Un potente olor a putrefacción me revolvía el estómago. El calor era asfixiante. Sudor frío rodaba por mi frente. Y temor. Pánico.

Sabía la razón por la que me encontraba allí.

«¿De verdad creíste que te saldrías con la tuya, iluso humano?»

Su voz hacía eco; erizando mi piel porque, a pesar de no verlo, era como si me hablase al oído.

«Mírate. Vestido como un guerrero y temblando como un cobarde.»

Solo podía tragar grueso mientras escuchaba su risa burlona.

«Pero no creas que terminaré contigo tan rápido. No, no. Tú, miserable escoria, si tuviste las agallas para respirar siquiera el mismo aire que mi esposa, jugarás a un pequeño juego del gato y el ratón.»

Mis piernas amenazaron con derrumbarme pero me mantuve congelado.

«Aunque será mi cachorro quien jugará contigo. Disfruta la caza... rata.»

En un principio, no entendí lo que había dicho. Pero pronto vi como todo a mi alrededor se hacía más grande, enorme. Entré en una dolorosa metaformosis que me hizo sentir que cada uno de mis huesos se quebraba y restructuraba.

Antes de creer que tal cambio iba a matarme, había terminado.

Miré horrorizado mis manos transformadas en patas.

El suelo dió una fuerte sacudida. Y dos más después de esa. Pero no era un terremoto lo que se aproximaba. Tres cabezas gigantescas alcanzaron a ver mis ojos. Iracundas. Una de ellas posó sus oscuros orbes sobre mí.

Yo solo era una rata asustada y él... él era Cerbero. 

Una cacofonía de ladridos acompañó la persecución. Cada gruñido me hacía saltar. Se acercaba.

Comenzaba a preguntarme si este sería realmente mi fin. Marcado desde el día en que besé a la de blancos brazos y que terminaba hoy, justo el día en que salí a celebrar Halloween creyendo que entre tanta gente no me encontraría... Pero Hades me arrastró de alguna forma a pesar de todo. Y estaba en su reino, no tenía escapatoria.

Corriendo y corriendo llegué a un lugar con numerosos charcos. Me salpiqué completamente.

El agua ardía como fuego.

Intentaba abrir mis ojos malheridos para continuar. Bajé la mirada buscando el reflejo de mi cazador, mas no encontré nada más que mi propia forma humana.

Había caído en un engaño.

«¡Menudo espectáculo que me has dado!»

Escuché su voz entre sonoras carcajadas que me ensordecían.

«Ha sido tan entretenido que te mostraré la salida.»

Sus palabras seguían infundiéndome incertidumbre. De repente, vi dos grandes puertas abiertas frente a mí.

¿Lo era? ¿Realmente era la salida del maldito Inframundo?

Aquello brillaba con tal intensidad que apenas podía mantener los ojos abiertos.

Corrí. Corrí hacia allí sin nada que perder. No obstante, me detuve. No podía salir. Mis pies se rehusaban a continuar si me acercaba.

—¡¿Por qué?!

«¿No habrás comido ningún dulce, o sí?»

Mi cuerpo se tensó. Los caramelos... los caramelos...

«Humano...»

Un escalofrío me recorrió el espinazo.

«Creo que tendremos mucho tiempo para jugar ahora.»

Y los gritos de las almas condenadas desgarraron mis esperanzas.

Hasta aquí llegaba.

***

Microrrelato de 499 palabras creado para participar en el Desafío#5 de los Retos Míticos del perfil de mitología en español.