No sé cómo llegué a esta isla tras el naufragio. Al caer al mar perdí el conocimiento debido al impacto. Sólo tengo algún recuerdo vago de una fiesta, la música y el estruendo de un relámpago.
Los gritos del capitán llamando a su tripulación sustituyeron a las canciones y Lord Williams entró en pánico. Saltó al océano impulsado por el temor a las llamas. Lamentablemente me arrastró con él.
¿Dónde estaba? ¿Habría sobrevivido? ¿Y el barco?
Todas estas preguntas quedaron atrás cuando vi el galeón con la bandera pirata. Corrí a ocultarme entre los pocos árboles de la isla y observé con temor cómo desembarcaban, paralizada por el miedo, pudieron apresarme sin esfuerzo. Me trasladaron al barco donde mi imaginación esperaba algo peor que la muerte, pero me llevaron ante el capitán. Temía encontrarme con un viejo barbudo con parche en el ojo, un garfio y poca educación, mas me topé con un caballero atractivo, con un cuerpo escultural que me miraba con sus ojos verdes.
Se acercó despacio con una sonrisa y me besó en los labios...
Desperté sobresaltada con la alarma, me incorporé y, mirando mi cama vacía, decidí que ya no leería más novelas románticas sobre piratas.