Llevaba ya varias noches en las que sentía que algo le tomaba del piel pero al despertar nunca había nada.

Esa noche, en la cual ya cumplía una semana despertando con esa extraña sensación descubrió que existía un monstruo debajo de su cama.

Despertó sintiendo un fuerte agarre es su tobillo izquierdo, al ver apresuradamente aun envuelto en el sueño, pudo distinguir una especie de tentáculo que lo sujetaba fuertemente. Intento gritar llamando a sus padre pero otro tentáculo, baboso le tapo la boca imposibilitando que pronunciara sonido alguno.

Poco a poco esa extraña cosa lo jalaba, él realizaba todo el esfuerzo posible para mantenerse arriba, pero esa cosa era más fuerte y al parecer mucho más grande. Sus brazos cedieron haciéndolo caer al suelo.

Desde el piso pudo distinguir debajo de su cama a una especie de ser multiple.

Sus extremidades inferiores eran dos patas como de gallina, mientras que las superiores y con las que lo sujetaba fuertemente eran dos pares de tentáculos como si se tratase de un pulpo. Su cabeza era aún más complicada de explicar pues era grande con forma de balón pero su boca era un pico gigante con muchos dientes adentro, como si se tratase de un gigantesco tiburón blanco.

Su imagen era grotesca y pegajosa, tenía una especie de mezcla entre cabellos y plumas negras y grises en su cabeza, un solo ojo negro y un par de alas como de moscas sobre sus espalda.

Poco a poco lo iba jalando debajo de la cama, el pobre niño intentaba luchar para escapar, esa cosa abría su pico repleto de dientes realizando varios sonidos extraños y tenebrosos a la vez. Intentaba deborarlo.

Ya no tenía más fuerzas y centímetro a centímetro se fue adentrando más y más debajo de la cama.

Al rededor de aquel ser una especie de neblina se levantaba.

Ya han pasado tres meses y aun nadie sabe nada de aquel niño que un día común no fue encontrado por sus padres en su cómoda cama.