Tic Tac
Agazapado, sin casi respirar, vigilaba la salida de la isla.
Echó un vistazo a sus compañeros. Al viejo Smee se le notaban los años.
James pensó que pronto no podría acompañarlos.
Oyó un leve chapoteo que le puso los pelos de punta temiendo al reptil que le perseguía incansable. Se tranquilizó cuando, agudizando el oído, no escuchó el tic-tac, que por un lado le resultaba odioso y, por otro, debía agradecer el aviso que suponía.
Unas voces los pusieron alerta. Los niños, guiados por Peter, avanzaban alegres, creyendo las patrañas de ese sádico inconsciente.
Contó cinco, tres varones y dos mujercitas.
Todos eran espigados, un par de chicos tenían pelusilla sobre el bigote, mientras a ambas niñas se les adivinaban ya las formas femeninas.
Alzó la mano advirtiendo a sus secuaces.
Los ojos de Hook se tornaron rojizos, como siempre que luchaba.
Cuando la descuidada comitiva pasó junto a ellos, su grito inició el ataque.
Los piratas se abalanzaron sobre los críos.
Smee atrapó a una de las niñas, desenrolló un saco enorme, y la metió entera desde la cabeza a los pies; con un leve giro, la tumbó y ató la bolsa.
Los otros actuaron parecido, en una coreografía tantas veces ensayada y ejecutada.
Mientras, James fue a por Peter.
Blandió su espada amenazante y el eterno niño sacó su cuchillo para defenderse.
Los ojos centellearon, más bermejos que nunca, cuando soltó un mandoble que su enemigo detuvo a duras penas.
Embistió con fiereza, pero Peter pudo rehacerse y contratacar.
Mientras, los otros piratas continuaban el secuestro.
Un jovenzuelo gritó al ser atrapado por una lazada; estaba cambiando la voz y le salió un gallo, pero fue reducido y arrastrado con los demás, también sujetos por distintos medios.
Smee silbó y un barco suspendido de un dirigible descendió con suavidad, los chicos fueron empujados a dentro.
Hook y Pan seguían con el intercambio de golpes.
-Maldito seas, Peter. Esta vez acabaré contigo.
Y para corroborar su amenaza avanzó la espada contra el flaco cuerpo, no se la clavó, sin embargo, en el esquive el jovencito tropezó, cayendo y quedando a merced del pirata, que rió con estruendo y dispuesto a ensartarlo.
Peter se estremeció, de miedo y de rabia.
Tic-tac tic-tac...
Hook se quedó con la espada en alto.
Una severa palidez cubrió su rostro curtido, el rojizo brillo de sus ojos se tornó en un instante de un gélido azul y todo él se quedó paralizado.
Tic-tac tic-tac...
-¡Capitán, zarpamos!- gritó Smee desde el barco, que se elevaba.
James reaccionó a la llamada, venciendo el espanto cuando vio al cocodrilo nadando entre los juncos, directo hacia él.
Tic-tac tic-tac...
Mientras corría hasta el barco, elevado un par de metros por encima del suelo, en sus oídos retumbaba el reloj que se tragó el saurio junto con su mano derecha.
Tic-tac tic-tac tic-tac...
Saltó y clavó el garfio en la madera.
Por una vez agradeció ese artilugio, al elevarse oyó las fauces del reptil cerrarse con un seco «crac».
Fue izado por sus hombres. Desde la borda vio al animal burlado, dando brincos intentando morderlo, y a Peter, que se levantaba sacudiéndose el verde ropaje con enojo.
A salvo de ese monstruoso saurio y oyendo a los chiquillos patalear, gritar y soltar improperios, suspiró volviéndose hacia la cubierta.
Ahora venía lo difícil: convencerles de que los habían salvado la vida porque habían cometido el terrible «error» de crecer, o echar de menos a sus padres, algo que su adorado Peter Pan odiaba hasta el extremo de decidir matarlos.
599 palabras.
Para este relato me he inspirado en la obra original de James Matthew Barrie y en algunas tesis que consideran a Peter algo inmaduro, incluso sádico.
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