Atuendo perfecto, piernas estilizadas junto a un par de demonios escarlata.

Endemoniados tacones

Me levanto de mi silla y miro a todos lados, ¡Dios!, los tacones me están matando. Arreglo el vuelo de mi falda y de inmediato salgo de mi cubículo con pasos apretados y tambaleantes. Saludo a un par de colegas y no permito que me hagan conversación puesto que mis pies están siendo masacrados sin piedad dentro de ese par de tacones escarlatas.

Camino junto a la pared para de vez en cuando apoyarme y remover mis dedos estrujados que ansían la libertad sobre el suplico al cual los he sometido, todo con tal de estilizar mis menudas piernas que ni buen arreglo tienen. Ya voy llegando, estoy a diez míseros pasos del baño de mujeres, cuando a mis espaldas mi jefe me está llamando con insistencia. ¡Con un demonio! Miro a todos lados, buscando cualquier cosa para esconderme, y viéndome expuesta, con él cada vez más cerca, hago lo que desde un principio debí hacer: ¡correr!

«¿Con estos endemoniados tacones? Ni de loca».

Suspiro y me inclino, sacándomelos uno a uno, dejando descansar mis pies sobre la fría y afelpada alfombra gris, y ¡se siente jodidamente bien! Entonces, me giro y le sonrío a mi sonriente y desconcertado jefe.