El viento sacudía los árboles creando una danza macabra y, a la luz de la luna llena, los lobos aullaban una canción ancestral que ponía los pelos de punta. La tormenta, truenos y relámpagos lejanos, anunciaban que se acercaba algo demoníaco. Estábamos preparándonos para lo peor, nos armamos de estacas de madera. Salímos de la cabaña del bosque y caminamos hacia el estanque de Ayla. Allí estábamos, a un paso de evitar la profecía. La luna llena reflejada en el estanque nos observaba mientras encendimos la hoguera y añadimos todas las estacas al fuego, iluminando la noche con un resplandor rojizo que semejaba el infierno. Cantamos las canciones a la diosa Amaiur y, bailando alrededor de la hoguera, suplicamos a la luna que nos iluminara en la noche.
Pronto los oímos llegar con perros furiosos. Nos llamaban brujas pero no sabían de nuestro poder. Trataron de acercarse a nosotras que, protegidas por la madre naturaleza, seguíamos cantando y suplicando por ellos.
Al finalizar el ritual, todas entramos en el lago, desnudas, para ofrecer nuestros cuerpos a la noche y disfrutar de la libertad del alma. Hasta el próximo año, en que resurgiríamos de nuevo para volver a salvarlos.