A MITAD DE PRECIO
Tenía un nuevo caso en mis manos, un hombre sospechaba que su mujer le engañaba. Me dio todos los datos que tenía y las rutinas de su mujer y las suyas.
Comencé a trabajar enseguida elaborando un plan para realizar un seguimiento exhaustivo.
Sus rutinas eran las típicas de una oficinista, así que me infiltré en la empresa en la que trabajaba, ya que la casualidad quiso que mi marido trabajase allí.
Él me ayudó sin preguntar la razón y yo no tenía por costumbre hablar de mi trabajo.
Localicé enseguida al sujeto de la investigación dentro de la empresa. Con profesionalidad pude descubrir a su amante y tomé las fotografías y pruebas necesarias para solicitar un divorcio. A la semana ya disponía de todo el material por duplicado. Mi cliente vino, observó las fotografías y se dispuso a pagarme.
—Le cobraré menos de lo que le pedí al principio.
—No entiendo, ¿le resultó fácil la investigación?
—Mi ética profesional me obliga a cobrarle la mitad.
Cuando quedé sola de nuevo, mis ojos se desbordaron. Extraje las fotografías del cajón y llamé a un abogado. Entre sollozos y lágrimas, solicité sus servicios para divorciarme yo también.
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