Me encanta ver a mi abuela jugar en el parque. 

Se desliza por los toboganes con los niños en su regazo, los ayuda a subirse al pasamanos, y juega con ellos en el sube y baja. Se ríe con los pequeños como si fuera su igual, y otros ancianos la ven raro. 

Pero yo creo que después de dos dictaduras, dos migraciones, dos matrimonios, una pandemia y un cáncer, mi abuela se ha ganado el derecho a vivir la infancia que tuvo que esperar ochenta años para disfrutar como a ella le dé la reverenda gana.

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Notas de la autora:

Hey, aquí Anabel. Gracias de nuevo por estar aquí 🙇‍♀️

¿Sabes? Este microrrelato es de mis favoritos. Tiene tintes autobiográficos, y otros totalmente biográficos de mi dulce abuela, que emigró de España con siete años a Venezuela. Pasó un mes en un barco migrante, y cuando vino a verse, era más criolla que la arepa. Su identidad ha sido objeto de debate en mi familia, pero todos concordamos en algo: Mi abuela es una persona muy valiente...

¿Ustedes también aman a sus abuelitos?

Si te ha gustado este microrrelato, me harías muy feliz si le dieras tu voto. Pero si quieres hacerme la mujer más feliz del mundo, déjame un comentario. Permíteme charlar contigo y conocerte 👩