Micros: Desconcierto
Hay un desconocido derrumbado en mi cocina con una herida en el pecho. Lo toco, está frío, no se percibe su pulso. Tengo un cuchillo ensangrentado en la mano. Miro la puerta y no encuentro evidencia de que la hayan forzado.
El muerto abre los ojos, sonríe, se evapora en el aire. Me quedo pálida, conteniendo un grito.
—¿Qué pasa, Claudia? –escucho. El mismo hombre; la ropa inmaculada—. Parece que hubieras visto un fantasma.
Bajo la vista, veo que empuño un cuchillo reluciente.
—Vamos —dice sonriendo—, dame eso antes de que te cortes, cariño. Es hora de tu medicina.
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