Hace dos días que entré en un grupo de autoayuda para hacer dieta. Pero ya no aguanto más, el hambre es insoportable, la ansiedad me impide dormir y mi agresividad va en aumento.
He tomado una decisión, intercalaré mi dieta habitual cada dos días, para contrarrestar el síndrome de abstinencia.
Esta noche volveré a comer.

Salgo con la luna llena a buscar mi bocado preferido, en el silencio de la noche, persigo a mi presa. Las sombras ocultan mi presencia, le veo caminar despacio, descuidado. Ni siquiera me ve llegar junto a él...

—¡Hola! ¿Cómo te llamas?, ¿Te apetece dar una vuelta conmigo?

Me mira y asiente. Una sonrisa lasciva aparece en su rostro y yo finjo no verla. Me explica no se qué de una novia pero yo no lo escucho. Mi sed es cada vez más intensa, miro su cuello y mis papilas gustativas ya están preparadas para saborearlo. Puedo oler su sangre caliente mientras él me acompaña a casa.
Una vez dentro, doy rienda suelta a mi instinto abrazándole. Él, confiado, me ofrece sus labios. Le beso con pasión derribando su cordura y mi boca vuela a su cuello... Donde por fin puedo saciar mi sed.