☽ | Chapter 10.
DEJAD QUE EL LÍDER SE ACERQUE A MÍ... PARA QUE PUEDA DARLE UNA PALIZA, CLARO
Tras la rápida desaparición de Deirdre decidí que había llegado el momento de abandonar mi escondite y refugiarme en mi habitación. En los jardines no había ni un alma y, de todas formas, ninguno de los humanos que parecían haber salido de la nada me prestaba el más mínimo caso.
Entré al vestíbulo por las puertas acristaladas y decidí meterme en el papel de espía-que-no-quería-ser-descubierta. Asomé la naricita por la esquina que conducía al pasillo donde había dejado a Hunter tirado en el suelo, después de haberle golpeado sin mediar palabra; la zona estaba vacía, y yo tampoco quería entretenerme en comprobar dónde se encontraba el vampiro. Eché a correr hacia las escaleras, esquivando a las personas que se cruzaban en mi camino y que me observaban como si fuera en cueros; todos ellos llevaban el mismo atuendo de color negro con una V bordada en el pecho, así que deduje que era el personal que se encargaba de hacer las tareas domésticas en aquella mansión habitada por vampiros.
Recordé que debía contener la respiración, eliminando cualquier aroma que pudiera entrar por mis fosas nasales, y me puse a tararear mentalmente God save the Queen, en un intento desesperado por ahogar los sonidos que me llegaban de todas sus respiraciones... y pulsaciones.
Subí las escaleras a toda velocidad, derrapando en la esquina para poder enfilar el pasillo donde se encontraba mi habitación. Mascullé una imprecación cuando vi a Hunter aguardando en la puerta de la misma, con la espalda apoyada en ella y mirando al frente; no se giró en ningún momento mientras yo me acercaba lentamente, a pesar de que me había escuchado perfectamente.
Valoré las posibilidades que se me planteaban en aquella situación y me decanté por la que más se ajustaba a mi estilo de actuar: empujé con rabia el cuerpo de Hunter, logrando que trastabillara y me observara como si no me reconociera. Lástima que yo lo hubiera calado tan rápido, gracias a las amables indicaciones de Derek.
-Apártate –gruñí, mostrándole los dientes.
-Gala, por favor...
Me giré hacia él y le acerté un puñetazo en el estómago, saboreando el gruñido que se le escapó al vampiro entre los dientes.
-Es Galatea –le recordé-. Gilipollas.
Los ojos azules de Hunter me observaban con auténtica confusión, buscando un motivo que pudiera justificar ese cambio de actitud que había tenido hacia él. Quizá no se esperaba que hubiera averiguado tan rápido sus auténticas intenciones. Cada vez sospechaba que la familia Vanczák pecaba de presuntuosidad, que debían llevarlo inscrito en los genes.
-¿Qué pasa? –quiso saber-. ¿A qué viene todo esto?
Abrí la puerta de golpe, entrando a mi dormitorio sin rebajarme a responder a su pregunta. Hunter pasó tras de mí, sin querer dar su brazo a torcer todavía; su obstinación y papel de víctima estaban haciéndome perder los nervios, haciéndome más difícil poder comportarme como alguien civilizado. Sobre todo cuando tenía a una pequeña Galatea disfrazada de demonio sentada sobre mi hombro, murmurándome multitud de formas en las que podría divertirme jugando a tocar una batería imaginaria con sus brazos desmembrados.
-¿Estás intentando poner a prueba mi paciencia o algo así? –le pregunté mientras me dirigía hacia el armario.
Necesitaba hacer inventario de todo lo que poseía para empezar a planear mi huida. Deirdre me había dado los motivos que buscaba para hacerme llegar a la conclusión de que quedarme allí era un error, que era demasiado arriesgado seguir cohabitando con todos aquellos vampiros en los que, era evidente, no podía confiar; pensé en Anna y en la cara oculta que tenía, me había resultado muy duro descubrir que bajo esa fachada se escondía una persona completamente distinta.
Alguien que me había convertido en un objetivo porque el promiscuo de su prometido me había convertido en su esclava.
No quería ni imaginarme lo que tenía preparado para mí.
Abrí las puertas del armario de par en par y comencé a hacer una lista mental de todas las prendas con las que contaba. Hunter seguía situado a mi espalda y, aunque no podía verlo, suponía que su rostro estaba contraído en una mueca de disgusto.
Aún no había respondido a mi pregunta.
-Quiero saber por qué estás así conmigo –dijo al fin.
Encontré en el armario la zona de ropa deportiva y saqué unas ajustadas mallas con un top a juego. Hunter se removió, arrastrando la suela de sus zapatillas por el suelo y provocando un ligero e irritante chirrido.
-Me he dado cuenta de que me caes mal –respondí, rescatando unas deportivas de una de las baldas que había en la parte de abajo.
Cogí aire antes de dar media vuelta y dirigirme hacia el baño. Por el rabillo del ojo vi que Hunter hacía amago de detenerme por el brazo, pero que en el último segundo se lo pensaba, bajando su propio brazo; sonreí interiormente cuando comprendí que se había tomado en serio mi amenaza de antes.
Cerré la puerta del baño y dudé unos segundos antes de correr el pestillo, por si acaso Hunter decidía venir a hacerme compañía mientras me cambiaba de ropa. Mi intención inicial había sido subir para ponerme aquellas prendas más cómodas para poder salir a dar una vuelta por los exteriores de la mansión, aprendiéndome lo que me rodeaba para poder planear mi ruta de huida.
Los nudillos de Hunter resonaron sobre la madera y yo di un respingo.
-Derek me ha enviado para avisarte que tu entrenamiento empezará en el jardín dentro de quince minutos –su voz sonó ahogada por la puerta y con un timbre agotado, como si se hubiera rendido.
Me mantuve obstinadamente en silencio mientras terminaba de cambiarme de ropa, maldiciendo a Derek por cumplir con sus amenazas y por haberme fastidiado mi idea inicial de reconocer el terreno para trazar mi ruta de escape; di un golpe en la encimera del baño, ahogando una exclamación frustrada. Aprovecharía las clases de defensa a las que estaría sometida, fingiría que me encontraba cómoda en la mansión y no daría motivos a nadie para sospechar de mis verdaderas intenciones; cuando llegara la oportunidad perfecta, cogería mi petate y saldría huyendo de allí.
Entonces podría continuar con mi búsqueda de mi creador.
Recogí mi cabello en una tirante coleta alta y me mentalicé a mí misma sobre lo que iba a sucederme cuando abriera la puerta; escuchaba la respiración de Hunter al otro lado, delatándole. Maldito capullo...
Conté hasta cinco y abrí la puerta de un brusco movimiento, topándome con el cuerpo de Hunter bloqueándome la salida. Fui consciente entonces de que su ropa era deportiva, pero quise achacarlo a otro motivo; esperaba que el destino no fuera tan perro de hacer que mi entrenador fuera Hunter.
Fruncí el ceño.
-¿Vas a salir a correr? –pregunté con un tono mordaz.
Su rostro estaba dolido y decepcionado a partes iguales.
-Voy a ayudar con tu preparación física –respondió a media voz, como si me tuviera tanto miedo como a su hermano mayor-. Yo seré el encargado de instruirte en el protocolo vampírico.
Mi estómago se hundió como si me hubiera tragado un ladrillo. Después la sensación fue sustituida por una oleada de rabia al entender que aquello debía haber sido idea del propio Derek, quien disfrutaba de lo lindo poniéndome trabas; me había ordenado que me mantuviera alejada de su hermano, pero no dudaba en ponérmelo demasiado cerca. ¿A qué estaba jugando?
-Vaya mierda –solté de sopetón-. ¿No puedo pedir un cambio de tutor? Preferiría no tenerte cerca, a decir verdad.
-Gala... -lo fulminé con la mirada y él carraspeó-. Galatea, no sé a qué viene todo esto... No entiendo por qué me odias si habíamos empezado a comprendernos...
Esbocé una sonrisa sarcástica.
-Ah, y tú querías continuar para ver si nos, ¿cómo se dice?, «compenetrábamos» –repliqué, con un sabor amargo en la punta de la lengua-. Me temo que no va a haber ningún tipo de «compenetración», Hunter. De ningún tipo.
Sus ojos se abrieron de par en par ante mi declaración de que no iba a permitir que continuara con su juego, que nada iba a pasar entre mis piernas. Hunter abrió la boca varias veces, incapaz de emitir sonido alguno; yo le aparté de mi camino con un nuevo empellón, pero la mano consiguió frenarme en seco.
Apreté los dientes, controlando las ganas de hundirle las uñas en la carne y arrancársela a tiras.
-Eso no es cierto –se defendió, pero me sonó demasiado flojo.
-Ibas a reclamarme precisamente para eso –le acusé, temblando de ira-. Para que no pudiera negarme porque tú te convertirías en mi amo. Pero Derek se te ha adelantado con su status de líder del aquelarre.
El color azul de sus iris se endureció al escuchar mis duras palabras. Su mano seguía aferrándome por el brazo, sin intención de soltarme; yo tenía ganas de pelea, de que Hunter me diera un motivo para poder enfrentarme cara a cara con el vampiro. Derek había sido preciso con las intenciones de su hermano menor, y Hunter, sorprendido, haría todo lo posible por convencerme de lo contrario.
Sus mejillas se habían teñido de un rubor plateado y la línea de su mandíbula estaba tensa.
-Yo jamás... Yo nunca... -se le trababa la lengua y era incapaz de pronunciar una frase completa-. No te obligaría a hacer nada que tú no quisieras, Galatea.
Me reí.
-Ah, ahí se encuentra la trampa, Hunter: todo este maldito espectáculo era para ganarte mi confianza, para que no hubiera ningún tipo de obstáculo. Para que estuviera deseándolo.
Tiré de mi brazo con violencia, provocando que las uñas del vampiro rasgaran levemente mi piel. La temperatura de la habitación había ascendido algunos grados, y no gracias a la pasión, haciendo que mi pecho subiera y bajara más rápido; no sabía cuánto tiempo llevábamos ahí parados, pero su presencia estaba consiguiendo que estuviera valorando la posibilidad de lanzarme ventana abajo.
El sonrojo de Hunter se hizo más evidente.
-Búscate a otra idiota que se abra de piernas frente a ti, Hunter Vanczák, porque las mías las encontrarás fuertemente cerradas.
Salí de mi habitación con toda la dignidad posible, notando un extraño sentimiento de desgarro en la zona del pecho. Hunter había sido el primer vampiro que se había disculpado y reconocido que no habían actuado bien en lo respectivo a mi captura; había creído que ese chico que me había conducido a una emboscada se encontraba arrepentido de lo que había hecho, pero la verdad era muy distinta: al igual que su hermano mayor, Hunter buscaba otros intereses.
Escuché sus pasos a mi espalda y yo le di celeridad a los míos. Bajé las escaleras casi volando y abrí las puertas acristaladas de par en par, encontrándome con Bala aguardándome en mitad del jardín, con todo un equipo ya preparado para empezar cuanto antes mi entrenamiento.
Los labios del vampiro se elevaron al ver mi pésimo estado de humor.
-Llegas tarde, neófita –me gritó cuando me separaban unos metros de distancia del punto donde se encontraba-. Y yo valoro la puntualidad.
Le fulminé con la mirada, deteniéndome y cruzándome de brazos. A mi lado pude ver la sombra de Hunter sobre el césped, acercándose; Bala parecía bastante interesado en qué había sucedido entre Vanczák y yo para que el ambiente estuviera tan tenso. Los ojos de Bala me recorrieron de pies a cabeza con un brillo pensativo y calculador; Hunter se removió a mi lado, incómodo con el estudio al que estaba siendo sometida.
Yo decidí fijar mi vista en el enorme muñeco de boxeo que Bala tenía a su lado. Casi mi imaginé que se trataba de Derek o Hunter.
-¿Te has sumido en un voto de silencio? –siguió presionándome Bala, nada conforme con mi silencio.
Me removí en mi sitio.
-Déjalo, Bala –intervino Hunter a mi lado-. Empecemos de una vez.
El vampiro contempló al hermano menor de Derek con expresión especulativa. Se encogió de hombros, dando por zanjado el tema de mi extraño mutismo, y le dio una palmada en el pecho al muñeco de boxeo.
Su rostro volvía a lucir una sonrisa traviesa y parecía estar disfrutando de aquello. De tener que entrenarme, supuse.
-Es evidente que tienes una fuerza descomunal, neófita –dijo, llevándose inconscientemente una mano al costado, al mismo punto donde yo le había pateado en una ocasión-. Pero no tienes una técnica, y eso es lo que supone un riesgo para ti. Eres como un recién nacido con súperfuerza que es incapaz de controlarla bien.
Cambié el peso de una pierna a otra con incomodidad. Bala no había hecho ese comentario con el propósito de insultarme, simplemente estaba constatando un hecho comprobado. Lo único que me escoció levemente fue que siguiera llamándome «neófita», pues estaba segura que conocía mi nombre.
Bala me presentó al muñeco con un gesto de mano y dijo que íbamos a empezar con algo sencillo: controlar mi propia fuerza y reservarla hasta que tuviera una oportunidad en la que poder desestabilizar a mi oponente; me señaló con unas pegatinas de colores las zonas del muñeco que debía golpear y me pidió que no me dejara llevar por la emoción, pues no tenía ganas de recoger el muñeco a varios kilómetros de distancia.
Me situé frente al muñeco y moví en círculos los hombros y cuello, diciéndome a mí misma que aquello era demasiado fácil. Bala se reunió con Hunter a una distancia prudente de donde me encontraba para poder observar mi entrenamiento; respiré hondo y golpeé con el puño en el primer círculo de color que había situado encima del pectoral izquierdo del muñeco.
Se me escapó una exclamación ahogada cuando se dobló hacia atrás, chocando bruscamente contra el suelo y siendo rebotado en mi dirección, con tan mala suerte de no darme tiempo a reaccionar. El muñeco impactó de lleno en mi frente con fuerza, haciéndome trastabillar y arrancándole una prolongada carcajada a Bala, quien había encontrado todo aquello demasiado divertido.
-Controla tu fuerza, neófita –su tono me irritó-. No te dejes llevar por tus emociones, pueden ser unas malas compañeras de viaje.
Planté mis pies en el césped y fulminé con la mirada al vampiro. Hunter tenía el ceño fruncido y, aunque me miraba directamente, es como si no me viera realmente; sus ojos azules estaban vidriosos y su cuerpo en tensión. Me recordé que no merecía que perdiera ni un segundo más de mi eterna existencia, devolviendo mi mirada al muñeco de boxeo. Sacudí las manos, concentrándome en los distintos círculos de color que hay señalados en el muñeco, y volví a la carga.
Tras dos golpes devueltos por el maldito muñeco, al fin había aprendido a golpear con cuidado, controlando mi fuerza y escogiendo con cuánta intensidad podía dar en los sitios que Bala había marcado para el primer ejercicio. Si hubiera continuado siendo humana, en aquellos instantes me encontraría empapada en sudor y con un pulmón a punto de salírseme por la boca; la realidad es que no sentía un ápice de agotamiento y tenía la seguridad de que, si me lo proponía, podía continuar golpeando a aquel muñeco hasta que yo quisiera.
-Muy bien –me detuvo la voz de Bala-. Veo que has aprendido a contenerte a ti misma, así que vamos a pasar con algunos movimientos de combate cuerpo a cuerpo.
Golpeé una última vez el muñeco y me giré hacia el vampiro, que no se había movido ni un centímetro. Había dicho que íbamos a continuar con los combate cuerpo a cuerpo, pero no había dado señales de querer practicar conmigo directamente; mis ojos se detuvieron en Hunter, que había empezado a flexionar sus músculos, preparándose.
Al devolver la mirada a Bala, vi que éste sonreía con maldad, confirmándome mis propios temores.
-Yo soy el instructor –se excusó, enseñándome la palma de sus manos-. Necesito verte desde fuera para poder corregir los posibles fallos que cometas... y a Hunter no le importa lo más mínimo hacer de voluntario saco de boxeo.
Miré a Hunter con desdén pero no dije nada. El vampiro se situó frente a mí, separados por unos metros de distancia; Bala se sumió entonces en una lección donde me explicaba cómo debía colocar los brazos y pies para poder repeler los posibles ataques de un oponente que decidiera abalanzarse sobre mí para tratar de inmovilizarme. Dejé a un lado los prejuicios que tenía con Bala y me volqué de lleno en atender su explicación, Hunter permanecía inmóvil en su posición, a la espera de que mi instructor diera la luz verde para que los pusiera en práctica con él.
-Controla la fuerza, neófita –me recomendó Bala cuando se apartó de mi lado, regresando a su posición inicial de espectador-. Procura no desmembrar a Hunter.
Le dediqué una seca sonrisa antes de colocarme como me había indicado al principio de la lección. Hunter me imitó y miró de reojo a Bala, esperando a que el vampiro diera la señal; cuando el brazo del instructor bajó, Hunter se lanzó de lleno a por mí. Tragué saliva y me repetí interiormente todas las órdenes que me había ladrado Bala para poder llevar a cabo ese movimiento; retrasé una de mis piernas y me quedé quieta, esperando a que Hunter redujera la distancia que quedaba entre nosotros.
El vampiro adelantó sus brazos para tratar de aferrarme por los hombros, yo me agaché y lo aferré por el dobladillo de la camiseta deportiva que llevaba; Hunter pesaba más que yo, así que imprimir un poquito más de fuerza en el movimiento de girarlo en el aire y desestabilizarlo. El movimiento que me había enseñado Bala terminaba conmigo encima de la espalda de Hunter, pero yo decidí ir un poco más allá: moví el cuerpo del vampiro y levanté mi rodilla, acertándole de lleno en la entrepierna.
Hunter dejó escapar un gruñido de dolor mientras yo dejaba que se desplomara en el suelo. Escuché a Bala decir algo a mi espalda y me giré hacia él con una actitud inocente y desconcertada.
-Quizá también debería haber añadido que te abstuvieras de golpear en zonas sensibles –comentó en un tono cargado de reproche.
Su mirada me contemplaba con una mezcla de exasperación y genuina diversión, aunque su rostro se mantenía fijo en una expresión de completa desesperación; estaba segura que estaba controlando las ganas de reírse, pero que no lo hacía por respeto al propio Hunter, que se había incorporado sobre los codos y hacía muecas de dolor.
Ladeé la cabeza y le dediqué un mohín.
-¿Te he hecho daño? –le pregunté con fingida dulzura.
Sus ojos azules me miraron con dureza, censurándome por lo que había hecho. Sabía que todo aquello había sido a propósito, en venganza por la discusión que habíamos mantenido en mi dormitorio.
No me arrepentía en absoluto de lo sucedido y estaba disfrutando internamente de todo el suceso en mi cabeza, rebobinándolo una y otra vez; Bala acudió rápidamente para ayudar a Hunter a que se incorporara, lanzándome miraditas que pretendían hacerme sentir mal. Pero que no lo consiguieron.
Me mantuve de brazos cruzados todo ese tiempo, aguardando a que mi instructor me diera nuevas órdenes al respecto. Incluso me permití una media sonrisa cuando Hunter volvió a mirarme, exigiéndome una disculpa.
-¿Lo dejamos aquí? –pregunté inocentemente.
Bala abrió la boca, pero no le dio tiempo a responder.
-Todavía no –bufé al reconocer el tono pretencioso de Derek a mi espalda, seguido del sonido de sus pasos-. Quiero comprobar personalmente si estás aprovechando estas lecciones, pues Bala ha hecho una gran concesión al aceptarte como alumna.
Observé a Derek acercándose a nosotros por encima de mi hombro. ¿Había dicho que «quería comprobarlo personalmente»? Me mordí el labio inferior para contener una sonrisa de felicidad. El Señor estaba siendo benevolente conmigo... u hoy era mi día de suerte, después de todo.
Bala nos contempló alternativamente a Derek y a mí, valorando la petición que le había hecho su jefe. Seguramente tenía bastante presente el pequeño episodio que acababa de tener con Hunter y la tendencia que tenía a ir por libre, ignorando las pautas que me había dado en el entrenamiento.
Derek pasó por mi lado sin dirigirme una simple mirada y ocupó el hueco que había dejado su hermano pequeño. Miré a Bala, esperando a que interviniera, y el vampiro me dedicó un seco asentimiento con la cabeza; sonreí internamente ante la posibilidad que se me había brindado y me coloqué en la posición que Bala me había enseñado.
El líder del aquelarre también había decidido presentarse con ropas deportivas, lo que indicaba que su aparición en los jardines no había sido una coincidencia; le puse una mueca y afiancé mis pies en el césped, procurando recordar todas las advertencias de Bala sobre mi condición de neófita.
-No te reprimas, Galatea –me desafió Derek desde su posición-. No te contengas a ti misma...
«Oh, no lo pensaba hacer.»
Al ver que Derek no parecía querer dar señales de hacer el primer movimiento, me lancé hacia él, olvidándome por completo del consejo que me había dado Bala y demostrando que las palabras de Deirdre eran ciertas: los neófitos somos demasiado emocionales, no tendemos a racionalizar todo lo que nos sucede. Sonreí con maldad cuando creí que lo tenía donde quería, pero algo me desestabilizó; mantuve el equilibrio como bien pude, viendo que había sido el propio Derek quien había lanzado una patada en mi dirección.
Puse algo de distancia entre nosotros, evaluando las mejores posibilidades que se me ofrecían. Aquello nada tenía que ver con el entrenamiento que había tenido, Derek estaba buscando una nueva confrontación conmigo.
Corrí en círculos a su alrededor, intentando despistarlo. Derek parecía bastante tranquilo, sin intención de querer atacarme; di una vuelta más a su alrededor y decidí abalanzarme sobre su espalda.
Supuse que Derek me escucharía y se haría a un lado para poder inmovilizarme contra el suelo, así que enrosqué una de mis piernas entre las suyas, haciéndole perder el equilibrio y dándome la oportunidad para aferrarlo del cuello de la camiseta que llevaba, lanzándolo por encima de mí.
El cuerpo de Derek cayó pesadamente al césped y yo me abalancé contra él, pateándolo con saña. ¡Qué bien se sentía una, joder!
Unos brazos se colaron por debajo de mis axilas, tirando de mí hacia atrás y poniendo algo de distancia entre mi víctima y mi pierna; descubrí que se trataba de Hunter, ya que Bala apareció de la nada, inclinándose hacia Derek para comprobar que mis golpes no habían sido serios.
-¿Qué coño se supone que estabas haciendo? –siseó Hunter junto a mi oído.
Le solté un pisotón y un codazo.
-Alardeando de todo lo que me ha enseñado Bala –repliqué.
El cuerpo del vampiro se tensó al ver a su hermano mayor incorporarse y sacudirse las briznas de hierba del pantalón; los ojos azules de Derek se clavaron automáticamente en mí, pero no parecía que fuera a abalanzarse contra mí para castigarme por lo que había sucedido.
-Suéltala, Hunter –ordenó.
Y me liberada del agarre del pequeño de los Vanczák.
-¿Estás bien, amo? –inquirí con inocencia.
«¿Necesitas que te demuestre que no voy a caer a tus pies como el resto de estos lunáticos?»
El vampiro me estudió con la mirada y yo me mantuve inmóvil durante todo el escrutinio. Había disfrutado pateando a Derek, y me hubiera gustado continuar un poco más, pero me recordé a mí misma que debía ceñirme a mi plan para lograr salir de aquella mansión: nada de problemas y confrontaciones; todo el mundo debía creer que me había resignado al futuro que me esperaba.
El propio Derek debía creer que me había rendido.
Bala me miraba con desconcierto, incapaz de poderse creer que de mi boca hubiera salido aquel apelativo. Había sido testigo de la mala relación que existía entre ambos y mi problema de insubordinación.
-Lo has hecho bien, Galatea –reconoció, sorprendiéndonos a todos-. Deberías aplicarte del mismo modo con tus clases particulares. Hunter se encargará de enseñarte todo lo que debes saber sobre nosotros.
En sus ojos azules percibí un leve brillo burlón.
-Puedes marcharte –se despidió de mí con un aspaviento de mano.
Les di la espalda a todos y me marché en dirección a la mansión. Olfateé discretamente mi ropa, intentando encontrar un ligero aroma a sudor impregnando mis prendas, pero allí no había nada... a excepción de algo similar a naftalina.
Crucé las puertas acristaladas y Anna salió a mi paso, obligándome a frenar antes de arrollarla. Deirdre se encontraba a su espalda, siempre atrapada en su castigo, en la penitencia que esa chica que me miraba con un deje de desconfianza en el poso de sus ojos oscuros le había impuesto por la traición de su prometido.
Contuve un resoplido de disgusto y me obligué a esbozar una media sonrisa.
-Anna –la saludé con educación.
Sus labios se ensancharon hasta formar una calculada y dulce sonrisa. Sin embargo, después de la conversación que había mantenido con Deirdre, sabía que todo aquello formaba parte de su aprendido papel de prometida perfecta, bajo esa fachada se ocultaba una mujer manipuladora e imprevisible.
-¡Gala! –exclamó con demasiado entusiasmo-. No he podido evitar ver cómo entrenabas en el jardín y cómo has ganado a Derek...
Mi espalda se puso rígida ante la mención de su prometido.
-Debes estar agotada, Gala –prosiguió la vampira-. ¿Por qué no nos tomamos algo juntas? Deirdre puede encargarse de ello.
-Galatea debe acompañarme –nos interrumpió la voz de Hunter a mis espaldas.
La mirada de Anna pasó de mí al vampiro que se acercaba. No parecía muy convencida, y mucho menos contenta, con aquella interrupción; una parte de mí, aunque seguía creyendo que era un maldito cabrón, se alegró de que hubiera decidido en ese preciso segundo hacer acto de presencia.
Anna ladeó la cabeza con un mohín encantador.
-¿Y eso por qué, Hunter? –exigió saber con falsa dulzura.
Miré a Hunter por encima del hombro, sintiendo una repentina curiosidad por escuchar la respuesta del vampiro.
-Con motivo del regreso de mi padre a la mansión, Derek ha creído conveniente que hagamos una pequeña fiesta en su honor –respondió con tono neutral-. Además, quiere hacer la presentación en sociedad de Galatea.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro