Necesitaba desconectar de todo para olvidar su traición y, con el corazón roto en mil pedazos, escogí las montañas para tratar de olvidar.
La cabaña, preciosa y con vistas al lago, estaba aislada de la civilización. Sólo se podía acceder a ella desde un camino que a duras penas recorrió el todoterreno. Desde la entrada contemplé cómo el sol se escondía por el horizonte, tiñendo de malva el cielo, mientras la luna, brillaba en el firmamento iluminando la noche...
No supe de dónde salió, mas su presencia alteró todos mis sentidos. Su mirada penetrante se incrustó en mis pensamientos, quedé cegada por su magnetismo y sólo su mera presencia aceleró mi corazón. Con la voz ahogada por una emoción desconocida le pregunté quién era...

-Soy el dueño de tu corazón, te estaba esperando.

Por instinto y sin poder articular palabra, me aproximé a él y sentí el deseo de ser suya. Me besó, despertando una emoción incontenible y, desnudos en el lago, hicimos el amor toda la noche. Amanecimos bajo el sol, acurrucados, y allí descubrí mi verdadera esencia. Nos levantamos y corrimos veloces por el bosque sintiéndome libre al fin y dejando surgir a mi alma de loba.