían dispuesto un sustancioso desayuno.
Me topé con dos hombres que no reconocí, y que debían ser el padre de los hermanos y el tercero de ellos, Axel. El patriarca de la familia tenía el pelo completamente blanco y el rostro arrugado por la edad, acompañado con una sombra de barba; sus ojos azules, de un color muy parecido al de Hunter, estaban clavados en su hijo mayor, con quien parecía estar sumido en una interesante conversación. Llevaba un pulcro traje que le hacía parecer un magnate.
Axel, por el contrario, imponía mucho más que su padre... y que el propio Derek. Sus facciones eran duras y parecían haber sido cinceladas en piedra; tenía el pelo castaño cortado casi al mínimo y sus ojos eran de un azul oscuro, dándole la apariencia de ser negros. También vestía de la misma forma que su padre y pude apreciar el gran parecido físico que había entre el vampiro mayor y su primogénito, a pesar de la edad de éste primero. Anna y Morticia ya estaban sentadas en la mesa y hablaban entre ellas con las cabezas muy juntas.
Aquella era la estampa familiar más normal con la que había podido encontrarme. De no haber sido por las jarras llenas de sangre, hubiera creído que me había colado en el desayuno de una importante familia.
Los ojos de Morticia se clavaron en mí y sonrió como una serpiente a punto de abalanzarse sobre su presa para inocularle su veneno y matarla.
-Ah, Galatea –me saludó con fingida efusividad-. ¿Por qué no te sientas con nosotras?
Los ojos del padre de los Vanczák y de Axel se desviaron en mi dirección, provocando que todos mis músculos se quedaran paralizados. Derek se encontraba con las manos aferrándose al respaldo de la silla que ocupaba Anna, pero no tardó en mirar en mi dirección; Hunter se detuvo a unos metros por delante de mí, consciente de la tensión que había empezado a respirarse en el ambiente.
Los ojos del patriarca de los Vanczák se entornaron al hacerme un barrido con su crítica mirada.
-Así que ella es la neófita –pronunció lentamente, de manera casi desagradable-. A la que has decidido reclamar, Derek.
El interpelado desvió la mirada hacia su padre, frunciendo los labios. No es que me importara que Derek saliera en mi defensa, como tampoco hiciera algún comentario hiriente para apoyar a su padre.
-Tiene un nombre –intervino Hunter, molesto por las formas que había mostrado su padre hacia mí.
-Se llama Galatea Riley –apostilló Derek para sorpresa de todos-. ¿Podemos sentarnos a desayunar? Me está poniendo enfermo ver tanto protocolo para algo tan simple...
Axel esbozó una sonrisa cruel.
-Es extraño que tú, Derek, hayas decidido reclamar a una neófita –su cadencia a la hora de hablar era lenta e hipnótica-. Pensaba que tenías suficiente con tu prometida, ¿quieres repetir la historia?
Anna emitió un gorgoteo de protesta mientras terminaba de llenarse un enorme vaso de sangre. Sus ojos oscuros me contemplaron con frialdad antes de desviarse en dirección a su futuro cuñado; su rostro mudó a una máscara de decepción infantil, frunciendo sus labios en un mohín.
-Derek y yo estamos bien –protestó-. Esos tiempos ya han pasado, Axel.
El vampiro enarcó una ceja con diversión.
-No veo que haya fecha de boda a la vista –apuntó con malicia.
Un gruñido brotó del pecho de Derek, que parecía encontrarse a punto de abalanzarse sobre su propio hermano para obligarle a retirar las graves acusaciones que había lanzado sobre su reputación; Hunter sacudió la cabeza y me indicó con un gesto de mano que le siguiera hacia una de las sillas, lejos de Morticia y Anna.
-¿No dices nada, Derek? –preguntó entonces su padre, ocupando la silla que estaba en la cabecera de la mesa.
-Ferenc –le llamó la atención Morticia, divertida.
Derek contempló a su padre, a su hermano y a Morticia con un brillo asesino en sus ojos azules. Hunter se mantenía apartado en un incómodo segundo plano, calibrando la situación desde su silla; y yo procuraba ocupar el menor espacio posible para no empeorar aún más las cosas.
-Supongo que la envidia de saber que nunca será líder del aquelarre es la que habla por él –repuso Derek con fingida calma-. No se lo tomaré en cuenta.
Axel y Derek compartieron una fría sonrisa antes de ocupar sus respectivas sillas. Ferenc Vanczák cogió la servilleta y se la colocó en el regazo con deliberada lentitud, devolviendo su atención de nuevo a mi persona.
-Derek nos ha contado que no recuerdas nada en absoluto de quién fue tu creador –observó entonces Ferenc.
Me removí en mi asiento con incomodidad, atemorizada por el aura de poder que rodeaba a aquel hombre.
-Entonces, me parece una estupidez preguntarle de nuevo si ya lo hemos hecho antes... en varias ocasiones –replicó Derek con desdén.
Su padre lo fulminó con la mirada, contrariado por la forma en la que le había hablado. Aunque no continuara siendo el líder del aquelarre, Ferenc Vanczák parecía mantener intacto el poder que había ostentado en aquel tiempo.
Morticia observaba a su compañero con una sonrisa culebreando en sus finos labios, cada vez más divertida con la situación... o con la disputa que estaba teniendo lugar, como si fuera un espectáculo con el que acompañar el desayuno.
Axel me contempló con maldad, dándole un largo sorbo a su copa llena de sangre.
-Deberías dejármela a mí –le dijo a su hermano, como si yo fuera una prenda de ropa intercambiable-. Sabría cómo divertirnos juntos.
Noté la mano de Hunter apretándome el muslo por debajo de la mesa, dejándome momentáneamente desconcertada y perdiendo la oportunidad de responderle sobre cómo podía divertirse él solito; lo miré de soslayo, pero el vampiro estaba con sus ojos clavados en su hermano mayor. Derek dejó con violencia la jarra sobre la mesa, salpicándolo todo.
-¿Ya te has cansado de Edith o es que ella por fin se ha dado cuenta de lo gilipollas que puedes llegar a ser? –le escupió Derek.
La sonrisa del primogénito se hizo amplia, saboreando el haber conseguido sacar de sus casillas a Derek.
-Tenía pensado que se uniera a nosotros –respondió, apoyando el brazo sobre el respaldo de su silla en una postura despreocupada-. Hace tiempo que no hago ningún ménage à trois. Ella es perfecta, a Edith le encantaría...
-Sigue hablando de esa forma y le mandaré a Edith un pequeño obsequio para que siempre se acuerde de ti –amenazó Derek entre dientes.
Axel rió encantado.
-Hermanito, ¿son celos lo que estoy escuchando? –pulsó un botón que todo el mundo sabía que haría estallar la poca calma que reinaba en el comedor-. ¡Qué posesivo! ¿Debo suponer que ya la has probado?
El vampiro lanzó una dentada juguetona en mi dirección y me guiñó un ojo, arrancándome una mueca de asco.
-¡Ya está bien! –estalló Derek, tirando la silla hacia la pared y abalanzándose hacia Axel.
Un segundo antes de alcanzarlo, Hunter apareció de la nada, aferrando a Derek por los brazos, impidiendo que pudiera golpearlo de alguna forma; los ojos oscuros de Axel resplandecían de satisfacción, de haber conseguido hacer perder los papeles a su hermano menor con sus insidiosas palabras.
Arrastré la silla con cuidado sobre el suelo, lanzando mi servilleta a la mesa con rabia. Sin decir ni una sola palabra, les di la espalda y me dirigí hacia la puerta, deseando alejarme antes de dejar salir al Hulk que llevaba en mi interior.
No di dos pasos cuando la voz de Derek restalló por todo el comedor, provocándome un escalofrío.
-No recuerdo haberte dado permiso para que pudieras retirarte, Galatea –siseó con rabia.
Quise hacerme creer a mí misma que la rabia que había percibido en su voz era debido a su hermano. Me giré sobre la punta de mis zapatos para enfrentarme a aquella extraña familia: Morticia y Anna parecían encontrarse algo incómodas de que la situación se hubiera descontrolado hasta tal punto; Ferenc me miraba fijamente con un punto de interés reluciendo en sus iris azules; Axel me dedicaba una amplia sonrisa; Hunter me miraba con aire de disculpa, todavía sujetando a su hermano mayor, y Derek me miraba como si le hubiera dado más munición para continuar con la discusión.
Me recordé que no quería más problemas, que tenía que ceñirme a mi plan y ceder a las exigencias del vampiro.
-Lo siento, amo –me disculpé, entrelazando mis manos contra mi estómago. No había podido darle siquiera un sorbito a ninguna copa de sangre-. No me encuentro del todo bien. ¿Puedo marcharme?
Aguardé pacientemente a que Derek me diera permiso para poder retirarme. Ferenc contemplaba el intercambio de frases, el hecho de que yo estuviera en aquel plan tan sumiso y conciliador; seguramente Derek les hubiera explicado que era una insubordinada y que tenía serios problemas para acatar la orden «no debes agredir físicamente, y disfrutar con ello, al líder de tu aquelarre.»
Derek desvió la mirada y dejó escapar un suspiro, haciéndole parecer vulnerable y agotado.
-Vete de aquí –me concedió-. Bala estará esperándote en el jardín para continuar con tus clases.
-Me encantaría verla en acción –intervino Axel-. Debe ser toda pasión...
Hunter puso una mueca de dolor cuando Derek tiró con más ahínco para liberarse del agarre de su hermano menor. Axel, viéndose libre de cualquier obstáculo, depositó con suavidad la copa en la mesa y se levantó, dirigiéndose en mi dirección; todos mis músculos se pusieron en tensión cuando su brazo se enlazó con el mío, en una clara invitación de acompañarme hasta el jardín para comprobar cómo lo hacía en mis entrenamientos físicos con Bala.
Oí otra silla arrastrándose y me topé con la mirada molesta de Anna, quien también se había puesto de pie.
-Gala debe acompañarme a mí –decidió con rotundidad-. Necesito ayuda para poder terminar con los preparativos. Debemos buscarle un vestido para la ocasión.
A pesar de las malas energías que desprendía por mi causa, no pude evitar sentirme agradecida con Anna por haberme logrado salvar de la presencia de aquel vampiro que superaba con creces a Derek. Si había creído que Derek iba a convertir mi vida en un infierno, Axel prometía mandarme de cabeza al rincón más oscuro, nauseabundo y caluroso del mismo.
-Vamos, Gala –me ordenó Anna con voz inflexible cuando pasó a nuestro lado-. Tenemos mucho trabajo por delante.
Me solté son suavidad de Axel y contuve un suspiro de alivio al seguir a Anna hasta fuera del comedor. Mi paz no duró mucho, ya que la mirada que me dirigió me hizo replantearme el querer regresar de nuevo al interior del comedor, junto a Derek y Axel a punto de asesinarse mutuamente.
Me humedecí el labio inferior, sin saber si debía darle las gracias o mantenerme con la cabeza gacha y actitud sumisa.
Derek mandó a una doncella aquella misma tarde para informarme que los entrenamientos junto a Bala y mis lecciones con Hunter se cancelaban, sin darme un motivo de peso para argumentar aquella decisión.
Ravenna Vanczák
Primera y única esposa de Ferenc Vanczák. Fue convertida junto a sus tres hijos en vampira por su marido; sin embargo, algo salió mal en la conversión, volviéndola una criatura inestable y peligrosa. Por motivos de seguridad, Ferenc se vio en la obligación de encerrarla en el sótano para poder mantenerla controlada, creyendo que esa locura era transitoria, que simplemente necesitaba tiempo para poder adaptarse a su nueva situación.
De una manera desconocida, pues no se descubrió si fue ella misma o alguien del exterior, consiguió liberarse de las cadenas que la retenían en el sótano, huyendo de la mansión.
Ferenc envió una partida de sus mejores hombres para encontrarla, permitiendo a sus tres hijos que pudieran unirse a la búsqueda.
Fue Axel, el primogénito, quien dio la voz de alarma al encontrar el cuerpo de su madre con la garganta desgarrada.
Se declaró que fue provocado por la propia Ravenna, quien lo había hecho para poder salvar a sus hijos del peligro que suponía que era.
Ferenc Vanczák
Antiguo líder del aquelarre Vanczák, Ferenc fue un hombre que en su vida humana consiguió recaudar un buen patrimonio que le ayudó a empezar de nuevo cuando se convirtió en vampiro. Tomó la decisión de convertir a su familia para mantenerlos unidos por toda la eternidad.
Tras la dura pérdida de su esposa Ravenna, Ferenc se recluyó en una coraza, limitándose a gobernar su aquelarre. Sin embargo, el dolor y culpabilidad de creer que había sido él la causa por la que se había suicidado su esposa, pronto se vio agobiado.
Axel, su primogénito, le sugirió que sería una buena idea que abandonara el puesto de líder, creyendo que esa responsabilidad caería sobre él.
Fue entonces cuando delegó el cargo en su hijo mediano, Derek.
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