Reuniones, reuniones y más reuniones. Reuniones desde las nueve hasta las seis. Reuniones en las que ni siquiera hablamos, sino que escuchamos a otras personas quejarse. Reuniones sin descanso ni para comer, ni tomar un café, ni ir al servicio, atados a nuestras sillas en una oficina que poco a poco nos despoja de nuestra alma y de propósito alguno. 

Algunos lo llevamos mejor que otros, supongo. Hace años que me he resignado.

Pero el compañero que se sentaba a mi lado, que estaba encargado de los clientes ingleses, sufría un montón. Siempre que volteaba a verlo tenía las manos en las sienes y sollozaba, su micrófono silenciado y su cámara desactivada, frente a varios pares de ojos de clientes que no paraban de quejarse ruidosamente, explotando sus auriculares.

Solo una vez lo escuché hablar, y fue para excusarse un momento. ¿Quería escapar de esa reunión? Supuse que esa era su intención, pero admito que cuando dijo «I need to jump», mis escasos conocimientos de inglés no me permitieron adivinar que se refería a que iba a saltar por la ventana. 

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Notas de la autora:

Hey, aquí Anabel. Gracias de nuevo por estar aquí 🙇‍♀️

Dato curioso: Hubo una época en la que odiaba tanto mi trabajo, que empecé a sentir que mi vida carecía de propósito.

Siempre he sido un alma creativa. Puedo trabajar en una oficina y hacerlo bien, pero mi corazón sufría cada día y mi humor estaba por los suelos. Entre tantos meetings y reuniones, surgió este juego de palabras con "necesito saltar" a "I need to jump", hasta que un día dije: "Sí, necesito saltar, pero por la ventana por la frustración que siento". 

¿Alguno se ha sentido así en la oficina? 

Si te ha gustado este microrrelato, me harías muy feliz si le dieras tu voto. Pero si quieres hacerme la mujer más feliz del mundo, déjame un comentario. Permíteme charlar contigo y conocerte 👩