No pude evitar el encuentro, intenté escapar pero el destino no tuvo piedad y, la única persona que podía sustituirme, estaba enferma...
La conferencia era a las seis y tú estarías conmigo. ¿Conseguiría acordarme de algo? ¿Podría siquiera hablar?
Después de nuestra estúpida decisión de dejarlo, todo era más difícil. El maldito orgullo me alejó de ti, pero no conseguía olvidarte. Pedí el traslado y me lo concedieron, aunque conmigo se mudaron los sentimientos. Me hice amiga de mi soledad, me concentré en la investigación y obtuve muchos reconocimientos profesionales... Pero la felicidad se escapó entre mis dedos aquel día.

Salí del hotel: traje formal y semblante serio, intentando aparentar una serenidad que estaba lejos de sentir. Me temblaban las manos cuando me coloqué el distintivo.
Nada más entrar te encontré conversando con una azafata, parecías feliz. Como si de un imán se tratara tu mirada atrajo a mis ojos y suspiré. Otra vez este dolor, otra vez la sensación de ahogo. Mi corazón va a colapsar, no resisto más, te acercas sonriendo y me desmayo. Cuando recobro la conciencia, segundos después, estoy en tus brazos. Y, aunque sé que lo nuestro es complicado, por un beso tuyo, quiero intentarlo de nuevo.