☽ | Chapter 11.
EL PATRIARCA HA REGRESADO A CASA, QUE TRAIGAN LOS SACRIFICIOS HUMANOS
Espera, espera, espera. Rebobinemos unos instantes atrás. ¿Había escuchado decir a Hunter que Derek «quería presentarme en sociedad»? ¿Qué iba a ser lo siguiente, que me buscaran un prometido? Estábamos en el siglo XXI y todas aquellas paparruchadas de «presentaciones en sociedad» habían dejado hacía mucho tiempo en estar de moda.
Contemplé a Hunter con una expresión de completo desacuerdo.
-¿Por qué va a querer Derek presentarla en sociedad? –inquirió entonces Anna, un poco molesta.
Hunter se encogió de hombros.
-Eso deberías preguntárselo a él, Anna. Nosotros tenemos prisa.
Sin mediar palabra, me aferró con suavidad por el hombro y me obligó a que nos pusiéramos en marcha. Dejamos atrás a una confundida Anna y nos dirigimos hacia el pasillo que conducía a la biblioteca; yo todavía estaba un poco perdida por las intenciones de Derek al querer hacerme una presentación ante la sociedad de vampiros, no oponiendo ningún tipo de resistencia.
Dejé que me condujera hacia la biblioteca y que cerrara la puerta a nuestra espalda. ¿En serio todavía se celebraban en el mundo de los vampiros fiestas de ese tipo? ¿Qué iba a ser lo siguiente que descubriera de ellos, que en verano les gustaba ponerse en taparrabos y golpearse en el pecho, imitando a Tarzán?
Hunter murmuró algo para sí mismo a mi espalda y me adelantó para acercarse a la chimenea apagada. Yo me dejé caer sobre el enorme sofá y apoyé la barbilla entre las manos, cerrándome en un hermético silencio.
Derek había convertido a Hunter en mi tutor provisional para que pudiera enseñarme cómo comportarme estando rodeada de la flor y nata de la sociedad de vampiros; también iban a dar una fiesta en honor al regreso del patriarca de la familia. Todo parecía encontrarse retorcidamente relacionado, y tenía la sensación de que el epicentro de todas aquellas coincidencias era el propio Derek.
-¿De ahora en adelante nuestra relación va a ser... así? –la voz de Hunter resonó en toda la biblioteca.
Supuse que estaba refiriéndose al episodio del jardín, cuando no había tenido ningún problema en patearlo, redefiniendo mi entrenamiento; hice sobresalir mi labio inferior en un mohín burlón mientras Hunter esperaba mi respuesta, recostado contra la chimenea y con su mirada clavada en mí.
Me encogí de hombros, fingiendo indiferencia.
-La próxima vez intentaré cambiar la zona –le prometí.
Mi rostro se contrajo en una mueca cuando el puño de Hunter se estampó violentamente contra la repisa de la chimenea, haciendo que resonara un crujido nada halagüeño. La mandíbula del vampiro se había tensado y el iris de sus ojos se había oscurecido gradualmente; por unos segundos tuve la sensación de que el espíritu de Derek había poseído el cuerpo de Hunter, ya que aquella reacción era más típica de Derek que del propio Hunter.
-¡Esto no es ninguna broma, Galatea! –me reprendió, sonando casi como un gruñido animal-. ¡No puedes refugiarte siempre en tus bromas, tienes que enfrentarte a los problemas como una persona seria!
Su acusación me hizo sentir humillada. Era como si hubiera retrocedido al episodio del baño, cuando Derek no había dudado en lanzar sus dardos envenenados contra mi autoestima, burlándose de que yo no era lo suficiente mujer; lo fulminé con la mirada, cayendo de nuevo en las garras de la inconsciencia, de no escuchar a esa vocecita racional que me instaba a que no cayera en las provocaciones.
Hunter consiguió interceptarme antes siquiera de que pudiera golpearle con mi puño, girando su cuerpo hasta arrinconarme contra una de las estanterías. Aquello me molestó bastante, haciéndome sentir más humillada aún.
-¿Y cómo quieres que reaccione cuando averiguo que la persona que creía que estaba convirtiéndose en mi amigo ha resultado ser una maldita sabandija mentirosa y traicionera? –le espeté, temblando de enfado.
El golpe que había recibido al descubrir, gracias a Derek, que su hermano menor tenía el alma tan podrida como él había sido demasiado demoledor. Quizá me había aferrado demasiado temprano a la primera persona que había demostrado un mínimo de interés en mí después de haber sido arrancada de la existencia que había llevado en aquellas dos semanas posteriores a mi despertar como vampira; había creído ver en Hunter las cualidades que me habían hecho creer que quedarme en aquella mansión no era un destino tan funesto al que había creído en un principio.
Y todo ese castillo de naipes que había empezado a construir se había derruido con un simple soplo de su hermano mayor.
Me obligué a no caer bajo el influjo de Hunter, que no me afectara lo más mínimo su rostro cargado de dolor.
-Yo no soy esa persona, Galatea –me aseguró, tragando saliva-. ¿Quién te lo dijo? ¿Quién te ha metido todo ese veneno en mi contra?
Ahora fui yo quien tragó saliva, incapaz de desviar la mirada del dolor que desprendían los ojos azules de Hunter. ¿Por qué había regresado a mi pecho la misma sensación de desgarro que había sentido aquella misma mañana, cuando había huido de mi dormitorio tras mi enfrentamiento con Hunter? Todo había comenzado con él, cuando me había frenado en mi marcha de encontrar una víctima.
La primera vez que lo vi tuve la sensación de que mi muerto corazón había comenzado a latir de nuevo. El magnetismo que transmitía Hunter Vanczák había sido lo que había desencadenado los sucesos posteriores, el momento en que había caído en las garras de Derek Vanczák como prisionera.
-¿Y eso qué importa? –me obligué a responder.
-A mí me importa –replicó entre dientes-. Porque no voy a permitir que nadie te meta ideas equivocadas en la cabeza.
-¿Ni siquiera alguien que te conoce desde siempre? –resoplé.
Los ojos de Hunter se abrieron desmesuradamente en un gesto de comprensión. Mi espalda chocó contra las estanterías que había tras de mí cuando el vampiro me empujó inconscientemente al entender quién había sido esa persona; las puertas se abrieron de par en par con un fuerte golpazo cuando Hunter se abalanzó contra ellas, resonando contra las paredes.
En un simple pestañeo Hunter había salido de la biblioteca, con un gruñido casi animal resonando en su pecho, y yo iba tras él a toda velocidad. Conocía personalmente cómo se mostraba alguien que había perdido el control, y Hunter estaba al límite: si no lo frenaba a tiempo, se desataría una catástrofe.
-¡Hunter! –chillé a su espalda.
El vampiro se alejaba por el pasillo, con la línea de sus hombros formando una tensa recta. Las personas que osaban cruzarse en su camino por un despiste lo miraban como si estuvieran delante del propio Derek; se hacían a un lado inmediatamente, bajando la mirada y murmurando una sentida disculpa.
No sabía si Derek todavía seguía en los jardines, pero ese era el destino de Hunter en aquellos momentos. Rezaba para que su hermano mayor se hubiera marchado.
-¡Hunter, joder, para! –le pedí.
Me miró por encima del hombro y un escalofrío de temor me recorrió la columna vertebral. Era la primera vez que veía a Hunter tan cerca de perder el control, y no me gustaba nada la expresión de su rostro; parecía encontrarse a punto de derruir la mansión en un ataque de ira no reprimida.
Aceleré mis pasos y lo sujeté por la manga de su camiseta, consiguiendo que redujera el paso. Su mirada se había vuelto fría como un témpano de hielo, pero me obligué a mí misma a ignorar la punzada que había atenazado mi estómago.
-Aléjate de mí, Galatea –me pidió con un ronco gruñido-. No es seguro que estés a mi lado en estos momentos...
Le dediqué una media sonrisa.
-Aquí el único peligro andante soy yo, ¿recuerdas? –bromeé, intentando relajar el ambiente.
Las mandíbulas de Hunter chasquearon, resonando como un latigazo. Cerré mis dedos con fuerza contra la tela de su camiseta, casi con el convencimiento de que podría detenerlo de ese patético agarre.
Mi parte malvada me preguntó al oído por qué no instigaba a Hunter contra Derek, para que el hermano menor de los Vanczák buscara al líder del aquelarre para soltar toda la rabia que había ido acumulando al descubrir que Derek había sido la persona que había malmetido en contra de nuestra creciente relación de amistad. Pero yo no podía permitirlo, era cruel.
Ambos eran hermanos y un enfrentamiento de aquel calibre supondría una grieta en su relación. Derek podría ser un tirano, pero tenía personas a su lado que luchaban por mantenerlo con los pies en el suelo; además, de permitir que Hunter se enfrentara a su hermano mayor, sería darle más munición con la que poder hostigándome.
Hunter cerró los ojos lentamente y dejó escapar el aire en un derrotado suspiro.
-No lo hagas –le pedí, hablando muy en serio.
El vampiro entreabrió sus ojos, permitiéndome ver sus iris mucho más claros que momentos antes. Estaba relajándose, estaba recuperando el control de sus propias emociones.
-¿Por qué, Galatea? –preguntó, todavía sonando algo ronco-. Mi propio hermano ha sido capaz de decir esas cosas tan horribles... Tú le has creído –añadió en voz más baja.
Aflojé mi agarre contra la manga de su camiseta, exhausta por la magnitud de la situación.
El nudo del pecho había regresado.
-Hunter, apenas nos conocemos –dije en el mismo volumen-. No sabemos nada el uno del otro...
-Es extraño, Galatea –repuso el vampiro-. Conmigo me sucede todo lo contrario: es como si te conociera de toda la vida.
Lo solté de golpe, como si su contacto me hubiera dado un molesto calambre. Las palabras de Hunter, la intensidad de su mirada y la sinceridad que se percibía en su tono de voz me hicieron dudar; había empezado a ver una ligera similitud entre Derek y Hunter en lo respectivo a su forma de ser, a la sombra que se cernía sobre ellos cuando estaban a punto de perder el control.
Pero Hunter... Hunter parecía estar hablándome en serio, sin ánimo de convencerme u obligarme como su hermano. Sus palabras no buscaban hacerme daño, simplemente estaban tratando de hacerme sentir bien.
De demostrarme que nada de lo que había dicho Derek era cierto. Pero aún quedaban restos de las dudas, una pequeña semilla que se aferraba con fuerza con intenciones de no querer desaparecer.
-Hunter, no –le reprendí, retrocediendo un paso.
Se mostró desconcertado, luego sacudió la cabeza y esbozó una media sonrisa, comprendiendo por qué le había hablado en ese tono.
-Quiero ser tu amigo –me aseguró, manteniéndose a distancia de mí-. Dame una oportunidad para demostrarte hasta qué punto Derek se equivoca conmigo.
Su promesa era tentadora, pero también era una trampa. Un cepo. Si aceptaba la promesa de Hunter, eso significaría quedarme allí, en la mansión, atrapada por las palabras del vampiro; mi intención era marcharme de la mansión, huir en cuanto se me presentara la oportunidad perfecta. Si decía sí a Hunter y a su promesa de demostrarme que lo único que buscaba de mí era una amistad, sabía que jamás me podría marchar de allí. Pero la situación que se me había presentado con Hunter era una posible tapadera para ocultar mis planes de huida.
En caso de aceptar, debía encontrarme por encima de la situación. Debía impedir que Hunter tuviera algún tipo de control sobre mí, y me daría la excusa perfecta para seguir con mi teatro, sin levantar sospechas sobre mis planes iniciales.
Esbocé una media sonrisa, sintiéndome miserable por mentir de aquella forma a Hunter. Pero era necesario.
-Tendrás que currártelo mucho, Hunter –le piqué-. No soy fácil de convencer.
La sonrisa que me dedicó hizo que me volviera a sentir mal por la forma en la que iba a aprovechar del vampiro.
-Empezaremos esta noche –planeó, con los ojos brillantes.
Mi sonrisa titubeó unos segundos, sorprendida por la rapidez con la que Hunter quería empezar con su «demostración». Todavía teníamos por delante una importante celebración llena de vampiros en los que yo debía demostrar que no era una incivilizada, dejando en un buen lugar a mi nuevo aquelarre; Hunter percibió mi inquietud y no tardó en adivinar qué era lo que me sucedía.
-Yo le pedí a Derek que me permitiera enseñarte cómo somos los vampiros –confesó con algo de apuro-. Después de haberte reclamado para sí no me lo pudo negar. Fue una especie de... concesión.
Enarqué una ceja con repentina curiosidad.
-¿Concesión? –repetí.
Hunter me guiñó un ojo de manera pícara.
-Ya te dije que era un fantástico embajador, no me fue difícil arrancarle a mi hermano este pequeño favor –hizo una pausa, contemplándome con fingida severidad-. La otra opción de Derek era Jasira.
El nombre de la vampira no me resultó en absoluto familiar. Además, no había visto a ninguna vampira más, sin contar a Anna y Deirdre, pululando por la mansión; deduje que se trataba de una de las vampiras que formaban parte del consejo embajador que había decidido llevarse consigo el padre de Derek y Hunter.
Pensar en conocer al patriarca de la familia Vanczák me revolvió el estómago.
-¿Ya habéis terminado con las lecciones? –Anna apareció al final del pasillo con una amplia sonrisa en el rostro.
Yo la miré por encima del ancho hombro de Hunter mientras él giraba el cuello para poder verla mejor. El vampiro había logrado salvarme unos instantes antes de la presencia de Anna, pero no iba a poder hacerlo una segunda vez; Anna se acercó a nosotros con paso lento y seguro, manteniendo aquella dulce sonrisa plasmada en su joven rostro. Quise rogarle a Hunter casi de rodillas que no me dejara a solas con aquella mujer, pero la cercanía de Anna me disuadió de hacerlo.
Hunter se colocó a mi lado, sonriéndole a Anna con amabilidad.
-Hemos empezado despacio –respondió Hunter-. Tenía mucho que asimilar y no quiero agobiarla.
Anna nos miró a ambos como si supiera leer entre líneas.
-Perfecto, entonces. Ahora Gala es toda para mí.
Antes siquiera de que pudiera negarme, Anna me aferró por el brazo con entusiasmo y me arrastró tras ella mientras no paraba de parlotear sobre la futura fiesta que iba a celebrarse allí mismo y de las ganas que tenía de mostrarme cómo era la vida allí. No vi a Deirdre por ningún lado, lo que me agitó levemente por la posibilidad de encontrarme a solas con Anna, con la inseguridad de no saber lo que se me venía encima.
-Hunter se encargará de enseñarte nuestra historia –estaba diciendo en aquellos momentos, sin importarle lo más mínimo chocar contra alguien-. Yo me encargaré de mostrarte mi papel en la mansión como prometida del líder. Forma parte de mis responsabilidades organizar todo esto, y quiero que veas cómo lo hago.
Tragué saliva al intuir una leve indirecta en sus palabras. Anna me estaba dirigiendo hacia un pasillo que no había visto aún y que desembocaba en una puerta elegantemente adornada con motivos florales; Anna me soltó la mano con suavidad y giró la cara para dedicarme una sonrisa un tanto siniestra. Yo me quedé paralizada en el sitio mientras Anna se acercaba a la puerta y la abría de par en par; tuve que parpadear debido al brusco cambio de luz, la potencia que desprendía el interior de aquella habitación.
Anna me pidió mediante señas que me acercara hasta donde ella aguardaba, en el umbral de la puerta. Mis pies se movieron por sí solos, encontrándome pronto junto a la vampira; el interior de la misteriosa habitación me dejó anonadada: se trataba de una impresionante sala circular acristalada y con unas puertas al fondo que conducían a los jardines.
Los suelos pulidos de madera estaban siendo repasados de nuevo por varios hombres pertenecientes al servicio. Las mujeres con el uniforme de la familia iban y venían por la habitación, apartando mesas contra las paredes y despejando el espacio. Era una sala enorme y con aspecto de ser bastante antigua.
Anna estaba concentrada en el trabajo que estaban haciendo todas aquellas personas, con las manos unidas bajo la barbilla como si estuviera rezando. Sus ojos oscuros recorrían cada centímetro de la sala, totalmente absorta en sus pensamientos.
En esos instantes no parecía peligrosa, no parecía ocultar una cara que muy pocos la conocía. Tenía la apariencia de una mujer ilusionada.
-Aquí fue donde nos comprometimos –su voz me sobresaltó, haciéndome soltar un respingo-. Esta sala se ha utilizado en contadas ocasiones, siendo la última vez que se usó la noche del anuncio de mi compromiso con Derek.
Una nueva advertencia. Un aviso que demostraba la posesividad que sentía Anna hacia su prometido, como si creyera que yo quería arrebatárselo de alguna forma; recordé a Deirdre y su funesto destino debido a las malas artes que había mostrado Anna al exigirle a Derek una compensación por su ligereza de cascos.
Me crucé de brazos, componiendo una expresión neutra.
-¿Y por qué la utilizamos? –pregunté con inocencia.
Anna desvió la mirada en mi dirección.
-Para demostrar que el aquelarre Vanczák se mantiene fuerte y unido –respondió con simpleza-. Que nada conseguirá fraccionarnos, ni siquiera las visitas inesperadas.
Sospeché que estaba refiriéndose de manera discreta a mi llegada a la mansión como prisionera a causa de la decisión que Derek había tomado. Tragué saliva de manera inconsciente mientras Anna devolvía su atención a la transformación que estaba llevándose a cabo en aquella sala, concentrándose en los preparativos; yo quería marcharme de allí corriendo, poner la máxima distancia posible entre aquella mujer y mi persona.
Pero no mostraría ni un ápice de debilidad. Anna se movía con los mismos parámetros que Derek: mediante el uso del miedo. Un miedo camuflado inteligentemente en falsa dulzura que te envolvía hasta asfixiarte.
-Un buen eslogan –comenté-. Quizá deberías replantearte en convertirlo en el lema de la familia Vanczák.
Después de aquello me marché de regreso a mi dormitorio, dispuesta a encerrarme allí para poder hacer una valoración de todo lo que había sucedido. Había decidido darle una oportunidad a Hunter, aprovechando su intención compensatoria como telón para ocultar mis intenciones de fuga; había empezado a ver resquicios de la verdadera identidad de Anna Médici, recordándome que debía cuidar mis pasos y palabras delante de ella para no provocarla. Era evidente que la vampira no iba a renunciar a la relación que mantenía con Derek a pesar de la toxicidad que parecía desprender aquella extraña unión; Anna mantenía a Derek fuertemente cogido mediante manipulaciones y ofrecimientos de distinta naturaleza. Su prometido tampoco parecía estar dispuesto a dejarla marchar, a pesar del daño que se causaban los dos de manera mutua.
Y de Derek no había tenido noticia alguna desde que me había despachado de los jardines tras haberle demostrado cómo aprovechaba las sesiones de entrenamiento que había comenzado a darme Bala.
No sé cuánto tiempo pasé mirando al techo, despertando de mi ensoñación cuando alguien llamó a la puerta. Aún llevaba la misma ropa del entrenamiento, ya que me había desplomado sobre la cama sin importarme nada más, y no sabía quién podía estar aguardando al otro lado de la puerta.
Con un gruñido, acudí para abrir la puerta, encontrándome a Hunter en el pasillo. Me di un golpe en la frente al caer en la cuenta de por qué el vampiro se encontraba allí, con unos vaqueros viejos y una camiseta con el logo de un grupo de música; había estado tan sumida en mis propios planes y pensamientos que se me había olvidado por completo.
-Lo olvidé –confesé con vergüenza-. Se me ha pasado completamente.
Hunter entró en mi dormitorio sonriendo, como si no le importara lo más mínimo que me hubiera olvidado de nuestra no-cita. Le seguí con la mirada, prestando atención a la forma en la que se movía por mi habitación, como si aquella fuera la primera vez que ponía un pie en su interior.
-No tiene importancia, no tenía intención de salir fuera de la mansión para lo que tengo en mente.
Fruncí el ceño con sospecha. Era cierto que había decidido darle una segunda oportunidad, pero no podía olvidar de un plumazo las dudas que había metido Derek en mi cabeza tras nuestra conversación en su despacho; lo contemplé con mayor atención, intentando adivinar qué tramaba.
-¿Se acabaron las salidas a hurtadillas por orden de Derek? –le interrogué, sonando burlona.
Hunter se encogió de hombros.
-Tuvimos una charla donde me dejó claros algunos puntos sobre lo que se me permitía o no hacer –respondió.
Mi mente se encargó de la traducción: «Nada de salidas de la neófita de la mansión. Quedará recluida entre estas antiguas y decoradas paredes de piedra antes de que siembre el caos por Londres.»
Me removí con algo de incomodidad a su espalda, agitando una caja dentro de mi cabeza. Algo de vital importancia en mi actual situación que merecía darle la atención que necesitaba.
-Oye, Hunter –le llamé con suavidad-. ¿Ha habido... ha habido más asesinatos?
El rostro del vampiro se ensombreció.
-Han encontrado los cadáveres de dos chicas más –respondió, sonando cauteloso-. Hay una víctima desaparecida, por lo poco que hemos conseguido descubrir.
Me encaré a Hunter, con un extraño cosquilleo recorriendo toda mi piel. La anticipación estaba causando estragos en mi interior ante la bomba de información que Hunter me había dado sin saber el efecto que tendría en mí; sujeté con rabia uno de los cojines que habían terminado en el suelo.
-¿Quién es la víctima desaparecida?
El pecho de Hunter se infló y desinfló en cuestión de segundos.
-Se llamaba Kenneth Austen –dijo.
Hundí los dedos en el cojín al escuchar el nombre de aquella persona, la víctima desaparecida. Una parte de mí estaba convencida de que jamás encontrarían con vida a Kenneth, pues mi creador se habría encargado de hacerlo desaparecer para siempre; que hubiera cambiado una pauta en su comportamiento me hacía sospechar que algo estaba planeando.
-Derek está tratando de encontrar pistas que conduzcan a Kenneth –Hunter malinterpretó mi gesto creyendo que estaba nerviosa por la posibilidad de que mi creador hubiera dejado una serie de miguitas que condujeran hacia él-. Si lo encontramos, sabremos quién te transformó.
-¿Y qué sucederá entonces? –quise saber-. Si mi creador aparece...
Supondría un giro en las circunstancias que paralizaría las intenciones de Derek de reclamarme como creador-adoptivo. Pero yo no quería pertenecer a la persona que me había arrastrado a esa situación, yo lo único que buscaba era venganza... Buscaba conocer la identidad de esa persona y devolverle todo el daño que me había causado.
Hunter se encogió de hombros.
-No podrá hacer nada, Galatea. Al no reclamarte de manera adecuada, ha perdido ese derecho sobre ti; ahora perteneces... a Derek. Es mi hermano quien ostenta toda la autoridad sobre ti. No tienes de qué preocuparte, ahora perteneces a nuestro aquelarre: eres una de nosotros.
Saber que tenía una amplia protección por parte de todos los miembros del aquelarre, tratándome como una más, me hizo sentir aliviada; pero también me aterraba profundamente. Las nuevas pruebas que estaban apareciendo con nuevos asesinatos habían logrado despistar todas las señas que apuntaban en mi dirección, aunque también tenía que contar con el riesgo que corría: si descubrían que era una asesina, que no había sido sincera, estaría completamente perdida.
Seguiría los mismos pasos que mi creador.
-Olvidémonos de esto, por favor –me pidió entonces Hunter-. He venido aquí para que tuviéramos una velada divertida, y no estoy consiguiéndolo.
Solté un suspiro, apartando la multitud de pensamientos que me habían estado agobiando desde que Hunter me había contado más cosas sobre la investigación que estaba teniendo lugar sobre el vampiro que estaba asolando a Londres con todas aquellas muertes; me centré en lo que Hunter me había ofrecido: una velada sorpresa divertida.
Decidí aferrarme a aquella oportunidad que me estaba brindando el vampiro, ignorando las punzadas de dolor que estaban machacándome las sienes debido a la gran cantidad de información que había tenido en tan poco tiempo.
-Ponte algo cómodo, Galatea –me pidió-. Te espero en el pasillo.
Dicho esto salió de mi dormitorio, dejándome a solas y con el temor de verme asfixiada por todas las ideas que estaban formándoseme en la mente; tiré el cojín a la cama y me apresuré a sustituir las prendas deportivas por unos pantalones de yoga y una sudadera lisa, dejándome la cola de caballo hecha.
Cogí aire y salí al pasillo, reencontrándome con Hunter. El vampiro me dedicó una media sonrisa y ambos echamos a andar hacia las escaleras; nuestros cuerpos se mantenían separados y agradecía que Hunter respetara mi espacio personal, fiel a demostrarme que las palabras de Derek habían sido falsas.
Subimos a la planta de arriba, zona desconocida para mí, donde nos encontramos con un pasillo similar al que había en la primera planta; Hunter me cogió por la muñeca con suavidad, dedicándome una mirada de permiso, para arrastrarme hasta unas dobles puertas que conducían a un enorme salón.
Ahogué una exclamación de sorpresa al cruzar las puertas, encontrándome con una enorme pantalla curva sobre un mueble bajo y multitud de chucherías tecnológicas que complementaban a la televisión; había estanterías cubiertas de películas y videojuegos, además de tres cómodos sofás situados en forma de U frente a la pantalla curva.
-Nuestra sala de juegos –ronroneó Hunter junto a mi oído.
Me permitió que me adelantara para conocer el terreno mientras el vampiro cerraba la puerta a sus espaldas y se dirigía hacia los sofás; yo recorrí las estanterías llenas de películas, asombrándome con algunos títulos. Me resultó un poco difícil imaginar a Derek y Hunter viendo La Bella y la Bestia, entre otros títulos de Disney.
Hunter se encontraba sentado en uno de los sofás, con una pila de películas a sus pies y con el mando de la televisión en sus manos, preparándolo todo. Escogí el sofá que había a su lado para poder tomar asiento, contemplando con ojos curiosos la torre de carátulas que había reunido Hunter a su lado.
-¿Cuál es el plan, Hunter?
La sonrisa que me dirigió fue amplia e ilusionada.
-He pensado que podríamos empezar con tu aleccionamiento sobre historia de vampiros –contestó, muy emocionado con su idea-. ¿Qué mejor forma que aprender que viendo conmigo una selección de películas de vampiros? Así puedo mostrarte qué es mito y qué es verdad.
Me hizo un gesto para que echara un vistazo a las películas que había escogido para la velada. Apoyé las rodillas cerca de donde se encontraba el pie de Hunter y me lancé de lleno a ver su selección; fui pasando las carátulas, notando cómo mis labios se fruncían en una sonrisa divertida.
Abierto hasta el amanecer, Entrevista con el vampiro, Blade, Drácula (varias versiones de la adaptación que se había hecho de la obra de Bram Stoker), toda la saga de Underworld, Byzantium... Me detuve al ver las que me restaban por descubrir, soltando una sonora carcajada.
Sacudí una de ellas frente al rostro de Hunter, que ponía extrañas muecas para no reírse conmigo.
-¿Crepúsculo? –pregunté entre risas-. ¿Vas a hacerme ver toda la saga de películas?
El vampiro se encogió de hombros, adoptando un aire serio.
-Era por si decidías ponerte en plan ñoño –se defendió, provocando que mis risas fueran a más.
Se la lancé a la cabeza y él la cogió antes de que la esquina de la carátula pudiera golpearle en la frente. Me pidió que escogiera la primera que veríamos y yo me decanté por Abierto hasta el amanecer; dejé al vampiro con la ardua tarea de poner el Blu-Ray en el sofisticado equipo que había bajo la pantalla curva mientras yo me acomodaba en el sofá.
Nos quedamos en silencio mientras los créditos iniciales aparecían en aquella enorme pantalla curva. Yo me removí sobre el enorme sofá que había ocupado para mí solita y espié de soslayo a Hunter, que parecía bastante interesado en la película; me sobresalté cuando la voz de Hunter me llegó bajo el volumen de la película, lanzándose de cabeza a una pequeña introducción sobre lo que éramos.
-Formamos aquelarres –me explicó-, aunque tampoco es extraño que vivamos de manera solitaria; en Londres existen varios aquelarres de gran importancia, siendo uno de ellos el aquelarre Vanczák. Estas familias de vampiros son las encargadas de mantener el orden y el secreto de nuestra existencia, pero no tenemos un rey. Cooperamos entre nosotros, pero no hay ninguna institución superior que nos gobierne.
Apoyé mi barbilla en la V que formaba mi brazo plegado y miré fijamente a Hunter, quien había desviado la atención a mi rostro. Nos mirábamos a los ojos y yo no podía parar de repetir todo lo que me había estado explicando sobre nosotros, ante la idea de que no hubiera un vampiro superior que tuviera la última palabra; los vampiros cooperábamos para mantener la paz entre los distintos aquelarres, pero ¿qué sucedería si algo ponía en riesgo esos acuerdos de paz? ¿Cómo se solventaría el problema si no había una institución superior que pudiera detener lo que sucedía?
Los labios de Hunter se fruncieron entonces en una media sonrisa desganada.
-Vas a tener la oportunidad de conocer a los miembros de los aquelarres más pudientes de Londres en la fiesta de bienvenida que Anna está preparando en honor a mi padre –sonó algo forzado, como si la idea de exponerme frente a toda aquella horda de vampiros no le hiciera mucha gracia.
Esbocé una sonrisa sarcástica.
-Qué gran honor –mascullé.
-Debes tener mucho cuidado, Gala –me advirtió en un tono preocupado-. Ahora nosotros somos tu familia.
-¿Temes que os abandone? –pregunté, divertida.
Hunter sacudió la cabeza, en absoluto divertido.
-Aún no has sido marcada por Derek –un nudo se me formó en la garganta al recordármelo-, pero eso es algo que nadie más sabe fuera de estos muros. Te harán tentadoras ofertas, intentando atraparte; no es muy usual ver a una neófita sin un creador que la haya reconocido abiertamente. Y ya sabes por qué eres tan atrayente al resto de vampiros: por tu poder desbordante, un arma que, en las manos equivocadas, podría causar mucho daño.
Masculló algo para sí mismo, pero no pude entenderle.
Pensé en sus palabras, en la advertencia que había de manera implícita en todo aquello que me había dicho: Hunter temía que yo, dejándome llevar por mis desbordados sentimientos, me planteara la posibilidad de escapar de ellos. De que pudiera unirme a otro aquelarre distinto al de Derek.
En sus palabras se ocultaba el miedo de la pérdida.
Abrí la boca para decirle que no me dejaría convencer por ningún vampiro que no perteneciera al aquelarre Vanczák, pero la puerta se abrió de golpe. Ambos nos giramos a la par, sobresaltados por aquella repentina interrupción, para encontrarnos con el rostro colorado de una mujer con aspecto de querer desmayarse allí mismo.
La mano de Hunter me agarró con firmeza por el antebrazo, deteniéndome por si acaso me planteaba la idea de abalanzarme sobre la recién llegada para dejarla sin una sola gota de sangre.
-Señor Vanczák –farfulló la mujer, que vestía el uniforme de la familia-. Han regresado... Su padre acaba de regresar.
Hunter me arrastró tras él cuando se puso en pie de un salto. Aquella noticia había alterado al vampiro... y a mí también; aún no me había preparado mentalmente para conocer al patriarca de la familia y no me habían dado tiempo siquiera para planear cómo iba a afrontar ese momento.
Salimos de la sala sin dirigirnos hacia la mujer y nos lanzamos en una carrera frenética hasta alcanzar el vestíbulo. El pecho se me contrajo al ver en mitad de la entrada de la mansión a una vampira quitándose con la elegancia de una vieja estrella de Hollywood su carísimo abrigo negro; Anna y Deirdre se encontraban ya allí, hablando con la recién llegada.
Hunter me arrastró hasta que nos situamos junto a Anna, quien nos dedicó una mirada de sospecha, antes de volver a centrar toda su atención en aquella extraña mujer; quise retirarme a un segundo plano, pero los dedos de Hunter se clavaron con fuerza en mi piel, impidiéndome que me separara de su lado.
Sus ojos azules se habían vuelto fríos y estaban clavados en el rostro de la vampira.
-Bienvenida a casa, Morticia –la saludó con helada cortesía.
La vampira se quitó con un calculado movimiento de mano el cabello que caía sobre su hombro izquierdo, esbozando una amplia sonrisa. La estudié en silencio, fijándome en todos los detalles que la componían: era rubia, pero de un tono mucho más claro que Anna, con el cabello completamente liso; su rostro tenía ligeras arrugas propias de la edad, a pesar de la energía que mostraba su actitud. Llevaba un sofisticado vestido de tubo negro que le cubría hasta los tobillos, acompañando a la lujosa prenda con ostentosas joyas repletas de diamantes.
Tragué saliva cuando los ojos marrones de la mujer se desviaron en mi dirección, ignorando por completo el saludo de Hunter. Todo en aquella mujer gritaba seguridad y poder; era como una versión mejorada de la propia Anna: mucho peor y mucho más venenosa, pero que no necesitaba ocultarse tras ninguna máscara.
Morticia era quien tenía el poder en la relación que compartía con el padre de los Vanczák.
-¿Quién es ella, querido? –inquirió, entrecerrando sus perfectamente maquillados párpados.
Solté un respingo cuando el brazo de Anna rodeó el mío.
-Ella es Galatea –me presentó con una dulce sonrisa-. Una neófita.
Una de las cejas de Morticia se elevó ante la respuesta de la prometida de Derek. Su mirada me estudió con renovado interés, catalogándome y juzgándome; ni siquiera eran necesarias las palabras, pues su rostro era más que suficiente para que yo supiera que no había pasado el examen impuesto por aquella vampira.
-Es una larga historia, Morticia –intervino Hunter, saliendo en mi defensa-. ¿Dónde está mi padre? ¿Y Axel?
Los finos labios de la vampira se elevaron, mostrando una calculada sonrisa. Todo en ella era contención, como si estuviera reprimiéndose a sí misma.
-Tu padre ha ido a reunirse con Derek –respondió con suavidad-. Le acompañaba Axel. Supongo que tu hermano les estará explicando en estos mismos instantes la nueva situación del aquelarre –soltó un leve suspiro de cansancio-. Todo el mundo ha ido directo a sus respectivos aposentos después de este prolongado y agotador viaje, pero yo quería verte antes de marcharme, Hunter.
Anna empezó a dar unos ligeros saltos sobre la punta de sus pies.
-Le he contado a Morticia que haremos un evento en su honor, para celebrar su regreso –comentó la vampira, como si estuviera buscando así la aprobación de la propia Morticia.
-Y continuaremos hablando de ello, querida –prometió la interpelada, sonriendo tenuemente-. Pero ahora debo ir a buscar a Othilie para ver si ha preparado el baño que le he pedido.
Me vi de nuevo arrastrada por el agarre de Hunter cuando Anna y él se apartaron del camino de Morticia; la mujer avanzó ceremoniosamente, con la misma gracia que una reina, pasando entre nosotros con una comedida sonrisa y sus ojos castaños registrando todo lo que la rodeaba.
Cuando llegó a los primeros escalones de la escalera se detuvo, girándose por la cintura para poder dedicarnos una última mirada... y sonrisa.
-Encantada de haberte conocido, Galatea –dijo a modo de despedida-. Tendremos tiempo más adelante para intimar...
Aquello me sonó claramente a amenaza.
Y supe que me había ganado otra enemiga... una enemiga que no me conocía en absoluto.
Morticia Olaussen
No se tienen muchos datos sobre el origen de Morticia. Debido a la escasa información que consta sobre quién fue Morticia Olaussen, la vampira pudo moverse cómodamente entre la sociedad más selecta de las distintas épocas. Dicen las malas lenguas que, en su sed por el poder y dinero, Morticia se convirtió en amante de la más diversas personalidades, como pudo ser algunos condes y duques de Inglaterra.
Atesoró durante todos aquellos años una gran cantidad de contactos e información sobre la sociedad aristocrática, que le fueron de mucha utilidad. Debido a su creciente popularidad y poder, Morticia fue diana de multitud de intentos de asesinato, que fracasaron estrepitosamente.
Al ser consciente del creciente interés que estaba generando el aquelarre Vanczák dentro de la sociedad vampírica, Morticia acudió junto a su hermana para pedir su adhesión como nueva miembro del aquelarre.
No contenta con ello, las malas lenguas afirman que no se detuvo hasta conseguir que el líder por aquel entonces, Ferenc Vanczák, abandonara a la que había sido su amante, Cassondra Nervik, por ella.
También se dice que es Morticia quien toma las decisiones de más peso, dejando a Ferenc Vanczák como un hombre poderoso de nombre, no de hechos.
(Aquí os dejo un pequeño edit de Hunter y Galatea con una extracto del capítulo. Sed felices y tened los ojos bien abiertos)
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