Ella era mi mejor amiga, tímida y con una gran sonrisa siempre, trataba de vivir con prisas... A él ni siquiera lo conocía. La casualidad los unió aquel verano. En un pueblo de la costa, sus pasos se cruzaron en la playa y ella quedó impactada. Vi sus ojos brillar como nunca antes lo habían hecho. Le hablé y no me oía, inmersa en su propio mundo.
Días más tarde, en una fiesta, él se acercó y conversó con nosotras... aunque ella había enmudecido nada más verle. Sólo tenía ojos para él. Ni siquiera nos oía mientras comentábamos sobre el lugar y la fiesta. Pero su cara se iluminó cuando él la invitó a bailar. Yo los miraba, tan juntos, perdidos el uno en el otro. Su amor creció y ellos vivieron deprisa, como si sus almas supieran que tenían poco tiempo...

Aquella noche vino en su moto, tenía una sorpresa para ella y yo los ví marchar, ella abrazada a su cuerpo. La fatalidad los alcanzó en la carretera para llevarse a mi amiga con él. 

Ahora, desde la playa donde se conocieron miro al cielo y los imagino juntos, como luces brillantes en el cielo.