Cuando Fingon y Maedhros salían juntos a pasar el rato, a explorar o jugar, el hijo de Fingolfin tenía la costumbre de llevar consigo una bolsita llena de fresas que compartía con Maedhros. No le es fácil de explicar, pero el sabor dulce de la fruta le recuerda mucho a esos buenos días en que sus rostros no conocía el temor y odio.
Incluso, estando lejos de Maedhros, en la tierra media, de vez en cuando le da por llevarse una fresa a la boca y dejar que el sabor le trasporte a esos tiempos de paz.
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