La fortuna.
La mala suerte me perseguía siempre y aquél día no fue la excepción. Salí de casa con prisas, teníamos una cita. Me había vestido muy elegante para llevarte a la première de una obra de teatro. Una lluvia torrencial caía implacable y cuando crucé la calle un coche me mojó al pisar un charco. Mi coche no arrancaba así que tomé un taxi y, al tratarse de un novato, se perdió. Ya llevaba media hora de retraso.
Nuestro encuentro era en un bar, que ese día estaba cerrado por obras, así que tuviste que esperar en la calle. Cuando llegué estabas también mojada, tu pelo alborotado y una sonrisa de disculpa en tus labios.
—Lo siento, he tenido un pequeño percance —dices...
—Tranquila, yo también tuve algún problema —respondí...
«Y de ese modo comenzó la historia de dos personas sin suerte... Que por fin tuvieron la fortuna de conocerse.»
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